CAPÍTULO 32: ¡Feliz Cumpleaños!

Garret

—¿Está todo bien aquí? —pregunté al ingresar a la cocina. Vivi suspiró cansada y el chef rodó los ojos con fastidio—. Me lo tomaré como un sí.

—Niño, siéntate —me ordenó Reginald, apuntándome con su espátula de madera, cuando usa eso significa que lo obedezca o me golpeará con ella, así que tomé asiento en el taburete más cercano—. Estás muy tenso y nos pones tensos a nosotros. Si sigues así, los rubios se van a dar cuenta.

—Pero es que no quiero que las sorpresas se arruinen. Hasta ahora ninguno de los dos ha sospechado porque hemos sido muy discretos y quiero que así siga siendo, ¿ok?

—Ok, pero sabes que con gente entrando y saliendo es un poco difícil que pasen desapercibidos —me recordó la castaña—. Además, ahora que Lori no está trabajando no es tan sencillo ocultarle lo que ocurre.

Eso era un punto en contra, Lorraine decidió renunciar a su empleo en el Sweet Paradise.

Para ser sincero estaba muy contento por ella. Estoy extrañando con mi vida sus expresos, pero nació para bailar y, aunque no tiene intenciones de volver a hacerlo sobre los escenarios, que quiera trabajar en ello me parece excelente. Como predije, Lily la apoyó e incluso le organizó una pequeña fiesta de despedida en la cafetería y la está ayudando a encontrar un nuevo trabajo. Gracias a eso mi rubia pasa gran parte del día fuera de casa, pero tiene como desventaja que regresa a cualquier hora y corremos el riesgo de que nos descubra.

—Y justo por eso debemos tener el doble de cuidado. No quiero que Lorraine ni Mateo siquiera sospechen lo que me traigo entre manos.

—Los Harriet y su manía de planearlo todo a la perfección —farfulló el chef antes de girarse para dedicarle su atención al guiso que estaba preparando. Creí escucharlo diciendo algo en...¿ruso? ¿Húngaro? No tengo ni idea, pero apuesto a que se está quejando de mí.

—En serio cuento con ustedes —recalqué—. Ustedes son mi dúo dinámico, mis manos derechas, mi...

—Ok, ok, ya entendimos —me interrumpió Vivi alzando una mano para detener mi intento de monólogo dramático—. Lo coordinaremos todo para que ella no lo note mientras estés en la empresa u ocupado en otros asuntos. No lo sé, quizás podamos decirles que entren por el lado más apartado del jardín, así no lo notarán.

—¡Excelente idea! —exclamé—. ¿Ves lo que digo? ¿Qué sería de mí sin ustedes?

—Hubieses muerto hace años al tratar de cocinar algo —respondió el chef sin girarse—, eso sería de ti sin nosotros.

Me permití reírme porque es muy cierto, quizás hubiese incendiado toda la mansión tratando de cocinar huevos revueltos.

Mi risa cesó cuando escuché el sonido distintivo de la puerta principal abriéndose y cerrándose. Verifiqué la hora en el reloj de mi muñeca, en efecto, ya era hora de que llegasen. Caminé hacia la sala de estar y ahí estaban, ese par de ojiazules que le dieron sentido a mi vida.

—Hola, hola —les sonreí y seguidamente tomé a mi rubia de la nuca para unir sus labios con los míos en un suave beso. Nos separamos al escuchar un pequeño carraspeo—. Hola para ti también, campeón —extendí mi puño para que los chocáramos, pero él en su lugar frunció el ceño y llevó mi mano a su cabello, el cual sacudí al entender la referencia—. ¿Fueron al parque?

—Sí y tengo mucha hambre —se quejó mi pequeñín, llevando sus manitas a su abdomen—. La hotdoguetería fea estaba cerrada.

—No te preocupes, creo que el chef preparó tacos para que merendaras.

—Híjole —chilló antes de salir despavorido en dirección a la cocina.

—Creo que los acentos e idiomas que habla el chef están influyendo mucho en él —rió Lori, abrazándome de lado.

—Eso es bueno, así nos ahorramos dinero en escuelas de idiomas —bromeé—. ¿Cómo te fue hoy?

Su respuesta fue un suspiro de desánimo que me dejó claro que no le fue bien. Caminó hacia uno de los sofás, tomando asiento. No tardé mucho en sentarme a su lado.

—Quizás no debí renunciar al Sweet Paradise sin haber conseguido el nuevo trabajo —se hundió un poco en su lugar—. No me gusta estar sin trabajar.

—Sabes que no lo necesitas para sobrevivir.

—Pero no quiero que me mantengas ni depender de ti, ¿ok?

—Lo sé —llevé mi mano a su mejilla—. Aún puedo recomendarte en algunos lugares que conozco y...

—Y ya te dije que no —objetó—. Si voy a buscar empleo siendo recomendada por ti, me darán el trabajo enseguida, incluso si no lo merezco.

—Claro que lo mereces. Eres una bailarina excelente.

—Lo sé, pero me refiero a que me darán un trato especial por ser tu novia. Quiero encontrar un trabajo por mis habilidades y no por el apellido Harriet.

Amo lo independiente y tenaz que ha vuelto a ser.

—Tienes razón. Además, estoy seguro de que no tardarás mucho más en encontrar algo. Si yo fuera el dueño de una academia de danza, mataría por contratarte.

—Adulador —sonrió un poco antes de dejar un corto beso sobre mis labios—. Ahora, si me disculpas, yo también quiero tacos, wey.

Y dicho esto, corrió hacia la cocina de la forma exacta en que lo hizo Mat minutos antes. En el camino se cruzó con el niño que venía de salida, me llamó la atención que parecían estar...¿discutiendo? Me levanté de golpe y caminé hacia ellos.

—¿Todo bien aquí? —pregunté.

—Sí, es que Mat necesita ayuda con su tarea y le estoy explicando que necesito unos minutos para merendar y luego lo ayudaré.

—Pero yo quiero que me ayudes tú, Gary —enfatizó el rubito, dejándome helado.

—¿Y-yo? —tartamudeé, señalándome con mi dedo índice.

—Sí —asintió.

—Pero tú y yo sabemos que Gary aún tiene trabajo atrasado del que encargarse y te dije que yo puedo ayudarte —intervino Lori.

—Nop —negó con su cabecita—. Quiero que él me ayude.

Mi rubia soltó un suspiro antes de girarse hacia mí, pidiendo ayuda con su mirada. En respuesta le sonreí y le guiñé un ojo.

—Ok, campeón —estiré mi mano para que la tomara—. Vamos a tu cuarto a hacer esa tarea mientras tu mami merienda.

—Pero... —objetó ella, pero la interrumpimos.

—Pero nada —fue lo que dijimos sin darle la oportunidad de seguir discutiendo.

Cargué a Mateo, tomé su mochila que estaba descansando sobre un sofá y me encaminé hacia su habitación. Una vez allí, dejé al pequeño sentado sobre la silla frente a su escritorio, le entregué su mochila y tomé asiento a su lado.

—Bien, campeón —comencé a hablar—. Me da la ligera impresión de que esa insistencia tuya en que te ayude se debe a algo más que no le quieres contar a tu mamá. ¿Pasó algo en la escuela? ¿La pandilla de niños mezquinos se han vuelto a meter contigo?

—No, no es eso —negó con la cabeza rápidamente—. Es que...la semana pasada comenzamos a estudiar algo nuevo en matemáticas y no me está yendo muy bien. No me gusta que me vaya mal en mi materia favorita y pronto harán un examen, y si no me va bien, no voy a poder jugar en los próximos tres partidos porque todos los jugadores deben tener buenas calificaciones.

Se notaba a millas de distancia que este tema lo tenía un tanto frustrado. Mateo siempre se ha caracterizado por ser muy bueno en los estudios y hasta el momento ha sabido balancearlo con el deporte sin perder desempeño en ninguna de los dos. Pero lo que me puso a pensar a raíz de esta situación es que este es un problema en el que Lori podría ayudarlo tanto como yo, y aun así recurrió a mí...

—No te preocupes, campeón —le sonreí—. Yo te ayudaré y verás que obtendrás un perfecto diez en ese examen.

—¿Tú crees? —hizo una mueca.

—Claro que lo creo. Confío mucho en ti y jamás me decepcionas. Ahora dime cuál es el problema que tienes con matemáticas.

—Es justo eso —sacó un cuaderno de su mochila y lo colocó abierto sobre el escritorio—, problemas.

Bingo.

—Pues estás de suerte, porque son mi especialidad.

Comenzamos a enfocarnos en su tarea y en algunos ejercicios que no fue capaz de hacer en clases. El problema radicaba en su capacidad de interpretación para lograr identificar qué operación básica utilizar con los datos que le proporcionaban. Según él le era más sencillo cuando solo tenía que restar, sumar o multiplicar, pero ahora debe aplicar dos o más de estas operaciones y encima también dividir.

Entendí que al tratarse de algo tan nuevo y más complejo que a lo que está acostumbrado, le sería difícil al principio. Traté de guiarlo con ejemplos de sus libros y fui de lo más sencillo a lo más difícil. Como esperaba, no tardó mucho en comprender y hacer un par de cosas por sí solo; es muy inteligente.

—Entonces, ¿qué tienes que hacer aquí? —pregunté acerca del último ejercicio que faltaba para que terminara.

—Tengo que multiplicar el dato que me dan por veinte y luego restarle siete para saber cuántas naranjas hay en la caja, ¿cierto?

—¡Exacto! Ese es mi campeón —le agité el cabello—. Ahora planteas la ecuación y el resto sabes muy bien cómo hacerlo, no tienes problemas con la parte de cálculo.

Asintió y se dispuso a hacer lo que le indiqué. Supervicé que lo estuviera haciendo todo correctamente y sonreí orgulloso al ver que así era. En serio se nota que es su materia favorita, es bastante rápido.

—Listo. ¿Lo hice bien? —me pasó su cuaderno para que lo revisara, pero no hacía falta.

—Lo hiciste perfecto. Estoy orgulloso —eso lo hizo sonreír—. Ahora ve a jugar, aún tienes tiempo antes de la cena.

—No —se volteó hacia su cuaderno—, quiero estudiar un poco más.

—Campeón, ya estudiaste y no es bueno que te sobreesfuerces.

—Pero...

—Nada de peros, no quiero que te enfrasques en esto, por hoy fue suficiente. Además, ¿no has notado que falta alguien aquí?

Parpadeó un par de veces antes de escanear toda la estancia con la mirada, percatándose de quién estaba ausente.

—¡Brave! —chilló, preocupado—. ¿¡Dónde está Brave!?

No contesté con palabras, lo cargué de imprevisto para llevarlo a donde nuestro cachorro se encontraba. El rubito observaba hacia todos lados en busca de su perrito, se ha adaptado demasiado a su presencia. Llegando al jardín, deposité al niño sobre el césped para luego silbar. Casi de inmediato apareció Brave, caminando a paso lento —ya que su pata aún no estaba del todo recuperada—, pero alegre.

—¡Brave, estás caminando! —le sonrió Mat y luego volteó hacia mí—. Gary, ¡míralo!

—Te dije que se recuperaría pronto —me senté sobre el césped a su lado para acariciar juntos al can. Este parecía muy satisfecho con la atención.

—Me alegra mucho que ya estés mejor, Brave —murmuró acariciando la cabecita del beagle.

Inevitablemente la escena me hizo sonreír. Desde que rescatamos a Brave y Mateo nos pidió adoptarlo supe que ese pequeñín lo haría muy feliz. Con el tiempo me he vuelto adicto a buscar todo lo que le saque sonrisas, admito que pocas cosas me llenan tanto el corazón como ver a mi hijo así.

—Gary, ¿puedo jugar con él?

—Sí puedes, pero con cuidado, Brave aún no está del todo recuperado y no puede correr ni cansarse de más.

—Está bien, seré cuidadoso. ¿Tienes una pelota?

—Por ahí —le señalé con el dedo la nueva caseta de Brave.

—¿¡Brave tiene su propia caseta para perros!? —asentí—. ¿Y cuándo la construíste?

¡Mierda!

—Eh... —carraspeé—. Luego te digo, vayan a jugar.

—Ok —se encogió de hombros y se fue tranquilamente con el cachorro tras él.

Uff, por los pelos.

(...)

Estaba disfrutando de un profundo y placentero sueño cuando sentí una sensación mucho mejor, específicamente sobre mis labios. Al principio no fue suficiente para despertarme, pero cuando percibí esos dulces labios proporcionándome cortos y tiernos piquitos, abrí los ojos enseguida. Lo primero que vi fue la angelical sonrisa de mi novia, es increíble como despeinada y con expresión de recién levantada sigue luciendo como una perfecta diosa.

—Buenos días, mi amor —sonreí, mi voz estaba ronca.

—Buenos días —se inclinó para darme otro piquito—. Es hoy.

—Es hoy —sonreí—. Vamos a alistarnos.

Fuimos al baño tomados de manos. Nos duchamos rápidamente, completamos nuestro aseo personal y nos cambiamos. Aún era temprano, pero no queríamos perdernos ni un minuto de un día tan especial como hoy, no todos los días tu único hijo cumple 7 años.

Lori, Vivi, el chef y yo hemos evitado hablar del tema frente al niño, aparentando que no recordamos su cumpleaños para que las sorpresas funcionaran el doble de bien. No está precisamente triste, pero sí se ha dado cuenta de que no hablamos de ello conforme se acercaba la fecha y piensa que lo olvidamos.

Me he encargado personalmente de planear todo el día de hoy con sorpresas que sé que amará, incluso hay un par de cosas que Lorraine también desconoce. Lo hice especialmente por algo que ella misma me contó: Mateo nunca ha podido celebrar su cumpleaños.

Cuando cumplió su primer año sí, ya que a pesar de que era muy pequeño Lori siempre hizo lo que pudo dentro de lo que sus posibilidades económicas se lo permitieron. Luego se casó con ese bastardo y él le prohibió efectuar cualquier tipo de festejo para el niño. Aun así ella le compraba regalos y le horneaba pasteles, pero en respuesta ese animal la golpeaba para el final del día. Mat nunca ha disfrutado de una fiesta con sus amigos ni ha ido a algún lugar especial que haya querido visitar, ni ha podido disfrutar de su día sin que su madre saliera lastimada por intentar hacerlo feliz.

Es por eso que lo planifiqué todo no solo para que mi pequeño lo pase de maravilla, sino para que mi Vainilla tenga la satisfacción de verlo feliz también. Ambos lo merecen.

Una vez vestidos —mi novia lucía hermosa con su falda larga y de tiro alto con estampado floreado y su blusa blanca de mangas largas con los hombros descubiertos, y yo con un traje sencillo sin corbata—, casi corrimos hacia la habitación del cumpleañero. Lo encontramos aún dormidito. No queríamos despertarlo, pero también moríamos por hacerlo.

—¿Y si subimos a Brave a la cama para que le lama la carita? —propuso mi rubia, entre murmullos—. Así no sería culpa nuestra.

—Buena idea —asentí con complicidad.

Vainilla se adelantó para tomar a nuestro cachorro —que sí estaba despierto— y con cuidado de no lastimar su patita, lo depositó sobre la cama junto a Mateo. El perrito tardó un segundo en apoyar sus patitas delanteras sobre el pecho del rubito y le lamió la carita hasta hacerlo despertar.

—¡Brave! —rió el niño, intentando quitárselo de encima—. Ya está, ya desperté.

—¡Buenos días, cumpleañero! —lo felicitamos Lori y yo al unísono.

—Creí que lo habían olvidado —sonrió, sentándose y colocando a Brave sobre sus piernas.

—¿Cómo íbamos a olvidar el día más importante del año? —le sonreí, sentándome a su lado. Lorraine hizo lo mismo en el lado contrario.

—No es cierto, el día más importante del año es Navidad.

—Puede ser, pero yo sigo pensando que es hoy —dijo Vainilla para luego llenar su carita de besitos—. Feliz cumpleaños, mi vida.

—Gracias, mami.

—¿Listo para pasarlo en grande hoy? —pregunté.

—No sé, en mis cumples solía comer el pastel de mi mami y recibir los regalos que ella me compraba. Y los que enviaba la tía Margarita, pero... —bajó la cabecita— Roy los rompía y después le...

—No pienses en eso, no hoy —lo interrumpí, no quería que ni él ni Lori ocuparan sus mentes con esos malos recuerdos—. Vivi, el chef, Brave, tu mami y yo tenemos un montón de sorpresas para ti y te prometo que lo vas a pasar muy bien, ¿ok?

—Pero yo estoy bien con un regalo y un pastel.

—Pero nosotros no —objetó su madre—. Hoy vas a disfrutar por este cumpleaños y por todos esos que no lo pasaste bien. Quiero recompensarte.

—Y vamos a empezar con... —tomé el walkie-talkie de la mesita de noche, lo encendí y lo acerqué a mi boca—. Expreso para Chef enojón, cambio.

—Aquí Chef enojón —la voz del aludido se filtró por el aparato—. Cambio, niño.

—Cumpleañero despierto. Traigan la sorpresa número uno, cambio.

—Eso está hecho. Cambio y fuera.

—¿Cuál es la primera sorpresa? —preguntó el niño, sus ojitos brillaban.

—Si te dijéramos, ya no sería sorpresa —le recordó Lori.

Esperamos pacientemente hasta que Vivi y el chef aparecieron, lo cual no fue mucho, casi se teletransportaron. Me causó gracia las enormes sonrisas que ambos plasmaban en sus rostros, parecían sacados de un comercial de pasta dental. En una bandeja Viviane llevaba un emparedado que por su grosor se deducía que contenía bastantes ingredientes, un tazón lleno de trozos de diferentes frutas, yogures, waffles con varios condimentos para acompañarlos, arepas, leche y jugo de naranja. En otra bandeja el chef traía todo tipo de chocolates, tres botes de helado y uno de Nutella, un trozo de tarta de vainilla, caramelos, paletas, manzanas acarameladas y...¿algodón de azúcar?

—¿Todo eso es para mí? —preguntó el niño, con sus ojitos a punto de salirse de sus cuencas por lo sorprendido que estaba.

—¡Feliz cumpleaños! —entonaron a la vez, depositando ambas bandejas frente al cumpleañero.

—Voy a desayunar nutella —susurró casi sin creérselo.

—Y esto es solo el principio —le guiñé un ojo.

Decidimos dejar al rubito degustar su desayuno tranquilo mientras nosotros íbamos por el nuestro, necesitaríamos energías para todas las actividades que haríamos hoy. Mat apareció minutos después, vistiendo el conjunto que previamente habíamos dejado en su baño para él. No pudimos contener la risa al verlo entrar al comedor modelando, lo hizo a propósito. Tomó asiento en su lugar a la espera de que su madre y yo culminásemos nuestro desayuno, no nos faltaba mucho de todas formas.

Cuando terminamos, los guié a ambos hacia el exterior de la casa. Al salir encontramos parqueado mi auto convertible favorito. Saqué las llaves del mismo de mi bolsillo y, sin previo aviso, se las lancé a mi novia quien las atrapó demostrando sus buenos reflejos.

—Hoy conduces tú —le sonreí.

—¿¡Qué!? —soltó en un grito ahogado mientras alternaba la mirada entre las llaves y mi rostro.

—Lo que oíste, hoy condunces tú —rodeé el auto y abrí la puerta del piloto para ella, por como tenía la boca entreabierta y los ojos ensanchados supuse que aún no se lo creía—. Antes de que empieces a poner peros y excusas, déjame decirte que, como tu profesor de conducción, te considero cien por ciento apta para ser nuestra chofer en esta ocasión.

—No-no estoy lista —su labio inferior temblaba.

—Sí lo estás, mami —le sonrió Mat, tirando de su falda para llamar su atención.

—Principito, no creo que...

—Por favor, hazlo al menos por hoy, como un regalo de cumpleaños —soltó la tela de la falda para juntar sus manitas a modo de ruego—. Hazlo por mí.

—Ya oíste al cumpleañero —secundé—. Recuerda que prometiste complacerlo en todo hoy.

—Eso es chantaje emocional —se quejó, enviándonos a ambos miradas acusatorias.

—Llámalo como quieras, pero tienes que cumplir tu promesa.

Respiró hondo, cerrando los ojos para luego asentir y encaminarse en mi dirección. Ingresó al auto y cerró la puerta en un movimiento brusco sin dejarme hacerlo por ella, creo que se enojó, pero no lo estaría por mucho tiempo. Abrí la puerta de los asientos traseros para sentar al niño allí y después ocupé el asiento del copiloto.

—¿A dónde vamos? —preguntó Lori—. No me has dicho.

—El GPS está encendido con la ubicación, solo tienes que seguir las indicaciones. Y, para que estés más calmada, el viaje será en carretera y no en una autopista concurrida. Puedes manejar relajada.

—Lo dudo —dijo por bajo a la vez que encendía el motor.

—Gary, ¿qué es esto? —preguntó Mateo, señalando unas bolsas de regalo que se encontraban a su lado.

—Son un par de regalos para ti —me volteé para sonreírle—. El viaje va a ser largo y creí que querrías entretenerte con unas figuras de acción de los jugadores estrella de Los Jets y... —no terminé, él ya se encontraba rebuscando en el interior de las bolsas.

Devolví mi vista a la rubia y la encontré...¿rezándole al volante? Bueno, estaba susurrando algo, sus ojos estaban cerrados y apretaba con fuerza el volante. Al concluir con sus ''rezos'', decidió que era de hora de ponernos en marcha. Sonreí con orgullo al notar que su salida de nuestra carretera personal fue perfecta al igual que su incorporación a la calle principal. Aún apretaba con fuerza el volante y no despegaba la vista de enfrente a excepción de una que otra mirada fugaz que le daba al GPS para guiarse. Parecía una maniática de película de terror huyéndole al asesino, pero en cuestiones de conducción lo estaba haciendo perfecto.

—Lo estás haciendo muy bien, mami —la felicitó levantando su pulgar, pero ella ni siquiera le echó un vistazo a través del espejo retrovisor, estaba tan nerviosa que le respondió con un rápido asentimiento.

Como sabía que no tendría valor para desprender una de sus manos del volante, presioné el botón que correspondía a la retracción del techo —ella definitivamente requería de aire fresco— y lleve una mano a su pierna dejando leves caricias allí, esa era mi forma de mostrarle apoyo.

El resto del viaje transcurrió de la siguiente forma: Lorraine tensa porque nació para ser bailarina y no chofer, Mateo enternecido con sus juguetes nuevos y las buenas vistas que teníamos, y yo tomando un montón de fotos para atesorar el recuerdo.

Finalmente el GPS anunció que ya habíamos llegado a nuestro destino. Lori comenzó a sudar frío porque, según ella, todo el trayecto había sido algo así como un exámen importante y aparcar correctamente le daría o quitaría su diez perfecto. Pero, como esperaba, no me decepcionó, estacionó como toda una profesional.

—Por fin —suspiró cansada, como si acabase de correr un maratón, y estampó su cara contra el volante.

—Lo hiciste muy bien, mi amor —acaricié su espalda y ella en respuesta me lanzó una mirada de odio.

—Me las vas a pagar por esto y de regreso manejarás tú —el tono pausado y casi susurrado en que lo dijo me atemorizó.

—Como quieras, amorcito.

—No me llames amorcito —me apuntó acusatoriamente con el dedo, por algún motivo la situación me daba risa, pero si soltaba una sola carcajada, ella me atacaría.

—¿Dónde estamos? —preguntó el niño, admirando con asombro la gran edificación color azul que se erigía a nuestro costado.

—Entremos y verás —le sonreí.

Descendí del auto y nuevamente lo rodeé para abrir las puertas para ambos. Antes de entrar tomé de la guantera nuestros tickets. Lori y yo tomamos una manito de Mat respectivamente y nos dispusimos a ingresar al lugar. Lo primero que divisamos fue un gran recibidor y al fondo de la sala un mostrador. Le entregué los tickets a la chica encargada y nos regaló una sonrisa.

—Los Harriet Plus —dijo a la vez que nos entregaba unos pases especiales con colgantes para el cuello—. Aquí tienen. Con estos pases pueden acceder de forma gratuita a todos los servicios que ofrecemos. Por ahí —señaló una enorme puerta metálica al fondo— se encuentra la entrada. Bienvenidos a Rain Conventions, espero que la estadía sea de su agrado.

Le agradecimos a la encargada por su amabilidad, nos colocamos los colgantes y seguidamente nos dirigimos hacia la puerta que resultó ser la entrada a un ascensor. Este nos llevó a tres pisos más arriba y al abrir nuevamente sus puertas sonreí victorioso al ver la expresión anonadada de mi pequeño.

—No puede ser —musitó aún sin creérselo—. ¡ES UNA CONVENCIÓN DE SUPERHÉROES!

Lo tomé rápidamente entre mis brazos, cargándolo y le hice una seña a mi novia para que me siguiera, ella también había quedado en shock. El lugar era gigantesco. El techo estaba compuesto por múltiples ventanales así como también parte de las paredes por lo que la luz natural abundaba, el suelo estaba tan pulido que nuestro reflejo era visible y sin importar a dónde mirases encontrarías juegos, posters, tiendas de souvenirs y claro, superhéroes.

—¿Este lugar es real? ¿No estoy soñando? —preguntó mi pequeñín admirando todo a su alrededor con ojos curiosos.

—No estás soñando y es muy real, campeón.

—Siempre quise venir a una convención.

—Eso supe —dije, guiñándole un ojo a su madre. La sonrisa de ella no cabía en su rostro—. Así que quiero que disfrutes y te diviertas mucho —asintió—. ¿Qué quieres hacer primero?

—¿Crees que aquí vendan ese cómic edición especial del que te hablé?

—Seguro que sí, vamos a ver.

Recorrimos varios puestos de venta en busca del dichoso cómic, pero por motivos obvios si se trataba de una edición especial, no lo estarían obsequiando como souvenir. Ingresamos a una sala que, por las vitrinas y el acceso restringido de personas, deducimos que se trataba de un salón de premios o algo similar. De la nada apareció un hombre vestido con un traje elegante, se posicionó frente a nosotros y le echó un vistazo a nuestros pases.

—Los Harriet Plus —asentimos—. Los estábamos esperando.

—¿A nosotros? —preguntó Mat.

—Usted debe ser el cumpleañero. Síganme por favor.

El señor nos guió a través de la sala —un tanto larga por cierto— en la cual abundaban vitrinas que albergaban todo tipo trofeos, figuras de acción y demás. Casi al final del salón, se ubicaba una vitrina especial, esta figuraba en medio —a diferencia del resto que estaban a los costados— y exponía algo muy especial.

—¡Es el cómic! —chilló mi campeón.

El hombre de traje elegante presionó un botón figurante en la parte de atrás de la columna sobre la que se encontraba la vitrina y automáticamente el vidrio de la misma se retrajo, dejando el acceso libre. Tomó la historieta con sumo cuidado y se la entregó al niño, el cual la recibió con sus manitas temblado aún asombrado.

—Este es un regalo de cumpleaños de Rain Conventions para usted. Feliz cumpleaños.

—Mu-muchas gracias —sonrió, con lágrimas empañando sus ojitos y amenazando con salir—. Es un regalo increíble.

—Si gusta algo más del salón de trofeos, es libre de elegir lo que desee.

—No, gracias —meneó la cabeza en señal de negación y se llevó el cómic al pecho, abrazándolo—. Con esto ya puedo morir en paz.

Reímos ante su comentario y, tras despedirnos del señor elegante, abandonamos la sala. Decidimos ir a la cafetería del lugar, fueron varias horas de viaje y nuestros estómagos pedían a rugidos una merienda. Por suerte en el lugar no habían muchas personas. Tomamos asiento en una de las tantas mesas libres y tomamos la carta para elegir qué ordenar.

—¿Qué quiere comer el cumpleañero? —preguntó Lori, sonriéndole.

—Pues... —le echó otro vistazo a la carta—. Quiero un mega hot-dog, una super malteada de chocolate y la bolsita heróica sorpresa.

Como si se hubiese tratado de magia, pasados solo un par de segundos de haber mencionado qué le gustaría, apareció un camarero con su orden en mano. Pero no era cualquier camarero y el que haya llegado tan pronto no era casualidad, era nada más y nada menos que el mismísimo Flash en persona.

—¿¡FLASH!? —gritó Mat, apenas podía creérselo.

—Oí que cierto campeón estaba de cumpleaños y no quise hacerlo esperar —dijo el superhéroe, depositando la bandeja frente a él—. Feliz cumpleaños, Mateo.

—Gracias... —musitó, sorprendido—. ¿Puedo...? ¿Puedo tomarme una foto con usted?

—¡Claro que sí! Ven aquí.

El niño tardó un microsegundo en levantarse y rodear la mesa para ser cargado por el superhéroe. Lorraine y yo sacamos nuestros teléfonos, listos para inmortalizar el momento.

—Digan ''Flash'' —ordenó ella.

Reímos, ya que sonó como una broma simpática. Los fotografiados acataron su orden y al instante fueron retratados en varias poses; en todas ellas mi niño lucía tan feliz.

—Bueno, creo que eso fue todo por hoy —dijo Flash, dejando al niño en el suelo—. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, pequeño?

—Sr. Flash, ¿sabe si Spiderman está aquí?

Lo vi venir.

—Me pareció verlo balanceándose con sus telarañas hace un rato.

—¿¡En serio!? Entonces podré verlo —la ilusión no cabía en su cuerpecito.

—Verás que sí, ahora debo irme —el superhéroe le dio unas amistosas palamaditas en la espalda antes de salir corriendo del lugar.

—¿Oyeron eso? ¡Spiderman está aquí! —gritó, dando saltitos.

—¿Qué tal si merendamos primero y luego vamos a buscarlo? —propuse.

—¡Sí! —caminó de regreso a su silla—. Porque tengo hambre.

Lori y yo reímos, a veces puede llegar a ser muy tierno sin proponérselo. Pedimos algo para nosotros —y fuimos atendidos por una camarera normal en lugar de un superhéroe— ya que el único que había recibido su orden era el cumpleañero. Merendamos rápidamente ya que Mateo estaba ansioso por iniciar la búsqueda de Spiderman y quisimos complacerlo.

Nos dimos a la tarea de recorrer todas las áreas del gran salón. Mat por instantes se distraía comprando souvenirs o topándose con algún otro superhéroe, pero la misión de encontrar a su favorito seguía en en pie.

—Mat, estoy un poco cansado —disimulé—. ¿Qué tal si nos sentamos a descansar un rato?

—Ok —suspiró un poco desanimado, llevábamos al menos media hora de búsqueda y aún no dábamos con el hombre araña.

Había un banco de madera frente a un poster del héroe que estábamos buscando, nos sentamos ahí.

—No te desanimes, mi vida —le dijo dulcemente Lori, acariciando sus mejillas—. Lo encontraremos.

—Eso espero —suspiró.

Y es aquí donde entro yo.

—Campeón, hagamos algo —me miró con esos ojitos tristes que tanto me afecta ver—. Cierra los ojos y pide con todas las fuerzas de tu corazón que Spiderman aparezca.

—Eso no va a funcionar —hizo un puchero.

—¿Acaso no sabes que en los cumpleaños hay una magia especial que hace que los deseos se cumplan si lo pides con todo tu corazón?

—Pero en mis otros cumpleaños también pedí cosas con toda mi alma y no se cumplieron.

Se me partió un poquito el corazón al entender a qué se refería con cosas. No hace falta tener una amplia imaginación para saber que sus anteriores deseos no fueron conocer a Spiderman sino que él y su madre pudieran escapar del infierno en el que creció. Sabía que a Lori le había afectado escucharlo decir eso, así que opté por no mirarla, no quería verla triste también.

—Pero este cumpleaños es diferente, ¿recuerdas? Confía en mí.

—Bueno... —alargó la E y cerró sus ojitos por breves segundos para luego abrirlos—. Listo.

Le sonreí y agité su cabello como de costumbre.

—Bididi badidi bu —chasqueé los dedos y al instante la tristeza abandonó los ojitos de Mat para ser reemplazada por la sorpresa.

Volteé, sonriendo al ver al superhéroe de traje rojo y azul. Mateo quedó tan impresionado que se quedó estático, no movió ni un músculo, parecía una pequeña estatua humana. Supongo que ese es el estado en el que quedas cuando conoces a tu ídolo en persona.

—Principito —Lori lo codeó—. Ahí está Spiderman, ve a saludar.

—Anjá —asintió levemente sin mirar a su mamá.

Se levantó lentamente y daba cada paso con tanta precisión que pareciera que esa era su forma de convencerse a sí mismo de que era real lo que estaba sucediendo. Vainilla y yo reímos por lo bajo al ver que cuanto más cerca estaba de su héroe, más se administraba pequeños pellizcos en sus bracitos. Spiderman se agachó para anivelar ambas alturas y extendió su mano para saludar al pequeño.

—Hola, Mateo.

—Ho-ho-hola, Spider...man —tartamudeó, aceptando el saludo.

—He oído que hoy es tu cumpleaños y que estabas buscándome.

—S-sí —asintió con efusividad.

—Pues, primero que todo, feliz cumpleaños.

—Gracias —estaba de espaldas a mí, pero por lo semi-quebrado de su voz deduje que comenzaba a llorar de la emoción.

—No llores, chico. Tu papá me contó que eres un niño muy valiente y durante mucho tiempo has sido el héroe de tu mamá, y eso te convierte en un héroe para mí también.

—¿De verdad?

—De verdad —el hombre araña se levantó y le tendió su mano al rubito—. ¿Vienes conmigo a dar un paseo?

—¿¡Puedo!? —chilló nuestro pequeño, girándose hacia nosotros.

—Adelante —afirmó Lori y lo secundé con un asentimiento.

Ambos se fueron juntos con Mateo dando saltitos de felicidad, comencé a pensar que ya con esto no haría falta nada más para catalogar este cumpleaños como el mejor de su vida. Volteé hacia mi novia y, contrario a lo que me esperaba, ella me observaba con los ojos entrecerrados en una expresión casi molesta.

—¿Qué pasa, amor? —me acerqué un poco más a ella.

—Confiesa —demandó, tajante.

—¿Que confiece qué?

—Tú lo planeaste, todo.

—Ah, ¿te refieres a Spiderman? —por los pelos—. Sí, lo tenía ideado de antemano. Quería darle una sorpresa a Mat.

—No te hagas el tonto, me refiero a todo. Todo —enfatizó—. Mateo lleva queriendo venir a una convención como esta durante toda su vida y me di a la tarea de buscar si había alguna que coincidiera con el 4 de abril para por fin poder hacerlo feliz en su cumpleaños —mierda—. ¿Adivina qué? No había ninguna.

—Tengo mis contactos —me excusé, desviando la mirada.

—Claro que los tienes y gracias a ellos planeaste toda una convención para Mateo. ¿Creíste que no me daría cuenta? Los pases especiales que solo nosotros tenemos, la poca gente que hay para ser una convención de esta magnitud, que justo el cómic que tanto hemos buscado estuviese aquí y se lo regalaran al niño así sin más.

Ok, me atrapó.

Suspiré y dejé escapar una risa de derrota, creí que mi plan era infalible, pero por lo visto no lo fue.

—Sí, todo esto es obra mía —confesé—. Cuando me dijiste qué día Mat cumplía años, me di a la tarea de anotar cada cosa que decías con respecto a lo que siempre quisiste regalarle por su cumpleaños. Lo fui planeando todo poco a poco, sin que ni tú ni él lo notaran. Quería que fuera una gran sorpresa para ambos, porque sé que si él está feliz, tú también lo estarás y así te quitaría ese peso que cargas encima por no haber podido hacer más antes.

—Ven aquí —sonrió y acunó mi rostro entre sus manos, acariciándolo con ternura—. Me saqué la lotería contigo.

—Y yo con ustedes.

Se inclinó para juntar nuestros labios en un suave beso. Le correspondí con la misma dosis de dulzura, dejándome llevar como de costumbre. Nos separamos y juntamos nuestras frentes.

—Te amo —susurró.

—Y yo a ti, mi amor.

—Spiderman no va a secuestrar a Mateo, ¿no?

Reí—. No, tranquila.

—Bien, entonces hasta que regresen tenemos tiempo para discutir porqué te le quedaste mirando tanto a la Mujer Maravilla.

Joder, ¿por qué será que amo tanto que me cele así?

(...)

—Muero por contarle a Jessie y a Joey que conocí a Spiderman y a otros superhéroes en persona. ¡Fue increíble! Nunca voy a olvidar lo bien que lo pasé hoy. ¡Ha sido el mejor cumpleaños de la historia!

Esos eran los parloteos que Mateo no ha dejado de emitir desde que abandonamos la convención. Creí que se quedaría dormido durante el viaje de regreso, pero no, de hecho parecía tener más energía que nunca. Recién estábamos entrando a casa y aún seguía hablando de lo increíble que fue esta experiencia.

—Y aún no acaba —le guiñé un ojo.

—¿Qué tramas, Expreso? —preguntó mi novia, lanzándome esa mirada de ''Sé que te traes algo entre manos''.

—Ya verás, Vainilla.

Los llevé a ambos hacia uno de esos salones libres que limitan con el jardín. Les pedí a ambos que cerraran los ojos antes de entrar y los tomé de las manos para guiarlos. La puerta estaba entreabierta, así que solo tuve que darle un ligero empujón con mi pie para abrirla por completo. Al entrar, sonreí satisfecho al divisar que todo lucía exactamente como lo tenía planeado.

—Ya pueden abrir los ojos —les avisé y tan pronto lo hicieron un estridente ''¡Sorpresa!'' fue gritado por todos los presentes.

—No puede ser —sonrió Lorraine al ver el escenario que tenía enfrente—. ¿En qué momento hiciste todo esto?

—En un don de los Harriet.

—¡Esto es fantástico! —chilló el cumpleañero antes de soltar mi mano y correr despavorido hacia los ''superhéroes'' que se reunieron aquí por él.

Todos los adultos allegados al niño estaban aquí, disfrazados de superhéroes. Evan de Superman, Jasmin de Wonder Woman, Zack de Thor, Ben de Flash, George de Batman, Lily de la Bruja Escarlata, Corina de la Viuda Negra, Fred —que vino de visita especialmente para este evento— de Black Panther, Ariadna de la Capitana Marvel y Angeline de Supergirl. Al principio creí que tendría que usar mis poderes de persuación para convencerlos de disfrazarse, pero...

—¡No puedo creer que se hayan disfrazado! —les sonrió Mateo.

—Si nos disfrazamos de princesas por Jessie, ¿cómo no nos íbamos a disfrazar de superhéroes por ti? —le sonrió ''Batman''—. Pero, siendo sincero, prefiero usar máscara y capa en lugar de vestido y tacones, sigo sin entender cómo las mujeres lo aguantan.

—Tío George, ¿eres tú? —rió Mateo a lo que el aludido asintió.

—Es irreconocible hasta que empieza a decir tonterías, ¿verdad? —bromeó ''Thor''—. Créeme cuando te digo que cada vez que abre su bocota me dan ganas de golpearlo con el martillo.

—No te voy a invitar a mi after party en la bati-cueva —contraatacó George, lanzándole una mala mirada.

Estos dos vinieron al mundo a discutir, no tengo dudas.

—Cállense ya, superhéroes de pacotilla —los regañó ''Wonder Woman''—. Es el cumple de nuestro Spidey.

—¿Spidey? —inquirió el niño sin comprender.

—Lo dice por eso —le aclaré, mostrándole el mini disfraz de Spiderman que estaba expuesto en una vitrina a un costado de la habitación, lo tenía guardado para esta ocasión.

—¿¡Mi propio disfraz!? —chilló.

Asentí y me encaminé hacia la vitrina, la abrí y tomé el traje junto a la máscara. Cuando me giré, el niño ya estaba frente a mí, extendiendo sus bracitos para recibir su disfraz. Se lo entregué y un segundo después había desaparecido de mi campo visual.

—Eres increíble —me sonrió mi futura esposa, posicionándose frente a mí y rodeando mi cuello con sus brazos.

—No es para tanto.

—Sí, sí es para tanto y lo sabes. Creo que nunca lo había visto así de contento y eufórico, es...su primer cumpleaños feliz.

—Y así serán todos los que faltan, te lo aseguro.

—Oigan, estamos aquí —exclamó George, llamando nuestra atención, el rostro de Lori se tornó rojo al darse cuenta de que ''teníamos público''.

—Déjalos en paz —espetó Zack—. ¿No ves que están romanceando, idiota?

—Es que si los dejamos, van a hacerle un hermanito a Mateo delante de nosotros.

—Ay, ya cállate, odiota —bramó para luego golpearlo en serio con el martillo.

Así se mantuvieron durante un rato, discutiendo como un par de niños. Lo admito, me estaba partiendo de la risa. Disfrutamos del show Batman vs. Thor hasta que el cumpleañero regresó, vistiendo su disfraz y simulando que del mismo salían disparadas las telarañas, lucía tan adorable.

—Bien, nuestro cumpleañero ya regresó —anunció Lily—. Así que Bat-torpe y Thornto, contrólense y finjan ser normales.

Entre risas, caminé hacia mi pequeño y lo tomé en brazos, cargándolo.

—Campeón, cierra los ojos otra vez. Te tengo una sorpresa más.

—¿¡Otra!? —sonrió a lo que asentí—. Ok —cerró sus ojitos.

Le hice la seña a los superhéroes y le tendí mi mano libre a Lori para que la tomara. Salimos hacia el jardín y tan pronto los ojos celestes de mi Vainilla se encontraron con todo lo que habíamos armado allí, soltó un grito ahogado que llamó la atención de Mat.

—¿Qué? ¿Qué es? —se removió, ansioso.

—Te va a encantar —aseguró ella.

—¿Ya puedo abrir los ojos?

—Sí, campeón.

No los había abierto del todo cuando todos los presentes emitieron un ruidoso ''Feliz cumpleaños, Mateo''. Habíamos montado toda a una gran fiesta y nadie estaba ausente. Jessie, Joey y el resto de sus compañeros de salón fueron los primeros en acercarse a abrazarlo cuando lo dejé en el suelo. Le siguieron Margarita y mis padres, estos últimos dijeron que no se lo perderían por nada del mundo, me constaba que tuvieron que aplazar muchos pendientes para asistir hoy, pero ambos prometieron que pondrían de su parte para nunca más perderse momentos importantes de la familia. Luego pasaron a saludar Kyle y Heather junto a los hermanos de Lily y los amigos que trabajan en casa de Evan. Y por último, pero no menos importantes, Brave, Vivi y el chef que traían el enorme pastel de siete pisos decorado con figuras de fútbol.

El jardín estaba repleto de todo tipo de juegos, desde castillos inflables hasta un mini campo de fútbol. Todo lo que sabía que al cumpleañero le gustaría.

—¡Eres el mejor! —fue lo primero que me dijo cuando corrió como loco a abrazarme.

—Lo que sea con tal de hacerte feliz, campeón —rompí el abrazo—. Ahora ve y diviértete, no se cumplen 7 años todos los días.

Asintió y salió corriendo hacia donde lo esperaban su prima y su mejor amigo. Sonreí con satisfacción al verlo así de feliz y sonriente, algo en mí sintió el impulso de hacer algo cada día para mantener esa sonrisa. Reí por lo bajo y me levanté del césped para encontrarme con una de esas miradas indescifrables que ella me lanza de vez en cuando.

—¿Qué?

—Nada —negó con la cabeza y se limitó a sonreírme.

Ambos redirigimos nuestras miradas hacia nuestro Spidey, ahora se encontraba en la piscina de bolas de plástico junto a Brave.

Feliz cumpleaños, campeón.



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Nuevo capítulooo!!!!

¡Volvíiii!

Más de 6000 palabras para compensar la tardanza.

Este cap está dedicado a unas personitas que tengo suerte de tener como lectoras. Siempre han estado allí para apoyarme cuando no me encuentro en condiciones de escribir y siempre les estaré agradecida. NadiuskaSoteldo , Carolinsantos05 y Princess-3112

¡Feliz cumpleaños, Mateo! (Que es mañana de hecho)

Este es uno de esos caps que me imaginé desde antes de comenzar a escribir la historia y amé escribirlo aunque me enfrenté a varios bloqueos.

Mateo y Garret tienen oficialmente su canción gracias a Books2240. Busquen "My Boy" de Elvie Shane y verán que parece escrita para ellos.

¿Qué les pareció?

Besos de Karina K.love 😉

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