CAPÍTULO 47: Un día quizás no tan triste

Garret

En las últimas semanas me han pasado cosas impensables: me apuñalaron, Lori desapareció, Mat se deprimió…pero lo último que esperaba era que mi hermano menor viniera hasta mi casa para darme un sermón.

Evan se encontraba a pocos metros de mí, apoyado al marco de la puerta de mi habitación con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Realmente no estaba de ánimos para discutir y el alcohol en mi sistema ya me tenía lo suficientemente atontado como para que no me perturbaran sus regaños.

—No puedo creer que Gigi haya ido a darte las quejas —reí sin gracia antes de darle otro sorbo a mi vaso de whisky.

—Fue mi enfermera personal y por eso la contraté para que fuera la tuya. Ella me ha informado de todo tu progreso y por supuesto que me dijo que estás desobedeciendo las indicaciones médicas y ahogando tus penas en alcohol cuando Mateo se duerme.

Y sí, se había convertido en mi "hobby" más reciente.

Nunca fui de ese tipo de hombres que se refugian en la bebida para evadir sus problemas, de hecho, lo consideraba estúpido e inútil. Pero en la noche, cuando Mat se queda dormido junto a un portarretratos con la foto de su madre y me toca regresar a mi habitación en la que ella ya no está, el whisky se convierte en mi mejor amigo.

Estoy harto. Harto de ver a mi hijo regodeándose en su tristeza y no poder hacer nada para hacerlo sentir mejor. Harto de no tener ideas ni pistas, ni absolutamente nada que me ayude a dar con el paradero de Lorraine. Harto de que la policía me siga dando negativas día tras día cuando pregunto por los avances de la investigación. Harto de no poder ir a ver mi hija siempre que quiera y que, al hacerlo, tener que mentirle. Harto de que mi convalecencia me impida hacer algo por mi cuenta para encontrar a mi Vainilla. Estoy harto de jodidamente todo.

El alcohol no me ayudará, estoy consciente de ello, pero me ayuda a no pensar en lo inútil que soy en todos los sentidos y a extrañar un poco menos a Lori.

—No estoy desobedeciendo nada. Ya estoy bien.

—Que te hayan retirado los puntos no quiere decir que estés bien —rebatió, ingresando a la habitación—. Se supone que debes estar mínimo tres semanas de reposo y, por si no lo recuerdas, ni siquiera llevas dos. Has salido de casa todas las veces que te han dado la gana cuando sabes perfectamente que no deberías y el consumo de alcohol lo tienes prohibido. ¿¡Acaso quieres matarte lentamente, carajo!?

—No me alces la voz —le advertí, señalándolo con el dedo.

—Entonces deja de hacer estupideces.

Se encaminó en mi dirección con grandes zancadas, tomó la botella de whisky que descansaba sobre la pequeña cómoda a la que estaba apoyado y se dirigió al baño. Lo seguí con hastío y vi cómo derramaba todo el contenido en el lavabo.

—Sabes que tengo más botellas y todo un bar personalizado en otra habitación, ¿verdad?

Iba a beber otro sorbo del líquido ámbar de mi vaso cuando Evan me lo arrebató y desechó el contenido de este también. Gruñí con frustración.

—Gracias por la información. Me encargaré del bar mañana.

—Es inútil, Ev —pasé por su lado y me senté sobre la tapa del inodoro—. Si quiero beber, lo haré. No puedes evitarlo.

Él exhaló con la misma frustración que contenía yo y apoyó ambas manos en el lavabo.

—No estás suficientemente ebrio como para no entender lo que te digo, así que voy a decírtelo. Sé que estás dolido, desesperado y…

—¡No sabes una mierda, Evan! —le grité, furioso.

Desde que Lori desapareció todos se creen mis padres para ordenarme qué hacer y mis jueces para condenarme por mis acciones. Estoy cansado, de todo.

—Garret…

—¡No tienes idea de cómo me siento ni la tendrás! —lo interrumpí de nuevo—. Vas a encontrar a Lily en tu cama cuando regreses a casa. Vas a ver la sonrisa de Jessie mañana. No tendrás que ir a la delegación a preguntar si la mujer que amas ha dado señales de vida para que te acaben diciendo que no saben absolutamente nada. No tienes una niña a la que adoptar a la que no le puedes decir que lo harás. Y no estás atado a una jodida herida que no termina de sanar del todo.

—Yo no…

—Estoy exhausto —descubrí mi voz quebrada—. Me estoy obligando a ser fuerte porque lo último que necesita Mateo es verme deprimido. Maquillo mi tristeza cuando voy a ver a Marjorie porque ella no tiene idea de lo que está pasando. Pero a esta hora, cuando puedo permitirme llorar y estar triste, cuando recuerdo que Lorraine no está conmigo y que de seguro está sufriendo, un trago de whisky es lo único que me ayuda a sobrellevar toda esta mierda.

—Hermano, tú no necesitas un whisky —me abordó, sentándose en el suelo frente a mí con las piernas flexionadas—. Necesitas a alguien con quien hablar. Es cierto, hasta hace un año no éramos la familia más comunicativa y cariñosa, pero las cosas han cambiado y si necesitas desahogarte y liberar todo ese estrés y tristeza, aquí estoy. Soy tu hermano, Garret. Y no estoy solo para molestarte porque no sabes cocinar o para donarte sangre, también estoy para que te apoyes en mí en momentos como este.

Sus palabras me conmovieron, lo suficiente como para darle rienda suelta a mi llanto. Apoyé mis antebrazos sobre mis rodillas, inclinándome hacia adelante y comencé a sollozar como un niño pequeño.

Este tipo no era yo. Yo no me escondo en una botella para evadir la tristeza. Yo no exploto en contra de las personas que amo. Yo no… Yo no soy esta versión mediocre y derrotada de mí mismo.

—La extraño, Ev —sollocé—. No te imaginas lo mucho que la extraño.

—Lo sé, hermano —se movió hacia mí y me abrazó con fuerza—. Lo sé. Llora. Desahógate. Lo necesitas.

—Mañana es su cumpleaños, Ev. ¿Tienes idea de lo mucho que empeorará Mat? No sé qué voy a decirle, no se me ocurre nada que pueda animarlo, no…no sé qué hacer.

—Dios, hermano —murmuró en mi oído a la vez que aumentaba la fuerza de su abrazo—. ¿Por qué no nos habías dicho nada?

—Porque con tener que vivir con miedo y cuidados por guardaespaldas tienen más que suficiente. Ya me ayudan bastante cuidando a Mateo cuando voy a ver a Marjorie.

—Podemos ayudar más y lo sabes —se separó de mí y me penetró el alma con sus ojos verdes—. Refúgiate en nosotros, no en una jodida botella. Y tienes razón, no tengo ni puñetera idea de todo lo que estás sufriendo, pero sé que estás haciendo lo mejor que puedes. Mateo está triste, pero tú estás ingeniándotelas de mil formas para animarlo, que no dé resultado no es culpa tuya. No eres policía ni detective, así que no puedes culparte tampoco por no hallar a Lori, ya sabemos que no está en esta ciudad ni en la que solía vivir con ese imbécil, así que las autoridades están buscando a ciegas. Y con respecto a Marjorie, creo que ella está satisfecha con que vayas a visitarla. Deja de ser tan duro contigo mismo, eso no te hace bien.

—No es suficiente —negué con la cabeza—. Pronto se cumplirán dos semanas desde que Lori se fue y no sabemos si está viva o muerta. Si está sana o herida. Y mucho menos en dónde podemos hallarla. Necesito…necesito hacer algo. Algo que agilice la investigación, como…

Y entonces se me ocurrió una idea que por alguna estúpida razón no apareció en mi mente antes.

—¡Claro!

—¿Qué?

—Una recompensa. Ofrezcamos una recompensa a quien nos dé información.

—Hermano, muchas personas nos contactarán con pistas falsas solo para ganar el dinero. Eso solo entorpecerá la investigación y nos hará perder el tiempo.

—No, seamos objetivos. Será un dando y dando, información valiosa por una recompensa jugosa. Ofreceré un millón de dólares al que me dé el paradero exacto de Lorraine y nadie recibirá ni un peso a menos que la encuentre, incluso si la pista es verídica, no obtendrán nada si no hallamos a Lori.

—Claro, al estipular esa regla de que no se les hará llegar el dinero a menos que encontremos a Lori se asegurarán de retenerla de alguna forma o de averiguar dónde se está quedando. Nadie querrá perder un millón de dólares si se topa con ella.

—Incluso habrán cazafortunas que la buscarán por su cuenta solo por el dinero.

—Exacto —sonrió—. Eres un genio, hermano. Y no te preocupes, yo me encargaré. Tengo contactos en canales de noticias muy reconocidos de diferentes ciudades, solo será cuestión de divulgarlo.

—¿Puedes hacer eso por mí?

—Por supuesto —se levantó y me tendió una mano—. Ahora ve a ducharte, hueles a borracho de cantina de mala muerte.

Esbocé una media sonrisa ante su broma y tomé su mano para levantarme.

—Gracias, hermano.

—¿Por qué?

—Por ser mi hermano —le sonreí—, y por regañarme.

—No está mal invertir los papeles cuando es necesario, ¿no crees?

Asentí y lo abracé, aprisionándolo con fuerza contra mi pecho.

—Sí, lo creo.

(…)

No me equivoqué cuando predije que Mateo estaría más triste que nunca hoy. Es el cumpleaños de su mamá y aún no hay señales de ella, yo también estaría tirado en mi cama hecho un ovillo y mirando a la nada sin querer probar ni un bocado de mi desayuno.

—Vamos, campeón —le rogué por enésima vez mientras sostenía la cuchara en mi mano—. Son tus cereales favoritos, mojados con leche chocolatada.

—No tengo hambre, papá —murmuró, sin siquiera mirarme.

—¿Y qué tal la mermelada de mango?

—No quiero.

—¿Y los reiberknödel?

—No —insistió.

—Ok, ya basta.

Dejé la bandeja a un lado y tomé al niño en brazos, ni siquiera se inmutó cuando lo conduje a su baño. Le quité su pijama y encendí la ducha, dejando que el agua cayera en el punto exacto de tibieza que le agrada. Bastó una mirada de advertencia de mi parte para que ingresara a la bañera y se duchara. Mientras tanto, busqué en su clóset un conjunto de verano apropiado para el lugar al que iríamos. Le entregué la ropa cuando terminó de ducharse y, una vez vestido, procedió a peinarse y cepillarse los dientes. Todas estas actividades las hizo de forma mecánica, parecía un pequeño robot en lugar de un niño.

A duras penas y con mucho esfuerzo, logré que probara bocado, aunque tampoco desayunó demasiado. Cuando intentó recostarse de nuevo en la cama, lo cargué sobre mis hombros. Ni siquiera se molestó en objetar y yo tampoco me molesté en discutir con Gigi cuando me vio "cargando un peso que no debería cargar", solo le informé que saldríamos y que me aseguraría de no hacer más tonterías.

Le informé a Robin y al séquito de guardaespaldas que custodian la casa que saldríamos antes de siquiera poner un pie afuera. Me sentía incómodo viéndome rodeado de tanta seguridad, pero la integridad física de mi hijo era algo que me tomaba muy en serio. Al salir al porche, hallé a Robin esperándome para escoltarme hacia el auto que ya estaba aparcado ahí. Mat y yo nos incorporamos en el asiento trasero mientras que Robin hizo una vez más el papel de chofer y Arnold —el guardaespaldas de Mateo— ocupaba el lugar del copiloto.

—¿A dónde lo llevo, Sr. Harriet? —preguntó Robin, luego de que le informasen por el micrófono de su oreja que el perímetro estaba cubierto y todo parecía estar en orden.

—Al Jam, en Sunshine Bay.

El robusto pelinegro me asintió a través del espejo retrovisor y nos pusimos en marcha de inmediato. Durante el trayecto centré mi vista en Mat, que ni siquiera se molestó en admirar el paisaje que se apreciaba del otro lado de la ventanilla, solo se hundió en su asiento, cabizbajo y mirando hacia sus manitas. Yo por mi parte lo abracé de lado, como si pudiera reparar su corazón roto con ese gesto.

Menos de media hora más tarde, nos encontrábamos en el Jam, la zona urbana de Sunshine Bay que a su vez es el área más costera y recreacional de la ciudad. En esta época del año las calles estaban repletas de gente, las playas atestadas de bañistas, artistas de coloridos trajes presentándose en cada esquina…en fin, el verano en todo su esplendor. Pero ni toda esa alegría era capaz de disipar las sombras que reinaban en mi hijo.

Le di indicaciones a Robin para llegar a la casa de verano que los Harriet tenemos aquí, pero la casa no era nuestro destino real, sino la porción de playa frente a esta que nos pertenece. Robin y Arnold se quedaron junto al auto en la estrecha calle que separa a la casa de la arena. Nos despojé a ambos de nuestros zapatos, tomé su mano y nos dirigí a ambos en dirección al mar. Estando no muy lejos de la orilla, nos sentamos en la arena.

Hacía un clima espléndido. El sol mañanero resultaba cálido, pero no sofocante. El azul del mar lucía más brillante que nunca, al igual que el cielo. La arena blanca y fina se colaba entre nuestros dedos desnudos. Y una brisa muy agradable nos azotaba los rostros.

Pero ni la vista ni la atmósfera, ni la belleza de la naturaleza que nos rodeaba fueron capaces de animar a mi campeón.

—Es bonito, ¿verdad? —comenté.

—Sí, lo es —musitó.

—¿Sabes por qué te traje aquí hoy?

—No.

Exhalé cansado e introduje mi mano en el interior de mi camisa para tomar el colgante que tenía puesto. Abrí el dije del mismo y deslicé por la cadena el anillo de compromiso que Lorraine dejó antes de marcharse hasta separarlos. Se lo mostré al niño, quien lo miró con curiosidad hasta que notó que esa no era joya cualquiera.

—Te traje porque hoy es el cumpleaños de tu mamá y sé que al igual que yo, tienes muchas cosas que decirle —esto pareció emocionarlo, porque sus ojos se llenaron de lágrimas—. Por desgracia no podemos, campeón. Pero recuerdo que ustedes se comunicaban con la mirada y pensé que, si buscaba un sitio tan azul como sus ojos, te sentirías mejor.

Comenzó a llorar, esta vez con ganas, y verlo así me estaba matando, pero al menos se estaba desahogando.

—La extraño mucho —sollozó.

—Lo sé, campeón —reprimí mi propio llanto para no hacerlo sentir peor—. Lo sé. Por eso te traje. Quiero que tomes este anillo y le digas a él, al cielo y al mar lo que te gustaría decirle a tu mamá. Tienes que desahogarte, mi niño. Lo necesitas.

Él asintió, enjuagando sus ojos de lágrimas. Tomó el anillo, lo posó a la altura de la línea del horizonte y suspiró antes de comenzar a hablar.

—Feliz cumpleaños, mami.

Esas únicas tres palabras rompieron todo en mi interior. Mateo no debería estar pasando por esto, es un dolor demasiado crudo.

—Papá y yo te íbamos a preparar una sorpresa muy chula, pero vamos a tener que dejarla para el año que viene porque no estás aquí —sollozó y lo abracé de lado, para darle apoyo—. Te extrañamos mucho, todos, y queremos que vuelvas a casa. Nunca había estado lejos de ti, y no me gusta. No quiero que seas mi heroína, solo quiero que regreses a casa y sigas siendo mi mamá.

Presioné los labios contra su coronilla para no soltar un sollozo. Hice esto para ayudarlo a soltar un poco de todo el dolor que está sintiendo, pero me estaba matando escucharlo.

—Papá también está muy triste. Aunque él no llora delante de mí, sé que lo hace cuando me voy a dormir y hace de todo para hacerme sonreír, pero no puedo —se detuvo un momento para sollozar y abrazarme—. Vuelve. Por favor, vuelve.

—Lo siento mucho, campeón —sollocé también, abrazándolo con todas mis fuerzas—. En verdad lo siento, mi niño.

Estuvimos fundidos en ese abrazo durante un buen rato. Ambos llorando, ambos destruidos, ambos tristes y desolados. Pero a una parte de mí le alegraba que se hubiese abierto por fin. Desde que desperté solo lo he visto cabizbajo y encerrado en sí mismo, guardándose el dolor para él solo y eso no le estaba haciendo bien.

Cuando el niño estuvo un poco más calmado, lo senté sobre mis piernas sin romper el abrazo. Su mirada se perdió en el mar y no dijo una palabra más, pero al menos ya no lucía tan abatido como hace unas horas. Yo también me distraje observando el romper de las olas cuando mi celular vibró en bolsillo. Lo tomé, contesté y lo llevé a mi oreja sin molestarme en mirar quién me llamaba, podrían ser noticias de Lori.

—¿Hola?

—Hola, Sr. Harriet —sentí una ligera decepción al escuchar la voz de Abigail, pero me repuse al recordar que ella solo me llama cuando se trata de algún tema importante relacionado con mi hija—. Lo llamo porque hoy se va a efectuar una feria de adopción y ya sabe que no cuentan como una visita, así que podrá venir a ver a Marjorie.

—Oh, era hoy… —dije, maldiciendo para mis adentros que escogieran justo este día.

—En realidad era dentro de dos semanas, pero ahora se hará una feria semanal ya que estamos en verano, lo cual significa más posibles padres merodeando por el parque que quizás se interesen en adoptar.

—Sí, eso está muy bien —me pasé la mano por el cabello a causa de la frustración, eso llamó la atención de Mat—. El punto es que hoy…no es un buen día.

—Oh. ¿No puede venir?

Le eché una ojeada a Mat. Me miraba con curiosidad por la llamada, pero su semblante aún lucía triste. Me odiaba a mí mismo por tener que elegir entre él y Marjorie, pero hoy, con lo mucho que estaba sufriendo mi niño, no podía dejarlo solo. Marjie también estaría triste al enfrentarse a otra de esas ferias en las que la ignoran soberanamente y recordar que nadie querrá adoptarla, y permitir que se enfrentase a ello de nuevo me hacía sentir como un padre horrible.

—Me temo que no —afirmé con pesar.

—Oh, bueno… —la trabajadora social carraspeó, sonaba contrariada—. No se preocupe, le informaré a Marjorie que no podrá asistir esta vez y… En fin, nos vemos en la próxima visita.

—Por favor, dígale que lo siento —suspiré—. No es que no quiera ir, solo…

—Está bien, debí avisarle con más antelación. Que tenga buen día.

Dudo que lo tenga.

—Igualmente para usted —colgué y devolví el teléfono a mi bolsillo—. Mierda —maldije por lo bajo.

—¿Quién era? —preguntó Mateo.

—La trabajadora social que se ocupa de Marjorie. Me llamó para avisarme que podía ir a verla hoy, pero no puedo dejarte solo, estás muy triste.

—Marjorie… —musitó, pensativo—. Me había olvidado por completo de ella, papá.

—¿En serio?

—Sí —frunció los labios, lucía…¿culpable? —. Desde que mamá se fue olvidé que van a adoptarla. ¿Ella está bien?

—Sí, campeón. Lo está.

—Ve a verla.

—No puedo dejarte, campeón.

—Cuando me dejabas con mis tíos era para poder ir a verla, ¿verdad? —asentí en respuesta—. Entonces ve, se pondrá triste si no vas. Yo…me siento mejor. Ve con ella, no quiero que esté triste.

Mateo es un niño extraordinario en verdad. Aún se siente mal, es evidente, pero me estaba pidiendo que fuera con su hermana para que ella no se entristeciera.

—Tu mamá y yo no nos equivocamos cuando te dijimos que serías un gran hermano mayor —le sonreí—. Y, si quieres, puedes venir conmigo.

—¿Puedo? Pero no me habían dicho que no me dejarían ir al orfanato a verla.

—Al orfanato no, pero ella no está en el orfanato. Está en el Coney Park, en su feria de adopción.

—¿Qué es una feria de adopción?

—Te cuento en el camino —me levanté, sacudí la arena de mi pantalón y extendí mi mano en su dirección—. Ahora vamos, la feria solo dura un par de horas y estamos un poco lejos.

Tomó mi mano e hizo uso de ese agarre para impulsarse y levantarse.

—¿Podemos pasar por un lugar antes? Hay algo que quiero hacer primero.

—Claro, vamos.

(…)

Media hora después, nos encontrábamos caminando por uno de los tantos caminos de piedra del Coney Park, camino al claro en el que se suele efectuar la feria de adopción. El niño y yo íbamos tomados de la mano y en nuestras manos libres llevábamos bolsas de compra. Robin y Arnold caminaban tras nosotros a una distancia segura, pero prudencial. Ya se habían comunicado con Vera —la guardaespaldas que cuida a Marjie y jefa del equipo que custodia el orfanato— y todo estaba en orden.

—Entonces, cuando se hacen estas ferias de adopción, puedo venir a ver a mi hermana porque el parque es público y cualquiera puede venir —recapituló el niño.

—Exacto, aunque…ahora que lo pienso, puedes verla en otras oportunidades.

—¿Como cuándo?

—Como cuando va a hacer sus fisioterapias. Nadie puede impedirte ir a la clínica donde las hace. Y a la academia no está yendo porque solo tu mamá sabe darle clases por su condición, pero podemos hacer que la lleven y en lugar de participar en las lecciones, puede jugar contigo. ¿Eso te gustaría?

—Sí —casi sonrió.

—Por cierto, Mat. No le comentes nada sobre tu mamá. Ella cree que está de viaje y no sabe nada de lo que pasó.

—No está bien mentir, papá.

—Sé que no está bien, y no me gusta mentirle, pero eso fue lo que tu mamá me pidió que le dijera y, si supiera la verdad, estaría igual de triste que nosotros. Y no queremos eso, ¿cierto?

—Cierto —asintió—. Tienes razón.

Continuamos caminando hasta llegar a la feria. Sabía la ubicación exacta del rincón en el que suele prácticamente ocultarse la niña para evitar que la ignoren los posibles padres, así nos dirigimos ahí. No tardé mucho en verla acompañada de Abigail. En una de sus manitas llevaba puesta a Florinda y la manipulaba como si hablara, pero su expresión era triste. Me golpeó la culpa al darme cuenta de que esa tristeza había sido provocada por mí, por mi ausencia. Así que le pedí a Mat que apurásemos el paso, moría porque notara que estaba aquí, que sí había venido a verla.

—No estés triste, Marjie —alcancé a oír lo que decía "Florinda" con voz chillona—. Vendrá para la próxima, ya verás.

—Y a esta también —dije, haciendo que tanto la niña como la trabajadora social alzaran la vista y sonrieran.

—¡Garret, viniste! —chilló la rubita antes de hacer girar las ruedas de su silla para acercarse lo más posible a mí—. Creí que no vendrías.

—Bueno, eso fue lo que le dije a Miss Abigail —le lancé una mirada de disculpa a la aludida—, pero al final sí pude venir y aquí estoy.

Me agaché para poder abrazar a la niña y ella no tardó mucho en rodear mi cuello con sus pequeños brazos. Llevábamos un par de días sin vernos y en serio la extrañé mucho.

—Supongo que el Sr. Garret se quedará contigo, Marjie —sonrió Abigail, levantándose del banco de madera que estaba ocupando—. Así que puedo irme a atender a otros niños, ¿no?

—Sí, estoy bien aquí —sonrió mi niña.

Abigail se despidió de nosotros y nos informó que, cuando concluyera la feria, volvería por Marjorie. Estando ya solos, le hice una seña a Mateo para que se acercara. Su hermana aún no había notado que no vine solo, así que cuando lo vio, se quedó casi en shock.

—¡Mateo! —exclamó ella, aún sin salir de su asombro.

—Hola, Marjorie —la saludó con cierta timidez—. ¿Cómo estás?

—Ahora estoy super bien, porque vinieron a verme.

Mat estuvo a punto de sonreír otra vez y se acercó a su hermanita, tendiéndole la pequeña bolsa de compras que traía.

—Te traje un regalo —anunció cuando ella lo tomó.

—¿Para mí? —preguntó ella, sorprendida ante el obsequio.

—Mjm —asintió—. Ábrelo.

La pequeña se apresuró a abrir la pequeña bolsa y, tras apartar el papel celofán que había en el interior, halló el regalo. Al dejarlo al descubierto, se le iluminó el rostro y se le escapó un mini chillido de la emoción.

—¡Es una Tinker Bell de peluche! —gritó, abrazando a su nuevo juguete.

El peluche no tenía la constitución típica del hada de Disney. El cuerpo era pequeño, con manos y pies ovalados; la cabeza era mucho más grande, con grandes y pispiretos ojos azules y una nariz y boca diminutas; las alas en cambio eran de seda y se mantenían erguidas; y el moño, los pompones de las zapatillas y la tela del vestido estaban fabricados con tela de algodón extra suave.

—Papá me dijo que te gustaban las hadas, así que fuimos a una juguetería antes de venir aquí y la elegí para ti —le dijo Mat—. ¿Te gusta?

—¡Me encanta, es muy bonita! —chilló—. ¡Muchas gracias, Mateo!

—Puedes llamarme Mat si quieres —musitó un poco tímido—. ¿Te puedo dar un abrazo?

—¡Claro que sí!

Esta vez mi campeón sí sonrió y se acercó lo más que la silla de su hermana se lo permitió para poder abrazarla. Puedo decir sin temor a equivocarme que fue la escena más tierna que presencié en mi vida; y me dolía que Lori se la hubiese perdido.

—Niños, está haciendo mucho calor, ¿no creen? —los abordé en cuanto se separaron—. ¿Qué tal si vamos a la zona de las mesas a jugar bajo la sombra?

—¿Y a qué vamos a jugar? —curioseó mi hija.

—Bueno, como hay muchos juegos en los que no puedes participar y Mat no ha estado de humor en estos días para gastar energía, compré unos juegos de mesa muy divertidos.

—¡Sí, me gustan los juegos de mesa!

—Entonces, ¿a qué esperamos?

Me posicioné tras la silla y comencé a empujarla hacia la zona donde estaban las mesas de madera, la cual estaba protegida del sol gracias a los árboles y algunas sombrillas. Como el día en que se conocieron, Mateo tomó la mano de su hermana y empezaron a charlar, ignorándome por completo. Llegamos a la zona de las mesas y retiré una de las sillas que habían para posicionar a Marjorie en ese espacio, Mateo se sentó frente a ella y yo lo hice a un costado quedando cada uno a mi derecha e izquierda respectivamente. Saqué de mi bolsa una larga caja cuadrada y lo coloqué sobre la mesa.

—¿Qué tal si comenzamos con este rompecabezas?

—Uh, rompecabezas —aplaudió Marjie, tras depositar a Tinker Bell y a Florinda a un lado.

—Me gusta —asintió Mateo y me sentí tan feliz porque al fin estaba accediendo a participar de alguna actividad, aunque lo estuviese haciendo por su hermana.

—Bien, en ese caso…

Saqué de la caja el tablero y una pequeña bolsa que contenía todas las piezas. Coloqué el tablero frente a nosotros y vertí todas las piezas a un lado para luego guardar la caja.

—No guardes la caja —me reclamó mi hijo mayor—, ahí está la imagen y, si no la vemos, ¿cómo sabremos qué es?

—Es más divertido cuando lo descubres mientras lo armas, así que manos a la obra.

—Bueno… —alargó la E—. Busquemos las de las esquinas primero, así será más fácil.

Y así lo hicieron. Yo me limité a ayudarlos solo un poco para que ellos se divirtieran más. Era divertido ver cómo Mat le mostraba una pieza a su hermana y ella siempre tenía una que encajaba con esa, pero luego no encontraban el sitio al que pertenecían. Lucían muy tiernos trabajando en equipo y les tomé más de una foto sin que lo notaran, estaban tan concentrados en lo suyo que apenas me prestaban atención.

Pasado un rato, sentí un poco de hambre y recordé que Mateo apenas había desayunado, así que él también debería sentirla. Miré a mi alrededor y sonreí al ver no muy lejos un puesto de golosinas y otro de algodón de azúcar.

—Niños —los llamé.

—¿Sí? —preguntaron al unísono y sin mirarme, el rompecabezas parecía ser su prioridad por el momento.

—¿Les gustaría un algodón de azúcar?

—¡Sí! —dijeron a la vez, pero sí me miraron para variar.

—Noté que los algodones son de varios colores y sé que Mat querrá uno rojo, ¿y tú, Marjie?

—¡Verde!

—Lo suponía —sonreí—. Vuelvo en un momento.

Corrí hacia el puesto de algodón de azúcar sin despegar la mirada de mis niños. Sabía que habían diez guardaespaldas vigilándolos y pendientes de ellos, pero desde lo que pasó podía permitirme ser paranoico, en especial si de la seguridad de mis hijos se trata. Compré los algodones de azúcar y además unos chocolates, palomitas, galletas, refrescos y yogures helados. Cuando los rubitos me vieron regresar con ese montón de golosinas, casi les llegó la mandíbula a la mesa.

—¿Todo eso es para nosotros? —preguntó mi pequeñita mientras depositaba todo en mi lado de la mesa.

—Pues sí, hadita —le entregué su algodón.

—Gracias —me sonrió y procedió a disfrutarlo.

Mat también tomó el suyo y decidieron sustituir el rompecabezas por una charla mientras la merienda durase.

—Marjie, papá me contó que ya puedes mover los pies —comentó Mat.

—Sí —sonrió ella.

—Estoy muy feliz por ti.

—Gracias. Pronto podré caminar y Lori podrá enseñarme a bailar con los pies también.

Al escuchar el nombre de su madre, Mat perdió la sonrisa de nuevo. Era inevitable, en algún momento Marjorie la mencionaría.

—Ella te va a enseñar muy bien —musitó mi campeón.

—La extrañas mucho, ¿verdad? —Mat asintió—. Yo también la extraño. Ella es muy buena conmigo y es lo más parecido que he tenido a una mamá.

Al parecer hoy es el día de tirar a matar al hablar de Lorraine. Marjorie nunca me había dicho algo como eso, pero era obvio que lo sentía y…a Lori le hubiese encantado oírla decirlo.

—¿Qué tal si hacemos un video y se lo enviamos? Estoy seguro de que ella también los extraña mucho a ustedes y le gustará verlo.

—¿Y qué tenemos que hacer? —preguntó mi hadita.

—Solo díganle lo mucho que la quieren, con eso bastará.

Miré a Mateo y él asintió, indicándome que estaba bien.

Tomé mi teléfono y lo sostuve en un ángulo desde el cual ambos niños figurasen en la pantalla. Accioné el botón de grabación y dije:

—Bueno, estamos aquí para enviarle un mensaje a mi Vainilla preciosa porque sus niños la extrañan mucho —desvié la cámara hacia Mateo—. Campeón, ¿qué te gustaría decirle?

—Mami, te extraño mucho y estoy ansioso porque vuelvas a casa. Nada es igual sin ti. Papá es un desastre. Le puso Florinda a un hada que le regaló a Marjorie y en cualquier momento hará explotar otra cafetera.

—¿Hizo explotar una cafetera? —preguntó la rubita, por lo que desvié la cámara en su dirección y reí ante su expresión de sorpresa.

—Sí —rió su hermano, pero continué enfocándola a ella porque la enorme O que se formó en su boquita me dio mucha gracia.

—¿Y tú cómo hiciste eso? —cuestionó anonadada, logrando que Mat se desarmara de la risa.

—Ok, basta ya de burlarse de mi incidente con la cafetera. Marjie, ¿qué te gustaría decirle a Lori?

—Que la quiero y la extraño mucho, mucho, mucho. Ya puedo mover los pies y quiero que lo veas. No tardes mucho en regresar.

Devolví la cámara a la posición en la que enfoqué en un principio y ambos pequeños agitaron sus manitas diciendo:

—Te queremos.

Esbozando una sonrisa triste, detuve la grabación.

—Les aseguro que le encantará, niños. Ahora, ¿qué tal si continuamos jugando?

El resto de la mañana y parte de la tarde fue de maravilla. Evitamos un tanto hablar de mi Vainilla y nos centramos más en jugar. Mateo se mostró muy animado la gran parte del tiempo, su hermana le contagiaba mucha alegría. Marjorie por su parte estaba más que encantada con nosotros, y con la comida, noté que es poco golosa, pero es normal teniendo en cuenta que en el orfanato no tiene acceso a golosinas.

Una vez armado el rompecabezas y al descubrir que se trataba de un unicornio, continuamos con el resto de los juegos, desde parchís hasta dominó. Me resultó simpático cómo en juegos en los que eran contrincantes acabaron trabajando en equipo como lo hicieron en el rompecabezas, y claro, con un equipazo como ese yo siempre acababa perdiendo, pero no era una derrota desagradable, al contrario.

Cerca de las 2:00 p.m. fue hora de despedirnos. Insistimos en acompañar a Marjorie hasta el autobús que suele transportarla y allí la abrazamos mientras el resto de los infantes abordaban el vehículo.

—Lo pasé muy bien hoy —nos sonrió abrazando a Florinda y a Tinker Bell—. Nunca me había divertido tanto en una de estas ferias. Gracias por venir.

—Miss Abigail me contó que ahora las ferias serán semanales, así que, si quieres, podemos venir para la próxima.

—¡Sí, por favor! —chilló contenta.

—Entonces vendremos —asintió Mateo—. Lo prometo.

—Gracias por ser tan buenos conmigo.

Le sonreí y tomé de una de las bolsas la caja del rompecabezas antes de entregársela.

—Ten, hadita. Este es el único juego que puedes jugar tú solita, para cuando estés aburrida.

—¿Me lo regalas? —sus ojitos estaban repletos de ternura.

—Sí, te lo regalo. Disfrútalo.

—No será igual de divertido sin ustedes, pero gracias, Garret.

—Llámalo Gary —dijo Mat y luego me lanzó una mirada burlona—. A él le gusta.

—Eres terrible —murmuré entre dientes para que solo él me escuchara, rió como respuesta.

—¿Puedo llamarte así? —preguntó la niña y, joder, no puedo decirle no a esa carita.

—Claro, mi niña.

—Ya es hora de irnos —anunció Abigail una vez todos los niños estuvieron a bordo del autobús.

—Bueno —Marjie hizo una mueca—. Adiós, Mat. Adiós, Gary.

Contrario a lo que pensé en un inicio, escuchar ese apodo que tanto odio viniendo de ella no me molestó en lo absoluto, al contrario. Comprobado, los únicos que pueden llamarme Gary son mis hijos.

Mateo y yo nos quedamos ahí parados mientras observábamos cómo subían a la hadita al autobús y finalmente este se marchaba. Tomé la mano del niño y nos dispusimos a caminar —siendo seguidos por nuestros guardaespaldas— de regreso a donde dejamos aparcado el auto horas antes.

—¿Te divertiste hoy, campeón?

—Sí, mucho —admitió—. Me gusta pasar tiempo con mi hermana. Ella me hace olvidar que estoy triste.

—A mí me pasa lo mismo.

—Vas a seguir trayéndome a venir a verla, ¿verdad?

—Si eso te hace feliz, sí, claro.

—Mamá lo hubiese pasado muy bien con nosotros hoy —musitó, cabizbajo.

—Sí, campeón. Pero no quiero que te entristezcas pensando en eso ahora. ¿Sabes? Cuando ella vuelva, una de las primeras cosas que haré será enseñarle el video y las fotos que les tomé hoy. Se pondrá feliz cuando vea a sus niños juntos.

—Me agrada mucho mi hermana —hizo una mueca—. ¿Por qué no puede ir a casa con nosotros? ¿O al menos decirle que la van a adoptar?

—Porque no puedo solicitar la adopción yo solo, campeón. Necesito que tu mamá regrese para poder adoptarla. Y no quiero decirle nada a Marjorie sin ella, le hacía mucha ilusión contarle que la adoptaríamos.

—Ojalá mi mami vuelva pronto —murmuró.

—Volverá, campeón. Volverá.

(…)

Por fin el día estaba acabando.

Afortunadamente logré que Mateo tuviera los ánimos algo elevados. No estaba feliz, pero tampoco tan deprimido como los últimos días, al parecer pasar tiempo con su hermanita tuvo un impacto muy positivo en él. No tuve que rogarle para que probara bocado durante la cena ni obligarlo que se bañara, ni siquiera se recostó en la cama como de costumbre, prefirió ir al jardín a pasar el rato con Brave.

Hace un rato lo dejé en su cuarto, arropado y listo para dormir luego de leerle uno de los cómics nuevos que no había querido siquiera mirar desde que se los compré. Yo también decidí hacer las cosas bien. Me duele la ausencia de Lorraine, pero asumiendo una actitud derrotista no llegaría a nada. Permití que Gigi me revisara y regañara cuanto quiso y, por suerte, todo el esfuerzo físico del día no me hizo daño, pero, aun así, me prohibió levantarme de la cama mañana. Me deshice de cada gota de alcohol de mi habitación y decidí que no volvería a beber para lidiar con mis problemas, era estúpido y solo acabaría dañándome a mí mismo.

Ahora me encontraba tranquilo, recostado en mi cama y esperando pacientemente a que el sueño me venciera. No era precisamente así como esperaba terminar el cumpleaños de mi futura esposa, tampoco esperaba seguir mirando hacia un lado de la cama y no encontrarla allí, pero esa mi realidad, y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Escuché unos toques a la puerta y supuse que era Gigi para suministrarme algún medicamento o algo parecido, así que grité un "Pasa", pero quien abrió la puerta no fue la enfermera.

—Hola, papá —musitó Mat, vistiendo su pijama de carritos y con Spidey en brazos.

—¿No estabas durmiendo, campeón?

—Lo intenté, pero…¿puedo dormir contigo hoy?

—Claro que sí —palmeé el colchón a mi lado—. Ven.

Se encaminó hacia mi cama y subió para ocupar un espacio a mi lado. No tardé en abrazarlo, sabía que, aunque hice de todo para animarlo, hoy fue un día duro y necesitaba todo mi apoyo.

—Papá, ¿podemos ver la película favorita de mamá? ¿Como si ella estuviera con nosotros?

—¿Eso te hará sentir mejor o peor? —agité su cabello.

—Creo que mejor. A ella le hubiese gustado terminar el día viéndola y…así sentiremos que está con nosotros.

—En ese caso, está bien —dejé un beso en su frente y me estiré para agarrar el control remoto de la tv que ocupa casi toda la pared frente a nosotros.

Lori ama esa película y, durante el tiempo en que trabajó en la academia en la que la explotaban, una de las pocas cosas que podía hacer con su tiempo libre era verla, así que la tenía guardada y lista para reproducir. Cuando los primeros segundos del film iniciaron, Mat se acurrucó a mi lado y lo abracé con más fuerza.

Entonces comprendí que él no necesitaba juegos ni viajes, ni comida exótica ni cómics nuevos, no le hacía falta nada de lo que le estuve ofreciendo hasta ahora. Solo necesitaba amor, mi amor. Necesitaba que su papá se quedara a dormir con él, que lo abrazara, que lo dejara llorar. Necesitaba que su papá estuviese con él, solo eso.

Deposité un beso en su coronilla y le prometí en silencio que me convertiría en la mejor versión de mí mismo por él. Y que, volviera o no Lorraine, siempre me tendría a mí.










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Nuevo capítuloooo!!!

Re pronto actualicé, ¿verdad?

Un cap más tierno en medio de tanta tristeza nunca está de más.

Admito que lloré como un bebé en la escena de Mat en la playa.

Poooorrrr cierto, en Instagram tengo un grupo de chat llamado "El mini fandom" en el que se encuentran varias de mis lectoras más queridas y está abierto para todo el que desee integrarse. Ahí envío adelantos de próximos caps conforme escribo, se discuten teorías e incluso pueden amenazarme de muerte por hacerlos sufrir, como quieran. Si quieren entrar, basta con que me escriban por Instagram y soliciten participar.

Alerta spoiler: el cap que viene será narrado por Lorraine.

Cap dedicado a: alemoh4_ , Manteroutteau y TeresaInfante5

Besos de Karina Klove 😉

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