CAPÍTULO 5: Nuevas vibras

Lorraine

Ya llevaba una semana en la mansión Harriet Junior y he de admitir que todo y todos me han hecho sentir como en casa. Aún no me acostumbro a vivir en un lugar así de enorme, de hecho me he perdido varias veces, pero he puesto todos mis esfuerzos para adaptarme. Mateo por su parte se siente muy a gusto, Jessie no pierde oportunidad para arrastrarlo con ella a todo tipo de actividades, podría decirse que se pasan todo el día jugando. Justo por esto Evan ha presentado cierta conducta un tanto rara, pero Lily me aclaró que es un padre celoso y no está muy de acuerdo con que mi hijo le robe la atención de su princesa, ella lo describió como exagerado pero inofensivo.

Con respecto a la ayuda que accedí a recibir, aún estaba un poco cohibida. La fundación posee un área específica en la que se atienden a mujeres víctimas de violencia doméstica como es mi caso y cuentan con especialistas —todas femeninas— como psicólogas, terapeutas, instructoras de defensa personal, abogadas e incluso encargados de reinserción laboral. La verdad, el saber que muchas de las mujeres que viven y asisten a este lugar han sufrido del mismo mal que yo disminuye mis niveles de tensión. Por otro lado, contar mi historia y mostrar mis vulnerabilidades ante extraños no es algo con lo que acabe de sentirme bien del todo.

Aún así aquí estoy.

Me recomendaron asistir tres veces por semana. Hay un grupo de apoyo en el que las mujeres cuentan sus experiencias y unas oficinas donde radican los consultorios de las psicólogas y terapeutas, ahí es donde se desempeña el trabajo más difícil, convencernos de lo que valemos como mujeres. Antes solía pensar que eran pocas las que sufrían el mismo infierno que yo, pero deduje que si todas lograban esconderlo la mitad de bien que yo, entonces podrían existir muchísimas pasando totalmente desapercibidas.

No me equivoqué del todo.

Al llegar de mano de Mat, Mónica —una chica encargada de mostrar las instalaciones y hace función de guía— nos recibió con su radiante sonrisa. Nos informó que llegamos justo a tiempo y nos acompañó al consultorio de la Dra. Coleman, la terapeuta a cargo del caso de mi hijo. Hasta ahora mi rubito se ha sentido muy a gusto con ella al igual que yo, a kilómetros de distancia se nota su capacidad y experiencia, a pesar de que a simple vista no parece exceder los treintas. Ha transcurrido muy poco tiempo como para determinar si Mateo ha sufrido más daños del que se presume, pero hasta ahora ha respondido muy bien a las terapias.

Al dejar a Mat, me dirigí hacia el salón en que se reúne el grupo de apoyo. En medio de este están posicionadas muchas sillas formando un círculo. Al encontrarme únicamente a Jenisse —la terapeuta encargada de la actividad— ocupando una de las sillas, me percaté de que fui la primera en llegar. Con algo de timidez, caminé en su dirección y tomé asiento en uno de los muchos asientos libres, un tanto lejos de ella.

Apartó su cabello castaño claro tras sus orejas y me dedicó una sonrisa amable, ese tipo de sonrisas que yo catalogo como de lástima—. Hola, Lorraine.

—Hola —respondí casi en un murmuro.

Apoyando sus brazos a cada lado de su silla, se movió un poco hacia adelante—. Sé que te sientes incómoda aquí y es lógico —su tono de voz era dulce y comprensivo, muy parecido a lo que he recibido desde que regresé a la ciudad y muy diferente a lo que me habitué a escuchar los últimos tres años—. Entiendo que no estés lista para participar de las conversaciones ni te sientas cómoda dando tu opinión con respecto a las experiencias del resto, pero verás que conforme te vayas acoplando, crecerá en ti el deseo compartir tus propias anécdotas y te sentirás mejor.

Honestamente dudo que eso ocurra.

Claro que eso no lo dije en voz alta, me limité a asentir levemente. De todas formas, ¿quién era yo? Una mujer patética incapaz de defenderse ni de salir adelante por méritos propios. ¿Cómo podría contradecir la lógica de una persona preparada y capacitada para lidiar con estos temas? No, sería ridículo y estaría muy fuera de lugar que la contradijese.

Pasados unos minutos más, poco a poco el salón se fue llenando y las sillas fueron ocupadas hasta que la sesión dio inicio. Como de costumbre, la instructora inició alabando el avance de aquellas mujeres que llevan más tiempo y han mejorado en cuanto autoestima y su persepción de sí mismas, luego nos invitó a charlar y a escuchar a las que yo considero valientes por tener el valor de relatar sus experiencias.

Me llamaba mucho la atención que muchas compartíamos —sí, me incluyo— el mismo patrón de comportamiento. Casi todas concordaban con que el abuso inició con celos y comentarios despectivos acerca de nuestra figura. Luego escalaba a insultos que cada vez se hacían más frecuentes, discusiones originadas por temas sin sentido y finalmente la primera agresión física. Hasta ahora creía que sólo en mi caso había sido de dicha forma, pero no, Jenisse nos explicó que la gran mayoría de los casos de violencia doméstica inician así.

Algo más que captó mi atención fue el hecho de que casi todas concordaban en que sus ex-parejas solían ser muy buenos y amorosos, totalmente opuestos a las bestias en las que se convirtieron más tarde. Algunas veían a estos hombres como una especie de refugio más a allá de la relación amorosa ya que provenían de hogares en las que se vivió violencia doméstica, comúnmente a manos del padre. Jenisse también nos explicó que de igual forma es típico que chicas que crecieron en el epicentro de la violencia, acaben en las garras de parejas violentas. Es triste, pero es una realidad.

Otras chicas, como en mi caso, conocieron a sus ex-parejas en un momento crítico de su vida en el que esa persona apareció siendo la luz al final del túnel, según nuestra instructora muchos abusadores se valen de este hecho para crear en su víctima el sentimiento de que le deben algo y acaban manipulando hasta convertirlo en co-dependencia. Me avergüenza admitir que entro en esa clasificación.

Pero no todas sufrieron abusos a mano de sus parejas, también se encontraban chicas que sufrieron de violencia intrafamiliar por parte de sus padres, hermanos o algún otro familiar. Eso me dio una perspectiva más amplia acerca de lo que es la violencia doméstica. Contrario a lo que muchos piensan, la violencia doméstica no proviene exclusivamente de un marido golpeador, no, puede provenir de nuestra propia familia y el daño tanto físico como psicológico causado es el mismo.

Me dolía en el alma ver a las mujeres sentadas en aquel salón conmigo. Unas eran señoras de mediana edad que sufrieron abusos de sus esposos durante años y vivieron la amarga experiencia de ver cómo sus hijos varones eran instruidos para convertirse en los mismos seres despreciables mientras que sus hijas sufrían el mismo calvario que sus madres. Algunas eran apenas niñas que crecieron presenciando y sufriendo abuso intrafamiliar. Otras estaban solas en el mundo y no tenían a quien recurrir para pedir ayuda. Incluso unas alegaban tenerle miedo, asco u odio a los hombres debido al trauma al que se enfrentaron.

No cabe duda de que el abuso marca de formas despiadadas a las personas.

—Es el turno de Noelle —sonrió Jenisse en dirección a una chica pelirroja de aproximadamente 24 años de edad, ella, a diferencia del resto, lucía más radiante y sonriente.

—Pues... —se frotó las manos con aparente nerviosismo—. Han pasado tres meses desde que llegué aquí y me siento muy orgullosa de haber progresado como lo hice. La primera vez que estuve sentada en esta silla, creí que era una pérdida de tiempo, que ninguna terapia o ayuda podría ayudarme a cicatrizar las heridas en mi corazón ni en mi mente. También me consideraba una mujer inútil, no atractiva, incapaz, entre otros muchos adjetivos despectivos que mi ex-novio me hizo creer que me describían y que estoy segura que muchas de ustedes utilizan para describirse a sí mismas.

Me removí en mi asiento con cierta incomodidad y me hizo sentir un poco mejor que no fui la única en reaccionar de dicha forma. Quizás a muchos les resulte incomprensible, pero una vez la autoestima queda destruida, es difícil reconstruirla y aún más complicado es tener un buen concepto de uno mismo. En nuestro caso específico es poco creíble el poder llegar a superarlo como lo hizo Noelle.

—Sé que nada de lo que yo les diga las va a hacer cambiar de opinión —continuó, brindándonos una sonrisa triste— y lo sé porque estuve en su lugar. Recibir la ayuda fue la mejor decisión que pudieron haber tomado. Quizás ahora no lo ven ni lo crean, pero ahí afuera hay un lugar para cada una de ustedes, hay oportunidades para ser felices y, porqué no, tal vez haya una persona que sí valga la pena y nunca piense siquiera en levantarles la mano —algunas mujeres bufaron ante este último comentario, otras sólo se limitaron a escuchar con atención—. No me considero un ejemplo a seguir ni mucho menos, pero estoy orgullosa de decir que no me merecía ni uno de esos golpes, ni los insultos, ni los maltratos. Ahora soy capaz de entender que nada fue mi culpa, que merezco algo mejor que una vida llena de abusos y que no hay nada que una mujer no pueda lograr siempre y cuando crea en ella misma —suspiró—. Confío en ustedes, sé que muy pronto lo verán como lo veo yo.

—Muchas gracias, Noelle —le sonrió la intructora—. No sabes cuánto me complace tu progreso.

Dicho esto, preguntó si alguien tenía alguna opinión al respecto o si había algo más que quisieran compartir, pero todas negamos por lo que dio por concluida la reunión de hoy. Mientras todas salían, no pude evitar posar mis ojos en Noelle. A simple vista luce como una chica muy capaz, alegre y hermosa, nadie se imaginaría que fue víctima de violencia doméstica ni que lo soportó con tal de no estar sola. Ella es muy fuerte, tanto por todo lo que enfrentó como por tener la fortaleza de salir adelante, superarlo y estar aquí hablando de su enorme avance.

La admiro, yo no podría, al menos no por mi cuenta.

Al parecer notó que la observaba y me sonrió. Me puse nerviosa y salí del salón casi corriendo, lo último que quería era quedar como una acosadora o algo parecido.

Me dirigí al consultorio de la Dra. Coleman, allí me encontré a mi hijo jugando muy a gusto con su terapeuta. Me alegraba que lograse conectar con ella, Mateo puede llegar a ser muy social o muy cerrado en dependencia de la persona y situación. Cuando se trata de niños le es bastante sencillo relacionarse a pesar de que nunca tuvo la oportunidad de hacerlo a menudo, mientras que con los adultos le cuesta más entrar en confianza, aunque Evan y Lily parecen agradarle.

Saludé a la terapeuta antes de llevarme a mi niño, no tenía cita con mi psicóloga y por lo tanto, por hoy, ya podíamos irnos. Recorrimos los largos pasillos cuyas paredes están pintadas de un cálido color salmón hasta descender al primer piso y posteriormente a la salida. Me sorprendí al ver un audi color azul estacionado frente a la entrada y a una sonriente Lily saludándonos desde el interior.

—¿No se supone que mi tía vendría a buscarnos? —pregunté apoyándome en la ventanilla del lado del copiloto.

—Me ofrecí a hacerlo yo esta vez —acomodó sus gafas de sol encima de su cabeza.

—No quiero ser grosera pero, ¿por qué?

—He notado que cuando regresas a casa luego de salir de aquí, estás cabizbaja y te encierras en tu cuarto. Si tanto te desanima, creo que la mejor medicina es un paseo para levantar el ánimo, ¿no crees?

—Yo lo creo —asintió Mat.

—¿Ves? Mateo está de acuerdo conmigo.

Observé a mi hijo que me lanzó una mirada de cachorrito, él moría por subir a ese auto, no hacía falta ser adivino para saberlo.

—De acuerdo.

El rubito emitió un chillido de victoria y a continuación abrí la puerta trasera del auto para que ingresara. Ocupé el asiento del copiloto y me abroché el cinturón de seguridad. Lily se recolocó sus gafas y se puso en marcha. Me impresionó lo bien que manejaba, manejar es algo en lo que siempre fui pésima y por lo mismo nunca me dieron el permiso de conducir, algo más que agregar a la lista de cosas en las que no soy de utilidad.

Recorrimos varios sitios como la Gran Plaza, el Dillon Square y otros puntos turísticos relevantes. Lo dicho, Heaven Gold City es una ciudad de ensueño.

De un momento a otro el techo del auto comenzó a moverse hasta dejarnos expuestos por entero a la luz del sol, debí suponer desde el inicio que se trataba de un descapotable. De la guantera nuestra piloto sacó dos pares de gafas iguales a las de ella, unas de tamaño promedio las cuales me entregó y otras más pequeñas que le pasó a Mateo.

—Vamos, no sean aburridos —nos sonrió al ver que no nos las habíamos colocado aún.

Por el espejo retrovisor vi como mi hijo se encogía de hombros y acto seguido se colocaba las gafas, así que entre risas imité su acción.

Continuamos nuestro recorrido durante un tiempo, ni idea de cuánto, hasta que la necesidad de refrescarnos nos ganó y decidimos ir a tomar algo. La castaña aparcó frente a una cafetería cerca del centro. Desde fuera daba la impresión de tratarse de un restaurante de lujo, todo en la arquitectura dejaba ver sofisticación y modernidad: el color blanco en las paredes, los detalles negros del mostrador y otras zonas haciendo contraste, el impecable suelo pulido bajo nuestros pies en el cual casi podías reflejarte y claro, los elegantes clientes.

—Bienvenidos a Sweet Paradise Café —nos invitó Lily extendiendo ambos brazos.

La alegría de mi anfitriona me resultaba casi contagiosa, pero no podía negar que me sentía fuera de lugar en un sitio de semejante categoría y rodeada de personas a cuyo círculo social no pertezco. Quizás residía en la cima, pero eso no me convertía en uno de ellos y no podía evitar sentirme como pez fuera del agua.

—Lily, no quiero ser grosera pero... —mordí mi labio inferior y comencé a buscar las palabras correctas para expresarme, si algo aprendí en los últimos tres años ha sido escoger muy bien lo que voy a decir—, ¿te importaría ir a un lugar más...?

—¿Acorde a estatus social o posición económica? —terminó por mí pero por su tono de voz supe que se trataba de un reclamo, por lo que me limité a agachar la mirada—. No sé si lo recuerdes, Lorraine, pero hasta hace unos meses yo no tenía dinero ni para pedir un café en este lugar y mi esposo era el dueño —alcé la mirada al escuchar eso, no tenía idea que el negocio le pertenecía a Evan—. Él no fue un idiota clasista al traerme cuando nos conocimos ni mucho menos al defenderme cuando no quisieron dejarme entrar porque mi apariencia no concordaba con la de una dama de sociedad, y está de sobra decir que yo tampoco lo soy —extendió una mano en mi dirección—. Ahora, ¿qué tal si me acompañan a tomar un café?

Un poco apenada aún, tomé su mano y nos dirigimos a una de las mesas del centro, justo donde todos pudiesen observarnos. Tan pronto tomamos asiento, una camarera de cabellera roja escarlata apareció para tomar nuestra orden, unos cafés para nosotras y una malteada de chocolate para Mateo. Aún me sentía incómoda con el ambiente, por nuestra posición absolutamente toda la cafetería podía vernos y más de una mirada despectiva se posó sobre mi pequeño y yo. Lily pareció notar este hecho por lo que nos brindó una sonrisa tranquilizadora.

—No les presten atención —negó con la cabeza—. Por desgracia vivimos en una sociedad clasista con personas a quienes les sobra el dinero y les falta educación. Yo pasé por eso, aún circulan rumores de que me casé con Evan por interés.

—Sí, pero la diferencia es que tú perteneces a la clase alta y les guste o no, tienes tu lugar en la cima. Nosotros no.

—Eso es una estupidez —hizo un ademán restándole importancia—. Las personas valemos más que clasificaciones absurdas en base a cuánto dinero tenemos o no en el banco. Y en vista de que esta banda de imbéciles no les pedirán una disculpa por su indiscresión y falta de modales, yo lo haré por ellos —apretó uno de los cachetes de Mat logrando hacerlo reír un poco.

—Gracias, pero quizás debería acostumbrarme a ello si piensas invitarnos de nuevo a algún sitio.

—Oh, pero no creas que todos son así, debo presentarte a mis amigos.

—¿Tus...amigos? —no me encontraba muy cómoda con el hecho de conocer a más gente con la cual no encajaré.

—Sí, los amigos de la infancia de Evan, Angeline y mi cuñado. Ellos son la definición de una persona sin prejuicios y de no haberlos conocido jamás me habría acostumbrado al cambio tan radical de ambiente. Además, estoy segura de que les agradarás.

—¿Tú crees? —sobé mi brazo.

—¡Claro que lo creo! Yo congenié con ellos con mucha facilidad.

—Sí, pero tú eres muy carismática y divertida.

—¿Y eso qué más da? No necesitas mi carisma ni mi sentido del humor, eres muy agradable con tus propios rasgos, créeme —se giró hacia Mat—. Y a ti te adorarán.

—¿En serio? —sonrió mi pequeño.

—¡Por supuesto! Sólo espera a conocer a George, cronológicamente tiene mi edad pero mentalmente tiene la tuya —rió.

—Espero caerle mejor que a Evan —frunció los labios.

—¿Qué? Pero si a Evan no le caes mal.

—¿Ah no? —la castaña negó—. ¿Entonces por qué me quiere lejos de Jessie?

—Porque es un papá celoso que no está acostumbrado a compartir a su princesa y ahora que Jess se pasa el día contigo, cree que se la vas a robar o algo parecido. Pero no tienes nada que temer, Ev ladra mucho pero no muerde.

La camarera llegó con nuestras bebidas y las colocó sobre la mesa antes de marcharse.

—Éste lugar necesita unas reformas —comentó la ojiverde luego de darle un sorbo a su café.

—Si te refieres al café, yo creo que está increíble —dije, después de darle un sorbo al mío, que sabía a gloria dicho sea de paso.

—No me refiero al café ni al servicio, sino a la decoración y el ambiente en general —dejó la taza sobre la mesa—. Verás, éste lugar le pertenecía a la madre de Evan y él lo administra pero no lo maneja porque sus responsabilidades en la empresa no se lo permiten, así que me pidió que me hiciera cargo ya que quería empezar a trabajar. Por el momento todo marcha bien pero...no sé, luce como un lugar muy frío y distinguido, totalmente diferente a lo que conozco de la fundadora. Quisiera hacerlo más...vivo.

—¿Entonces por qué no lo remodelas?

—Tengo que consultarlo con Evan, después de todo es su negocio. Pero en caso de que acepte, la remodelación le vendría excelente a este lugar. Estaría cerrado durante unas pocas semanas y luego podría reinaugurarlo.

—Suena como una gran idea —sonreí y al observar el movimiento de los camareros a mi alrededor una idea vino a mi cabeza, algo que estaba necesitando para sentirme útil y mejor conmigo misma—. Me gustaría ayudarte.

—¿Lo harías? —sonrió.

Me encogí de hombros—. Sí. Me encantaría hacerlo y además sería una buena forma de pagarles a ti y a Evan por acogernos en su casa.

—Ey —posó su mano sobre la mía—. No tienes que pagar por el hospedaje. Es un favor y los favores no se cobran.

—De igual forma quiero hacerlo. No es sólo el hospedaje, también es la comida y las comodidades que nos están brindando. Además, ¿cómo voy a valerme por mí misma si no empiezo a trabajar?

—Bueno, ya hablaremos de esto luego.

Pasamos un buen rato charlando amenamente con Lily. Mateo se enamoró de las malteadas de chocolate, tanto que después de la tercera, tuve que negarme con rotundidad a que se bebiera la cuarta. Debo admitir que me divertí como no lo hacía hace mucho tiempo. Mi nueva amiga tiene un sentido del humor un tanto peculiar y hablar de su pasado es algo que evita a toda costa, como si se tratase del peor tema de conversación existente. No la juzgo, tampoco es mi tema favorito.

En la tarde regresamos a casa y dejé a Mateo jugando con Jessie en el jardín. Quise irme a mi cuarto a descansar un rato, pero Lils y mi tía me arrastraron con ellas para conversar, no creen que sea bueno para mi estado de ánimo que esté encerrada. Esa plática se convirtió en una especie de tertulia y cuando me di cuenta ya era hora de la cena.

Evan no nos acompañó esta vez, según Lily su regreso a la empresa lo ha mantenido muy ocupado y ha tenido que cubrir a su hermano que actualmente se encuentra en un viaje de negocios. Jessie no se veía muy contenta con la ausencia de su papi, ellos están muy unidos y, a pesar de que apenas he mediado palabra con él, la casa se siente vacía sin su presencia.

Luego de la cena, de insistir en lavar los platos y que no me lo permitiesen y de discutir en vano ya que no me dejaron ni acercarme a la cocina, mi rubito y yo subimos a nuestra habitación. Pronto Mateo debía irse a dormir y lucía muy cansado, por lo que decidí que nos bañásemos juntos, había suficiente espacio para ambos en la bañera.

—Y dime, Mat. ¿Cómo te sientes aquí en Heaven Gold City? —le pregunté mientras enjabonaba su pequeña espalda.

—¡Genial! —se giró quedando frente a mí—. Aquí puedo jugar todo lo que quiera y tengo una amiga. La tía Margarita siempre está con nosotros. Podemos salir a donde queramos sin que nadie nos grite. Y... —sus ojitos celestes conectaron con los míos— ahora sonríes, mamá. Poquito pero lo haces.

—¿Entonces crees que fue buena idea que nos mudásemos?

—Sí —hizo una mueca—. No vamos a regresar a nuestra antigua ciudad, ¿verdad?

—No, cariño. Por nada del mundo te regresaría de vuelta a ese infierno.

Una ola de preocupación nubló su rostro, sé lo que piensa—. ¿Crees que él nos encuentre?

Sí, es una posibilidad, una enorme posibilidad. Roy tiene muchos contactos e influencias, pero como dijo mi tía, eso es en nuestra antigua ciudad, aquí sólo es un turista. Me aterra la idea de que pueda dar con nuestro paradero y acabe haciéndonos más daño, pero me di cuenta de que no estoy tan sola como pensaba y eso, en parte, me hace sentir protegida.

—No sé si lo consiga o no, mi amor —acaricié su rostro—. Pero esta vez tenemos a quien vele por nosotros y yo te juro que nunca más volverás a vivir bajo el mandato de Roy, ya no.

No dijo nada más y se abalanzó sobre mí, rodeándome con sus delgados bracitos. Mateo siempre ha conservado la habilidad de hacerme sentir mejor con gestos pequeños, es muy inteligente y de alguna forma encuentra el momento preciso para hacerlo.

Él es mi luz.

(...)

Desperté en plena madrugada con el corazón latiéndome a millón. Mi pecho subía y bajaba al ritmo de mi acelerada respiración, mi frente estaba empapada con sudor y el único sonido presente en la habitación era el de mis jadeos.

Tuve una pesadilla.

Había regresado a mi antigua casa, corriendo, y al llegar Roy estaba golpeando hasta el cansancio a Mateo en el piso hasta dejarlo moribundo. Traté de intervenir pero mis acciones no surtían efecto, hasta que al fin lo soltó y al acercarme noté que de mi hijo sólo quedaba un pequeño cadáver ensangrentado. Antes de que pudiera derramar la primera lágrima, él tiró de mi cabello y comenzó a golpearme hasta que por fin desperté.

Me giré hacia Mat quien yacía dormido plácidamente a mi lado, sin un solo rasguño, sin el más mínimo golpe. Dejé escapar un suspiro de alivio antes de depositar un beso en una de sus mejillas.

—Me muero si te pasa algo, mi principito —susurré.

Me recosté nuevamente y me dediqué a peinar su lacio cabello rubio hasta lograr conciliar el sueño. Fue en vano. A mi mente regresaban una y otra vez las espeluznantes imágenes de mi pesadilla, así que di por hecho que volver a dormir me resultaría bastante difícil.

Mi boca estaba seca así que opté por bajar a la cocina a beber un vaso con agua. Salí de la cama con cuidado de no despertar a mi hijo, aunque tiene el sueño muy pesado. Abroché la bata de mi camisón rojo vino y me aventuré a salir de la habitación a esas horas de la noche. Llegué a mi destino y procedí a servir en un vaso un poco de agua helada. Tan pronto el líquido ingresó en mi sistema, un pequeño escalofrío me cubrió, pero he de admitir que lo necesitaba.

—¿Insomnio? —escuché decir a alguien no muy lejos y al mirar hacia mi izquierda me encontré a Evan.

—Algo así —deposité el vaso sobre la encimera.

—Lorraine, ¿estás bien? —preguntó a la vez que extendía una mano en mi dirección, como acto reflejo di un paso hacia atrás y me sostuve de la encimera, pero supe que había metido la pata al ver la expresión de shock del pelinegro—. Tranquila, yo no...no te haré daño.

Sí, retrocedí porque durante un breve instante creí que me lastimaría, porque la pesadilla solo logró ponerme los nervios de punta y porque aún reacciono mal ante las personas que se acercan demasiado.

Pero no iba a excusarme diciendo nada de eso.

—Lo-lo sé, Evan —tartamudeé—. Lo siento...yo...

—Escucha —dijo en un tono muy dulce—, no puedo decir que te entiendo porque no he estado en tu lugar ni tampoco he vivido algo remotamente parecido, pero quiero que sepas que nunca le pondría una mano encima a una mujer y realmente me da asco lo que tu marido hacía contigo, esa bestia no merece ser llamado hombre.

—Me queda claro —asentí—. Y créeme, no se trata de ti. Es...como una especie de mecanismo de defensa, un acto reflejo, no puedo evitarlo. Lo siento.

—Ha pasado muy poco tiempo y todo lo que pasaste no se supera de la noche a la mañana. Pero confío en que lo lograrás, eres una mujer muy fuerte.

—No soy fuerte —reí sin gracia—. Soy débil y bastante inservible en la mayoría de las cosas que hago.

Él frunció el ceño—. No sé cuál sea tu concepto de fortaleza, pero si mal no recuerdo, aguantaste los maltratos de tu marido con el fin de proteger a tu hijo, fuiste lo suficientemente valiente como para huir y estás haciendo de todo para enfrentar tu trauma y salir adelante. Eso en mi diccionario describe sin dudas a alguien fuerte.

Caminó hacia la nevera y llenó un vaso con agua.

—Y no te conozco lo suficiente como para contradecir si eres inservible o no, pero si te sirve de consuelo, tienes delante a alguien que se graduó de la universidad con honores y sin embargo no sabe usar una tostadora.

Eso me hizo reír y él se encogió de hombros con diversión.

—Deja de subestimarte, Lorraine —sus ojos verdes se cruzaron con los míos—, estoy seguro de que eres capaz en muchos aspectos. Quizás me lo demuestres cuando se reinaugure el Sweet Paradise Café.

Sonreí—. ¿Le diste el visto bueno a la idea de Lily?

—Sí —sonrió—, me pareció una buena idea. Ese lugar ya no se parece mucho a como lo recordaba de pequeño y sé que las reformas que Lily decida hacer quedarán excelentes, ella lo hace todo bien.

Es muy lindo escuchar el amor con el que Evan se refiere a Lily y viceversa. Llevo muy poco tiempo aquí, pero no se requiere de mucho para convencerte de que se aman con locura, tanto entre ellos como a su hija. Eso hace que las pocas esperanzas que me quedan con respecto al amor no mueran.

—En ese caso, espero no decepcionarte —esbocé una pequeña sonrisa.

—Sé que no —sonrió igualmente—. Por cierto, dentro de muy poco darán inicio las clases y decidí inscribir a Mateo en la escuela de Jessie, espero que no te moleste.

Espera...¿¡qué!?

—¿La escuela de Jessie? Supongo que te refieres a la mejor de la ciudad, ¿no? —asintió—. No, Evan. Ustedes ya han hecho muchísimo por mí, sería el colmo que también costearan la colegiatura de Mateo en un colegio tan caro. No, es demasiado.

—Ya está decidido. La educación es algo muy importante y no voy a permitir que el mejor amigo de mi hija vaya a parar a una escuela pública cuando puedo hacer algo al respecto.

—Pero...

—Pero nada —me interrumpió—. Ahora inician primer grado y ambos sabemos que es una etapa crucial en su desarrollo intelectual. Mateo estudiará en la misma escuela de Jessie y yo me encargaré de pagar la colegiatura, punto.

Suspiré—. Voy a morir sin terminar de pagarles todo lo que les debo.

—No nos debes nada —se encogió de hombros, restándole importancia—. Sólo necesito que me hagas un favor.

—Lo que pidas —afirmé.

—Dile a Mateo que me ayude a que ningún mocoso se le acerque a mi princesa en la escuela, necesito que no tenga novio hasta los treinta.

Cubrí mi boca intentando reprimir una carcajada. Lily estaba en lo cierto, nadie cela a Jessie como él.

—Lorraine, esto es un asunto serio —se le escapó una risilla—. Si Mateo fuera niña, me entenderías perfectamente.

Aún a riesgo de parecer maleducada, me reí como nunca. Gracias a Roy había catalogado a los celos como una de las cosas más terribles que podían suceder en las relaciones interpersonales, pero los de Evan por su hija son demasiado tiernos y su actitud lo único que me provoca es risa.

—Bueno, al menos te hice reír —alzó su vaso como si estuviese brindando por mí y acto seguido bebió el contenido del mismo.

—Gracias por eso —sequé las lágrimas de diversión ocasionadas por la risa—, y de nuevo lo lamento por haber reaccionado así cuando llegaste.

—Descuida —depositó su vaso en el interior del fregadero—. Espero que recuperes el sueño, Lorraine. Buenas noches.

Le sonreí—. Buenas noches.


Garret

No hay nada tan estresante como estancarse en los negocios. El objetivo de mi frustración esta vez tiene apellido: Ackerman.

Me di a la tarea de acompañarlos de regreso a su ciudad Emerald Hills con la intención de conocer su empresa, estrechar lazos y, lo más importante, firmar el jodido contrato que los convertiría en nuestros socios. Por desgracia las cosas no salieron como lo tenía previsto y la familia Ackerman sufrió la pérdida de un ser querido el cual reside en otra ciudad y se pospuso indefinidamente la reunión en la que me darían una respuesta.

Ahora me encuentro en una habitación de hotel intentando relajarme y pidiéndole paciencia al cielo, ya que este retraso no estaba en los planes y por ende tendremos que esperar al regreso de los Ackerman o buscar nuevas opciones. Sonaré orgulloso, pero me niego a acceder a la segunda después de lo mucho que me esforcé, aunque no niego que ampliar nuestros horizontes tampoco estaría de más.

Tomé mi laptop y la coloqué sobre mi regazo para hacer una pequeña videollamada con mi hermano, es la tercera vez que lo intento y afortunadamente sí responde esta ocasión. Su rostro cansado aparece abarcando toda mi pantalla y es entonces cuando noto que quizás no fui el único que tuvo un mal día.

—Parece que un camión te pasó por encima —me burlé, nos estamos llevando mejor pero molestarlo ya se considera una tradición familiar.

—Ja, habla el que parece un drogadicto en el primer día de rehabilitación. ¿Ya te viste el pelo? —contraatacó, y sí, mis rizos castaños rojizos parecen un montón de leña quemada, digamos que no he tratado muy bien a mi cabello a causa del estrés.

—Lo mío se resuelve con champú, tú necesitarás una cirugía plástica —bromeé logrando que ambos riéramos.

—Oye, siento no haberte constestado antes, estaba haciendo una video-conferencia con Jessie. ¿Puedes creer que me llamó para reclamarme que nuestros proveedores no llegaron a la hora pactada para buscar el cargamento de cuernos de unicornios y amenazó con disolver la asociación si no cumplíamos con nuestro trabajo?

Me costó demasiado no reírme y finalmente no lo logré. La Jessie negociante es una extraña mezcla entre lo exigente de papá, lo implacable de mamá, lo eficiente de Evan y mi lado rudo. Si ella no se encarga de la empresa cuando nos retiremos, más nos vale buscar a alguien igual a ella.

—No te rías, es un asunto serio —me reprendió pero él también se estaba riendo—. No tengo idea de dónde lo aprendió, en casa no hablo de temas de trabajo.

—Pues dejémoslo en que es una digna portadora del apellido Harriet.

—Claro que lo es —sonrió, orgulloso—. ¿Y bien? ¿Hay noticias de los Ackerman?

—Lo último que recibí de ellos fue un correo electrónico en el que se disculpaban y explicaban que tardarían bastante en regresar —exhalé con pesadez—. Creo que la asociación con ellos va a tardar más de lo previsto.

—No podemos esperar por ellos, hay pérdidas que debemos cubrir por la falta de McClain, no son muchas pero...

—Pero son una mancha en el expediente impecable de los Harriet —terminé por él—, no nos lo podemos permitir.

—Exacto —asintió—, pero eso me encargué de buscar un par de opciones por mi cuenta. Sé que el trato con los Ackerman está prácticamente cerrado, pero mientras tanto necesitamos a otro socio, al menos temporal.

—Sí, lo entiendo —asentí—. ¿Qué tienes en mente?

—Encontré una empresa japonesa que también está en busca de nuevos socios, buscan convertirse en una compañía trasnacional.

—Eso suena interesante —pensé en voz alta, pasando una mano por mi barba.

—Aún no es seguro, pero puedo encargarme.

—Confío en ti, hermano.

—¿Y cuando tienes pensado regresar a la ciudad?

—Pronto.

—Te espero entonces. Aquí todo... —no terminó, al parecer algo importante llegó a su ordenador que lo distrajo—. Jessie de nuevo, tengo que dejarte.

—Cuidado con la mini bestia —le advertí a modo de broma.

—Dios te oiga —dramatizó antes de colgar.

Dejé la laptop a un lado para dirgirme al gran ventanal que me daba vista panorámica de Hale, el condado en el que me encuentro. A pesar de que es precioso, no logró apartar los pensamientos negativos de mi cabeza, si hay algo que no tolero es que se frustren mis planes, en especial cuando hablamos de temas de la empresa.

El tono de llamada de mi teléfono me salvó de mi propia mente y corrí a atender a quien sea que me estuviese llamando. En la pantalla figuraba el nombre de Corina y esa vieja fotografía de nuestra graduación de bachillerato.

—¿Cómo está mi mejor amigo? —fue lo primero que escuché al contestar.

—Molesto consigo mismo. ¿Tú?

—Yo bien. ¿Qué te ocurrió?

—Un negocio que no acaba de concretarse.

Soltó un gruñido de cansancio—. Creí que se trataba de una chica o algo.

—Todos sabemos que es mejor sufrir por negocios que por amor —tomé asiento sobre la cama—. ¿Y por qué creíste que se trataba de una mujer?

—Porque me preocupa que te quedes solterón —reí—. No es broma, ya olvidé cuándo fue la última vez que tuviste novia.

—Estoy casado con el trabajo por el momento y así estoy bien.

—Nadie que esté casado con el trabajo puede estar bien. ¿Acaso no te gustaría tener una linda fotografía de tu familia sobre el buró de tu oficina? ¿O tener a quien extrañar cuando te vayas de viaje de negocios?

—Para eso ya tengo a mi familia.

—Me refiero a la tuya propia. No todos tenemos la facultad de encontrar a alguien que nos ame y con quien podamos formar nuestra propia familia.

—Sí, lo sé.

Corina ha sido mi mejor amiga de siempre, nunca nos hemos visto el uno al otro de forma diferente y tenemos un vínculo muy especial. Hace unos años estuvo casada con imbécil que la dejó porque ella no fue capaz de darle un hijo, luego en el divorcio dejó ver su verdadero rostro queriendo adueñarse de la editorial que ella construyó con su esfuerzo cuando se graduó de la universidad. Obviamente mi amiga no perdió su editorial, pero desde entonces su vida cambió y a pesar de lo mucho que me critica, ella también se casó con su trabajo.

—Entonces piénsatelo, Mr. Negociante.

Como si encontrar una familia fuese tan sencillo, y si no me creen, pregúntenle a mi hermano.







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Nuevo capítulooo!!!

Lorraine en mood: inicio de mujer empoderada.

Garret estresado.

Mateo adicto a la malteada de chocolate.

Lily, Evan y Jessie siendo Lily, Evan y Jessie.

¿Qué les pareció?

Besos de Karina K.love 😉

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