CAPÍTULO 45: Felices para...¿siempre?

Lorraine

No sé cómo nos las ingeniamos para besarnos y abrirnos paso hacia nuestra habitación al mismo tiempo sin tropezar en el intento. Desde la pedida de matrimonio no tenía en mente otra cosa que no fuera comerme a mi prometido a besos, pero estábamos celebrando con Mat y el resto de la familia y nos tocó aguantarnos; hasta ahora.

Con manos ansiosas desabotoné los botones que faltaban por desabrochar de su camisa y con las mismas ansias tiré de ella hacia atrás para quitársela. Sentí cómo sonrió entre besos, haciéndome cosquillas con su barba. Pero las cosquillas no duraron mucho porque se separó de mí abruptamente.

—Espera, cariño —respondió antes de que llegara a hacerle le pregunta—. Hay una sorpresa más.

—¿Una más? —sonreí—. ¿Qué más puede mejorar este día?

Con una sonrisa incontenible, tomó de encima de una pequeña cómoda tras de él el mismo folder color negro en el que había almacenado las sorpresas anteriores. Lo abrió y de su interior sacó un nuevo documento que me entregó enseguida. Leí el contenido del mismo y al instante mis ojos se ensancharon al notar de qué se trataba.

—¿Esto es...? —musité, alzando la vista hacia él.

—Sí, el permiso oficial que se nos otorgó para poder adoptar —su sonrisa se amplió aún más—. En cuanto regresemos a Heaven Gold, podremos aplicar para adoptar a Marjorie.

—Pero...creí que se tardaría unas semanas más.

—Pues sí, yo también lo pensaba. Pero olvidas un pequeño detalle y es que nuestro abogado, Frank Jenkins, es el mejor acelerando estos procesos. Gracias a él Evan adoptó a Jessie en solo un mes.

—Entonces... —le eché otra ojeada al documento antes de sonreírle a mi futuro esposo— ya podremos decirle a nuestra hadita que la vamos a adoptar y...en un par de meses estará con nosotros.

—Sí, cariño.

Ahogué un gritito de emoción, dejé el documento sobre la pequeña cómoda y me incliné para abrazar al padre de mis hijos. Aún me costaba un poco asimilar que en cuestión de medio año hayamos formado una familia tan hermosa y que por fin la haremos oficial, casándonos y con nuestros niños.

—No tienes idea de lo feliz que soy ahora mismo… —murmuré en su oído— gracias a ti.

—Me robaste las palabras —emitió una suave risa—. Te amo.

—Y yo te amo a ti.

Me separé de su cuerpo para en su lugar atacar sus labios, besarlo en ese preciso instante se había convertido en una necesidad. Él me correspondió gustoso, profundizando el beso con dosis extras de deseo y ternura. Era como si toda la emoción de este día, toda la felicidad acumulada por las buenas noticias y todo el amor que nos profesamos lo estuviésemos demostrando a través de esos besos.

Él llevó sus manos a la cara interna de mis muslos para alzarme y en un parpadeo ya me encontraba siendo cargada por él, con mis piernas rodeando su cadera. Estaba muy entretenida saboreando sus dulces labios, tanto que no noté que nos habíamos movido hacia la cama hasta que mi espalda hizo contacto con el colchón. Garret abandonó mis labios para deshacerse de mi vestido mientras yo hacía exactamente lo mismo con su cinturón y pantalón. Estaba ansiosa, para qué negarlo. Me urgía hacerle el amor. Me urgía sentirlo en mi interior, llenándome y demostrándome su amor a través de la carne.

Para cuando ambos nos vimos desnudos y jadeando por la anticipación, ya no había vuelta atrás. Mi prometido besó, saboreó y acarició cada centímetro de mi piel, desde mis labios trazó un camino hasta mi zona íntima y, cuando su boca hizo contacto con mi punto de placer, simplemente me entregué a las sensaciones. Me mordí el labio inferior, acallando mis gemidos, mientras mi mano se perdía entre los rizos de mi futuro esposo, reclamando su entera atención en mi sexo. Definitivamente hace maravillas cuando su lengua se lo propone.

Estaba experimentando los primeros vestigios del clímax cuando abruptamente se detuvo. Le lancé una expresión molesta cuando se irguió, arrodillándose entre mis piernas y mostrando una sonrisa muy maliciosa para mi gusto.

—¿Por qué…? —iba a culminar mi reclamo, pero cierta estimulación de su miembro me dejó muda.

Cuando el placer me permitió abrir los ojos durante un breve lapso de tiempo, casi tuve un orgasmo ante la imagen que presencié. Un Garret jadeante, desnudo y cubierto por una finísima película de sudor me observaba a la vez que mordía su labio inferior y frotaba seductoramente su intimidad con la mía.

Joder.

—Deja de torturarme —susurré en una súplica.

—¿Así que esto es tortura? —inquirió con esa voz ronca y exquisita.

—Una tortura deliciosa —jadeé, agarrando las sábanas—. Pero tortura al fin y al cabo.

—Entonces seré bueno contigo, cariño.

Y así, sin más, sin mediar palabra, ingresó en mí de una sola y dulce estocada. Ahogué un gemido cuando dio inicio ese vaivén de su cadera, llenándome y llevándome al paraíso con cada estocada. Quería abrazarme a él, enterrar mis uñas en su espalda y gemirle al oído, pero él no tenía intenciones de acostarse sobre mí, al contrario, hasta parecía que disfrutaba dándome esa perfecta vista de su cuerpo mientras me daba placer y me tomaba de la cadera con ambas manos para alzarme levemente e ingresar con más profundidad en mí.

De nuevo sentí que estaba al borde del clímax cuando salió de mí sin previo aviso. Iba a quejarme, pero no me dio la oportunidad de hacerlo. Estaba tan aturdida por el placer previamente recibido —y el que esperaba seguir recibiendo— que me dejé llevar y mover por él tal cual muñeca. Para cuando me di cuenta, me encontraba arrodillada con las piernas parcialmente abiertas y con Garret tras de mí. Apartó mi cabello a un lado para besar mi cuello y acariciar mis senos deseosos de atención. Quise ser recíproca y devolverle las caricias, pero él frustró mi intento cuando unió nuestros cuerpos una vez más.

Solo tengo algo que decir al respecto: glorioso.

Nunca lo habíamos hecho en esa posición antes, lo cual me sorprendió y encantó a partes iguales. Al principio las embestidas fueron lentas, suaves, casi tiernas, pero cuando aumentó la velocidad y lo remató llevando una de su mano a mi botón de placer para estimularlo, tuvo que usar su mano libre para cubrir mi boca. Mis gemidos eran amortiguados contra su mano, y no fue mala idea, porque de no haberlo hecho habría despertado a todos en la casa y parte del resto de la isla. Escuchaba con claridad cómo jadeaba en mi oído y de tanto en tanto me mordía, sin mucha fuerza, en el cuello.

No requerimos de mucho tiempo más para llegar al tan ansiado orgasmo al mismo tiempo. Tardé un par de minutos en recuperarme, y por lo visto él también, ya que me destapó la boca y posó su cabeza sobre mi hombro hasta que su respiración se normalizó.

—Dios —suspiré, mientras acariciaba el cabello de mi amado.

—Sí, Dios —murmuró, reincorporándose.

Me incliné hacia atrás y esta vez fui yo quien posó su cabeza sobre el hombro del otro. Me sonrojé ante la idea que cruzó mi cabeza en ese instante, pero eso no me impidió formular la pregunta:

—¿Quieres repetir?

—¿Para qué preguntas si ya sabes la respuesta?

(…)

La semana de vacaciones en Atlantic Beach culminó.

Fueron días interesantes, en todos los aspectos, y en especial después de la pedida de matrimonio. Ahora la familia Harriet tiene nuevas anécdotas que recordar en Navidad, la mayoría tienen que ver con lo desastrosos que son Evan y Garret.

Cuando llegamos al puerto de Heaven Gold City al atardecer, ya nuestros respectivos autos nos estaban esperando, al parecer contrataron a un personal para ello, no le di mayor importancia. Habíamos terminado de colocar nuestro equipaje en los maleteros cuando iniciamos una divertida charla grupal, de las que posiblemente no volveríamos a mantener hasta que nos fuéramos de viaje a California.

—Bueno —suspiró Regina—, de vuelta a la rutina. Trabajo, nuevos negocios, trabajo, nuevos socios, trabajo, lidiar con los inútiles de mis hijos, más trabajo…

—Bueno, bueno —intervino Eduard—, no exageres, cariño. Solo son unas mini vacaciones concluidas y es hora de volver a casa.

—¿Ahora que el tío Garret y la tía Lori se van a casar, ya no iremos a California? —preguntó Jessie.

—Claro que iremos, Jess —aseguró mi futuro esposo, abrazándome de lado—. Aún quedan dos meses de vacaciones y nosotros necesitaremos tiempo para planear la boda.

—Suerte con eso —rió Lily—. Planear una boda es uno de los trabajos más duros y exhaustivos que hay, los compadezco.

—Para ahorrarse ese trabajo les recomiendo que no sean como Lily y contraten los servicios de una planeadora de bodas para que no se vuelvan locos —propuso Ev.

—Yo no me volví loca —rebatió Lils.

—Sí, claro —dijo con una buena dosis de sarcasmo—. Y el tic en el ojo que tuviste durante toda la luna de miel fue pura coincidencia.

Nos costó muchísimo a todos no reírnos de este comentario. La castaña no le dio mucha importancia a esto y se acercó a nosotros para envolvernos entre sus brazos.
—Estoy muy contenta por ustedes, ya era hora de boda —rompió el abrazo, sonriendo como solo ella sabe hacerlo—. Los voy a ayudar con los preparativos tanto como mi salud mental me lo permita.

—Hablando de los preparativos —mi prometido me lanzó una mirada cómplice—, quiero encargarme yo de todo.

—¿En serio? —pregunté.

—Sí, mi gen preparador de sorpresas me impulsa a hacerlo y siempre son las novias las que se vuelven locas con esto, por una vez que lo haga el novio no se va a acabar el mundo. Quiero que lo disfrutes. Que busques tu vestido de novia, elijas el lugar y esos detalles, yo me encargo del trabajo pesado.

¿Acaso este hombre puede ser más perfecto de lo que ya es?

—¿Qué dices? —me sonrió.

—Me encanta la idea —le devolví la sonrisa.

—En ese caso que te ayude tu hermano, yo me voy de spa con Lori —dijo Lils, haciéndonos reír por segunda vez.

Luego de eso nos felicitaron por enésima vez por nuestro compromiso —como si el montón de veces que lo hicieron en la isla no fueran suficientes— y procedimos a despedirnos y cada tercio de la familia abordó su respectivo auto.

El trayecto desde el puerto hasta casa era un tanto largo, pero no me importó mucho, al contrario, me dispuse a disfrutar de la increíble vista que me proporcionó el ocaso del otro lado de la ventanilla. Garret manejaba tranquilamente y Mat estaba entretenido en el asiento trasero con su tablet. Yo por mi parte centré mi vista en el reluciente anillo que brillaba en mi dedo anular. Mi Expreso me confesó que la gema es un zafiro y que lo eligió porque, según él, le recordó mi hermosa sencillez y el azul de mis ojos.

—Estoy comenzando a pensar que estás más enamorada de ese anillo que de mí —comentó de pronto él, justo cuando creía que no me estaba prestando atención.

—Es imposible que ame algo más que a ti.

Tomé su mano libre, entrelazando nuestros dedos. Él no tardó mucho en llevar mi mano a sus labios para besar el dorso de la misma.

—Me encanta que estés tan emocionada.

—¿Cómo no estarlo? —sonreí—. Vamos a ser una familia oficial. Tú y yo nos vamos a casar, vas a adoptar a Mat y luego haremos lo mismo con Marjorie. Sobran los motivos para estar emocionada.

—¿Marjorie? —preguntó Mateo, que hasta el momento no nos estaba prestando atención, o al menos eso creí.

Garret y yo compartimos una mirada de pánico, habíamos olvidado por completo mencionarle a nuestro hijo que pronto no será el único niño de la familia Harriet Plus. Mi futuro marido dejó escapar un suspiro y estacionó el auto a un lado de la carretera. Desabrochamos nuestros cinturones y nos dispusimos a pasar al asiento trasero para sentarnos cada uno a un lado del niño.

Mat lucía una mueca de curiosidad y confusión. Su padre y yo por nuestra parte tragamos saliva un par de veces, ninguno sabía cómo darle inicio a una conversación tan importante.

—Campeón…emm…verás —Garret se aclaró la garganta—. Recuerdas a Marjorie, ¿verdad?

—Sí, es la alumna favorita de mamá. La conocí el día de la inauguración de la academia.

—Sí, ella —carraspeó—. Emm…sabes que es huérfana.

—Anjá —asintió el niño.

—Pues…emm… —me lanzó una mirada de socorro, al parecer no tenía ni la más mínima idea de cómo continuar y creí conveniente echarle una mano.

—Mat, ¿qué pasaría si te dijera que vas a tener un hermanito? —pregunté, dándole otro enfoque a la conversación.

—¿Van a tener un bebé? —preguntó, ensanchando los ojos.

—¡No! —dijimos Gary y yo al unísono—. No, mi vida —proseguí—, solo nos gustaría saber qué te parece la idea.

—Pues…no lo sé —musitó, pensativo—. Nunca había pensado en eso.

—Pues…¿qué piensas ahora? —indagó mi Expreso.

—Aún no sé —se encogió de hombros—. Pero, ¿por qué lo preguntan? ¿Y qué tiene que ver Marjorie con esto?

Niño listo.

—Verás, principito —froté las palmas de mis manos contra mi falda, me estaban sudando—. Tú papá y yo…queremos…adoptar a Marjorie.

—Eso la convertiría en tu hermana menor —continuó mi castaño raro—. Y queremos saber qué te parece la idea.

Mateo no respondió, al contrario, se quedó estático y pensativo, mirando a la nada durante un minuto que se nos hizo eterno. Garret y yo intercambiábamos miradas entre nosotros y luego lo mirábamos, pero seguía con la misma expresión indescifrable incluso para mí.

—¿Campeón? ¿Estás bien?

—Sí, solo estaba pensando —musitó el rubito—. En Marjorie.

—¿Y en qué pensabas exactamente? —acaricié su cabello.

—En que ella no tiene familia y no puede caminar. Y en lo triste que se puso cuando nos vio a todos los Harriet juntos, dijo que desearía tener una familia así —su vocecita estaba cargada de empatía—. Entonces, vamos a ser su familia ahora y estará feliz.

—Pues sí, cariño. Pero queremos saber qué piensas tú, cómo te sientes al saber que ella será tu hermana. ¿Bien? ¿Mal? ¿Confuso? ¿Molesto? ¿Celoso?

—Bueno… —alargó la E como de costumbre—. Me siento…feliz.

¿Feliz?

¿¡Dijo feliz!?

—¿¡Feliz!? —exclamamos Garret y yo al mismo tiempo.

—Sí —sonrió nuestro niño—. Nunca había pensado en tener hermanos, pero de seguro es muy lindo. Marjorie me cae muy bien y si ustedes la adoptan, tendrá la familia que siempre quiso, y se pondrá muy feliz. Quiero que esté feliz. Además, será divertido tener una hermana que ya está grande, así podremos jugar juntos siempre —su sonrisita se ensanchó aún más—. ¡Podremos irnos juntos de vacaciones! ¡Jugar con Brave en el jardín! —ahogó un gritito—. ¡Quizás le gusten mis cómics! Y si no, no importa, encontraremos algo nuevo que nos guste a los dos. ¡Será genial!

Garret y yo compartimos miradas y suspiros de alivio. Me llevé una mano al pecho, sintiendo mi corazón latir a un ritmo más pausado. Mateo acababa de quitarme un peso enorme de encima y disipó uno de mis mayores miedos.

—No tienes idea de lo felices que nos haces, campeón —sonrió mi Expreso a la vez que le agitaba el cabello—. Nos daba miedo que te enojaras o te pusieras celoso.

—¿Celoso? —frunció el ceño—. ¿Por qué me pondría celoso?

—Porque eres hijo único y a veces a los hijos únicos les cuesta compartir la atención de los padres cuando llegan hermanos.

—Pero no estoy celoso —negó con la cabeza—. Me gusta eso de ser el hermano mayor.

—Serás el mejor de los hermanos mayores, ya verás.

—Sí, ya muero porque mamá nos llame inútiles, por prohibirle a nuestras futuras sobrinas que tengan novio hasta los treintas y por compartir algo en lo que los dos seamos un desastre.

—Pero los hermanos no hacen solo eso, campeón —cuestionó Garret.

—¿Ah no? Eso es lo que hacen tú y el tío Evan todo el tiempo.

Me costó de sobremanera reprimir la carcajada, pero finalmente acabé dejándola escapar. Es cierto, los hermanos no hacen solo eso, pero ese es el ejemplo que le ha dado el único par de hermanos de la familia.

—Ok, pero tú y Marjorie no sigan nuestro ejemplo, por favor.

—Tranquilo, papá. No quiero traumarla.

—De los traumas ya se encargará tu papá cuando haga explotar otra cafetera —bromeé y gracias eso desaté un mar de carcajadas por parte de mi hijo.

—¿Me van a molestar con eso el resto del mes o qué? —se quejó el aludido, cruzándose de brazos y rodando los ojos.

—Claro que sí, papá —rió nuestro niño—. Esta será una de esas historias que recordaremos en cada Navidad.

Continuamos riendo a carcajada limpia hasta que al pobre Gary no le quedó más remedio que unírsenos. Cuando nos comenzó a doler el abdomen de tanto reír, decidimos parar y Mat nos interrogó acerca de cuándo Marjie iría a casa con nosotros, si ya sabía que la vamos a adoptar y si podía ir a verla. No podíamos estar más felices con su reacción respecto al tema. No esperábamos que se lo tomara así de bien y resultó estar más emocionado que nadie más con la llegada de su hermana, así que el resto del trayecto en auto estuvo colmado de sonrisas y chillidos de emoción por todo lo bueno que nos ha ocurrido en la última semana.

Para cuando estacionamos el coche frente a la entrada de la mansión, ya había oscurecido por completo. Estábamos demasiado cansados por el viaje como para sacar las maletas, así que nos limitamos a tomarnos de las manos para ingresar a nuestro hogar.

Al traspasar el umbral de la puerta, una profunda penumbra nos absorbió. Todas y cada una de las luces estaban apagadas y apenas se filtraba un poco del exterior para poder divisar nuestros rostros.

—Qué raro —cuestionó Mat—. ¿Vivi y el chef no están en casa?

—Les di la semana libre mientras estuvimos de vacaciones, seguramente no han llegado aún y por eso todo está apagado —explicó Garret.

Recordaba dónde estaba ubicado el interruptor del recibidor en el que nos encontrábamos y comencé a tantear la pared tras de mí hasta dar con él. Cuando mis dedos lo hallaron, lo accioné, pero la luz no se hizo presente. Lo intenté un par de veces más, pero nada.

—Al parecer es un apa…

No terminé de formular la oración. Una fuerte mano me cubrió la boca y sentí la fría y punzante punta de un cuchillo o navaja pinchándome a un costado de mi abdomen. Entré en pánico en una fracción de segundo y divisé ese mismo temor en los ojos de mi novio e hijo cuando voltearon en mi dirección.

¡No! ¡No puede ser!

—¿Me extrañaron? —la siniestra voz de Roy se coló en mis oídos, estremeciendo todas y cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo—. Se suponía que nos veríamos mañana en mi juicio, pero no podía esperar más para verlos.

Garret actuó casi mecánicamente al agarrar a Mat y resguardarlo tras de sí. Yo por mi parte tenía la mente en blanco, aturdida por el miedo. No pensé en cómo carajo Roy logró escaparse de la penitenciaría ni cómo logró colarse en nuestra casa, solo pensaba en que estábamos en una situación muy difícil y me aterraba la idea de que saliéramos lastimados.

—Roy, cálmate —dijo Garret, en el tono más pausado y cauteloso que encontró—. Podemos solucionar esto sin recurrir a la violencia. Suelta a Lorraine y…

—¿¡Quién te crees que eres para darme órdenes!? —gruñó—. Lorraine es mía —dicho esto procedió pasear su asquerosa lengua por una de mis mejillas— y si creíste que tú o quien sea podía arrebatármela, eres más imbécil de lo que creí.

—¡Suelta a mi mamá! —exigió Mat, lloroso, pero decidido.

—Casi me olvidaba de ti, mocoso —rió con una jocosidad perturbadora—. Tú tampoco eres quién para darme órdenes y hoy, justo antes de llevármela, ustedes dos van a pagar por separarla de mí.

¿Pagar?

¡No! ¡Ni hablar!

Me encontraba en una situación comprometedora, en la que en cualquier paso en falso podría salir herida, pero no lo pensé demasiado cuando mordí con todas mis fuerzas la mano de mi captor y cuando, a causa del dolor que le provoqué, separó lo suficiente el objeto punzo-cortante de mi piel, flexioné hacia atrás mi pierna, pateándolo en su zona íntima. Escuché su gruñido de dolor y el sonido metálico de algo cayendo al piso y sin pensarlo dos veces corrí a los brazos de Garret.

—¡CORRE, MAT! ¡CORRE Y ESCÓNDETE!

Nunca creí que tendría que volver a ordenarle eso a mi hijo y me sentía como una auténtica basura, pero yo lo condené a esto cuando me casé con el hombre equivocado y desgraciadamente Roy sigue siendo un mal karma del que no podemos escapar.

Escuché los pasos de Mateo alejándose y perdiéndose en la negrura de la casa cuando Garret me tomó de los brazos y me lanzó a un lado. Me empujó con algo de fuerza, por lo que acabé cayendo al suelo y me golpeé la cabeza contra una pared. El impacto me aturdió un tanto y mi vista se nubló. A duras penas logré enfocar mi visión para darme cuenta de que Garret me lanzó así porque Roy iba a arremeter contra mí y en este instante se estaban enfrentando en un duelo de puños.

Me levanté con algo de dificultad, aún estaba aturdida y sentí un ligero escozor en la zona izquierda de mi frente, pero no le di importancia. Lo único que podía hacer era contemplar la violenta escena que se desarrollaba frente a mí, llorando y emitiendo gritos ahogados cuando Roy golpeaba demasiado fuerte a Garret.

—¡LORI, CORRE Y VE POR MAT! —me ordenó él cuando logró mantener un poco a raya a Roy, agarrándolo del cuello de la camisa.

Dudé por un instante, no podía dejarlo peleando con ese monstruo. Roy sería capaz de cualquier cosa con tal de llevarme con él.

—¡NUESTRO HIJO ES MÁS IMPORTANTE! ¡ESTARÉ BIEN! ¡CORRE!

Asentí con efusividad y miedo antes de tantear la pared con la que me golpeé y darme cuenta que esta era parte del arco por donde Mateo se escabulló poco antes. Eché a correr en cuanto estuve segura de dónde pisaría —la oscuridad era más densa por ese camino— y vi que Garret le había propinado un puñetazo lo suficientemente fuerte al intruso como para tirarlo al suelo. Miré sobre mi hombro cuando ya había avanzado un par de metros para asegurarme de que mi prometido estaba bien y lo vi corriendo detrás de mí…pero él no era el único que corría. Roy, no sé en qué momento, se reincorporó y en su mano llevaba el cuchillo que antes se le cayó, la hoja del mismo brillaba al reflejarse en ella la luz exterior y supe lo que haría.

—¡GARRET, CUIDADO!

Pero mi aviso no sirvió de absolutamente nada, más bien lo empeoré.

Ante mi grito, él se volteó para esquivar a Roy, pero en lugar de recibir la puñalada en la espalda, la recibió en el abdomen. Paré en seco. Escuché fuerte y claro el sonido del cuchillo penetrando su piel, el jadeo de dolor que emitió y el gruñido de rabia de su atacante. Vi en cámara lenta cómo el amor de mi vida caía al suelo, herido. Quise protegerlo, quise ser fuerte ante Roy por primera vez en mi vida y al retroceder un paso choqué con algo, un jarrón, y supe qué hacer con él. Mi exmarido ya tenía claras intenciones de lanzarse al suelo para apuñalarlo de nuevo, pero frustré su intento al romper la pieza de alfarería en su cabeza.

Lo que pasó después se reprodujo de forma muy confusa en mi cabeza. Solo sé que Roy cayó al suelo en un ruido sordo, pero no estaba inconsciente del todo. Pero él me importaba muy poco, quien en realidad me preocupaba era Garret y me lancé al suelo a su lado para auxiliarlo. Tenía la mano presionada con fuerza donde estaba ubicada la hendidura de la herida. Estaba perdiendo mucha sangre, demasiada, y respiraba con cierta dificultad. Rasgué un trozo de mi falda y lo convertí en un ovillo para presionarlo contra la herida y poder detener la hemorragia.

—Lo siento tanto, mi amor —sollocé, me destrozaba verlo así, a punto de perder el conocimiento y con esa gran cantidad de sangre brotando de su abdomen.

—E-estoy bien. Solo… —balbuceaba, tratando de mantener los ojos abiertos.

—No hables. No gastes energía, por favor. Mantente despierto y quédate conmigo.

Justo cuando creí que todo estaba perdido, el potente sonido de una sirena y las luces intermitentes de colores rojos y azules hicieron acto de presencia. La policía. Volteé en dirección a donde vi caer a Roy después de que atenté contra él, pero el muy hijo de puta se había esfumado, solo esperaba que los policías lo atraparan huyendo.

Lo que ocurrió en los siguientes minutos lo recuerdo como una secuencia de imágenes dispersas que parecían sacadas más de una película que de mi realidad. Policías irrumpiendo en la casa, paramédicos cargando a Garret para acostarlo en una camilla, un oficial cargando a Mat luego de encontrarlo, patrullas, sirenas, llanto, desesperación…

Mateo y yo llorando desconsoladamente en el asiento trasero de una de las tantas patrullas, el hospital, Garret inconsciente ingresando en un salón de operaciones, yo negándome a ser revisada por la herida que aparentemente tenía en la frente, una doctora examinando que todo estuviese en orden con Mat, la sala de espera…

Policías pidiéndome una declaración que no estaba en condiciones de dar, Evan y Lily llegando, personal médico entrando y saliendo apresuradamente del quirófano, Mateo llorando sin control en los brazos de Lils…

Todo pasó tan rápido y a la vez tan lento. No podía pensar en otra cosa que no fuera en Garret, mi Garret, luchando por su vida en una operación y yo sin tener noticias de él, sin saber si era grave o estaba fuera de peligro. Llorando, lamentándome, culpándome por todo lo sucedido y rezando porque mi amor venciera la batalla.

Poco después llegaron Eduard y Regina, ambos portando las mismas expresiones de preocupación y angustia que el resto de nosotros.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Eduard, al llegar hasta nosotros.

No supe qué responderle. ¿Qué podía decirle? ¿Que su hijo estaba entre la vida y la muerte por las puñaladas del psicópata de mi exesposo? ¿Que se sacrificó para protegerme?

—Fue Roy, él…él escapó y se metió en nuestra casa y…apuñaló a Garret… —comencé a sollozar—. Lo siento tanto, yo no quería…

—¿Lo sientes? ¿¡Lo sientes!? —inquirió Regina, el dolor y la furia bailaban al mismo compás en sus ojos oscuros mientras se acercaba más a mí—. ¡Mi hijo está en un quirófano por una puñalada que ese animal le dio, ¿y tú crees que un lo siento lo resolverá?!

—Regina, yo no quería que esto suce…

—¡Cállate! —me interrumpió, con lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Siempre me diste mala espina, desde que Garret puso sus ojos en ti y nunca supe por qué. Pero lo dejé pasar y te acepté porque mi hijo te ama. ¡Pero mira a dónde lo llevó ese amor! ¡A un maldito quirófano, Lorraine!

Me limité a llorar con más intensidad, ¿qué más podía hacer? Regina tenía toda la razón. Tenía motivos para estar enojada conmigo, para verme como la peor escoria del mundo y no tenía moral para contradecirla.

—Si mi hijo muere, si a mi hijo le pasa algo peor ahí dentro, tendrás ese maldito peso en tu consciencia por el resto de tu vida. Porque todo esto es tu culpa, Lorraine. Sea lo que sea que le pase a Garret, ¡será tu culpa!

—¡Regina, basta! —intervino Eduard—. No es el momento ni el lugar para esto. Mateo está aquí.

Ella le lanzó una mirada fugaz al niño y fue como si todo su enojo se desvaneciera en un instante. Había comenzado a llorar como no la había visto hacerlo nunca cuando una de los tantos médicos que estaban en el quirófano salió del mismo presurosamente.

—¿Son los familiares de Garret Harriet?

—Sí, lo somos —afirmó Eduard—. ¿Cómo está mi hijo, doctora?

—El pronóstico es reservado, pero puedo decirles que ha perdido muchísima sangre y por desgracia no contamos con una reserva de su grupo sanguíneo. Necesitamos que alguno de ustedes que comparta el mismo tipo de sangre le done de ser posible, su vida depende de ello.

—Yo —Evan dio un paso al frente—. Soy su hermano y tenemos el mismo tipo de sangre. De hecho, él me donó a mí en una intervención quirúrgica hace un año, así que no debe haber problema.

—Perfecto. Acompáñeme, por favor.

Evan y la doctora se esfumaron por uno de los pasillos adyacentes en un santiamén. Regina por su parte pasó por mi lado para acercarse a las puertas corredizas que conducían al salón de operaciones y formó una mueca al hacerlo, me hizo sentir que mi sola presencia la asqueaba; y no podía juzgarla. Eduard se dio cuenta de ello y nos hizo una seña a mí y a Lily para que nos juntáramos con él en una esquina. Lils dejó a Mat tranquilo sentado en la silla que ocupaba desde que llegamos y me siguió en dirección a nuestro suegro.

—Lorraine, no te tomes en serio nada de lo que dijo Regina. La conozco y sé que lo dijo de dientes para fuera. Solo está preocupada y dolida y necesita culpar a alguien.

—Y lo hizo con la persona correcta —lo corté—. Es mi culpa.

—No digas eso —murmuró Lils, abrazándome de lado.

—Esto no es tu culpa —insistió él—. Pero lo mejor será que te vayas. No te preocupes, Regina, Evan y yo estaremos aquí y te mantendremos al pendiente. Ahora necesito que tú y Mateo vayan a casa de Lily…

—No —negué con la cabeza—. No quiero poner a nadie más en riesgo. Roy se escapó y dejó muy claro que a quien quiere es a mí, pero no le va a importar lastimar a más personas y no quiero que eso ocurra.

—Estarán a salvo —me aseguró—. Oficiales de la policía las escoltarán y patrullarán la casa para asegurar que estén a salvo, no creo que ese hijo de perra sea tan idiota como para meterse en la boca del lobo. Mañana mismo un servicio de guardaespaldas que contrataré llegarán para protegernos a todos y nada malo va a pasar, lo prometo.

—Pero, Eduard…

—Pero nada. Hasta que Garret se recupere, ustedes son mi responsabilidad y los mantendré a salvo, pero para ello necesito que hagas lo que te digo —volteó hacia Lily—. Todo estará en orden, no te preocupes, pero necesito que…

—No me he negado en ningún momento, Eduard —dijo ella, con una convicción y seguridad que me gustaría poseer en ese momento.

—Gracias, Lils.

(…)

Me encontraba en el baño del que fue mi cuarto cuando vivía en la mansión Harriet Junior. Me estaba lavando las manos que estaban impregnadas de sangre del amor de mi vida. Sangre que fue derramada por mi culpa. Observé mi imagen en el espejo: triste, asustada, abatida, demacrada; eso fue lo que mi reflejo me devolvió. Había un pequeño parche cubriendo la zona herida de mi frente y mi ropa aún estaba manchada de sangre, no importaba cuánto intentara limpiarme, el remordimiento por lo que había ocurrido siempre me perseguiría.

Cuando culminé, cerré la llave del lavabo y sequé mis manos con una toalla. Regresé a la habitación y encontré a mi hijo durmiendo plácidamente sobre su cama, las últimas horas fueron muy duras para él y era obvio que el cansancio lo noquearía. Me sentí como la peor madre del mundo al darme cuenta de que una vez más lo expuse a la violencia y al miedo. Justo cuando estaba siendo un niño feliz, cuando el pasado parecía ser solo eso, pasado, ocurre esto.

Iba a recostarme a su lado cuando mi teléfono comenzó a sonar. Aún no tenía noticias de Garret, así que lo tomé y contesté la llamada sin siquiera molestarme en verificar quién la hacía.

—¿Cómo está Garret?

—Pues, si hice un buen trabajo, muerto.

Casi dejo caer el teléfono de la impresión al escuchar la repulsiva voz del causante de todo esto.

—¿¡Qué quieres!? ¡Joder, ¿qué más quieres de mí?! —gruñí entre dientes.

—Creí que quedó bastante claro que lo que quiero es a ti.

—Estás enfermo.

—Puede que sí, puede que no. El punto es que fui ahí a buscar algo que es mío y no lo tengo conmigo ahora, y sabes que no voy a parar hasta obtenerlo. Ya apuñalé a ese imbécil que te tirabas y no me importará hacer lo mismo con el mocoso de Mateo o con la vieja de tu tía o, aún mejor, con el objetivo que tengo en la mira justo ahora.

Me estremecí al escuchar sus palabras y el miedo caló en mis huesos por esa persona a la que podría hacerle daño también.

—¿¡A-a quién te refieres!?

—Una niña —tragué saliva—. Tengo entendido que es inválida, pero que pronto volverá a caminar. Sería una lástima que le disparara justo en la espina dorsal y, en caso de quedar viva, perdería todas las posibilidades de caminar.

—¡Maldito cabrón! ¡Ni se te ocurra dispararle a Marjorie!

—Si eso quieres, no lo haré, pero quiero algo a cambio. A ti. Esta vez no me interesa el estorbo de tu hijo, solo te quiero a ti. Te espero a las afueras de la ciudad, en la tienda de suministros anexa a una gasolinera. Ven sola y no quiero trucos, nada de la policía de por medio, aunque ya sabes que el departamento policial de tu querida ciudad de ricachones es una basura, si supieras lo fácil que fue escaparme cuando me trasladaban de una prisión a otra —rió con una jocosidad que me resultó asquerosa—. Así que ya sabes, o vienes conmigo o mato uno a uno a cada Harriet. Nos vemos, mi amor —y colgó.

Contuve mis inmensas ganas de gritar por toda la rabia que sentía. La impotencia, el dolor y todos los sentimientos negativos que me abrumaban en ese momento me los tragué y me encaminé hacia el pequeño buró que una solía ser mío. De uno de los cajones saqué papel y un bolígrafo y me dispuse a redactar mi carta de despedida. Gruesas lágrimas mojaron las hojas mientras expresaba en ellas todo el arrepentimiento y pesar que sentía al tener que marcharme así, pero era necesario que lo hiciera. Para cuando terminé, doblé las hojas y la introduje en un sobre junto a mi anillo de compromiso. Es curioso, cada vez que escapo dejo atrás un anillo.

Luego me cambié de ropa —porque por obvias razones no podía irme vistiendo esa ropa ensangrentada— y deposité el sobre en la mesita de noche junto a la que descansaba mi hijo y me senté a su lado en la cama para verlo una última vez antes de abandonarlo.

Lo siento tanto, mi niño —sollocé en voz baja, no quería despertarlo—. Lo intenté. Intenté darte una vida mejor, intenté hacerte feliz, pero para que lo sigas siendo yo debo marcharme, cariño. Soy un veneno que le hace daño a todos los que queremos y no quiero que nadie más salga herido. Te amo, y no creas que te estoy dejando porque quiero hacerlo, lo hago para protegerte —besé su frente—. Voy a volver. Te juro que voy a volver, cuando sea seguro para ti y para todos. Te adoro, mi principito. Cuida a tu papá y a tu hermana por mí, ¿sí?

Con todo el dolor de mi alma y sintiendo que mi corazón se consumía, me obligué a levantarme y alejarme de él antes de que me arrepintiera. Tomé del cajón de la mesita de noche la llave de la habitación y caminé hacia la puerta, conteniéndome para no mirar hacia atrás. Estaba a punto de tomar el pomo de la puerta cuando sentí unos bracitos rodearme la cintura, y me derrumbé.

—No te vayas, mami —sollozó—. Por favor, no te vayas.

—Tengo que hacerlo, cariño mío —me volteé y me agaché para quedar a su altura—. Lo hago para protegerte a ti, a tu papá, a tu hermana y a todos.

—¿Y quién te va a proteger a ti?

—Encontraré el modo de hacerlo sola —sequé sus lágrimas con mis pulgares.

—¿Nos vas a dejar solos a mí y a papá?

—Mateo, por favor, no hagas esto más difícil —sollocé igualmente—. Te amo, pero no puedo quedarme.

Y dicho esto, me levanté y me apresuré para salir de la habitación. Mat me agarró de la falda, tratando de impedirme la salida y gritando que no me fuera, que no lo abandonara. Con todo el dolor de mi corazón, tomé sus bracitos y lo empujé para poder escaparme y tan pronto estuve fuera, cerré la puerta y usé la llave para encerrarlo dentro.

—Mami, déjame salir. ¡No te vayas! ¡No te vayas, mamá! —gritaba a la vez que golpeaba la puerta desde dentro.

—Lo siento, mi niño —apoyé mi frente en la puerta—. Te prometo que voy a volver. Te lo prometo.

Y sin más dilación, corrí por los pasillos antes de que los gritos de Mateo alertaran a alguien de mi huida. Me escabullí entre ciertos atajos que conocía para llegar directamente al gigantesco local que mi cuñado usa como ‘‘museo’’ para sus autos de lujo. No me costó mucho llegar y por suerte recordaba la contraseña que el panel de control exigía para abrir la puerta metálica. Ingresé al local, buscando con la mirada el auto más discreto para una fugitiva como yo. Obvié los Lamborghinis y los Ferraris y casi al final de la larga fila de coches hallé un Audi negro que era perfecto.

Me incorporé en el asiento del piloto y recé porque en la guantera se encontraran las llaves, por suerte para mí allí estaban. Sabía que la parte delantera y trasera de la mansión estaba rodeada de policías que custodiaban por nuestra seguridad, así que, a menos que quisiera una ‘‘divertidísima’’ persecución policial, debía irme por otra ruta. Y por suerte la había, un sendero pequeño y discreto que conecta a la zona de la mansión con una carretera que lleva a la zona costera de la ciudad.

Me reí amargamente de la situación. Todo estaba a mi favor para que pudiera marcharme, era como si el cielo me confirmara que lo mejor para todos era que yo estuviese lejos. Encendí el auto y me dispuse a conducir con cuidado y con las luces apagadas a través del sendero hasta incorporarme en la carretera. Tuve que transitar diferentes rutas hasta dar con la dichosa gasolinera a las afueras de la ciudad, pero la hallé.

Una vez allí, descendí del auto y lo dejé abandonado, tan abandonado como había dejado toda la vida que construí durante todos estos meses. Ingresé a la pequeña tienda de suministros y fingí buscar algún producto en específico, cuando en realidad a quien buscaba era al animal que destruyó mi vida en un par de horas. Lo encontré casi al final de la tienda, junto a un estante de empaques de algodón y otros implementos necesarios para curaciones y kits de primeros auxilios. Llevaba puesta ropa oscura y una gorra, de la cual sobresalían trozos de un vendaje, seguramente tuvo que ponérselo a causa de la herida que le provoqué.

No mediamos palabra, solo me hizo una seña y lo seguí. Nos posicionamos frente a la caja registradora y sacó del interior de su chaqueta tres empaques de algodón, una botella de licor y algunas bolsas de papas fritas. Pagó por todo y salimos al exterior. Rodeamos la tienda de suministros y caminamos unos metros hasta que divisamos un auto rojo, viejo y desgastado, tenía pinta de que nos dejaría varados en medio de la carretera. Roy lanzó todo lo que había comprado sobre el asiento trasero para luego volver conmigo.

—Tomaste la decisión correcta y más acertada, preciosa —su mirada lasciva me recorrió de arriba a abajo y casi me dan arcadas—. Te ves bien.

No dije ni una sola palabra, solo desvié mi vista a cualquier otro sitio que no fuera su maldito rostro.

—¿No vas a hablarme?

—¿No deberíamos irnos ya? Antes de que nos atrapen.

—Nadie nos atrapará —aseguró.

—Yo no estaría tan segura, cuando venía para acá vi un montón de patrullas por todas partes.

—¿Y eso qué? —rió—. Son unos ineptos.

Me limité a exhalar con pesadez y morderme la lengua, respirar el mismo aire que él me daba asco.

—Larguémonos ya.

—¿Por qué tan apurada? —sonrió justo antes de tomarme posesivamente de la cintura para pegarme a su cuerpo—. Podríamos divertir…

No lo dejé culminar la frase. Le propiné un merecido gancho que lo hizo tambalearse un poco y luego lo empujé, haciéndolo caer sentado sobre el cofre de ese intento de auto. Me miró furioso, pero su furia ya no me daba miedo, en lo absoluto.

—Escúchame bien, Roy —comencé a decir, destilando desdén con cada palabra—. El único motivo por el que estoy aquí, es porque no quiero que le sigas haciendo daño a las personas que amo, pero no te confundas, ya no te tengo miedo y las cosas no serán como antes —di un paso más cerca de él—. Si me gritas, te grito —otro paso—. Si me insultas, te insulto —un paso más—. Si me golpeas, te golpeo —ya me encontraba frente a él—. Y si intentas sobrepasarte conmigo —llevé mi mano a su entrepierna y ejercí presión—, despídete de tus huevos.

Y dicho esto, me encaminé hacia la puerta del lado del copiloto, la abrí, me senté en el asiento y comenzaron los primeros segundos del infierno.










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Nuevo capítuloooo!!!

No me maten.

Este cap debieron haberlo leído el 30 de diciembre, pero lo perdí justo cuando acababa de terminar de escribirlo. Si están pendientes de mis mensajes de tablero aquí en Wattpad y en mis anuncios en Instagram, entonces ya lo sabían, por eso les recalco que estén pendientes por esas vías.

Ahora vamos a lo que nos interesa, el cap.

Este fue un cap muuuuyyy difícil de escribir (las dos veces) porque toca desde los temas más lindos hasta los más dolorosos y pues, ya saben, novela mía que se respete tiene un punto de la historia en el que todo se va a la mierda, este es.

Garret y Lori ya pueden adoptar a Marjorie, ¿creen que puedan después de todo lo que ha sucedido?

Garret fue apuñalado, ¿creen que tarde en recuperarse?

Lori se fue con Roy, ¿qué creen al respecto?

Cap dedicado a: Cristinaamanda0 , MariajoseCardenas1 y samyh_98

Besos de Karina Klove 😉

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