CAPÍTULO 37: Goles, festejos y búsquedas

Lorraine

Había olvidado por completo cómo se sentía despertar descansada y tranquila un domingo en la mañana. Me deleité al percibir el aroma corporal de mi novio mientras me removía entre sus brazos. Sabía que era temprano y por lo mismo no quería levantarme, estaba muy cómoda, pero hoy es un día muy importante y, aunque quiera, no puedo a quedarme a descansar toda la mañana.

Abrí los ojos y una vez estos se adaptaron a la luz del día, me incliné para rellenar el rostro de mi Expreso con besos. Mis mimos parecían hacerle cosquillas, hacía pequeñas muecas tal cual bebé, pero en lugar de despertar, me abrazó con más fuerza.

—Mi amor —murmuré mientras besaba su nariz—. Despierta, amor.

—Déjame dormir... —bostezó— un poco más, Vainilla.

—¿Olvidaste qué día es hoy?

—¿Navidad? —balbuceó sin despertar del todo.

—No —reí—. Hoy es el primer partido de nuestro campeón.

Eso pareció llamar su atención, ya que abrió los ojos de golpe y los cerró con la misma rapidez a causa de la luz solar que penetró en ellos. Parpadeó un par de veces y finalmente enfocó su mirada en mí, sonriéndome.

—Buenos días, cariño —acarició dulcemente mi mejilla.

Me incliné para besarlo, beso que recibió contento. Llevó sus manos a mi espalda, acariciándola, y sin previo aviso nos volteó a ambos, dejándome a mí bajo su cuerpo. Los besos estaban subiendo de tono y una mano traviesa tomó una de mis piernas para engancharla alrededor de su cadera.

Ok, sé por dónde va y no es el momento.

—Cariño —dije al separarme de él—. Tenemos que alistarnos.

—Oh, vamos —comenzó a besar mi cuello—. Un mañanero no nos hará daño.

—Pues no... —logré escaparme de sus besos y me paré de la cama—. Pero deberíamos ir a ducharnos.

Gruñó algo por lo bajo y hundió su cara entre las almohadas. Me sentí mal por dejarlo con las ganas, así que regresé a la cama, me senté sobre su espalda y me incliné para susurrarle al oído:

—Si me alcanzas en la ducha en cinco minutos, podemos hacerlo ahí.

No había parpadeado y él ya se encontraba corriendo en dirección al baño. Reí mientras lo seguía, dándome cuenta de que fui yo quien tuvo que alcanzarlo. Me carcajeé un poco más al verlo completamente desnudo en la ducha, con una mano apoyada en la pared y la otra en su cintura.

—Qué seductor, Sr. Harriet —le sonreí mientras me desvestía.

—Ni tanto —se encogió de hombros—, pero todo sea por seducirte.

Ingresé a la ducha ya desnuda, redeé su cuello con mis brazos y me incliné para besarlo. Nuevamente fui correspondida con toda la dulzura de este mundo.

—Extrañé tanto esto —murmuró entre beso y beso.

Y sí, mientras estuve trabajando en la academia no hubo tiempo en las mañanas para darnos mimos ni cariño, ni mucho menos para hacer el amor. Todo se resumía a despertar, asearnos, cambiarnos, ir a desayunar, dejar a Mat en el colegio y de ahí al trabajo; entre proceso y proceso solo había cabida para uno o dos besos fugaces.

Aún no me explico cómo pudo ser tan comprensivo al respecto y cómo no me dijo un merecido ''Te lo dije'' cuando al fin abrí los ojos sobre el carácter explotador de mi trabajo, pero tal reclamo nunca llegó, al contrario, me dio la razón en cuanto a que debía tropezar con mi propia piedra.

—Lo mismo digo —secundé justo antes de agarrarme de su nuca para impulzarme para que me cargara, por suerte él entendió mis intenciones y me sostuvo las piernas, evitando que callese vergonzosamente.

—¿Qué tramas, Vainilla? —sonrió lobuno mientras apoyaba mi espalda en la pared, acorralándome entre ella y su cuerpo.

—Nada que no estés deseando hacer —le susurré sensualmente al oído.

—Entonces hagamos mis deseos realidad.

(...)

—¿Falta mucho para que empiece? —pregunté por enésima vez, haciendo reír a Garret y a Kyle.

Estábamos en las gradas del campo de fútbol del colegio, esperando impacientemente a que el partido comenzara, o al menos que Los Lions hicieran acto de presencia ya que Los Falcons, el equipo contrario, ya se estaba preparando para el partido. Kyle y Heather se habían sentado junto a nosotros, también vistiendo ropa deportiva y gorras para cubrir sus rostros del sol.

—Esto suele tardar un poco —me respondió Kyle—. Además, es el primer partido de la mini liga y es normal que los niños estén nerviosos.

—Los niños estarán bien, confío en ellos —intervino Heather, agitando sus pompones de animadora—. Y aquí estaré yo para animarlos.

—Heather, ya hablamos de esto en casa —suspiró su jefe—. ¡Nadie quiere verte animando! No fuiste animadora en high school por una razón.

—Tú fuiste un codiciado y popular jugador de fútbol y actualmente eres tan amargado que que chupar un limón es más agradable que charlar contigo —rebatió ella—. ¡Las cosas cambian, Sr. Taylor!

—Eres imposible —gruñó él.

—Y tú un gruñón —se cruzó de brazos ella.

—Creo que estos dos se van a casar primero que nosotros —susurró Garret en mi oído, a lo cual asentí entre risas.

Heather y Kyle siguieron discutiendo un rato más mientras las gradas continuaban llenándose de gente que vino a apoyar a los niños. Estaba nerviosa por Mat y por Joey, en los últimos días no habían hablado de otra cosa que no fuera este partido y de lo importante que era ganarlo.

Ya me estaba impacientando cuando vi llegar a un grupo de personas marchando. No sé qué me sorprendió más, que fuera Jessie quien estaba dirigiendo a la ''tropa'', que todos los Harriet estuviesen aquí o que Regina estuviese vestida deportivamente.

—¿Qué hacen aquí? —sonrió Garret, a la vez que nos levantábamos para saludarnos.

—¿Creíste que nos perderíamos el primer partido de mi nieto? —dijo Eduard.

—Esto es muy importante para Mateo, así que el día de hoy es solo para él —secundó Evan.

—¡Mat y Joey jugarán y a Los Falcons patearán! ¡No se metan con Los Lions, que ganar es su trabajo! —animó Jessie, literalmente, estaba vestida como una pequeña animadora con pompones incluidos.

—¡Wow, Jess! —exclamó mi Expreso—. Tus rimas son geniales. ¿Quién te enseñó a hacer eso?

—Es que quería animar a Los Lions, pero no hay equipo de animadoras, así que me convertí en una. Le pedí ayuda a papá con las rimas, pero definitivamente no es su fuerte.

—¡Jessica! —la reprendió su padre, haciendo que se volteara hacia él.

—No me grites, hiciste rimar ganar con surfear —eso nos hizo a reír a todos—. Entonces recordé que mi mamá es escritora y ella sí fue de gran ayuda —se giró de nuevo hacia su padre—, no como otros.

—¿Ah sí? —Ev se cruzó de brazos—. Ya veré si tu mamá se hace socia de tu empresa.

—Ya lo es, le proveo dulces al Sweet Paradise hace meses.

Y así sin más se encogió de hombros y se sentó, dejándonos con la boca abierta como de costumbre.

—Esta niña va a matarme y solo tiene 6 años —dijo el pelinegro por lo bajo para finalmente sentarse junto a su hija.

Nos limitamos a reír para acabar tomando asiento luego de que saludaran a Kyle y a Heather. Los diez minutos siguientes transcurrieron con Kyle echándole en cara a Heather que Jessie es mejor animadora que ella, con los hermanos Harriet reclamándole a su madre que para ir a ver sus partidos nunca abandonó su ropa formal como ahora y con Lily induciéndonos a tomarnos fotos a cada rato alegando que son raras las ocasiones en las que toda la familia se reúne.

Pasados esos divertidos diez minutos, el narrador deportivo anunció la llegada de Los Lions a la cancha y lo hizo de un modo muy especial, mencionándolos uno por uno. Fue mega tierno ver a cada pequeño ingresar al campo tras filtrarse su nombre por el altavoz, vistiendo sus bonitos uniformes color morado y azul añil.

Heather brincó en su lugar y sacudió a Kyle como una lunática cuando mencionaron el nombre de Joey y este apareció saludando en dirección a nosotros. Ella en serio adora a ese niño.

—¿Dónde está Mat? —inquirió Garret mientras frotaba sus manos con nerviosismo, ya había aparecido la mayoría del equipo y aún no habían señales de nuestro rubito.

—¿Quién es el ansioso ahora? —me burlé a la vez que entrelazaba nuestros brazos—. Seguro que, como es el delantero, lo mencionarán entre los últimos. Lo mismo pasó en las captaciones, ¿recuerdas?

—Sí, tienes razón —asintió.

—¡Y por último, pero no menos importante —la voz del narrador deportivo se filtró una vez más— nuestro pequeño delantero: Mateo Harriet!

Garret casi se cayó de espaldas cuando vio a nuestro hijo ingresar al campo con su uniforme en el que figuraba con letras mayúsculas el apellido Harriet sobre su número: el siete. Juro que vi los ojos avellana de mi novio inundarse un tanto mientras observaba al niño corretear hasta reunirse con sus compañeros de equipo.

—Mateo Harriet, ¿eh? —me sonrió.

—Los niños pueden elegir la modificación que quieran en su uniforme y apodo por el que nos nombran —me encogí de hombros—. Yo no tuve nada que ver.

—Supongo que eso es lo que más me emociona, que fue obra de él.

Tomé su rostro entre mis manos y le di un casto beso en los labios.

—Disfrutemos del primer partido de nuestro pequeñín.

Y eso hicimos.

Ciertamente no tenía idea de nada en cuestiones de fútbol, pero lo que sí sabía es que Los Lions estaban arrasando. Había visto a Mateo practicando en casa con Garret, pero era muy diferente verlo en un partido, no tenía idea de que era tan rápido y hábil con el balón.

Garret me explicaba como podía cada jugada y cómo se estaba desarrollando el juego. Al parecer el equipo de uniforme amarillo y verde no estaba ni la mitad de preparado para el torneo en comparación con nuestros leoncitos. Mi corazón se llenó de orgullo cuando divisé el primer gol de mi niño, y dicho sea de paso el primero de todo el juego. Todos los presentes en las gradas de nuestro equipo se levantaron para ovacionar la hazaña de mi Mat.

—¡ESE ES MI PRIMO! —gritó Jess a todo pulmón tras ser cargada por Evan para que pudiese observar el campo.

—Y ese es nuestro hijo —sonreí para Garret a lo que él me respondió con un tierno beso en la frente.

—Ese es nuestro campeón, Vainilla.

Tras culminar la euforia de ese primer gol, nos sentamos y continuamos disfrutando del partido. Garret me dijo que, por ser niños tan pequeños, el juego constaría de dos tiempos como está reglamentado, pero que en lugar de ser de cuarenta y cinco minutos cada uno, serían solo de veinte. Para cuando el primer tiempo culminó, ya Los Lions habían anotado tres puntos —dos de ellos por obra de Mateo— y Los Falcons solo uno, por un pequeño descuido de Joey.

—¿Vamos a verlo? —me propuso Garret al ver que los niños iban al banco para tomar su merecido descanso.

Tomé su mano y le sonreí ansiosa.

—¡Vamos!

Nos las arreglamos como pudimos para descender por las gradas sin pisar ni golpear accidentalmente a nadie y lo logramos con éxito. Una vez llegamos al estrecho espacio que separa la zona de las gradas de la zona de descanso del equipo, un encargado nos prohibió el paso, pero bastó con que mi castaño raro mencionara su apellido para que nos dejaran pasar.

A eso le llamo yo poder Harriet.

Caminamos hacia las bancas donde se encontraban la mayoría de los niños bebiendo agua, entre ellos nuestro rubito.

—¡Hola, campeón! —lo saludamos al unísono.

—¡Hola! —chilló, abandonando la banca y a su botella de agua sobre ella—. ¿¡Vieron mis goles!?

—¡Claro que los vimos! —le sonrió él—. Y estamos orgullosísimos de ti.

—¿En serio, Gary?

—Muy en serio, rubito —contesté—. Lo estás haciendo increíble.

—¿Crees que ganemos, mami?

—¡Por supuesto! —aseguramos a la vez.

—Voy a esforzarme mucho para lograrlo, lo prometo.

—Y si no ganas, estará bien, porque... —Garret dejó que la frase flotara entre nosotros para que el niño la completara.

—Porque hice mi mayor esfuerzo y eso es lo importante.

—¡Eso es! —le agitó el cabello—. Ahora descansa, el segundo tiempo está por comenzar y el delantero estrella no puede estar cansado.

—Nos vemos cuando se acabe el partido —agitó su manita a modo de despedida y regresó con el resto de los niños.

Nosotros por nuestra parte volvimos a las gradas donde, para nuestra gracia, estaban Jessie y Heather animando. No sé de dónde los sacaron, pero tenían unos carteles con los mensajes ''Mateo goleador, de Gary es el campeón'' y ''Joey para un gol para su papá gruñón'' inscritos en ellos.

Tomamos asiento y pocos minutos después inició el segundo tiempo. Los Falcons habían repuesto pilas y les estaban dando más pelea a nuestros Lions, pero de igual forma seguíamos a la delantera. Esta vez Joey estaba especialmente atento para evitar que el balón penetrara en la portería. Por otro lado mi rubito abordaba con agilidad a quien fuera del equipo contrario que estuviese dominando el balón.

—El juego está reñido —comentó mi novio a la vez que movía insesantemente una pierna y frotaba sus manos.

—¿Estás nervioso, cariño? —acaricié su pierna en movimiento.

—¿Cómo no estarlo, amor? Solo quedan cinco minutos de partido y los halconcitos lograron empatar, ahora el juego depende de Mat y de sus otros dos compañeros que han goleado. ¿Sabes lo mal que se va a sentir Mateo si no logran marcar el gol ganador?

—¿No le dijiste hace un rato que lo importante es esforzarse?

—Claro que eso es lo que importa, incluso más que ganar. Pero este es su primer partido y si pierden por un único gol marcado por el equipo contrario, Mat se desanimará. Este es su primer juego oficial y significa mucho para él.

—Cariño —tomé su mano, entrelazando nuestros dedos—. Si gana, estaremos aquí para celebrarlo en grande junto a él, y si pierde, también estaremos aquí para consolarlo y animarlo. Tú y yo sabemos mejor que nadie que en la vida se gana o se aprende perdiendo.

—Tienes razón —sonrió a medias—. Pase lo que pase siempre estaremos con él y nunca dejará de ser nuestro campeón.

—Exacto —besé su mejilla—. Ahora vamos a...

No terminé la frase ya que el narrador mencionó eufórico el apellido Harriet, haciéndome centrar toda mi atención en el campo. Mi hijo tenía el balón en su poder faltando solo treinta segundos para dar por terminado el partido. Un montón de niños del equipo contrario lo seguían, intentando arrebatárselo, pero mi pequeño es bastante rápido y contaba con unos buenos defensas que lo protegían.

Faltando solo diez segundos —según el narrador— y estando lo suficientemente cerca de la portería contraria, Mat pateó con fuerza el balón, haciendo que saliera volando hacia la dirección deseada. Todos nos pusimos de pie ante la euforia mientras el pequeño portero de Los Falcons saltaba para agarrar el balón, si lo hacía, el juego se extendería, y si no, ganaríamos.

Gritos ensordecedores se escucharon ante el resultado final justo un segundo antes de que el segundo tiempo terminase.

¡LOS LIONS GANARON!

¡Y EL GOL GANADOR LO EFECTUÓ MI HIJO!

¡LO LOGRÓ!

—¡ESE ES MI PRIMO! —chilló Jessie entre tanta algarabía.

Volaron banderas de la institución y serpentinas, se escucharon silbidos y ovaciones, todo por nuestros mini campeones. En la cancha estaban todos los niños del equipo rodeando a Mat con abrazos y felicitaciones, eran tantos que apenas podía ver el cabello rubio de mi bebé.

—¡JODER, ESE ES MI HIJO! —gritó mi novio, sonriendo de orgullo.

—¿¡Qué hacemos aquí todavía!? —intervino mi tía—. ¡Vamos a felicitar a nuestro goleador!

—¡Sí! ¡Sí! —chillé, emocionada.

Nos hicimos espacio como pudimos para bajar las gradas e ingresar en el campo. Esta vez no nos topamos con ningún encargado impidiendo el paso, entramos a nuestras anchas. Mateo, al vernos, corrió a nuestro encuentro y se dejó envolver en un caluroso abrazo familiar.

—Estamos muy, muy, muy orgullosos de ti, mi niño —chilló Lily.

—Esto tenemos que celebrarlo todos juntos, ¿no creen? —propuso Eduard.

—¡Sí! —saltó el campeón—. ¿Podemos ir a California de nuevo?

Eso nos hizo reír a todos los adultos y por las caritas de los niños noté que matamos sus ilusiones.

—A California no podemos ir, Mat —le dijo Regina, agachándose para quedar a su altura—. Pero podemos ir al Sweet Paradise por las malteadas de chocolate que tanto te gustan y luego al parque de diversiones Rolley Swift al cual, por alguna razón, los desnaturalizados de tus padres no te han llevado aún —esto último lo dijo lanzándonos una mirada asesina a Garret y a mí, en estas semanas me he acercado tanto a ella que hasta había olvidado lo mucho que intimida.

—¡Me encantaría ir, abuela!

—Ok, aún no me acostumbro a lo de abuela —formó una mueca de desagrado mientras se levantaba.

—Te hice abuela con Jessie hace más de un año —le recordó Ev.

—Que no me acostumbro dije —rebatió tajantemente ella, haciendo que su hijo alzara ambas manos en señal de paz.

—Mat, te están llamando por allá —avisó Lils, señalando al entrenador y a los niños que gritaban su nombre.

—Iré a verlos y regreso rápido, ¿ok?

—Ok, campeón —Gary le agitó el cabello y dejó al niño marcharse.

Un rato más tarde el mini ojiazul regresó igual de contento y nos dirigimos hacia la salida de la institución. Estando ya en el parqueo, nos topamos con una especie de monovolumen de lujo color negro brillante.

—Esto no estaba aquí cuando llegamos, ¿cierto? —cuestionó mi tía, señalando el vehículo.

—¿Y dónde están nuestros autos? —preguntó Evan.

—Hablen menos y aborden más —ordenó el patriarca mientras se dirigía hacia la puerta del lado del piloto.

—¡Genial! Una limonada familiar —apluadió mi sobrina.

—Jess, ¿cuántas veces debo decirte que se dice limusina? —inquirió su mamá.

—Eso, limoncina.

—Al menos se acercó esta vez —rió Evan—. Andando.

Abordamos el estiloso monovolumen siguiendo las órdenes de Regina con respecto a dónde debíamos sentarnos. Resulta que por dentro era mucho más espacioso de lo que creí. Constaba de tres plazas de asientos: la delantera que fue ocupada por Eduard al volante y Regina como copiloto; la intermedia, en la cual se sentó mi tía junto a los niños; y la trasera, la cual estábamos ocupando ambas parejas.

—¿Puedo saber por qué enviaron nuestros autos a casa y nos harán viajar en un monovolumen? —inquirió Garret—. No creí que viviría para ver a alguno de nosotros en este tipo de auto.

—Era esto o una limusina —respondió su madre—. Por si no lo notaste, somos una familia numerosa ahora.

—Nunca habíamos viajado todos juntos así...tan unidos —sonrió.

—Ese era el punto, hijo —le sonrió su padre a través del espejo retrovisor.

Esto es muy lindo.

—Bueno, ¿a qué esperamos, familia? ¡Vámonos!

—¡Sí! —gritamos todos juntos.

Posé mi cabeza sobre el hombro de Garret y me limité disfrutar del viaje. Pocas veces todos los Harriet estábamos juntos y eso había que celebrarlo.

(...)

—¡Tengo que ir darle la noticia de que gané a Brave! —eso fue lo que chilló Mateo al llegar a casa y justo antes de correr despavorido hacia el jardín, no entendía cómo aún le quedaba energía después del partido y de todo lo que jugó en el parque de diversiones.

—¡Campeón, espera! —gritó Garret mientras corría tras el niño.

Sonreí al ver que todo marchaba según lo planeado y le guiñé un ojo al resto de la familia. Caminamos juntos hacia el jardín para encontrarnos allí a un sorprendido Gary por la decoración y el gran pastel que el chef preparó para él.

—¡Feliz cumpleaños! —gritamos todos a la vez, incluyendo a Vivi y al chef y a los ladridos de Brave.

—Ok —rió por lo bajo—. Por un momento, solo por un momento, creí que lo habían olvidado.

—¿Cómo íbamos a olvidar el día en que poblaste el mundo con tu presencia, molesto hermano mayor? —bromeó Evan antes de abrazarlo—. Mi treintañero favorito.

—Oh, por favor, no me recuerdes que cumplo 30 —rió al separarse—. ¿De quién fue la idea de hacer todo esto?

—Me declaro culpable —le sonreí.

—¿Tú? ¿En serio? —sonrió, sorprendido.

—No sé porqué te sorprende, tú propusiste que yo te preparara algo así, ¿no? —caminé en su dirección—.Todo estaba fríamente calculado. No te felicitamos, no hicimos ningún comentario con respecto a tu cumpleaños y simulamos que era un día normal. A decir verdad, en un principio no sabía qué hacer para sorprenderte o qué regalarte, pero luego caí en cuenta de que para ti el regalo y festejo perfectos son estar con tu familia. El partido de Mat fue de gran ayuda y el resto de las actividades ya estaban planeadas por Regina, mientras tanto aquí, el chef y Vivi se encargaron de montar una pequeña fiesta —di un paso más cerca de él—. Sé que las fiestas no son lo tuyo, pero aquí estamos nosotros, tu familia, y te amamos —procedí a hacer justo lo que él hace por mí: besé sus manos, luego me incliné para besar su frente y finalmente sus labios—. Feliz cumpleaños.

Sonrió y juntó nuestras frentes a la vez que tomaba mis manos.

—Gracias por todo esto, mi amor. Ya veo que te nació el gen calculador de los Harriet.

—Ya era hora, ¿no?

—Pues sí —se encogió de hombros.

—Tío Garret —nos separamos para centrar nuestra atención en Jessie. Llevaba entre sus manitas un delfín de cerámica con una pequeña base circular para poder colocarlo en superficies planas—. Tú me regalaste un delfín una vez, así que te quise regalar uno a ti —se lo entregó—. Lo hice en mi taller de cerámica. No quedó perfecto, pero...

—Es perfecto, princesa —la interrumpió y regresó su vista a la figurilla—. Lo voy a colocar en el escritorio de mi estudio y me traerá buena suerte en el trabajo.

—Entonces, ¿te gustó?

—Claro que sí, mi niña —se arrodilló sobre una pierna para abrazar a la ojiazul—. Muchas gracias.

—Feliz cumple, tío.

—Yo también tengo un regalo para ti —Gary se separó de Jessie al escuchar la voz de Mateo detrás de él y se volteó hacia el rubito quien llevaba el regalo oculto tras su espalda.

—¿Ah sí? ¿Qué es?

—Bueno... —alargó la E y dejó al descubierto la taza que le regalamos por Navidad, pero esta vez no estaba vacía.

—¿Café? —cuestionó, tomando la taza.

—Tú pruébalo —le guiñé un ojo.

Extrañado, llevó la taza a sus labios y emitió un gemidito de sorpresa al probar el contenido.

—¡No puede ser! —exclamó aún sin creérselo del todo—. Es un expreso con vainilla. ¡Sabe igual a los...! —se giró hacia mí—. ¿¡Lo hiciste tú!?

—Pues sí —asentí—. Tenemos una nueva adquisición en la cocina: una máquina de café expreso y bastante vainilla en la alacena.

—No sabes cuánto extrañé tu café —sonrió.

—Pues ahora tendrás uno cada mañana, cortesía mía.

—Y yo que pensaba que mis mañanas no podían ser más dulces.

Ragazzi, questa è una festa —gritó el chef en italiano—. Festeggiamo.

—Entendí lo de la fiesta, pero, ¿qué significa lo último? —pregunté.

—Dijo que celebremos —respondió Lily, recordándome que habla perfecto italiano.

—Cierto, esto es una fiesta —el cumpleañero me abrazó de lado—. Mi fiesta. Y voy a celebrar con mi familia —nos sonrió a todos—. ¿Dónde está mi trozo de pastel?

(...)

Estaba muerta, casi literalmente.

Había abandonado la última academia de danza hace ya media hora y seguía caminando por el centro de la ciudad en busca de trabajo. Hallar un nuevo trabajo estaba siendo más difícil de lo que creí y no ayudaba en nada el hecho de que se me ocurrió la ''brillante'' idea de tomar un taxi en lugar de usar mi auto. Caminé de una academia a otra y podría jurar que ya había recorrido todo el centro.

Quizás debería aceptar la oferta de Lily de volver a trabajar en el Sweet Paradise.

Esa sería una idea factible para volver a trabajar, pero mi verdadera vocación es instruir y quiero seguir haciéndolo, por lo mismo no tengo pensado rendirme hasta dar con el sitio ideal para mí, uno donde me sienta a gusto y tenga un horario laboral justo.

Comencé a pensar que me había alejado del centro cuando me vi rodeada de edificios más clásicos con pocos negocios a los alrededores. Iba a preguntarle a alguien la dirección exacta en la que me encontraba cuando una edificación llamó mi atención.

El lugar estaba pintado de un pulcro color blanco, destacaba la arquitectura clásica de la Heaven Gold City de los ochentas. Desde fuera lucía como un sitio bastante amplio, así que el interior debía serlo más de lo que imaginaba. Una gran puerta de caoba se erigía frente al espectador, dándole el toque elegante. Y por último, un desgastado cartel color negro con el nombre del negocio en blanco: ''Vanilla, Academia danzaria''.

No había oído nunca de esa academia y no aparecía entre la lista de academias que amablemente mi tía preparó para mí. Por mera curiosidad, toqué a la puerta y me sorprendí cuando esta se abrió por mi toque. Aún a riesgo de parecer entrometida, me aventuré a entrar al lugar.

Definitivamente no me equivoqué en cuanto al espacio, constaba de bastantes metros cuadrados y eso que solo me encontraba pisando el polvoriento lobby del local. Por otra parte, la majestuosidad que se vislumbraba desde afuera distaba mucho del desmejorado espacio que estaba observando dentro. No cabía duda de que, en su momento, este lugar fue una maravilla, pero ahora lucía totalmente olvidado ante el pasar de los años.

—¿Hola? —llamé—. ¿Hay alguien aquí?

Me alarmé al escuchar unos ruidos, pero me relajé al ver a un señor de cabello canoso sosteniendo una caja que depositó sobre un mostrador.

—Oh, hola —saludé, apenada—. Disculpe por entrar así, la puerta estaba abierta y...

—No hay problema, señorita...

—Lorraine —terminé por él.

—Lorraine —se acercó a mí y me ofreció su mano para que la estrechase, lo hice con gusto—. Yo soy Mark Dawson, propretario de este lugar.

—Un placer.

—Es usted bienvenida, pero si lo que busca son clases de danza, me temo que no puedo ayudarla con eso.

—¿Sería muy indiscreto de mi parte preguntar por qué? Digo...este lugar parece haber estado en todo su esplendor en algún momento.

—Lo estuvo, pero ese momento acabó —asintió consternado—. Esta academia la creamos mi esposa y yo hace más de cuarenta años y gozamos de mucho éxito hasta hace unos cinco años atrás.

—¿A qué se debió ese descenso?

—Al parecer usted busca saber toda la historia y no creo que sea una charla que debamos mantener parados en medio del lobby —hizo un ademán, indicándome que tomáramos asiento en unas finas butacas ubicadas a la izquierda.

Caminamos hacia allí y tomamos asiento en una de ellas. El Sr. Mark me inspiraba una confianza muy parecida a la que tengo con mi tía Margarita, quizás porque él me recordó a mi difunto tío.

—Esta academia se llama Vanilla en honor a la fragancia preferida de Lila, mi esposa. Solía ser una bailarina extraordinaria y yo tuve el privilegio de compartir escenarios y pistas de baile con ella solo en un par de ocasiones. Por desgracia su carrera como bailarina llegó a su fin luego de un aparatoso accidente y tomó la decisión de dedicarse a instruir, la cual era mi profesión.

—Y deduzco que instruyendo se enamoraron.

—Bingo —sonrió—. Dos años después de casarnos, decidimos invertir nuestros ahorros en crear nuestra propia academia y un par de años después logramos crear este maravilloso lugar —suspiró, nostálgico—. La voz se corrió y el éxito llegó. Amábamos enseñarle nuestro arte a todo aquel que quisiera aprender y el negocio nos dio de comer durante décadas.

—Entonces, ¿qué ocurrió?

—Hace cinco años a Lila se le detectó una enfermedad que... —negó con la cabeza, frustrado— no solo le ha restado salud sino también fondos a nuestras cuentas bancarias. Hemos hecho todo a nuestro alcance para mantenernos a flote, pero...finalmente tuvimos que hipotecar la academia para pagar deudas médicas y costear otros gastos importantes. Pudimos pagar la deuda al banco, pero ya este sitio no nos aporta ingresos suficientes y lo más factible es venderlo.

—¿Y qué hay del éxito del lugar?

—Han surgido muchas academias danzarias en la ciudad. Algunas se especializan en danzas modernas de las cuales un anciano como yo no tiene mucho conocimiento. Otras tienen ciertas tácticas para atraer a los más acomodados de la cima. Y bueno, digamos que este lugar está obsoleto, pasado de moda.

—Entonces...lo venderán y perderán el lugar que tanto les costó sacar adelante y que tanta alegría les brindó durante todos estos años —negué con la cabeza—. Qué triste.

—Solo yo sé cuánto echaré en falta este lugar —murmuró, mirando a su alrededor—. Pero todo lo que empieza tiene que acabar en algún momento. Si gusta, puede recorrer las instalaciones, noté que le impresionó la arquitectura.

—Más bien creo que algo me atrajo —sonreí a medias—. Amaría dar un paseo, gracias.

—Pues bien —se levantó y señaló los dos pasillos a los costados del mostrador—. Ambos caminos llevan a los diferentes estudios.

—Gracias —me levanté—. Seré breve, lo prometo.

Emocionada, me dirigí al pasillo de la derecha. Después de escuchar la historia de la academia, me fascinaba aún más este sitio, y esa fascinación creció un tanto más al ver los hermosos detalles de las estancias. Para empezar, las puertas de los estudios eran corredizas y de cristal, así al caminar por el lugar se podrían apreciar a los bailarines danzando. Habían estatuas y columnas de mármol gris adornando los espacios del centro entre los diferentes estudios, cada estatuilla con formas de diferentes tipos de danza. Los suelos estaban fabricados por una madera preciosa que no podían recordarme más a las películas de época. A pesar de que lucía un poco descuidado y sucio, había que ser ciego para no notar que toda la academia desbordaba sutileza, elegancia y sofisticación; era raro, me sentía como en casa.

Era una verdadera lástima que un espacio con tanta historia acabara siendo vendido y traspasado a manos que no sabrán apreciar lo real maravilloso que alberga estas paredes. Pero más lo sentía por el Sr. Mark y por su esposa, estoy segura de que ninguno de los dos quiere despedirse del sueño que construyeron juntos.

Y todo esto es, en gran medida, a causa del dinero.

No, no podía permitirlo.

Entré a este lugar en busca de un posible empleo y quizás podría ganar mucho más que eso.

Corrí de regreso al lobby en busca del Sr. Mark. Lo hallé nuevamente en el mostrador colocando otra caja.

—Sr. Dawson —lo llamé y no tardó en voltearse hacia mí—. ¿Ya tiene comprador para la academia?











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Nuevo capítuloooo!!!

No tardé mucho esta vez, ¿cierto?

¡LEGAMOS A LAS 100K LECTURAS!
No creí que mi bebé llegaría a esos números sin haberla completado, es la primera vez que me pasa, pero bueno, ustedes lo hicieron posible. ¡Muchísimas gracias!

Mat ganó su primer partido, ¿qué les pareció?

Feliz cumpleaños, Garret. ¿Lo sospecharon en algún momento?

Lori encontró un sitio muy especial, ¿qué creen que hará al respecto?

Cap. dedicado a: cvm9999 , aleSnape- y cinnamon-cookie19

Besos de Karina K.love 😉

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