CAPÍTULO 36: Orgullo y apellido Harriet
Garret
—Nuestra asociación con los Ackerman surtió los beneficios deseados —dijo mi padre mientras leía un informe que recién nos trajo Ariadna.
Nos encontrábamos en la sala de juntas efectuando una reunión, pero sin los accionistas, solamente estábamos la familia y Ariadna. Solemos hacer esto de vez en cuando en vista de que nos gusta evaluar la situación de la compañía desde el ámbito familiar. Los cuatro conformamos el equipo perfecto ya que cada uno tiene su propia visión y en conjunto tomamos decisiones muy sólidas y fructíferas.
—Mi hermano no se equivocó ni por un momento en pescarlos —comentó Ev.
—Hace unas semanas les propuse invertir en las Compañías Rothschild y ya me dieron respuesta, están de acuerdo —nos informó mi madre—. Y, como somos los intermediarios entre ambos socios, debemos viajar a Alemania para llevar a cabo los respectivos acuerdos. Garret, irás tú.
—¿Qué? ¿Yo?
—Pues claro que tú —zanjó—. Tú conseguiste la asociación y ellos confían plenamente en ti. Además, también tuviste que ver en la asociación con los alemanes, por lo tanto eres quien mejor desempeñará este trabajo.
—Sí, comprendo. Es que...
—Es que es la primera vez que se irá a un viaje de negocios desde que tiene su propia familia y no le gusta la idea de dejarlos solos —terminó Evan por mí y me lanzó una mirada cómplice—. ¿O me equivoco?
No, no se equivoca.
En lo que va de año no había tenido la necesidad de abandonar la ciudad —a excepción de las vacaciones— y muchos menos separarme de mis rubios. Es cierto que desde que Lorraine comenzó a trabajar no hemos compartido mucho tiempo en familia, pero eso no quiere decir que me agrade la idea de dejarlos solos.
—Qué ternura —rió por lo bajo nuestro padre—. Hijo, te entiendo, pero tus responsabilidades son tus responsabilidades y no puedes evadirlas.
—Sí, lo sé —carraspeé y me acomodé en mi asiento—. ¿Cuándo tengo que ir?
—Aún faltan un par de semanas, tranquilo —me informó mamá—. Todavía debemos ultimar detalles con respecto a esta asociación y de ello me encargaré personalmente —se giró hacia la rubia—. Ariadna, querida, necesito que mantengas a Garret al tanto de todo lo referente al plan de acción.
—No se preocupe, lo haré —asintió la aludida.
—Bien, con esto podemos dar por concluida la reunión —anunció mi padre—. A menos que tengan algo más que discutir.
—De hecho, sí —mencionó mi hermano—. El cumpleaños de Garret, no falta mucho.
Al instante todas las miradas de los presentes se posaron en mí. Sonreí al notar que mi relación fraternal con Ev se ha consolidado tanto que incluso recordó mi cumpleaños.
—¿Y cómo piensas celebrarlo? —curioseó papá.
—De ningún modo. Saben que no me gusta celebrarlo.
—Oh, vamos —intervino Ari—. Deja esa amargura de todos los años.
—Tú lo dijiste, es la de todos los años. Es un día cualquiera.
—No es un día cualquiera —discrepó mi madre—. Es el treinta aniversario de esa preciosa madrugada en la que te traje al mundo con mucho, mucho dolor. Y es cierto, desde pequeño preferiste ir a parques de diversiones y conocer lugares nuevos antes que hacer fiestas, pero desde hace unos años para acá nada.
—¿Y qué con eso? Es mi cumpleaños y puedo pasarlo como me plazca.
—Bueno, ya que estás tan negativo, tendré que darle las quejas de tu comportamiento a Lorraine y...
Mi hermano dejó la frase a medio terminar y me lanzó una mirada sugerente.
—¿Eso es una amenaza? —reí.
—Es una advertencia —respondió Ariadna por él—. Sería muy penoso que les dijéramos a Lorraine que no quieres celebrar tu cumpleaños y le quitarás la oportunidad de hacer algo lindo por ti cuando tú vives sorprendiéndola.
—No creo que se lo tome bien —secundó Evan con una sonrisa malévola a la vez que giraba en su silla.
—Menudo chantaje —maldije por lo bajo—. Ok, haré algo por mi cumpleaños y son libres de organizarme una sorpresa con Lorraine. De hecho...sí, hagan eso, no quiero organizar algo que no quiero celebrar.
—Ok —dijeron los cuatro al unísono.
—Bien. ¿Ya con esto se acabó la reunión o quieren chantajearme con algo más? —todos negaron con la cabeza—. Entonces hasta la próxima, familia.
Me levanté y conmigo el resto de los presentes. Cada uno se dirigió a su respectiva oficina, exceptuando a Ariadna que se dirigió a la mía. Tomé asiento en mi silla y ella lo hizo del lado contrario del escritorio.
—¿Tuviste tiempo de hacer lo que te pedí? —pregunté, apenado.
Hace unas semanas Ariadna se convirtió en mi secretaria también en vista de que la mía se ausentará durante un buen tiempo porque será madre. Por lo mismo sobre Ari ha caído todo el peso de ambos puestos de trabajo por petición de mis padres, ellos consideran que nadie merece suficiente confianza como para suplir el puesto y vieron cómo la rubia me ayudó cuando Evan estuvo ausente.
Por este exceso de trabajo que está desempeñando, me sentía mal por haberle pedido el favor de investigar algo que no le compete a la empresa.
—De hecho, sí —me sonrió como si con ese gesto quisiera decirme que no me sintiera mal por pedirle el favor—. Pero siento decirte que no tengo buenas noticias. No hallé a ninguna pareja cuyo perfil encaje con lo que buscas.
—Me lo temía —resoplé, hundiéndome en mi asiento.
—Seguiré buscando, pero...sabes que las posibilidades son casi nulas, ¿cierto?
—Sí, lo sé —cerré los ojos y dejé escapar un suspiro—. Pero no puedo rendirme —abrí los ojos y la miré—. No voy a rendirme hasta encontrar unos padres para Marjorie.
Desde que Lorraine me habló de esa niña, se me ablandó el corazón por ella. Y ese sentimiento se expandió más cuando la conocí. Es una pequeñita maravillosa, llena de energía, de sueños, ilusiones y sobre todo necesitada de amor. Estoy seguro de que si no tuviera una discapacidad, la hubiesen adoptado hace mucho tiempo; pero vivimos en un mundo superficial donde las personas que no pueden tener hijos propios prefieren adoptar a niños perfectos. Y comprendo que costear las fisioterapias y tratamientos que necesita Marjorie no es tarea sencilla, que un hijo sano ya es bastante carga económica y que uno discapacitado requiere el doble de cuidados, pero me hierve la sangre que ni siquiera le den la oportunidad de demostrar que es la hija que cualquiera desearía tener.
—Es un gesto muy lindo de tu parte —asintió— y, como alguien que también perdió a sus padres, me cuesta mucho no sentirme identificada con ella. Así que te voy a seguir ayudando.
—Gracias, Ari —le sonreí—. Vales tu peso en oro, ¿lo sabías?
—No me salgas con eso ahora que estoy a dieta —bromeó, haciéndome reír. Supongo que esto caracteriza nuestra relación, somos amigos dentro y fuera del ámbito laboral.
—Bueno, entonces vales tus sentimientos en oro. Con eso ya serías multimillonaria.
—Lo mismo digo, aunque tú ya seas asquerosamente rico —reímos—. Ahora debo irme, aún falta trabajo por terminar.
—Deberías divorciarte a ratos del trabajo —comenté mientras la miré dirigirse hacia la salida.
Al llegar a la puerta, se volteó, mirándome por encima del hombro.
—Lo haría, pero lo amo demasiado. Es muy buen esposo —y dicho eso, se marchó, dejándome riendo solo.
Hice caso a lo que mi amiga me sugirió y me dediqué a revisar unos documentos que tenía pendientes. Con el pasar de las semanas logré administrar mis tiempos para así balancear el trabajo y el tiempo que paso con mi familia, en especial porque he tenido que dedicarme mucho más a Mat por la ausencia de Lori.
Y hablando de mi Vainilla, lo que me falta para quemar esa jodida academia es casi nada. El único motivo por el cual no he intervenido aún, es porque trabajar ahí la hace feliz. Se siente a gusto con sus alumnos, trabajar la hace sentir útil e independiente —lo cual me parece muy bien— y a causa de esas futuras nuevas clientas se han flexibilizado considerablemente sus horarios.
Como si la hubiese llamado con el pensamiento, una llamada entrante suya iluminó la pantalla de mi teléfono. Aún era temprano y no acostumbra llamarme desde el trabajo, así que supuse que debía tratarse de algo importante.
—Hola, mi amor.
—Hola, Expreso —sonreí al escuchar su tono animado—. Adivina qué, ya terminé por hoy.
—¿En serio? Pero si faltan horas para que acabe tu turno.
—Pues sí, mi jefe se está tomando en serio eso de mantenerme descansada para las nuevas clientas. Está tirando la casa por la ventana equipando el estudio donde se les impartirán las clases.
—Era de esperar que quisiera impresionar —comenté a la vez que organizaba un poco mi escritorio—. Y odio que justo cuando tienes tanto tiempo libre, yo estoy tan ocupado. Me gustaría pasar la tarde contigo, pero aún me quedan pendientes que no puedo dejar para mañana.
—No te preocupes, cariño. Iré al Sweet Paradise a pasar un rato con Lils y mi tía, y luego buscaré a Mat a la escuela, quiero darle una sorpresa.
—Me parece genial. Entonces te veo en un par de horas en casa.
—Nos vemos, amor. Te amo.
—Yo te amo más.
Al finalizar la llamada me puse manos a la obra con lo que me faltaba para terminar antes, Lori en casa tan temprano es un acontecimiento histórico que se da pocas veces, no podía desperdiciar la oportunidad.
(...)
Observé la hora en mi reloj de mano justo antes de entrar a casa.
5:30 p.m., nada mal.
Abrí la puerta y me dirigí directamente hacia la habitación de Mateo. Supuse que al ver que su mami fue a recogerlo, inventó que tenía tarea para que ella lo ayudase a hacerla, debe extrañar eso. Recorrí con grandes zancadas el segundo piso hasta posicionarme frente a la puerta del cuarto del rubito. Di dos toques y esperé a que me abrieran, seguramente pensarían que era Vivi o el chef quien tocaba y se llevarían una sorpesa al ver que se trataba de mí.
Toda sonrisa que estuviese adornando mi rostro fue sustituida por preocupación cuando mi rubia abrió y divisé su expresión triste.
—¿Mi amor? —di un paso más cerca de ella y acuné su rostro entre mis manos—. ¿Qué ocurrió? ¿Tuviste algún problema en el trabajo? —negó con la cabeza—. ¿Todo en orden con Mat?
—No —su tono de voz apagado totalmente alejado del cual utilizó en la llamada de hace un par de horas me dio a entender que en efecto algo andaba mal.
—¿Qué pasó? —ingresé rápidamente a la habitación, esquivándola.
Paré en seco al ver a mi campeón acostado sobre su cama, adoptando una posición fetal mientras sollozaba desconsoladamente. Un pinchazo de dolor me atravesó al verlo en ese estado. No me imaginaba qué lo había puesto así, pero iba a averiguarlo enseguida.
—¿Por qué nuestro pequeño está así? —le pregunté a Lori, quien se posicionó a un costado de la cama, mirando consternada al niño.
—Creo que será mejor que te lo cuente él. No ha parado de decir que estarás muy decepcionado.
¿Yo? ¿Decepcionado de Mateo? ¡Imposible!
Caminé hacia a la cama y me senté al lado del niño. No paraba de llorar y, no sé si fue idea mía, pero ocultó su rostro tras sus manitas al percatarse de mi presencia. Llevé mi mano a su pequeña espalda y la sobé a modo de consuelo.
—Hola, campeón —murmuré—. ¿Por qué estás triste?
En lugar de responderme se dedicó a aumentar el volúmen de sus sollozos, eso me hizo sentir aún peor.
—Campeón, por favor, habla conmigo. Mírame.
—Es que estoy muy avergonzado —sollozó.
—¿Por qué?
—Porque confiaste en mí y te decepcioné.
—Eso no es cierto —aparté sus manitos de su cara, dejando ver ese par de ojos celestes inundados en lágrimas e irritados por el llanto previo—. Primero que todo, decepción es una palabra muy fuerte y dudo mucho que haya algo lo suficientemente malo como para que me decepcione de ti.
—Sí lo hay —formó un puchero con sus labios.
—¿Y qué es?
Presionó sus labios entre sí para evitar que se le escapara otro sollozo, pero no lo logró, comenzó a llorar de nuevo.
—Ey, Mat, no —lo cargué e hice que se sentara para luego dedicarme a despoblar su rostro de todo rastro de lágrimas—. Detesto verte llorar. Deja de hacerlo y cuéntame qué ocurrió, por favor.
—Es que... —agachó su cabecita—. Me fue mal en el exámen, hoy nos entregaron las calificaciones.
Ay no.
—Tú me ayudaste a estudiar todos los días, me explicaste los problemas y estabas seguro de que me sacaría un diez...y no lo logré.
—Ay, Mateo —llevé mis manos a sus mejillas—. Escucha, a todos nos ha ido mal en un exámen alguna vez. A mí me fue mal, a tu tío Evan también, de seguro a tu mamá igual —la miramos y la vimos asentir—. ¿Ves? ¿Y sabes qué? No pasa nada, te recuperarás en el siguiente.
—Pero tú confiaste en mí y yo quería sacar un diez para que estuvieras orgulloso.
—Mateo, yo no te pedí que sacaras un diez. Te pedí que hicieras tu mejor esfuerzo y estoy seguro de que eso hiciste. ¿Puedo ver tu examen? Así podemos revisar juntos en lo que te equivocaste y así te irá mejor en el próximo.
—Está ahí —señaló su mesita de noche sobre la cual descansaba una hoja de papel.
Tomé la hoja y la volteé para revisarlo, pero mis ojos se desviaron primero hacia calificación escrita con marcador rojo y me quedé atónito. En serio este niño iba a matarme.
—¡Mat, sacaste nueve punto cinco! —exclamé—. ¡Nueve punto cinco!
—Sí, lo sé —se encongió de nuevo, abrazando sus piernitas—. Lamento no haber sacado diez.
—¿Qué voy a hacer contigo? —reí por lo bajo, negando con la cabeza—. Mat, recuerdo haberte dicho que estaba seguro de que obtendrías un diez, pero nunca dije me decepcionaría de ti si no lo lograbas. Aunque, de hecho, sí lo lograste. Un nueve punto cinco es un diez defectuoso, ¿no lo sabías?
—Sigue sin ser un diez —hizo una mueca.
—Y eso qué mas da —me encogí de hombros—. Yo más que nadie sé lo mucho que te costó estudiar y lidiar con esos pesados problemas. Además, hiciste justo lo que te dije que hicieras: tu mayor esfuerzo. ¿Y te digo algo? Estoy muy orgulloso de ti.
Esto último al parecer captó su atención, ya que alzó la mirada y entreabrió los labios, sorprendido.
—¿De...? —musitó—. ¿De verdad estás orgulloso de mí?
—Sí, muchísimo. Y quiero que aprendas algo de esto, en la vida no se trata de sacar diez en todo, no se trata de ser el mejor. Se trata de hacer nuestro mayor intento en cada cosa que hagamos, de esforzarnos, y aunque el fruto de ese esfuerzo no siempre sea un diez, ten por seguro que siempre será algo que de todas formas se acerque mucho —le entregué su exámen—, como un nueve punto cinco. Así que quiero que te sientas tan orgulloso de ti mismo como me siento yo, campeón.
Se detuvo durante unos minutos a observar el exámen y sonrió para luego abalanzarse sobre mí, abrazándome.
—Gracias, Gary —murmuró en mi oído—. Siempre sabes qué decir para hacerme sentir mejor.
—Eso hacen los papás —le devolví el abrazo a la vez que observaba a una llorosa Lorraine admirando la escena—. ¿Ahora qué tal si celebramos tu buenísima calificación tomando helado de chocolate?
—¿Y malteadas de chocolate también? —preguntó, separándose de mí de golpe.
—Sí, y pastel también si quieres.
—¡Síii! —chilló mientras bajaba de la cama y luego salió corriendo de la habitación.
Reí ante su repentina reacción y me levanté para ser gratamente sorprendido por un beso de mi novia que nos lanzó a ambos hacia la cama de nuestro hijo.
—Nunca me quejaré de ser besado así, pero, ¿a qué vino eso? —cuestioné al separarnos.
—¿En serio lo preguntas? —me dio otro beso más corto y menos ''arrollador''—. Simplemente es mi forma de darte reciprocidad por todo el amor que nos das.
Sonreí y estuve a punto de responderle cuando Mat apareció de la nada y nos dijo:
—Oigan, tortolitos, dejen de besuquearse. ¡El chocolate nos espera!
Nos miramos y reímos por su original forma de interrumpirnos. Lori se levantó de encima de mí y me tendió su mano para ayudarme a levantarme también. Lo hice y seguimos al niño que no paraba de dar brincos por todo el pasillo.
—Mamá, Gary, caminen —nos ordenó, iba dos metros por delante de nosotros y lucía impaciente—. Hasta los caracoles son más rápidos que ustedes.
—¿Qué dijiste, señorito? —lo abordó su madre.
Giro sobre sus piecitos y continuó caminando, pero hacia atrás.
—Que ustedes son muy lentos —dijo, arrastrando las palabras y desplazándose pausadamente.
—¿Ah sí? —enarqué una ceja y, junto a mi rubia, apuré el paso para alcanzarlo.
—Ahora entiendo porqué la tía Corina te llama Gary, eres lento como el caracol de Bob Esponja.
Golpe bajo, enano.
—Hasta aquí hemos llegado, ¡ven aquí!
Al verme ''enojado'' dio media vuelta y comenzó a correr despavorido. Lo seguí casi corriendo, para ser tan pequeño era muy rápido.
—¡No puedes atraparme, caracol! —gritó, provocándome.
Llegamos a un pequeño salón en el que una gran columna figura en el centro y allí nos quedamos un buen rato haciendo movimientos como si fuésemos a correr, pero no lo hacíamos. Lori llegó un poco agitada y nos lanzó una mala mirada.
—Ustedes dos, basta ya.
—No, mami. Esto no se acaba hasta que esta babosa de mar me atrape.
—¿¡Cómo me llamaste!?
—Babosa de mar —me sacó la lengua.
Esto es indignante.
—¡Más te vale correr!
Gracias a mi amenaza salió corriendo de nuevo y se escabulló en otro pasillo. Es escurridizo sin dudas. Lo seguí y esta vez sí hice uso de mi velocidad.
—¡Ven aquí! —le grité.
—Atrápame si puedes, babosa de mar.
—¡Mateo Harriet, ven aquí!
Esta vez mi llamado sí surtió el efecto deseado. El niño paró en seco y luego se giró hacia mí con una expresión de sorpresa plasmada en su carita. Lori, que acababa de posicionarse a mi lado, lucía la misma expresión. Y yo simplemente no sabía qué bicho les había picado.
—¿Cómo me llamaste? —musitó el niño.
Y justo en ese momento me di cuenta de lo que había dicho.
Pero no me arrepentía de haberlo hecho, en lo absoluto.
—Dije Mateo Harriet —me encogí de hombros, sonriéndole.
El rubito caminó hacia mí, me abrazó las piernas —ya que por su estatura pequeña no podía alcanzar más que esa zona— y murmuró algo que no alcancé a escuchar. Me agaché para anivelar nuestras alturas y le devolví el abrazo con el mismo cariño.
—¿Podemos ir por nuestras diferentes variedades de chocolate ahora?
—Sí —afirmó al separarnos—. ¿Me cargas?
—Claro —le sonreí—. A mis hombros, campeón.
Lo cargué, me levanté y lo deposité sobre mis hombros como de costumbre.
—Siento haberte llamado caracol y babosa de mar, solo quería molestarte, pero eres muy rápido.
—Lo sé, campeón —eché mi cabeza hacia atrás para mirarlo y sonreírle.
—Bien, dúo de correcaminos —intervino mi rubia, cruzada de brazos—. Vámonos de una vez.
Le ofrecí mi brazo y entrelazó el suyo alrededor antes de depositar besos en mi mejilla y la de Mat respectivamente.
Y sí, puede que no necesite más que esto para ser feliz.
Lorraine
—¿Entonces quedamos en que eso? —le pregunté a mi cuñado.
—Sí, todo está listo. No es una mega sorpresa al estilo Harriet, pero será suficiente para Don ''No me gusta celebrar mi cumpleaños''.
Evan y yo nos encontrábamos ultimando telefónicamente los detalles de la pequeña celebración que preparamos para el cumpleaños de Garret. Él está al tanto de lo que nos traemos entre manos y eso hace que pierda un poco la gracia, no obstante estaba emocionada por poder prepararle una sorpresa después de todas las que he recibido de su parte.
—¿Crees que le guste? Soy novata en esto de las sorpresas Harriet.
—Dudo que haya algo viniendo de ti que no le guste a mi hermano. Incluso tus rechazos le gustaban, ¿recuerdas?
—Pues sí —reí por lo bajo al recordar todos los desplantes y rechazos con los que lo recibía cada vez que se me acercaba. ¿Quién diría que acabaría enamorándome perdidamente de él?
—Entonces creo que ya todo está listo. Y deja de preocuparte, tuviste una excelente idea, la adorará.
—Eso espero.
—Ahora te dejo, cuñada. Tengo una junta.
—Bye, Ev.
Di por cuncluida la llamada y desvié toda mi atención a la manada de infantes que esperaban por mí para continuar la lección. Inevitablemente centré mi atención en la rubita de ojos avellana que se encontraba en una esquina mostrándole a sus compañeros su marioneta de un hada.
Se puso muy contenta cuando se la entregué en la clase anterior, no paraba de agradecerme, aunque en realidad fue un regalo de Garret. La hadita de ropita azul y cabellera naranja llamada Florinda —el nombre obviamente fue idea de mi novio— ha fascinado a la niña y, según me dijo Abigail, no se ha despegado de ella.
—Bueno, niños —apluadí para llamar la atención de los peques—. Hora de continuar la clase.
—Sí, Miss Lorraine —dijeron al unísono antes de formarse en una fila y Marjorie a mi lado como de costumbre.
—Bien, hora del examen —anuncié.
—¿¡Examen!? —exclamaron todos al unísono, no lo vieron venir.
—Oyeron bien, examen. Les voy a hacer preguntas al azar acerca de los diferentes estilos danzarios.
—Miss Lorraine, ¿pero no nos dará un rato para estudiar? —preguntó Jordan, haciéndonos reír.
—Pues no, el mejor estudio es todo lo que les he enseñado durante estas semanas —la mayoría hizo muecas de incomodidad—. Siéntense todos —les ordené mientras yo también lo hacía, no tardaron mucho en imitarme—. Comencemos. ¿Cuál es la danza característica de Argentina?
Como supuse, varios de los niños alzaron sus manitas a la vez que rogaban porque les permitiera responder.
—A ver —señalé al pequeño castaño del fondo—, dime tú, Otis.
—Es el tango, Miss Lorraine.
—¡Correcto! —aplaudí y los niños también lo hicieron—. Siguiente pregunta. ¿Quién puede mencionarme tipo de danza moderna?
De nuevo se alzaron varios pares de manitas, lo cual no me sorprendió.
—Cindy —señalé a la mini pelinegra.
—Rock n' roll.
—¡Muy bien! Nolan, dime otro.
—El Hip Hop —me contestó.
—¡Eso es! —volteé a ver a la rubita a mi lado y noté que también tenía su mano alzada—. Marjorie, dime tú.
—La salsa.
—¡Respuesta correcta! ¿Crees que Florinda pueda bailar salsa?
—No lo creo —frunció los labios, mirando a su marioneta—. Pero puedo enseñarle.
—Estoy segura de que serás una buena instructora —le sonreí—. Ahora continuemos con las preguntas. ¿Alguien sabe cuál...?
—Siento interrumpirte, Lorraine —la voz gruesa de mi jefe se hizo presente, alertándome. Volteé hacia la entrada del estudio y lo encontré parado allí junto a Abigail—. Pero la clase terminó por hoy, los niños deben irse.
Me levanté y me dirigí hacia mi jefe. Aún faltaban veinticinco minutos más para dar por culminada de clase de hoy y, por la expresión de Abigail, deduje que los niños no tenían que irse porque tuviesen que volver antes al orfanato, sino porque de seguro los estaban echando de aquí.
—Mi horario de clases con los niños no ha terminado —me crucé de brazos, enfrentando a mi jefe.
—Aquí quien estipula los horarios soy yo y acabo de decirte que la clase acabó —zanjó.
—¿Puedo saber por qué?
—Acaban de llegar las clientas de élite que hemos estado esperando y tienes que estar ya en el estudio. Así que si quieres volver a tus antiguos horarios con tal de seguir instruyendo a los mocosos, eres libre de hacerlo, en este lugar me sobran las instructoras para elegir. Pero tú y yo sabemos que no te conviene declinar esta oportunidad, a no ser que seas estúpida.
Una profunda sensación de impotencia se instaló en mí al escucharlo referirse a mí de esa forma. Me juré a mí misma cuando inicié mis terapias que nunca más me dejaría humillar por nada ni por nadie, y eso incluye a todo el mundo. Empuñé mis manos y abrí la boca para decirle sus verdades al imbécil de mi jefe, pero fui interrumpida por una pequeña personita que salió en mi defensa.
—Miss Lorraine no es estúpida, ¡no la llame así!
Volteé sorprendida al ver a la rubita notablemente molesta, defendiéndome. Sentí una ternura gigante al ver su ceño fruncido, sus labios presionados entre sí y sus manitos sosteniendo con fuerza las ruedas de su silla.
—¡Ja! —bufó mi empleador—. Ahora resulta que los inútiles opinan.
Si por el comentario despectivo sobre mí me enojé, con la atrocidad que acababa de soltarle a la niña despertó toda mi furia. Y me enfurecí el doble cuando vi a Marjorie adoptar la típica postura de cuando está triste.
Regresé mi atención al despreciable ser que me contrató hace semanas y lo encaré.
—¿Qué acaba de decirle?
—Dije la verdad, es una inútil —me tomó del brazo sin previo aviso, tirando de él—. Y vámonos, no podemos seguir haciendo esperar a las clientas.
Aún más furiosa —como si eso fuera posible—, me zafé de su agarre con un movimiento muy brusco.
—¡No voy a ir a ninguna parte! —le grité—. Desde mi primer día aquí he soportado todo tipo de comentarios despectivos y actitudes desconsideradas de su parte. Lo soporté porque me interesaba mantener este trabajo, ¡pero ya no más! Usted es un imbécil con ínfulas de grandeza, sin valores y sin respeto por las personas.
Mi espectáculo había llamado la atención, tanto que mis compañeras de trabajo abandonaron sus estudios para saber el motivo de la algarabía, pero me importaba muy poco, le iba a seguir gritando en su estúpida cara cada una de sus verdades.
—Lo único que sabe hacer es aprovecharse de las necesidades de sus trabajadores y explotarlos a su antojo por un salario que ni siquiera lo vale. ¿Y sabe qué? Esa niña a la que acaba de llamar inútil tiene más corazón y buenos sentimientos de los que usted tendrá jamás.
Su respuesta fue soltar un par de carcajadas, como si mi alegato fuera un chiste.
—Siempre supe que eras tonta, pero no a este grado. Acabas de perder la mejor oportunidad que se te ha presentado en tu patética vida. ¡Largo de mi academia! ¡Estás despedida!
Esta vez fue mi turno de reír, lo cual lo descolocó por un breve instante.
—¿Y de verdad cree que perder este trabajo me afecta? ¡Para nada! —di un paso más cerca de él—. Soy una excelente bailarina y una instructora de danza sumamente profesional, obtendré trabajo en cualquier otra academia de la ciudad y el dinero no es problema para mí. No necesito el miserable salario que me estaba pagando y lo único que lamento es no haber renunciado antes, perdí tiempo con mi familia que no podré recuperar y no valió la pena. ¡Quédese con su vacante libre y sus clientas de alta sociedad! —lo miré de arriba a abajo con repudio—. ¡Y lávese la boca antes de volverme a insultar a mí o a Marjorie, más inútil y estúpido será usted!
—Completamente digna del apellido Harriet.
La piel se me puso de gallina al escuchar la voz de Regina tras de mí. Giré lentamente sobre mis pies y casi me caigo de espaldas al verla no solo a ella sino también a Lily y a mi tía junto a Amanda.
—Se-señoras Harriet, lamento... —comenzó a balbucear mi ahora ex-jefe, pero se detuvo tan pronto mi suegra le mostró la palma de su mano, indicándole que cerrara la boca.
—¿¡Ustedes eran las clientas!? —exclamé aún sin salir de mi sorpresa.
—Pues sí —sonrió casi malévolamente la matriarca Harriet—. No me gustaba la idea de que siguieras trabajando aquí por un salario tan deficiente y bajo unos horarios tan exigentes, así que vine a comprobar con mis propios ojos lo que ya sospechaba —le lanzó una mirada aniquiladora a mi ex-empleador—, esta academia no vale la pena en lo más mínimo.
—Señora Harriet, yo...
—Ahórreselo —lo interrumpió—. No habrá argumento válido que me convenza de permanecer en un negocio donde no se respeta al personal ni a los clientes. Y no lo digo por el trato tan atroz que ha recibido mi nuera en este lugar, sino porque a leguas se ve que usted es un irrespetuoso de lo peor.
—¿¡Nu-nuera!?
—Ja, porqué no me sorprende —dijo por lo bajo—. Le presento a mi nuera Lorraine, futura esposa de mi hijo Garret.
Casi me carcajeé al ver la expresión que mi ex-jefe plasmó en su rostro, lucía como si quisiera que la tierra se lo tragase, yo en su lugar me sentiría igual.
—Lo-lo siento mucho, Srta. Lorraine.
—¿Srta. Lorraine ahora? —bufé—. No. Debió haberme tratado con respeto cuando solo era su estúpida empleada, no ahora que soy una Harriet.
—Discúlpese con la niña —ordenó Regina—. A menos que quiera que me encargue personalmente de darle mala reputación a su academia.
El muy idiota tragó grueso y convirtió sus manos en puños antes de voltearse hacia Marjorie. La niña lo miró con recelo, le interesaba muy poco recibir sus disculpas, pero ese imbécil debía dárselas.
—Lamento haberte insultado, pequeña —dijo de mala gana.
—Pues yo no acepto sus disculpas —espetó la niña, cruzándose de brazos y desviando la mirada del susodicho.
Es tierna, pero tiene carácter.
—Me agrada esta niña —comentó Regina por lo bajo.
—Y a mí me recuerda a alguien —murmuró Lils, mirando disimuladamente a su suegra.
—Bueno, supongo que no tenemos nada más que hacer aquí —anunció Regina a la vez que buscaba algo en el interior de su bolso, sacó dos tarjetas y le entregó una a Abigail y otra a Amanda—. Ambas, vayan a esos lugares y recibirán la atención que merecen. Lori me ha contado de ustedes y no creo que deban malgastar ni un segundo más en este lugar.
—¡Gracias! —dijeron ambas al unísono tras leer el contenido de las tarjetas.
Regina me rodeó con su brazo de una forma maternal que nunca esperé recibir de ella en un principio. Me regaló una sonrisa y con un movimiento de cabeza me indicó que saliéramos de allí.
Ingresé al estudio para buscar mis cosas y salí de allí con al misma rapidez con la que entré. Ya estando fuera del edificio, sentí por primera vez en semanas que mi cuerpo volvía a ser ligero; deshacerme de ese trabajo me quitó un gran peso de encima. Los autos de Lils y de Regina respectivamente estaban parqueados afuera, listos para llevarme lejos de este lugar.
—Está de más decir que estoy muy orgullosa de ti, ¿verdad? —me sonrió mi tía.
—Y yo igual —secundó Lily, abriendo la puerta de su auto—. Sacaste a la Lorraine feroz y con carácter rudo que siempre supe que tenías.
—Sí, debí sacarla hace mucho y no dejarme explotar por ese déspota.
—Pero lo hiciste y eso es lo que cuenta, querida —comentó Regina mientras abría la puerta de su auto para ingresar al mismo—. Sube, esto tenemos que celebrarlo en el Sweet Paradise.
Iba a hacerlo cuando escuché el llamado de mis alumnos. Me giré, vislumbrando expresiones tristes en sus caritas. Le hice una seña a mi suegra para que me esperara y me dirigí hacia la pequeña multitud de niños encabezada por Abigail y Marjorie.
—¿Por qué esas caras largas? —les sonreí.
—Es que la vamos a extrañar mucho —sollozó la rubita—. Por mi culpa ya no será nuestra instructora.
—No, no, mi niña —me agaché frente a ella—. Ni es tu culpa ni dejaré de ser su instructora.
—¿No? —inspiró por la nariz.
—No. Ahora que estoy desempleada, tendré mucho tiempo libre y puedo coordinar con Miss Abigail y con el orfanato para darles clases allá.
—¿En serio? —sus ojitos brillaron con ilusión.
—En serio —asentí y miré al resto de los niños—. Así que no quiero caras tristes, esto no es una despedida. Y para la próxima lección continuaremos con el examen, ¿ok?
—Ok —dijeron al unísono poco antes de envolverme en un abrazo colectivo.
—Los quiero mucho, mis mini bailarines —les sonreí—. Nos vemos pronto.
Despedí a cada uno de ellos con un beso y un abrazo antes de verlos subir al autobús que ya había venido a recogerlos. Marjorie, como siempre, fue la última en abordar el vehículo y me aseguré de abrazarla con mucha fuerza antes de dejarla marchar, quería despoblar su cabecita de esos sentimientos de culpabilidad.
Iba a regresar al auto de Regina cuando vi a Amanda salir de la academia. No podía irme sin darle una explicación, después de todo le había mentido durante todo este tiempo y ella se había portado muy bien conmigo. Me acerqué a ella, un tanto avergonzada.
—Amanda, yo...
—No tienes que explicarme nada —me cortó y me relajé al verla sonreír—, tu familia ya lo hizo por ti. Y sí, me sorprendió descubrir que perteneces a la gran familia Harriet, pero te admiro por trabajar para ganarte lo tuyo, cualquiera en tu lugar creería que su vida está resuelta.
—Pues sí, no me gusta depender de mi familia.
—Tu suegra me consiguió una entrevista en Ballerina's, ¡es una de las mejores compañías danzarias de la ciudad, rubia! Ahí no tendré que trabajar nueve horas, el salario es invidiable y seguiré pasando tiempo con mis ositos. ¡Es fantástico! Y te lo debo a ti.
—No me debes nada, todo esto fue obra de Regina.
—Pero tú le dijiste maravillas de mí y me consiguió este trabajo en agradecimiento por apoyarte cuando trabajaste aquí.
—No, lo hizo porque eres buena persona y te mereces trabajar en un lugar donde reconozcan tu talento y esfuerzo. Así que no me debes nada, a las personas buenas les pasan cosas buenas.
Sin previo aviso, me envolvió entre sus brazos con cariño. Correspondí su abrazo con la misma dosis de afecto, hemos forjado una amistad muy bonita y me alegro que no se haya perdido después de que la verdad salió a la luz.
—Ve a ver a tus ositos, morena —le sonreí al separarnos—. A partir de hoy las cosas van a cambiar para ambas y para bien.
—Eso no lo dudes —asintió—. Gracias por todo, Lori.
—Yo no hice nada —me encogí de hombros y nos abrazamos una vez más.
Nos despedimos un rato después. Me ofrecí a darle un aventón hasta su casa, pero se negó alegando que ya había hecho bastante por ella. Me percaté de que mi tía y Lily ya habían ingresado al auto de esta última y finalmente abordé el auto de mi implacable, pero bondadosa suegra, ocupando el asiento del copiloto.
—Veo que eres muy querida —comentó ella, sonriéndome.
—Supongo que sí, lo soy —asentí.
—Eso significa que haces bien tu trabajo. Sigue dando instrucciones de danza, creo que naciste para eso.
Escuchar eso me hizo pensar. Bailar ha sido mi pasión toda la vida, pero enseñar a otros a hacerlo me llena de una forma especial y amo el vínculo que he creado con mis alumnos; no pienso abandonarlos, ni a los niños ni a los ancianos del asilo.
Y definitivamente no dejaré de instruír.
—Lo haré.
▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítuloooo!!!!
Bueno, lo prometido es deuda y me esforcé en traer este cap. el día de hoy por ser el cumpleaños de tranagago . ¡Feliz cumple, bonita!
Ahora bien, ¿qué les pareció el emotivo momento padre e hijo entre Garret y Mat?
¿Qué les pareció cómo Lori enfrentó a su jefe?
Cap. dedicado a rokishe , FabiolaAdaRuth y ValeriaVictoriaMonta
Nota importante: me complacería que se pasaran por el penúltimo anuncio que figura en mi tablero de mensajes. Allí hay un link que los llevará a una publicación de Instagram que creo deberían leer la mayoría de ustedes.
Besos de Karina K.love 😉
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top