CAPÍTULO 52: Ciclos cerrados

Lorraine

Despertar entre los brazos de Garret es y siempre será una de las experiencias más dulces y placenteras que existen para mí. Extrañé tanto que me rodease con ellos, que mi nariz se impregnara con su aroma corporal y disfrutar de esa calidez que desprende su cuerpo. Es mágico.

—¿Ya despertaste, cariño?

Su no tan ronca voz hizo que me diera cuenta al instante de que ya llevaba un buen tiempo despierto. Alcé la mirada para encontrarlo con su cabello raro alborotado, sonriéndome.

—Buenos días —murmuré.

Se inclinó un tanto para besar mi frente y recibí dicho beso con gusto.

—Buenos días, Vainilla.

—¿Llevas mucho tiempo despierto?

—Ni idea, observarte durmiendo hace que pierda la noción del tiempo.

—Acosador —reí contra su pecho.

—Así que soy un acosador, ¿eh? —sonrió con cierta malicia antes de tomarme de la cintura para sentarme sobre sus piernas y un instante después se incorporó, dejando su rostro a escasos centímetros del mío—. ¿Quieres ver cómo te acoso?

—Quiero verte intentándolo —lo reté, rodeando su cuello con mis brazos.

Decidió demostrármelo con besos en lugar de palabras y no pude estar más complacida con eso. Los últimos días han sido difíciles para todos, mi recuperación estaba siendo rápida, pero me resultaba agobiante estar acostada todo el tiempo. Garret insistía en quedarse conmigo, pero le recordé que debía ponerse al día en el trabajo y retomar la rutina que tenía antes de que me fuera, Gigi y Mateo ya pasaban suficiente tiempo conmigo, cuidándome. Sin embargo, tantos cuidados y precauciones en cuestiones que solían ser cotidianas nos resultaban insoportables a veces, por eso estos pequeños momentos en los que nos dejábamos llevar los disfrutaba tanto.

—Extraño amanecer haciendo el amor contigo —susurré sobre sus labios al separarnos.

—Yo también, pero no podemos —me regaló una media sonrisa de consuelo—. Podría entorpecer tu recuperación y hacerle daño al bebé.

—Lo sé —apoyé mi frente en la suya—. Odio ser una muñeca de porcelana que se puede romper en cualquier movimiento en falso.

—Dentro de unas semanas dejarás de serlo, solo tienes que tener paciencia.

—Para ti es fácil decirlo.

Desvié la mirada de la suya e inevitablemente mis ojos fueron a parar a la zona baja de su abdomen, donde yacía la cicatriz que siempre me recordará aquella fatídica noche. Mis dedos recorrieron esa no muy extensa marca color crema, sintiendo una punzada de culpa.

—No sabes lo mal que me siento al verte la cicatriz. No la tendrías si no hubieses intentado protegerme.

—Yo me siento exactamente igual cuando veo la tuya —su mano rozó con delicadeza la zona del balazo—. Me recuerda que no fui capaz de protegerte. Pero no ganamos nada sintiéndonos culpables por heridas que no pedimos ni merecíamos, ¿o sí?

—Tienes razón —asentí—. No fue tu culpa que me dispararan, amor.

—Y no fue la tuya que me apuñalaran —sus manos acunaron mis mejillas con dulzura—. No quiero que nuestras cicatrices nos echen en cara nuestra incapacidad de protegernos el uno al otro, no las tendríamos si no hubiésemos intentado protegernos a nosotros y a nuestro hijo.

—Entonces son marcas de guerra. Las pruebas de lo mucho que luchamos para que nuestra familia estuviese a salvo.

—Así suena mejor —me sonrió—. ¿Qué tal si vamos a darnos una ducha juntos ahora que Gigi está siendo más condescendiente con nosotros?

—Me gusta la idea.

Envuelta entre los brazos de mi prometido, fui conducida a nuestro cuarto de baño. No mentía cuando dijo que Gigi, mi enfermera personal —que también lo ha sido de todos los Harriet que han requerido cuidados especiales—, estaba siendo más condescendiente. Al principio no nos permitía dormir juntos y a mí no me dejaba mover ni un músculo, aunque le agradezco su imposición de disciplina, me he recuperado con una velocidad envidiable y ya he comenzado a recuperar peso. Ahora ya nos permite dormir juntos a Garret y a mí y me deja salir al balcón al menos, aunque desplazarme a otras zonas de la casa sigue estando prohibido.

Disfruté junto a mi Expreso de una placentera ducha caliente, aunque estuviésemos finalizando el verano yo apenas había percibido el calor desde que llegué a Heaven Gold City y a él no le molestaba la temperatura del agua siempre y cuando compartiésemos el baño. En el proceso nos besamos y no pudimos hacer mucho más que eso, por obvias razones no podíamos hacernos cosquillas ni "jugar" en otros sentidos. Para cuando terminamos de ducharnos, cepillarnos los dientes y vestirnos, Gigi ya me esperaba con la medicación diaria que debía tomar junto a mi desayuno en una bandeja. Nos dio los buenos días, nos repitió por enésima vez todas las precauciones que debíamos tomar, nos lanzó su mirada acusatoria habitual y luego se retiró. Tomamos asiento sobre la cama y procedí a degustar mi desayuno que en su mayoría se componía de frutas, al parecer mis antojos son frutales, y más si se trata de frutos tropicales.

—¿Por qué Gigi siempre nos lanza esas miradas de mamá regañona? —bromeó Gary mientras untaba con mermelada de mango una tostada antes de llevarla a mi boca.

—No lo sé —dije con la boca llena para luego tragar—. Quizás sea por el pésimo paciente que fuiste cuando te estabas recuperando.

—No eres quién para juzgarme, tú le das los mismos dolores de cabeza.

—Yo me porto un poco mal, pero al menos no me pasé todo el tiempo desobedeciéndola como lo hiciste tú —le di otra mordida a la tostada—. ¡Incluso salías de casa!

—Yo no estaba tan mal, además, debía animar a Mat.

—Yo no estoy tan mal tampoco —rebatí.

—No, pero estás embarazada y sabes que el único esfuerzo que puedes hacer por el momento es ir a las visitas de Marjorie, el doctor no te consentirá ni uno más, y yo tampoco.

—Eso es muy hipócrita de tu parte —refunfuñé.

—Puede que lo sea, pero…

No concluyó la frase porque mi móvil sonó, interrumpiéndolo. Era un poco temprano para recibir llamadas, pero desde mi regreso todos han estado tan al pendiente de mí que ya no me sorprendía. Además, esas llamadas acababan convirtiéndose en largas charlas telefónicas que me ayudaban a matar el horrible aburrimiento que me consumía día tras día.

Garret se me adelantó y se estiró para tomar el aparato de encima de mesita de noche para luego entregármelo. Contesté sin siquiera leer el nombre de quien me llamaba y llevé el dispositivo a mi oreja.

—¿Hola?

—Hola, Lori —la dulce voz de mi niñita se coló en mis oídos y dibujó una sonrisa en mi rostro.

—¡Hola, hadita! ¿Cómo estás, mi vida?

—¿Marjie? —preguntó Garret a lo cual asentí—. Pon el altavoz, yo también quiero hablar con ella.

Asentí y separé el teléfono de mi oreja para poner el altavoz.

—Estoy bien. ¿Tú cómo te sientes? ¿Sigues enferma?

—Sí, cariño, sigo enferma. Pero me siento mucho mejor, así que no tienes nada de qué preocuparte. ¿Sabes? Garret está aquí conmigo, escuchándote.

—Hola, pequeña —le sonrió a la pantalla del móvil como si la niña fuera capaz de verlo.

—Hola, Gary. ¿Estás bien?

¿Cómo es posible que suene tierna incluso preguntando cómo estamos?

—Lo estoy, hadita. Pero me pregunto qué haces despierta tan temprano.

—Es que hoy es día de llamar a los papás y quería ser la primera.

Garret y yo compartimos miradas de ternura, Marjie nos va a matar con lo adorable que es.

—Pero no tenías que madrugar, chiquita —le dije—. Hoy es domingo, vamos a estar disponibles para hablar contigo todo el día.

—Eso no me importa, solo quería hablar con ustedes.

—Y nosotros amamos escucharte —sonreí, compartiendo miradas con mi prometido.

—¿Cómo están Mat y el bebé?

—Mat debe estar durmiendo aún y el bebé está muy bien porque estoy haciendo reposo como me lo indicaron.

—¿No vas a poder ir a la visita del martes? —preguntó con la vocecita algo apagada.

Garret y yo intercambiamos miradas, no sabía qué responderle. Por un lado, fallarle en una visita luego de todo el tiempo que estuvimos sin vernos me resultaba inconcebible; pero mañana se efectuaría el juicio y no podía romper el estado de reposo durante dos días consecutivos, en especial porque presentía que el solo hecho de presentarme en la corte sería muy estresante para mí.

—Lo vamos a consultar con el doctor y con la enfermera —respondió él por mí—. Si están de acuerdo, irá.

—Ojalá digan que sí. Quiero verte, Lori.

Esa declaración me llenó el corazón de ternura y de tristeza a partes iguales. No quería fallarle, por nada del mundo quería hacerlo y menos ahora que ya sabe que la adoptaremos. Ahora me ve como su mamá y lo último que quería era decepcionarla.

—Yo también quiero verte, mi vida —dije—. Haré un esfuerzo para estar en perfectas condiciones el martes y me permitan ir a verte, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Bueno —intervino Garret—, las veo y escucho algo tristes, mejor cambiemos de tema, ¿sí?

Y eso hicimos. Marjorie comenzó a contarnos que la trasladaron a una habitación diferente con otras dos niñas que están próximas a ser adoptadas. También nos habló de sus progresos en las fisioterapias y que, con la asistencia de las enfermeras del orfanato, se está poniendo de pie e intenta mantenerse así sin necesidad de sostenerse de algo o de alguien. Y claro, no podía faltar ese pequeño monólogo que suele hacer en el que nos expresa de la forma más adorable posible lo feliz que está porque la adoptaremos.

La llamada culminó unos veinte minutos más tarde porque resulta que la señorita Marjorie se había escabullido para llamarnos sin haber desayunado de antemano y por lo mismo se ganó un regaño tanto de Abigail como mío. Garret también tenía pensado hacerlo, pero cuando escuchó cómo lo habíamos hecho nosotras, se le ablandó el corazón y no pudo evitar defender a su princesa.

Definitivamente Marjie acabará siendo la consentida de papá.

—He estado pensando en ciertas remodelaciones aquí en la casa —comentó él luego de que también lo regañase por solapar a Marjorie.

—¿Como cuáles? —curioseé antes de casi atragantarme bebiendo jugo de mango, ¡Dios!, es que es la bebida de los dioses.

—Quiero ocupar la que solía ser tu habitación para que sea la de Marjorie. Al principio pensaba cedérsela al bebé, pero Marjie va a llegar primero y, para que se sienta más a gusto con su nuevo hogar, será lindo que cuando salga al balcón encuentre a su hermano a su izquierda y a sus padres a la derecha.

—Me gusta la idea —asentí, sonriente—. Además, el bebé los primeros meses dormirá aquí y creo que la mejor habitación para él sería la que tenemos aquí en frente.

—Justo eso estaba pensando —asintió—. También debería hacer algunas reformas en las áreas comunes para que a la niña le sea más fácil desplazarse. Aunque no sabemos si ya caminará o andará con muletas cuando podamos traerla a casa, prefiero prevenir.

—Veo que has pensado en todo —le guiñé un ojo.

—Y eso no es todo. Ya hablé con tu tía, que tiene tan buena mano para la jardinería, para que nos ayude crear un pequeño jardín con las flores preferidas de Marjorie cerca del área de juegos. Ella ama perseguir mariposas y buscar hadas, así que de seguro le encantará y… —se detuvo de pronto y me lanzó una mirada de extrañeza—. ¿Qué? ¿Por qué me miras así?

Realmente lo estaba mirando de una forma especial porque ante mis ojos estaba sentado el hombre más especial del universo. Verlo tan emocionado comentándome sus planes y saber lo mucho que ama a Marjorie y ansia su llegada me llenaba el corazón de regocijo.

—Porque la hadita tiene mucha suerte al tenerte como papá —tomé sus manos entre las mías—. Me emociona que me cuentes tus planes y que mentalices lo felices que seremos dentro de unos meses cuando todos estemos juntos.

—Será hermoso —me sonrió—. Dentro de unos meses podremos estar justo así, sentados en nuestra cama desayunando, pero acompañados de Mat, Marjie y el bebé, y seremos felices por el simple hecho de estar juntos.

—Entonces espero que esos meses no tarden mucho en pasar.

Y acto seguido, dejé a un lado la bandeja para acercarme cuanto pude a él y atrapar sus labios con los míos. Me siguió el beso sin objeciones y podríamos haber permanecido así el resto de la mañana de no haber sido por cierta interrupción:

—Aléjate de mi mamá.

Garret rompió el beso y apoyó su frente en la mía mientras reía.

—No puedo creer que haya extrañado escuchar eso —admitió al separarse de mí.

Se volteó y divisó a nuestro hijo ingresando en la habitación aún en pijama, con Spidey en brazos y en pantuflas. El rubito lucía satisfecho con su broma y lo dejaba ver riendo mientras se acercaba.

—Ven aquí, campeón —dijo su papá mientras lo cargaba para sentarlo a su lado sobre la cama—. Muy gracioso —lo "reprendió", agitándole el cabello como de costumbre.

No hay dudas, yo seré mamá regañona y él será papá consentidor.

—Buenos días, papi —le sonrió de una forma tan falsa que hasta daba risa—. Buenos días, mami —y a mí sí me sonrió con dulzura.

—Buenos días, mi vida.

Le di un beso en la mejilla y seguidamente volví a tomar posesión de la bandeja, aún tenía hambre y me entró un antojo repentino de algo que por suerte formaba parte del desayuno.

—Papá —llamó Mateo tras mirarme anonadado al comer—, ¿por qué mamá está comiendo omelettes con mantequilla de maní?

—Son antojos de embarazada, campeón —le explicó dulcemente su papá—. Las mujeres cuando están embarazadas se antojan de comer cualquier cosa y a veces unen comidas que no van bien juntas, pero ellas se las quieren comer así.

—Pero eso está raro. Le va a causar indigestión a mi hermanito.

Reímos ante su comentario, lucía genuinamente preocupado.

—Puedes estar tranquilo, eso no va a pasar.

—Los antojos son raros, cariño, pero todo irá bien —se aseguré y me dirigí a Gary—. ¿Podrías decirle al chef que me prepare unos spaguettis con chocolate, unos tacos con natilla y un banana split, pero con lechuga en lugar de banana?

—¿¡Un lechuga split!? —exclamó nuestro hijo, horrorizado—. ¿¡Pero por qué le tienes tanto odio al helado!? —bajó de la cama y apretujó a Spidey contra su pecho—. Vámonos de aquí, amigo. Antes de que mamá nos contagie sus antojos raros.

—Pero, Mat…

Pero me quedé con la palabra y la mantequilla de maní en la boca porque Mat ya se había esfumado. Por alguna razón hormonal muy propia de las mujeres en mi estado, me tomé esa graciosa huida como el peor de los abandonos y el más amargo de los rechazos, y sí, comencé a llorar. Garret se percató de ello al instante y me asistió, confundido.

—¿Por qué lloras, Vainilla?

—Es que Mat se fue —sollocé como una niña pequeña que acaba de perder su globo.

—Pero no hiciste nada malo, solo se impresionó por tus antojos, pero…

—¿¡Por qué mi hijo no me quiere!? —chillé, haciendo toda una rabieta.

Garret, lejos de entender el motivo de mi colosal cambio de humor, se mostró más confuso que antes y se rascaba la cabeza sin tener la más mínima idea de cómo proceder.

—¿Quieres que lo llame y le diga que…?

—¡No le digas nada! —le grité. ¿Por qué le grité? —. Estoy muy triste, necesito unos panqueques con kétchup para sentirme mejor.

—¡Sí! Sí, sí, claro, cariño —me sonrió y no supe si su sonrisa fue para calmarme o si fue producto de la alegría al saber qué hacer—. Voy corriendo a la cocina y yo mismo te traeré los panqueques, pero deja de llorar, ¿ok?

—Ok —asentí y me besó la frente—. Y también quiero un trozo de cheesecake con mostaza, por favor.

—A tus órdenes —bajó de la cama y se apresuró a salir de la habitación—. Ya vuelvo.

Me quedé a solas con mi bandeja vacía y eso solo me provocó más ganas de llorar. Detestaba estar tan susceptible y me había dado cuenta de que solo pasaba cuando se me acababa la comida. Llevé mis manos a mi vientre y lo acaricié. Pobre de mi bebé, estaba pasando hambre.

—Lo siento mucho, cariño —sollocé—. No te preocupes, papá ya viene con la comida. No te desanimes, bebé.

Menos de diez minutos más tarde, me encontraba degustando mi cheesecake con mostaza y mis panqueques con kétchup mientras unos preocupados Gary y Mat compartían miradas. Más les valía acostumbrarse a mis antojos y a mis cambios de humor, aún les quedaban siete meses adicionales.

(…)

El juicio.

Hace unos años atrás no tenía el valor suficiente para siquiera imaginar un escenario como el que acababa de presenciar. La antigua Lorraine estaba demasiado rota, demasiado asustada y demasiado sometida como para atreverse a denunciar ni mucho menos declarar ante un tribunal. Esa Lorraine estaba sola, amenazada y era torturada de tantas formas distintas que creía que su único destino era desempeñar el papel de esclava que le era impuesto por su verdugo; y lo más triste es que aún existen millones de antiguas Lorraine en el mundo.

Pero ahora hay una menos y esa soy yo.

Me costó lágrimas, esfuerzo, valor e incluso casi mi vida, pero logré enfrentar a mi victimario tanto con armas físicas como con legales. Tuve el coraje de presentarme en el juzgado y declarar absolutamente todo. Cómo inició el abuso, el chantaje que incluía la integridad física de mi hijo, la violencia doméstica que la sucedió y los atentados sufridos aquí en Heaven Gold.

No fue fácil. A excepción de mis terapias, cuando tuve que contarle la verdad a Garret y quizás una que otra vez al desahogarme con Lily y mi tía, nunca había tenido que relatar todo el horror que viví con tantos detalles dolorosos. Hacerlo en un juicio, siendo escuchada no solo por los juristas y los oficiales que resguardaban el orden y la seguridad, sino también por mi familia y amigos. Garret, mi tía, Lily y Evan tenían una idea bastante clara de lo que había vivido anteriormente, pero Eduard, Regina y esas maravillosas amistades que he hecho a lo largo del camino —incluyendo a Salette— no tenían idea. Una parte de mí se sentía avergonzada, pero la otra me aplaudía por ser tan fuerte y tener las agallas que hasta entonces no había demostrado tener.

Me sometí a las preguntas de la fiscalía sin titubear y mucho menos titubeé ante las interrogantes del abogado de Roy —uno de oficio, ya que ni por la fortuna más grande alguien accedería a representarlo en la corte— quien hasta el momento había hecho una defensa tan pobre que no supe diferenciar si era un pésimo abogado o si él también estaba a mi favor.

Cuando descendí del estrado para regresar a mi asiento, sentí una paz inmensa. Lo había logrado. Había dejado de ser una víctima de violencia doméstica en todos los sentidos. Esa Lorraine débil y abusada siempre formaría parte de mi pasado, pero ya no renegaría de ella, porque me enseñó qué tan fuerte podía llegar a ser y que mi nueva misión consistía en ayudar a otras mujeres que están pasando por lo mismo.

A mi declaración le siguieron la de Garret, la de mi tía, las del resto de los Harriet, la de Salette y decenas de pruebas recopiladas por la fiscalía para demostrar no solo la culpabilidad de Roy en cuanto a los intentos de homicidio, los robos, el allanamiento de morada y otros cargos, sino también la violencia doméstica que sufrí durante años. Me emocionaba saber que ese infeliz iba a ser inculpado por todo lo que me hizo desde el inicio, que iba a pagar.

Más de una vez durante el juicio descubrí sus malditos ojos verdes sobre mí y, por inercia, le devolvía la mirada. Si antes había dejado de infundirme el más mínimo miedo, ahora solo me parecía el ser más patético sobre la tierra. Lucía delgado y lánguido bajo ese uniforme de recluso. Ya no me miraba con altanería ni intimidación, solo con odio y recelo. Su rostro estaba pálido, demacrado, con bolsas demasiado oscuras bajo sus ojos; nada tenía que ver con el atractivo hombre que me conquistó años atrás. Sus manos esposadas reposaban en un punto medio entre sus muslos y su abdomen, específicamente en el sitio que ocupaba su ausente miembro. No me sentía orgullosa de haberlo castrado y esto fue "usado en mi contra" cuando declaraba, tampoco fue mi intención en dicho momento, pero nada me alegraba más que verlo despojado de ese miembro con el que en tantas ocasiones abusó sexualmente de mí y lo hacía sentir tan orgulloso. Y, a juzgar por sus gestos, saberse castrado ya representaba bastante castigo para él, pero eso no sería suficiente.

—¿Cómo te encuentras? —me preguntó mi prometido mientras el jurado discutía el veredicto del reo.

—Estoy bien, amor —le aseguré, tomando su mano.

—¿Segura? ¿No estás cansada o nerviosa? ¿Sientes algún malestar?

—Te prometo que todo está en orden —le sonreí con la intención de hacerlo sentir mejor, pero su expresión preocupada se mantuvo en su rostro—. Gracias por haberme apoyado en esto.

—Eres la luz de mis ojos y sabía que nada te sacaría de la cabeza la idea de venir a declarar. Sigue sin hacerme gracia que estés cerca de esa lacra, pero cuando te vi declarando supe que necesitabas pasar por esto.

—Me alegra que lo hayas comprendido.

—Mi deber es apoyarte y siempre lo voy a hacer.

Y dicho esto, me atrapó entre sus brazos, proporcionándome una calidez que me hacía mucha falta en ese instante. El jurado se estaba tomando su tiempo y eso estaba comenzando a tensarme, pero recordé de que debía mantenerme serena por el bien del bebé, encerrar a Roy tras las rejas era importante, pero el bienestar de mi pequeño lo era aún más. El fiscal había pedido la pena máxima para Roy, y no, no era la pena de muerte, ya que en Heaven Gold esta sentencia solo se aplicaba para casos excepcionales como asesinos en serie, era cadena perpetua. Esa condena me parecía más justa que la pena de muerte porque, si muriese, solo sufriría durante unos pocos minutos y no pagaría como se debe por todo el daño que hizo. Se merecía vivir lo que restase de vida encerrado y despojado de su virilidad.

Finalmente, el jurado llegó a un consenso y le hicieron saber al juez su decisión. El mismo nos ordenó a todos los presentes ponernos de pie antes de dictar sentencia.

—Debido a las pruebas presentadas ante esta corte y por decisión unánime del juzgado —dictaminó el juez—, considero que el acusado Roy Dickson no posee ningún trastorno mental que justifique su accionar y es plenamente consciente de sus actos, por consiguiente, y por los delitos de privación ilegal de la libertad en su modalidad de secuestro, violación, violencia doméstica, corrupción, intento de homicidio, allanamiento de morada, asalto agravado, robo con fuerza en las cosas y atentado contra las fuerzas policiales, ha sido encontrado culpable.

Cerré los ojos, dejando escapar una lágrima y un suspiro porque por fin se había hecho justicia.

—Por ello —prosiguió— y atendiendo al artículo número cincuenta y tres del código penal, se le imputa la pena máxima y lo condeno a privación perpetua de la libertad sin posibilidad de apelación —tomó el mallete y lo golpeó contra su base con una fuerza contundente—. Se levanta la sesión.

Con ambas manos cubrí mi rostro, ocultando mis lágrimas de alegría entre las palmas de estas. ¡Lo logré! Logré hacer pagar a ese bastardo con la ley de mi lado. Logré condenarlo hasta el final de sus días por todo el sufrimiento que causó. Logré recompensarme a mí misma por todo el horror al que me dejé someter. Lo logré…

Me dejé envolver por los brazos de Garret a la vez que lloraba y escuchaba de fondo los alaridos de Roy, obviamente inconforme con el veredicto. Me obligué a separarme de mi prometido para deleitarme observando como ese desgraciado era conducido por los oficiales hacia el sitio del que no saldría nunca más. Hubo un instante en el que tuvieron que pasar muy cerca de nosotros para caminar por el corredor hacia la salida y él lo aprovechó para lanzarse encima de mí.

—¡No creas que te libraste de mí, Lorraine! ¡Tú eres mía! —gritaba como un auténtico loco mientras los oficiales lo alejaban de mí y Garret me alejaba también de su cercanía—. ¡Voy a volver por ti! ¡Tú me perteneces! ¿¡Me oyes!? ¡Eres mía! —continuaba gritando a pesar de que ya lo estaban conduciendo hacia el exterior de la sala.

—¿Estás bien, querida? —me preguntó una preocupada Regina.

Yo, que aún me encontraba conmocionada por la sentencia y por el ataque de histeria de Roy, respondí con un asentimiento y hasta ese entonces no había notado que, como acto reflejo, había llevado ambas manos a mi vientre, protegiendo a mi bebé.

—Lo estoy, tranquilos —dije tanto para mi suegra como para el resto de personas que me abordaron—. Gracias al cielo esta será la última vez que vea la cara de esa escoria.

—Tenlo por seguro, hija —me sonrió afablemente mi suegro, colocando su mano sobre mi hombro, su típico gesto paternal—. Salgamos de aquí, debemos celebrar este triunfo.

—Sí, ya tu misión está cumplida, mi amor —me sonrió mi futuro esposo—. Ahora podemos ir al Sweet Paradise a comer todos los postres con agregos salados que prefieras.

—Creí que iríamos directo a casa, Sr. "Tienes que hacer reposo".

—Cambié de opinión —me abrazó de lado—. Después de esta experiencia tan amarga necesitas endulzar tu paladar y olvidar el mal rato.

—Qué considerado, Sr. Harriet —le sonreí.

—Bueno, vámonos, tortolitos —nos interrumpió Evan y se ganó una patada de su esposa por la intromisión.

Entre risas y tomando la mano de mi novio, salí de la sala acompañada de mi familia y amigos. Me sorprendí gratamente al recibir muestras de afecto, empatía y comprensión de parte de estos últimos. La sociedad suele crucificar a las mujeres que son víctimas de violencia doméstica porque desconocen todo el maltrato psicológico que antecede a la fuerza bruta y las tachan de no tener carácter y ser masoquistas, por lo mismo temía que no me entendieran y me juzgaran. Pero no fue así. Desde los mellizos Stone hasta los señores Dawson me hicieron sentir apoyada y el único reproche que salió de sus bocas fue el que no les confiara mi pasado, alegaron que no me habrían juzgado mal, al contrario.

A la salida del juzgado me encontré con una sorpresilla desagradable: una manada de periodistas. Sabía que desde mi partida toda la ciudad estaba parcialmente al tanto de lo ocurrido con mi exmarido, pero no me esperaba una conferencia de prensa esperándome en la calle.

—Maldita sea —masculló por lo bajo mi cuñado y, con ayuda de algunos oficiales y de su padre, logró abrirnos paso para que la familia pudiera acceder a la limusina que nos trajo antes.

Con mucho esfuerzo y sin poder siquiera despedirnos de nuestros amigos, logramos ingresar en la limusina e inmediatamente Eduard dio la orden al chofer de que arrancara y diera un par de vueltas por el centro para perder a los periodistas antes de ir a la cafetería.

—¿Qué fue eso? —preguntó mi tía, exasperada y despeinada por los empujones que recibió mientras intentaba abordar el vehículo.

—Prensa ridícula que no tiene nada mejor que hacer que meterse donde no los llaman —gruñó Evan, recargándose en el asiento de cuero.

—Lo siento mucho, Lori —se disculpó mi suegro—. Se suponía que este juicio y la violencia que sufriste tanto en el presente como en el pasado no sería de dominio público, pero desde tu desaparición la prensa ha estado muy al pendiente de lo que ocurría con nuestra familia y…en fin, sé que este asunto no debió haber salido a la luz sin tu consentimiento…

—Está bien —lo interrumpí—. Ahora pertenezco a una familia de mucho renombre en la ciudad, prácticamente soy una figura pública.

—Sí, pero este es un tema delicado que no debía saberse de esta forma —intervino Regina—. Estabas en todo tu derecho de mantener el secreto si así lo deseabas y no es justo que tengas a toda esa prensa tras de ti.

—¿Saben? Mi mayor miedo no era que se descubriera la verdad. Mi mayor miedo era que, al ser descubierta, las personas que amo no fueran capaz de entenderlo. Pero por suerte tengo unos amigos muy comprensivos y una familia maravillosa, así que no me importa lo que descubra la prensa o lo que piense el resto de la ciudad. De hecho, esta experiencia me ha servido para entender que de los abusadores no puedes librarte solo escapando y que, como embajadora de la fundación, tengo el deber ayudar a otras mujeres que hayan sido o que estén siendo abusadas, y creo que la mejor forma de hacerlo es compartiendo mi historia.

—¿Estás segura? —preguntó Lily.

—Lo estoy —zanjé, más decidida que nunca.

—Bueno, en ese caso —Garret tomó mi mano—, yo te apoyo.

—Y obviamente nosotros también —añadió mi tía, siendo apoyada por el resto de los presentes.

No sabía si el cúmulo me emociones que comencé a experimentar se debía a toda la tensión a la que me vi sometida durante el juicio o si de nuevo de las hormonas revueltas por el embarazo eran las culpables, pero tener el apoyo de mi familia en esto me emocionó a tal grado que acabé llorando a pesar de lo mucho que me contuve.

Garret rodó los ojos con diversión y me abrazó de lado, ya estaba comenzando a adaptarse a mi susceptibilidad.

Ya habíamos dado suficientes vueltas por el centro cuando la limusina se estacionó frente a la entrada del Sweet Paradise. Descendimos de esta e ingresamos a la cafetería a toda velocidad, quizás algún reportero insistente anduviese cerca. En un rincón del amplio local se encontraba una mesa con espacio suficiente para una familia amplia como la nuestra y sentados a ella se encontraban Jessie, Mateo y…alguien más. Quise correr a llenar su carita, pero Lily se me adelantó al correr como una loca en su dirección y de paso ganándose toda la atención de la clientela.

—Te extrañé mucho, cosita bonita —esa era una de las frases que alcancé a escuchar cuando me presenté frente a los niños, Lils no paraba de besuquear a mi hija y la pobre niña parecía estar asfixiándose entre tantos besos.

—Amor, deja a Marjorie respirar —le pidió Evan mientras la tomaba de los brazos para apartarla de la niña.

—Es que no supero lo bonita que es —sonrió la castaña.

Yo por mi parte rodeé la mesa para saludar a Abigail y sentarme junto a mi pequeña. Irónicamente acabé haciendo lo mismo que Lily, pero a mi niña no parecía importarle demasiado.

—Te extrañé mucho, hadita.

—Yo también te extrañé —me sonrió.

—¿No se suponía que la visita era mañana? —le pregunté a Abigail.

—Así era, pero hubo que hacer un reajuste por cambios de horarios en sus fisioterapias.

—Ahora que ya puedo levantarme solita, tengo que hacer ejercicios nuevos —me explicó mi cosita.

—Y lo harás de maravilla, ya verás.

—La Srta. Abigail trajo a Marjorie y estábamos armando un rompecabezas —intervino mi sobrina—, se nos da muy mal, por cierto.

Todos los presentes, que ya estaban sentados a la mesa, se rieron por el comentario de Jessie. Esa niña es la alegría de la familia sin duda alguna.

—Me gustaría dejarlos solos para que pasen tiempo en familia —añadió Abigail—, pero soy la trabajadora social a cargo del caso de Marjorie y debo supervisarla. Sé que está en muy buenas manos, pero ese es el protocolo.

—No hay problema —le dije—. Sabemos que debemos hacerlo todo bien si queremos que el proceso de adopción se complete lo más rápido posible. Además, si nos tiene que supervisar una trabajadora social, me alegra que esa seas tú.

—Opino lo mismo —secundó mi prometido.

—Pueden estar tranquilos, si de mí depende, Marjie se irá a casa con ustedes muy pronto —le lanzó una mirada cargada de dulzura a la pequeña—. La he visto crecer y llorar, pero finalmente ha encontrado a su familia y a unos padres increíbles.

—Pff, increíbles —bufó mi suegra—. ¡Pero si casi tuve que amenazarlos con un ultimátum para que este par de tontos…!

—Cariño, cariño —la interrumpió su esposo—, vas a asustar a los niños.

Evan, Lily y mi tía rieron disimuladamente. Algo que amo de Regina es que el noventa y nueve por ciento del tiempo te intimida con su sola presencia, pero tiene momentos graciosos en los que nos grita indignada y es difícil no reír por ello.

—Mamá —me volteé hacia mi hijo ante su llamado y divisé en sus ojos preocupación y una pregunta mucho más delicada que la que hizo a continuación—: ¿Todo bien?

—Todo en orden, principito —acaricié su cabello y le lancé por medio de mis ojos la verdadera respuesta a la pregunta que me hizo con la mirada.

Él se relajó al instante y abandonó su silla para rodear a Marjorie —que estaba sentada entre su asiento y el mío— y darme un abrazo. Se lo devolví con fuerza, este triunfo también era suyo, porque finalmente logramos poner tras las rejas al monstruo que antagonizó todos los peores horrores que ha vivido en su corta vida.

Ganamos, Mateo.

No separamos poco después y regresó a su asiento.

—¿Qué tal si pedimos unas malteadas de chocolate? —propuso—. Mi hermana no las ha probado aún.

—¡Sí, una ronda para todos! —aplaudí—. Y a la mía agréguenle…

—Déjame adivinar —me cortó el padre de mis hijos, riendo—. ¿Salsa de soja, mostaza, vinagre…?

—¿Jalea, salsa picante, pimienta? —siguió Mat.

—¿Por qué quieren ponerle cosas tan raras? —preguntó Marjie, sin entender.

—Se están burlando de mis antojos de embarazada —le expliqué—, pero la broma les quedó muy mal porque iba a decir vainilla.

—Vainilla está mucho mejor —asintió y yo me dediqué a sacarle la lengua infantilmente a Garret y a Mat, quienes en respuesta solo se encogieron de hombros.

—Bueno —sonrió Lils—, entonces, ¡malteadas de chocolate, y una con vainilla, para todos!

(…)

La enorme sala de conferencias dispuesta para actividades grandes estaba repleta de gente. Al final de la misma había un escenario con un podio un gran cartel en el que figuraba el nombre del evento. Ciertamente no me esperaba tanta perfección para una actividad que se organizó en una semana, pero estaba satisfecha con el resultado.

Me reacomodé el saco color blanco y revisé que el vestido que llevaba debajo de este no tuviera ninguna arruga. También revisé que no hubiese ni una mota de polvo sobre mis zapatos de tacón y deseé tener un espejo cerca para revisar que mi peinado y maquillaje estuviesen en orden. Estaba nerviosa. Muy nerviosa.

De la nada sentí cómo un fornido cuerpo se pegaba a mi espalda, abrazándome por detrás.

—Tranquila, Vainilla —me susurró al oído—. Todo saldrá bien.

—Eso espero —dije en un suspiro.

—Lo harás increíble, confío en ti.

—Ese es el problema, tú y todos los que está aquí confían en mí y no quiero decepcionarlos. Quizás…quizás no debí proponer este evento de la nada sin estar del todo segura de poder liderarlo.

—Ey —el tono de advertencia de su voz me alertó del sermón que se avecinaba; sus brazos me soltaron y me hicieron girar sobre mis pies para quedar frente a frente a él—. Escucha, no quiero que dudes, ni por un segundo, de tu capacidad para liderar este evento. Tuviste una idea maravillosa y mi hermano se toma muy en serio esta fundación, no te habría dado luz verde si no creyese que vale la pena llevarlo a cabo. Eres la nueva voz de muchas mujeres que sufrieron o están sufriendo lo mismo que tú y, si fuiste capaz de enfrentarte a quien te abusó en todos los aspectos y renacer de tus cenizas de la forma más espectacular posible, entonces puedes pararte en ese escenario para exponer aquello en lo que crees.

—Tienes razón —asentí y le sonreí—. Gracias, por confiar en mí incluso cuando yo no lo hago.

—Siempre.

Iba a darle un abrazo, pero fui interrumpida por la voz de alguien que hablaba a través de un micrófono. Me volteé para encontrar a Evan parado tras del podio, solicitando la atención de los presentes.

—Hola a todos —inició una vez tuvo la atención de todo el salón—. Primeramente, quiero darle las gracias a todos los que están presentes aquí hoy. Cuando mi madre fundó esta fundación dijo que era un hogar para aquellos que no tenían uno, una familia para aquellos que no la tenían, una segunda oportunidad para aquellos a los que el mundo les dio la espalda y claro, un refugio para aquellas mujeres que necesitaban ser salvadas. Con esto último no se refería solamente a las que terminaron en las calles, a las madres solteras, a las que fueron víctimas de trata de blancas o a las que tuvieron que someterse a la prostitución, también se refería a las que sufrieron violencia doméstica…como mi cuñada Lorraine. Esta información no era de dominio público hasta hace unos días, pero ella fue víctima de abuso durante años y su agresor ya está en la cárcel. Por ella y por esta victoria se creó esta Semana de Lucha contra la violencia doméstica y Ayuda a la mujer abusada. Y, por petición de Lorraine, se le dará inicio con un testimonio de sus experiencias, de su sufrimiento. Solo me queda por decir que estoy muy orgulloso de ella —su mirada se cruzó con la mía—, por ser tan fuerte como una vez me dijo que no se creía capaz de ser.

Mi mente viajó a aquella noche en su casa, cuando me menospreciaba tanto a mí misma que no me creía fuerte pero sí inservible y él intentó convencerme de lo contrario.

Aún no sabes usar una tostadora, Ev.

El pelinegro se retiró del escenario y la imagen del evento fue sustituida por un video. Mi video. Eran veinte minutos de resumen de todo lo que viví, sufrí y soporté durante años. Mis motivos, mis traumas, mis decisiones. Todo el público presente se mantenía con la atención fija en la pantalla, desde sus asientos. Garret y yo no nos sentamos, simplemente me abrazó con todo su cariño a medida que el testimonio se reproducía. Nunca en mi vida creí que expondría de esa forma el abuso que sufrí, pero yo ya estaba bien, amándome y con una familia que me adora, así que ese testimonio no era razón para avergonzarme, era un mensaje para las mujeres que aún están batallando no solo con abusadores, sino consigo mismas.

Una vez el video culminó, me dieron la señal para que ocupara el escenario. Garret me dio un beso de la suerte en el dorso de la mano y se dirigió a su asiento mientras yo lo hacía hacia el escenario. Aún nerviosa, temblando, me coloqué tras el podio y acomodé el micrófono de este para mi comodidad al comunicarme. Observé a la multitud que me miraba con expectación y decidí comenzar a hablar, después de todo no había ensayado nada, lo prefería espontáneo.

—Muchos de ustedes, por no decir la mayoría, se habrán quedado boquiabiertos. Y sí, algunas anécdotas son crudas, duras y hasta parecen sacadas de una película. Pero lo que me ocurrió le pasa día a tras día a cientos de mujeres en el mundo. Mujeres que nacieron en hogares abusivos y acabaron con parejas que las trataban de igual forma. Mujeres que fueron manipulados con supuesto amor hasta perder todo rastro de autoestima. Mujeres que fueron amenazadas con los seres que más querían…

Me giré hacia un costado del escenario, donde se encontraba el equipo de producción y les hice una seña. En la pantalla apareció una chica rubia de poco más de veinte años. Me giré hacia el público.

—Ella es Caroline. Vino a estudiar a Heaven Gold City, sola y conoció a un chico encantador. Mientras cursaba el segundo semestre su madre, el único familiar que tenía, murió. Ese chico encantador la apoyó en todo momento y se convirtió en el único ser querido que tenía…y se valió de ello para abusarla psicológicamente, luego físicamente, sexualmente también. Aguantó porque después de los golpes venía lo que se conoce como periodo de "luna de miel", en el cual el abusador pide perdón y aparentemente vuelve a ser encantador, y ella creía que la amaba. Esta relación duró tres años y acabó cuando en medio de una riña, ella quiso marcharse y él la atropelló.

Las expresiones de horror no se hicieron esperar, pero supe que no fue solo por mis palabras, sino porque la imagen tras de mí ya no mostraba a la sonriente Caroline, sino a ella en una cama de hospital con las costillas y las piernas rotas.

—Caroline tenía 21 años cuando esto ocurrió. Hoy tiene 25 y es una de las mejores veterinarias de la ciudad. Además, está comprometida con un hombre que, para enamorarla, tuvo que ser más que encantador. Su lema es: "No te dejes llevar por las apariencias, ni las internas ni las externas. Déjate llevar por los que demuestren ser buenas personas".

La imagen tras de mi volvió a cambiar y ahora mostraba a una mujer morena, de unos 30 años.

—Ella es Marta. Creció en un hogar donde la violencia era el pan de cada día. Se crio viendo cómo su madre era abusada por su padre y ella recibió parte de ese abuso también. Durante su primer matrimonio todo fue bien durante el primer año hasta que poco a poco vio que su marido se convirtió en el mismo monstruo que su padre, o no, siempre lo fue, pero alguien que crece en la violencia es tan propensa a repetir patrones que no fue capaz de darse cuenta y obviamente tampoco saben cómo romper el círculo vicioso. Soportó durante años hasta que quedó embarazada de su primer bebé y lo perdió durante una de tantas golpizas. Solo hasta entonces se dio cuenta de que, de haber nacido ese bebé, lo hubiese condenado a la misma vida que había tenido que vivir ella hasta el momento, y entendió que debía buscar ayuda.

La imagen volvió a cambiar y ahora mostraba a la misma mujer, vistiendo su túnica de jueza.

—Después de un año de terapia y de meter en la cárcel a su agresor, fue a la universidad, se superó y actualmente es jueza. Muchos de sus casos tratan el tema de la violencia doméstica e intrafamiliar.

La imagen cambió otra vez, mostrando a una mujer pelirroja, hermosa, por cierto.

—Ella es Daria. A los 24 años se casó con su novio de la universidad. Este hombre había mostrado ciertas conductas posesivas hacia ella, tanto así que logró separarla de la mayoría de sus seres queridos, pero ella lo amaba y creía que sus actitudes eran producto de los celos o del profundo amor que le profesaba. Debo añadir que ella era una estudiante brillante, se graduó con honores; era muy querida por todos y le esperaba un futuro brillante.

La imagen cambió y mostró un terreno baldío en el que, entre bolsas de basura, figuraba el cadáver de Daria.

—Así terminó una chica que tenía toda una vida por delante. Murió a manos de un abusador que la apuñaló diecisiete veces en un ataque de celos y luego la lanzó a la basura como si no valiera nada. Todo porque ella lo amaba y no entendía que su matrimonio era insano, y lo más triste de todo, ella estaba embarazada y no lo sabía.

Detallé las expresiones de horror y consternación de los presentes, y no era para menos, les había acabado de mostrar una cruda realidad.

—Les he mostrado tres casos, o cuatro, contando el mío, de mujeres que fueron víctimas en diferentes circunstancias y por distintas razones. Como ven, la mujer abusada no es masoquista, hay toda una serie de factores psicológicos tanto suyos como del agresor que influyen en que se den situaciones como esta, un breve resumen que lo explica aparece en los folletos que se les entregó al llegar. Tampoco todas las historias terminan tan bien como la mía, muchas terminan como la de Daria.

Me tomé un segundo para inhalar y exhalar con profundidad antes de continuar.

—Mujeres, no se dejen pisotear por nada ni por nadie. El amor que golpea no es amor. Aceptar golpes a cambio de compañía es indigno. Creer que un abusador dejará de serlo es tonto. No enseñar a nuestras hijas a amarse primero ellas antes que a nadie y no educar a nuestros hijos para que respeten a las mujeres es un error. No pedir ayuda es firmar su sentencia de muerte. No escapar a tiempo es casi un suicidio. Perder el amor propio es perder la batalla.

Hice una pausa no muy larga y me contuve para no llorar.

—Decidí crear y liderar esta campaña porque hace un año me sentía la persona más insignificante y mediocre que haya existido, y hace una semana logré que condenaran a cadena perpetua al hombre que casi destruye mi vida. Eso me hizo entender que una mujer abusada no tiene que serlo toda su vida. Ustedes, las chicas que están entre el público y vinieron a buscar ayuda, les aseguro que van a superar esto y lograrán todo lo que se propongan. Yo sé que pueden, lo sé porque yo pude y antes de mí pudieron muchas más. Y para ustedes, las mujeres que me están viendo por medio de la transmisión televisiva, valen mucho más de lo que esos bastardos les hacen creer. Ninguna mujer merece terminar como Daria. Ninguna mujer merece menos que el cielo, y no lo tienen que alcanzar gracias a un hombre, son capaces de construir su propia escalera. No callen, no aguanten, no esperen, ¡ya basta! Ahí afuera hay un mundo distinto esperándolas, solo tienen que salir de la jaula, aunque no se den cuenta, la puerta siempre ha estado abierta.

Me sequé un par de lágrimas que se me escaparon antes de continuar.

—Solo me queda agradecer. A mi tía Margarita, por abrirme los ojos y ayudarme a escapar. A Evan y a Lily por brindarme refugio y una mano amiga cuando más la necesitaba y a los amigos que hice en su casa por haberme acogido como si fuera un miembro de su familia. A mi psicóloga, a mi orientadora y a mi entrenador por ayudarme a fortalecerme tanto físicamente como en espíritu. A Noelle, por motivarme cuando me sentía como una basura. A mi sobrina por alegrarme los días con sus ocurrencias. A Frank, por defenderme a capa y espada. A mis amigos por ayudarme a volver a amarme, aunque no tenían idea de que lo estaban haciendo. A Gigi y al chef Reginald por hacerme sentir como en casa. A Eduard y a Regina por adoptarme en su familia. A mis alumnos por hacerme ver que nací para enseñar a otros a bailar. A los señores Dawson y a Amanda por ayudarme en mi sueño de tener mi propia academia y por amar la danza tanto como yo. A Abigail por presentarme a mi hija y a mi hija por simplemente ser ella. A Salette por ayudarme a volver. A mi hijo por ser la luz de mi vida. Y por último pero no menos importante, a ti, Garret —lo miré fijamente— gracias por todo lo que has hecho para hacerme sentir feliz, segura y completa, te amo.

—Y yo a ti —lo escuché decir desde su asiento.

—Soy muy afortunada, por tener a mi alrededor a tantas personas que me ayudaron de tantas formas. Pero también me quiero agradecer a mí, por ser tan fuerte y tan valiente, por haberme convertido en una guerrera. Y por eso quiero ayudar a todas las Carolines, Martas, Darias y Lorraines que pueda. No están solas…arriésguense y salgan a comerse el mundo. Después de todo, son mujeres. ¿Qué no puede hacer una mujer?

Y con esto di por terminado mi discurso y bajé del escenario siendo aplaudida por la audiencia. Me dirigí a la zona del público donde estaba mi familia, donde todos ellos me esperaban de pie y listos para envolverme en un abrazo.

—Estoy tan orgullosa de ti —dijo entre sollozos mi tía al separarnos—. Siempre supe que esta Lorraine estaba dentro de esa mujer asustada que era hace un año. Tus padres deben estar sonriendo en el cielo porque su hija es la mujer con más fortaleza que existe.

—Te felicito, Lori —me sonrió ampliamente mi suegra—. Inspiraste a mi Regina de 20 años.

—Inspiraste a todas las mujeres que te escucharon, de eso estoy segura —secundó Lily—. Eres impresionante.

—Sin duda alguna lo es —dijo Garret mientras me sostenía de la cintura—. Ahora tendrás mucho trabajo que hacer, porque ten por seguro que muchas mujeres querrán acudir a ti. ¿Estás lista?

Sonreí.

—Más lista que nunca.










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Nuevo capítuloooo!!!

Espero que les haya gustado, tuve un poquito de bloqueo, pero me gustó el resultado.

Lori con antojos y cambios de humor, ¿acaso no es graciosamente adorable?

El hp de Roy fue condenado a cadena perpetua, ¿qué opinan?

Lori creó todo un movimiento para apoyar a las mujeres abusadas, ¿qué les pareció?

Este es el antepenúltimo cap. y está dedicado a: ToiBonillaPrez , JakelinRutObregonCor y alteza225

Besos de Karina Klove 😉

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