CAPÍTULO 34: Muestras de empatía
Lorraine
Jueves. Día de niños en el trabajo.
Amo impartirle clases a esos pequeños. Al principio me costó un poco encontrar el estilo danzario ideal para ellos, en especial porque son tan intranquilos que no sabía por dónde iniciar; así que finalmente opté por una dinámica de juego y danza contemporánea.
Pero antes de ir al trabajo a darles clases a los pequeñines, debía ocuparme de mi propio pequeñín.
Mateo se encontraba hiper nervioso, estaba a punto de llegar tarde, pero se negaba a ingresar a la escuela. Hoy le aplicarían ese examen que tanto lo asusta y por lo mismo quería dilatar lo más posible ir a enfrentarse a ello. Pobrecito mi bebé, estaba temblando. Garret y yo nos agachamos frente a él e hicimos nuestro mejor intento por hacerlo sentir mejor.
—Campeón, tú puedes —repitió Garret por décima vez, pero el niño no tenía pensado ceder.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó, jugando con sus manitas.
—Porque te he ayudado a estudiar todos estos días y sé que estás más que listo. Te irá bien.
—No lo sé —agachó la cabecita.
Ok, es hora de que super mamá entre en acción.
—Mat, ¿crees que soy buena bailarina?
—Claro, eres la mejor bailarina del mundo.
—¿Y por qué lo crees?
—Porque te he visto bailar y eres muy, muy buena haciéndolo. Nadie baila como tú.
—¿Sabes qué más me convierte en buena bailarina? Que me esfuerzo muchísimo para serlo, así como tú te esforzaste estudiando para este examen. Por eso sé que te irá bien, mi niño.
—¿De verdad lo crees?
—Claro que sí —respondió mi novio por mí—. Ahora ve por ese examen y haz lo mejor que puedas. Igual estaremos orgullosos de ti.
—Eso haré —asintió y procedió a envolvernos a ambos en un abrazo—. Gracias por animarme.
—Siempre, cariño —le sonreí al separarnos—. Ahora ve y dalo todo. Te amamos.
—Yo también los amo —nos sonrió—. Adiós.
Y dicho esto se adentró con rapidez en el edificio de la institución. A Garret y a mí nos tomó un segundo darnos cuenta de que seguíamos agachados como un par de tontos frente a la entrada del lugar a pesar de que ya habíamos perdido de vista a nuestro pequeño. Nos levantamos y tomé de la mano a mi novio, lista para dirigirnos hacia su auto, pero me percaté de que no tenía intención alguna de moverse; su vista seguía fija en el mismo sitio.
—¿Pasa algo? —cuestioné.
—No...es que... —dejó escapar una sonrisa para luego mirarme—. Mat dijo ''los amo'', en plural, o sea a ti y a mí.
—Sí, ¿y qué hay con eso?
—Nada, es solo que...ahora que pasas menos tiempo en casa, hemos pasado más tiempo juntos y nuestro vínculo se ha fortalecido. Pero, aun así, me cuesta no emocionarme cuando dice cosas como esa y me hace saber que significo para él más que el novio de su mamá.
—Te agrada la idea de que te vea como su figura paterna —le di un ligero apretón a la mano que había tomado.
—Mucho —asintió.
—¿Sabes qué? A mí también.
Di un paso más cerca de él y llevé mi mano libre a su mejilla, raspándome un poco por el vello de su barba. Me incliné un tanto y terminé uniendo nuestros labios en un tierno beso, momentos como estos lo ameritan.
—Extraño que tengamos tiempo para esto —susurró sobre mis labios al separarnos.
—Yo también, mi amor —acaricié su mejilla—. Pero ya sabes, trabajo es trabajo.
—Sí, y debería llevarte ya al tuyo, ¿cierto?
Asentí en respuesta.
Nos dirigimos hacia su auto en el cual cada mañana me transporta a la academia. A decir verdad, desde que saqué mi carnet de conducir y comencé a moverme sobre mis propias ruedas, se me hacía un poco raro regresar a mi lugar en el asiento del copiloto. No obstante, debido a mi complicado horario laboral, este era uno de esos pocos momentos en los cuales Garret y yo compartíamos tiempo juntos.
Él está siendo muy comprensivo. Demasiado. Estaba consciente de su descontento con mi trabajo y la gran cantidad de horas semanales que se me exigen, pero se mordía la lengua para evitar discusiones que no nos llevarían a ningún lado. Simplemente se limita a guardar silencio para no mostrar su desagrado y me apoya, eso es lo que ha hecho desde que le dejé bien claro que soy una mujer independiente que necesita tropezar por sí misma. Y en serio amo que esté de mi parte a pesar de no estar de acuerdo con mi trabajo.
Iba tranquilo, manejando con su mano izquierda mientras que con la derecha estaba tomando la mía y dejando leves caricias. Gestos tan simples como ese me transmiten tanta paz viniendo de él.
Pero la paz se esfumó por completo cuando nos detuvimos en su semáforo en rojo y soltó sin anestesia la noticia:
—Mi madre irá a buscarte esta tarde al trabajo. Quiere hablar contigo, a solas.
Por obvias razones, casi me da un infarto al escuchar eso.
—¿¡Qué!? —articulé apenas con aliento.
—Ella no me lo pidió, no me avisó con tiempo y le importó un bledo mi objeción. Solo dijo que vendría a buscarte hoy, porque le da la gana y necesita que hablen juntas, solas. Te esperará a una cuadra de la academia como hago yo.
—¿Y de qué qui-quiere hablar conmigo? —tartamudeé sin molestarme en ocultar mis nervios.
—Traté de sacarle información, pero literalmente me dijo que no me metiera en lo que no me importa y que no intentara meter las narices en el asunto.
—¿Qué fue eso tan malo que hice en mi vida pasada para merecer esto? —me lamenté, encogiéndome en mi asiento.
—Tranquila, amor. Regina Harriet intimida, pero no mata a nadie. Además, creí que la relación entre ustedes había avanzado bastante.
—Y lo ha hecho, pero cuando tu suegra quiere hablar a solas contigo no es para nada bueno. Menos si tu suegra es Regina.
Suspiró.
—Cariño, escúchame. Sea lo que sea que quiera hablar contigo, estoy seguro de que lo que tiene de serio, lo tiene de bueno. No te pongas nerviosa, no es el fin del mundo.
—Prefiero el fin del mundo.
Se limitó a dejar de hablar para tomar mi mano y depositar un beso sobre mis nudillos. Eso, haya sido intencional o no, hizo que soltara algo de tensión.
—Relájate, Vainilla.
Y eso intenté durante el resto del viaje hasta que llegar al punto próximo a la academia donde suele dejarme. Me despedí de él cariñosamente como de costumbre para luego dirigirme hacia mi trabajo. No paré de pensar en Regina y eso que quería hablar conmigo de lo cual Garret no tenía idea. De seguro mi rostro reflejaba toda mi preocupación, porque al llegar al lugar lo primero que me recibió fue la mirada confusa de Amanda.
—¿Estás bien, Lori? —me abordó, preocupada—. Estás pálida.
—No es nada. Solo...el día inició con una noticia bomba, eso es todo.
—¿Algún problema serio?
—No —negué con la cabeza—. Nada que no se pueda resolver, pero tampoco puedo escabullirme.
—Ningún problema se resuelve escabulléndote de él —me dio unas palmaditas en el hombro a modo de consuelo—. Así que ve y enfréntalo.
—No me queda de otra —exhalé pesadamente—. Pero quiero enfocarme en el trabajo. ¿Cuál es mi horario para hoy?
—De hecho —tomó el tabloncillo de hojas color amarillo que suele llevar el jefe—, el ogro no está y me dejó a cargo de informarles a todas sobre los horarios. Solo tienes que darle la lección a los niños dentro de quince minutos, luego otra en conjunto con Marcia y listo, tendrás el resto del día libre.
—¿E-el día libre? —tartamudeé.
—Sí, no has tenido un día tan despejado desde que empezaste a trabajar aquí. Deberías alegrarte.
Tantos días mega ocupados y justo hoy termino antes. ¡Hoy!
—Sí, debería...
—Lorraine, ¿segura que no hay algo mal contigo?
—Tranquila, morena —le sonreí para darle a entender que todo estaba en orden—. Por cierto, ¿sabes por qué los niños vendrán tan temprano? ¿No deberían estar en la escuela?
—Eso no lo sé, solo estoy al tanto del horario. El jefe de seguro tampoco lo sabe, no le interesan ni los niños ni los ancianos.
—Sí, eso lo sé de sobra. Supongo que le preguntaré a la trabajadora social cuando los niños lleguen.
—Pues corre a tu estudio. Están por llegar.
—¡Cierto! —di un pequeño brinco—. Gracias, Amanda. Nos vemos luego.
Me dirigí rápidamente a mi estudio, específicamente a la habitación del fondo para cambiarme de ropa. De regreso al estudio noté que aún disponía de un par de minutos antes de que llegaran mis alumnos. Decidí ocupar mi tiempo calentando apoyada en la barra frente al enorme espejo y creí que sería buana idea practicar mi terapia, mi tiempo para mí misma era tan poco que no la había realizado en días.
¿Qué ves en el espejo?
—Veo a una Lorraine totalmente diferente a la que llegó asustada a la ciudad hace unos meses. Una Lorraine fuerte, independiente, capaz de lograr sus metas y de enfrentar sus miedos. Quizás en este momento no está siendo fácil, pero es un gran paso hacia su crecimiento personal y no voy a parar de decir, nunca, lo orgullosa que estoy de ella por todo lo que ha logrado —hice una corta reverencia, admirando mi reflejo al hacerla—. Baila, Lorraine. Y sigue siendo así de feliz.
Como si el universo me hubiese dado el tiempo justo para hacer esto, los niños irrumpieron en el salón tan pronto terminé mi corta terapia. Vi como ingresaban uno a uno a través del espejo y me fue imposible no sonreír al verlos inundar con su alegría el lugar. Mi sonrisa se esfumó al ver a una última niña que no era mi alumna quien venía acompañada de Abigail, la trabajadora social que logró que los niños recibieran clases aquí.
Giré sobre mi propio eje y detallé un poco mejor a la niña, en especial porque desde que Garret me contó acerca de su hermano y de que todos los miembros de su familia paterna poseen ojos avellana, busco en cualquier persona ese color; y sus ojitos lo tienen. Decidí no hacer incapié en la pequeña para centrarme en el resto de los niños, los cuales me estaban llamando para dar comienzo a la clase de hoy.
—Hola, niños —los saludé.
—Hola, Miss Lorraine —me saludaron a coro.
—Hagamos algo, pequeñines. Necesito que todos se formen en filas como de costumbre y comiencen a calentar por su cuenta mientras hablo con Miss Abigail. ¿Creen poder hacerlo por sí solos?
—¡Síii! —ese chillido a coro fue suficiente para saber que estarían bien.
Dejé a los niños calentando para dirigirme hacia la trabajadora social. Abigail Tomlinson es de ese tipo de personas a las que me gusta llamar ángeles terrenales. Trabaja arduamente para que los niños del Orfanato Autumn sean adoptados y experimenten actividades propias de pequeños de su edad antes de que eso pase.
—Hola, Abigail.
—Hola, Miss Lorraine —me sonrió.
—¿Puedo saber por qué los niños están aquí ahora en lugar de en la tarde como de costumbre?
—Pues... —le echó un vistazo a la niña que se encontraba tras de ella y después al resto de los pequeños para luego acercarse a mí para responderme en voz baja—. La escuela a la que ellos asisten tiene varios días en los que no se imparten clases y las sustituyen por actividades donde participan los padres. No creí necesario que asistieran hoy si no iban a recibir clases y encima les recordarían que son huérfanos.
—Claro —me abracé a mí misma—, comprendo.
Entendía que quisieran cuidar los sentimientos de los niños. También fui huérfana a una edad temprana y, a pesar de que me terminaron de criar mis tíos e hicieron un gran trabajo con ello, días en los que los padres asistían a la escuela eran realmente dolorosos para mí.
—¿Y qué hay de ella? —pregunté mirando a la linda rubita que permanecía tras Abigail.
—Oh, ella —se volteó—. No es una nueva alumna. Los niños están encantados con sus clases y le contaron, así que me pidió venir a verlas en persona. Accedí sin pensarlo dos veces, la traje porque no tiende a querer participar en ninguna de las actividades que promuevo.
Me acerqué a la niña —quien hasta ese momento permanecía cabizbaja y nerviosa— y me agaché frente a ella.
—Hola, pequeña —le sonreí.
—Hola —apenas lo escuché.
—¿Te importaría mirarme? Vi que tienes unos ojos muy bonitos y me gustaría observarlos de cerca.
Lentamente alzó la cabecita dejándome ver el rostro infantil más angelical que he visto en mi vida. Sus enormes ojos avellana eran ciertamente preciosos con largas pestañas protegiéndolos, su naricita era perfilada y sus sonrosados labios estaban formando una mueca tímida.
—¿Cómo te llamas, bonita?
—Marjorie —murmuró, esta vez jugando con sus manitas.
—Qué lindo nombre, Marjorie —casi por inercia llevé mi mano a su mejilla para acariciarla, moría por hacerlo.
—Gracias —mostró una casi sonrisa.
—Miss Abigail me contó que querías ver mis clases, eso me halaga —sus labios formaron una leve sonrisa completa—. ¿Te gustaría participar?
—¿En las clases?
—Sí, cariño.
—Pero no puedo —reemplazó la sonrisa por un puchero.
—¿Por qué no puedes?
—¿Acaso no me ve? —llevó sus manitas a las ruedas de su silla—. No puedo caminar, entonces tampoco puedo bailar.
Y sí, eso fue lo primero que captó mi atención en primer lugar. Sentía compasión por ella. Calculaba que su edad oscilaba con la de mi hijo y no podía imaginar lo difícil que debía ser la vida para una niña tan pequeña siendo huérfana y parapléjica. Y por eso no quería hacerla sentir excluida.
—¿Quién dice que no puedes bailar? —me observó, confusa—. Bailar no es solo mover los pies, Marjorie. Además, ¿sabías que existe la danza en silla de ruedas? Se lleva a cabo con una persona que está en una y otra que no.
—No sabía —murmuró.
—Si quieres participar de mis lecciones, eres bienvenida. Haré que te sientas a gusto y aprendas cosas nuevas —le ofrecí mi mano—. ¿Te animas?
Se detuvo un corto rato a meditarlo. Su mirada avellana viajó de mí hacia Abigail y viceversa en busca aprobación, ambas asentimos dándole a entender que todo estaba bien. Finalmente tomó mi mano, aceptando mi invitación.
Me levanté, me posicioné tras la silla de la rubita para tomar los mangos de empuje y llevarla conmigo hacia donde suelo posicionarme para dirigir la clase. Llamé la atención de los niños aplaudiendo, rápidamente se organizaron en filas como se los pedí en un principio.
—Bueno, niños, es hora de empezar. Hoy nos va a acompañar Marjorie y, si decide seguir viniendo, será mi alumna ayudante a partir de hoy. ¿Les parece bien?
Todos estuvieron de acuerdo y, para ternura mía y de la trabajadora social, la hicieron sentir lo más integrada que pudieron. La clase transcurrió a un ritmo normal y dinámico como de costumbre. Marjorie hizo un gran esfuerzo por participar lo más que sus capacidades se lo permitieron y yo por mi parte hice todo lo que pude para hacerla sentir bien.
Para cuando la lección terminó, tenía un receso de media hora antes de que llegasen mis siguientes alumnos, por lo que decidí acompañar a Abigail y a los niños hacia la salida donde el autobús que los transporta los estaba esperando. Los pequeños abordaron el bus tras despedirse de mí, pero antes de que Abigail también subiera la intercepté, quería hablar con ella sobre un tema en específico.
—Miss Abigail, ¿podemos hablar sobre...?
—Marjorie —terminó por mí a lo cual asentí—. Lo supuse.
—¿Qué le ocurrió? ¿Su discapacidad es de nacimiento?
—No en realidad —suspiró—. Marjorie fue abandonada a las afueras de la ciudad cuando tenía poco más de un año. Pasó por varios hogares sustitutos con padres de acogida irresponsables, entre ellos los que iban manejando bajo la influencia del alcohol y ocasionaron el accidente que la dejó parapléjica.
—¿Qué edad tenía cuando ocurrió?
—Tenía 3 años, eso ocurrió hace dos.
—Y...¿podrá volver a caminar o...?
—Lo hará —sonrió—. El daño a su médula espinal no fue irreversible y con terapia caminará dentro de un año o más.
—Pero si el accidente se produjo hace dos años, ¿no debería estar caminando ya?
—Su rehabilitación está siendo bastante lenta. El orfanato no cuenta con fondos suficientes como para contratar a un terapista físico especializado específicamente en su condición, ella accede a sus terapias por programas de caridad y demás, pero no son lo suficiente efectivas.
—Comprendo. Y...me imagino que las posibilidades de que la adopten...
—Son casi nulas —negó con la cabeza—. Después de los 5 años, que es la edad que tiene, es mucho más difícil que adopten a los pequeños. Muchos futuros padres huyen de las enfermedades congénitas que puedan padecer los niños y les tienen fobia a las discapacidades. Además, adoptar a Marjorie supondría un gran gasto debido a que sus terapias no son nada baratas y los programas que se las provéen no la van a seguir apoyando si es adoptada.
—Entonces...nadie va a adoptarla y permanecerá en el orfanato hasta que cumpla la mayoría de edad.
—Lamentablemente es lo más propable. Ella misma se ha autoaislado, no juega con otros niños y está consciente de que para ella va a ser mucho más difícil encontrar una familia. Es por eso que quise traerla, para que experimentara una actividad nueva que le dé un poco de alegría.
Mi mirada viajó hacia el autobús, específicamente hacia la ventanilla junto a la que estaba sentada Marjorie. Por un instante me sentí tan identificada con ella, me inspiró tanta empatía. Desearía tanto que las personas no fueran tan superficiales y vieran el alma tan bonita de esa niña en lugar de su silla de ruedas.
—¿Le puedo pedir un favor?
—Claro.
—Mientras ella quiera seguir viniendo, tráigala. Siempre tendrá un lugar especial en mi clase.
—Gracias, Miss Lorraine. Lo haré —me sonrió—. Ahora, si me disculpa, debemos irnos.
—Oh, claro —asentí—. Nos vemos la semana que viene.
—Hasta entonces.
Nos despedimos con un saludo e instintivamente mi mirada volvió a recaer en la rubita. Me llevé una grata sorpresa cuando la pillé observándome, reí al notar que apartó la mirada porque se puso nerviosa. Aun así volvió a mirarme y esta vez la saludé agitando mi mano. Frunció sus pequeños labios y jugó con sus manitos, pero finalmente me devolvió el saludo con timidez justo antes de que el autobús se pusiera en marcha.
Prometo darte días alegres, Marjorie. Solo vuelve.
(...)
Pocas cosas en la vida me habían puesto tan nerviosa como la situación que estaba viviendo en este preciso instante. Ir de copiloto en el Mercedes-Benz de Regina me tenía al borde de la locura. Ella conducía con toda su calma y naturalidad mientras que yo, a medio metro de distancia, estaba hecha un manojo de nervios. No sabía cómo actuar, cómo sentarme, ni siquiera sabía a qué ritmo respirar.
—¿Todo bien contigo, Lorraine? ¿Quieres que vayamos al hospital antes de que te dé el ataque cardiaco?
Capté al instante su tono sarcástico, así que opté por quedarme quieta de una buena vez.
—Lo siento.
—¿Dónde está la mujer determinada que me ha enfrentado antes? Creí que yo ya no te intimidaba.
—Usted nunca deja de intimidar.
—Lo sé, querida —emitió una corta y grácil risa—. Lo sé.
El resto del trayecto nos matuvimos en silencio, pero intenté calmarme. Finalmente nos detuvimos frente a un edificio color plateado constituido en su mayoría por inmensos ventanales. Descendimos del auto e ingresamos en la elegante edificación. Tan pronto puse un pie en el sofisticado lobby, me sentí fuera de lugar. Regina como de costumbre lucía impecable, desprendiendo clase; yo por mi parte no lucía mal, pero tampoco tan acorde a la ocasión como mi suegra.
Regina se despojó de su chal y se lo entregó a una especie de mayordomo que estaba posicionado justo al lado del ascensor que ocupamos. Ascendimos al menos treinta plantas antes de llegar a un dintinguido restaurante. El decorado plateado y el reemplazo de las paredes por ventanas no había cambiado, pero el tapiz verde esmeralda que cubría el suelo, las mesas de perfecto crital y la vajilla de porcelana captaron mi atención al instante. Para ser un restaurante habían muy pocos clientes, pero entonces caí en cuenta de que estábamos en Silver Sky, una especie de centro comercial de lujo segmentado por pisos.
Ambas tomamos asiento en una mesa desde la cual teníamos una magnífica vista de la ciudad. Un camarero se nos acercó y Regina pidió ''lo mismo de siempre'', apenas un minuto después nos trajeron un latte macchiato para ella y un expreso con vainilla para mí.
—Te preguntarás el porqué de mi urgencia por hablar contigo —habló tras darle el primer sorbo a su café.
—A decir verdad sí —le sostuve la mirada e intenté que mi voz sonara firme, sé de sobra que no le agrada la ''debilidad'' en su familia.
—¿Sabes? Nunca tuve nada en contra tuya, de hecho me pareció un bonito acto de parte de Evan y de Lily acogerte en su casa cuando más lo necesitabas. No te conocía, pero confiaba en el buen juicio de ellos, y sabía que no aceptarían en su casa a cualquiera. Además, eres sobrina de Margarita.
Le dio otro sorbo a su café antes de depositar la taza nuevamente sobre la mesa.
—Mi problema contigo inició cuando percibí el marcado interés que Garret mostró por ti. Jamás me gustaste para mi hijo.
Eso fue como un balde de agua fría. Sabía de sobra que nunca fui el prototipo de nuera que ella esperaba, pero creí que había comenzado a aceptarme, al menos un poco. Pero no fue así.
—No me malentiendas. No tuvo nada que ver con tu posición social ni con el hecho de que fueras madre, ni siquiera pensé que alguien tan...simple como tú fuera una arribista.
Ok, está despedazando mis esperanzas de poder llegar a caerle bien algún día.
—Pero siempre me diste mala espina porque me olía que ocultabas algo y... —tomó su bolso y del interior del mismo sacó un sobre amarillo que depositó sobre la mesa— finalmente sé que es.
No hizo falta que lo abriera, ambas sabíamos el contenido de este. La vergüenza me inundó y por ello no me sentía capaz de mirarla a los ojos. No podía juzgarla, no fui sincera desde un inicio y yo tampoco querría como nuera a una mujer que le oculta su pasado a las personas que le abrieron las puertas de su familia.
—Regina, yo...
—No digas nada —zanjó—. No necesito explicaciones.
Quería que se abriera un hoyo en la tierra para poder meterme en él. Me sentía tan mal, y sabía que sin importar cuánto lo intentase, no lograría ganarme su confianza de nuevo.
De pronto percibí un calor sobre mis manos que me dejó desconcertada, pero no tanto como la mirada cálida y dulce que encontré en los ojos de Regina cuando alcé la mirada. Me estaba tomando las manos a modo de apoyo y me observaba con compasión.
¿Estoy alucinando o algo?
—¿Por qué no nos contaste? —el tono delicado y maternal con el que lo preguntó me impresionó incluso un poco más. No me salían las palabras para responderle—. Pero de qué hablo, es obvio porqué no lo hiciste. Una mujer abusada lo último que quiere es hablar del infierno que vivió. Lo que no entiendo es cómo no me di cuenta antes.
Algo en lo último que dijo llamó mi atención. No lo dijo como una persona que se compadece de tu dolor sino...como alguien que ha vivido en carne propia el mismo dolor.
—¿Por qué...? ¿Por qué parece que sabes acerca de ese infierno? ¿Por qué te culpas de no haberlo notado?
—Porque una mujer abusada siempre identifica a otra mujer abusada.
Quedé en shock.
Por un instante creí que mis oídos me habían engañado, pero sus ojos expresaban sinceridad pura; y aun así no podía creer del todo que una mujer tan fuerte y con tanto carácter como Regina hubiese pasado por una situación como la mía.
—¿Fuiste...abusada? —asintió—. N-no, no puede ser. ¿Por quién?
—Ni por Eduard ni por Kennet, y el abuso que sufrí fue muy pequeño comparado con el tuyo.
Dejó escapar un suspiro y me miró contrariada.
—Está mal que lo pida cuando yo no fui sincera, pero...¿te gustaría contarme?
—Pues sí, te daré ese voto de confianza —le dio a mis manos un ligero apretón—. Cuando era joven y recién comenzaba la universidad, tenía un novio. En aquel entonces la alta sociedad era muy machista y todos esperaban que terminara la carrera solo para tener el título, porque se suponía que al casarme con él, me mantendría, pero yo siempre tuve mis metas muy claras y no pensaba cambiarlas por nadie.
—Siempre fuiste tan decidida e independiente.
—Y eso a él no le gustaba, tuvimos varias discusiones por ello, pero nada que pasara a mayores. Me insistió hasta que finalmente accedí a que nos fuéramos a vivir juntos, para dar un paso más en nuestra relación. Entonces empezaron los problemas, escenas de celos ridículas y eso fue escalando hasta que inició el maltrato psicológico.
Ay no.
—Como no podía convencerme de dejar la univerisdad, comenzó a cuestionar mis habilidades, me subestimaba, decía que no sería capaz de llegar nunca a nada. Su machismo afloraba cada día más y la convivencia se tornó insoportable.
—Te entiendo —esta vez fui yo quien acarició sus manos mostrándole apoyo.
—A pesar de todo ese suplicio, me mantuve fiel a mis obetivos, pero mi autoestima decayó. Dejé de arreglarme, comencé a dudar de mí misma, perdí confianza...y esa fue un arma letal a su favor. Pero no fue suficiente para someterme después de la primera y única bofetada —una lágrima fugaz se escapó de uno de sus ojos—. Fue como si ese golpe me hubiese hecho reaccionar. Empaqué mis cosas, me largué de allí y lo denuncié tan pronto pude. A partir de ese día me juré que nunca más me dejaría pisotear, que antes de amar a cualquier persona debía amarme a mí y que el día que dejase entrar a otro hombre a mi corazón, debía ser uno que me tratase como la reina que soy.
—Y así fue —sonreí—. Con Kennet y con Eduard.
—Exacto —asintió—. Los únicos hombres que me han amado, respetado y admirado a partes iguales.
—Gracias por contármelo —musité.
—Quiero...pedirte una disculpa, por haberte juzgado mal. Eres...mucho más fuerte de lo que pensaba, te subestimé. Has demostrado ser independiente por cómo estás trabajando en horarios inhumanos a pesar de que Garret puede mantenerte. Eres una excelente madre, eso es incuestionable. Amas a mi hijo y lo haces tan feliz. Y...eres una digna portadora del apellido Harriet.
—Regina...
—Esto debí habértelo dicho hace meses, pero...bienvenida a la familia.
Ahora fue a mí a la que se le escapó una lágrima. Nunca imaginé escuchar palabras tan lindas como esas viniendo de ella. Tampoco esperé que se inclinara para secar mi mejilla.
—Que esto quede entre nosotras, ¿ok?
—Sí, tranquila.
—Bien, ahora abre el sobre.
—¿Para qué? Ya sé lo que contiene.
—No, no lo sabes. Te hice creer otra cosa, pero el contenido es diferente.
Confusa, tomé el sobre y lo abrí. En el interior encontré unos boletos para el Great Newmoon, el recital de ballet anual más importante de la ciudad.
—Siempre quise ir... —sonreí.
—Lo sé, me lo contó un pajarito —me guiñó un ojo—. Ahora, querida, tú y yo aprovecharemos tu día libre para pasar un buen rato. Compras y spa.
—¿Solo nosotras?
—Claro, querida —afirmó, volviendo a su tono intimidante y firme de siempre, como si toda la escena triste de hace un momento no hubiese sucedido.
—Bueno... —le sonreí— entonces vamos.
(...)
Llegué a casa exhausta, repleta de bolsas de compra y un tanto tarde. Me las ingenié para llegar a la sala de estar sin tirar ninguna bolsa en el intento y lo logré con éxito hasta que...
—¿Dónde estabas?
Esa pregunta me puso rígida en segundos. A mi mente vinieron escenarios en los que era una simple antesala de las palizas, me provocaba terror. Vi a Garret frente a mí, cruzado de brazos y aunque su expresión no demostraba molestia, me puse nerviosa.
—Lo-lo siento, cariño —tartamudeé—. Tu madre me invitó a ir al spa para tomarnos un día de relajación y luego fuimos de compras, perdí la noción del tiempo. Sé que se me hizo tarde y...
—Ey, ey, Vainilla —se acercó a mí y me tomó de las mejillas—. Tranquila, solo lo pregunté porque te llamé varias veces y no contestaste, estaba preocupado. No tienes que darme tantas explicaciones.
Suspiré—. Lo sé, es que...escuchar esa pregunta al llegar a casa me trae malos recuerdos.
—Lo deduje por lo nerviosa que te pusiste. Lo siento.
—No lo sientas —negué con la cabeza—. Todo está bien.
—Entonces...¿te fue bien con mi mamá?
—Más que bien.
—¿Ah sí? —sonrió.
—De hecho, creo que a partir de ahora nuestra relación irá mucho mejor.
—Me alegra oír eso, mi amor —se inclinó y depositó un fugaz beso sobre mis labios, últimamente tengo pocos de esos—. Ahora necesito que dejes todas estas bolsas aquí y me acompañes, hay algo que quiero mostrarte.
Accedí sin mostrar objeción alguna, a decir verdad echaba mucho de menos sus sorpresas y esos pequeños momentos que pasamos juntos, no había apreciado lo valiosos que eran hasta que dejé de disponer del tiempo para realizarlos. Me guió hacia su terraza especial y sabía que de seguro se trataba de alguna bonita sorpresa, en ese lugar solo ocurren cosas buenas.
Casi me parto de la risa cuando al llegar al lugar me encontré a Mateo vestido de traje y a Brave con una pararita roja alrededor de su cuello, lucían adorables.
—¿Qué hacen vestidos así? —reí.
—Madame Moon, hoy seremos sus camareros —anunció mi hijo lo cual el cachorro secundó con un ladrido.
Seguimos a nuestros ''camareros'' hasta llegar a una mesa perfectamente adornada con velas y un hermoso ramo de rosas rojas y blancas. La cena ya estaba servida, comida francesa. Debí suponerlo desde que Mat me llamó madame.
—Mami, sabemos que estás trabajando muy duro y estás muy cansada, así que hicimos esto para ti. ¿Te gusta?
—Me encanta, mi vida —le sonreí.
—En ese caso... —Garret tomó una silla y la movió hacia atrás para mí— tome asiento, Mon Chéri.
—Gracias, mis amores.
Encantada, tomé asiento y me dejé consentir por mis tres chicos. Me sentía tan especial por su trato, después de todo los tenía básicamente abandonados a causa de mi trabajo y aun así siempre sacan tiempo para hacerme sentir querida. Soy muy afortunada de tenerlos.
Extraño tanto estos momentos...
Y entonces entendí porqué Regina me regaló las entradas para el Great Newmoon. No solo lo hizo porque amo el baile y siempre quise asistir, también me obsequió la posibilidad de volver a pasar tiempo con los hombres más importantes de mi vida.
—Chicos, no hagan planes para este fin de semana —anuncié, ganándome la atención de ambos—. Tenemos un gran recital al que ir.
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Nuevo capítuloooo!!!
Sí, resucité.
Primero que todo quiero disculparme por estos meses de espera que han sufrido. Realmente la universidad consumió gran parte de mi tiempo y apenas sobreviví a ese infernal primer semestre.
A propósito de este cap, debieron haberlo leído hace semanas. Resulta que lo tenía casi terminado cuando gracias a un "magnífico" apagón perdí no solo el capítulo sino toda la historia (gracias al cielo la tengo aquí en Wattpad).
Recibí muuuchos comentarios pidiendo que actualizara y no tienen idea de lo mal que me hacían sentir, odio hacerlos esperar tanto y odiaba aún más no disponer de tiempo para escribir ni media palabra.
Pero bueno, ya estoy de vuelta y de vacaciones, lista para escribir. Para cuando se reanuden las clases trataré de administrar mejor mi tiempo para así poder escribir y que no tengan que volver a esperar 3 meses por un nuevo cap.
Ahora hablemos del cap.
¿Quién amó a Marjorie? (Por cierto, su nombre se pronuncia Máryori, por si tenían dudas)
¿Se esperaban que parte del pasado de Regina coincidiera con el de Lori?
Cap dedicado a: ahram_19 , ElleRoxxy e islagreen_
Besos de Karina K.love 😉
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