CAPÍTULO 46: ¿Dónde estás, Lorraine?

Garret

¿Dónde estoy?

¿Qué pasa?

Me sentía como en un limbo. Consciente de mis pensamientos, pero inconsciente de lo que me rodeaba. Aturdido. Ido. Confundido.

¿Qué ocurre?

¿Qué ocurre conmigo?

Escuché voces a lo lejos. O no, no estaban lejos. Estaban cerca, muy cerca. Pero solo era capaz de percibir los ecos.

¿Qué mierda me está pasando?

Mis ojos estaban cerrados y me costaba un poco separar los párpados, pero hice un intento. Mala idea. Lo primero que divisé fue una potente luz que envolvía todo el espacio de donde sea que estuviese. Todo lucía borroso y se escuchaba lejano, era como si estuviese alojado en una nube.

—¿Crees que tarde mucho en despertar?

Esa voz… Conozco esa voz.

—Los médicos dijeron que no. En cualquier momento despertará.

También conozco esa.

Parpadeé un par de veces para adaptar mis ojos a luz y poder enfocar correctamente la vista. Me costó lograrlo, pero pasados unos segundos divisé las paredes pintadas de azul, un fuerte olor a desinfectante y algún medicamento que no supe identificar, también me di cuenta de que estaba acostado y, por lo que me costó mover mis dedos, supuse que estaba sedado.

¿Qué me pasó?

—Quiero que mi papá despierte.

Esta vez sí reconocí una de las voces como la de mi hijo y, como por arte de magia, reconocerla agudizó en un segundo cada uno de mis sentidos adormecidos.

Empuñé y desempuñé mis manos varias veces, hasta que la movilidad de las mismas regresó por completo y con soltura. Traté de hablar, pero descubrí mi boca seca y apenas logré emitir un poco audible gemido. Tragué la saliva que no tenía y carraspeé antes de poder decir en un tono débil y rasposo:

—Mat.

Volteé mi cabeza hacia un lado y hallé sentados sobre un pequeño diván a mi niño sobre las piernas de mi madre, abrazándola. A ambos se les iluminó la mirada al verme y corrieron en mi dirección.

—¡Despertaste! —sonrió mi madre, llorosa, mientras me acariciaba el cabello—. Dios, ¡gracias al cielo que estás despierto!

No tenía muchas fuerzas como para comunicarme y sentía un cansancio mortal, pero eso pasó a segundo plano cuando vi la carita de mi hijo bañada en lágrimas.

—Campeón —susurré.

—Papá —sollozó.

Me humedecí los labios y dejé escapar un suspiro.

—¿Qué…ocurrió? —logré articular—. ¿Qué me…pasó?

Mi madre y Mateo compartieron unas miradas que me parecieron muy sospechosas y luego ella me sonrió forzadamente.

—Luego te cuento. Ahora quédate quieto y tranquilo en lo que busco al médico para que te revise, ¿ok?

¿Médico?

No tuve tiempo para formular la pregunta en voz alta, ella ya se estaba marchando. Entonces algo en mi cabeza hizo clic. Esta habitación, los olores, incluso el incesante sonido de un bip que se escuchaba muy próximo. Estaba en un hospital.

—Mat… —mi voz aún sonaba áspera—. ¿Por qué estoy…en el hospital?

No me contestó, solo evitó mirarme a los ojos y comenzó a jugar con sus manitas, eso me pareció aún más sospechoso.

—Mat —inquirí, mi voz ya comenzaba a ganar fuerza—, ¿qué me pa…?

No terminé de hacer la pregunta. Mientras lo decía, traté de incorporarme y sentí el latigazo de dolor más fuerte que había experimentado en mi vida. Provenía de la zona baja de mi abdomen, en el lado izquierdo, y era insoportable. Jadeé de dolor y llevé mi mano izquierda a la zona, pero en ese momento noté que en la cara interna del codo tenía conectada una intravenosa por la que se me estaba transmitiendo el contenido de un suero.

No tuve tiempo de hacer más preguntas con respecto a mi estado, mi madre llegó en ese preciso instante con un médico, el cual le pidió que abandonara la habitación junto a Mateo. Cuando ambos estuvieron fuera, el doctor de cabeza semi-calva, comenzó a hacerme preguntas. Que si sentía náuseas, que si podía seguir su dedo índice con la mirada, que si además del dolor experimentaba otra molestia. Luego tomó un aparato, parecido a una linterna pequeña y con la luz del mismo apuntó directamente a mis ojos.

Hasta ese momento lo percibía todo como un simple examen de rutina, pero acabé dándome cuenta de que era más que eso cuando movió a un lado la bata blanca que me cubría, retiró el vendaje que no sabía que tenía y dejó al descubierto la zona de la cual provenía el dolor. Estaba suturado, como si fuera un viejo peluche remendado. La sutura medía aproximadamente entre cinco y diez centímetros, no sabría especificar la medida exacta, y constaba de al menos quince puntos. Los alrededores de la hendidura se mostraban rojizos, recientes…

Entonces lo recordé. Me apuñalaron.

El hijo de puta de Roy me apuñaló.

Todo cobró sentido en un instante. Por eso estaba en el hospital. Por eso tenía una herida, ya suturada y cicatrizando bien según pude apreciar. Por eso mi madre y Mateo estaban llorando. Por eso estaba en ese estado.

Suspiré de alivio al recordar que Mateo estaba a salvo y no tenía ni un rasguño, eso me tranquilizaba. Pero Lorraine…¿logró escapar? ¿Por qué Mateo estaba aquí y ella no? ¿Dónde está mi prometida?

—¿Dónde está Lorraine? —murmuré mientras el doctor aún revisaba mi herida—. ¿Dónde está ella? ¿Dónde está Lorraine?

El médico alzo la vista tras sus anteojos y me lanzó una mirada pasiva, impasible, como si intentase transmitirme tranquilidad, pero no funcionó en lo absoluto.

—Tranquilo, paciente. Recibirá visitas en su debido momento.

—¿Dónde está Lorraine? ¿Dónde está mi mujer? —inquirí en un tono exigente y demandante.

Me apoyé en mis codos para intentar levantarme y fue una pésima idea porque un segundo latigazo de dolor me golpeó y más fuerte que el anterior. Pero ignoré el dolor y los puntos que pudieran desprenderse gracias a mis bruscos movimientos, no podría tranquilizarme hasta que alguien me asegurara que mi Vainilla estaba bien, o hasta que ella misma me lo dijera en persona.

—¿¡Está herida!? ¿¡Eh!? ¿¡Le pasó algo!? —comencé a gritar histérico.

—Cálmese, se hará daño —me ordenó el doctor a la vez que intentaba recostarme nuevamente en la cama.

—¿¡Dónde está Lorraine!?

De pronto irrumpieron en la habitación dos enfermeras. Una ayudó al doctor a someterme y la otra perforó con una jeringa la bolsa del suero que tenía conectado al brazo, aplicándome una nueva medicación. Pero yo sabía que no era una medicación, era un calmante, y lo comprobé cuando volvió a costarme moverme, hablar y separar los párpados.

Lorraine…

¿Dónde estás, Lorraine?

(…)

Para cuando desperté de nuevo ya no estaba tan desorientado y confuso como la primera vez.

No me costó abrir los ojos. Sabía que estaba en una habitación de hospital. Recordaba que me habían apuñalado y que la prueba de ello estaba cicatrizando en mi bajo abdomen. Estaba consciente de que, si me alteraba de nuevo, volverían a "ponerme" a dormir, y no quería eso, solo quería saber si Lori estaba bien.

Esta vez nadie me acompañaba, estaba totalmente solo. Por las luces encendidas y ausencia de luz natural penetrando las persianas de las dos ventanas del cuarto, deduje que o estaba anocheciendo o ya era de noche. No hice nada estúpido. No me moví, no intenté levantarme ni mucho menos me puse a curiosear en mi herida, descubrí a las malas que mientras no me mueva, no dolerá.

Inspeccioné a mi alrededor si había algún tipo de intercomunicador con el que pudiera avisarle al personal médico que necesitaba atención, pero no hallé ninguno con mis fugaces vistazos.

Pasé alrededor de cinco minutos así, solo y muerto de angustia al no saber nada de mi prometida. Tenía vagos recuerdos de ella sosteniéndome entre sus brazos mientras me desangraba. Recordaba su llanto, su mano presionando con algo en la herida para que dejara de escapar la sangre, cómo me decía que no hablara para no gastar energía; pero eso es todo, no recuerdo nada más. No sé cómo llegué al hospital ni quién encontró a Mateo entre las tinieblas de la casa, tampoco tenía idea de cuánto tiempo llevaba inconsciente. No sabía nada y eso me frustraba.

Pero cuando menos me lo esperé, irrumpió en la habitación mi madre. Lucía como nunca la había visto en mis treinta años de vida: demacrada. Su rostro estaba pálido, tenía unas ojeras enormes y el cabello ligeramente despeinado. Sostenía con una mano un envase de alguna bebida de máquina expendedora, supuse que se trataba de un café. Cuando me echó una ojeada y me vio despierto, una sonrisa se asomó en su rostro triste y se me aproximó.

—Despertaste —murmuró—. ¿Cómo te sientes?

—No duele mientras no me mueva —ya mi voz sonaba normal—. Te hice pasar un gran susto, ¿verdad? —dije a la vez que tomaba su mano libre.

Ella dejó escapar una lágrima y asintió. Conozco a mamá, y sé muy bien que su punto débil son las personas a las que ama, especialmente sus hijos. Desde que Dallas murió, inconscientemente nos comenzó a sobreproteger a Evan y a mí en ciertos aspectos. Siempre fuimos chicos saludables, pero al parecer ambos tenemos una tendencia en acabar en quirófanos para mantener a salvo a las personas que amamos.

—Creí que te iba a perder —sollozó—. No tienes idea del terror que sentí.

—Tranquila, mamá —le sonreí—. Tranquila, estoy bien.

—Sí, dentro de lo que cabe lo estás. Eso dice el médico. Estás cicatrizando bien y en unos días podrán darte de alta.

—Bien —asentí—. ¿Dónde está Mat?

—En casa de tu hermano, Lily y Margarita lo están cuidando. Él quería esperar a que despertases de nuevo, pero se hizo tarde y verte en el mismo estado por más tiempo no le haría bien.

—Sí, fue lo mejor —me humedecí los labios—. Mamá, ¿dónde está Lorraine?

Su mano se tensó bajo la mía e hizo lo mismo que Mateo hace unas horas, evitar mi mirada.

—¿Qué está pasando, mamá? —inquirí—. ¿Ese hijo de perra le hizo daño? ¿La apuñaló también? ¿La…?

No quería terminar de preguntar. No podía concebir que mi Lori estuviese muerta, no quería ni considerar esa posibilidad. Es cierto que después de que me apuñalase Lori quedó desprotegida, pero…Mateo está bien y si él lo está, ella debía estarlo, ¿no?

—No me corresponde a mí decirte esto, hijo —murmuró aún sin mirarme—. Le corresponde a ella.

Del interior de su saco extrajo un sobre y me lo entregó. Esta vez sí me miró, y por cómo lo hizo deduje que algo no estaba bien.

—Lorraine le dejó este sobre a Mateo para que te lo entregara. Él quería hacerlo, pero me lo dio antes de que lo enviara a casa. Es una carta que nadie ha leído, hazlo tú.

Con las manos temblorosas, agarré el sobre y lo abrí. De su interior saqué la carta que constaba de varias hojas y me dispuse a leerla.

“Querido Garret:

Si estás leyendo esto, es porque estás bien.

Mi amor, lo siento.

Yo no quería que esto pasara. Quería seguir siendo feliz contigo y con nuestros niños. Quería ir mañana a decirle a Marjorie que la vamos a adoptar. Quería ir de vacaciones a California. Quería que nos casáramos en un par de meses e irnos de luna de miel a quién sabe dónde. Quería seguir viviendo contigo cada momento de felicidad, felicidad que tú le trajiste a mi vida.
Pero soy un cáncer, cariño. Un cáncer que irá matando lentamente a todas las personas que amo. Y por eso debo irme.
Roy no quiere a Mateo, no te quiere a ti, no quiere a nadie más que a mí y para que tú y todos estén a salvo tengo que largarme con él.
Me amenazó. Juró que iba a seguir haciéndole daño a nuestra familia y no voy a permitir que alguien más salga herido. La primera persona por la que irá es por Marjorie, sabe que es parapléjica y está dispuesto a dispararle para o matarla o arrebatarle todas las oportunidades de caminar.”

—¡Maldito hijo de puta! —gruñí de rabia antes de continuar con la lectura.

“Ya saliste herido por mi culpa y no estoy dispuesta a permitir que ocurra de nuevo ni contigo ni con nadie más.
Me voy con Roy. Me voy para ponerlos a salvo. No sé a dónde pretende llevarme ni qué quiere hacerme, no sé si pueda regresar, pero te juro que lo intentaré. Volveré por ti, por Mat y por Marjie cuando sea seguro, cuando dejen de estar en peligro por mi causa.
Los amo con toda mi alma y no tienes idea de lo mucho que me duele dejarlos. No quiero hacerlo. Pero tampoco estoy dispuesta a arriesgar a nadie más.
Cuida a nuestros hijos. Dile a Mateo que lo siento por irme sin despedirme y a Marjorie que me fui de viaje. Y diles que los amo con todo mi corazón.
Gracias por amarme y siento mucho que mi amor te haya llevado al borde de la muerte.

Te ama y siempre lo hará, tu Vainilla.”

Dejé caer las hojas a un lado y noté que en el interior del sobre figuraba algo más: su anillo de compromiso. Lo dejó. Me dejó. Nos dejó…para protegernos.

Me permití llorar, de una forma incontenible e inconsolable. Suena mal, pero hubiese preferido que estuviese herida antes que en quién sabe dónde con esa maldita lacra. ¡Joder! Se sacrificó por todos nosotros. Se sacrificó porque yo no pude protegerla a ella ni a Mat.

—Garret… —lloró también mi madre.

—Se fue —sollocé—. Mi Vainilla se fue, mamá. Se fue porque…joder, porque ese imbécil la coaccionó.

—Ojalá hubiese sido solo por eso —se abrazó a sí misma.

—¿A qué te refieres?

—Cuando… —tragó saliva—. Cuando te estaban operando y llegué al hospital y ella me contó lo que había pasado yo…la culpé.

—¿¡Qué!?

—La culpé, la culpé —sollozó—. Yo estaba muerta de miedo, me aterraba la idea de perderte y estaba furiosa. Le dije cosas horribles, la responsabilicé de todo lo que había pasado.

—Joder, mamá… —me quejé.

—Lo sé, lo sé —se mordió el labio inferior—. No era el momento para eso y ella lo estaba pasando igual de mal que yo. Pero en ese instante no la vi como mi nuera, no la vi como la mujer que se ganó a pulso un lugar en mi familia y en mi corazón. Solo vi en ella al maldito que te apuñaló. Fue eso. Estaba buscando a quien culpar y fue fácil echarle la culpa ella, descargar mi odio en ella —secó sus lágrimas—. Tu padre intervino, me recordó que Mateo estaba delante y…me sentí como una basura. Simplemente había dejado que la desesperación y la furia se apoderaran de mí. Pero cuando nos dijeron que estabas fuera de peligro, volví a centrarme y supe que tenía que disculparme con ella, fui demasiado dura. Me preocupé cuando no me contestó ella, sino el niño, y me dijo que le avisaran a la policía que su mamá se había ido.

—Espera…en la carta ella me indica que le diga a Mateo que lo siente por irse sin despedirse. Entonces, ¿cómo él sabía que se había ido cuando nadie más estaba enterado?

—Porque cuando ella escribió la carta estaban en la misma habitación, aparentemente el niño estaba dormido, pero no lo estaba. Él escuchó como ese hijo de perra la llamó para amenazarla, la vio escribir la carta, escuchó cómo se despidió de él y trató de detenerla antes de que se fuera, pero no pudo, y ella lo encerró para que no tuviera tiempo de avisarle a nadie.

—Y cuando llamaste…

—Ya se había ido.

—¿Y qué hay de la policía? ¿No la han encontrado?

—Ella fue lista, supo evadir la custodia policial que había en casa de tu hermano, se robó uno de sus autos y se fue por un camino que de noche nadie vería a menos que conozca la zona. Dejó el auto abandonado en una gasolinera a las afueras de la ciudad y se presume que allí se encontró con Roy antes de que se la llevara —suspiró—. La policía incluso sospecha que ella tiene algo que ver con lo que pasó.

—¡Eso es absurdo! —salté, enojado—. Para hacer teorías estúpidas parecen ser muy buenos, pero si hubiesen hecho bien su trabajo en lugar de subestimar a un tipo que fue policía, quizás no se hubiese escapado y nada de esto hubiese ocurrido.

—Ya presentamos una demanda contra el departamento policial, pero eso no traerá a Lorraine de vuelta.

—No puedo creer que se haya ido —suspiré—. Ese animal es capaz de matarla y pueden estar literalmente en cualquier parte.

—Ya contratamos a un detective privado para que los busquen, y un servicio de guardaespaldas para nosotros. Ningún Harriet estará seguro hasta que el tal Roy esté preso o muerto.

—Estoy de acuerdo —asentí—. ¿Cómo está mi hijo, mamá?

—Mal, hijo —admitió sin rodeos—. No solo presenció parte de todo ese horror, sino que encima su madre se fue y tú no despertabas. Está asustado y triste, se abraza a cualquiera de nosotros y no nos suelta hasta que encuentra a alguien más a quien abrazarse.

—Mi campeón…

—Garret —me abordó con dulzura—, sé que en este momento estás destruido y convaleciente, pero Mateo va a necesitarte. Él es tu hijo y tienes que ser fuerte por los dos.

—Lo sé, y puedes estar tranquila, estaremos bien.

(…)

A la mañana siguiente me desperté con más energía.

El dolor seguía ahí, latente, y mis "buenos días" fueron unas curaciones que me practicaron con cero delicadeza. Sin embargo, estoy cicatrizando correctamente, según el Dr. Gasper, que fue quien me operó. Luego me enviaron a hacerme una serie de estudios de rutina para descartar cualquier otro problema que pudo haber surgido antes, durante o después de la intervención quirúrgica.

Estaba hastiado de tener a tantas enfermeras a mi alrededor y que me hicieran tantas revisiones. Intenté ocupar mi mente en algo para obviar el dolor físico, pero el único pensamiento recurrente en mi cabeza era Lori y que no tenía idea de su paradero, y eso…eso dolía más que cualquier puñalada.

Tuve que esperar hasta las 9 a.m. para recibir visitas. Sonreí con amplitud cuando vi a mi hermano llegar con Mateo, si había alguien a quien moría por ver y abrazar era a mi hijo. Al niño también se le iluminó la carita al verme y corrió hacia mí.

—Hola, papá —me sonrió con sus ojitos cristalizados.

—Hola, campeón —le agité el cabello.

—¿Ya te sientes mejor?

—Sí, me siento bastante mejor. No te preocupes.

—Menos mal —dejó escapar un suspiro que identifiqué como de alivio ligado con tristeza.

Necesitaba hablar a solas con él y sabía que no querría hablar del tema con Evan delante, así que le hice una seña a este último que captó con rapidez.

—Emm…voy a hablar con el Dr. Gasper para preguntarle una duda que tengo —mintió—. Mat, ¿puedes cuidar a tu papá hasta que vuelva?

—Sí, tío Evan —asintió mi pequeño—. Yo lo cuido.

Ev nos echó un último vistazo a ambos y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

—Bien, ya estamos solos, campeón. Ya no tienes que fingir que no estás triste.

Al instante agachó la cabecita, hizo un puchero y comenzó a jugar con sus manitas. No hay que ser un genio para adivinar que sus ojos estaban inundados en lágrimas.

—Lo siento mucho, papá —musitó.

—¿Lo sientes por qué? —cuestioné.

—Se suponía que yo era el héroe de mi mamá y que tú me ayudarías, pero no pude protegerla y ahora ella está con Roy y tú estás aquí —sollozó—. No soy un héroe. Solo soy un niño asustado que casi pierde a sus papás.

Si la carta de Lori me había hecho llorar, las palabras de Mateo definitivamente me destruyeron. Me descubrí llorando con él, sintiéndome culpable por no haberlo protegido de toda esta mierda.

—Mat, mírame —dije, con la voz quebrada. Él me obedeció y me dejó ver sus carita roja y bañada en lágrimas—. Tú sí eres un héroe y si tu mamá y yo estamos vivos es gracias a ti, porque me dijeron que tú llamaste a la policía cuando te ocultaste y, si no lo hubieras hecho, la ayuda jamás habría llegado a tiempo y quizás yo no habría sobrevivido. Tu mamá de seguro hubiese resultado herida también.

—Pero Roy escapó y la obligó a irse con él —sollozó—. Yo traté de detenerla y no…no pude. Ella…me empujó y-y yo…

—Campeón, deja de torturarte, por favor.

Ignoré el dolor que podría provocarme esa maniobra y me estiré para abrazarlo. Me importaba una mierda que se me abriera la herida, pero sí me importaba hacerlo sentir mejor.

—Tú eres el menos responsable de todo esto. Eres el niño más valiente y fuerte que existe y estoy muy, muy orgulloso de ti —me separé de él y volví a mi posición inicial, llevando la mano a la zona de la herida que estaba latiendo de dolor—. Sí eres un héroe, Mat. Mi héroe, y el de tu madre, aunque no lo creas.

—Tú también eres un héroe. Te hicieron daño por protegernos.

—Porque eso hacen los miembros de una familia —despojé su carita de todo rastro de lágrimas—, se protegen los unos a los otros.

—Entonces mamá también lo es, ¿verdad? —presionó los labios para evitar soltar otro sollozo—. Ella se fue para que no nos hicieran daño de nuevo. Así que…ahora es turno de ser una heroína.

Dios, ¿cómo puede ser tan fuerte?

—Sí, campeón. Tu mamá es una heroína. Nuestra heroína.

Me moví hacia un lado para hacerle espacio en el estrecho colchón de mi cama y lo palmeé indicándole al niño que se acostase allí.

—Ven aquí.

—Pero…

—Pero nada —lo interrumpí—. Ven conmigo.

Con algo de dificultad y con cuidado de no lastimarme en el proceso, se subió a la cama y se acurrucó a mi lado. Lo envolví con mis brazos y deposité un beso en su coronilla.

Me sentía horrible. No sabía que decir o hacer para hacerlo sentir mejor, para darle algo de esperanza. Lo tenía allí, acostado a mi lado y sufriendo en silencio la ausencia de su madre. Y yo…bueno, yo no podía prometerle que ella regresaría, porque no tenía la certeza de que ocurriera en un futuro cercano. Tampoco podía hacerle olvidar todo el terror que vivió. Solo podía lamentarme para mis adentros y recordarle con ese abrazo que aún me tiene a mí.

—A partir de ahora somos solo tú y yo, mi niño. Nos tocará ser fuertes, tener esperanza y hacer lo mejor que podamos por nuestra cuenta, ¿ok?

—Ok, papá.

—Te quiero mucho, campeón —besé su frente.

Él alzó la cabecita para mirarme y me lanzó uno de esos mensajes en miradas que solo Vainilla entendía. Hubiese matado por entender esa.

—Nunca me dejes solo, papá.

Y sí, mi corazón se hizo añicos con esa simple frase.

—Nunca, Mateo —alcé mi meñique y él envolvió el suyo alrededor—. Es una promesa.

(…)

Los siguientes días en el hospital fueron una tortura. Curaciones dolorosas, comida insípida, revisiones, estudios, más curaciones…

Me dieron de alta antes de lo que pensaba, por suerte mi herida cicatrizó bien y rápido, y no presenté problemas mayores ya que el cuchillo con el que fui apuñalado no lastimó ningún órgano; pero de igual forma mis padres insistieron en contratar a una enfermera personal que me atendiese en casa.

Lo del servicio de guardaespaldas fue en serio y ahora cada integrante de la familia tiene a uno personal. Además, hay varios equipos de siete que custodian cada mansión, la empresa, el Sweet Paradise, el orfanato de Marjorie —aunque el personal del mismo no tiene conocimiento de esta custodia— y la Academia Vanilla respectivamente. No nos pierden ni pie ni pisada y, a pesar de que resulta un poco incómodo, nos hace sentir seguros.

La policía ya descartó esa ridícula hipótesis de que Lorraine era cómplice de Roy en el ataque, la carta y mi declaración sirvieron para esclarecer ese asunto. Recuperaron el auto que ella se llevó y fue captada en las cámaras de la tienda de suministros anexa a la gasolinera, pero la investigación se interrumpe ahí, no hay más pistas, literalmente se esfumaron. Los han circulado por toda la ciudad, pero lo más seguro es que se hayan ido de Heaven Gold esa misma noche por lo que se ha solicitado la colaboración de las autoridades de Emerald Hills, Summer Hills y ciudades aledañas. Pero nada, aún no hay pistas.

Mateo por su parte está deprimido. No hay juego con Joey que lo haga sonreír. No hay broma de Jessie que lo alegre. No hay caricia de Brave que lo anime. Y claro, no hay palabras de aliento mías que valgan.

He intentado de todo. Conseguí cómics edición limitada que lo hubiesen hecho rabiar de la emoción, pero apenas me dijo un "gracias" desabrido. Le propuse irnos de paseo a Emerald Hills para que conozca "la ciudad de los condados coloridos" y comprar souvenirs, pero me respondió con un no rotundo. Lo llevé a la clínica veterinaria donde salvaron a Brave para que viera a los animales, pero no sonrió ni una sola vez.

Nada.

Todo lo que hago es inútil.

Se pasa el día encerrado en su cuarto, viendo fotos de su mamá en su tablet. Ya no juega con Spidey ni con su helicóptero, no lee sus cómics, no le pide al chef que le cocine platos exóticos, no me llama a través de walkie-talkie, no juega fútbol… No hace nada que no sea lamentarse por la ausencia de Lori. Y yo no sé qué me duele más, eso o verlo así.

—¿Tienes que irte? —me preguntó una última vez antes de que me fuera.

Estábamos en el Sweet Paradise, Lily y Margarita se ofrecieron a cuidarlo por mí mientras yo resuelvo unos asuntos.

—Es importante, sabes que si no fuera así, no me iría.

—No te preocupes, Mat —le sonrió Jess, que estaba sentada a la mesa con nosotros y Margarita—. Mi mamá se hizo socia de una panadería que nos proveen los mejores croissants, rosquillas y magdalenas de la ciudad. ¡Nos van a dar todos los que pidamos!

—Sí, qué rico —respondió el niño sin la más mínima emoción en su voz.

Noté que Jessie se entristeció por ello. Me consta que desde que todo se fue al carajo ella se ha ocupado personalmente de animar y estar ahí para su primo. Lo adora y no le gusta verlo así. Nadie quiere verlo así.

Me levanté de mi silla y me agaché frente a mi hijo, un ligero dolor me invadió ya que se suponía que debía estar de reposo, ni siquiera me han quitado los puntos aún, pero salgo de vez en cuando durante el día para sacar a Mat del aura triste que envuelve la casa.

—Escucha, campeón —murmuré para que solo él me oyera—. Sé que estás triste. Yo también lo estoy. Todos lo estamos. Pero toda la familia está haciendo un esfuerzo gigante para ocultar su tristeza y animarte a ti. Entiendo que no quieras jugar y que nada te motive, pero ni Jessie ni la tía Margarita, ni nadie tiene la culpa. ¿Podrías intentar al menos ser más amable con ellas?

—Pero yo no estoy siendo grosero.

—Pero estás siendo cortante.

—Es que estoy triste —hizo un puchero.

—Lo sé, campeón. Créeme, lo sé.

—¿No puedo ir contigo a ese lugar al que irás?

—No les permiten la entrada a niños, así que no.

—Pero mamá me dijo que te cuidara. No puedo cuidarte si no me llevas.

—Por hoy, vamos a cederle tu tarea a Robin, ¿ok?

—¿Vas a tardarte mucho? —agachó la cabecita.

—Para el mediodía voy a estar aquí, lo prometo.

—Bueno… —alargó la E—. Está bien, pero no te tardes, ¿ok?

—No me tardaré, para el mediodía estaré de regreso y podremos ir a la hot-doguetería fea a la que solíamos ir.

—No, mejor vámonos a almorzar a casa.

—Mateo…

Estaba siendo tan difícil lidiar con esta actitud suya. Incluso prefería al antiguo Mateo que me detestaba y era grosero conmigo. Lo prefiero a la defensiva antes que triste. Lo prefiero de cualquier modo menos este.

—Deja de llevarme a lugares a los que no quiero ir, papá. Eso no me va a hacer sentir mejor.

—Pero…

—Ve a donde tengas que ir —me cortó—. Yo me quedaré aquí y prometo intentar ser menos cortante. Ahora corre, antes de que se te haga tarde.

—Soy Gary, el caracol de Bob Esponja, se supone que soy lento —bromeé, pero solo logré con eso que esbozara una apenas perceptible sonrisa forzada.

Sigo siendo inútil.

—Ok, seré rápido.

Besé su frente y apoyé mi mano en la mesa para impulsarme y lograr pararme. Una vez en pie, el dolor de mi bajo abdomen se agudizó y tuve que llevar mi mano libre a la zona.

—Garret… —me abordó Margarita al darse cuenta de ello.

—Estoy bien —murmuré.

Tomé una respiración profunda y me incorporé. Esperé unos segundos hasta que el dolor disminuyera un poco y emprendí la marcha hacia la salida. Estando a punto de salir por la puerta, fui interceptado por mi cuñada que, por su expresión de madre regañona y su postura de ambas manos colocadas en su cintura, supuse que me iba a echar un sermón.

—Lils…

—Lils, nada —me reprendió con tono firme—. ¿Acaso crees que no vi lo que acaba de pasar?

—Fue un ligero pinchazo de dolor por el cambio de posición, no se me abrió la herida.

—Pues parece que eso es lo que quieres que ocurra, porque no te cuidas ni un poco.

—Sí lo hago.

—No, no lo haces. Para empezar, no deberías estar aquí. Deberías estar en casa, haciendo reposo. ¿No te das cuenta de que si la herida se te infecta o algo por el estilo no podrás cuidar a Mat?

—Y dejándolo encerrado en casa conmigo se va a deprimir aún más —rebatí—. Lily, yo me estoy recuperando bastante rápido, de lo contrario no me arriesgaría. Pero Mat cada día está peor. Y sé que nada de lo que he hecho hasta ahora ha funcionado, pero al menos lo intento.

—Garret —suspiró mientras sobaba mis brazos—. Eres un buen padre, y estás haciendo todo lo que hubiese hecho Lori si la situación fuese al revés, pero tú y yo sabemos que lo único que lo va a animar es que ella regrese. Así que sigue intentándolo todo lo que quieras, pero cuídate —desvió la vista hacia la mesa donde estaba el niño, ni siquiera había probado la malteada de chocolate que tanto le gusta—, él no soportaría perderte a ti también.

—Es cierto —admití—. Gracias por preocuparte por mí, Lils. Tranquila, dejaré de hacer tonterías.

—Más te vale —se inclinó para darme un breve abrazo y me sonrió—. Anda vete, no puedes llegar tarde.

Asentí, me despedí de ella y abandoné el establecimiento. Al salir me encontré a tres de los guardaespaldas que custodian la cafetería y a los personales de Lily, Margarita y los niños. Robin —el mío— ya me esperaba junto a mi auto, listo para llevarme a mi destino. Abrió la puerta del copiloto para mí, me senté, cerró la puerta, miró hacia los lados para cerciorarse que todo estaba en orden y rodeó el vehículo para abordarlo y emprender el viaje.

Durante el trayecto me limité a mirar hacia la ventanilla. No es que Robin no me agradara, pero era un hombre de pocas palabras y realmente no quería agobiar a nadie más con mis problemas. Él se encargaba de mi seguridad, siempre estaba al tanto de a dónde iría y con quién, y conducía para mí. No obstante, durante los pocos días que llevaba ejerciendo como mi guardaespaldas, se ganó mi aprecio y consideración, es un trabajo duro y él es muy eficiente.

Diez minutos más tarde, nos encontrábamos aparcando a las afueras del orfanato. Robin discretamente habló a través del auricular que tiene conectado a la oreja con el equipo que custodia el lugar, para verificar que todo estuviese en orden. Al parecer sí lo estaba porque Robin me hizo una seña para indicar que podíamos ingresar sin problemas.

Suspiré de alivio minutos más tarde al hablar con la directora del orfanato y con Abigail, ya que me dieron permiso para seguir yendo a visitar a Marjorie. Después de lo ocurrido y de que todo Heaven Gold se enterase a través de los medios y comunicados que hicieron las autoridades, era obvio que me toparía con trabas para seguir viendo a mi hadita, cualquiera con dos dedos de frente resguardaría la seguridad de una niña si su futuro padre adoptivo hubiese sufrido un intento de homicidio a manos de un psicópata. Pero al parecer mis padres y el oficial de policía encargado de mi caso hablaron con la directora y le informaron acerca de la custodia que están recibiendo por parte de nuestros guardaespaldas y algunos oficiales de la policía. De igual forma, a pesar de haber sido condescendientes conmigo, me restringieron las visitas y ahora solo puedo venir a verla dos veces por semana, ni un segundo más.

Aunque me pareció injusto, ya que nada de lo que pasó fue mi culpa, tuve que atenerme a las condiciones si quería seguir viendo a mi hija. Tras salir del despacho de la directora, fui casi corriendo hacia la habitación de la niña. Di unos toques a la puerta y casi enseguida escuché un "Adelante" salido de esa vocecita infantil. Por primera vez en días logré sonreír genuinamente.

Abrí la puerta e ingresé mientras que Robin se quedó bajo el umbral de la misma, vigilándonos. La pequeña no advirtió mi presencia, estaba muy distraída haciendo algo que me dejó maravillado: movía sus pies.

Ya no era un simple y oxidado movimiento de dedos como la última vez que la vi, ahora movía ambos piecitos con soltura, los flexionaba hacia adelante y hacia atrás sin ningún problema, como si nadara. Sonreí. Joder, sonreí. Porque, aunque mi mundo se estuviese yendo al garete, ella estaba ahí, contenta, ajena a todo lo que ocurrió y admirando su progreso. En una de sus manitas llevaba a Florinda y al parecer estaban manteniendo una amena plática acerca de que pronto podrá caminar.

—Me parece que cierta hadita podrá caminar pronto —comenté, haciendo que posara su vista en mí y sus ojitos se ensancharan con sorpresa.

—¡Garret! —chilló—. ¡Volviste!

—Sí —me senté frente a ella, sobre su cama—, y te extrañé mucho.

—Y yo a ti —estiró sus bracitos y entendí que me estaba invitando a abrazarla, así que eso hice—. ¿No se supone que iban a volver en una semana? Pasaron muchos días.

—Lo sé, hadita —dije, aún sin separarme de ella, no quería hacerlo—. Tuvimos problemas para regresar.

—¿Y ya los resolvieron?

—Sí, ya los resolvimos.

—¿Dónde está Lori?

¡Bum! Directo a la yugular.

Suspiré y me separé de ella. Contemplé sus ojitos del mismo color que los míos antes de hacer justo lo que menos quería: mentirle. Pero ella estaba feliz y no quería arrebatarle eso, no quería que su estado de ánimo se ensombreciera como el de Mat. Además, incluso si quisiera contarle la verdad, ¿qué le diría? ¿Qué Lorraine tuvo que escaparse bajo amenazas con un hijo de puta que me apuñaló? ¿Que no tengo idea dónde está ahora? ¿Si está viva o muerta, o golpeada? No, no podía decirle eso, así que acaté la petición que mi prometida me hizo en su carta.

—Cuando estábamos de vacaciones, Lori conoció bailes nuevos que le gustaría aprender y enseñar en su academia, así que se quedó dando viajes por diferentes zonas para poder hacerlo. Quizás se tarde un poco en volver.

No era del todo mentira, era una verdad a medias y eso me hacía sentir menos culpable.

—Oh, entiendo —asintió.

—Pero yo estoy aquí —repuse—. Y vendré a verte seguido.

—¿En serio? —sonrió, a lo cual asentí—. Me gusta que vengas, tú siempre me haces sonreír.

Y no sabes lo mucho que me estás haciendo sonreír tú a mí.

—Y cuéntame, ¿desde cuándo estás moviendo los piecitos así?

—Desde hace unos días. Estuve practicando mucho y al principio me costaba y me dolía un poco, pero ya estoy mejorando —volvió a moverlos—. Mi doctor dice que ya los estoy moviendo a la perfección —hizo el signo de ok con sus deditos.

—¿Ah sí? —deslicé mis uñas por las plantas de sus pies y se retorció, riendo—. ¿Tienes cosquillas, Marjie?

—Sí, no hagas eso —rió mientras retorcía los deditos y movía los pies, pero sus piernas aún permanecían rígidas—. Por favor, ya basta.

—Ok, ok —me detuve—. Pero no dejes de sonreír. Me gusta mucho verte sonreír, hadita.

—Entonces cuéntame uno de tus cuentos para dormir, son muy graciosos —se cubrió la boquita con ambas manos, o bueno, con una mano y con Florinda.

—Ohh, la hadita quiere cuentos para dormir —sobreactué un poco—. Pues ponte cómoda, porque ahora te voy a contar la historia de Domitila la lagartija.

Y mientras pueda hacerte sonreír al menos a ti, lo haré, mi niña.









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Nuevo capítuloooo!!!

Actualicé SUPER rápido, así que no admito quejas ni comentarios sobre cuándo volveré a actualizar, estoy desbordando toda mi inspiración en estos caps y se los traigo recién salidos del horno.

Garret está bien. ¿Qué opinan?

Mateo está deprimido. ¿Quién quiere abrazarlo?

No hay señales de Lori. ¿Tienen alguna teoría?

Marjorie ya mueve los pies. ¿Qué les parece?

Cap dedicado a: Esfaniabok , abyareni y taexcat_

Besos de Karina Klove 😉

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