CAPÍTULO 24: La casa de campo

Lorraine

—¿Ya llegamos? —preguntó mi hijo por enésima vez desde que abordamos el bendito auto.

—Mat, como vuelvas a preguntarlo, te voy a lanzar por la ventanilla.

A Garret se le ocurrió la alocada idea de irnos de escapada el fin de semana a no sé dónde, solo nos dijo que empacásemos ropa suficiente para dos días y no hiciéramos preguntas. Llevamos al menos una hora y media de viaje y no tengo ni la más remota idea de a dónde nos dirigimos.

—Ok, no preguntaré más —murmuró antes de dedicarle toda su atención a su Spiderman de peluche.

Desde que Garret se lo regaló lo arrastra consigo a todas partes. Era de esperarse tratándose de su superhéroe favorito, supongo que siempre quiso uno pero nunca me lo dijo. También insistió en traer su helicóptero y su balón de fútbol, al parecer mi novio da en el clavo cada vez que le obsequia algo.

En realidad, él ha dado en el clavo desde que apareció en nuestras vidas.

Estuvo cuidando de mí durante una semana entera y a la vez empleando todo su tiempo libre ocupándose de Mateo. No he pasado por alto que mi rubito ya no se muestra tan arisco a su alrededor, al contrario, veo que le agrada, pero su postura contra nuestra relación sigue firme para diversión mía y de Garret.

Con el paso de los días comencé a sentirme ridícula por el miedo que albergaba con respecto a nuestros vínculos familiares. Garret —creo que sin darse cuenta— se está comportando como el padre que Mateo nunca tuvo; lo cuida, se preocupa por él, juegan juntos...como los típicos padre e hijo. En cuanto a nuestra relación amorosa, vamos lento, pero vamos bien. Él sabe el momento exacto en el cual darme mi espacio o cuando acercarse a más no poder, me acompaña a mis terapias, siempre que puede me va a visitar a la cafetería —con su taza, claro—, me anima a salir más de casa para que haga vida social aparte de esas pocas fiestas a las que hemos asistido y me ha insistido —de forma sutil para no agobiarme— que vuelva a bailar.

¡Ah! Y ahora se levanta antes que yo y no me deja ver el amanecer a menos que esté abrigada de pies a cabeza y con él abrazándome. Mateo no lo ha regañado al respecto, cosa que hasta la fecha me sigue pareciendo muy sospechoso.

En resumen, está dando todo de sí por nosotros...y es bastante difícil no enamorarse de él.

Me volteé para mirarlo. Apuesto a que una sonrisa idiota estaba expuesta en mi rostro y eso me llevaría a una de esas situaciones vergonzosas que me dejan con la cara colorada, pero admirarlo es un privilegio del que no me pienso privar. Lucía muy concentrado con la vista centrada por entero en la carretera. Noté que manejaba el volante únicamente con su mano izquierda y por lo mismo la derecha estaba libre, olvidé mi tonta timidez y la atrapé con la mía. Al percibir mi tacto dio un respingo, no sé si fue porque lo distraje o porque mi iniciativa lo tomó por sorpresa. Su mirada viajó de nuestras manos hacia mí, me sonrió mientras entrelazaba nuestros dedos.

—¿Ya llegamos? —preguntó Mat, otra vez.

Garret y yo resoplamos al unísono, hastiados de la misma pregunta.

—Campeón, no falta mucho, lo prometo.

—No preguntaría tanto si supiera a dónde nos llevas.

—Aunque supieras, no sabrías cuánto falta para llegar. Nunca los he llevado a ese lugar.

—¿Nos das una pista? —pedí.

—Madre e hijo son igual de ansiosos —rió por lo bajo—. Y no, no hay pistas.

—Este grandulón y sus sorpresas —gruñó bajito mi hijo desde el asiento trasero, Garret se limitó a reír.

Pasados unos quince minutos, me vi en la necesidad de moverme hacia atrás para jugar con Mat y así distraerlo durante lo que quedase de viaje ya que su tableta se había quedado sin carga, ya había recreado imaginariamente cada película de Spiderman con su muñeco y los dos juguetes restantes no podía usarlos dentro del auto. Luego de media hora más, aparcamos frente a una gasolinera. Garret salió para rellenar el depósito del auto y para comprar algo de comer en la pequeña tienda de suministros de atrás.

—Ya estoy aquí —anunció mientras se adentraba al auto, sentándose en un lado libre junto a Mat—. Miren lo que traje —sonrió mientras sacudía la bolsa que traía en mano.

Me entregó la bolsa que contenía un montón de chocolates, yogures, unas pequeñas bandejas con ensaladas de frutas y otras con diferentes tipos de quesos y jamones, helado, nutella, jugos y Coca-Colas. Le sonreí a Garret al darme cuenta de que todo lo que compró es de nuestro agrado y lo sabe, ha memorizado nuestros gustos.

—¿Te he dicho que eres el grandulón más cool del universo? —le chilló mi niño a Garret, éste en respuesta negó con la cabeza y le agitó el cabello.

—Merienda, pequeño adulador.

Durante la repartición de comida rápidamente me adueñé de las bandejas de fruta y queso, Mateo reclamó como suyos los yogures y la mitad de los chocolates, Garret se limitó a tomar una de las botellas de jugo y el resto lo compartimos entre los tres. Tan pronto mi novio se bebió la mitad del contenido de su botella, estiró sus extremidades y nos brindó una sonrisa cansada.

—¿Cansado de manejar? —pregunté a lo que asintió, no me extrañaba, ya era casi mediodía y llevaba casi toda la mañana conduciendo.

—¿Qué tal si me relevas durante un par de kilómetros? —juntó sus manos a modo de ruego.

No toques esa tecla, Expreso.

—No sé manejar —respondí, cabizbaja—. Nunca aprendí a hacerlo en mi adolescencia, repobré incontables veces las pruebas de conducción. Así que...

No hacía falta que dijera nada más, dejé la frase a medias. La antigua Lorraine que no hacía más que autosubestimarse habría dicho que no saber conducir solo es algo más que agregar a la larga lista de cosas en la que soy inútil, de hecho Roy se valió de este hecho para incapacitarme de cierto modo ya que necesitaba de él para transportarme y era una de las tantas cosas que me echaba en cara cuando emitía esos hirientes discursos acerca de que no servía para nada. Pero independientemente de mi ex-marido y de que mi autoestima se encontraba por los suelos, no haber aprendido a conducir siempre me avergonzó.

—¿Qué tal si yo te enseño? —prupuso, tomándome por sorpresa.

Garret es experto demostrándome que es totalmente opuesto a Roy, ese imbécil me infravaloraba por no saber conducir y ahora él se ofreció a enseñarme.

—Te lo agradezco, pero soy un caso perdido, en serio.

—¿No te han dicho en tus terapias que debes incursionar en actividades que no creías poder llevar a cabo con éxito? Eso aplica para el baile y también para la conducción.

—Y la repostería —añadió el rubito con la boca llena de chocolate—, cuando era pequeño me horneaba galletas y brownies.

—La repostería quizás la retome, pero el baile y la conducción definitivamente no —ambos rodaron los ojos evidenciando su descontento con mi respuesta—. Además, Garret, soy un asco al volante. Puedo destrozar un auto en cinco minutos.

—Por si no lo sabías, tengo una colección de autos y dinero suficiente para reponer cada uno de los que destroces, eso no será problema.

—El problema es que no quieres intentarlo —agregó Mat, haciendo un puchero.

—Chicos, yo no...

—Tú no has aprendido a manejar porque no has tenido un profesor tan bueno, paciente y comprensivo como yo —siguió Garret—. Ahora lo tienes y no voy a aceptar un no por respuesta.

—Yo tampoco aceptaré un no, mami —secundó mi hijo, cruzándose de brazos.

—¿En serio? —enarqué una ceja—. ¿Un dos contra uno?

—Si lo piensas bien, es un dos a favor de uno —contraatacó el castaño rojizo.

No tienes nada que perder, Lorraine.

—Bueno —suspiré—, lo pensaré.

—Va a aceptar —le susurró Garret a Mateo.

—Lo sé, no puede decirle que no a nuestras caritas.

Reí y terminamos de merendar entre sonrisas. Garret pretendía seguir manejando solo con ese poco de jugo en el estómago, a lo que claramente Mat y yo nos opusimos, lo obligué a comerse los trozos de jamón y nuestro pequeño —literalmente— le introdujo una cuchara llena de helado en la boca. Una vez su organismo almacenó comida decente, se movió al asiento del copiloto para continuar con el trayecto.

A partir de ahí el viaje me pareció más corto, y en efecto, poco después ya habíamos llegado al fin. Cuando descendimos del auto me quedé impresionada al ver que nos encontrábamos en un sitio muy apartado de la ciudad, más campestre. A los alrededores se podían apreciar una gran cantidad de pinos frodosos y césped de un verde brillante, por este hecho y por la temperatura tan cálida llegué a pensar que se había adelantado la primavera, aunque la verdad desde que inició febrero el invierno se ha ido disipando.

Sonreí al ver frente a mis ojos una gran casa de campo, aunque por lo espaciosa que lucía solo a simple vista desde afuera podría decirse que se trataba de un chalet. Su aspecto se asemejaba a la de una casa de verano, al estilo de una cabaña, su arquitectura consistía en madera y ladrillos, y me dejó boquiabierta cómo lucía rústica pero sostificada al mismo tiempo. Un anorme jardín al lado derecho le daba el toque, pude divisar desde mi posición una mesa con sombrilla y unos columpios.

—Bueno, Mat —le sonrió Garret—, ahora sí llegamos.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, curioso a la vez que se despojaba de su chaqueta. Hice lo mismo con mi abrigo, el calor que producía bajo estas temperaturas tan cálidas resultaba sofocante.

—Es la casa de campo de los Harriet. Solo venimos un par de veces al año, así que tuve que mandar a limpiarla con antelación antes de que viniéramos.

—No hace frío y hay un gran jardín para jugar fútbol, así que para mí está perfecta.

Nos reímos del comentario del pequeño.

—¿Y a ti, Vainilla? ¿Te gusta?

—Bastante —asentí.

—Y no la has visto por dentro —me guiñó un ojo y se dirigió al capó del auto, donde estaban guardadas nuestras maletas—. Adelántense mientras saco las cosas.

Tomé a Mateo de la mano que tenía libre —ya que con la otra sostenía a su amado Spiderman y nunca lo suelta— y nos encaminamos hacia la casa siguiendo el camino de piedra que conducía a la entrada. Al llegar al porche me percaté de la amplitud del mismo y que figuraban varias plantas y sillones, pensé en lo relajante que debe ser sentarse ahí para tomar aire fresco. Garret nos alcanzó con maletas en mano, las depositó en el suelo para sacar el llavero de uno de los bolsillos de sus bermudas blancas y finalmente abrió la puerta. Mateo corrió despavorido hacia el interior de la casa, mientras que mi novio se dedicó a tomar con dificultad las maletas.

—Te ayudo —me ofrecí mientras tomaba la mía, sabía que de seguro era la más pesada porque la rellené con todo tipo de ropa, para las cuatro estaciones, sí, exageré.

—Tranquila, cariño. Yo puedo.

Hizo el ademán de quitármela, pero la aparté. Sé que su intención de llevar las maletas no es machista de su parte y que el hecho de que yo lleve la mía no me hace más ni menos ''sumisa'' o co-dependiente, tampoco es una especie de empoderamiento femenino ni nada parecido. Simplemente soy yo valiéndome por mí misma y estableciendo igualdad en nuestra relación.

—Puedo llevar mi propia maleta —aclaré en un tono firme. Él frunció el ceño con confución, pero un momento después captó mis intenciones y asintió.

—Es cierto —me regaló media sonrisa—, tú puedes.

Ingresamos juntos a la casa, sonriéndonos. Mi sonrisa fue sustituida por una expresión de puro asombro al ver lo increíble que lucía por dentro. Toda la arquitectura consistía en madera y ladrillo, y sí, lucía como una cabaña. Una cabaña con todos los lujos incluidos. Esto último lo supe cuando lo primero que vi fue un enorme televisor que abarcaba casi toda una pared de la sala de estar.

—Wow —murmuré.

—Y esto no es nada —susurró en mi oído, por algún motivo su aliento provocó que mi piel se erizara en esa zona—, espera a ver nuestra habitación.

¿¡NUESTRA habitación!?

(...)

—¡GOOOOLLL! —el chillido de celebración de mi hijo fue ensordecedor, pero dibujó sonrisas tanto en mi rostro como en el de su entrenador.

—Cada día mejoras más, campeón —lo felicitó Garret a la vez que agitaba su cabello como ya se ha acostumbrado a hacer.

—Tengo un buen entrenador.

Nos encontrábamos en el jardín lateral, cerca de la zona de los columpios. Mi novio tenía todo un picnic preparado de antemano que no tengo idea de en qué momento el chef Reginald cocinó ya que nos fuimos de casa casi al amanecer. Entre los tres colocamos la manta y toda la comida que vino en el interior de la cesta —mucha por cierto—, la idea era centarnos a comer, pero Mat quiso jugar fútbol un rato y su coach simplemente no pudo negarse.

Así que, aquí estoy, observando un partido de fútbol en vivo mientras degusto trozos de frutas tropicales, ¡las amo!

—¿Qué tal si nos tomamos un descanso y vamos con tu mamá antes de que se coma toda la fruta ella sola? —propuso el castaño rojizo, observándome con una expresión burlona.

—Ok —asintió mi rubito.

Entre el campo de fútbol improvisado y la manta no había mucha distancia, no obstante Garret tomó desprevenido a Mateo alzándolo para luego sentarlo sobre sus hombros, he notado que ama hacerlo y que el niño no se opone para nada.

—Dime que las frambuesas sobrevivieron —dramatizó mientras posicionaba a Mat suavemente sobre la manta para luego sentarse él.

—Muy gracioso...Gary —contraataqué, pasándole el tazón que contenía las frambuesas, las fresas y los arándanos; lo dicho, soy más de frutas tropicales.

—Golpe bajo, Vainilla —entrecerró los ojos en muestra de fingida indignación, Mateo por su lado se dedicó a burlarse de la situación—. Cambiando de tema, díganme, ¿qué les parece el lugar?

—A mí me gusta —asintió el niño antes de darle un primer mordisco a su emparedado de jamón.

—A mí también, el lugar es hermoso. Pero me llama la atención que escogieras un sitio tan apartado.

Suspiró—. Lo hice por esto —tomó la cesta de picnic y de la misma sacó al menos tres revistas diferentes y me las entregó.

Quedé un poco descolocada al divisar nuestra imagen en las portadas de cada una de las revistas. En una se exponían fotografías mías y de Garret saliendo juntos de la fundación, el titular era: ''La pareja del momento, ¿incursionando en la filantropía?''. La segunda consistía en varias fotos de Garret y Mat en la salida de la escuela, en una hot-doguetería y jugando en el parque, el encabezado decía: ''Garret Harriet: ¿posible papá del año?''. Y la tercera era un poco más...invasiva, digámoslo así, ya que nos habían retratado juntos besándonos dentro del auto de Garret y al salir de casa, ¿cómo se las arreglaban para tomar esas fotos?

—Los medios se han aprovechado de nuestros momentos familiares para sacar sus ''primicias'' —continuó—. No quiero que ustedes piensen que paso tiempo con ambos para que este tipo de revistas hablen de nosotros.

—Pero...para eso nos contrataste, ¿no? —musité—. Para representar la imagen de tu falsa familia.

Me sentí un poco mal al emitir dichas palabras, aunque, me guste o no, es cierto. Todo esto comenzó por un malentendido y la necesidad urgente de Garret de no perder a unos buenos socios. Vivimos con él y fingimos ser su familia justo para propiciar ''noticias'' como esas, ese es nuestro trabajo.

—Eso era antes, Lori —aclaró—. Ustedes significan mucho más para mí que dos simples actores. Los quiero. Si te beso, es porque lo que siento por ti es real. Si juego fútbol con Mat, es porque realmente lo paso bien con él. Si los presento como mi familia, no es por el contrato ni por los Ackerman, es porque para mí sí lo son.

Tomó una de mis manos con suavidad y con su brazo libre rodeó a Mateo, acercándolo a él. Para estas alturas mi corazón latía desbocado, no me esperaba una respuesta como esa, tan llena de sentimientos y sinceridad.

—No quiero que nadie se entrometa en nuestra familia ni definan quiénes somos o la forma en que nos amamos, ¿ok? Solo quiero disfrutar al máximo los cuatro meses que nos quedan juntos y...si para cuando el contrato expire aún quieren permanecer a mi lado, me harán el hombre más feliz de la Tierra.

Sus ojos avellana me penetraban. Lucían tan resplandecientes y llenos de emoción que...quería abalanzarme sobre él y decirle todo lo que me hace sentir. Pero primero estaba Mat, mis emociones siempre pasarán a segundo plano en vista de que mi prioridad siempre será mi pequeño. Me llevé una grata sorpresa cuando noté que mi rubito se encontraba —como podía— rodeando el torso de Garret con sus bracitos en un torpe abrazo. No solo está comenzando a aceptarlo, sino que está comenzando a quererlo; y extrañamente eso ya no me causaba tanto miedo.

Me acerqué a mi novio y acuné su rostro entre mis manos, su perfecta barba me causaba cosquillas, admito que la amo y que la considero uno de sus rasgos más atractivos. Iba a unir nuestros labios, pero recordé cierto detallito...

—Mat, ¿nos podemos besar?

—Ok —resopló—, pero que sea rápido, por favor.

Entre risas, nos besamos con esa ternura que nos caracteriza. Nunca me hartaré de besar a este hombre, es embriagador, y me hace sentir tan segura entre sus brazos que...simplemente no puedo explicarlo.

—Bueno, bueno, suficiente por hoy —nos interrumpió nuestro pequeño dando palmadas para llamar nuestra atención.

Divertida, le indiqué a Garret que posara su cabeza sobre mi regazo y eso hizo al recostarse, sus piernas son tan largas que sus pies acabaron descansando sobre el césped en lugar de la manta. Mi principito por su parte apoyó su cabecita sobre el abdomen de mi expreso, recostándose también. Pasamos un buen rato así, tranquilos, disfrutando del silencio. Inconscientemente comencé a acariciar el cabello de Garret y sonreí al notar que él hacía lo mismo con el de Mateo.

Desearía que nuestro tiempo juntos siempre fuera así...

—Oye, tú —habló Mat, llamando nuestra atención. Con ''tú'' se refiere a Garret obviamente—. Si sigues haciendo sonreír a mi mamá, te dejo que la beses cuando quieras.

Bueno, eso sin dudas me tomó por sorpresa...

Mi principito es tan maduro; y siempre lo ha dicho, quiere verme sonreír. Quiere que sea feliz. Que esté obviando el hecho de que Garret me quiere como algo más que su novia falsa —a pesar de que no le agrade la idea— porque sabe que él me hace feliz demuestra el corazón gigante que tiene.

Garret le agitó el cabello como siempre, sonriéndole.

—Hacer sonreír a tu mamá es una misión diaria para mí, pero gracias por el premio.

(...)

—Ya está dormido —susurré mientras salíamos de la habitación del niño—. Fue muy rápido, ¿no crees?

—Bueno, el largo viaje en carretera y encima la tarde entera jugando, le agota las energías a cualquiera.

—Cierto —asentí y me acerqué para abrazarlo de lado—. Hablando de energías agotadas, vámonos a dormir también.

—Aún hay una última cosa que debemos hacer usted y yo, Srta. Moon.

Dicho esto, me tomó de la mano y me arrastró hasta el piso de abajo, concretamente hacia la sala de estar. No entendía qué pretendía que hiciéramos si ya estábamos en pijamas incluso, él con su camiseta junto a un pantalón de chándal y yo con mi camisón. Tomó un pequeño mando a distancia de encima de una de las mesas de centro y presionó un botón, un segundo después la estancia fue inundada por una suave música.

—¿Me concede esta pieza, madame? —me sonrió, extendiendo su mano en mi dirección.

—Garret, ya te dije que no voy a volver a bailar.

—Profesionalmente y frente a otras personas, no. Pero estás conmigo.

Tenía razón, estaba con él. Me sentía cómoda bailando en su compañía, después de todo la última vez lo hicimos estuvo bien hasta que ocurrió el incidente. Exhalé con pesadez, como si al expulsar el aire de mis pulmones también se fueran mis preocupaciones. Tomé la mano de mi novio y al instante me pegó a su fornido cuerpo, envolviendo mi cintura con su brazo. Apoyé mi cabeza sobre su pecho, llevé una de mis manos a su hombro y la otra la entrelacé con la suya.

Nos dejamos llevar por la música. Nuestros pasos eran cortos, pero coordinados. Por un momento no sentí que estaba en la casa de campo, sino sobre una nube, esa es la magia que este hombre provoca en mí. Separé mi cabeza de su pecho para mirarlo, lo descubrí haciendo ese gesto tan peculiar suyo y eso me hizo sonreír. A partir de ahí nuestro baile se transformó en un vals; un vals con besos incluidos.

—Oficialmente estoy muerto —jadeó al sentarse sobre uno de los sofás, llevándome consigo. Tomó de nuevo el mando y al presionar otro botón la música desapareció—. ¿Nos vamos a dormir ya?

Asentí como respuesta y antes de que parpadeara ya me tenía cargada e íbamos con destino a nuestra habitación. A pesar de que ya llevábamos varias noches durmiendo juntos, aún me ponía un poco nerviosa compartir la misma cama con él. Además, antes él iba a quedarse a mi habitación, y ahora estar aquí, donde la habitación es nuestra, me causa un revoleo en el estómago que no sé cómo clasificar.

Ingresamos a la habitación que, por la decoración, supuse que era en la que se quedaba cuando venía de vacaciones, abundaban las semejanzas con su cuarto en la mansión. Me depositó sobre la cama con suavidad, me percaté de que el colchón era de agua y he de admitir que es cien veces más cómodo de lo que imaginaba.

Pero la sensación confortable pasó a segundo plano cuando Garret se unió a mí en la cama, para ser específica se hizo espacio entre mis piernas y se recostó sobre mí sin distribuir todo su peso ya que se apoyó en sus antebrazos a ambos lados de mi cuerpo.

Ay Dios mío.

Poco a poco fue acortando la distancia entre ambos, era tan lento que pareciera que me estaba dando tiempo de arrepentirme; pero no lo haría. Estaba nerviosa, sí, pero también segura que con él estaba a salvo. Cuando por fin sus labios se mezclaron con los míos, una corriente eléctrica me invadió. Esta vez me besaba diferente, con deseo y un tanto demandante, pero al mismo tiempo con suavidad y cariño.

Llevé mis manos a su espalda cuando su boca dejó a la deriva a la mía para besar mi cuello. ¡Joder! ¿Cómo es capaz de hacerme sentir dulzura besándome justo en esa zona? Los besos continuaron por mi clavícula hasta terminar en mi hombro, allí bajó un poco el tirante de mi camizón para tener más acceso e inmediatamente dejé escapar un gemido que me delató por completo.

Mierda.

Creí que seguiría sin prestarle mayor importancia, pero se detuvo. Su sonrisa apareció en mi campo visual y sentí mis mejillas ardiendo, qué vergüenza. Cuando creí que la sesión de besos había culminado, se inclinó para besar mis labios en una segunda ocasión. Esta vez su mano viajó hacia mi pierna y comenzó a acariciarla hasta colocarla alrededor de su cintura; por algún motivo eso me resultó demasiado sexy y sentí cómo mi zona íntima comenzaba a humedecerse.

Dios, solo han sido un par de besos y unas cuantas caricias y ya me tiene a millón.

—Suficiente por hoy —murmuró sobre mis labios antes de separarse de mí para acostarse a mi lado.

¿Qué acaba de pasar?

Mi mente comenzó a buscar una razón de peso para que se detuviera justo en el mejor momento. No entendía nada. ¿Qué ocurrió?

Me volteé hacia él, recostándome de lado. Hizo lo mismo y llevó su mano a mi mejilla, acariciándome.

—Antes de que preguntes, no, no soy un calienta-bragas y no, no hiciste nada malo que me detuviera.

—¿Entonces por qué lo hiciste? —la decepción en mi voz se percibía a millas de distancia.

—Porque no estás lista.

—Eso solo lo sé yo —refuté en voz baja, no quería sonar tan desesperada.

—Tu cuerpo también lo sabe, no lo estás —evité su mirada—. Lori, ambos sabemos que esto se va a dar poco a poco, todo a su tiempo. Lo que acabo de hacer fue con la intención de que tu cuerpo de acostumbrara al mío, para que no tengas que verme para saber que soy yo y si en algún momento esos recuerdos horribles te acechan de nuevo, te sientas segura conmigo.

Luché con todas mis fuerzas para evitar que las lágrimas se desbordaran de mis ojos. Él en serio lo está intentando todo para que estemos bien, para ayudarme a superarlo. Me acerqué a su cuerpo y envolví en un abrazo, no tardó mucho en corresponderme.

—Gracias por todo lo que haces por mí —murmuré en su oído.

—Lo hago porque te quiero...y no voy a descansar hasta repararte, ¿recuerdas?

—Tú me haces sentir menos rota.

—Y tú me haces sentir vivo.

Nos separamos un poco, pero no demasiado, ahora mismo lo que menos quería era estar lejos de él. Besó mi frente antes de tomar el borde del edredón para cubrirnos, apoyé mi cabeza en su hombro y me dejé caer en un sueño profundo perfumado con su aroma corporal.

Sí, podría acostumbrarme a dormir así el resto de mis días.

A la mañana siguiente despertamos exactamente en la misma posición. Después de una maravillosa tanda de besos mañaneros, fui a ducharme al baño de la habitación mientras que mi novio fue a hacer lo mismo en otro de los tantos que habían en la casa. Al concluir mi ducha y aprovechando que estaba sola, hice mi auto-terapia del espejo reflejándome en el que se ubicaba allí, cuya forma era circular.

¿Qué ves en el espejo?

—Veo a una mujer que está comenzando a ser muy feliz —sonreí—. Que tiene la suerte de ver a su hijo sonriendo todos los días y de tener a un hombre excepcional a su lado que la apoya en todo momento. Veo que sus miedos e inseguridades se están esfumando. Veo que cada mañana se da una oportunidad a sí misma —mis ojos se empañaron—. Veo que lo está logrando.

Unos toques a la puerta me asustaron. Rápidamente sequé mis ojos con la primera toalla que encontré y me apresuré a abrir. Garret se encontraba del otro lado, con su cabello raro mojado y su sonrisa radiante.

—¿Está todo bien? Creí escuchar voces allá adentro.

—No es nada, cosas mías —hice un ademán, restándole importancia.

—Ok... —dijo, no del todo convencido—. ¿Vamos a ver a Mat? —me ofreció su mano y la tomé sin dudar.

—Vamos.

Caminamos hasta el final del pasillo que era donde se ubicaba la habitación de nuestro pequeñín. Al abrir la puerta lo encontramos muy despierto, sentadito sobre su cama y jugando con su Spiderman y su helicóptero. Al parecer el superhéroe tiene que detener al helicóptero malvado.

—Buenos días, cariño —le sonreí a la vez que caminaba hacia su cama.

—Buenos días, mami —me sonrió y luego a Garret—. Buenos días, tú.

—Buenos días, campeón —se sentó sobre la cama, junto a mí y frente al niño—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Ya lo estás haciendo, genio —señaló lo obvio, haciéndonos reír—. Pero sí, puedes.

—¿Por qué sostienes el helicóptero para jugar en vez de hacerlo volar?

—Ohh —hizo una mueca—. Es que mamá y yo nunca aprendimos a usar el control remoto, pero como me gusta mucho juego así.

—¿Y por qué no me dijiste? Yo puedo enseñarte a usarlo.

—¿¡En serio!? —su vocecita salió como un chillido.

—Sí, pero primero tienes que ir a darte una ducha, lavarte los dientes y desayunar. Luego podemos jugar todo lo que quieras.

—Vale —asintió para luego bajar de la cama e ir corriendo hacia el baño.

—Me gusta tu faceta paterna, ¿sabes? —le sonreí.

—¿Me crees si te digo que me gusta ser su papá?

Me mordí el labio inferior para no dejar salir un chillido de emoción a causa de sus palabras.

—Te creo.

(...)

—¿Cuándo volvemos a la casa de campo? —preguntó el rubito.

—Acabamos de regresar a casa, ¿y ya quieres ir de nuevo? —le dijo Garret, agitándole el cabello con la mano que no tenía ocupada, con la otra sostenía la manita del niño.

Sí, Mateo estaba muy a gusto caminando con destino a su habitación tomando las manos de ambos. Parece ficción, pero no, es pura realidad.

—Es que me divertí mucho. ¿Para la próxima podemos ir con el resto de la familia?

<El resto de la familia>

Garret y yo compartimos miradas de incredulidad y asombro para luego fijar nuestras miradas en el pequeño.

—Claro que sí, campeón. Para la próxima reuniré a toda la familia, lo prometo.

Ya habíamos llegado a la habitación de Mateo, pero antes de que este abriera la puerta, Garret se le adelantó interponiéndose. Por la sonrisa cómplice que mostró juraría que se traía algo entre manos.

—Mat, te tengo una sorpresa.

—¿Qué es?

—Si te dijera, no sería una sorpresa, genio —le respondió usando el mismo tono de obviedad que el rubito emplea—. Míralo tú mismo.

Sin más que agregar, abrió la puerta y nos dejó ingresar. Me quedé perpleja al divisar el cambio radical que había dado la habitación. Las paredes estaban pintadas de rojo y azul añil con grandes dibujos de telarañas. La cama estaba pintada como un gran collage de historietas del superhéroe, el edredón era rojo con una gran telaraña y el resto de las sábanas y almohadas azules con telarañas igualmente. Cada mueble era de los colores antes mencionados, pero con el color contrario a la pared junto a la que estaban posicionados y estaban adornados con pegatinas. Detrás de la puerta y ambos lados del clóset figuraban afiches de Los Jets, el equipo de fútbol favorito de Mateo, y también había una alfombra con el diseño de un balón cerca de la cama.

En resumen, transformaron la estancia en el sitio de ensueño para Mat.

—¿Y bien? —preguntó el responsable de todo esto en un tono ansioso—. ¿Qué te parece?

—Es que... —fueron las únicas palabras que logró articular antes de comenzar a correr como auto sin frenos de un lado para el otro por toda la habitación, creo que nunca lo había visto así de contento antes—. ¡Es increíble! ¡Es lo máximo! —gritó antes de correr de vuelta hacia nosotros para abrazar a Garret—. ¡Gracias! Eres el mejor.

Mi Expreso aprovechó para cargarlo y así poder disfrutar del abrazo, fue demasiado tierno. Juro que no podía dejar de sonreír.

—Mi pregunta es —intervine—, ¿cómo te las arreglaste para hacer todo esto?

—Quise hacerlo desde que descubrí que a Mat le gustaba el fútbol y que su superhéroe favorito es Spiderman, pero no había tenido la oportunidad. Así que lo ordené todo y Vivi se encargó de supervisar la ejecución mientras estuvimos fuera —el niño seguía maravillado observando a su alrededor—. Lo malo es que ahora cuando lo castigues enviándolo a su habitación, ya no será un castigo —bromeó.

—En serio gracias, Garret —musitó mi rubito mientras lo abrazaba.

—Y hay algo más.

Bastó un microsegundo para que Mateo se separa y lo mirara con ojos curiosos.

—¿Qué?

Esta vez caminó hacia la cama y sentó al niño allí, me indicó que también me sentara y así lo hice. Rebuscó algo dentro de un mueble que debía ser nuevo ya que antes no estaba y regresó con nosotros con una montaña de cómics.

No puede ser...

—Aquí están todos los cómics que le faltaban a tu colección —se los entregó al pequeño—. Bueno, no todos, en el mueble hay más y aún me faltan unos cuantos que son ediciones limitadas, pero si pude conseguir el helicóptero, los cómics serán pan comido, solo dame un par de días.

Mateo no le respondió, estaba muy ocupado intentando no llorar, lo supe por su naricita roja y sus ojitos empañados. Garret también lo notó y se agachó frente a él para estar a su altura.

—¿Qué pasa, campeón? ¿Por qué estás triste?

—No estoy triste —dijo mientras secaba sus lágrimas—, estoy contento. Nadie además de mamá y la tía Margarita había hecho algo tan lindo por mí. Muchas gracias...

Y eso fue todo lo que tuvo que decir para que mi castaño se inclinara para abrazarlo.

—Me alegra que te gustara, mi niño.

Me miró por encima del hombro del pequeño, ese tipo de miradas que te hacen sentir que todo va a estar bien, o no, que ya lo está. Garret Harriet llegó a nuestras vidas para reparar todo lo que estaba roto; y cada día me cuesta más no amarlo.




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Nuevo capítulooo!!!

El último cap del año, gente. ¡Les deseo a todos un feliz y fin de año y para mis lectores de España feliz año nuevo!
 
Espero que les haya gustado, escribí el cap con mucho amor y el año entrante vengo con todo.

¿Qué les parecieron las sorpresas de Garret?

Les maté la ilusión con la supuesta escena hot, ¿verdad?

Quiero aprovechar la fecha para agradecerles de corazón el gran apoyo que le han brindado tanto a la historia como a mí, es de las pocas cosas buenas que me ocurrieron en este 2021. Cap dedicado a mis polluelas que siempre están ahí para mí y a todos esos lectores que siempre me alegran el día con sus comentarios. ¡Los amo!

Besos de Karina K.love 😉

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