CAPÍTULO 29: Demasiado amor
Lorraine
No sé cómo nos las arreglamos para caminar besándonos desde la entrada hasta nuestra habitación, pero lo hicimos.
La cita concluyó de maravilla y me aguanté todo el viaje en auto de regreso las ganas de besarlo, por eso tan pronto pusimos un pie dentro de la casa, me lancé a sus brazos y lo besé como nunca. Ahora no podíamos parar, hoy no.
Sentí cómo mis piernas hicieron contacto con el borde de la cama y al instante una chispa se prendió en mí. Lo necesitaba. Necesitaba estar con él. Llevé mis manos a la solapa de su saco, tiré de él hacia abajo y Garret entendió muy bien la indirecta, sonrió entre beso y beso mientras se deshacía de la prenda. Me encargué de despojarlo de la pajarita y luego desabotoné con desespero su camisa.
Sí, estaba ansiosa.
Él, por su parte, se lo estaba tomando con mucha calma. Dibujó círculos con sus dedos en mi espalda descubierta y finalmente llegó a la cremallera del vestido, la bajó con tanta lentitud que fue tortuoso. Al terminar, deslizó los tirantes por mis hombros hasta que cayó al suelo dejándome únicamente vestida con mis bragas negras de encaje. Abandonó mi boca para poder admirarme y no pude evitar sonreír al ver que ladeó la cabeza e hizo esa mueca característica.
—Eres bellísima —susurró a la vez que movía mi cabello hacia atrás.
Iba a responderle, pero cuando sus labios hicieron contacto con mi cuello, todos mis sentidos se nublaron, hubiese caído al suelo de no ser porque me sostuve de su nuca. Sus besos fueron descendiendo hasta llegar al nacimiento de mis senos, alzó la vista para mirarme, casi parecía que estaba pidiendo permiso para proceder y asentí dándoselo. Solté un jadeo de satisfacción cuando su boca succionó mi seno derecho mientras amasaba el otro. Amé la atención, tanto que cerré los ojos dejándome llevar por completo mientras cambiaba de seno.
Abrí los ojos tan pronto dejó de atenderlos. Los besos siguieron su camino por todo mi abdomen y murieron justo al llegar al borde de mi ropa interior, se me escapó un gemido cuando sus ojazos avellana me miraron deseosos y con detenimiento.
—Creo que llevas mucha ropa aún —murmuré, llena de deseo pero a la vez muerta de vergüenza.
—No sé cómo te las arreglas para ser sexy y tierna a la vez —terminó de quitarse la camisa y luego, desde su posición arrodillada, también se despojó de sus pantalones junto a sus bóxers—, pero me encanta —se levantó y terminó de quitarse las prendas—. ¿Satisfecha?
Quedé con la boca seca al ver su cuerpo desnudo en todo su esplendor con una tremenda erección como bono extra. Me mordí el labio inferior y asentí con efusividad sin despegar la mirada de su...
—Ahora eres tú la que lleva mucha ropa —me sonrió socarronamente antes de besarme, esta vez con más ansias que hace rato.
Me sostuve de su cuello para no caerme ya que la intensidad con la que sus labios se movían sobre los míos era de otro mundo. De la nada me tomó de la cintura, me hizo girar y se lanzó sobre la cama haciéndome caer sobre él. Aproveché la postura para despojarme de las bragas y sentarme sobre sus piernas, el jadeo que emitió al sentir mi humedad sobre su piel no pasó desapercibido.
Él se sentó, dejándome sentada a horcajadas sobre su regazo. Sus manos viajaron a mis piernas y comenzó a acariciarlas con delicadeza.
—Mi amor, ¿estás...?
—Sí, estoy segura —asentí, intentando quitarle ese peso de encima—. Solo...hazme el amor.
—Hoy quiero darte las riendas —una media sonrisa se dibujó en sus labios.
Llevó sus manos a mi trasero y me movió hacia adelante pegándome lo más posible a él. Mi cuerpo se convirtió en gelatina al sentir su sexo rozar el mío y más aún cuando hizo uso de su agarre para moverme y crear más fricción.
¡Dios!
—¿Te gusta, Lorraine? —susurró en mi oído, una pregunta totalmente retórica ya que era obvio que me estaba encantando, mis gemidos eran prueba contundente de ello—. Estás gimiendo, pero no me estás respondiendo —mordió levemente mi cuello y aumentó un tanto el ritmo de la fricción—. Ok, creo que tus cuerdas vocales no son capaces de emitir palabras —esta vez lo que mordió fue el lóbulo de mi oreja.
¿Cómo se las arregla para ser tan jodidamente sexy?
Volvió a atacar mis labios y se concentró tanto en ello que se llevó una sorpresa cuando tomé su miembro y comencé a acariciarlo. Y fue su turno de gemir. A decir verdad estaba muy ansiosa como para seguir con el jueguito de seducción, alcé mis caderas y me acomodé para introducirlo en mí. Conforme fui bajando, ambos dejamos escapar gemidos entre besos.
—Joder —maldijo por lo bajo cuando se introdujo por entero en mí.
Y sí, joder.
Me tomé unos segundos para adaptarme a su tamaño y una vez estuve lista, comencé moverme de arriba hacia abajo dando pequeños saltitos. El placer no se hizo esperar y sus jadeos acompañados de mis gemidos tampoco. Su boca invadió mis senos y mi cuello, y sus manos viajaron a mis caderas haciendo presión para aumentar el ritmo. Mis rebotes se intensificaron y el resultado fue tan delicioso que tuve que abrazarme a él enterrando mis uñas en su espalda.
—Dios, Lori —gimió en mi oído logrando que me mojase un poco más, su voz durante el sexo es lo más erótico que he escuchado en mi vida—. Necesito verte.
Dicho esto, rompí el abrazo y él se recostó sobre el colchón. Su mirada de deseo hizo que mis mejillas se acaloraran, nunca habíamos compartido algo tan íntimo y él me convirtió en la protagonista de esto.
—Eres preciosa —dijo con esa voz tan ronca y sexy que me encanta, eso me dio seguridad.
Me acomodé un poco mejor y retomé mis movimientos. Sonreí satisfecha al verlo cerrar los ojos y morderse el labio inferior a causa del placer. Fui aumentando la velocidad, pero de vez en cuando lo hacía más lento y alternaba ambas velocidades.
Y eso lo volvió loco.
—Cariño, ven aquí —me tomó de la cintura, tiró de mí para hacerme caer sobre su pecho y de inmediato me besó, acallando nuestros gemidos.
En esta posición el placer se multiplicó por mil. Ya estaba al límite, mis movimientos rápidos y torpes lo dejaban muy claro. Pero llegué al punto cúspide cuando Garret comenzó a mover sus caderas para llegar más profundo y su mano se abrió paso entre nuestros sexos para estimular cierta zona erógena necesitada de atención.
Sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo para luego recibir un orgasmo glorioso. Seguidamente lo escuché gruñir y un líquido caliente me llenó. ¡Dios!
Caí exhausta sobre su pecho que se encontraba tan sudado como mi cuerpo. Nuestras respiraciones eran irregulares, eran lo único que se escuchaba en la habitación. Él me rodeó con sus brazos y besó tiernamente mi frente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras acariciaba mi cabello.
—Demasiado bien —alcé la mirada y le sonreí—. ¿Por qué no hicimos esto antes?
—Porque no estabas lista —sus dedos comenzaron a dibujar círculos en mi espalda—. Si nos hubiésemos apresurado, no habría sido así de especial.
—¿Te...gustó?
Por algún motivo esa estúpida duda llegó a mi cabeza. Llevaba años sin recibir placer, pero más aún sin ofrecerlo. Antes de que el sexo fuera obligatorio con mi ex-marido, en las relaciones no abundaban las cosas nuevas y normalmente era él el que ejercía la postura dominante. Garret ha hecho de todo para hacerme sentir bien, pero yo también quiero lo mismo para él, quiero saber si lo satisfago.
—Gustarme se queda demasiado corto —se inclinó para darme un corto besito—, de hecho, creo que voy a dejarte las riendas más seguido. Eres adictiva, Moon.
Lo besé, en esta ocasión sin deseo sexual, solo deseo romántico. Garret llegó para reparar todo lo que estaba roto.
—Te amo —murmuré al separarnos.
—Y yo te amo a ti, mi vida —sonrió—. Ahora, ¿qué tal si vamos a darnos un baño caliente y... —sus manos se posaron sobre mis glúteos y les dio un ligero apretón— quizás podamos repetir?
—Me encanta tu lado pervertido.
(...)
Garret estaba abajo esperándome para ir al colegio de Mateo, hoy son sus pruebas para ingresar al equipo de fútbol y no queremos perdérnoslo por nada del mundo.
Caminé a paso apresurado por los pasillos de la fundación, acababa de salir de mi terapia con la psicóloga
—que se ha reducido a una sola hora semanal debido a mi mejoría— y puedo decir con toda seguridad que cada semana la necesito menos; ella está de acuerdo conmigo. La verdad es que me siento muy bien, mi vida ha dado un giro de ciento ochenta grados y no puedo estar más agradecida por todo lo bueno que ha acontecido durante los últimos meses.
Casi en la salida, me topé con Caridad —la primera persona que ayudó a Lily cuando tuvo a Jessie— y a Noelle, la chica que tanto me sirvió de inspiración a mí y a tantas otras mujeres cuando hace unos meses nos habló de su progreso.
—Hola, Lori —me saludó calurosamente Caridad.
—Hola, Sra. Caridad. Noelle —también le sonreí a esta última.
—¿Cómo estás? Llevaba tiempo sin verte —dijo ella.
—Bien —sonreí al poder dar esa respuesta con toda seguridad—. Muy bien. ¿Y qué has hecho tú? Hace mucho que no nos visitas en las charlas.
—Me ''dieron de alta'' —dibujó comillas en el aire—. Tanto mis terapeutas como yo consideramos que ya no necesitaba venir, pero seguí asistiendo en mi tiempo libre para ayudar a otras mujeres, después de lo mucho que me ayudaron aquí siento que es como un deber moral contribuir.
—De hecho —Caridad intervino, tomándola con cariño de los brazos—, estaba hablando de ella para integrarla al grupo de embajadoras.
—¿Embajadoras? —fruncí el ceño.
—Fue un cargo que Evan propuso para que personas que quieren ayudar a otros, no solo en el área de violencia en doméstica sino en la que gusten, contribuyan reclutando personas que necesitan ayuda, creando campañas, dando conferencias y demás en nombre de la fundación.
Cierto, ahora que lo recuerdo Frank es embajador.
—Imagino que usted es embajadora.
—Lo soy, el propio Evan me invitó a serlo y mi casa se ha convertido en un refugio asociado a la fundación.
—Eso es hermoso —sonreí—. Y, Noelle, creo que deberías integrarte. No te lo dije en su momento porque estaba muy cohibida como para hablarte, pero fuiste de gran inspiración para mí y creo que tienes la capacidad para ayudar a otras mujeres.
—Gracias, Lori —asintió sonriente.
—Fue un placer verlas a ambas, pero ahora necesito irme.
—Sí, vimos a cierto galán esperándote allá afuera —Caridad me guiñó un ojo y reí ante sus palabras.
Me despedí de las dos y seguí mi camino. Al llegar al estacionamiento, me encontré a mi amado novio apoyado a su auto con las manos introducidas en los bolsillos de su pantalón. Me percaté de que no llevaba puesta la corbata que elegí para él hoy en la mañana, pero en vista de que vamos a ver a Mateo y detesta vestir muy formal, entendí porqué ya no estaba.
—Lamento la tardanza —me disculpé antes de darle un corto beso.
—No pasa nada, mi amor —me sonrió—. ¿Todo bien?
—Mejor que bien. Vayamos a ver a nuestro pequeño.
—Tus deseos son órdenes —abrió la puerta del lado del copiloto para mí.
Ingresé al auto y poco después él también lo hizo.
—Te dejaría conducir si no estuviésemos apurados —comentó mientras encendía el motor.
—¿Conducir? ¿En la autopista? ¿Yo?
—Sí, has mejorado muchísimo —ya estábamos saliendo del aparcamiento para dirigirnos a la carretera.
—Pero no como para manejar en la autopista, podría ocasionar un accidente.
—Claro que no —negó con la cabeza—. Tu mejoría ha sido muy grande en estas semanas. Ya no das frenazos, tienes más seguridad al volante y aparcas a la perfección.
—Sigo creyendo que aún soy muy inexperta como para lanzarme a la autopista, con otros autos, el tráfico... —las manos comenzaron a sudarme de solo imaginarlo—. ¡No, no!
Él rió por lo bajo y sin despegar los ojos del camino, tomó mi mano y la llevó a sus labios para dejar un beso sobre ella.
—Te estás subestimando porque conducir siempre ha sido un reto para ti, pero un día de estos te voy a demostrar que estás más lista de lo que crees.
Me limité a sonreírle. Durante el resto del camino nos mantuvimos en silencio, él aún sostenía mi mano y le daba leves caricias. Al llegar al colegio, nos dirigimos directamente al salón del niño y la Srta. Kutchen nos informó que ya se encontraba en el campo de fútbol para la prueba. Maldijimos por lo bajo para luego salir corriendo hacia allí, por suerte Garret recordaba muy bien dónde quedaba ya que estudió aquí cuando era pequeño.
Cuando llegamos, nos percatamos de que los niños apenas estaban calentando aún, así que no habíamos llegado tan tarde. Todavía jadeando por lo que corrimos, fuimos en dirección a las gradas. A decir verdad no habían muchos padres presentes, pero no pude evitar sonreír al ver a Heather y a Kyle allí.
—¡Hola! —nos saludó animadamente ella, llevaba puesto ropa deportiva y una gorra que cubría su rostro del no tan potente sol de la tarde—. Otra vez logré que el orangután viniera —sonrió, señalando a su jefe.
—Se lo prometí a Joey, ¡y deja de llamarme orangután! —la reprendió Kyle.
—Tienes el carácter de uno —él gruñó por lo bajo en respuesta—. ¿Ves?
Garret y yo hicimos nuestro mayor esfuerzo para no reírnos mientras tomábamos asiento a su lado.
—Garret, ¿de dónde se conocen? —preguntó Heather, rompiendo el hielo, ella es muy amigable—. El orangután me contó un poco, pero no me dio muchos detalles.
—De aquí mismo —respondió mi novio—. Estudiamos juntos desde la primaria hasta graduarnos de bachillerato. En la universidad estudiamos la misma carrera, pero perdimos el contacto después de graduarnos.
—Cada uno se dedicó a su propia empresa, sus propios negocios —concluyó Kyle—. Eso suele pasar. A Corina tampoco la veo hace mucho, ¿qué ha estado haciendo ella?
—Avergonzándome como de costumbre —suspiró mi castaño raro—. Por cierto, ¿cómo está tu hermana?
—Tu novia está presente, ¿no crees que es de mala educación preguntar por tu crush frustrado de la infancia delante de ella? —bromeó el hombre de ojos ámbar a lo que ambos rieron, Heather y yo solo nos encogimos de hombros—. Catherine está bien, a su empresa le va de maravilla en Emerald Hills. Pero mi sobrina Emma ya es una adolescente y, según mi hermana, ningún chico está a la altura, yo opino igual.
—A cierta persona le pasa lo mismo con su sobrina también —intervine señalando claramente a mi novio.
—Ey, nadie puede acercarse a la princesa de Evan, es una orden suya. Si Mat o yo fallamos en nuestra misión, Dios sabe qué nos hará ese loco.
Reí ante esto último porque es cierto, Ev se toma muy mal la cercanía de cualquier niño a su princesa, aún tiene a Joey en la mira.
—¿El papá de Jessie es muy celoso? —preguntó Heather a lo que asentimos—. Qué mal, yo ya la estaba shipeando con Joey.
Espera, ¿qué?
—Tienen 6 años, lunática —bramó Kyle.
—Casi 7 —se defendió ella alzando sus manos, él se limitó a negar con la cabeza como si entablar una conversación con ella fuera lo más estresante en su vida.
Mi novio y yo solo nos miramos y reímos. Poco después dio inicio la práctica. Comenzaron evaluando la condición física de los niños sometiéndolos a pequeñas pruebas de velocidad, resistencia y carreras de obstáculos, sin ser tan rudos ya que ningún niño excede los 8 años. Quedé impresionada al ver la agilidad y la rapidez con la que Mat realizaba cada prueba, sin duda el entrenamiento de Garret surtió efecto.
—Lo está haciendo tan bien —sonreí, abrazando con emoción el brazo de mi novio.
—Es nuestro campeón, no esperaba menos de él.
Al finalizar las mini pruebas de eficiencia física, le dieron a los niños unos minutos para que descansaran y luego les preguntaron uno por uno en qué posición les gustaría jugar. Mateo dijo que le gustaría ser delantero y Joey portero. El entrenador los dividió en dos equipos —ambos niños quedaron en el mismo— y les ordenó que se colocaran en las respectivas posiciones que habían solicitado. Tras el primer sonido del silbato del árbitro, el juego comenzó.
Heather y yo nos levantamos para animar a nuestros pequeños, no éramos las mejores porristas, pero al menos les estábamos brindando el ánimo que la mayoría de los otros niños no tenían en vista de que sus padres estaban ausentes. Garret y Kyle no tardaron mucho en unírsenos y gritarle indicaciones a los peques para que estuvieran atentos.
Después de los dos primeros tiempos, el entrenador dio por terminado el partido. El equipo de nuestros pequeñines anotó tres goles —uno de ellos por Mat— mientras que el contrario anotó uno menos, eso fue gracias a Joey y sus increíbles reflejos para agarrar el balón. Yo sé muy poco de fútbol, pero lo suficiente para saber que fue un gran juego. El entrenador envió a los niños a descansar a las gradas mientras debatía con el árbitro y otro entrenador quiénes serían los seleccionados.
Tan pronto nuestros enanos llegaron hacia donde estábamos, tomé a mi hijo y lo envolví en mi mejor abrazo de mamá oso.
—Estoy tan orgullosa, mi principito —besé repetidas veces sus mejillas antes de soltarlo—. Lo hiciste muy bien.
—¿De verdad lo crees? —sonrió con ilusión.
—Claro que sí —Garret respondió por mí a la vez que le agitaba el cabello—. Y si no te seleccionan, le daré un balonazo al entrenador.
—No hace falta, Gary —rió mi niño—. Hice lo mejor que pude como me dijiste y si no me seleccionan, está bien.
Mi niño.
—Yo también estoy muy orgulloso —sonrió mi novio, ganándose un abrazo.
Mi mirada viajó hacia los Taylor. Joey estaba recibiendo todo tipo de mimos por parte de su niñera mientras Kyle se quejaba porque no lo soltaba ni le daba la oportunidad de festejar con su hijo. Esos tres siempre logran hacerme reír.
El jurado deportivo se tomó su tiempo para deliberar. Cuando se pusieron de acuerdo, llamaron a todos los niños y les pidieron que formaran una fila. El entrenador comenzó dando un discurso introductorio acerca de que agredece el esfuerzo de cada niño, que todos son buenos y que aquellos que no fueron seleccionados pueden intentarlo de nuevo el año entrante. Al concluir, comenzó a mencionar nombre por nombre y asignando su respectiva posición.
Tenía los nervios de punta. El entrenador mencionaba nombre tras nombre y ninguno de ellos era el de Mat o el de Joey, por lo mismo ambos niños comenzaron a mostrar un semblante triste. Me partía el corazón ver a mi hijo así, pero no todo estaba perdido, el entrenador seguía mencionando nombres.
—Arnold Jeffery —el pequeño moreno se acercó al entrenador con una amplia sonrisa—, tú serás un gran defensa. Felicidades.
El niño asintió, su sonrisa se amplió y corrió hacia las gradas para abrazar a su padre.
—Y ahora vamos por los últimos —anunció el entrenador mientras leía el próximo nombre en su tablilla—. Joe Taylor.
A Heather se le escapó un jadeo por la sorpresa, pero el mencionado ni siquiera se inmutó, literalmente se quedó inmóvil y apenas parpadeaba. Mateo le sonrió y le dio un ligero codazo para hacerlo reaccionar. El pequeño, aún el shock, caminó hacia adelante.
—Felicidades, pequeño. Serás el portero del equipo.
—Gra-gracias —logró articular el mini castaño antes de correr hacia nosotros. Abrazó a su niñera con tanta emoción que me fue imposible no sonreír—. Lo logré, Heaths.
—Claro que lo lograste, siempre supe que lo harías —le respondió ella.
El niño soltó a Heather para abrazar esta vez a su padre, fue muy lindo.
—Y por último, pero no menos importante —mis sentidos se enfocaron en el entrenador al escuchar su anuncio— Mateo Phillips, nuestro delantero.
Los ojitos de mi niño se iluminaron y yo por mi parte dejé escapar un chillido de la emoción. Mi rubito agradeció y corrió despavorido hacia nosotros. Garret y yo lo recibimos con un abrazo mucho más fuerte que el anterior, no podíamos estar más orgullosos de él.
—¡Soy el delantero del equipo! —chilló, dando saltitos en el lugar.
—Te lo dije, campeón, tú puedes lograr todo lo que te propongas.
—Gracias por creer en mí —murmuró el rubito mientras abrazaba a Gary.
—Siempre —le dijo, devolviéndole el abrazo.
Si hay algo de lo que no me arrepiento en lo absoluto es de haber permitido que Garret entrara en la vida de Mat como algo más que su padrastro por contrato. Ellos han entablado sus propios lazos, su propia relación, y quizás sea muy pronto aún como para decirlo, pero ellos son lo más parecido que hay a un padre y un hijo.
—¡Joey, lo logramos! —chilló mi pequeño mientras corría para abrazar a su amigo.
—¡Lo logramos, Mat! —el mini castaño lo recibió con los brazos abiertos—. Ahora Jessie nos hará nuestros trofeos.
Ah, ese es otro asunto. Como se abrieron varias convocatorias para diferentes clubes, equipos y actividades, mi sobrinita decidió incursionar en algo que se desvincula un poco de su empresa y de sus deberes de princesa: artes plásticas. En este instante debe estar moldeando plastilina para hacerle trofeos a su primo y a su amigo.
El entrenador se posicionó frente a las gradas con una amplia sonrisa, pidiendo nuestra atención, debía darnos detalles acerca del equipo, los partidos, los entrenamientos, los uniformes y demás. Pero lo que más llamó mi atención fue el nombre del pequeño equipo: Los Lions.
(...)
—Soy el delantero de Los Lions. ¡Soy el delantero de Los Lions!
Ese era el chillido insesante de Mateo desde que salimos del colegio hasta ahora que vamos de regreso a casa luego de festejar jugando en el parque. Nos está volviendo locos a Garret y a mí, pero no queremos matarle la ilusión, está demasiado contento.
—Creo que hoy no va a dormir —le susurré a mi novio.
—Y si lo logra, va a soñar con sus futuros partidos —me susurró de vuelta.
—Mamá, Gary, ¿creen que el chef pueda hornearme un pastel en forma de balón?
Reímos y nos giramos hacia él aprovechando que habíamos parado en un semáforo en rojo.
—Quizás nos grite en todos los idiomas de todos los países que juegan en el mundial de fútbol, pero lo hará porque estará igual de orgulloso que nosotros —le sonrió Garret.
—¡Síiii! —celebró, alzando sus bracitos.
Nos giramos nuevamente hacia adelante y me percaté de que aún el semáforo estaba en rojo, pero la intersección del costado ya había cambiado la luz. Al parecer el conductor que iba a la delantera estaba muy apurado porque aceleró a toda velocidad golpeando así a un cachorrito que estaba terminando de cruzar la calle.
Quedé horrorizada.
Los chillidos de dolor del perrito eran ensordecedores y quedé perpleja al notar que ni el conductor que lo golpeó ni ninguno de los otros que iban detrás de este se dignaron a auxiliarlo.
—Mami... —me volteé al escuchar la vocecita quebrada de mi hijo, en efecto, estaba al borde de las lágrimas.
—Dios —maldijo Garret por lo bajo mientras aparcaba el auto al costado de la calle—. Vamos a ayudarlo.
Descendió del vehículo y tras él también lo hicimos Mat y yo. El cachorro yacía tirado cerca de la esquina, ensangrentado y respirando con dificultad, sus chillidos aún eran audibles. Garret se arrodilló sobre una pierna a su lado, revisando visualmente qué tan grave estaba.
—¿Se recuperará? —preguntó nuestro rubito aún llorando.
Gary no supo qué responder y le sonrió para calmarlo.
—Campeón, en el asiento trasero del auto hay una manta del picnic que hicimos el otro día, ¿me la traes?
El niño asintió y acató rápidamente la orden. Volvió en un parpadeo con la manta y se la entregó. Garret, con sumo cuidado, envolvió al cachorrito en la manta tal cual bebé haciendo que el can soltara un alarido de dolor.
—Ten cuidado —pidió Mateo, abrazándose a mí.
—Lo estoy teniendo, campeón —murmuró Gary mientras se levantaba—. Amor, tómalo con mucho cuidado —me lo acercó—, tengo que conducir.
—Sí —asentí y tomé al perrito como si de un bebé recién nacido se tratase, gimoteó un poco, pero logré que se quedara tranquilo entre mis brazos.
—Vamos a la clínica veterinaria más cercana.
Volvimos al auto y tan pronto pude colocarme el cinturón y poner cómodo al perrito, nos pusimos en marcha. El GPS del auto reveló que pocas cuadras más adelante se ubicaba una clínica. Cuando aparcamos frente a la misma, notamos que se trataba de un lugar pequeño y quizás no era el más equipado, pero era una emergencia, no podíamos ponernos rigurosos. Al ingresar al local nos recibió una enfermera, le explicamos brevemente la situación y nos indicó que colocásemos al perro sobre una pequeña camilla antes de irse rápidamente con él.
Decidimos tomar asiento en la sala de espera, rezando internamente porque el cachorro lograra sobrevivir. Mateo estaba destrozado, los animales son su punto débil y si el perrito moría, le pegaría muy fuerte.
—Tranquilo, campeón, estará bien —murmuró Garret, abrazándolo.
—¿Por qué la gente es mala y arrolla a los perritos? —sollozó, eso me rompió un poquito más el corazón.
—Hay personas inconscientes que no se dan cuenta del daño que hacen, pero también hay mucha gente como nosotros que ayudan a los animales cuando lo necesitan, así que no te preocupes.
—¿Creen que se recupere?
—Seguramente sí —respondí, acariciando su cabello—. Aguantó hasta llegar aquí a pesar de ser solo un cachorro, eso quiere decir que es muy fuerte.
—No quiero que se muera —su llanto volvió, por lo que Garret reforzó el abrazo.
Transcurrió al menos una hora y media. Mateo no dejaba de llorar y nosotros ya no sabíamos qué hacer para consolarlo. Toda la emoción de haber entrado al equipo se esfumó y estaba segura de que si nos daban malas noticias, nadie le quitaría la tristeza en varios días.
Por fin la enfermera salió acompañada del doctor, un hombre que sobrepasaba los treinta. Sus rostros lucían cansados y neutrales, por lo que no fui capaz de descifrar si el estado del perrito era bueno o malo. Nos levantamos rápidamente
—Garret cargando a Mateo— y los abordamos.
—¿Y bien? —inquirí.
—Está estable —asintió el doctor—. Su pata trasera derecha se fracturó, se lastimó la izquierda provocando el sangrado y sufrió una hemorragia interna, pero logramos estabilizarlo y se recuperará.
Me llevé una mano al pecho, aliviada. Tuve a ese cachorro sufriendo entre mis brazos y a mí también me hubiese entristecido si hubiese muerto. Miré a Mateo, sonreía con sus ojitos empañados.
—Muchas gracias, doctor.
—Es mi trabajo —nos sonrió.
—¿Cuánto le debemos?
—Nada, no se preocupe. Es un perrito callejero después de todo, no hay nadie que pague la factura.
—¿Y cuando se ponga bien volverá a la calle? —preguntó mi niño.
No supimos qué responderle, todos nos quedamos callados.
—Pues... —comenzó el doctor—, aquí tenemos un refugio, pequeño, pero como ven no contamos con muchos recursos para equipar una zona especial para él.
Era cierto, durante la espera me entretuve detallando el lugar y a decir verdad estaba muy desmejorado. Las paredes comenzaban perder el color, la decoración era muy simple, solo había una fila de asientos en la sala de espera, la fachada del local dejaba mucho que desear y al parecer el único personal del lugar eran el doctor y la enfermera.
—¿Y si lo adoptamos nosotros? —propuso Mat.
Garret y yo compartimos miradas incómodas antes de dirigirnos a nuestro pequeño.
—Campeón, tener un perrito no es tan fácil, no es un juguete. Tienes que alimentarlo, sacarlo a pasear, educarlo para que no haga sus necesidades dentro de la casa...y en este caso también necesita cuidados especiales.
—Pero nuestra casa es muy grande y podemos cuidarlo. Y prometo que me haré cargo de él y seré muy responsable, ni siquiera vas a notar que está en casa —se volteó hacia mí—. Mami, convéncelo. Él siempre te hace caso.
—Rubito...
—Aquí no pueden cuidarlo y nadie querrá adoptarlo, va a volver a la calle y de seguro lo volverán a atropellar —rogó al borde de las lágrimas—. Yo lo puedo cuidar.
—Campeón...
—Él necesita una segunda oportunidad —juntó ambas manitas a modo de ruego—. Por favor.
Garret y yo volvimos a compartir miradas. O no, nos enfrascamos en un arduo debate. Mateo es muy pequeño para hacerse cargo de un perrito y nosotros apenas tenemos tiempo para dedicarle, pero algo sí es cierto, si lo dejamos aquí, tarde o temprano quedará sin amparo y él necesita una oportunidad.
—Hagamos algo —propuso Garret—, nosotros adoptamos al cachorro, pero tendrás un mes de prueba para demostrar que puedes cuidar de él. Si no lo haces, lo llevaremos a un refugio para que alguien más lo adopte, ¿ok?
—Ok —asintió con efusividad—. No se arrepentirán.
—Eso espero —le advertí para luego girarme hacia los profesionales que salvaron al cachorro—. ¿Podemos llevárnoslo hoy?
—Tendrán que esperar un poco más, ya que se encuentra sedado, pero podrán llevárselo hoy —respondió el doctor.
—¿Cuáles son los cuidados que requiere para que se recupere del todo?
—Se los anotaré, pero en este momento lo principal es que descanse en un lugar cómodo y hay que tener mucho cuidado con la patita fracturada. Personalmente puedo ir a revisarlo una vez por semana para serciorarnos de que todo esté en orden.
—Eso sería genial —sonreí.
—Necesitan ayuda aquí, ¿cierto? —cuestionó Garret, observando a los alrededores.
—La verdad sí —suspiró la enfermera.
—Yo los voy a ayudar.
Ante el ofrecimiento tanto el doctor como la enfermera se sorprendieron, pero yo no del todo, mi novio es muy buena persona y eso no es novedad para mí.
—No tiene que... —comenzó a decir el doctor antes de ser interrumpido.
—Quiero hacerlo. El mundo necesita a más gente que no cobre por ayudar a un perrito callejero en lugar de bestias que los atropellan. Estoy seguro de que en otra clínica nos hubiesen cobrado un dineral sin importarles si el perro fuera nuestro o no, o peor, quizás no lo hubiesen atendido. Ustedes son buenas personas que aman su trabajo y aman a los animales, así que voy a ayudar a reformar la clínica y agrandar el refugio para que tengan más capacidad.
—Es un gesto muy noble de su parte —habló la enfermera—, pero el local no es nuestro y por lo mismo no podemos hacer ninguna reforma. De hecho, más de la mitad de los ingresos que obtenemos los gastamos en la renta.
—Entonces pónganme en contacto con el dueño y yo le compraré el lugar. Ya luego nos pondremos de acuerdo con la renta, aunque en realidad eso no me interesa.
—Eso es...demasiado —fue lo que pudo articular el doctor—. No podemos aceptar.
—Seré el nuevo dueño de este lugar en un par de días así que tendrán que aceptar —sonrió—. Solo tengo una petición y es que dejen que mi hijo sea su ayudante en el refugio de vez en cuando, él ama a los animales.
—Téngalo por seguro —asintieron en respuesta.
—Eres el mejor —Mat lo abrazó y yo no tardé mucho en sumarme a ese abrazo, Garret es una persona maravillosa.
Pasado el tiempo correspondiente, nos entregaron al cachorro en una camita para perros. Su cola se movió un tanto al vernos, al parecer estaba contento por ello. Sus patitas traseras estaban vendadas, pero las delanteras se encontraban bien. Para ser callejero, no se encontraba tan sucio. Era un beagle muy tierno.
De regreso al auto decidimos colocarlo en el asiento trasero junto a Mateo. Aún estaba dudosa con respecto a la adición de un nuevo integrante a la familia, pero los ojitos de mi niño lo miraban con tanto amor que me enterneció.
—¿Y bien? ¿Cómo le vas a poner? —preguntó Garret girándose hacia el pequeño.
—Brave —respondió sin pensarlo mucho—, porque es valiente en inglés y él es muy, muy valiente.
—Me gusta —sonreí.
—Y a mí —se volteó hacia adelante para encender el auto—. Ahora prepárense para que el chef también nos regañe ladrando.
Reímos.
—El chef va a amar a Brave —aseguró Mateo—. Solo espero que no lo cocine cuando se enoje.
—Nah, antes me cocina a mí —bromeó Garret.
—El chef no va a cocinar a nadie —suspiré—. Y creo que Brave va a recibir demasiado amor.
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Nuevo capítulooo!!!!
¡Escena hot, señoras y señores! Espero no haber decepcionado a nadie, fue un poco...diferente a lo que suelo escribir y no sabía a ciencia cierta cómo escribir ese tipo de escenas con estos dos.
¡Mateo y Joey entraron al equipo!
Adoptaron a un perrito *se sorbe los mocos*. ¿Creen que Brave se quede en la familia?
Besos de Karina K.love 😉
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