CAPÍTULO 39: Aniversarios, empleos y retornos
Lorriane
—¿Entonces todo va viento en popa? —sonrió mi ex-terapeuta antes de darle un sorbo a su café.
—Con altas y bajas, no es un cuento de hadas, pero sí, todo marcha bastante bien.
Me encontraba en el consultorio que hace unos meses atrás fue el escenario de mi proceso de recuperación y engrandecimiento personal. Me sentía rara al regresar a una estancia que presenció mi lado más pesimista, triste y autodestructivo; incluso sentía que era otra persona ahora.
—Así es la vida —sonrió una segunda vez y apoyó sus codos sobre su escritorio—. Tu reconstrucción ha sido majestuosa. Pasaste de tener una autoestima casi inexistente a formar parte de las embajadoras de la fundación. No sabes lo orgullosa que me sentí de ti al escucharte hace un rato en la charla terapéutica para las mujeres abusadas recién llegadas.
Y sí, en cuanto me registré como embajadora quise integrarme a las charlas. Me vi reflejada en cada una de esas mujeres y quise que ellas se vieran reflejadas en mí también. Ellas dieron el paso más importante que fue escapar de sus verdugos y buscar ayuda, a partir de ahí es un largo camino para autoapreciarse y comenzar a valerse por sí mismas, pero no es imposible y confío en que lo lograrán así como yo lo hice.
—Me sentí muy bien, ¿sabe? Hace unos meses creí que nunca me vería en esa posición, en la de la persona que ayuda, pero es muy gratificante.
—Lo sé —asintió—. Y ha sido un gesto hermoso de tu parte venir a ofrecerles trabajo y lecciones de danza gratis en tu academia, estarás implementando fuentes de empleo y una terapia ocupacional. Será muy positivo.
—Ese es mi objetivo.
Sostuve una grata charla con la doctora al menos unos veinte minutos más. Durante las semanas que estuve ausente de la fundación ocurrieron un par de cosas de las que no estaba al tanto y me dediqué a ponerme al día. Sonreí con demasía al enterarme de que muchas de mis antiguas compañeras han logrando un crecimiento personal tan satisfactorio como el mío, casi todas se integraron a la vida laboral, algunas están felices junto a sus hijos y otras se dieron la oportunidad de abrirse nuevamente al amor.
Salí de la estancia tras despedirme calurosamente de mi ex-terapeuta. Recorrí los pasillos color salmón en busca de una persona en específico. Debido a que estuve curioseando —ok, chismoseando— me enteré de que una persona a la que le tengo mucho aprecio necesita trabajo y por suerte en mi academia hay vacantes.
La encontré no muy lejos de la sala de juntas de los embajadores. Lucía como siempre una sonrisa amigable y su rizado cabello rojizo resplandecía gracias a la luz solar que se filtraba por los ventanales. Sus ojos marrones encontraron a los míos y sacudió su mano a modo de saludo.
—¡Hola, Lorraine! —nos saludamos con un beso en la mejilla—. Llevaba tiempo sin verte.
—Sí, he estado algo ocupada estas semanas, por decirlo así.
—Pues me alegra que te hicieras un tiempo —me sonrió—. Supe que ahora eres embajadora. ¡Felicidades!
—Gracias, quiero ayudar tanto como me ayudaron a mí.
—Comparto ese sentimiento —asintió.
—Y justo por eso también quiero ayudar, de ser posible, a los que me ayudaron antes. Me contó un pajarito que estás buscando trabajo, Noelle.
—Sí, había conseguido un trabajo temporal en un restaurante, pero...digamos que no me entendí con el dueño y acabé siendo despedida. Era un buen empleo, pero no toleraba que el jefe les exigiera a sus empleadas que usaran un uniforme bastante revelador solo para satisfacer su morbo y que encima las tratara como prostitutas.
—Qué asqueroso —no disimulé ni un poco mi mueca de desagrado—. Yo también fui despedida de un empleo en el que me menospreciaban y aún me autorregaño por no haber renunciado antes. Pero no te buscaba para hablarte de eso. Tú eres contadora, ¿cierto?
—Sí, licenciada en contabilidad. De hecho estaba haciendo un post-grado cuando... —negó con la cabeza—, en fin, ya sabes. ¿Por qué preguntas?
—No sé si sepas, pero hace poco soy co-propietaria de una academia de danza y estoy buscando personal. Necesito a alguien que se encargue de la contabilidad y mis socios y yo estamos de acuerdo en que debe ser alguien responsable y de confianza.
—¿Y pensaste en mí? —lucía realmente sorprendida ante mi propuesta y un tanto más cuando asentí en respuesta—. Pero conoces muy poco sobre mi trabajo y...
—Me inspiras confianza —la interrumpí—. Además, vi tu currículum cuando estaba revisando los de las mujeres que necesitan trabajo y en serio quedé boquiabierta cuando vi que te graduaste con honores de Kellen, así que creo que contigo tengo la eficiencia garantizada.
—Me halagas, en serio —sonrió—, pero, ¿estás segura de que soy la indicada?
—Cien por ciento —abrí el cierre de mi bolso y rebusqué en el interior de este hasta hallar el folleto que buscaba—. Ten —se lo tendí—, aquí tienes toda la información sobre la Academia Vanilla. Si aceptas, te espero el lunes a las 9:00 a.m. para coordinar temas de horario y sueldo.
—Gracias por la oportunidad, Lorraine —me sonrió tras echarle un vistazo al folleto—. Estaré ahí el lunes.
—¡Fantástico! ¡Ahí te veré! —casi chillé—. Ahora me tengo que ir, mi novio me espera.
—Ve, no hagas esperar a tu amado. Y de nuevo gracias por pensar en mí.
Nos despedimos con el mismo saludo que habíamos usado hace unos minutos antes y procedí a correr hacia la salida, se me estaba haciendo tarde y Garret me esperaba en el Sweet Paradise. Me parecía raro que, siendo un día entre semana, abandonara mucho antes el trabajo para una cita improvisada, pero no me quejaba, he estado muy ocupada con los preparativos de la reinauguración de la academia y me estaba costando hacer un hueco en mi agenda para nosotros.
Estando ya en el aparcamiento y a punto de abrir la puerta de mi auto, noté la presencia de mi castaño raro. Su auto estaba estacionado a pocos metros del mío y él se encontraba apoyado en el mismo. Como de costumbre vestía uno de esos trajes elegantes que tanto le incomoda usar —era completamente negro— y sus manos estaban introducidas en los bolsillos del pantalón.
—¡Mi amor! —sonreí y corrí en su dirección para envolverlo en un abrazo—. No sabía que venías a buscarme —le sonreí al separarnos.
—Preferí llevarte yo directamente, la parada en el Sweet Paradise realmente era innecesaria.
El tono apagado de su voz me advirtió que algo no andaba bien. Alcé mi mirada para encontrarla con la suya y lo primero que avisté fueron atisbos de tristeza en sus ojos avellana. Tristeza que no tenía esta mañana y, si la tuvo, no la noté en lo absoluto.
—¿Qué pasa? —pregunté, ya preocupada.
—Hoy... —suspiró— no es un buen día, Vainilla.
—¿Ocurrió algo malo? —me alarmé un tanto más—. ¿Un accidente? ¿Algún problema con los niños? ¿O...?
—Un aniversario, cariño —me cortó—. Prefiero contarte cuando lleguemos, ¿ok?
Su mirada destilaba puro desánimo. Nunca había visto al hombre que amo con una expresión tan lúgrube, él suele ser el que va regalando sonrisas a su paso, pero obviamente eso no lo exenta de estar triste.
Aniversario. La palabra rebotó en mi mente y caí en cuenta de que hoy se conmemoraba la muerte de algún familiar muy querido, de seguro a eso se debía la vestimenta oscura. Quizás era su padre, sus abuelos paternos o los maternos, no lo sé; solo sé que mi deber era estar para él como siempre ha estado él para mí.
—De acuerdo —acaricié su mejilla, dejando que la aspereza de su barba rozara la palma de mi mano—. ¿Quieres que conduza yo?
—Sí, por favor —asintió.
—Bien —susurré.
Rodeé su vehículo —obviando que el mío se había quedado allí— para ocupar el asiento del piloto. Una vez dentro, le pedí las llaves y nos pusimos en marcha. Seguí sus vagas instrucciones mientras atravesábamos por la ciudad, estaba totalmente desalentado y no se molestaba en disimularlo. No me sentía tan inútil desde el año pasado cuando llegué a Heaven Gold, tenerlo justo a mi lado sin tener la facultad de hacerlo sentir mejor me estaba matando.
En cada semáforo en rojo en el que nos deteníamos aprovechaba para mirarlo. El halo de tristeza de sus ojos no desaparecía, al contrario, se agudizaba. Ignoraba el bello día soleado que hacía hoy a través de la ventanilla, solo miraba hacia el frente, pero no observaba nada en concreto. Soltaba uno que otro suspiro a cada rato y lo único que salía de sus labios eran las instrucciones que me daba.
Había pasado al menos media hora cuando me indicó que aparcáramos frente a un parque que, por lo que pude notar, no era público. Abandonamos el auto y de inmediato tomó mi mano y la introdujo junto a la suya en uno de los bolsillos de su chaqueta. Sonreí ante ese pequeño gesto.
—Lamento si he estado siendo muy distante. Es que...
—Está bien, amor —lo interrumpí—. Todo está bien.
—Gracias —intentó sonreír, mas no lo logró—. Entremos.
Traspasamos el umbral del marco de bronce que se erigía en la entrada del lugar. Habían disímiles caminos de mármol que llevaban a diferentes direcciones, no obstante, nosotros no nos desviamos del central. Ya habíamos atravesado casi medio parque cuando doblamos hacia la izquierda y a pocos metros de distancia divisé a toda nuestra familia a excepción de los niños. Pero eso no era todo, estaban justo en frente de lo que parecían una serie de pequeñas edificaciones de cristal. Estuve a punto de preguntarle a Garret qué eran exactamente cuando divisé un cartel con la inscripción ''Harriet''; entonces lo comprendí.
—Lamento la tardanza —anunció él al reunirnos con el resto de los Harriet—. Ya estamos aquí.
—Tranquilo, no esperamos mucho —lo abordó su hermano quien no lucía mucho mejor que él.
No tardé mucho en darme cuenta de que Eduard y Regina portaban la misma aura triste y vestimenta negra que sus hijos, en cambio Lily y mi tía parecían estar igual de confusas que yo con respecto a todo esto. Estuve tentada a preguntar, pero me di cuenta de que esto ya estaba siendo bastante doloroso y de todas formas nos explicarían quién era ese familiar que cumplía un aniversario de fallecido.
Eduard hizo un ademán, indicándonos que los siguiéramos mientras abrazaba con dulzura a su esposa. Mientras caminaba noté que las pequeñas edificaciones eran unas especies de urnas de cristal que en su interior contenían lápidas de mármol con las inscripciones de sus respectivos difuntos, todos eran Harriets. Casi al final del mini parque-panteón se encontraba una lápida cuya urna estaba repleta de diferentes tipos de flores blancas, desde rosas y lirios hasta orquídeas y tulipanes, formando un glorioso y perfecto arreglo.
Dallas Harriet, ese era el nombre del homenajeado.
—Dallas Harriet —mencionó Lily—. Nunca había oído hablar de él.
—Procuramos no mencionarlo nunca, a excepción de hoy —sollozó Regina, nunca la había visto llorar y no fui la única que se mostró sorprendida ante dicho hecho. Ella es la máxima expresión de fortaleza en esta familia y ahora solo nos mostraba una imagen...rota.
—No es lo que estoy pensando, ¿cierto? —exhaló mi tía desoladamente mientras señalaba la lápida—. Nació y murió el mismo año, así que...
—Sí —afirmó Eduard—. Dallas era nuestro hijo —confesó, dejándonos perplejas—, murió pocas horas después de nacer.
Mi corazón cayó al piso al oír esas palabras a través de la voz quebrada de Eduard. Sentí empatía por su dolor al instante; si yo perdiera a Mateo, no hubiese sido capaz de seguir adelante como ellos lograron hacerlo. Sin embargo, al verlos llorando, deshechos, comprendí que es cierto lo que dicen: la muerte de un hijo es una herida que nunca sana.
«Murió poco después de nacer»
Esa frase hizo eco en mi interior varias veces hasta que logré procesarlo. A mi mente vino la imagen de unos emocionados Eduard y Regina por la llegada de su bebé, las caritas de emoción de unos pequeños Garret y Evan por su nuevo hermano menor...y de pronto perderlo. No es justo, ellos no merecían pasar por ese dolor.
—Lo...lo siento mucho —me descubrí a mí misma sollozando mientras envolvía a Garret en un abrazo que no le quitaría el dolor de haber perdido a su hermanito recién nacido, pero que lo haría sentir mi apoyo.
Lily se encontraba abrazando con el mismo cariño a Evan y mi tía les ofreció ambos hombros para llorar a Eduard y a Regina. Les permitimos a los cuatro desahogarse y derramar cuantas lágrimas quisieran. No importa cuántos años hayan pasado, no importa cuánto se hayan esforzado para superarlo; siempre les dolerá.
Después de un buen rato en el que nos dedicamos única y exclusivamente a abrazarlos y a brindarles palabras de aliento que sabíamos que no servían para nada, Regina nos guió a una pequeñita plaza ubicada tras la lápida de su hijo donde se encontraban unos cuantos bancos también fabricados con mármol. Tomamos asiento —cada pareja en uno y mi tía en un cuarto banco— y guardamos silencio hasta que Ev decidió romperlo.
—Hoy cumpliría 16 años —rió sin gracia—. Ya tendría edad para sacarse el carnet de conducir, estaría yendo a citas con chicas lindas y se uniría a Jess y a Mat para burlarse de Garret y de mí por no saber cocinar —todos reímos por lo bajo ante esto—. El año pasado estábamos muy ocupados con la enfermedad de Jessie, el transplante y demás, así que no vinimos y tampoco les contamos acerca de Dallas. Pero ustedes forman parte de nuestra familia ahora y merecen saberlo.
—¿Por qué nunca hablan de él? —preguntó delicadamente mi tía—. Evan habla de su madre, Garret habla de su padre y ustedes también lo hacen —esto último fue dirigido hacia el patriarca y la matriarca de la familia—. ¿Por qué de Dallas no?
—Es que siempre ha sido tan difícil —suspiró Regina para luego llevarse el pañuelo que sostenía a la nariz—. Dallas era un bebé muy sano, al menos eso era lo que decía mi ginecólogo, uno de los mejores de la ciudad. No fue un hijo planeado, me enteré de que estaba embarazada pocos meses después de que Eduard y yo nos casáramos, pero estábamos dispuestos a recibirlo con mucho amor.
—En aquel entonces estaba siendo difícil para nosotros lidiar con Evan y con Garret —siguió Eduard en vista de que Regina comenzó a llorar una vez más—. Ambos estaban aún algo renuentes a la idea de que nos convirtiéramos en una familia, pero creímos que con el nuevo hermano estaríamos más unidos.
—Y no se equivocaron —secundó Garret—. La relación más difícil de crear siempre fue la de Evan con mamá y, sin embargo, conforme pasaban los meses y más crecía el bulto de su vientre, más cercanos eran, aunque no lo admitieran. Papá y yo sí nos volvimos unidos bastante rápido. Estábamos siendo la familia que siempre quisieron que fuéramos.
—Pero todo volvió a ser peor que al principio cuando llegaron con la noticia de que Dallas había muerto por ciertas complicaciones —continuó Evan—. Yo apenas iba a cumplir los 12 años, no entendía lo que decía aquel médico acerca de las complicaciones que tuvo, lo que sí entendía era que otra vez había perdido a alguien que amaba.
—Ese día algo cambió para siempre entre nosotros —secundó su padre—. Nos volvimos fríos, rudos de sentimientos, encerramos nuestro dolor y no lo dejamos salir nunca más. Fue ahí cuando nació esa regla no escrita de que los Harriet no lloramos, si no lo hicimos más de una vez cuando perdimos a Dallas, entonces no había justificación para hacerlo ante ninguna otra situación. Nada podía doler más que eso.
—¿Pero por qué eligieron encerrar el dolor así? —inquirió una llorosa Lily.
—Por mi culpa —respondió Regina y prosiguió a tragar saliva para luego intentar mantener la expresión seria que suele mostrar—. Yo estaba devastada. Había perdido a seres queridos antes. A mis abuelos, a mis padres, incluso a uno de los hombres que más amé, pero ninguna pérdida puede compararse con la de un hijo —las lágrimas comenzaron a escapársele—. Mi duelo fue convertir el dolor en fortaleza, me convencí de que las lágrimas no me traerían a mi bebé de vuelta y no volví a llorar ni a mencionar a Dallas después del entierro. Mandé a tirar todas las cosas que había comprado para él y comencé a vestir ropa oscura como una forma de guardarle luto para siempre.
—Pero con esa actitud nos hiciste pensar que eras una bruja sin sentimientos —añadió su hijo menor—. O al menos así lo percibí yo. Nunca me paré a pensar que ese fue el mecanismo que usaste para camuflar el dolor y comencé a odiarte por olvidar a mi hermanito y por hacerme sentir débil en comparación con el resto de ustedes. Dejaron de llorar, literalmente. Y yo no podía ser tan fuerte como ustedes, no podía venir aquí sin llorar. Creo que...fue a partir de ahí que empecé a sentirme excluído de la familia —secó un par de lágrimas que se le escaparon—, ya saben, nunca he sido bueno para superar las cosas.
—¿Sabes qué es irónico, Ev? —habló su madre—. La única vez en quince años en la que me permití llorar de verdad...fue por ti, cuando creí que podía perderte como perdí a Dallas.
—El día del transplante —dedujo Garret, a lo cual ella asintió.
—Ese día no me importó lo poco que me soportabas ni que yo era la última persona que querías ver al despertar, solo estaba muerta de miedo porque no quería perder a otro hijo. Y recuerdo que cuando Lily me encontró llorando, me dijo: ''Se vale llorar''. Y tenía razón, porque a partir de ese día me permití ser más ''sentimental'' en los momentos que podía serlo y me he dado cuenta de que no llorar no es sinónimo de fortaleza sino de debilidad. Es un escudo muy estúpido, pero fue el que creí mejor hace dieciséis años y también fue el que no permitió que mi familia se uniera.
—No es del todo tu culpa, mamá —objetó mi novio.
—Sí lo es. Ustedes imitaron mi dureza para...no sé, respetar mi dolor de alguna forma, pero no debí permitir eso. No debí haber hecho sentir solo a Evan ni crearle una coraza emocional a Garret, ni haber permitido que Eduard dejara decirnos cada día lo que sentía al tener una nueva familia con nosotros, porque sí, él no solía ser un hombre de tan pocas palabras antes. Debí llorar y dejar que lloraran —sollozó—. Sigo pensando que eso no traerá a Dallas de regreso, pero...
—Ven aquí —eso fue lo único que dijo Gary antes de abandonar nuestro banco para agacharse frente a su madre y abrazarla.
No tardaron en unírseles Eduard y Evan, y poco después el resto de nosotros. Perdí la noción del tiempo mientras permanecimos fundidos en tan emotivo abrazo familiar, pero para cuando lo rompimos, las lágrimas eran menos.
—Hagamos algo —propuso el patriarca—. A partir de hoy no nos tragaremos más las lágrimas ni ocultaremos nuestras emociones cuando nos sintamos ''débiles''. Dallas dejará de ser un tema que solo se toque el cinco de junio y nos permitiremos estar tristes porque no esté. Solo... —suspiró— seamos la familia que siempre quisimos ser. Nosotros, y en especial los niños, lo merecemos.
—Ya somos la familia que siempre quisieron que fuéramos —acotó Ev—. Solo teníamos que deshacernos de ciertas reglas tontas —le guiñó un ojo a su esposa, ella le sonrió—. Y Regina...nunca te dije esto cuando estabas embarazada y luego estuve demasiado enojado contigo como para hacerlo, pero Dallas se perdió de la mejor mamá del mundo, nunca dudes eso.
—Ev —murmuró, llorosa.
—Yo opino lo mismo —hablé por primera vez, ganándome una mirada enternecida por su parte.
—Y yo —dijeron Lils y mi tía al unísono.
—Y sabes que Garret y yo también, cariño —concluyó Eduard.
—Me vendría bien otro abrazo ahora —admitió entre sollozos y no tardamos en complacerla.
Creo que esta fue la primera vez en la que me sentí realmente partícipe de la familia Harriet y comprendí algo que Garret me dijo hace un par de meses atrás: para ser un Harriet el único requisito especial que hay que cumplir es amar al resto de los miembros de la familia; y yo los amo.
Estaré para ellos cada cinco de junio y siempre que me necesiten. Y sé que ellos estarán para mí.
—¿No que Regina Harriet solo abraza en Navidad? —bromeó mi tía, sacándole una sonrisa a la mencionada.
—Creo que esa es otra ''regla tonta'' de la cual me voy a deshacer.
Luego de permanecer un rato más en el panteón, pasamos el resto de la mañana en familia. Al mediodía fuimos al restaurante de Kendall, el hermano mayor de Lily, para almorzar y rompimos el hielo bromeando con respecto a que Garret y Evan ni en sus mejores sueños podrían cocinar con la exquisitez de la que gozan los platillos del chef Allen. Esas bromas dieron pie a otras y a un montón de anécdotas vergonzosas sobre los hermanos que Eduard y Regina se encargaron de ventilar, he notado que ambos son fanáticos a burlarse de sus hijos en ese sentido.
Poco a poco los rostros afligidos fueron suplantados por expresiones sonrientes. Aún estaban tristes y lo estarán siempre, eso es innegable, pero logramos que sonrieran durante el día que antiguamente era el único en el que se permitían llorar.
Los admiraba, a cada uno de ellos, por ser tan fuertes y lo suficientemente valientes como para expresar sus sentimientos. Ojalá se hubiesen dado la oportunidad de hacerlo hace unos cuantos años atrás, pero lo hecho, hecho está y lo que vale es que lo hicieron ahora y ese era el último empujoncito que necesitaban para ser del todo unidos.
Mirándolos y sintiéndome profundamente agradecida porque me hayan hecho partícipe de una familia tan hermosa, solo puedo decir que Dallas Harriet perdió algo tan valioso como la vida: a ellos.
(...)
—Gary, te extraño —gimoteó Mat a mi lado—. ¿Cuándo vas a volver?
En la pantalla de mi laptop figuraba el rostro del aludido, parecía querer traspasalarla para estar con nosotros. Hace ya un par de días tuvo que irse a un viaje de negocios, el primero desde que vivimos con él, y no puedo expresar con palabras lo mucho que lo echo de menos.
Nunca creí que me adaptaría tanto a una persona al punto de sentirme extraña en mi propio hogar solo por su ausencia. Odio dormir sola y que no esté conmigo cada noche para que me dé o para que reciba un masaje. Detesto no tener a quién prepararle un expreso con vainilla en las mañanas. Extraño sus besos de buenos días, sus gestos cariñosos, su sonrisa...todo de él.
—Yo también te extraño mucho a ti y a tu mami, campeón. Volveré en un par de días.
—Eso me dijiste ayer —el rubito se cruzó de brazos y formó un puchero de disgusto con sus labios.
—Porque ayer también faltaban un par de días, pero ahora falta uno menos.
—Este domingo tengo un partido, será contra los Thunders y son muy buenos, así que será un juego difícil —hizo una mueca—. Si tú no estás ahí, ¿cómo ganaré?
—Ey, ey, ey —Garret frunció el ceño—. ¿Y ese pesimismo? Para empezar, regresaré a casa antes del domingo, así que asistiré a tu partido como he asistido a todos. Además, tú eres un campeón goleador, no me necesitas para ganar.
—Claro que te necesito, eres mi amuleto de la buena suerte.
Al parecer no fui la única a la cual enterneció con ese comentario, porque al instante una enorme sonrisa apareció en el rostro de mi novio.
—En ese caso, puedes estar tranquilo. Tu amuleto estará ahí, es una promesa.
—Bueno... —alargó la E— me vendría bien que mi amuleto estuviese en los entrenamientos también.
Oculté mi risa cubriendo mi boca con la palma de mi mano, es increíble como un niño tan pequeño puede ser tan inteligente y usarlo para su conveniencia.
—No uses la psicología inversa conmigo, campeón. Sabes que no puedo volver, aún tengo trabajo aquí.
—¿Pero por qué trabajas tanto? Ya eres rico.
Garret rió.
—Yo y toda la familia es rica gracias a que trabajamos tanto, y sin el dinero que ganamos no podremos ir a otro viaje a California.
Eso, le dio por la vena del gusto.
Es bien sabido por todos que Mat amó demasiado California y muere porque volvamos a ir, así que Garret y yo hemos usado un futuro viaje que realizaremos allí como motivación para que el niño se desempeñe mejor en ciertas cosas, en este caso soportar unos días más la ausencia de su Gary.
—¿Iremos a California pronto?
—Bueno —contesté yo—, antes de que Gary se fuera de viaje, hablamos con los abuelos y con los tíos para ir cuando tú y Jessie estén de vacaciones.
—¡Las vacaciones empiezan cuando acabe junio! —me chilló—. ¡Y ya empezó junio! —le chilló a mi castaño raro a través de la pantalla.
—Pues sí, así que usted, campeoncito, dedíquese a sacar muy buenas calificaciones para terminar el primer grado y entrene mucho para que siga metiendo goles en sus partidos. Verás que, para cuando te des cuenta, ya estaré de regreso, el curso escolar habrá terminado y estaremos nadando en una playa de Malibú.
—Sí, Gary —asintió—. Prometo que lo haré y estarás orgulloso de mí.
—Siempre estoy orgulloso de ti.
Mis chicos.
—Y de ti también, Vainilla —me guiñó un ojo.
—Y nosotros de ti —le sonreí.
—Ahora tengo que dejarlos, aquí ya es tarde y mañana tengo un par de reuniones.
—Ok, amor. Descansa.
—Y no olvides traernos souvenirs de Berlín —le recordó el niño, desde que fuimos a California ha querido crear una colección de souvenirs de diferentes ciudades.
—Ya los compré, Mat. Te los daré en cuanto llegue a casa.
Nuestro rubito tomó su tablet, reprodujo un video y le mostró la pantalla a Garret. Nos fue imposible no sonreír cuando escuchamos la voz afligida de Bob Esponja diciendo: ''Oh, Gary. Vuelve a casa''.
—Esto es mucho para mí —se agitó el cabello con frustración—. La próxima vez que tenga un viaje de negocios se van conmigo, sí o sí.
—Ok —dijimos Mateo y yo al unísono.
—Muy bien —nos sonrió—. Buenas noches, rubios.
—Buenas noches, Gary.
En cuanto el atractivo rostro de mi novio desapareció de la pantalla, la expresión triste que portaba Mateo antes de la videollamada regresó.
—Oh, principito —dejé la laptop a un lado para enmarcar su bonito rostro entre mis manos—. No me gusta verte así.
—Y a mí no me gusta que Gary se vaya de viaje.
—A mí tampoco, pero sabes que él no querría verte así de triste —hizo un mohín—. ¿Qué tal si vamos al Sweet Paradise por unas malteadas de chocolate? Hay que aprovechar que hoy no tuviste que ir a clases.
—Sí, una malteada me haría sentir mejor —musitó, haciéndome sonreír victoriosa.
—Entonces andando.
No tardamos nada en alistarnos, en un pestañeo ya nos encontrábamos en mi auto de camino al café. Mat iba en el asiento trasero, entretenido con su tablet, no necesitaba verla para saber que estaba viendo sus fotos con Garret; no ha parado de admirarlas desde que se fue.
Me resultaba gracioso lo mucho que se ha apegado al Expreso cuando hace poco menos de un año no podía verlo ni en pintura. Pasó de detestarlo a adorarlo. Pero todo el mérito es de mi novio, nunca se rindió con el niño, incluso cuando daba señales claras de que lo quería a kilómetros de distancia. Y miren a Mat ahora, haciendo pucheros porque no está.
Al llegar al Sweet Paradise, tomamos asiento en una de las mesas que solemos ocupar. Hice el ademán de pedir la orden a Cecil, una de las camareras con las que trabajé aquí, pero dijo que no era necesario, ella ya sabía lo que pediríamos. En cuestión de minutos llegaron nuestras malteadas acompañadas de unos trozos de pastel de cereza.
—¿Te sientes mejor ahora? —pregunté tras verlo comer pastel y beber gran parte de su malteada.
—Aún extraño a Gary, pero esto está muy rico.
—¿Verdad que sí? —pellizqué suavemente una de sus mejillas.
—Mami... —musitó y luego se removió en su asiento, conozco ese lenguaje corporal, quiere decirme algo y no sabe cómo—. Me gusta que Garret sea mi papá, aunque sea de mentira.
—Mat, no es de mentira.
—Pero el contrato...
—Sabes que el contrato ya no vale nada —lo interrumpí—. Él nos quiere, por encima del contrato, y nos hizo parte de su familia. Así que estoy bastante segura de que a él también le gusta ser tu papá.
—¿Tú crees?
—Cien por ciento —aseguré.
—Ojalá no hubiese sido tan grosero con él al principio. Él siempre fue muy lindo contigo y conmigo también, pero yo lo trataba mal porque no quería que te hicieran daño. ¿Crees que me perdone?
Ay, mi bebé.
—Bueno... —alargué la E justo como hace él— teniendo en cuenta que le causaba gracia que fueras grosero, sí. Pero de todas formas dile que lo sientes, se lo debes.
—Lo haré —asintió.
Continuamos disfrutando de nuestros postres tranquilamente. Hice lo posible por sacarle sonrisas a mi hijo, si hay algo que odio, es verlo triste. Estábamos riendo de su nariz llena de merengue —por obra mía— cuando de la nada apareció Regina, lanzándole miradas gélidas a todos aquellos que posaron sus ojos curiosos en ella. Pero esa expresión glacial fue sustituida por una mucho más cálida cuando nos vio.
—¡Abuela! —le sonrió Mat cuando llegó a nuestra mesa.
—Sigo sin acostumbrarme a eso —negó por lo bajo.
—¿Nana te gusta más? —propuso el niño.
—Oh no, eso me hace sonar aún más vieja —se llevó una mano al pecho, casi ofendida—, abuela está bien.
—Acompáñanos —la invité, señalando una de las sillas libres entre el niño y yo.
—Gracias, querida —tomó asiento.
—¿Viniste a almorzar? —pregunté.
—No, solo necesitaba salir de mi oficina y tomar aire fresco, a veces tanto trabajo puede llegar a ser...
—¿Sofocante?
—Exacto —ladeó la cabeza con un gesto cansado—. Me alegra encontrarlos aquí, necesitaba ver la cara de alguien de la familia que no estuviese igual de alterado que Eduard, Evan y yo.
—¿Por qué están alterados? —indagó Mat.
—Porque ya comenzó el verano, temporada alta y nuestra empresa se dedica al turismo, Mat. Eso quiere decir que nos encargamos de ofrecerle a todo el mundo las mejores vacaciones y no es tarea fácil.
—¿Y quién se encargará de sus vacaciones?
—Nosotros mismos, este verano volveremos a ir a California.
—¡Sí, mi mami me contó! Muero por ir.
—Y yo, quizás pueda ahogar a Evan en alguna playa. Ese niño va a matarme.
Reímos ante ese comentario y pasamos un buen rato más con Regina. Desde el aniversario de Dallas ha estado siendo más comunicativa y cariñosa, aún nos resulta raro de asimilar ya que ella solía ser la reina de las nieves, pero admito que amo su lado dulce.
Perdimos la noción del tiempo hasta que recibí una llamada del Sr. Mark, avisándome de unos pendientes que tenía para hoy y que había olvidado por completo. Iba a llevarme a Mateo conmigo, pero Regina se ofreció a cuidarlo el resto de la tarde, según ella era preferible cuidar a su nieto antes que volver a la empresa y lanzar a su esposo e hijo de un balcón.
Dejando a mi hijo en buenas manos, conduje con rumbo a la academia. Una vez allí, me encontré con todo un desastre. Los señores Dawson y Noelle me esperaban junto a una brigada de construcción enviada por la empresa de George para hacer las reparaciones, una fila de personas que estaban allí para sus entrevistas de trabajo y una invitada muy especial que no esperaba ver allí me recibió con una sonrisa.
—¡Amanda! —chillé mientras la abrazaba con fuerza—. Amiga, ¿cómo has estado?
—Bastante bien, pero estaré mal si no me dejas respirar.
—Uy, perdón —la liberé de mis brazos—. Me alegra tanto verte.
—Y a mí, pero creo que tienes más de un problemilla por resolver aquí, así que atiéndelos, yo te espero aquí en lobby.
—Sí, cierto —exhalé—. Trataré de no tardar mucho. Espérame, ¿sí?
Asintió como respuesta y me dediqué a ordenar un poco todo este caos. Le mostré al jefe de la brigada los lugares en las que eran más necesarias las reparaciones, mientras tanto los señores Dawson se adelantaron con las entrevistas de trabajo. Era increíble la longitud de la fila para venir a solicitar trabajo y estaba casi segura de que se debía a que ciertas revistas de chismes divulgaron que adquirí una academia.
Después de supervisar por un rato el trabajo de la brigada, decidí ir a charlar con mi amiga para luego integrarme en las entrevistas. La encontré sentada en uno de los nuevos sofás de cuero blanco que compré para el lobby y me sonrió al notar mi presencia.
—Perdón por la tardanza —suspiré al sentarme a su lado.
—No pasa nada, veo que eres toda una mujer de negocios ocupada ahora.
—Y es estresante —rodé los ojos con cansancio—, pero amo este sitio.
—Estoy segura de que tendrá bastante éxito.
—El mismo que debes estar teniendo tú en Ballerina's.
—Pues... —hizo una mueca.
—¿Pues? —inquirí.
—Es un sitio fantástico. Estoy instruyendo bailarines que van de gira en gira y no puedo quejarme en temas de salario, pero... —suspiró— no sé, no siento que pertenezca ahí.
—¿Cómo que no? Eres una bailarina magnífica y una instructora muy capacitada, ¡claro que perteneces a una compañía tan importante como esa!
—No me refería a mi talento danzario ni a mis aptitudes como instructora, sino al ambiente. Es muy frío. Se siente como si fuera una escuela militar en la que entrenan a soldados para ganar batallas a la perfección. Y sí, ese nivel de rigor es importante para sacar lo mejor de los bailarines, pero no hay espacio para la diversión ni para disfrutar del baile con pasión. No sé si me explico.
—Te explicas muy bien —hice un mohín—. Te refieres a que es muy robótico, esa necesidad de ponerle alma al baile no está.
—Exacto. Quisiera que vieras a los chicos de 13 o 14 años presumiendo de sus habilidades como si fueran calificaciones escolares en lugar de demostrarlas de forma sana y sin rivalidades estúpidas.
—Wow, no pensé que Ballerina's fuera así por dentro.
—Ni yo —negó con la cabeza—. Mi anterior trabajo era un asco, pero al menos lo disfrutaba.
Fue entonces cuando recordé un detalle importante y una chispa centelleó en mi mente.
Estaba mal que me sintiera bien por su situación en su actual trabajo, pero, ¿a quién engaño? He extrañado muchísimo a Amanda y amo trabajar con ella.
—¿Sabes? Uno de los puestos que se solicitan en las entrevistas que se están efectuando ahora es la de instructora jefa. Es un puesto que en un principio pensaba ocupar solo yo, pero en vista de que tengo que encargarme de cuestiones económicas y demás, los primeros meses me resultaría muy difícil balancear ambas cosas. Los señores Dawson y yo ya habíamos comenzado a buscar, pero nadie nos convencía para el trabajo. ¿Qué tal si vienes a trabajar conmigo y lo desempeñas tú?
—¿Ha-hablas en serio? —sus ojos se ensancharon por la sorpresa—. Pero no puedo aceptar, rubia.
—Claro que puedes, morena. Fuimos compañeras, te vi instruir y te vi organizar a las instructoras, se te da bien. Además, tú tienes lo que estamos buscando y creo que nosotros tenemos lo que estás buscando tú. No te puedo ofrecer el estupendo salario que te pagan en Ballerina's, pero...
—Está bien —me cortó—, acepto.
—¿En serio? —sonreí.
—Sí, desde que entré aquí sentí una vibra muy linda, este lugar tiene algo...
—¿Mágico?
—Sí —asintió—. Me encantaría trabajar aquí y más si volverá a ser codo con codo contigo. Lo del sueldo es lo de menos, he ahorrado lo suficiente como para permitirme un cambio económico, además, presiento que esta academia será un éxito.
—Entonces no hay más que hablar, estás contratada —me levanté y le tendí mi mano—. ¿Le gustaría acompañarme a las entrevistas de trabajo, Srta. instructora jefe?
Sonrió, tomó mi mano y se levantó también.
—Será un placer.
(...)
Las entrevistas fueron un éxito rotundo. Contratamos tanto a personas capacitadas como a otras que necesitaban empleo y en cuestión de horas ya teníamos todo el personal que requeríamos. En cuanto a la brigada de construcción, trabajaron con rapidez y eficiencia, tanto que les sobró el tiempo para hacer algunos trabajos extras que no creí que realizarían hoy; con eso solo faltaban detalles para que, en cuestiones de reconstrucción arquitectónica, ya todo estuviese listo para la reinauguración.
Admito que se siente de maravilla ser mi propia jefa. Por primera vez me siento tan capacitada como el resto de los Harriet en cuestiones de negocios —a pesar de que aún soy una perfecta principiante— y me encanta el hecho de que el mío esté relacionado con mi pasión. Eso sin contar que tengo como mentores a los señores Dawson, mi mano derecha es mi vieja amiga Amanda, la encargada de la contabilidad es la primera persona que me inspiró cuando no confiaba en mí y estoy ayudando a muchas personas en el proceso.
—Lori, ya nos vamos —me avisó la Sra. Theresa, la cual no sé en qué momento llegó a mi recién remodelada oficina—. Deberías hacerlo tú también.
—No, voy a quedarme a ultimar un par de detalles más.
Tenía sobre mi escritorio un montón de documentos desperdigados, entre expedientes de los nuevos empleados, facturas, organización de horarios y demás. Eran pendientes que perfectamente podría terminar mañana, pero ya que Regina me llamó hace una hora para pedirme que Mateo se quede con ella esta noche y accedí, preferí adelantar lo más posible hoy.
—Aún no hemos reinaugurado la academia y ya estás actuando como toda una jefa ocupada —me sonrió con dulzura.
—Debo adaptarme al nuevo ritmo. Ahora muchas personas dependen de mí y no pienso decepcionarlos ni a ellos, ni a ustedes ni a la academia.
—Sé que no lo harás —negó con la cabeza—. Mark y yo terminamos por hoy, pero mañana seremos nosotros los que nos quedemos hasta tarde.
—No es necesario —objeté—. ¿Cómo te sientes, de salud?
—Siguiendo el nuevo tratamiento al pie de la letra, me siento de maravilla. Todo está en orden, no te preocupes.
—Me alegro mucho. Y no te preocupes tú tampoco, solo voy a terminar un par de cosas más y me iré a casa.
—Más te vale —me señaló con su dedo índice—. Que pases linda noche, Lori.
—Igualmente, Theresa.
En cuanto la señora de cabello rubio grisáceo abandonó la estancia, me estiré y relajé mis hombros, llevaba ya un buen rato en la misma posición. Me dediqué a repasar una vez más que todo estuviese en orden antes de guardar los documentos en los cajones que asigné para ellos. Luego comencé a asignarles los diferentes tipos de lecciones a los estudios que ya estaban remodelados y listos para impartir clases en ellos. Al terminar con el último, decidí que ya era suficiente por hoy.
Recogí todo el desastre que había armado mientras trabajaba. Tomé mi bolso, salí de la oficina, la cerré con llave y luego me dirigí al panel de control que fue instalado hace poco con el cual puedo manejar toda la red eléctrica del edificio. Presioné el botón que corresponde a apagar todas las luces y, una vez a oscuras, salí de la academia y cerré la puerta de la entrada con llave también.
Iba camino a mi auto cuando percibí una sensación extraña que hace mucho tiempo no sentía. Ese mal presentimiento me alertó de que algo no andaba bien, así que apuré el paso. Pero al parecer ni mi presentimiento ni mi rapidez fueron suficientes, ya que en un abrir y cerrar de ojos fui bruscamente empujada y mi rostro fue golpeado en un ruido sordo contra la carrocería de mi vehículo.
Me golpeé la nariz y eso me dejó un tanto aturdida, pero el aturdimiento fue sustituido por puro pánico cuando me tomaron con fuerza del cabello y mi mirada se encontró con la del que por años fue mi verdugo. Mis manos comenzaron a temblar y tras ellas todo mi cuerpo, estaba aterrada.
Volvió...
—Nos volvemos a encontrar —tiró con fuerza de mi cabello—, maldita perra.
Roy volvió.
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Nuevo capítuloooo!!!
Al igual que el imbécil de Roy, volví.
Este fue un cap muy importante porque se reveló un pasado que nadie imaginó: Dallas y el origen de la frialdad de los Harriet. ¿Qué creen de ello?
Lori ahora es toda una mujer de negocios. ¿Qué opinan?
Roy regresó y sin dudas no viene en son de paz y...Garret no está para defender a Lori. ¿Qué teorías tienen?
Cap. dedicado a: laprincesaazul , alfajorCoronel0 y FERCHU00
Besos de Karina K.love 😉
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