CAPÍTULO 38: Academia Vanilla
Garret
Día tranquilo, poco trabajo que hacer, mayoría de pendientes concluidos...
Arg, ¿a quién engaño? Ha sido un día super agitado, estoy de trabajo hasta el tope y los pendientes que tengo son tantos que si los imprimiese e hiciese un libro con ellos, le haría competencia a la Biblia. Encima en lugar de enfocarme en todo eso, me he pasado media mañana distraído, admirando con fascinación la estatuilla con forma de delfín que mi sobrina hizo para mí y las tres fotos familiares que nos tomamos el día de mi cumpleaños mientras me bebía todo un termo de expreso con vainilla que mi novia dejó preparado para mí antes de irse a buscar trabajo.
Eres un holgazán de lo peor, Garret.
Pero no pueden juzgarme. Desde que Lori renunció a ese maldito trabajo me he encargado de recuperar todos los días perdidos, por lo tanto le dedico todo mi tiempo libre. También he estado muy centrado en Mat, desde que comenzó la mini liga todos los domingos hay partidos y por supuesto que lo he ayudado a entrenar todo lo que él quiera.
Y una cosa es cierta, si todo este trabajo acumulado es el precio que tengo que pagar por pasar tiempo de calidad con mi familia, entonces vale toda la maldita pena estar hasta el cuello pendientes.
Pero ya era hora de que dejara de evadir mis responsabilidades.
Iba a dejar de holgazanear para comenzar a revisar unos documentos que requerían que les diera el visto bueno o malo, cuando de la nada Lorraine irrumpió en el estudio.
Genial, una más en la lista de personas que entran a mis despachos como si fueran de ellos.
—Mi amor. Mi amor. ¡Mi amor! —chilló mientras corría hacia mí.
Apenas iba a responderle cuando se abalanzó sobre mí, tomó si rostro entre sus manos y me dio un cariñoso beso en los labios.
Oficialmente puede entrar aquí siempre que le dé la gana si me va a saludar así.
Al separarnos noté que estaba contenta, inquieta e incluso algo ansiosa, todo lo contrario a como normalmente suele regresar.
—¿Todo bien, Vainilla? ¿Encontraste trabajo?
—Algo así —sonrió y se sentó sobre mi escritorio.
—Define ''algo así'' —giré sobre mi silla en su dirección.
—Expreso...necesito pedirte algo y... —se mordió el labio inferior— no sé si te lo tomarás bien.
—Ok, ahora me estás asustando. ¿Qué ocurre?
—Sé que esto es algo...atípico, pero...¿puedes adelantarme el dinero del contrato por los meses que he trabajado?
—¿Qué? —reí, ni siquiera recordaba ese tema.
—Verás, hallé una academia que me enamoró. Los propietarios son un matrimonio de señores de mediana edad que por problemas económicos y falta de clientela, tendrán que venderla a un precio que para nada le hace justicia a todos los años de esfuerzo que a simple vista se ve que le pusieron.
—¿Y quieres donarles tu dinero para ayudarlos?
—Más bien será un dando y dando —formó una mueca con sus labios—. He recorrido toda la ciudad en busca de una academia en la que me sienta a gusto y eres testigo de lo mal que me ha ido. Quizás los espíritus emprendedores de Heaven Gold City me están queriendo decir algo... —dejó la frase a medias y me miró con complicidad.
—Quieres comprar la academia —sonreí, recargándome en mi asiento—. Tiene lógica, en ningún lugar te sentirás más cómoda que en uno que sea tuyo.
—¡Exacto! —sonrió—. Es que si vieras ese sitio, me darías toda la razón. Destila magia y estoy segura de que podré hacer grandes cosas allí, empezando por apartar un estudio especial para mis alumnos del asilo y del orfanato.
—Suena a que puede llegar a ser un negocio muy próspero, Srta. Moon —me sonrió—. Pero... —me levanté de mi silla y comencé a caminar sin rumbo fijo por toda la estancia— tenemos un pequeño problema.
—¿Cuál? —se volteó hacia mí, frunciendo levemente el ceño.
—Según el contrato, ya tienes cuatrocientos mil dólares a tu disposición. Serían quinientos mil, pero el mes de mayo no se ha acabado.
—Anjá —asintió—. Con cuatrocientos mil es más que suficiente.
—Pero, siento decirte que no te tocan cuatrocientos mil, te tocan cien mil.
—¿¡Qué!? —caminó hacia mí—. ¿Por qué?
—El contrato estipula que te tocan cien mil dólares por cada mes que Mat y tú simulen ser mi hijo y mi novia respectivamente, pero solo simularon serlo durante enero, porque ya para febrero las cosas entre nosotros eran más que reales.
—Pues sí, pero...
—Son cien mil, Vainilla. Lo siento —me encogí de hombros.
—Oh vamos, Garret —exclamó contrariada—. Eso no es justo y en serio quiero comprar esa academia. Sí, tienes razón, no he actuado durante tres meses y te amo de la forma más real que existe, pero si no necesitara el dinero, no te lo pediría —luce tan bonita cuando pelea por algo que quiere—. Por...
—Ya, ya, ya —detuve su desesperado monólogo y besé su frente con cariño—. Fue una broma. ¡Claro que te voy a dar el dinero! De hecho, puedo darte los seiscientos mil si quieres.
—¿¡En serio!? —chilló y asentí en respuesta—. Gracias, mi amor —se abalanzó sobre mí para abrazarme—. Gracias. ¡Gracias!
—No es la gran cosa —rompió el abrazo, pero sin desenredar sus brazos de alrededor de mi torso—. Es tu dinero después de todo y sabes que te apoyo en lo que sea que quieras.
—Gracias. Por primera vez en muchísimo tiempo siento que formo parte de algo importante y puedo combinarlo con el baile que es mi pasión. Y no solo quiero ayudar a los señores Dawson y a mis alumnos, estaba pensando en que podría aliarme con la fundación para ofrecer lecciones de danza y puestos de trabajo a las mujeres que han sufrido violencia doméstica como yo.
¿Acaso esta mujer puede ser más perfecta?
—¡Es una idea fantástica, amor! Admiro muchísimo que quieras ser para otras mujeres una figura positiva como las que te ayudaron a ti en su momento. De hecho...creo que deberías ser embajadora de la fundación.
—¿Embajadora?
—Sí, ¿no lo has pensado? Tú eres defensora de las buenas causas y tienes muchas ansias de ayudar, como embajadora tendrías más herramientas para apoyar al orfanato de Marjorie y al asilo de ancianos.
—No lo había pensado —murmuró, considerando la idea—. Pero ahora que lo pienso...no suena tan mal.
—Eso incluso le dará promoción a la academia. Ya me imagino los titulares: ''La academia de Lorraine Harriet, un espacio abierto por la embajadora para ayudar a los más necesitados''. ¿No suena bien?
—Dijiste Lorraine Harriet —musitó cabizbaja, intentando contener una sonrisa y sonrojándose de paso.
—Ya a estas alturas deberías estar adaptada —tomé su barbilla con suavidad entre mis dedos e hice que me mirara—. Por cierto, ¿cómo se llama la academia?
—Vanilla.
—No puede ser —sonreí—. ¿No la has comprado aún y ya le cambiaste el nombre?
—No, ningún cambio de nombre —negó con la cabeza, sonriente—. El Sr. Dawson me dijo que decidieron llamarla así porque el aroma de la vainilla es la fragancia favorita de su esposa, no tiene nada que ver conmigo.
—Pues ya ves que sí tenía que ver, Vainilla —hice énfasis en su apodo—. Creo que estabas destinada a hallar ese lugar.
—Concuerdo —asintió.
—¿Y qué hacemos aquí todavía? —me liberé con suavidad de su agarre, caminé hacia mi escritorio donde tomé mi talonario de cheques y rellené uno de ellos con la cifra de cuatrocientos mil dólares y con mi firma. Desprendí el cheque del talonario y me volteé hacia mi novia, mostrándoselo—. Vayamos a comprar tu academia.
(...)
Nos encontrábamos en la academia con Lori y los señores Dawson ultimando detalles sobre la compra-venta y traspaso de la misma bajo la supervisión de Frank y del notario encargado del proceso. El matrimonio Dawson se tomó una semana para pensar en la propuesta de mi novia, ambos estaban de acuerdo en que la suma de dinero que se les ofreció era más que suficiente para cubrir sus gastos, sin embargo aún se encontraban renuentes a la idea de vender.
Hace unos días, nos invitaron a su casa —afortunadamente la Sra. Dawson se encuentra mucho mejor de salud— y nos relataron de forma más detallada todos los años de sacrificio y esfuerzo que le pusieron a la academia para llevarla a la gloria de la que por décadas gozó.
También nos contaron el verdadero origen del nombre ''Vanilla''. No solo es la fragancia predilecta de la Sra. Theresa, sino que uno de los métodos que empleó el Sr. Mark para conquistarla fue regalarle cada día una flor de vainilla hasta que ella le dijo que sería más productivo que le trajese las semillas para así plantarlas en su jardín. Además, frente al local donde montaron la academia solía haber una floristería que tenía un pequeño invernadero con plataciones de vainilla y curiosamente el aroma de las mismas llegaba hasta la entrada del establecimiento, así que no lo dudaron dos veces en llamar a la academia como esa flor que se había vuelto tan especial para ellos.
Los Dawson me recordaron muchísimo a mis difuntos abuelos maternos, son un sólido y dulce matrimonio. Y las concidencias con respecto a la vainilla que comparten su historia de amor con la mía y de Lori, me hicieron desear que lo nuestro dure tantos años como lo de esa humilde pareja.
Finalmente, y para nuestra alegría, accedieron a vender, pidiéndole de corazón a Lorraine que cuidaran de su academia con la misma alma y empeño que ellos le pusieron durante sus años de oro, como lo seguirían haciendo ellos si no se vieran en la penosa necesidad de despedirse.
Y aquí estábamos, con los documentos ya firmados por mi rubia y a la espera de las firmas del matrimonio de cabellos canosos. El Sr. Mark balanceaba el bolígrafo entre sus dedos mientras observaba detenidamente la hoja de papel, hasta pareciera que estaba por firmar su sentencia de muerte.
—Sr. Dawson —lo abordó mi novia, sacándolo del pequeño trance en el que se había metido—. Si quieren retractarse y romper el acuerdo, está bien. No tendré problema con ello.
—No, Srta. Lorraine —negó con la cabeza luego de exhalar con pesadez—. La decisión está tomada.
Tomó la mano de su esposa y le sonrió con nostalgia y una palpable tristeza, ella le correspondió de la misma forma. Ambos se tomaron unos breves instantes para detallar visualmente el lobby de la que dejaría de ser su academia después de un par de firmas, contemplaron cada rincón para guardar las fotografías mentales en su memoria.
—Es hora, cariño —asintió la Sra. Theresa y ese fue el empujoncito que necesitó su esposo para firmar el documento.
—Tu turno —dijo él, tendiéndole el bolígrafo a su esposa.
La Sra. Dawson se mostró un poco más rápida, pareciera que su intención era agilizar el proceso para así disminuir un tanto el dolor que le estaba provocando perder este sitio. Con una seguridad digna de envidiar, firmó y movió la hoja en dirección al notario mientras se secaba una lagrimilla que se le escapó.
—Muy bien —el notario también firmó en su espacio correspondiente—. Ya todo está listo y legalizado —guardó el documento en un folder y posteriormente en su bolso de mano—. En breve se les hará llegar a sus respectivos domicilios las copias de toda la documentación referente a esta transacción —sacó el cheque que previamente yo ya había rellenado y se los tendió a la pareja—. Aquí tienen, señores Dawson.
El Sr. Mark recibió el cheque y respondió con un asentimiento de cabeza.
—Bien, mi trabajo aquí está hecho, debo retirarme —ultimó el notario a la vez que abandonaba su asiento—. Buenas tardes.
—Lo acompaño hasta la salida —se ofreció Frank antes de marcharse junto a él.
Los señores Dawson también se levantaron, al igual que Lori quien se posicionó a mi lado. Me sentí mal al visualizar sus semblantes tristes, debía estar siendo bastante difícil.
—Espero... —comenzó a decir el Sr. Mark—. Espero que tu pasión por el baile te guíe para darle a este lugar el progreso que nosotros no supimos mantener. Me alegra que hayas cruzado esa puerta y hayas visto más allá del polvo y el abandono de los años para percibir un poco de la magia que creamos aquí.
—Esto es muy duro para nosotros —prosiguió la Sra. Theresa, con la voz quebrada—. Nunca tuvimos hijos, pero fuimos capaces de concebir a la Academia Vanilla y...los padres nunca están del todo preparados para dejar ir a sus niños. Pero confío en que la estamos dejando en buenas manos, unas que no demolerán el lugar tan pronto salgamos por esa puerta.
—Aquí tienes —el Sr. Dawson sacó unas llaves de uno de los bolsillos de su chaqueta y se las ofreció a Lori—. Si no es mucha molestia...nos gustaría que nos avisaran cuándo será la reinauguración, no quisiéramos perdérnosla.
—¿Perderse la reinauguración? ¿Las llaves? —inquirió mi novia—. ¿De qué hablan?
Ambos señores nos lanzaron miradas confusas y supe que esa era mi señal para entrar en acción.
—¿Me permiten echarle algo de luz a este asunto? —ambos asintieron en respuesta—. Verán, no acaban de firmar el contrato de compra-venta de la academia, sino de la mitad de la misma.
—¿Mitad? —cuestionaron al unísono.
—Pues sí —introduje ambas manos en los bolsillos de mi pantalón—. En un principio Lorraine sí tenía pensado comprar todo el establecimiento, no obstante, después de la charla que tuvimos con ustedes y de ver el enorme valor sentimental que este sitio tiene para ustedes, creímos que lo mejor sería solo comprar la mitad. Así todos ganan. Lori tendrá su propia academia y podrá sacarla adelante y ustedes tienen el dinero que necesitaban sin necesidad de vender.
—Pero leímos el contrato ayer, e-estipulaba la compra-venta de la academia, po-por entero —tartamudeó el señor, aún sin salir de su asombro.
—Eso es porque el que redactamos en primer lugar decía eso —aclaró Frank, regresando a la estancia—, el que firmaron recién dice otra cosa. Pero no tienen nada de qué preocuparse, son las mismas condiciones que leyeron en el contrato anterior, eso podrán comprobarlo por ustedes mismos cuando se les hagan llegar los documentos.
—Pero no podemos aceptar —contradijo la señora—. Si cuatrocientos mil dólares ya era una cantidad excesiva por la compra-venta total, por solo la mitad es casi una estafa.
—Claro que van a aceptar, es la cantidad que estipula el contrato —rebatí.
—Sr. Mark, Sra. Theresa —dijo mi Vainilla, dando un paso más cerca de ellos—, ustedes construyeron esta extraordinaria academia. No puedo ni quiero separarlos de ella y definitivamente no podré manejarla sin la ayuda de unos socios con vasta experiencia como lo son ustedes —tomó una mano de cada uno de ellos—. Vanilla es suya y nunca dejará de serlo, solo que ahora comparten un cincuenta por ciento conmigo. Pero les prometo que juntos volveremos a hacer brillar este lugar y haremos grandes cosas, ya verán.
—¿De dónde saliste, pequeño ángel? —lagrimeó la Sra. Dawson mientras que con su mano libre acariciaba dulcemente la mejilla de mi novia.
—De un lugar en el que aprendí que no hay acto más valioso que ayudar a buenas personas cuando más lo necesitan.
—Te enseñaron bien —asintió el Sr. Dawson—. Muchísimas gracias por esto.
—No tienen nada que agradecer. Ahora centrémonos en encender la llama apagada de la Academia Vanilla —ella me miró por encima del hombro y me sonrió—. ¿Nos ayudas con eso, Expreso?
—¿Acaso lo dudabas?
(...)
—¡Muero por darle noticia! —exclamé de felicidad mientras caminábamos entre los pasillos del orfanato.
—Es mi academia. ¿No se supone que sea yo quien esté emocionada por decirle a mis alumnos que pronto volverán a recibir clases mías? —rebatió mi rubia.
—En teoría sí, pero yo quiero contárselo en particular a Marjorie. Llevo semanas buscando posibles padres para ella y no he dado con nadie, al menos podré alegrarla de otra forma.
Y sí, me sentía jodidamente culpable por no haber cumplido mi misión con esa niña. Toda la vida me he caracterizado por mi persistencia, incluso con las causas perdidas, y esta no es la excepción, pero por desgracia esto no es un contrato ni un negocio, ni nuevos socios, lo que tengo que encontrar es amor incondicional y se me está haciendo bastante difícil.
—Mi amor —acarició con su pulgar el dorso de mi mano unida a la suya—, haz hecho todo que has podido para hallar a esos padres ideales que se enamoren de Marjorie a pesar de su condición. No es una tarea sencilla y realmente creo que si hay unos padres ahí afuera dispuestos a darle todo el amor que ella se merece, tarde o temprano llegarán, con o sin tu ayuda.
—Preferiría que fuera con y lo más pronto posible —dejé escapar un suspiro—. Ella está creciendo, Vainilla. Y pronto no solo será su discapacidad sino que ya no tendrá la edad promedio que los padres adoptivos buscan. Perderá toda oportunidad de ser adoptada y quiero ayudarla antes de que eso pase.
—Yo quiero lo mismo, créeme. Pero por ahora la única buena noticia que podemos darle es que Miss Lorraine volverá a darle lecciones.
—Y eso la pondrá muy feliz, ¿cierto? —le sonreí.
—Eso espero —se detuvo en seco y leyó la inscripción en la puerta de madera a su derecha—. Creo que es aquí.
Tocamos a la puerta y a los pocos segundos nos recibió Abigail, la trabajadora social, y nos invitó a pasar. Al ingresar, nos dimos cuenta de que se trataba de una sala de no muchos metros cuadrados repleta de juguetes y juegos de mesa con los cuales al menos dos docenas de niños estaban jugando.
—¡Su atención, por favor! —los llamó Abigail, captando la atención de todos—. ¿Adivinen quién vino de visita?
—¡MISS LORRAINE! —ese grito colectivo fue lo último que escuché antes de que esa manada de niños corriera hacia nosotros y me atropellaran para llegar hacia mi novia, poco faltó para que terminara en el suelo.
—Dios —sonreí al ver cómo la rodeaban con abrazos y gritos, había que estar ciego para no ver que esos peques la quieren mucho.
—Creo que voy a tener que esperar a que terminen de saludarla todos —comentó una vocesita a mi lado, desvié la mirada hacia abajo y me encontré con una pequeña rubita no desconocida para mí.
—Hola, Marjorie —la saludé a la vez que me arrodillaba sobre una sola pierna para igualar nuestras alturas.
—¡Oh! ¡Hola, Garret! —me sonrió.
—¿No puedes acercarte más a Lori?
—No —miró al resto de los niños—. Mi silla es muy ancha y si me cuelo entre los niños, pueden derribarme por accidente. Ya me ha pasado antes y me he golpeado muy feo.
—Lo siento. ¿Hay algún problema si te cargo? Así podría llevarte directo hacia ella.
—Nadie que no esté entrenado puede cargarme, eso dice mi fisu... Mi fusi... Mi fisoi...
—Tu fisioterapeuta —concluí por ella al ver que se le dificultaba terminar la palabra.
—Sí, él. Dice que por la fractura de mi médula espinal, hay que tener cuidado al cargarme porque puedo lastimarme aunque ya haya sanado.
—Comprendo —asentí—. Entonces nada de cargadas.
—Pues no —modificó su voz para decirlo en un tono más agudo a la vez que movía su manita en el interior de la marioneta que le regalé, simulando que fue el juguete el que habló.
—¿Aún la conservas? —sonreí.
—Pues claro —esta vez sí hizo uso de su voz—. Fue un regalo especial de alguien especial.
Chiquita...
—Y se lo obsequié a alguien igual de especial.
—La llevo conmigo a todas partes y como no tengo un peluche para dormir, duermo con ella. Florinda es muy buena compañía.
Dios, sí que soy malo con eso de los nombres.
—¿Sabes? Si quieres, puedes llamarla de otra forma. Florinda no es el nombre más bonito.
—A mí me gusta así —sacó a hadita de su mano y la abrazó con dulzura contra su pecho—. A nadie le gusta el nombre de Florinda y a nadie le gusto yo, así que yo amo el nombre de Florinda como quiero que me amen a mí.
Quedé impresionado al notar el análisis tan profundo al que llegó una pequeña de solo 5 años. Es cierto que los niños aman y de formas mucho más puras que los adultos, son más susceptibles a la escacez de cariño y forjan grandes sentimientos conforme crecen, pero Marjorie es mucho más vulnerable y al mismo tiempo más fuerte que una niña ordinaria.
—La quieres porque nadie más la quiere —concluí, dirigiendo mi mirada hacia la marioneta—. Pensándolo bien, Florinda no es un nombre tan feo después de todo. Y te equivocaste en algo —clavé mi mirada sobre la suya—, sí le gustas a la gente y definitivamente muchas personas más te amarán en el futuro —tomé sus manitas—. Que no hayas encontrado a los padres que te mereces y que personas superficiales de corazón no vean más allá de tu silla de ruedas, no significa que nadie vaya a amarte y adoptarte. Supongo que quiere decir que aquellos que deben ser tus padres, deberán amarte por encima de tu discapacidad y la silla está ahuyentando a todos los que no te merecen como hija.
—No había pensado en eso —musitó.
—Pues piénsalo. Muchas parejas adoptan a los niños porque son pequeños, por sus caritas bonitas, porque son inteligentes o carismáticos; pero todo eso se ve desde el exterior y no se detienen a mirar sus corazones.
—En mí solo ven mi silla.
—Exacto, y eso obligará a los padres indicados a ver lo que Lori y yo vemos.
—¿Y qué es lo que ustedes ven?
—Que eres una niña valiente, fuerte, independiente, muy madura para su edad, cariñosa, adorable, amable, tierna y... —por un instante perdí la noción de los adjetivos que estaba mencionando porque un brillo especial en sus ojos llamó mi atención por completo—. Y con el corazón más grande del mundo. Nunca olvides que eres extraordinaria, hadita.
—¿Hadita?
—Te gustan las hadas, ¿cierto? Entonces no veo porqué no llamarte hadita. Aunque, si no te gusta...
—Me gusta —me interrumpió—. Suena bonito.
—Entonces hadita será —sonreí.
—¡Oh, lo olvidaba! —exclamó de pronto y rebuscó algo detrás de sí hasta hallar una pequeña bolsa de regalo—. Cuando Lori me daba lecciones de baile, me dijo que debía relacionarme con otros niños haciendo cosas de pudiera hacer a pesar de mi silla, así que me uní al club confección y estoy aprendiendo a tejer porque dicen que soy muy pequeña para coser y me puedo lastimar —me entregó la bolsita—. Supe que hace un tiempo fue tu cumpleaños y quería regalarte algo también después de que me regalaste a Florinda. Espero que te guste.
Abrí la bolsa y dentro hallé, curiosamente, otra bolsa. Pero esta era aún más pequeña, estaba fabricada con lana de color blanco y constaba de una larga asa con la cual podría colgármela del hombro o del cuello.
—Es muy bonita, pero...¿no es algo pequeña?
—Es porque es para tu teléfono. La puedes usar cuando uses pantalones sin bolsillos y así cargas tu teléfono encima.
—Oh, ya entiendo —busqué mi teléfono en uno de los bolsillos de mi pantalón y al sacarlo, lo introduje en el reducido espacio de la bolsita de lana; sonreí al ver el resultado—. Pues mira qué bien, cabe perfectamente. Gracias, Marjorie.
—Es un regalo especial para alguien especial.
Ok, no puedo con tanto.
—Ven aquí, hadita —me acerqué un poco más y la envolví en el abrazo de oso más caluroso que pude, en serio me estaba encariñando muchísimo con esa peque—. Es uno de los mejores regalos que recibí, muchas gracias.
—Qué bueno que te gustó —me sonrió al separarnos—. Me tardé muchos días para hacerla.
—Y te quedó genial —me colgué el asa al cuello—. No dejes ese taller de confección, eres muy buena.
—Gracias —sonrió un poquito más, contagiándome.
—Hola —reconocí la voz de mi rubia a mis espaldas y sonreí al ver que la más gigante de las sonrisas se abrió paso en el rostro de Marjorie, la observaba casi con devoción y eso me pareció muy tierno.
—¡Hola, Lori! —casi chilló de regreso.
La aludida se posicionó a mi lado y adoptó la misma posición que yo. Tomó las mejillas de Marjorie entre sus manos y comenzó a repartir besos por toda su carita.
—Te extrañé mucho.
—Y yo a ti.
—¿Y qué has hecho durante todos estos días en mi ausencia?
—Un regalo para Garret —señaló la bolsita y me encargué de mostrársela a mi ojiazul favorita—. Ahora estoy en el club de confección y me están enseñando a tejer.
—Wow, Marjie. ¡Eres muy talentosa!
—¿De verdad lo crees? —preguntó la niña mientras sus mejillas adoptaban una tonalidad rosa.
Se sonroja igual que Lori, qué ternura.
—Claro que lo creo, y estoy segura que serás igual de buena en todo lo que te propongas.
—¿Caminando también?
—Sí, linda, caminando también.
—Y apuesto a que bailando sobre tus pies igual —secundé.
—Y hablando de baile —dijo Lorraine mientras se levantaba—, vine a hacer un anuncio.
Se dirigió hacia donde se encontraba Abigail y se posicionó a su lado mientras esta última solicitaba la atención de todos los niños. Una vez la obtuvieron, Lori se dispuso a hablar.
—Bueno, niños, Miss Abigail los reunió a todos aquí con el propósito de darme un espacio en el que pudiera darles una noticia que sé les gustará. ¿Recuerdan que estaba buscando trabajo en otra academia?
—Sí —dijeron todos los peques al unísono.
—Pues...ya la encontré. Se llama Academia Vanilla y soy co-dueña de la misma y lo primero que creé gracias a mi cargo fue un programa para que, tanto ustedes como mis otros alumnos del asilo, puedan recibir lecciones allí totalmente gratis —un coro de gritos y chillidos eufóricos de los niños casi nos dejan sordos—. Y por supuesto que volveré a ser su instructora —si el chillido anterior fue estridente, definitivamente el que acaban de emitir es ensordecedor—. Pero la academia necesita un par de reparaciones y arreglos, así que tendrán que esperar unas cuantas semanas para la reinauguración.
—Pero cuando la rei...nau..guren, ¿tendremos lecciones todas las semanas como antes? —pregunó un pequeño de cabello cobrizo.
—Pues sí, las tendrán.
—¡SÍ! —chillaron todos nuevamente, dando brinquitos de alegría.
—Y, mientras tanto, Miss Abigail habló con la directora del orfanato para que nos cedieran este lugar para dar las clases. Ahora ya no tendremos que andar de salón en salón cada semana, así que vamos, comencemos ya.
Los niños comenzaron a agruparse en filas mientras Marjorie hacía girar las ruedas de su silla para dirigirse hacia Lorraine. Abigail me hizo una seña, indicándome que saliéramos de allí para no entorpecer la lección. Caminamos juntos hacia la salida y tomamos asiento en una banca ubicada al lado de la puerta del salón.
—Miss Abigail, ¿puedo preguntarle algo sin sonar entrometido? —pregunté al recordar un detalle que llamó mi atención hace un rato.
—Claro —asintió.
—¿Por qué no hay programa especial para promover la adopción de niños con discapacidades y necesidades especiales?
—Lo hay, al menos en este orfanato sí, pero no surte el efecto deseado. Lo máximo que logra es captar la atención de causas benéficas y de filántropos que donan dinero para darles una mejor calidad de vida a los niños.
—Y esas donaciones son las que cubren las fisioterapias de Marjorie, ¿cierto?
—Anjá, aunque la ayuda que está recibiendo Marjorie no está acorde a sus necesidades. Lejos de ayudarla a caminar pronto, lo que está haciendo es realentizar el proceso de recuperación.
—¿A qué se refiere? —fruncí el ceño, confuso. Se supone que esas terapias la ayuden a mejorar y no a la inversa.
—Marjorie está recibiendo sus fisioterapias en un centro de salud pública, no es que estén haciendo un mal trabajo, pero solo va una vez a la semana y las sesiones de ejercicios que recibe son las que los padres podrían aplicarle en casa si los tuviera.
—¿Me está queriendo decir que está recibiendo los ejericios más básicos, los cuales no ayudan en casi nada y encima solo asiste una vez a la semana? —asintió—. A ese ritmo jamás volverá a caminar.
—Lo sé, pero el orfanato no puede cubrir terapias más eficientes. Marjorie ya es privilegiada por tener esas sesiones, otros niños de otros orfanatos no cuentan con la misma suerte.
—¿Y con fisioterapia mejor aplicada caminará pronto?
—Se estima que sí. El doctor que lleva atendiéndola desde que sufrió el accidente me explicó que su mejoría sería mucho más rápida con una mejor terapia, de hecho, con la poca que recibe semanalmente, ya siente los pies.
—¿En serio?
—No puede mover ni un dedito, pero siente sus pies y eso es un gran avance.
—Miss Abigail, si yo quisiera donarle todo un año de fisioterapia con los mejores fisioterapeutas de la ciudad a Marjorie, ¿el orfanato se negaría?
—¿Ha-haría eso? —sus ojos se ensancharon por la sorpresa.
—Pues claro. La he visto y sé que anhela poder caminar, así quieran adoptarla o no. Y es muy triste que una niña de su edad viva atada a una silla cuando es obvio que tiene grandes posibilidades de volver a caminar.
—Bueno...eh...tendríamos que hablar con la directora y plantearle la donación que quiere hacer para Marjorie, para oficializarlo, pero creo que no habrá ningún problema.
—Perfecto. ¿Podemos ir ahora mismo?
(...)
—Esto es muy relajante —suspiré mientras observaba el cielo azul cien por ciento despejado y me deleitaba con el dulce aroma de las orquídeas a mi alrededor.
—Sí que lo es —murmuró mi Vainilla mientras acariciaba mi cabello.
Estábamos teniendo un picnic romántico en Orquidean Park que, como su nombre lo indica, es un parque ecológico donde hay platadas más de ciento cincuenta especies de esta bella flor, incluyendo la vainilla que también es una orquídea. Por increíble que parezca, esta vez la cita romántica no fue ideada por mí, sino por ella. Desde mi cumpleaños le ha cogido el gusto a las sorpresas y, en vista de que suelen ser tiernas y agradables, me estoy acostumbrando a ellas.
Y ahora aquí, con mi cabeza reposando sobre su regazo, sus suaves manos recorriendo las ondas de mi cabello, la brisa fresca chocando contra nuestros rostros y la atmósfera en general, me sentía realmente agradecido con la vida por haber cruzado el camino de Lorraine con el mío.
—Mi amor —me llamó.
—Mhm...
—Lo estuve pensando y...creo que me uniré al programa de embajadores de la fundación, siento que ayudaré más de ese modo.
—¿En serio? —abrí los ojos, ya que hasta ese momento habían permanecido cerrados por lo relajado que estaba.
—Muy en serio —asintió.
Abandoné su regazo para sentarme y sonreírle. Estaba tan orgulloso de ella. La Lorraine que estaba mirando en este momento distaba mucho de aquella asustadiza e insegura mujer que me robó el sueño desde que la vi. Poco a poco recobró su brillo, su amor propio, sus esperanzas, su independencia, su carácter y su alegría. Y, lo más impresionante, es que a pesar de toda la ayuda que recibió, todo es mérito suyo.
—¿Te digo algo? Te admiro muchísimo.
—¿Por qué? —rió por lo bajo.
—¿Cómo que por qué? ¿No te has visto? ¿No has visto todo lo que has logrado y lo lejos que has llegado? Cuando llegaste a esta ciudad eras una persona completamente diferente a quien eres ahora, superaste cada barrera y obstáculo, te autorrediseñaste para ser inquebrantable. ¿Sabes cuántas personas desearían tener tu fuerza de voluntad y tu espíritu luchador? ¿Sabes a cuántas mujeres vas a inspirar con tu historia de superación? Así que, ¿en serio me preguntas que por qué te admiro?
Sus perlas azules me observaron con detenimiento durante unos escasos segundos, era una de esas miradas que suele lanzarle a Mat para comunicarse con él y que aún no logro descifrar del todo. Pero supe identificar un poco cuando, sin previo aviso, me abrazó.
—Te amo —murmuró en mi oído sin romper el abrazo.
—Y yo a ti, mi amor.
Nos separamos y en menos de tres segundos unió sus labios con los míos en uno de los besos más cargados de ternura que he probado de ella. Después de quedarnos sin aire, rompimos el beso y unimos nuestras frentes.
—Gracias por dejarme volar, pero sin soltarme de la mano.
—Siempre voy a volar contigo.
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Nuevo capítuloooo!!!
Y oficialmente este es el último cap. que escribiré en vacaciones, hoy mismo inicio el nuevo semestre y saben lo que eso significa: un cap cada un milenio. Pero tranquilos, este semestre haré lo posible por administrar bien mis tiempos para poder escribir.
Lori compró la mitad de la Academia Vanilla, ¿qué les pareció su gesto de dejar como co-propietarios a los señores Dawson?
Garret va a costear las fisioterapias de Marjorie, ¿creen que la hadita vuelva a caminar pronto?
Cap. dedicado a mariewonderb , 7w7historias7w7 y MadeleiniGomez
Besos de Karina K.love 😉
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