CAPÍTULO 3: Vía de escape

Lorraine

No podía creerlo, mi tía estaba parada frente a mí con una sonrisa radiante y encima una maleta, eso sólo podía significar una cosa...y definitivamente eso me traería problemas con Roy.

—¿Tía Margarita?

—Sí. ¿Acaso tienes otra tía? —bromeó.

Y sí, ella es mi única tía, también es la única familia que me queda además de mi hijo. Cuando mis padres murieron, ella y su esposo se hicieron cargo de mí. Me mantuvieron y se ocuparon de mi educación hasta que fui a la universidad y me independicé. Solía ir a visitarla todos los meses, pero hace un tiempo Roy me prohibió hacerlo y en vista de que ella no está al tanto de que él me maltrata, no he tenido el valor de llamarla para decirle que no la visitaría de nuevo.

—¿Oí que mencionaste a la tía Margarita? —preguntó Mat detrás de mí y en cuanto divisó la mujer que me acompañaba, corrió despavorido en su dirección—. ¡Tía Margarita!

Está de más decir que Mat la adora, es algo así como la abuela que nunca tuvo. Cuando íbamos a visitarla era como su corto descanso de todo el terror que vivimos aquí. Ella lo trata con tanto cariño y dulzura que la considera su segunda persona favorita, yo aún mantengo el primer puesto.

—Mi niño precioso —ella lo recibió con los brazos abiertos envolviéndolo entre ellos—. Te he extrañado tanto.

—Y yo a ti —respondió él al romper el abrazo—. Extraño ir a Heaven Gold City a verte.

—Y yo extraño sus visitas —la mirada de mi tía viajó hacia mí—. ¿Por qué dejaron de ir?

Me tensé al instante. El tema de los abusos de mi esposo es algo de lo que me aterra hablar y me avergüenza de sobre manera. Nunca he hablado de ello con nadie y mi tía no será la excepción.

—Lo siento, hemos estado ocupados —mentí forzando una sonrisa y haciéndome a un lado—. Pasa y ponte cómoda.

Mateo, tomándola de la mano, la guió hacia nuestra azulada sala de estar y ambos se sentaron en el sofá. Los hojitos celestes de mi niño brillaban con emoción, como pocas veces sucede, por mi culpa.

—Lori, ¿no te importa que me quede un par de días? —preguntó mi tía de la forma más casual.

Mierda, ahora estoy entre la espada y la pared.

Tragué saliva intentando no dejar en evidencia lo nerviosa que estaba ante la situación. Me encantaría que mi tía se quedase, su aura cálida siempre me ha hecho sentir segura y en casa, pero no depende de mí y tampoco quiero involucrarla en mis problemas. Temo que quiera intervenir por mí y eso sólo empeoraría las cosas.

—Pues... —me aclaré la garganta—. Por mí está bien pero debo consultarlo con Roy primero, como llegaste de improvisto...

—Oh, entiendo —asintió—. Pero estoy segura de que él estará de acuerdo, sabes que es muy comprensivo.

Sí, claro.

Roy nunca ha mostrado su verdadero rostro ante mi tía —ni ante nadie más— por lo que ella no tiene idea del monstruo que se oculta detrás de esa sonrisa amigable y su fingida buena actitud. Además, cuando solía ir a verla a Heaven Gold City, sólo nos quedábamos escasas horas con ella en las que sería imposible que notara que algo andaba mal.

Mi mirada se conectó con la de mi pequeño rubito quien al instante me hizo saber que compartíamos el mismo temor. Le brindé una pequeña sonrisa para calmarlo, entre nosotros nunca han hecho demasiada falta las palabras, nos entendemos con simples gestos.

—Tía, ¿te apetece desayunar? —le ofrecí a lo que ella asintió gustosa.

El resto de la mañana transcurrió de forma armónica y entretenida. La tía Margarita nos puso al tanto de los detalles más relevantes de su vida en los últimos meses. Resulta que Lily, su antigua vecina, se casó con un hombre rico y a modo de agradecimiento por lo bondadosa que fue mi tía en el pasado, decidió llevarla a vivir con ella a la mansión de su esposo; al parecer tanto ella como su hija viven felices ahora.

Tener a mi tía aquí hizo que tanto Mat como yo no sintiésemos muy a gusto, a pesar de que yo seguía alerta de que todo estuviese en orden a la espera de que mi esposo llegara, digamos que ya es una costumbre. Fuera de esa ansiedad que me provocaba la llegada de Roy, me sentía tan contenta al ver a mi niño sonreír y de ver a la persona que más quiero después de él, me recordó cómo solía ser mi vida en el pasado y me hizo pensar en cómo podría ser mi futuro si dejaba de permitir que la cobardía me dominara y escapaba de una vez por todas.

Decliné la segunda opción al instante, porque ni siquiera es una opción en realidad.

Cerca de la hora del almuerzo, mientras preparaba esa poco apetecible —para mí y para Mat— sopa de calabaza que tanto le gusta a mi marido y más cuando regresa a casa con resaca, escuché el sonido de la puerta abrirse y luego cerrrarse de un portazo.

Roy estaba en casa.

Mis manos comenzaron a temblar, no me esperaba nada bueno, eso era un hecho. Escuché las voces de mi esposo, tía e hijo charlando cordialmente en la sala de estar, eso quería decir que en breve vendría a reclamarme.

Bien por ti, Lorraine.

No transcurrieron ni dos minutos más cuando escuché los pasos del pelinegro ingresando a la cocina. Podía sentir su furia calándome en los huesos y un enorme nudo se formó en mi garganta, lo que se avecinaba no sería bueno para mi ya lastimado cuerpo. Sentí un fuerte jalón de cabello en la parte trasera de mi cabeza que me hizo retroceder un par de pasos, me giró hacia él y alcancé a ver que en sus penetrantes ojos verdes reinaba el enojo.

—Así que fuiste a darle las quejas a tu tiíta, ¿eh? —gruñó tan cerca de mi rostro que su aliento etílico se coló por mis fosas nasales causándome náuseas.

Negué con la cabeza tanto como su férreo agarre me lo permitió—. Yo no la llamé ni le pedí que viniera, simplemente se apareció aquí esta mañana con una maleta.

—¿Y por qué no le dijiste que se fuera? —jaló mi cabello aún con más fuerza logrando que emitiera un corto gemido de dolor.

—¿Qué excusa iba a darle? Ella sólo vino porque hace meses que no sabe nada de nosotros, te dije que me dajaras llamarla al menos y...

—¡Cállate! —espetó, comenzaba a impacientarse—. Lo dicho, no sirves para nada —escupió antes de soltarme lanzándome contra la encimera, me golpeé con una de las puntas de la misma en la parte baja de mi abdomen provocando que el dolor que ya creía extinto en dicha zona, regresara el doble de fuerte—. Deja de lloriquear, a menos que quieras que te dé una lección como la de ayer.

—No, tranquilo, por favor —pedí, reincorporándome.

—¿Cuándo se irá la vieja? —me observó con desdén.

—Máximo en tres días.

—Que sea mañana —sentenció.

—Pero...

—Pero nada —colocó ambas manos alrededor de mi cuello haciendo presión y dificultándome respirar—. No sé qué te vas a inventar o qué mierda harás, pero mañana a primera hora la quiero yéndose por donde vino, ¿entendido?

—S-sí —logré articular con el poco oxígeno que llegaba a mis pulmones.

—Más te vale —advirtió mientras me soltaba nuevamente con un empujón—. Ahora ponte a hacer una de las pocas cosas en las que eres buena antes de que se me colme la paciencia, tengo hambre.

Terminando de decir ésto, abandonó la cocina y me limité a terminar la dichosa sopa lo más rápido posible, que mi tía estuviese aquí no significaba que no me golpearía por mi ''ineficiencia'' una vez que ella se fuera. Pasados unos veinte minutos más, estaba lista. Puse la mesa con suma rapidez y serví la sopa distribuyéndola en los cuatro platos. Revisé que todo estuviese impecable antes llamarlos a todos para que viniesen a almorzar.

El primero en llegar fue mi marido quien me lanzó una mirada de advertencia antes de tomar asiento, eso significaba que debía ser muy cuidadosa con respecto a lo que dijera frente a mi tía o de lo contrario sus golpes serían la consecuencia. Tomé asiento a su derecha mientras mi tía e hijo llegaban, ella se sentó a la izquierda de Roy y Mateo a su lado.

—¿Sopa de calabaza? —se quejó Mat mirando con asco y consternación el platillo, detesta esa sopa y para qué mentir, yo también.

—¿No te gusta, Mat? —preguntó mi tía y me observó con extrañeza, pero de inmediato la mirada fría de mi esposo se posó sobre mi hijo y éste al instante negó con la cabeza.

—No, sí me gusta —mintió dejando un tanto en evidencia lo intimidado que estaba—. Es sólo que almorzamos lo mismo ayer y no me gusta repetir comidas —repuso con rapidez.

La señora frente a mí frunció el ceño notablemente confundida, supuse que no se creyó del todo esa historia, pero no volvió a tocar el tema y nos dedicamos degustar la comida. Todo estaba bien hasta que Roy se detuvo haciendo una mueca de disgusto.

Oh no.

—Cariño —me llamó en ese tono dulce que solía usar antes de convertirse en el monstruo que hoy es, o más bien, antes de demostrar quien realmente es—, a la sopa le falta un poco de sal.

Casi dejo caer mi cuchara al escuchar esas palabras. De no haber sido por la presencia de Margarita, en lugar de una indicación tan simple, me habría lanzado el plato de sopa hirviendo en la cara o algo quizás peor. Parece una estupidez que un detalle tan insignificante como ese lo irrite, pero lo hace.

—Tranquilo —le sonreí con nerviosismo mientras me levantaba—, yo me encargo —hice el ademán de tomar su plato, pero me detuvo tomándome de la muñeca.

—No te preocupes, cariño —me sonrió mientras, bajo la mesa, apretaba el agarre de su mano alrededor de mi muñeca y tiraba de ella obligándome a sentarme—. La sal está justo aquí —se estiró sobre la mesa para agarrar el pequeño frasco de la sal y roceó un poco sobre su sopa para luego continuar degustándola utilizando su mano izquierda y así continuar agarrando mi muñeca, era obvio, lo hizo con la intención de torturarme en caso de que hiciera algo mal. Para mi desgracia, todo lo que hago está incorrecto ante sus ojos.

Pasaron un par de minutos más en completo e incómodo silencio hasta que mi tía decidió romper la atmósfera.

—¿Saben? Me gustaría que fueran a Heaven Gold City conmigo.

—¡Sí! ¡Eso sería increíble! —celebró Mateo bastante emocionado, pero al sentir cómo la mano de Roy se cerraba con más fuerza alrededor de mi muñeca, le dediqué una mirada de advertencia al niño.

—Nos gustaría, tía —sonreí para disimular el dolor proveniente de mi muñeca—. Pero como te dije hemos estado muy ocupados. Pronto se acabarán las vacaciones y Mat inicia las clases, ya sabes.

—Con más razón deberían ir ahora antes de que el verano culmine —insistió y con eso el dolor aumentó.

—Pero Roy está muy ocupado con el trabajo y los pasajes de avión con destino a Heaven Gold City no son nada baratos.

—Por los pasajes no te preocupes, corren por mi cuenta —se giró hacia mi marido—, y Roy, no te importaría prestarme a tu esposa e hijo durante una semana, ¿verdad?

—Los voy a extrañar —sonrió falsamente y se giró hacia mí—, pero estoy bien con lo que ellos decidan— y dicho esto su agarre aumentó a tal grado que me costaba mover varios de mis dedos producto de la mala circulación.

—La verdad es que prefiero no ir, tía. Ahora vives en otro lugar que no es mi ambiente y no quisiera incordiar con nuestra presencia.

—Pero ustedes no incordiarían en lo absoluto y...

—¡Deja de insistir! —alcé la voz y no lo noté hasta que vi su expresión apagarse, nunca en mi vida le había hablado en ese tono, ni siquiera en mis tiempos de rebeldía adolescente—. Lo siento, yo...

—Está bien —dijo, aún descolocada ante mi actitud—. Lo siento yo por ser tan insistente.

Lo siento mucho, tía.

Al retornar al sepulcral silencio de hace unos minutos, la presión del agarre disminuyó pero no me soltó. De todas formas no hizo falta ya que el resto del almuerzo transcurrió en calma.

Y de igual forma ocurrió con el resto del día.

No podía mantener una plática a solas con nuestra invitada porque mi marido siempre estaba ahí, acechándome y buscando la forma de lastimarme sin que lo notaran. El ambiente estaba tenso y la incomodidad por parte de todos se hacía más que evidente.

Yo me convertí literalmente en un manojo de nervios. Por un lado estaba Roy vigilándome y anotando mentalmente cada pequeño error que comentía para reprenderme por ello una vez mi tía se marchase. Por otro estaba Mateo que quería disfrutar al máximo la presencia de la única persona que lo hace sentir seguro, pero a la vez su padrastro lo intimidaba haciendo que el pequeño guradara silencio por miedo a meter la pata una vez más, él sabe que no lo golpeará pero sí a mí. Y por último mi tía, que no paraba de hacer preguntas y se mostraba muy confundida ante nuestro comportamiento, sólo rezaba porque no se diera cuenta de nada.

Finalmente llegó la noche. Roy decidió no cenar antes de irse al trabajo y se despidió con un beso cuando lo acompañé hasta la salida, claramente se trataba de una actuación, y antes de irse me dejó en claro que para mañana cuando regresara, mi tía ya no debía estar aquí o me las vería con él.

Tan pronto se largó, sentí que un enorme peso se eliminaba de mis hombros. Pero aún no podía cantar victoria, debía convencer a la tía Margarita de que se fuera mañana a primera hora y no tenía idea de cómo hacerlo, es que ni siquiera quería hacerlo.

Decidí tomar una ducha antes de aventurarme a preparar la cena. El sofocante calor de agosto me estaba asfixiando y más tratándose de mi indumentaria, un largo vestido de mangas largas cuya falda llega a los tobillos. Vestir de esa forma nunca me agradó, solía usar jeans holgados con suéteres frecos o vestidos verniegos cortos y coloridos, pero eso fue algo más de lo que mi esposo se adueñó, sus celos enfermizos y las recurrentes marcas en mi piel me llevaron a adoptar esta vestimenta tan del siglo pasado.

Me deshice del incómodo y feo vestido antes de posicionarme bajo la ducha y dejar que el agua helada —ya que por costumbre no me molesto en calentarla— se llevara consigo mis pensamientos negativos, frustraciones, preocupaciones, tristezas y los kilos de maquillaje que me apliqué desde la mañana. Volvieron a quedar expuestas las marcas rojizas, violetas y algunas azuladas entre otros tonos, recordándome que sin importar cuánto las oculte bajo la tela y el maquillaje, siguen ahí, sigo siendo abusada. Lo peor de todo es que las heridas superficiales sanan y se borran, a veces rápido, a veces lento, pero lo hacen; sin embargo de las internas no puedo decir lo mismo.

Cuando noto que llevaba demasiado tiempo bajo el agua, cierro la llave y el descenso de la lluvia artificial cesa. Estiro mi mano izquierda para tomar mi toalla y es cuando noto que un nuevo moratón está adornando mi piel. Mi muñeca había adoptado una tonalidad morada y podían identificarse casi a la perfección la impresión de los dedos de Roy en la zona. Suspiré resignada antes de envolverme en la toalla, de todas formas un moratón más o uno menos no hacía gran diferencia, y todo seguiría igual.

Una vez salí del baño y me dispuse a buscar la ropa y el maquillaje adecuado para ocultar los estragos causados por los golpes, me quedé helada al ver mi tía parada frente a mí, todo apuntaba a que me estaba esperando. Mi primera reacción fue cubrir las partes de mi cuerpo que evidenciaban el maltrato, por nada del mundo quería que ella me viera en ese estado, me avergonzaba. Pero de nada sirvió, era demasiado que encubrir y al ver su expresión supe que ya lo sabía o al menos lo sospechaba. Sus ojos comenzaron a empañarse al igual que los míos y sin mediar palabra, me envolvió entre sus cálidos brazos.

A pesar de que me estaba lastimando de forma involuntaria, me fue imposible no sentirme mejor. Había evitado abrazarla desde que llegó porque sabía que al hacerlo, me derrumbaría. Comencé a sollozar mientras saladas lágrimas se desplazaban por mis mejillas, lo mismo le ocurría a ella.

—Mi niña —aspiró por la nariz mientras se separaba de mí para tomarme por los hombros—. ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿Cómo no intuí que estabas viviendo esta tortura?

Tragué saliva—. He sabido ocultarlo muy bien durante los últimos tres años.

—¿¡Tres años!? ¿Llevas tres años sufriendo este infierno en silencio? —asentí y bajé la cabeza avergonzada, me tomó de la barbilla obligándome a mirarla—. ¿Por qué, mi niña? ¿Por qué someterte a este calvario?

—No tengo opción, tía —sollocé—. No hay salida.

—No, sí la hay. Podríamos irnos en este preciso momento y...

—¡No! —negué repetidas veces con la cabeza—. No puedo...

—Sí puedes. Yo estoy aquí para ayudarte.

—Nadie puede ayudarme, tía —sollocé aún más—. Tengo que vivir bajo el mandato de Roy, no llegaré a nada sin él.

Me lanzó una expresión de horror—. Ese psicópata te lavó el cerebro, te hizo co-dependiente de él. De hecho esto es signo típico del síndrome de la mujer abusada, sé sobre el tema y...

—No se trata sólo de eso —la interrumpí—. Es muchísimo peor.

Me tomó de ambas manos—. Sé que temes denunciar y crees que la justicia no hará nada por ti, pero...

—De eso se trata —la corté otra vez—. La justicia no hará nada por mí porque te recuerdo que Roy es policía, y no es un simple policía sino que es el jefe del departamento policial del condado. No conforme con eso tiene contactos en toda la ciudad, así que si me atrevo a denunciar sería una pérdida de tiempo y quedaría en riesgo de ir presa, o peor, de perder la custodia legal de Mateo.

Se llevó ambas manos al rostro en un intento de calmarse, estoy segura de que cuando decidió venir a visitarnos se esperaba encontrarse con cualquier escenario menos con este.

—Entonces larguémonos de esta maldita ciudad —propuso—. Vengan a Heaven Gold City conmigo. Hablaré con Lily y Evan para que les permitan quedarse en su casa por un tiempo y...

—Tía, no es tan sencillo. Si cometiera la gran estupidez de escapar, ese hijo de puta le hará daño a mi hijo. Ya lo intentó una vez y no puedo permitirlo una segunda.

—¿De qué hablas? —me miró con el desconcierto plasmado en su rostro—. ¿Ha atentado contra la vida de Mat? ¿Lo ha golpeado?

—No. Pero si no lo ha hecho ha sido porque lo he impedido —rompí en llanto nuevamente—. ¿Crees que me gusta que me golpee? ¿Crees que soporto sus humillaciones, vejaciones y maltratos por puro gusto? ¿Crees que no tuve la oportunidad de escapar antes de que escalara a un abuso mayor? ¡Si aguanto todo este infierno cada maldito día es porque ese hijo de perra me amenazó con matar a mi hijo hace tres años y la jodida amenaza sigue en pie!

Caminé hacia la cama y me senté con brusquedad sobre ella. Apoyé mis codos sobre mis rodillas y enterré mi rostro entre mis manos. Nunca le había revelado esto a nadie y no era algo fácil de admitir ni de explicar, si Roy descubriese que se lo conté a alguien no sé cómo reaccionaría ni lo que sería capaz de hacer.

Ella se sentó a mi lado y pasó su brazo por encima de mi hombro para luego abrazarme—. ¿Qué fue lo que hizo ese desgraciado exactamente que tanto te asusta?

Me costaba mucho recordar ese hecho tan nefasto. Fue uno de los peores días de mi vida, nunca he sentido tanta angustia y temor como en aquel entonces. Pero necesitaba desahogarme, han pasado tres malditos años en los que he perdido comunicación con el mundo y me he sumido en un vórtice de maltratos y temores. Además, no confiaba en nadie más que en ella para hablar del tema.

—El maltrato inició con pequeñas críticas con respecto a mi cuerpo, luego se manifestaron los celos que cada vez se volvían más ridículos y enfermizos, después las ofensas verbales las cuales le devolvía. Pero un día me dio la primera bofetada, fue tan fuerte que me partió el labio. En ese momento lo poco que quedaba de la buena imagen que tenía de él desapareció y decidí irme con Mat, dormí en un hotel aquella noche.

—Pero regresaste —dedujo.

—Lo hice con la intención de buscar mis cosas y las de Mateo, pero cuando llegué, él me esperaba con la casa adornada con pétalos de rosas y me pidió perdón de rodillas. Él nunca había sido agresivo hasta ese momento, siempre demostró ser un buen hombre y cometí el estúpido error de darle una segunda oportunidad.

—Lori, no...

—Sí, sé que eso no fue lo que tú y el tío Noé me inculcaron. Por eso me prometí a mí misma que si se repetía en una segunda ocasión, me largaría sin mirar atrás y le pediría el divorcio.

—¿Y qué pasó cuando ocurrió otra vez?

—Hice lo que dije pero me retuvo antes de que me marchara y dijo que me arrepentiría, que Mateo sufriría las consecuencias. Me dio muchísimo miedo pero de todas formas me fui. Una semana después cuando fui a buscar al niño al kínder, la profesora me dijo que el padre había ido a buscarlo. Llamé a Roy incontables veces pero no contestó, así que opté por levantar una denuncia. Dijeron que la investigación no podía proceder porque para declarar al niño como desaparecido debían transcurrir setenta y dos horas.

—¿Esperaste los tres días?

—Sí, mientras lo buscaba como loca tanto a él como a mi esposo. Finalmente después de los tres días, acudí de nuevo a la comisaría y ni siquiera quisieron atenderme y cuando me iba me enteré de que acababan de ascender a Roy a jefe del departamento policial, eso lo explicaba todo.

—Maldito bastardo —gruñó.

—Fui a buscarlo y le rogué que me dijera dónde estaba mi hijo. Me obligó a prometerle que volvería con él a la casa y cuando lo hice me llevé la macabra sorpresa de que Mat siempre estuvo aquí, encerrado en el sótano.

—¿¡Qué!? —exclamó casi tan horrorizada como yo cuando vi aquella escena.

—Lo tenía amarrado como si fuera un perro, no lo había alimentado y el pobre Mateo sólo podía llorar —sollocé—. Sólo tenía 3 años.

—Ese tipo es un psicópata —murmuró.

—Ese día me amenazó, dijo que si se me ocurría escapar, tarde o temprano me encontraría y le haría Mat cosas horribles. En cambio si me quedaba debía someterme a su voluntad y no le tocaría ni un pelo a mi hijo, eso ha hecho hasta hoy.

—Lorraine, ¿por qué nunca me contaste de esto? ¿Por qué no escapaste a Heaven Gold City en cuanto tuviste la oportunidad?

—Me daba miedo, me sigue aterrando. Con el tiempo Roy se volvió más y más agresivo. Cada vez que reunía un poco de valor para enfrentarme a él, me hacía darme cuenta de lo inútil que sería intentar vivir por mi cuenta. Soy muy débil, muy dependiente, una inútil y...

—¡No digas ni una palabra más! —me interrumpió separándose de mí y sus penetrantes ojos se clavaron sobre los míos—. No eres absolutamente nada de lo que ese animal te ha hecho creer. Ese es el mecanismo que utilizan los abusadores para someter y doblegar a sus víctimas, es maltrato psicológico.

—Da igual lo que sea, tía. El punto es que estoy entre la espada y la pared, no hay salida.

—Sí, la hay. Yo soy tu vía de escape, mi niña.

—Tía, no —sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano—. No quiero ponerte en riesgo y siendo sincera no creo tener la fortaleza suficiente para escapar, no tengo el valor.

—Sí lo tienes. Piensa en tu hijo.

—Por pensar en él es que me he sometido a esta tortura y mientras lo siga haciendo estará a salvo.

—¡No! —se levantó, insultada—. Si Roy no lo ha golpeado es porque te está manteniendo engañada con esa promesa falsa, pero eventualmente lo hará y si no lo maltratará de otras formas, psicológicamente como a ti.

Al procesar sus palabras recordé lo ocurrido ayer, cuando lo llamó debilucho y nenita. No es la primera vez que lo hace, en realidad todo el contacto que mantiene con el niño es agresivo y ofensivo.

—Aunque no lo creas a tu hijo le afecta crecer viendo como ese imbécil abusa de ti. Me lo acaba de contar, Lori. Me contó que le ordenas que se encierre en su cuarto y se coloque los auriculares con la música alta para que no te escuche gritar —su voz se quebró y yo rompí en llanto—. Pero eso no es suficiente. ¿Crees que no le afecta? Él sabe todo lo que ocurre y no puede hacer nada al respecto, peor aún, cree que es su culpa.

Mi llanto aumentó al recordar cómo ayer me vio amoratada y se culpó por lo sucedido. Sin importar cuánto evite exponerlo a esas escenas violentas, que no las presencie no significa que no lo lastimen de manera indirecta.

—Soy una pésima madre —me lamenté entre sollozos.

—No, cariño, no —se agachó frente a mí—. El hecho de que hayas soportado durante tanto tiempo este suplicio por su bien, demuestra que eres una madre maravillosa. Pero elegiste la forma incorrecta de protegerlo porque en su momento creíste no tener salida, ahora la tienes, yo soy tu salida de emergencia.

—Roy me va a encontrar y va a usar sus influencias.

—Roy es poderoso en esta ciudad, pero en Heaven Gold City es un simple turista que no podrá hacer nada cuando estés apadrinada por gente tan influyente como los Harriet, créeme.

—Pero puede volver a secuestrar a Mateo y...

—¿Y prefieres quedarte aquí para que Mateo siga siendo parte de este ambiente tóxico? —su tono de voz se endureció, al parecer notó que haciéndome comprender su punto por las buenas no llegará a nada—. ¿Qué pasará cuando dentro de un par de años Roy no cumpla su ''promesa'' y lo golpee? ¿Qué harás cuando crezca y te eche en cara que por tu culpa nunca tuvo una infancia feliz y lo obligaste a vivir con un abusador? O peor aún. ¿Qué harás si Roy le enseña a ser como él? ¿Quieres que tu hijo se convierta en un abusador de mujeres? ¿Quieres que acabe golpeándote también, Lorraine?

No, ni por mis pensamientos más alocados se había colado la remota posibilidad de que mi hijo pudiera llegar a convertirse en un ser tan despreciable como mi marido. Pero es cierto, si crece exponiéndose al abuso tarde o temprano se convertirá en abusado o en abusador; y ninguna de las dos alternativas son buenas para él.

Una vez más me vi entre la espada y la pared. Por un lado estaba mi tía dispuesta a rescatarme de esta vida miserable que llevamos mi hijo y yo, esta oportunidad puede que no se vuelva a repetir, dudo que alguien más aparezca dispuesto a echarnos una mano. Pero por el otro están mis malditas inseguridades. A lo largo de los años, mi esposo destruyó cada uno de mis sueños y toda la fé que tenía en mí misma. En esta etapa no me siento capaz de lograr nada por mi cuenta, no creo ser capaz de sacar a mi hijo adelante sin alguien en quien apoyarme y en especial, me aterra que él acabe sufriendo aún más por mi causa.

—Lorraine —tomó mis manos entre las suyas—. Sé que ahora mismo te crees incapaz de muchas cosas, entre ellas huir, pero sé que con mi apoyo y ayuda profesional podrás superar esta horrible etapa de tu vida y un día lo verás como un mal recuerdo. Volverás a ser feliz y aún estamos a tiempo de cambiar la vida de tu pequeño antes de que el daño que ese monstruo les ha causado se vuelva irreversible —me sonrió con compasión—. Ustedes se merecen un futuro mejor, lejos de aquí y prometo estar a tu lado en cada paso que des, pero para ello debes dar el primero.

—Salir de aquí —completé por ella.

Asintió—. Exacto —acarició mi rostro con una suavidad que no sentía hace mucho tiempo—. ¿Vienes conmigo?

Huir o quedarme.

Correr o rendirme.

Intentar ser feliz o sumirme en la violenta miseria.

La felicidad de mi hijo o su tristeza perpetua.

Tengo miedo...pero la respuesta es muy clara.

Con los latidos de mi corazón resonando en mi pecho con una velocidad impresionante, me armé de valor y asentí—. Nos vamos contigo.

Su sonrisa hizo acto de presencia justo antes de envolverme entre sus brazos. Definitivamente la necesitaba en mi vida, alguien tan dulce y amorosa como ella es todo lo que me hacía falta después de vivir tanta hostilidad y dolor.

—Quítate esa toalla —ordenó tan pronto se separó de mí.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Necesitamos evidencia de lo que ese animal te ha hecho —respondió mientras sacaba su teléfono y mi primer impulso fue arrebatárselo, pero sus reflejos fueron más rápidos.

—No, por favor —intenté tomar el aparato electrónico otra vez y obtuve el mismo resultado—. Si estoy eligiendo irme contigo es para dejarlo todo atrás, no quiero denunciarlo ni dejar rastro de nosotros para que nunca nos encuentre.

—Lo sé, cariño —me sonrió a medias—. Pero en caso de que en algún momento lo necesitemos, debemos tener las evidencias. Ese tipo es capaz de lo que sea, inclusive desacreditarte ante la justicia, necesitamos pruebas del maltrato.

Suspiré con pesadez—. De acuerdo.

Tomé el borde superior de la toalla desprendiéndola de mi cuerpo. Al encontrarme desnuda, a mi tía se le imposibilitó reprimir el llanto y no la culpo, no es una imagen agradable a la vista. Alzó el teléfono a la altura de mi torso y comenzó a retratar uno por uno cada moratón. Comencé a llorar, mostrar esta parte tan vulnerable no es algo que ninguna mujer abusada quisiera vivir, sentirse tan expuesta a la triste realidad es abrumador.

—Ya casi terminamos, Lori —sollozó ella—. Date la vuelta.

Hice lo que me ordenó moviendo mi cabello rubio hacia adelante para que se vieran a la perfección todos los golpes figurantes en mi espalda y nuca. Continué escuchando el sonido distintivo de la cámara mientras las fotografías eran tomadas y quería terminarlo cuanto antes. No me estaba fotografiando un extraño, lo estaba haciendo la persona que prácticamente me crió y me enseñó a nunca ser éste tipo de mujer sumisa y sometida en la que me he convertido.

Debe estar tan decepcionada de mí.

—Listo, cariño —me giré encontrándome con sus ojos enrojecidos—. Ya puedes vestirte.

—Ok —me dirigí hacia el tocador—, voy a maquillarme primero y...

—No —me detuvo tomándome del brazo, pero sin querer me lastimó y al darse cuenta me soltó—. Lo siento.

—Tranquila —intenté sonreírle.

—No voy a permitir que te maquilles para ocultar los golpes otra vez, es hora de que dejes de esconderte.

—No se trata de esconderme —sollocé—. ¿En serio crees que puedo salir al mundo exterior en este estado? —negó con la cabeza—. Me avergüenza como no tienes idea.

—Lo siento, te entiendo —asintió—. Pero prométeme que esta será la última vez que lo harás. Prométeme que nunca más en tu vida volverás a maquillarte para camuflar tus heridas.

—Te lo prometo.

Procedí a aplicar los cosméticos en las zonas más visibles de mi cuerpo, ni siquiera tenía ganas de hacerlo así que mi tía me asistió para que terminásemos lo más rápido posible. Al terminar, me coloqué mi ropa interior y me vestí con un vestido azul de mangas largas y largo hasta los tobillos, hasta ahora no me había dado cuenta de que mi armario está repleto de vestidos iguales al que llevaba puesto, incluso parecían uniformes.

—No hagas la maleta —murmuró a mis espaldas—. Esta ropa sólo representa lo infeliz que has sido, lo mucho que has tenido que ocultar tu dolor —me abrazó de lado—. Ambas sabemos que la antigua Lorraine jamás se vestiría como una monja ni con colores tan opacos, no eres tú.

—Lo peor del caso es que no me imagino en un vestido corto veraniego —reí sin gracia.

—Pues te verás pronto —acarició con delicadeza mi cabello—. De mi cuenta corre que vuelvas a ser la Lorraine Moon alegre y radiante de antes.

Nos dispusimos a buscar mi pasaporte y el de mi niño. Sabía que Roy los tenía muy bien guardados bajo llave, pero después de cinco años de matrimonio y de ellos tres siendo su esclava, estaba al tanto de todos sus escondites y claves. Sabía que nuestros documentos legales se encontraban en un cajón secreto en su lado del armario y que la llave estaba oculta dentro de otro cajón junto a su arma de fuego. Tomé los documentos y lo recoloqué todo de vuelta a su lugar.

Mi tía y yo nos apresuramos —a pesar de que no nos hacía falta ya que mi marido no regresaría hasta el día siguiente— y corrimos a la habitación de Mat. Me llevé una sorpresa al percatarme de que mi pequeño ya estaba listo. Estaba sentado sobre su cama con una maleta posicionada a su lado. Sus ojitos celestes se conectaron con los míos haciéndome saber lo que estaba pensando, él tenía la esperanza de que pudiéramos escapar.

—¿Es cierto lo que me prometió la tía Margarita? ¿Nos vamos a escapar de aquí, mami? —sonrió, ilusionado.

Esa sonrisa, esa esperanza de que podemos tener una vida mejor y empezar de cero; eso era todo lo que necesitaba para tomar valor. Por mi hijo me sometí a un verdugo y por él estoy dispuesta a emanciparme también.

—Así es, mi principito —le sonreí—. Nos vamos a Heaven Gold City con la tía Margarita.

—¡Síiii! —chilló y corrió a abrazarme—. Sabía que si le contaba, ella nos ayudaría —se giró hacia ella—. Ahora mi mamá sonreirá, ¿verdad?

—Te prometí que así sería —le sonrió.

—Larguémonos de aquí.

Con las maletas en mano, descendimos al primer piso y al llegar a la puerta principal, me detuve. Tragué saliva en un intento de que mis nervios se esfumaran con ese simple gesto. Irme de esta casa no sólo significaba desafiar a Roy y arriesgarme a que tomara represalias por el abandono, sino también enfrentarme a la vida sola a partir de ahora. Todos esos miedos que mi esposo infundó en mí hicieron que dudara tanto de mi capacidad que me aterra no ser capaz de lograrlo.

—¿Lorraine? —me llamó mi tía al ver que me quedé quieta—. Ya hablamos de esto, no estás sola y eres más que capaz de lograrlo por tu cuenta. Pero para ello tienes que salir de aquí. Escapa de la jaula, mi niña.

Para intentar volar debo salir de la jaula primero.

Asentí y antes de caminar, miré en mi mano izquierda mi alianza matrimonial. Quitármela no equivalía al divorcio, pero tenía un significado simbólico para mí, como si me estuviese liberando de él, de su dominio y maltrato. La deslicé por mi dedo anular hasta desprenderla del todo y la lancé tan lejos como pude.

—Estoy lista.

Garret

¡Por fin! ¡Por fin encontramos un posible socio!

Después de un mes de búsqueda, al fin di con nuevos posibles inversores que podrían no sólo ocupar el lugar de McClain sino que la sociedad podría aumentar un diez por ciento nuestras ganancias anuales. Se trata de K. Thunder Corporation, una empresa trasnacional dedicada a la indutria automotriz. A pesar de que ya han ganado su reconocimiento tanto nacional como —en menor medida— internacional, han decidido ampliar sus horizontes buscando socios aquí en Heaven Gold City entre otras ciudades vecinas.

¡Esta es nuestra oportunidad!

Concerté una reunión con ellos para esta misma tarde. Admito que me encontraba nervioso, no todos los días se encuentra en tus manos la posibilidad crear una sociedad tan importante.

La cita se efectuaría en el Hotel Castle, uno de los tantos pertenecientes a la cadena de hoteles de la familia Reed, a la cual pertenece Zack, uno de los mejores amigos de mi hermano. Diez minutos antes de la hora pactada, me encontraba ingresando al restaurante del hotel cuya arquitectura sí hace alución a su nombre, sientes estar atravesando los pasillos de un castillo.

Llegué a la mesa que ocupaban Ronald y Uma Ackerman, los dueños y presidentes de K. Thunder Corporation. Elegantes señores de mediana edad, ambos desprendían un aura tranquila y distinguida. Él llevaba un traje azul añil resaltando sus ojos del mismo color en una tonalidad más clara. Ella por su parte vestía un fresco vestido de verano color blanco haciendo contraste con su cabello rubio cenizo. A simple vista ambos imponían bastante, pero si hay algo que siempre me ha caracterizado laboralmente es mi ferocidad al tratarse de los negocios, nada ni nadie puede intimidarme cuando voy por algo que quiero.

—Buenas tardes, Sr. y Sra. Ackerman —los saludé a lo que ellos me brindaron sonrisas corteses, pero sus ojos me escaneaban con detenimiento, casi podía jurar que buscando algún defecto.

—Buenas tardes, Sr. Garret Harriet —mi interlocutor cruzó una de sus piernas encima de la otra mientras me observaba con una expresión...¿retadora?

—Siéntese, por favor —la señora me indicó uno de los asientos frente a ellos.

Tomé asiento y casi al instante apareció una camarera preguntando si quería pedir algo, a lo que respondí declinando su oferta con cortesía.

—Debo admitir que cuando oí hablar de Garret Harriet, no me imaginé que se tratase de un joven tan apuesto —comentó la señora, sé a dónde quiere llegar.

—Gracias por el halago, pero ni mi edad ni mi apariencia son el asunto que vinimos a ventilar en esta ocasión.

—Directo y seguro de sí mismo, me gusta —asintió el Sr. Ackerman gratamente sorprendido ante mi respuesta.

Bien, me gané su atención.

—Bueno, en vista de que vamos al grano —comenzó a decir la señora—, dígame, ¿por qué cree que de tantas empresas con las que podríamos asociarnos H&A Corporation es la ideal? Me gustaría escuchar sus argumentos.

Directo a la yugular, me agrada esta mujer.

—H&A Corporation es una empresa sólida y respetable que se ha ganado un nombre y prestigio no sólo en Heaven Gold City, sino a nivel nacional e internacional. Según tengo entendido, están en busca de socios fuertes para realizar inversiones seguras y ganancias lucrativas —sonreí de lado—. Modestia aparte, somos justo lo que buscan.

—Eso lo sabemos, de no ser así, ni siquiera habríamos pactado este encuentro —respondió la elegante señora.

—K. Thunder Corporation ha alcanzado un nombre en la industria gracias que nos asociamos con los mejores, pero hay un punto en específico que nos caracteriza al buscar nuevas sociedades —continuó su esposo.

—¿De qué punto estamos hablando?

—Somos una empresa familiar y buscamos lo propio en nuestros socios. Tenemos el concepto de que las empresas manejadas por familias son más duraderas, confiables y fuertes.

Este trato está hecho.

—Entonces están hablando con la persona correcta. H&A Corporation fue construida desde los cimientos con bases familiares, actualmente es presidida por mis padres mientras que mi hermano y yo nos encargamos de la dirección general. Los Harriet nos tomamos muy en serio nuestro trabajo y juntos somos un equipo perfecto.

Y no mentía. Independientemente de nuestra tormentosa relación familiar, en términos de trabajo somos uno solo. Cada uno de nosotros tiene su propia visión y estilo, pero eso no nos impide complementarnos para mantenernos a flote.

—Por lo que sabemos, los Harriet son una familia casi numerosa desde que nuevos integrantes se sumaron hace poco —comentó mi futura socia antes de darle un sorbo a su café.

—De hecho sí —sonreí—. Nos hemos expandido y nos ha unido aún más —mi sonrisa se ensanchó al pensar en la tarde increíble que pasé en casa de Evan.

—Pareces ser un rudo hombre de negocios cuya familia saca su punto débil —asintió el Sr. Ackerman, nuevamente con esa ''expresión scaner'' pero con una media sonrisa mostrando interés.

—Así debe ser, ¿no? Fortaleza en los negocios y ante la familia nuestro faceta más dulce.

—Sí, así debería ser —sonrió la señora intercambiando miradas con su esposo.

Tengo la corazonada de que pronto se firmará un contrato.




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Nuevo capítulooo!!!!

¡Lorraine escapó al fin!

Por cierto, quiero hacer una aclaración con respecto a la historia gracias a un pequeño debate que mantuve con una de mis lectoras.

Muchos, al igual que ella, deben preguntarse porqué Lorraine no escapó antes de que el abuso escalara, y ahora ya conocen el motivo.

Pero me gustaría dejar en claro que la violencia doméstica no inicia con palizas y golpes, en lo absoluto, comienza con críticas o pequeñas agresiones verbales y eso poco a poco escala hasta llegar a un abuso físico directo. Muchas de las víctimas no escapan ya que, para cuando da inicio el abuso físico, ya se ha llevado a cabo un gran abuso psicológico que destruye la autoestima de la persona y eso es uno de los tantos factores que la convierten en víctima. Con el tiempo la víctima se cree incapaz de valerse por sí misma y crea una especie de co-dependencia del abusador lo cual lo mantiene con el poder sobre ella. Todas estas características, sumadas a otras más, forman parte de lo que se conoce como el Síndrome de la mujer abusada.

Ahora viene el segundo punto: ¿Por qué no se largan una vez da inicio el abuso verbal? ¿Por qué soportar humillaciones? Bueno, esto depende de cada individuo, de su personalidad y autoestima, pero nadie está exento de verse envuelto en ésta situación, en especial cuando el abusador sabe cómo trabajar la mente de la víctima y manipularla a su antojo.

Por esto les pido que no critiquen a la ligera la actitud de nuestra protagonista. No la estoy justificando a ella ni a ninguna mujer abusada del mundo real, pero recuerden que todo tiene un porqué y no se debe juzgar sin estar del todo informados con respecto al asunto. De igual forma a lo largo de la historia tocaré más a fondo el tema.

Besos de Karina K.love 😉

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