CAPÍTULO 43: Más papá que nunca
Garret
Mi pie repiqueteaba insesantemente contra la losa de granito que conformaba el suelo de la extravagante habitación en la que me encontraba. En serio, no encuentro otra palabra para describir una estancia decorada al estilo de una selva y con una tigresa durmiendo plácidamente en una esquina, eso sin contar que la mesa de juntas estaba fabricada con cristal y oro.
Los tres directivos de confianza de Edmund Lancaster se encontraban parloteando y encontrándole todos los contras posibles a los planes de inversión mientras que su jefe se limitaba a girar en su silla, admirando cómo su reloj de oro macizo brillaba cuando algún rayo de sol lo golpeaba. Ciertamente sentía que estaba perdiendo mi tiempo.
—Hermano, ¿todo en orden? —me preguntó en voz baja Ev al notar la tensión que sobrecogía cada célula de mi cuerpo.
—Excepto porque siento que estamos en una junta con mujeres menopáusicas y un niño de kínder, sí, todo en orden.
—Sí, esto está siendo un verdadero asco —gruñó por lo bajo.
—¿Qué hora es?
Verificó la hora en su rolex y me dijo:
—Son las 10:05 a.m.
Santa mierda.
—¿Crees que esto se extienda mucho más?
—Yo tengo tantas ganas de huir como tú, pero debemos estar todos o de lo contrario Mr. Ostentoso se ofenderá y la negociación se irá por el caño. Y créeme, no llevo casi dos horas aquí para irme con las manos vacías.
Del lado contrario de la extensa mesa se encontraban nuestros padres, revisando documentos. Mr. Ostentoso —me gustó el apodo— seguía deslumbrado con el brillo de su reloj y parecía totalmente ajeno a los temas que se estaban tratando en la junta que él mismo solicitó un jodido domingo a las 8:30 a.m.
Pregunta seria. ¿De qué nave espacial se bajó ese tipo?
—Necesito irme, Evan.
—¿Cuál es la prisa?
—Hoy es la final del torneo de fútbol de Mat. Creo que ya me perdí el primer tiempo.
—¿¡Qué!?
El grito que pegó mi hermano no solo me exaltó a mí sino también al resto de los presentes, incluido a Lacaster.
—¿Ocurre algo? —cuestionó papá.
Ev se aclaró la garganta y pensó durante unos segundos qué respusta dar sin lucir apurado ni irritado y mucho menos molesto.
—Tranquilos, no hay problema alguno —contestó, apoyando sus codos sobre la mesa—. Pero me gustaría saber cómo marcha la junta, porque llevamos casi dos horas y no hemos llegado a un acuerdo claro.
—¿Está usted indispuesto, Sr. Evan? —preguntó, casi jocosamente, el rubio extravagante.
—Esa no es la palabra correcta, pero usted, como buen hombre de negocios, estará de acuerdo conmigo en que el tiempo es oro.
—Si tan insatisfecho se siente con la estancia que mantuvo en mi humilde despacho... —pff, humilde— ...puede retirarse junto a sus padres y hermano.
Lo dicho, un jodido niño de kínder.
Mamá y papá nos enviaron miradas de advertencia y me limité a hundirme en mi asiento para no soltar los improperios que la situación amerita.
—No, eso no será necesario —rebatió entre dientes mi hermano, disimulando lo mejor que pudo su enfado.
—Señores Harriet, yo elijo cuidadosa y meticulosamente a cada socio y ustedes no son la excepción. Estas juntas por lo general duran mínimo cuatro horas, así que...
Cuatro horas mis cojo...
Me levanté de golpe, llamando de nuevo la atención.
—Mr. Lancaster, admiro muchísimo su trabajo, sus empresas y el patrimonio que ha construido por su cuenta, habría sido un auténtico placer asociarnos con usted, pero debo ausentarme.
—Garret —me abordó mi madre, aturdida ante mi repentino cambio de actitud.
—Asociándonos con usted habríamos ganado millones, pero yo tengo algo que vale muchísimo más y es un hijo que está jugando su último partido de fútbol sin su amuleto de la suerte apoyándolo desde las gradas. Así que, si me disculpa, procedo a abandonar su ''humilde despacho'' para llegar al menos al final del partido y no decepcionar a mi hijo —me acerqué a él y le tendí mi mano, la cual recibió con un firme apretón—. Un placer negociar con usted.
Salí de allí tan rápido como mis piernas pudieron llevarme. Oí intercambios de opiniones a mis espaldas y era totalmente consciente de que acababa de cagar una importante oportunidad millonaria y, dicho sea de paso, puse en duda el profesionalismo que siempre nos ha caracterizado a los Harriet, pero todo eso importaba muy poco si lo comparaba con el corazón roto que iba a obtener Mat si no llegaba a tiempo a su partido.
Salí a toda velocidad del enorme edificio —jodidos sesenta pisos— de Mr. Ostentoso y cuando iba a encaminarme hacia mi auto un lamborghini blanco se parqueó justo enfrente de mí. Del auto de lujo se bajó un hombre vestido de traje y me dijo:
—El Sr. Lancaster me ordenó que lo llevase de inmediato a su destino —la puerta del lado del copiloto ascendió y ni siquiera me paré a preguntar el porqué de este repentino favor, solo di las gracias, abordé el vehículo y le indiqué la dirección del colegio.
Cuando mi chofer asignado dijo ''de inmediato'', no bromeaba. Conducía con una velocidad y agilidad envidiables y tuvimos bastante suerte para no toparnos con semáforos en rojo. Pero la jodida buena suerte se fue al carajo cuando nos topamos con un atasco, ¡solo a tres cuadras de la escuela! Al parecer hubo un accidente o un desajuste del tránsito, no lo sé; lo que sí sabía era que no podía quedarme allí hasta que se desatascara.
—Al parecer la avenida adyacente también está bloqueada —me informó el chofer al revisar en el pequeño monitor del auto—. No se preocupe, retrocederé y tomaremos una ruta paralela para...
—No hay tiempo —lo interrumpí al ver la hora en mi reloj, si el partido aún no había culminado, entonces no faltaba mucho tampoco—. Le agradezco mucho su servicio, pero me iré por mi cuenta a partir de aquí.
—¿Qué? Señor...
Pero no me detuve a escucharlo, abandoné el auto y me despojé del saco de mi traje, con la carrera que me esperaba y el calor que hacía, lo mejor sería que no tuviese mucha ropa encima que me hiciera sudar.
—¿Garret? ¿Qué haces?
Volteé al ver a mi mamá a pocos metros de mí, con la puerta de su auto abierta y ella apoyada a la misma. Papá estaba en la misma posición en el lado contrario y el auto de mi hermano estaba detrás del suyo.
—¿Qué crees? Voy a apoyar a Mat.
Y dicho esto salí corriendo hacia el colegio. Debía apurar el paso si quería llegar medianamente a tiempo, así que no dudé en sacar al atleta que llevaba dentro para lograrlo. Me aflojé el nudo de la corbata cuando este se tornó molesto y juro que no me deshice también de los zapatos porque el asfalto prometía estar hirviendo. Esas malditas tres cuadras se me hicieron eternas, pero finalmente llegué a la institución.
Burlé al guardia de seguridad que custodiaba la entrada y me pareció que me perseguía, pero no podía darme más igual. Corrí entre los pasillos con la respiración agitada y con el corazón bombeándome a mi millón, no estaba seguro si era por el ejercicio o por la anticipación de saber si había llegado a tiempo o no.
Finalmente llegué al estadio y me percaté al instante del silencio sepulcral que había en la atmósfera, por un momento pensé que ya era muy tarde, pero vi personas en las gradas y supe que no había acabado. Reanudé mi carrera y, a través de la reja que me separaba del campo, noté que solo un jugador de cada equipo estaba en él y que mi hijo era uno de ellos.
¡Joder, un penalti!
Entonces entendí que el silencio se debía a que todos esperaban el tiro de Mat y de seguro sería el decisivo. Y me sentí malditamente culpable cuando caí en cuenta de que él estaba pasando por esa presión sin que yo estuviese allí para apoyarlo.
Me detuve justo a un costado de mi niño y me apoyé en la reja porque, en efecto, mi maratón improvisado me pasó factura y estaba exhausto. Me faltaba el aire, pero aun así tenía el suficiente para gritar:
—¡Hey, Mat!
Inmediatamente su cabecita se giró en dirección y, a pesar de la distancia, pude apreciar su sonrisa. Dijo un ''Llegaste'' sin voz que fui capaz de leer en sus labios y asentí en respuesta. Tomé la bocanada de aire que mis pulmones solicitaban y continué hablando:
—Te preguntarás qué hago aquí tan tarde y medio moribundo, pero te hice una promesa y no pensaba decepcionarte. Sé que debes estar muerto de miedo, es tu primer penalti, pero puedo apostar que será un gol y si no lo es, ni modo, al menos te irás del campo sabiendo que diste lo mejor que podías.
Lo vi secarse una lagrimilla y agitar la cabeza a modo de afirmación.
—Tú puedes, campeón. Y recuerda que, pase lo que pase, estoy orgulloso de ti.
—¿QUIÉN ES EL REY DEL GOLEO? ESE ES MI PRIMO MATEO.
Reí al escuchar las rimas de mi sobrina y miré por encima de mi hombro cómo todos los presentes en las gradas comenzaban a vitorear para animar al niño, entre ellos, claro, mi Vainilla.
Devolví la mirada a mi hijo y alcé mi pulgar para que supiera que todo estaba bien. Me devolvió el gesto y se preparó para patear el balón. Analizó al portero que se encontraba a metros de él, miró el balón y retrocedió un par de pasos antes de impulzarse hacia adelante y patear con todas sus fuerzas.
Todo pasó en cámara lenta y a la vez en cámara rápida. En un segundo veía el balón volando por los aires y al otro un montón de niños invadiendo el campo.
Anotó.
¡Mateo anotó!
—¡Glorioso gol de Mateo Harriet! —la voz del narrador deportivo se filtró a través de los altavoces—. ¡Los Lions ganan la Mini Liga!
—¡Sí, joder! ¡Sí! ¡Ese es mi hijo!
No perdí más el tiempo y me colé por la puerta que conectaba a la reja con la cancha. Corrí sobre el césped para ir a darle un merecido abrazo a mi campeón, pero me detuve a medio camino al ver que todo su equipo lo estaba rodeando y no quise interrumpir su felicidad, así que me limité a quedarme ahí, admirándolo.
Después de un par de abrazos y saludos, se percató de que yo estaba allí y le dijo algo a sus compañeros que no alcancé a escuchar antes de salir corriendo a mi encuentro.
—¡Lo logré! —me gritó mientras aún corría.
—¡Lo lograste! —grité igualmente mientras me arrodillaba sobre una pierna para cuando llegase.
—¡Lo logré! —sonrió.
—¡Lo lograste!
—¡Lo logré! ¡Lo logré! —al fin llegó y tardé medio segundo en abrazarlo e incorporarme mientras lo cargaba—. Lo logré, papá.
Y en ese momento mi mundo entero se congeló.
Olviden todas las veces que me permitió acercarme a él, los primeros abrazos, las primeras veces que me llamó Gary en lugar de ''tú'' o cuando empezó a decirme que me quería; nada, absolutamente nada, podía compararse con lo que acababa de decir.
Me quedé paralizado y en ese corto lapso de tiempo mientras mi pequeño me abrazaba solo era capaz de pensar en lo afortunado que era por ser su papá. Y lo agradecido que me sentía porque comenzara a llamarme así.
Sin que apenas me diera cuenta mis ojos comenzaron a empañarse y algo cálido en mi pecho me incitaba a gritar a los cuatro vientos lo feliz que estaba.
—Sí que lo lograste, campeón —logré decir al darme cuenta de que no le había respondido y, como era de esperar, mi voz estaba quebrada.
—¿Estás llorando? —preguntó al separarse de mí—. ¿Por qué lloras?
—Es que estoy muy contento y muy orgulloso de mi hijo, eso es todo.
—Gracias por llegar en el mejor momento.
—Sabes que jamás te decepcionaría. Llegué tarde, pero llegué.
—No llegaste tarde, llegaste en el momento justo, papá —y volvió a abrazarme.
Ok, no puede soltarme esos ''papá'' de pronto o me va a dar un infarto.
—¡Mamá!
Ante su exclamación, volteé y vi que toda la familia venía en nuestra dirección con Lori a la cabeza. Sonreí al ver que mi hermano y mis padres también venían y que lucían igual de desaliñados que yo, eso quiere decir que corrieron tras de mí y no lo noté.
—¡Felicidades, mi amor! —chilló mi rubia mietras abrazaba al niño con todas sus fuerzas.
—Gracias, mami.
—¡Bien hecho, Mat! —esta vez quien chilló fue mi hermano, casi me desarmo de la risa al verlo agitando los pompones de Jessie.
—¿¡Tío Evan!? ¿¡Abuelos!? —sonrió emocionado al ver que no fui el único que llegó a última hora y no se perdió el partido.
—Vinimos corriendo —informó papá.
—¡Mira lo que tuve que hacer! —gritó mamá msotrándole sus tacones, en los cuales, graciosamente había introducido las manos—. Tuve que quitármelos para correr por toda la calle. ¿¡Sabes lo caliente que estaba el piso!? —Mat tragó saliva y nos lanzó a su madre y a mí miradas de pánico—. Pero valió la pena hacerlo porque lo hiciste increíble —con un ademán mandó a volar ambos tacones y se aproximó al niño para llenarle la cara de besos—, ¡estoy muy orgullosa!
—Muchas gracias, abuela.
—No arruines el momento —gruñó por lo bajo ella, haciéndonos reír al resto.
Luego de que mamá dejara de besuquear las mejillas del campeón, se acercaron a felicitarlos todos los que faltaban por hacerlo. Estábamos en medio de una improvisada danza de la victoria cuando el entrenador llamó a Mateo, al parecer iban a hacer la entrega del trofeo de la liga.
Se me infló el pecho de orgullo cuando le hicieron entrega de la copa a mi hijo y el entrenador lo subió sobre sus hombros para que lo luciera mientras les tomaban una foto a ellos y al resto del equipo juntos.
—Estoy tan orgullosa de él —sonrió Lori, abrazándome de lado.
—Me llamó papá —lo solté, inconscientemente.
—¿¡Qué!? —me miró con los ojos muy abiertos—. ¿¡En serio!?
—Dos veces, pero aún sigo pensando que fue una alucinación, corrí mucho para llegar y tal vez me deshidraté o algo.
—Puedo asegurarte que no fue una alucinación y tampoco estás deshidratado —rió y se inclinó para besarme la mejilla—. Y gracias por llegar, aunque haya sido en el último minuto.
—Decepcionar a nuestro campeón no es una opción bajo ninguna circunstancia, Vainilla.
—¿Y qué hay del socio?
—Lo perdimos.
—¿En serio? —hizo una mueca.
—Sí, él esperaba que mantuviéramos cuatro horas de junta y le dije honestamente que estar con Mat vale más que los millones que nos ofreció, así que me fui. Aunque me asignó un lamborghini con chofer incluido para traerme, así que supongo que al menos le agradó la idea de que antepusiera a Mateo sobre los negocios.
—Pero eso no significa que le interese volver a negociar con ustedes, ¿cierto?
—Me temo que no. Pero no te preocupes, ya habrán más socios y otras propuestas millonarias. E igualmente iremos a California.
—California es lo de menos ahora, lo que importa es que escogí el mejor padre del mundo para Mateo —se inclinó de nuevo, pero en su lugar me besó en los labios—. O bueno, tú nos elegiste a nosotros.
—Eso es cierto —la tomé de la cintura y la posicioné frente a mí—. Te amo.
—Y yo a ti.
Iba a inclinarme para besarnos de nuevo cuando un grito de nuestro rubito nos interrumpió. Nos estaba llamado para nos tomásemos fotos con él y con los otros dos trofeos más pequeños que no sé en qué momento le otorgaron. Le sonreí a mi novia y la tomé de la mano.
—¿A qué estamos esperando?
(...)
—Mat, deja de limpiar tus trofeos. Te los entregaron hoy, así que aún no hay polvo que limpiar.
Vine a su habitación para avisarle que ya era hora de la cena en vista de que cuando traté de comunicarme con él a través del walkie-talkie no me contestó. Estaba maravillado con sus trofeos. El premio a los campeones de la Mini Liga se quedó en la escuela, expuesto en la vitrina junto con otros que ha ganado la institución. Pero a Mateo le entregaron dos más que son solo suyos: uno al mejor goleador y otro al capitán campeón, porque sí, ahora que ya los Lions son un equipo oficial, el entrenador decidió que Mat era el chico ideal para ser el líder.
—Es que este tiene una mota de polvo aquí —se excusó antes de seguir lustrando su premio dorado.
—No tiene nada —me aproximé a él y le quité el trapo que estaba usando—. Si los sigues limpiando, acabarán perdiendo su brillo y no queremos eso, ¿verdad?
—Nop —negó con la cabeza y se sentó sobre su cama, en un punto donde tenía una perfecta vista de sus trofeos—. No esperaba ganar un trofeo hoy.
—¿Ah sí? —me senté a su lado—. ¿Por qué no?
—Porque creía que el único trofeo era la copa de la liga y ganarla iba a ser muy difícil.
—Pero lo lograste.
—Sí y eso es increíble. Pero no creía que yo fuera el mejor goleador ni que me elegirían como capitán del equipo.
—¿Por qué no lo creías? —sobé su espalda—. No ha habido un partido en el que no anotaras al menos un gol y te preocupas mucho por tus compañeros de equipo e hiciste que ganaran la Mini Liga, Mat. ¿No te parece que son suficientes méritos para que te dieran esos trofeos que están allí?
—Sí, creo que sí —devolvió la vista a las estatuillas doradas con detalles verdes—. Es el mejor día de mi vida.
Sonreí al instante. Hace unos meses no se creía capaz de pasar las pruebas para ingresar al equipo y ahora no solo es capitán del mismo, sino que también es campeón de la Mini Liga. Se ha esforzado tanto para llegar a donde está que no puedo sentir otra cosa que no sea orgullo.
—Pues me alegro —le agité el cabello.
—Gracias por apoyarme desde el principio, papá.
Ay, Dios. Otra vez ese revoloteo en el pecho.
Creo que me pasa lo mismo que a mi madre cuando le dicen abuela, solo que a diferencia de ella yo sí me alegro cuando me llaman papá.
—Le pregunté al entrenador si no había un trofeo para el mejor papá o para el papá que más apoya, pero me dijo que de esos no los fabricaban.
Ok, definitivamente él se propuso provocarme un infarto hoy.
—Ven aquí —lo apreté contra mi pecho en mi mejor abrazo de oso—. No necesito un trofeo, ya te tengo a ti y eres el mejor premio que me pudieron haber dado.
—¿En serio? —se separó para sonreírme.
—En serio, hijo —le agité el cabello—. Ahora vamos a cenar, el chef cocinó un platillo tradicional de cada uno de los países que juegan en el mundial de fútbol.
—Alemania juega ahí, ¿verdad?
—Anjá.
—Entonces el chef cocinó reiberknödel, ¿verdad?
—Sí, los cocinó —reí por su efusiva reacción ante el plato alemán—. ¿Ves que al final acabaron gustándote? Incluso aprendiste a pronunciar el nombre.
—Sigo creyendo que al que le puso ese nombre le picaba la lengua, pero son muy ricos.
—Anda vamos —reí y lo cargué—. Sí, sí, ya sé que sabes caminar —dije en cuanto lo vi con intenciones a abrir la boca.
—Yo no he dicho nada —se encogió de hombros y rodeó mi cuello con sus bracitos.
Simplemente me reí por lo bajo y continué caminando hasta llegar al comedor. Una vez allí, Mateo se quedó boquiabierto por la gran cantidad de comida que figuraba sobre la mesa. Y no era para menos, el chef se lució, era todo un festín. Preparó desde platillos entrantes hasta postres y en cada uno colocó una banderilla del país al que correspondían; y no conforme con eso también horneó un pastel que decoró con glaseado y banderillas del color que representa a los Lions.
—¿¡Todo esto es para mí!? —chilló Mat, evidentemente emocionado.
—¡Claro que sí, enano! —respondió el chef a viva voz—. No todos los días se gana un torneo, así que tenemos que celebrar.
Lori y Vivi sostenían unos pompones y los agitaban, por otro lado Brave llevaba una especie de melena y no paraba de corretear tras uno de los balones de Mat.
—Muchas gracias —sonrió mi niño antes de que lo depositara en su asiento. O bueno, en el mío, se lo cederé por hoy—. Es el mejor bufet futbolístico del mundo, chef.
—Merci —agradeció él mientras hacía una reverencia.
—Gracias por todo, a todos —dijo el niño, casi juraría que con los ojos llorosos—. Hoy fue un día increíble y están haciendo que sea aún más increíble.
—Bueno, la idea fue de tus padres, el chef y yo solo lo llevamos a cabo —le informó Vivi.
—Y por eso creo que el mejor equipo del mundo son ustedes.
Lo admito, eso acaba de llegarme al alma.
—Amo a este enano —dijo el chef...¿lloroso?
—¿Está llorando, chef? —preguntó una burlona Lori.
—¿Qué? ¡No! —tomó los bordes inferiores de su delantal y con ellos frotó disimuladamente sus ojos—. Solo me cayó algo de cebolla en el ojo.
—Eso en su idioma significa que está llorando —bromeó Viviane mientras codeaba amistosamente al llorón a su lado.
—Bueno, supongo que ya es hora de que hinquemos el diente —sugirió mi rubia—. El chef lloró para preparar todo esto, así que no podemos desperdiciar ni una migaja.
Entre risas, nos sentamos a la mesa. En vista de que le cedí mi lugar a Mat, yo ocupé el suyo y no me tardé nada en reclamar un reiberknödel antes de que Mateo se los acabara todos. La cena transcurrió con el niño y su madre relatándonos el partido ya que el resto de nosotros no estuvo presente. No pude evitar sonreír al ver la emoción que reinaba en mi hijo, estaba tan feliz, y yo lo estaba también.
Hay algo que voy a agradecer toda la vida, y es que Lorraine haya llegado a mi vida con él incluido. Hace poco menos de un año no creía que ese pequeñín triste porque no tenía un papá que le deseara un buen día antes de ir a clases por primera vez se convertiría en una pieza tan importante en el rompecabezas de mi vida.
Sí, volvió mi lado poético.
Pero el punto no es si estoy siendo poético o no. El punto es que hoy mi hijo comenzó a llamarme papá y no hay sentimiento en el mundo más abrasador y poderoso que ese. Lo adoro, siempre lo he hecho. Y mientras viva voy a dar todo de mí para que siga siendo tan feliz como lo está ahora.
—Campeón.
—Dime —me miró mientras masticaba, se había adueñado de la bandeja de reiberknödel.
—¿Alguna vez has ido a Atlantic Beach?
—¿No es esa la isla de las siete playas del paraíso? —preguntó, impresionado—. ¿Donde hay balnearios con delfines?
—Justo esa. Mis padres, Evan y yo tenemos que ir porque resulta que Mr. Ostentoso sí quiere asociarse con nosotros después de todo y ya que tenemos una casa de verano allí... —le lancé una mirada cómplice a mi novia— se nos ocurrió la idea de pasar unas cortas vacaciones allí antes de ir a California. ¿Qué dicen?
—¿¡Que qué digo!? ¡Síii! —chilló mi campeón.
—Por mí está genial —me sonrió Lo—. Siempre quise conocer Atlantic Beach.
—Entonces pueden ir empacando, nos vamos la semana que viene.
(...)
Toda la vida he escuchado a padres quejarse de que las vacaciones escolares son una pesadilla porque sus hijos parecían tener el triple de energía para gastar, incluso Evan se ha quejado de Jessie; pero nunca creí que tuviesen tanta razón.
Amo a mi hijo, en serio lo hago. Pero creo que está poseído por algún demonio o adquirió superpoderes porque no encuentro otra explicación lógica que justifique lo mucho que ha corrido, jugado, nadado, comido y brincado en las últimas veinticuatro horas. Salió de vacaciones apenas ayer. ¡Ayer!
—Muero porque nos vayamos de una vez a Atlantic Beach —exhaló mi hermano del otro lado de la línea.
—Te acompaño en el sentimiento.
Vine a mi despacho para ocultarme de Mateo y llevo al menos veinte minutos manteniendo una conversación con mi hermano que básicamente consiste en quejarnos de lo cansados que estamos desde que nuestros demonios, digo, nuestros hijos, están de vacaciones.
—Jessie me puso cara de perrito en adopción hasta que accedí a comprarle un castillo inflable. Creí que eso la mantendría entretenida por un rato, pero lo que no pensé fue que me obligaría a saltar con ella y encima disfrazado de hada de los dientes porque, adivina qué, la enana perdió dos dientes.
Iba a reírme, pero estuve toda la mañana jugando fútbol con Mat y aún me duelen partes del cuerpo que no sabía que tenía.
—¿Cómo Lily y Lori se las arreglaron para lidiar con ellos durante los últimos seis años? Hay que darle un premio a esas mujeres.
—Las madres pueden con todo, esa es la única respuesta que me viene a la mente.
Estaba por decirle que concordaba con él cuando escuché en el fondo la voz de Jessie demandando la presencia de su padre.
—Estés donde estés, ocúltate —lo aconsejé.
—Estoy escondido en el cuarto de lavado, detrás de una lavadora —susurró—. Desde que vivo aquí jamás había entrado a esta habitación.
—Espero que no te encuentre —reí por lo bajo, pero mi risa se esfumó cuando la puerta se abrió, dejando ver una cabellera rubia y unos ojos azules que lograron traumatizarme en menos de un día—. A mí ya me encontraron.
—Mi más sentido pésame, hermano.
—Y que Dios te acompañe a ti.
—Amén —rió—. Hablamos luego, si es que logras sobrevivir.
—Hasta mi funeral —reí y colgué.
Le dediqué mi mejor risa cansada al niño y abandoné mi buró para ver qué juego se traía entre manos esta vez.
—Hola, campeón.
—Hola, Gary.
¡Detengan el planeta!
¿Acaso me llamó...¡Gary!?
—¿C-cómo me llamaste? —inquirí aún aturdido mientras me arrodillaba sobre una pierna.
—Gary —respondió con simpleza.
Ay no, joder, ¿qué hice mal?
—¿Y por qué me estás llamando así de nuevo?
Frunció los labios y comenzó a jugar con sus manitas, como si estuviese avergonzado. Por un momento ese gesto tímido me recordó a Marjorie.
—Es que... —musitó y alzó la mirada— me di cuenta de que empecé a llamarte papá de pronto y no te pregunté si te gustaba que te llamara así. No quiero incomodarte.
Necesito una vacuna para no morir de ternura.
—¿Sabes qué me incomoda? Que mi hijo haya comenzado a llamarme papá, haciédome el hombre más feliz del universo, y que de la nada haya vuelto a llamarme por el apodo que tanto detesto.
—¿Entonces te gusta que te llame papá?
—¡Claro que me gusta! Eres mi hijo —lo rodeé con mis brazos, aprisionándolo contra mi pecho—. Véngache pa' acá.
—¿Podemos celebrarlo jugando, papá?
—Ni se te ocurra —le dije en tono de advertencia y eso lo hizo reír—. ¿Qué tal si vamos a la sala de cine a ver un maratón de películas de Spiderman?
—¡Sí! —chilló, con ojitos centelleantes—. ¡Vamos, vamos! —y salió despavorido de la habitación, pero tres segundos después regresó, asomándose por la puerta—. ¿A qué esperas, papá?
—Tengo 30 años, Mat —me levanté—. No puedo seguirte el ritmo siempre.
—Oh, cierto, eres un anciano —ingresó a la habitación y me tomó de la mano—. Vamos, abuelito.
—Muy gracioso.
—¿Necesitas tu bastón? —bromeó mientras caminábamos a paso de tortuga.
—Ja. Ja.
—La espalda debe estar matándote.
—Ok, basta —lo tomé en brazos y lo deposité sobre mis hombros—. Casi una decena de películas nos esperan.
—¡Síii!
Pasado un rato, nos encontrábamos viendo la primera peli de Spiderman protagonizada por Tobey Maguire junto a tres botes enormes de palomitas acarameladas y suficientes gaseosas como para hacer un par de pausas para ir al baño. Realmente disfrutaba muchísimo las tardes de cine con Mat, me importaba muy poco si siempre veíamos las mismas películas o si nunca acabábamos el maratón y debíamos empezar desde el principio en la próxima ocasión. El caso es que amo pasar tiempo con mi hijo sin acabar medio moribundo en medio del jardín con Brave dándome respiración boca a boca perruna.
Íbamos por los primeros quince minutos de la cuarta película del maratón cuando noté que mi pequeñín se había ido de paseo con Sandman. Reí por lo bajo y me dispuse a cargarlo para llevarlo a su habitación; conociéndolo, estaría dormido hasta la hora de la cena. Me creó un mini shock salir de la sala de cine y toparme con que ya estaba anocheciendo, es cierto eso que dicen que el tiempo pasa volando cuando lo estás pasando bien.
Llevé a Mateo a su cuarto y lo deposité sobre su cama para luego despojarlo de sus zapatos. Esta siesta suya no sería muy larga ya que dentro una hora aproximadamente debíamos cenar, pero aun así lo dejé descansar en santa paz.
Me dirigí hacia mi habitación con la intención de darme un relajante y merecido baño, pero al ingresar a la estancia percibí al instante que algo no anadaba bien. En el balcón, apoyada en la barandilla del mismo, se encontraba mi Vainilla y, por sus sutiles movimientos, llegué a la conclusión de que estaba sollozando.
Mis alarmas se activaron en un nanosegundo.
Desde la reaparición de Roy ha estado muy tensa y alerta aunque trata de ocultarlo. Sus responsabilidades en la academia la han mantenido centrada y el éxito que obviamente está teniendo la distrae, pero cada vez falta menos para que se efectúe el juicio criminal en contra de esa lacra y tener que enfrentarse a él una vez más debe estarle despertando ciertos traumas que creía dormidos.
Con grandes zancadas caminé hacia ella y la abracé por la espalda a la vez que depositaba un montón de besitos en su cabeza.
—Mi amor, ¿estás bien?
—Sí —su voz sonaba ahogada—. Yo sí.
Esa respuesta, lejos de calmarme, me alarmó el doble. Me posicioné a su lado sin guardar mucha distancia. Inclusive de perfil era obvio que había llorado bastante, quizás desde hace un buen rato.
—¿Qué ocurrió?
Suspiró.
—Llamé a Abigail para saber de Marjorie, no sé nada de ella desde la última lección que le di a los niños y quería saber si todo estaba en orden —se le escapó un sollozo más—. Resulta que recién hoy hicieron una especie de fiesta de despedida para unas niñas que adoptaron y que ya se van a sus nuevos hogares mañana y...Marjorie había sido compañera de habitación de todas ellas y...se puso muy mal.
Dejé escapar un suspiro de derrota. Solo de imaginarme de nuevo a Marjie sufriendo por no ser adoptada, se me encoge el corazón.
—Sí, imagino cómo está. Antes solo se mostraba triste, pero desde hace un tiempo la exterioriza con ataques de llanto que le romperían el corazón a cualquiera.
—¿Cómo sabes eso? —cuestionó, confusa.
—He ido a verla un par de veces y en una ocasión la vi atravesando uno de esos ataques. Consolarla fue difícil.
—No sabía que habías ido al orfanato sin mí —comentó.
—Antes no, comencé a hacerlo luego de regresar de Alemania. Me di cuenta de que la había extrañado casi tanto como a ti y a Mat, así que...solo sentí la necesidad de ir a visitarla y lo hice, punto.
Soné casi cortante al final, pero realmente no quería convertir esta conversación en otra discusión absurda y, por desgracia, demostrar mi interés por Marjorie se ha convertido en un detonante para que se produzcan.
—No lo sabía —murmuró, dirigiendo su mirada a sus manos—. A veces...te juro que a veces quisiera tener la facultad de hacerla feliz, de darle la familia amorosa que tanto quiere —su voz comenzó a entrecortarse—. Ella...se merece tanto ser feliz.
Esta Lori tan triste y preocupada distaba mucho de esa mujer reacia a tocar el tema de la adopción con la que he tenido que enfrentarme durante los últimos días. Hasta pareciera que...quiere adoptarla incluso más que yo.
—Cuando la conocí —sus palabras me sacaron de mis pensamientos—, me vi reflejada en ella de cierta forma. Cuando llegué a Heaven Gold yo era justo como Marjorie: insegura, temerosa y estaba convencida de que no era merecedora de amor. Tuve tanta ayuda de personas tan maravillosas que quise representar lo mismo para ella. La uní a la clase, ideé coreografías en las que pudiera participar a pesar de su silla, la animaba a hacer amigos, la consolaba cuando estaba triste... Pensaba que así como yo fui capaz de superar todo el horror que Roy me hizo vivir, ella podría superar todos los obstáculos que su propia discapacidad le imponía.
—De cierto modo lo lograste, cariño.
—Tal vez, pero...no puedo darle lo que ella necesita para ser feliz. Si supiera el lugar exacto donde se encuentran esos padres que la van a amar a pesar de su silla y de todo, yo misma iría a buscarlos y los llevaría con ella. Pero esos padres no aparecen y mientras tanto ella seguirá viendo cómo adoptan a esos niños y crecerá pensando que hay algo malo con ella para que nadie la quiera y no es así. No hay nada mal con ella, al contrario. Es...la niña más maravillosa que existe.
Sus palabras me dejaron pensando y no fue difícil atar cabos. Esa reacción ante el dolor de la niña, la impotencia que siente por no poder ayudarla, cómo se expresa de ella... Lorraine sí quiere adoptarla, simplemente malentendí sus sentimientos por culpa de esa actitud hostil que ha mostrado.
—Amor, no quiero discutir ni mucho menos que te alteres de nuevo. Solo quiero hacerte una pregunta y, por favor, sé sincera.
No respondió con palabras, solo agitó la cabeza en un asentimiento.
—Sí pudieras adoptarla...¿lo harías?
Se detuvo a pensarlo durante un breve instante. Centró su vista en el horizonte, en el que se divisaban los últimos vestigios del ocaso, dejando el cielo casi oscuro en su totalidad. Finalmente volteó hacia mí y se secó las lágrimas que le mojaban el rostro.
—Sí, lo haría.
Hice un esfuerzo sobrehumano para disimular mi sonrisa y asentí para mis adentros.
—Eso era todo lo que necesitaba escuchar.
Abandoné el balcón para volver a la habitación y tomar mi teléfono, necesitaba hacer una llamada.
—¿Garret? ¿A dónde vas? —preguntó una confusa Lori, entrando al cuarto.
Le hice un gesto, indicándole que me diera un segundo ya que recién me estaba contestando la persona a quien llamé.
—Buenas noches.
—Buenas noches, Miss Abigail. Lori acaba de ponerme al tanto del asunto de Marjie. ¿Cómo está ella?
—Inconsolable —admitió en un suspiro—. He hecho todo lo que he podido para hacerla sentir mejor, pero no ha surtido mucho efecto. Ni siquiera ha querido ir a cenar.
—¿Cómo que no quiere cenar?
—¿Qué? —saltó mi novia, preocupada.
—No ha querido comer, tampoco bañarse. Solo está acostada en su cama, llorando.
Cada palabra que decía me dolía más que la anterior. No soporto ver a Marjorie así de desanimada, imaginarla tampoco.
—Miss Abigail, sé que estas no son horas de visitas y que es tarde, pero, ¿cree que podamos ir a verla?
—No debería permitirlo, pero...está bien, creo que le hará bien verlos y quizás puedan convencerla para que coma.
—Perfecto, gracias. En quince minutos estamos allí.
—Los espero.
Di por finalizada la llamada y me topé de frente con la expresión abatida de mi rubia. Parecía estar ansiosa por recibir la información más importante de la llamada.
—¿Está tan mal como creo que está? —su tono de voz albergaba algo de culpa, algo tonto ya que ella no es culpable de nada. Pero, si se percibe a sí misma como la madre de la niña, entonces ese sentmiento sí está justificado.
—Vamos por nuestra hadita.
La tomé de la mano y salimos prontísimo de la habitación. Antes de irnos le di instrucciones a Vivi para que cuidara de Mateo y le dijera que volveríamos pronto en caso de que despertara antes de que regresáramos.
Durante el trayecto en auto ninguno de los dos emitió palabra alguna. Hasta parecía que cada uno estaba en un sitio diferente, inmerso en sus propios pensamientos. Al llegar al orfanato nos percatamos de que Abigail nos esperaba en la entrada y nos condujo a la nueva habitación de la niña con cierto sigilo, después de todo estaba infringiendo las normas del orfanato al dejarnos ingresar fuera de horario de visitas.
Cuando llegamos a ese cuarto, vimos a la pequeña acostada de lado —lo cual no sabía si era una postura saludable ahora que estaba en proceso de fisioterapia—, con sus manitas sirviendo como una segunda almohada para su cabecita y con el semblante más triste que le había visto hasta ahora.
—Ya dije que no voy a comer ni me voy a levantar de aquí, Miss Abigail —dijo casi mecánicamente y sin percatarse que la trabajadora social no era la única que vino a visitarla.
—¿Y para una visita de cortesía sí tienes ganas? —dijo Lorraine, haciendo que la peque se sorprendiera tanto que se acostó sobre su espalda en un movimiento un tanto brusco, casi vi una mueca de dolor o incomodidad en su rostro, no supe especificar qué fue exactamente.
—Lori. Garret —nos sonrió débilmente al apoyarse sobre sus pequeños codos—. ¿Qué hacen aquí tan tarde?
—No podíamos dejar a nuestra hadita favorita triste y sola y no hacer nada al respecto —respondí a su interrogante mientras me encaminaba hacia su cama.
La tomé con extremo cuidado, como si en un movimiento en falso pudiese romperla, y la senté en una postura derecha y cómoda. Me acomodé a su lado y Lori hizo lo mismo en extremo contrario de la estrecha cama.
—¿Cómo es eso de que no quieres comer, Marjorie? —la interrogó mi rubia, pero en un tono tan dulce que sonaba más como un lamento que como un regaño.
—Es que no tengo hambre —musitó.
—Pero tienes que comer, hadita —intervine—. Si no, ¿cómo vas a tener energía para tus fisioterapias y para las clases de danza?
—Es que estoy triste —dijo, casi en un susurro y noté cómo se encogía y algo se movía bajo la sábana que cubría la mitad de su cuerpo. Eran...¿sus deditos?
—¿¡Estás moviendo los deditos, Marjie!? —pregunté en un tono agudo por la emoción.
—Sí, desde esta mañana.
Tomó el borde de la sábana y comenzó a apartarla, la ayudé cuando se le dificultó descubrir sus pies y, como si fuera un sueño hecho realidad, vi en vivo y en directo cómo varios de sus pequeños deditos tamborileaban en el aire con torpes movimientos. No los movía todos y por la poca soltura con la que lo hacía deduje que dicha función motora aún debía estar algo entumecida y requeriría de más entrenamiento para realizarla del todo bien. Pero eso era lo de menos, lo importante era que su recuperación estaba avanzando a pasos agigantados, y quizás pronto los próximos pasos serán los que ella pueda llegar a dar por sí solita.
—¡Muchas felicidades, mi niña! —chilló Lori justo antes de llenar su pequeña mejilla de besos—. Estoy muy orgullosa de ti.
—Gracias —murmuró la niña sin una pizca de emoción en su voz.
—¿No estás contenta? —inquirí.
—Lo estaba hoy en la mañana y también luego de regresar de la terapia porque mi doctor me dio buenas noticias, pero... —hizo un puchero y no fue difícil adivinar que estaba conteniendo el llanto— cuando regresé aquí, vi que mis antiguas compañeras ya se iban con sus papás —no se contuvo más y comenzó a llorar—. No importa que me hayan dejado en este cuarto sola, de todas formas voy a seguir viendo cómo adoptan a todos menos a mí.
Mi novia y yo compartimos miradas de tristeza al ver a nuestra pequeña así. Odiaba verla sufriendo por este asunto cuando yo estaba más que dispuesto a adoptarla y Lorraine también.
—Hadita hermosa, no llores —la rodeé con mis brazos y dejé repetidos besos en su cabecita—. Ya te he dicho cientos de cosas para consolarte, pero no importa lo que diga, esto seguirá afectándote porque eres una niña muy sensible y deseas mucho que te amen —en respuesta recibí un sollozo—. Lo siento mucho, pequeña. En serio lo siento.
—Nadie me quiere, Garret —balbuceó entre sollozos.
—No, no digas eso —saltó Vainilla, uniéndose al abrazo—. Mi niña, yo te quiero —su mirada se encontró con la mía—. Garret también te quiere mucho por lo que veo, y...estamos aquí contigo. Nos tienes a nosotros.
—Pero ustedes no son mis papás —se lamentó la pequeña.
Dios, ¿qué hago para hacerla sentir mejor?
—Pero a pesar de que no lo somos, estamos aquí, contigo, tratando de hacerte sentir mejor. ¿Sabes qué significa eso? Que te queremos muchísimo.
—Por favor, no llores más, princesa —pidió mi rubia mientras secaba las lágrimas de la rubita—. Nos rompes el corazón.
Si antes tenía alguna sospecha de que Lori no la quisiera como su hija, definitivamente esa duda acababa de disiparse frente a mis ojos. Me quedé como un idiota observando cómo la consolaba, la abrazaba y le murmuraba palabras dulces al oído para animarla. Lucía tan maternal, dedicada y entregada a la niña que quien no las conociera, pensaría que son madre e hija biológicas. Y entendí que Lorraine en serio adora a Marjorie, porque solo hay una persona con la que se comporta de esa forma, y ese es Mateo.
Pasado un rato, la pequeña ya estaba más tranquila y paró de llorar. Sin embargo, su tristeza seguía latente. Tras persuadirla para que se diera un baño y, con el consentimiento de Abigail y la ayuda de dos enfermeras, Lori llevó a la niña al baño para asistirla ya que por su condición era obvio que necesitaba ayuda.
Me quedé solo en la habitación con la trabajadora social, quien había entornado sus ojos en mi dirección hace ya un rato y estaba comenzando a ponerme incómodo.
—¿Hay algo mal? —pregunté.
—Llevo siete años en este orfanato y he visto pasar cientos de niños y docenas de padres. He visto a los pequeños sufriendo las despedidas de sus amigos como lo hace Marjorie y he visto a padres dispuestos a todo por llevarse a casa al niño con el que conectaron, pero ustedes... —se le escapó una sonrisa—. Nunca había visto una relación como que ustedes tienen con Marjorie.
—Sí, es especial —asentí.
—Es más que especial —se abrazó a sí misma—. ¿Nunca han pensado en...?
—¿Adoptarla? —terminé por ella—. Curiosamente ese ha sido un tema polémico entre nosotros durante las últimas semanas, más por falta de comunicación que por discrepancia de opiniones. Lo gracioso es que... —reí por lo bajo— ambos queremos adoptarla.
—¿En serio? —la repentina emoción de la trabajadora social no pasó desapercibida.
—Muy en serio. Aún no hemos tomado una decisión, pero tenga por seguro que en cuanto salgamos de aquí, la tomaremos. Pero quiero adelantarme un poco y hacerle un par de preguntas. ¿Puedo?
—Por supuesto —sonrió.
Durante los siguientes veinte minutos Miss Abigail evacuó todas mis dudas con respecto a las complejidades que implican una adopción teniendo en cuenta nuestro estado civil, la condición de la niña, nuestro estatus económico, entre otros requisitos. Ya tenía una idea bastante clara de qué debía hacer cuando Lori regresó con la niña en brazos, esta última se abrazaba a ella como un pequeño koala, era una imagen muy tierna.
—Listo, ya esta hadita está bañadita —anunció una sonriente Lorraine.
—¿Te resultó difícil? —preguntó Abigail.
—A decir verdad, creí que sería más complicado, pero no. Las enfermeras me asistieron e indicaron, pero en sentido general no es tan distante de bañar a un niño cualquiera como pensé.
—Pues qué bien, ahora solo debemos lograr que cierta personita vaya a cenar.
—No voy a cenar —sentenció la rubita, sin despegar su carita del cuello de Lorraine.
—Oh, sí vas a cenar —refutó mi novia.
¿Eso fue un regaño? Si no lo fue, sonó bastante autoritario.
—Pero...
—Pero nada. Dije que vas a cenar y lo vas a hacer, punto.
—Ok —musitó la niña, algo intimidada.
—Mamá oso en acción —''tocí'' sobre mi puño, por lo cual me gané una mala mirada de su parte.
—¿Pueden traerme la cena? —pidió Marjie en un hilo de voz—. No quiero ir al comedor con los otros niños.
Mi novia, Abigail y yo compartimos miradas. Estaba seguro de que concordábamos en que dejar que Marjorie se aislara no sería bueno para ella, pero, teniendo en cuenta lo ocurrido hoy y cómo se lo tomó, no pude objetar a lo que la trabajadora social dijo a continuación.
—De acuerdo, Marjie —caminó hacia la puerta—. Iré a buscar tu cena.
Cuando la castaña abandonó el lugar, Lori depositó con extremo cuidado a la niña sobre la cama y volvimos a sentarnos a su lado como hace un rato. Nos encargamos de mimarla y entretenerla hasta que Abigail volviera y, a pesar de que no parecía estar radiante de felicidad, ya no lucía ni la mitad de triste de cuando llegamos.
Finalmente Abigail volvió y nos dejó a cargo de la alimentación de la pequeña tras disculparse por tener que irse, al parecer tuvo un problema en casa. No obstante, dejó a las enfermeras y a una encargada a nuestra disposición en caso de que necesitásemos ayuda y nos puso al tanto de los horarios de la rubita.
La niña estuvo más tiempo de lo normal moviendo la cuchara en el interior del plato. Sobre la bandeja especial en forma de banquillo que se había colocado alrededor de sus piernas también figuraban un vaso con jugo y un pastelillo de postre, pero ni siquiera eso despertó su apetito.
—¿No te gusta el gazpacho, mi niña? —preguntó una delicada Lorraine mientras acariciaba su mejilla.
—Es mi plato favorito, pero no tengo hambre.
—Pero tienes que comer, cariño —le dije y solo me lanzó una mirada lastimera antes de seguir con su tarea de crear remolinos en la sopa—. Ok, hagamos esto más divertido —tomé una servilleta y la coloqué sobre mi palma y encima de esta el tazón de gazpacho; recogí una cucharada del contenido y a continuación me dispuse a hacer el ridículo—: Piloto Garret Harriet, de las fuerzas alimentarias aéreas, reportándose en su trayecto hacia la boca de Marjorie —moví cuidadosamente la cuchara en cualquier dirección menos a la que debería—. Oh. ¿Qué pasa? Al parecer estamos enfrentando turbulencias —eso hizo reír a la pequeña—. Si no llego a tiempo, seré despedido. Ojalá mi destino estuviese cerca...
Justo después de decir eso, la niña se inclinó un poco y atrapó la cuchara entre sus labios. Saboreó un poco y tragó satisfecha.
—No quiero que despidan al piloto Garret, me cae bien.
Cosita divina.
—Pero es que la misión incluye varios viajes. ¿Tu aeropuerto puede recibirlos todos?
—Sipi —me sonrió.
Durante los siguientes minutos me dediqué por entero a darle de comer a la niña, obviamente sin perder el toque divertido, aunque casi fue innecesario ya que su apetito despertó y comenzó a comer sin objeciones. Para cuando terminó, debió su jugo y devoró su pastelillo con la misma buena gana que el gazpacho. Permaneció durante dos cuarto de hora reposando la comida mientras nos mostraba el improvisado show de marionetas que montó con Florinda y finalmente se quejó de que tenía sueño en vista de que no durmió su siesta habitual luego de la fisioterapia.
Me ausenté de la habitación para llevar la bandeja con vasijas usadas de regreso al comedor —por suerte una encargada estaba cerca y se ofreció a llevarlas por mí porque de seguro acabaría perdiéndome— mientras Lori cambiaba la ropa de la niña por su pijama. Cuando volví al cuarto, ya la rubita lucía un tierno pijama de mariposas y se encontraba acurrucada junto a Lorraine en la cama. Sonreí al notar que me dejaron un espacio, el mismo que había ocupado antes, y me uní a ellas.
—Garret, Lori, ¿qué hacen los papás y las mamás con sus hijos?
La pregunta de la niña nos tomó por sorpresa a ambos, no lo vimos venir. Pero supe qué responder cuando noté la ternura con la que mi novia ahuecaba la mejilla de la pequeña.
—Bueno, puedo decirte qué hacen las mamás. Las mamás siempre tratan a sus hijos con dulzura, delicadeza y amor. Se ocupan de que estén abrigados cuando hace frío. Los animan cuando están tristes o se sienten inseguros. Soportan todo lo que tengan que soportar con tal de verlos felices —sus ojos azules se encontraron con los míos—. Y supongo que específicamente con sus hijas hacen más cosas como...cepillarles el cabello antes de que se vayan a dormir, ir juntas a comprar lindos vestidos, bailar ballet...
Lori asintió ante mis palabras, al parecer acerté e inevitablemente las imágenes de ambas haciendo todas esas actividades se posaron en mi cabeza.
—Los papás también hacen muchas cosas —dijo ella, despertándome de mi ensoñanción—. Por ejemplo, son unos héroes sin capa, listos siempre para salvar el día de sus pequeños. Hacen de todo por verlos felices, desde cargarlos sobre sus hombros hasta preparar inesperadas sorpresas por sus cumpleaños —le sonreí, fue imposible no hacerlo—. Y creo que con sus hijas se disfrazarían de hadas o princesas —rió—, les comprarían incluso un pony si lo pidieran y no les permitirían tener novio hasta los treintas.
—Tenlo por seguro.
—Todo suena muy lindo —musitó la niña con cierto aire triste.
—¿Te gustaría que te contara un cuento para dormir? —propuse.
—¡Sí! —chilló, más interesada de lo que creí que estaría.
Ok, ¿ahora qué cuento me invento?
Esto es lo que pasa cuando hablas sin pensar.
—Ok, emmm —carraspeé—. Había una vez un reino mágico.
—¿¡Mágico!? —inquirió la rubita, sonriente.
—Sí, cariño, mágico —le sonreí—. Era un reino situado en...una montaña muy alta y estaba habitado por hadas.
—¿¡Hadas!?
Comprobado, será difícil que se duerma.
—Sí, haditas con sus alitas y su polvillo de hadas —toqué su naricita con mi dedo índice, haciéndola reír—. El reino estaba gobernado por un hada benévola y poderosa llamada...Evarista.
Esto último, por motivos que desconozco, las hizo reír a las dos. Bueno, reír no, carcajearse a viva voz.
—¿Qué es tan gracioso?
—Eres pésimo para los nombres —dijo Lori a la vez que se secaba la lágrimilla que se escapaba de su ojo—. Continúa.
—Bueno, la Reina Evarista —otra vez risas— tenía una enorme pansa mágica porque comía muchas bayas silvestres y cuando se le escapaba un pedillo, soltaba polvo de hadas de su trasero.
Con eso la niña empezó a desarmarse de la risa y Lorraine por su parte me reprendió con la mirada.
—¿Y así pretendes que la niña se duerma? Hazme el favor de acurrucarte con ella y hacerle mimos en el pelo, yo le voy a cantar una canción de cuna.
—¿Vas a cantar? —preguntó la ojiavellana, cesando su coro de risas.
—Sí, ahora déjate mimar y cierra los ojitos.
La hadita acató la orden sin rechistar mientras yo me ocupaba de acariciar su cuero cabelludo con las yemas de mis dedos. Mi novia comenzó a entonar una canción de cuna que no había escuchado nunca en mi vida, pero que sin duda en su voz sonaba divina. No sabía que cantara así de bien y sin duda no me esperé que surtiera un efecto tan rápido en la pequeña, para cuando acabó la canción ya estaba profundamente dormida.
—Listo —susurró mi novia.
—Misión cumplida —deposité un beso en la frente de mi chiquita—. Esto no puedo decírtelo cuando estás despierta, pero lamento que pases por experiencias tan tristes cuando tus padres están tan cerca y te quieren tanto. Pero no te preocupes, hadita, papá se va a encargar de todo.
Dicho esto, me levanté de la cama y la arropé. Lorraine me imitó y apagó la lámpara figurante junto a la niña. Le dio un último beso a Marjorie y me tomó de la mano antes de que saliéramos de la habitación. Le informamos a la encargada que la pequeña ya estaba dormida y nos despedimos.
Una noche bastante fresca nos recibió cuando salimos del establecimiento. Mientras caminábamos sobre el camino de piedra que nos llevaría a donde dejamos parquedo el auto, mi ojiazul rompió el silencio:
—¿Podemos hablar de esto?
—¿Ahora quieres hablar? —solté en un tono sarcástico y algo brusco.
—Lo sé y lo siento —se lamentó—. Llevo mucho tiempo evitando hablar del tema, pero nunca te dije el porqué.
—No has dicho nada en realidad.
—No soy una desnaturalizada a la que no le duele que la niña que quiero adoptar llore así cada vez que adoptan a un compañero suyo, Garret. Solo no quería que la adoptases para complacer un ''capricho'' mío.
Paré en seco y me volteé en su dirección, atónito.
—¿Qué?
Suspiró con pesadez.
—Vayamos al auto.
No nos faltaban muchos pasos para llegar a él. Ambos lo abordamos, yo en el asiento del piloto, y me preparé para escuchar lo que tenía para decir.
—Voy a ser sincera, la idea de adoptar a Marjorie no se me había ocurrido hasta que Lily me habló al respecto, pero...algo dentro de mí ya sentía la necesidad de...no sé, de ser algo más que su instructora de danza. El punto es que...no tenía idea de que ella y tú fueran tan unidos, a mi entender, solo habían compartido tiempo juntos las veces que yo estuve presente. Así que acabé pensando que tu repentino deseo de adoptarla era por mí, para complacerme.
Bien, eso explica muchas cosas.
—¿En serio pensaste que querría adoptarla solo por eso?
—Garret, desde que la conociste te empeñaste en buscarle unos padres y jamás pensaste en nosotros, así como tampoco yo lo hice. Además, tienes una larga trayectoria en ceder o hacer lo que sea para hacerme feliz.
Touché.
—Ok, admito que si me hubieses propuesto adoptarla hace unos meses, quizás... —suspiré—. Quizás sí, me lo hubiese planteado para hacerte feliz.
—¿Ves? Y quizás también hubiese sido un desastre. Adoptar a Marjorie supondría tener que casarnos antes de tiempo y comprometernos a ser sus padres para siempre, incluso si nos separamos. No quería que acabásemos haciéndole daño.
—Ok, entiendo esa parte.
—Además, a veces creo que en nuestra relación tú das un setenta y cinco por ciento y yo un veinticinco. Siempre eres tú el que hace todo por mí y ya había impuesto a Mat en tu vida, tuviste que aceptarlo porque es mi hijo, si querías entablar una relación conmigo debías hacerlo. Y sí, resultó genial, incluso te considera su padre ahora, pero con Marjorie es distinto. En una adopción no basta con que solo un padre sienta la conexión con el niño y no quería que un día te vieras sin sentir nada cuando la niña te llamara papá.
Y entonces lo comprendí todo, solo pude sonreír. Todo este tiempo se trató de mí, no ella ni de la niña, sino de que estaba pensando en cómo podría llegar a sentirme yo. Y no podría parecerme más tierno.
—Mi amor, te agradezco que pensaras tanto en mí y créeme que nuestra relación sí es un cincuenta-cincuenta, solo que hay mucho de tu porcentaje que no ves. El único problema aquí es que pudimos haber resuelto todo esto si me lo hubieses dicho, nunca hemos tenido problemas de comunicación.
—Es que asumí que en cuanto te dijera que quiero adoptarla, me persuadirías para que lo hiciéramos sin pensarlo dos veces. Sin pensar en tus sentimientos hacia Marjorie.
—Pues ya ves que mis sentimientos hacia ella son muy genuinos y no tienen nada que ver contigo —le sonreí—. Cariño, yo adoro a esa niña. Adoro cuando sonríe, cuando se le iluminan los ojitos por su progreso en las terapias, cuando hace sus shows de marionetas... Y no tienes idea de lo mucho que me duele verla sufrir porque cree que nadie la quiere cuando yo muero por llevármela a casa.
—Comparto el sentimiento —hizo un mohín—. Me gustó mucho verte hoy...con ella. Te comportas diferente a como lo haces con Mat, pero a la vez igual. Hubo momentos en los que no podía despegar la mirada de ustedes, son muy tiernos.
—Lo mismo digo —sonreímos—. Cuando fuiste a bañarla, hablé con Abigail. Resulta que no tenemos que casarnos obligatoriamente para poder adoptarla. Será un poco más complicado de esa forma, claro, pero no imposible.
—¿En serio? —su sonrisa se amplió.
—Solo debemos asesorarnos como es debido y ella nos ayudará durante el proceso. Va a tardar unos meses, pero tenemos la ventaja de ser la única pareja que se ha interesado por adoptarla desde que ingresó al orfanato, entre otras cosas.
—Eso es...fantástico.
—¿Estamos en la misma página ahora? —extendí mi mano hacia ella.
Asintió, sonrió y tomó mi mano antes de decir:
—Vamos a adoptarla.
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Nuevo capítuloooo!!!
Más de 9000 palabras, oficialmente el cap más largo de toda la novela, así que no pueden quejarse.
¡HE QUERIDO ESCRIBIR ESTE CAP DESDE ANTES DE EMPEZAR A ESCRIBIR LA NOVELA! Listo, ya lo dije.
MAT LE DICE PAPÁ A GARRET. ¿Se lo esperaban?
VAN A ADOPTAR A MARJORIE. ¿Se esperaban eso?
Como quizás se hayan dado cuenta, la novela ya está en etapa culminante, pero tranquilos, aún queda un poco más por disfrutar.
Cap. dedicado a: tobope , LissethJuarezGuido y LenaRoma09
Besos de Karina Klove 😉
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