CAPÍTULO 25: Feliz San Valentín, Vainilla

Lorraine

Dato curioso del mes: amanecer en la cama de Garret con él abrazándome por detrás se ha convertido en uno de los grandes placeres de mi vida.

No sé en qué momento exacto ocurrió, pero de un momento a otro me convertí en una turista en mi propia habitación. Garret se las ha ingeniado de todas las formas posibles para arrastrarme a dormir con él, incluso tengo un cepillo de dientes en su baño y ropa en su clóset.

Y estoy comenzando a acostumbrarme.

Desperté hace un par de minutos y, por la luz solar que se filtraba por la ventana ubicada a mi costado, deduje que me perdí el amanecer; otra vez. Siempre que duermo con él caigo en un sueño tan plácido y profundo que mi reloj biológico se toma unas vacaciones. Extrañamente no he experimentado más pesadillas, y espero que siga siendo así, no me gustaría ahuyentarlo con mis gritos desesperados en plena madrugada.

De pronto sentí que sus brazos me rodearon con un poco más de fuerza y su tibio aliento fue a parar a mi nuca; estaba despertando.

—Feliz San Valentín, Vainilla —susurró en mi oído con voz ronca y adormilada.

Un momento. ¿Dijo San Valentín? ¿¡Hoy es 14 de febrero!?

Me giré tan rápido para mirarlo que ni siquiera se deshizo el abrazo. Me encontré frente a frente con su rostro de recién levantado: su cabello raro despeinado, sus ojos entrecerrados y una media sonrisa que dejaba dudas acerca de si estaba dormido o despierto. Sí, mi novio es una obra de arte.

—¿Emocionada por la festividad? —sonrió mientras llevaba un mechón del nido de pájaros que era mi cabello hacia atrás de mi oreja.

Para qué mentir, ¡amo la fecha! Desde pequeña ha sido un día para hornear galletas, degustar bombones, recibir rosas y disfrutar al máximo la compañía de las personas que amo.

—La verdad sí —sonreí—. Además, este es mi primer San Valentín en tres años en el que podré...

Me interrumpí al recordar porqué llevo tres años sin disfrutar del día del amor: era uno de los días en los que más golpes recibía en todo el año.

—¿Te gustaría hablar de ello? —preguntó él, con expresión preocupada.

A decir verdad he aprendido a dejar de lado mi miedo a hablar del tema con él. Cada vez que le cuento alguna de esas horrendas anécdotas me hace sentir igual a como lo hacen en la fundación: que no fue mi culpa, que no merecía ese trato y que ahora estoy a salvo, junto a él.

—Amo hornear galletas para Mat por esta festividad, es una tradición familiar, así que sin importar las consecuencias las hacía para él; eso a Roy no le parecía bien. De hecho él se tomaba mal todo lo que tuviese que ver con Mat y yo felices, quizás eso le causaba temor de que quisiéramos escapar, no lo sé, nunca entenderé su mente retorcida.

—Imbécil —gruñó por lo bajo.

—El punto es que hace como dos años...estaba embarazada de él, por segunda vez. Yo...no estaba pasando por mi mejor etapa en aquel entonces, incluso me atrevería a decir que estaba en depresión, y...ese bebé me trajo alegría y esperanza. Sé que suena mal que estuviese feliz por estar embarazada bajo esas circunstancias pero...

—Es entendible, cualquier mujer estaría feliz por ser mamá. En especial tú que eres tan buena madre —cerró los ojos y dejó escapar un suspiro lastimero—. Me da miedo saber cómo sigue la historia.

—Roy llegó ese día en la tarde. Estaba emocionada y le di la noticia con la esperanza de que las cosas mejoraran, pero... —presioné mis labios para no dejar escapar un sollozo, no era un lindo recuerdo.

—Déjame adivinar —intervino, pude apreciar el enojo contenido en sus palabras—. Sus celos enfermizos lo llevaron a creer que el bebé era de un supuesto amante solo existente en su cabeza y te hizo daño como de costumbre.

—Más que de costumbre en realidad —musité—. Perdí al bebé esa misma tarde.

Una lágrima incontenible se me escapó al recordarlo. Solo recuerdo haber yacido ensangrentada en el baño principal de la casa, de mi parte íntima se escapaba una importante cantidad de sangre que no era normal. Ya había abortado antes, con el primer bebé de la noche del baile, así que reconocía que en esa ocasión también había tenido una pérdida. Aun así, a la mañana siguiente —corriendo el riesgo de que se descubriera que era víctima de violencia doméstica— acudí a una clínica con la esperanza de que mi hijo estuviese vivo, quería aferrarme a que lo estuviera, pero el ginecólogo fue muy claro...no había bebé.

—Lo siento tanto, mi amor —murmuró mientras me abrazaba—. Al menos tienes el consuelo de que tu bebé no nació para sufrir como sufrieron tú y Mat, aunque ambos sabemos que hubiese sido muy afortunado de tenerte como madre —se separó de mí y me besó tiernamente en la frente—. Amaneciste entusiasmada y no voy a permitir que los malos recuerdos empañen ese entusiasmo como empañaron tu pasión por bailar. Hoy es un día para hacerte sentir amada, ese es mi trabajo.

Sonreí y me acerqué a él para besarlo. Sus dulces labios se movieron con presición sobre los míos de forma lenta y pausada, era como si no quisiera que el beso terminase; y me estaba volviendo loca.

—Vamos a ducharnos —susurró al separarnos.

—Ok —asentí, animada como niña pequeña.

Nos levantamos y me dispuse a caminar hacia la salida para ir a mi habitación. De pronto mis pies ya no sostenían el peso de mi cuerpo, en su lugar lo hacían los fuertes brazos de mi novio.

—¿Qué haces? —sonreí, acurrucándome en su pecho.

—Te llevo al baño correcto.

Rendida, oculté mi rostro en su cuello, he creado cierto rechazo a decirle no a sus peticiones. Al llegar al baño me depositó frente al lavabo para luego tomar nuestros respectivos cepillos de dientes y aplicarles la pasta dental. No sé el porqué, pero me encanta que me abrace por detrás mientras ambos nos cepillamos riendo frente al espejo. Es tan tierno y cómodo que no me importaría convertirlo en una rutina.

—Bien, ahora sí me voy a mi habitación para ducharme y alistarme —le hice saber tras darle un corto besito.

—Te dije que este es el baño correcto —recalcó, señalando hacia donde se ubica esa perfecta ducha suya que parece sacada de un hotel cinco estrellas—. Dúchate conmigo.

Abrí tanto los ojos que por un segundo creí que se saldrían de mi rostro. Poco a poco hemos comenzado a compartir más momentos íntimos, en sentido general. Él me apoya con todo mi trauma, dormimos juntos y nuestra relación sentimental va viento en popa; pero este es otro nivel.

—Si no te sientes cómoda con ello, está bien —acarició mis brazos en un intento de relajarme y hacerme saber que todo está en orden, amo que siempre encuentre la forma de lograrlo.

—Es que...nunca te he visto desnudo y nunca me has visto desnuda y... —tragué saliva—. Es muy íntimo.

—Concuerdo en que es muy íntimo, pero respóndeme algo —entornó los ojos, asentí—. ¿Tienes algún tipo de complejo con que te vea desnuda?

¿Para qué negarlo?

Asentí con mi mirada clavada en el suelo. Él me tomó del mentón e hizo que lo mirase.

—Recuerdas que te he visto ya en traje de baño y en ropa interior, ¿verdad?

—Sí, pero...

—Y lo que me falta por ver puedo mirarlo cuando te sientas lista.

—¿Quieres decir que...?

—Que nos duchemos juntos, pero me des la espalda —terminó por mí—. Y tranquila, competiré en todo momento con mis ganas de mirarte las nalgas.

Eso me hizo reír y acabé envolviendo su cuello con mis brazos para abrazarlo. Adoro que encuentre la alternativa perfecta para conseguir lo que quiere y hacerme sentir cómoda a la vez en cada ocasión.

—Hagámoslo.

Sonriente, se separó de mí y depositó un beso sobre mi frente antes de girarse para despojarse de su pijama sin verme hacer lo mismo. Me deshice del camisón y de mis panties para arrojarlos al cesto de ropa sucia. Abrí la puerta corrediza de cristal y me adentré, quedé sorprendida cuando noté que todo el interior —a excepción de las losas del suelo y el techo— estaba constituido por espejos. Eso me hizo pensar: ¿Garret admira cada mañana lo bueno que está mientras se ducha?

Quién fuera esos espejos.

Sacudí la cabeza para despojarla de pensamientos pervertidos y presioné el botón rojo de la moderna ducha eléctrica del dueño de este sofisticado baño, instantáneamente el agua tibia comenzó caer como una luvia artificial y los espejos se empañaron por el vapor. Me coloqué en el punto exacto en el que mi cuerpo era impactado por el agua más intensamente, era tan relajante.

Pero toda la relajación se fue al garete cuando sentí las grandes manos de Garret posadas a ambos lados de mi cintura. Y eso no fue todo, para rematar dijo:

—¿Cuántas duchas juntos más necesitas para que me dejes verte en todo tu esplendor?

Diosito, ampárame.

Quise salir de esa situación tan caliente —y no me refiero a la temperatura del agua— y mis ojos cayeron sobre una pequeña repisa que no vi antes, llena de diferentes productos. ¡Bingo! Tomé con suma rapidez el shampoo y se lo tendí a mi novio, obviamente sin girarme.

—¿Me ayudas a lavarme el cabello? Por favor.

Emitió una leve risilla ronca antes de tomar el envase y soltar mi cintura.

—Parece que la manía de huir de mí no la has perdido del todo.

Comenzó a aplicar el líquido sobre mi cuero cabelludo, distribuyéndolo con suaves masajes por todo mi cabello. Es increíble, hasta lavando el pelo es bueno. Cerré los ojos dejándome llevar por la sensación confortable.

—¿Sabes? He descubierto que eres hermosa sin importar el ángulo en el que te mire.

Ese comentario me hizo sonrojar al instante, por suerte él no lo vería.

—No importa si es de espaldas, de frente o de costado. En ropa interior, en camisón, en bikini o en traje de gala. Con el cabello despeinado, perfectamente peinado o lleno de espuma como ahora —eso me sacó una sonrisa—. Sigues luciendo hermosa.

Casi lloro al escuchar eso. Desperdicié cinco años de mi vida al lado de una persona que vivía cada día haciéndome creer que no era lo suficientemente bella, que no respetaba mi cuerpo y encima lo lastimaba. Pero con Garret es diferente, él me hace sentir perfecta a sabiendas de que no lo soy.

Me armé de valor y di media vuelta, encontrándome con su mojada y confundida expresión ante mi repentino cambio de opinión.

—¿Dije algo malo? —preguntó con preocupación al percatarse de mis ojos cristalizados.

Le respondí con un beso, no encontré mejor forma para agradecerle por hacerme sentir tan amada, y no solo hoy, lo hace todos los días. Me siguió el beso sin reparos, envolvió mi cintura con sus brazos y pegó mi cuerpo al suyo. Es difícil de describir la ola de sensaciones que experimente al sentir su cuerpo fornido en contacto con el mío, piel con piel, totalmente desnudos.

—Espera —jadeó al hacer que nos separáramos—. Primero vamos a enjuagar tu cabello, no quiero que el jabón caiga en tus ojos, luego seguimos.

Nos colocamos nuevamente en ese punto exacto bajo la ducha mientras él se encargaba de despojar a mi pelo de todo rastro de shampoo, incliné mi cabeza hacia atrás para facilitarle el trabajo a la vez que me sujetaba la espalda con su brazo libre.

—Listo —me coloqué derecha al escucharlo decir eso—, ahora continuemos.

Volvimos a besarnos, esta vez con un poco más de ansias que antes. A pesar de que él me sujetaba, por la intensidad de los besos opté por agarrarme de su cuello. No sé en qué momento quedé acorralada entre su cuerpo y una pared mientras me comía el cuello a besos, pero no me quejaría, me estaba encantando.

—Esto no va a llegar a más, ¿no? —me avergoncé al notar que esa última interrogante salió en forma de gemido.

—Nop —alcanzó a decir sin apartar su boca de mi cuello.

—Es otra táctica de adaptación de mi cuerpo al tuyo, ¿no es así? —ahora llevé mis manos a su espalda.

—Mhm...

—Esto es casi masoquista, pero haz conmigo lo que quieras.

Ante esta declaración me miró con una sonrisa pícara y a la vez divertida.

—Tus deseos son órdenes.

Dicho esto, me tomó de las piernas alzándome. Por inercia envolví mis piernas alrededor de su torso y mis brazos alrededor de su cuello. Por un breve instante sentí un leve roce de su miembro casi erecto, ¡y joder!, eso de pequeño no tiene nada. Pero esta vez no tuve tiempo para reflexionar acerca de eso, sus labios aprisionaron a los míos de imprevisto y todos mis sentidos se enfocaron en un mismo punto: dejarme llevar.

Perdí la cuenta de cuántas veces nos besamos antes de que Garret atacara mi cuello de nuevo, ahora en el lado contrario, al mismo tiempo el agua caía sobre nosotros. Se sentía tan bien que cerré los ojos y...debí dejarlos así, porque al abrirlos divisé una pesadilla sin estar dormida. Mis brazos, que rodeaban el cuello de mi novio, se encontraban repletos de moretones, me incliné un poco para mirar sobre su hombro y me encontré con mis piernas llenas de rasguños y golpes.

No. ¡No! ¡NO!

¡Otra vez no!

Mi respiración comenzó a acelerarse, podía sentir mi corazón latiendo demasiado y una profunda angustia invadió mi cuerpo.

—Garret...Garret, para —pedí, o no, supliqué—. ¡Para, por favor! —sollocé.

Ante mis palabras dejó de besarme de inmediato y me depositó sobre mis pies en el suelo mientras analizaba mi rostro lloroso.

—Ya está, cariño. Ya está —susurraba mientras acariciaba mi mejilla—. ¿Estás bien?

Mi única reacción fue abalanzarme sobre él para abrazarlo, ya no era romántico ni sexual, sino puramente mi necesidad de sentirme a salvo.

—Gracias por parar —pude decir entre sollozos.

—Siempre que me lo pidas, lo haré —murmuró, devolviéndome el abrazo—. Siempre que quieras que pare, me detendré.

Me permití llorar sobre su pecho durante un rato, necesitaba desahogarme y me hacía sentir mucho mejor saber que lo tengo a él como escudo. El escudo que uso para protegerme de mi dolor.

—¿Qué ocurrió esta vez? —preguntó en un murmullo cuando me separé.

—Es que...antes solía ducharme cada mañana con agua helada para ayudar a que desaparecieran más rápido los moretones y que las heridas cicatrizaran. No sé porqué acabo de verme los brazos y las piernas golpeadas de nuevo —sollocé—, creo que asocié la ducha con...

—Está bien, mi amor —me interrumpió abrazándome una vez más—. No te hagas esto.

—Lo siento.

—No te disculpes —refutó, acariciando mi cabello—. Nada es tu culpa.

Deshizo el abrazo y entrelazó nuestros dedos a la vez que con su otra mano apagó la ducha y comenzó a deslizar su mano por una de las paredes, dejando al descubierto el espejo. Cuando nuestro reflejo se divisó con más claridad, me posicionó frente al mismo y me abrazó por detrás.

—¿Ves lo que yo veo? —me regaló una media sonrisa a través de nuestro reflejo—. No hay golpes ni heridas, ni moretones. Solo hay un par de cicatrices pequeñas dispersas por ahí que no son más que tus recuerdos de guerra de un campo de batalla al que no volverás.

Me contuve para no llorar al ver que estaba en lo cierto, mi piel estaba intacta y nunca más tendría que ducharme con agua fría para hacer desaparecer las heridas físicas.

—Eres fuerte, Lori. Más que tus traumas. Más que tus miedos. Más que tus recuerdos. Has llegado muy lejos por tu cuenta y nunca más volverán a golpearte. Estás a salvo, y no solo porque estoy cuidando de ti, sino porque eres capaz de enfrentarte a cualquier monstruo...incluso a él.

—Gracias, mi amor —logré sonreír.

—Creo que el baño terminó —sonrió también y besó mi sien—. Vámonos.

Salimos tomados de la mano, no quería soltarme ni yo a él. Me tendió una toalla para que me secara y se giró, aunque ya lo había visto todo apenas unos minutos antes, pero igual me pareció lindo el gesto. Al terminar me pasó una bata y se colocó otra. Saliendo del baño nos dirigimos hacia el closet que, como en toda típica habitación de mansión, era más una habitación auxiliar que un clóset tradicional. Sonreí al notar que en frente de la zona donde están colgados sus trajes apartó un sitio especial para las pocas prendas mías que he dejado por accidente. Iba a tomar un conjunto al azar para vestirme cuando me percaté de un detalle de importancia.

—Garret, no tengo ropa interior aquí. Tendré que ir a mi habitación al final.

Él se encontraba colocándose unos jeans semi-ajustados cuando alzó la vista para mirarme.

—Sí tienes —caminó hacia mí y de una de las gavetas ubicadas bajo el ropero sacó una caja negra con una cinta rosa—. Sabía que en algún momento nos haría falta en situaciones como esta, así que me tomé la libertad de comprar esto para ti.

Me entregó la caja y al deshacer el nudo de la cinta y despojarla de la tapa quedaron al descubierto al menos cinco piezas, de diferentes colores y con diseños de encaje.

—Nunca se me ha dado bien comprar ropa para nadie —sonrió con nerviosismo—, pero acerté con el vestido de Navidad y espero haberlo hecho esta vez también.

—Gracias.

—No fue nada. Y no creas que ese es tu regalo de San Valentín, tengo varias sorpresas para hoy.

Al terminar de vestirnos, fuimos juntos a la habitación de Mateo. Lo encontramos como de costumbre alistado pero jugando con su helicóptero —que aún no maneja a la perfección y por ello ha provocado un par de pequeños accidentes— y su mini Spiderman, estaba tan absorto en su juego que no se percató de nuestra presencia.

—Feliz San Valentín, principito —sonreí, acercándome a su cama con cuidado para evitar que el helicópetero ''aterrizara forzosamente'' sobre mi cabeza.

—¿¡Hoy es San Valentín!? —chilló, entusiasmado. Asentí animada—. ¡Feliz San Valentín, mami! —exclamó mientras me abrazaba—. Y para ti también, Gary.

Reí porque sé que lo dijo para molestarlo en modo amistoso, pero he notado que cuando Mat es quien lo llama por ese apodo no le molesta.

—Igualmente, campeón —le agitó el cabello al terminar el abrazo.

—Mamá, ¿harás galletas hoy? —preguntó mientras maniobraba el control remoto para hacer que el helicóptero aterrizara sobre un estante.

—Por supuesto, es tradición.

—¿Crees que el chef te regañe? —hizo una mueca.

—Claro que no, el chef me adora.

Y es en serio. Con el pasar de las semanas me fui acostumbrando poco a poco a ser ''la señora de la casa'', pero en especial he entablado lazos de amistad con Vivi y el chef Reginald, incluso dicen en broma que me prefieren antes que a Garret porque soy más divertida. El chef es muy celoso con su cocina, pero me ha dejado ser su asistente un par de veces y dice que las tradiciones culinarias se respetan, así que su cocina es mía el día de hoy para hornear mis galletas.

—Hablando de eso, me voy a adelantar a la cocina —intervino Garret—. No bajen hasta que me comunique con ustedes por el walkie-talkie de Mat —fue todo lo que dijo antes de salir de la habitación, dejándonos con la palabra en la boca.

—Está un poco misterioso, ¿no crees? —enarqué una ceja, dubitativa.

—Seguro te tiene una sorpresa —se encogió de hombros sin darle mayor importancia, pero eso no fue lo que me sorprendió, sino el tono en el que lo dijo.

Mateo ha cambiado bastante su criterio con respecto a Garret, para bien. Todo se dio de forma muy lenta al principio, pero desde el primer día en que Garret comenzó a buscarlo a la escuela ese proceso de aceptación se aceleró. Pero hay algo que me preocupa de este cambio tan radical...

—Mat —me acerqué un poco más a él. Sus ojitos azules me observaron, prestando atención—. Garret te cae mucho mejor ahora, ¿verdad?

—Sí, me agrada —asintió.

—Y...¿eso se debe a que te haya comprado el balón y a que haya remodelado tu habitación con todo lo que te gusta? Sé sincero.

—Nop —negó con la cabeza.

—¿Seguro? No me gustaría que hayas comenzado a aceptarlo porque te complazca con regalos.

—No, mami, no son solo los regalos —recalcó para luego fruncir los labios y tomar a su Spiderman entre sus brazos—. Él va a buscarme temprano a la escuela y se preocupa por mí. Le dice a todos que es mi papá, aunque no lo es. Juega fútbol conmigo en el parque y luego me lleva a comprar hot-dogs. Me abraza cuando estoy triste y me carga sobre sus hombros aunque estoy cansado de decirle que hace mucho sé caminar.

Esto último me hizo reír y acaricié su cabello. Me miró con un destello muy peculiar en sus ojos.

—Y lo más importante, él te hace sonreír, todo el tiempo.

—Cariño —acaricié su mejilla esta vez—. Esas son muy buenas razones, me alegra que te enfoques en lo que realmente importa.

La voz de mi novio se filtró por el walkie-talkie de Mat que descansaba sobre la mesita de noche, esa fue nuestra señal para acudir al comedor. Una vez allí, nos encontramos al castaño rojizo sosteniendo con una mano un pastel y con la otra un globo gigante en forma de corazón con la inscripción ''Feliz San Valentín, Reina Vainilla''. Me fue imposible no sonreír y correr hacia él para besarlo, con cuidado de no estropear el pastel.

—Gracias —susurré sobre sus labios.

—¿El pastel lo hiciste tú? —escuchamos la vocesita de Mat detrás de nosotros, por lo que nos separamos para mirarlo—. Si lo hiciste tú, lo mejor será que nadie lo pruebe.

—¡Mateo!

Hace un par de días descubrimos
—con unas tostadas quemadas y una limonada sin azúcar— que Regina estaba en lo cierto cuando hablaba de las escasas habilidades culinarias de Garret. Literalmente el pobre hombre no sabe ni poner a hervir agua. Pero bueno, no se puede ser perfecto en todo.

—¿Qué? No quiero morir intoxicado, mami.

En respuesta Garret solo se rió, pareciera que nada de lo que diga o haga mi hijo lo va a ofender jamás.

—Gracias por tu sinceridad, campeón —le sonrió—. Y puedes estar tranquilo, el pastel lo hizo el chef. Ah, y es de chocolate.

—Entonces sí —exclamó, acercándose a la mesa mientras Garret depositaba el pastel sobre la misma.

—Pero antes de comer pastel quiero que hagamos una cosa.

—¿Qué cosa puede ser más importante que comer pastel en estos momentos? —refunfuñó el rubito.

Garret se limitó a sacar de uno de sus bolsillos un pequeño objeto, un alfiler, y me lo entregó. Señaló el globo, indicándome que lo pinchara y al hacerlo quedó al descubierto una nota color rosa. La recogí y me dispuse a leerla en voz alta.

—''A partir de ahora soy mudo, solo los guiaré en esta pequeña ''búsqueda del tesoro''. Deben encontrar las notas restantes ocultas en diferentes habitaciones de la casa y luego te dejaré comer en paz, Mat. Que comience el juego.''

Al final de la hoja estaba dibujado una especie de pino, por lo que deduje que el primer punto podría ser el jardín.

—¿En el jardín?

Él solo se encogió de hombros sin emitir sonido alguno, así que no me quedó más remedio que seguir mi instinto y dirigirme hacia allí. Mis dos chicos me siguieron, el más pequeño con curiosidad y el promotor de todo esto con una sonrisa misteriosa. Al llegar a la entrada del jardín me encontré con Vivi sosteniendo dos notas, una azul que se la entregó a Mat y otra rosa que me la entregó a mí.

''El tiempo contigo pasa demasiado deprisa; es injusto, quiero disfrutar más de tu sonrisa.''

Eso decía la nota y, por consiguiente, sonreí a más no poder en dirección a quien la redactó. Noté que Mat también le sonreía.

—¿Se te salió el lado poeta? —reí por lo bajo, él solo me sonrió con cierto nerviosismo—. Siempre sonreiré para ti.

Viviane me entregó otra notita de color verde en esta ocasión, en esta figuraba un balón de fútbol...

Podría ser...

¡El cuarto de juegos!

—¡Ya sé dónde es el próximo lugar!

Los tomé a ambos de las manos y me encaminé hacia el cuarto de juegos. Gracias a los mapas y a las muchas veces que me he escabullido para ver Garret jugar con mi principito, no me tardé mucho en llegar. Allí se encontraba nuestro querido chef con otras tres notas de los mismos colores, tomé la verde y la rosa mientras que el niño agarraba la azul.

''No tengo idea de qué me hiciste, ni cómo lo hiciste, ni cuándo lo hiciste. Solo hiciste, Lorraine Moon. Te robaste mi corazón.''

De acuerdo, la opción ''Desenamorarme de este hombre'' ya no es compatible con mi sistema operativo.

—Tú también lo hiciste —murmuré, mirándolo.

Mat extendió sus bracitos en dirección a él indicándole que lo cargara. Cuando lo hizo se llevó una sorpresa, el rubito lo abrazó. En serio estoy amando la relación que están forjando esos dos.

Mientras ellos estaban ocupados compartiendo su momento, me dediqué a descifrar la nota verde, tenía dibujada una especie de fuente. ¿Una fuente? La mansión es enorme y aún hay un par de habitaciones que no conozco, pero no recuerdo haber visto antes una fuente. A menos que...

Le sonreí a Garret con complicidad, me devolvió la sonrisa y nos encaminamos al que sería el último sitio de este improvisado juego. Una vez posicionados frente a la pequeña escalera que conducía a la gran puerta, mi novio depositó a mi hijo en el suelo y se interpuso entre la entrada y nosotros.

—Y hasta aquí la aventura —anunció.

—¿No se suponía que no ibas a hablar? —cuestionó Mateo.

—Sí, pero ya estamos en la etapa final del juego y debo hablar, en especial necesito tu aprobación antes de continuar —se arrodilló sobre una sola pierna frente al niño—. Mat, ¿me das permiso para ser el novio real de tu mamá?

Eso me tomó completamente desprevenida. Tenía entendido que me lo pediría al término del contrato o, que más bien, ya somos novios reales, al menos esa ha sido mi percepción hasta ahora. El pequeño hizo una mueca dubitativa e instaló entre nosotros un largo silencio suspensivo.

—Bueno... —habló por fin, alargando la E como suele hacer cuando está considerando algo—. Te doy permiso, pero con tres condiciones.

—Las que quieras —asintió el castaño.

—Primero, nunca, nunca, nunca la vas a lastimar.

Se me encogió el corazón al escuchar eso. Me duele que, a pesar de lo mucho que nos hemos esforzado para superar el pasado, siempre quedarán esos fantasmas de cuando era abusada; y Mat siempre lo recordará.

—Jamás le haría daño a tu mamá —murmuró, intercalando su mirada consternada entre el niño y yo.

—Segundo, seguirás siendo mi asistente de superhéroe cuidándola. Tienes que protegerla siempre sí o sí —sentenció, apuntando acusatoriamente a Gary con el dedo.

—Será mi misión diaria —proclamó, haciendo el saludo militar.

—Y tercero —se giró un momento hacia mí y me sonrió antes de dar media vuelta hacia Garret—, sigue haciéndola feliz como hasta ahora, ¿ok? Nunca la había visto tan contenta y quiero que siga siendo así.

Sentí mis ojos empañarse casi al instante; mi hijo me ama tanto.

—Te prometo que siempre lo haré —le sonrió Garret mientras alzaba su meñique, el niño envolvió el suyo alrededor de este, sellando la promesa—. Ahora ya podemos ir a la última parada del juego de San Valentín.

Se levantó y abrió la puerta adentrándose en ese sitio tan especial para él. Mateo y yo lo seguimos hasta que nuestros pies tocaron el suelo de madera de la estancia. Quedé deslumbrada al divisar que el lugar había sido adornado con docenas y docenas de rosas rojas y blancas, incluso en el suelo yacían caminos de pétalos que hacían alución a un laberinto; pero lo que me dejó completamente perpleja fue una de las paredes laterales, un arreglo de rosas formaba la pregunta ''¿Quieres ser mi novia?'' abarcando todo el espacio de la misma.

Quería decir algo, pero las palabras simplemente no salían de mi boca, era demasiado hermoso. Garret se aproximó a mí, con una única rosa en su mano, y me la ofreció. La acepté con gusto, olfateé su delicioso aroma y me dejé llevar cuando me tomó de la cintura para acercarme a él.

—Lorraine, no tienes idea de lo mucho que he esperado para hacerte esta pregunta sin peros ni limitaciones de por medio. Cuando te conocí, me cautivaste, y aún no sé exactamente qué me deslumbró, supongo que fue todo —acarició mi mejilla con delicadeza—. Tuve que valerme de cientos de maniobras para acercarme a ti hasta que las casualidades del destino te trajeron a mí...y no me arrepiento ni por un segundo de haberte añadido a mi vida.

—Cariño... —mi voz salió apenas en un susurro, estaba demasiado emocionada como para articular una palabra con fluidez.

—Sé que acordamos que esperaría hasta que expirara el contrato, pero estoy harto de que nuestra etiqueta sea la de novios falsos cuando todo lo que sentimos el uno por el otro es cien por ciento real. Te quiero y me quieres, así que...¿quieres ser mi novia real?

Sonreí y asentí con efusividad antes de inclinarme para unir nuestros labios. Me correspondió con tanta dulzura que consiguió derretirme un poquito más el corazón.

—Te quiero —murmuró al finalizar el beso.

—Te quiero —sonreí, juntando nuestras frentes.

—Sigo aquí, tortolitos —carraspeó Mat. Cuando volteamos a verlo se encontraba con los bracitos cruzados y una expresión de ''asquito''—. Debí haber puesto como cuarta condición que no se besaran frente a mí.

Reímos ante esto y Garret cargó al pequeño.

—También te quiero a ti, campeón.

—Yo también te quiero, tú —confesó entre dientes—. Solo un poquito.

—Me basta.

Y yo no podría estar más feliz en este momento.

(...)

La fiesta que Evan organizó para Lily iba de maravilla. Mi cuñado —sí, tengo que hacerme a la idea de que lo es, y ahora es real— quiso organizar otra fiesta sorpresa —esta vez en su casa— para su esposa en compensación por la que se arruinó el día del lanzamiento de Eternal Love. En esta ocasión asistieron los mismos invitados y también Fred. Resulta que el ex-chofer de los Harriet Junior finalmente obtuvo su golpe de suerte, ¡se ganó la lotería!, ahora es millonario y regresó a su ciudad de origen, pero su humildad sigue intacta; sigue siendo el mismo Fred, solo que con un par de millones en su cuenta bancaria.

Yo por mi parte decidí soltarme un poco más en esta ocasión. Me sentía muy cómoda por el hecho de que eran pocos invitados y todos eran de mi simpatía, estoy comenzando a tomarles un gran aprecio a todos.

—Y bien, Lori, ¿cuándo nos vamos de compras juntas? —preguntó Jasmin de pronto, cambiando abruptamente el tema de conversación que se estaba tratando en el grupo.

—Emm...no lo sé. Tengo trabajo y...

—Y claro que irás —terminó mi novio por mí—. Tienes que salir más, Vainilla.

—Pero sabes que tengo horarios complicados y...

—Y nada —me interrumpió—. Te la pasas de la casa al trabajo, del trabajo al colegio de Mat o a la fundación y de ahí a la casa de nuevo.

—También vengo a eventos y voy a casa de tus padres de visita —me defendí.

—Sí, pero eso no implica pasar tiempo con tus amigas. Tienes derecho a salir y divertirte con Lily, con Jasmin. Irte de compras, al spa, a almorzar fuera. Un tiempo para ti.

Me gustaría tener argumentos válidos para contradecirlo, pero está en lo cierto. En mis terapias han recalcado la importancia de que socialice y comparta tiempo con mis amistades. Es cierto que estoy bien con mi rutina y mi zona de confort en general, pero...no tiene nada de malo que me vaya a una tarde de chicas, ¿no?

—De acuerdo —acepté a lo que la ojiazul chilló contenta.

—Te encantará, ya verás.

—Eso espero —asentí, nerviosa.

La verdad es que me sentía un tanto incómoda con la idea de salir sin la compañía de Garret. No es co-dependencia en cuestión, sino que no tengo idea de cómo actuar como una dama de sociedad y temo hacer algo mal que lo perjudique.

—Relájate —susurró él en mi oído—. No hay nada que temer.

—¿Lees mentes o qué? —reí por lo bajo mientras me giraba hacia él aprovechando que el tema de conversación se había desviado una vez más y no nos estaban prestando atención.

—No, solo te conozco a ti y a tus miedos —acarició mi cintura con sus manos—. Sal y disfruta, no quiero que te preocupes por el que dirán ni por nada que no sea pasarlo bien, ¿ok?

—Ok —asentí y me besó en la frente.

—¿Me permites un segundo con mi nuera? —una corriente eléctrica me estremeció al escuchar la voz de mi suegra, esa mujer sigue intimidándome con su sola presencia.

Volteé encontrándola radiante en su largo vestido rojo vino y el porte que siempre la acompaña. Esa media sonrisa retadora suya nunca desaparece, ¿o qué?

—Claro —suspiró mi chico, ni que pudiera negarse—. Solo no hagas que salga corriendo —dejó un beso sobre su sien y se alejó, pero no demasiado.

—Luces hermosa hoy, querida —sonrió un poco y por inercia observé mi vestimenta.

Hoy, al ser un evento con amigos en el que me siento cómoda, no me preocupé por lucir despampanante o muy llamativa. Un simple vestido rosa pastel largo hasta las rodillas, zapatos de tacón cuadrado no muy altos y mi cabello recogido en una larga trenza que descansaba sobre el lado derecho de mi pecho.

—Gracias, lo mismo digo —me di unas palmadas imaginarias en la espalda por no haber tartamudeado.

—Gracias —sonrió sin mostrar los dientes y dio un paso más cerca de mí, no retrocedí esta vez—. Quería...agradecerte.

¿Eh?

—¿Agradecerme?

—Anjá —asintió—. Garret está...especialmente feliz de un tiempo para acá, y sé que tú y Mateo son el motivo.

—Pero nosotros no hemos hecho nada especial, más bien ha sido él el que nos ha hecho felices a nosotros.

—Lo mismo decía Lily cuando le agradecíamos por Evan, ella lo hizo madurar a él y tú le has dado a Garret...un brillo especial que nunca había visto en sus ojos —su tono de voz denotaba cierto orgullo—. Él siempre ha estado tan al pendiente de los negocios y la familia que no se tomó el tiempo para crear una propia, no buscó su propia felicidad. Pero ahora la tiene, y aunque se atrasa en el trabajo y está lidiando con cientos de responsabilidades con las que nunca había cargado antes, sonríe todo el tiempo —suspiró—. Dejando mi orgullo materno de lado, debo agradecerte por hacerlo feliz.

No sabía qué decir. Lo último que me imaginé fue que la estricta y fría Regina Harriet me agradeciera por hacer feliz a su hijo.

—Seguiré haciéndolo —le sonreí.

—Bien, eso era todo —dijo, regresando a su postura rígida y desinteresada—. Garret, ya puedes dejar de escuchar nuestra conversación —reclamó girándose hacia el susodicho que disimuló mirando hacia el costado mientras bebía el contenido de su copa.

Reí mientras él se posicionaba detrás de mí, abrazándome. Regina se fue, negando con la cabeza.

—No pude escuchar mucho, pero si no estás temblando quiere decir que no te amenazó de muerte —bromeó.

—No —reí, girándome para mirarlo—, de hecho fue muy linda conmigo.

—Wow, te estás ganando a la suegra —sonrió—. Y tienes doble mérito por que la suegra es Regina Harriet.

—Oh sí —reí.

De la nada la estancia se sumió a silencio y todos posaron su vista en un mismo objetivo: Lily y dos personas más que ingresaban al salón junto a ella. A una la reconocía, era la chica que la defendió el día que se descubrió el secreto de su antigua familia, por lo cual esa es su hermana. El otro era un hombre al que nunca había visto, pero por el gran parecido que comparte con ambas supuse que se trataba de su hermano.

—Wow —sonrió Regina—. Los Allen.

¡Eso es! Roxana y Kendall Allen.

Ambos fueron muy amables y cordiales durante las presentaciones, son ese tipo de personas que inspiran buena vibra. Todo estaba bien hasta que...

—¡Tú! —dijeron Kendall y Corina a la vez, mirándose el uno al otro de arriba hacia abajo.

—¡Tú! —quienes exclamaron ahora fueron Roxana y George, apuntándose mutuamente.

¿Qué pasa aquí?

—¿Nos...perdimos de algo? —preguntó Evan alternando la mirada entre ambas ''parejas''.

—Pues... —interrumpió Jessie—. Ya conseguí que el tío Garret y la tía Lorraine estuvieran juntos —frotó sus manitas a la vez que sonreía maliciosamente—, ahora tengo nuevas parejas que juntar.

—¿De qué habla Jessie? —preguntó Kendall tan confundido como su hermana.

Lily compartió divertidas miradas cómplices con su esposo, con Garret y conmigo antes de dejar escapar un suspiro de pesadez.

—Ken, te vas a casar con Corina —volteó hacia su hermana—. Roxy, te vas a casar con George.

Los cuatro compartieron miradas incómodas para luego ignorarse entre ellos, pero nadie se escapa de las flechas de Jessie-Cupido...lo sé por experiencia propia.


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Nuevo capítulooo!!!!

¡Por fin regresé!

Lo sé, demasiado tiempo. ¿Mi justificación? Estaba en exámenes finales, pero lo bueno es que ya terminé y prácticamente ya estoy graduada. También pasó y mi cumpleaños y en fin, estuve muy ocupada.

¡Feliz San Valentín adelantado!

Nuestros protas ya son novios reales, ¿qué opinan?

Besos de Karina K.love 😉

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