CAPÍTULO 22: ¿Quién dice que Mateo no tiene papá?

Garret

Pasó una semana y media desde ese fin de semana que Jess pasó con nosotros. Las cosas ya estaban bien entre Lily y Evan, por obra y gracia de mi señora madre. Resulta que fue la única en deducir dónde podría estar mi hermano y llevó a Lils y a Jess con él. Para cuando regresaron ya todo estaba bien, de hecho Ev está bastante arrepentido por cómo reaccionó ante la situación y está dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para compensar a su esposa por lo mal que la hizo sentir.

Pero ese es tema de mi hermanito y no puedo seguir intercediendo por él como solía hacerlo, es un adulto que sabe tomar sus propias decisiones y enmendar sus errores; y yo ahora tengo mi propia familia de la cual ocuparme.

Ingresé a la cafetería con una enorme sonrisa, cómo no sonreír si lo primero que ves al entrar al local es a mi rubia hermosa preparando cafés. Estaba muy concentranda organizando los utencilios de su espacio de trabajo como para percatarse de mi presencia, así que me limité a sentarme en el taburete de siempre, coloqué mi taza favorita frente a mí y apoyé mis brazos sobre la barra y mi mentón sobre mis manos esperando a captar su atención.

—¡Ah! —chilló del susto al verme y se llevó una mano al pecho, reí—. Me asustaste, tonto —me golpeó con el trapo con el que suele limpiar la barra.

—Lo siento —formé un puchero de disculpa y ella solo negó con la cabeza, sonriente.

—¿Y eso? —su mirada se posó sobre la taza.

—Es la taza que me regalaste por Navidad, ¿recuerdas?

Una mirada conmovida se apoderó de su rostro y su sonrisa se amplió.

—¿Qué? —me reincorporé.

—Es que...creí que no la usabas o que no te había gustado, porque nunca te había visto con ella en casa.

—No la he usado en casa porque allá no me haces expresos, Vainilla, y esta taza es exclusivamente para los que haces para mí —moví el recipiente en su dirección—. Vainilla, quiero mi expreso —recité las mismas palabras que figuran en la inscripción.

—Enseguida —tomó la taza y se puso manos a la obra con el café—. ¿Y a dónde fuiste? —preguntó en un tono muy casual, pero aun así me descolocó.

—¿Cómo que a dónde fui?

—Estás vestido demasiado informal como para venir de la empresa —me sonrió y luego volvió a desviar la vista—. ¿Tuvimos una reunión fuera? ¿O fuiste a ver a Corina? —se aclaró la garganta y presionó sus labios entre sí—. Perdón, acabo de sonar como novia celosa. Esas preguntas son incómodas, lo sé por experiencia propia.

—Para nada, sé distinguir cuándo estás celosa y no tiene nada de malo lo que dijiste. Eres muy observadora —volteó para guiñarme un ojo antes de proceder a agregarle el ingrediente especial al café—. Y tienes razón, hoy no fui a la empresa. Fui...a la fundación.

—¿La fundación? —balbuceó, nerviosa.

—¿Creíste que pasé por alto en tu relato que dejaste de ir cuando fueron a vivir conmigo?

—Eh... —se posicionó frente a mí, depositando la taza sobre la barra—. Al principio no quería que te enteraras de mi pasado y si iba a la fundación, comenzarías a atar cabos. Pero...¿por qué fuiste?

—No quiero hacerte sentir mal con esto —tomé una de sus manos—, pero fui a buscar ayuda.

—¿Ayuda?

—Sí, para lidiar con todo esto de...

—Comprendo —me cortó, suspirando—. De verdad lo siento. No debe ser fácil para ti tener que recurrir a ayuda profesional para lidiar conmigo.

—No lo hice para lidiar contigo como dices —aclaré—. Lo hice por mí. Y no, no es una especie de entrenamiento para enfrentar lo que te ocurre, sino para aprender a ayudarte a manejarlo. Quiero que veas en mí un apoyo, que sin importar lo mucho que te acechen los malos recuerdos sepas que estaré para ti y que nunca te dañaría. Pero temo no estar haciéndolo de la forma correcta.

—¿Qué? —rió sin gracia—. Estás bromeando, ¿cierto? ¿Acaso no te has dado cuenta de lo mucho que me apoyas? Lo haces. Todo el tiempo —sus bonitos ojos se cristalizaron—. Y que te estés tomando tantas molestias para ayudarme a superar todo esto es...

No la dejé terminar, me incliné para depositar un beso sobre su frente. Eso le transmite seguridad, lo he descubierto con el tiempo.

—No es una molestia ni una carga, ni injusto para mí. Necesito que dejes de creer que estar contigo equivale a eso, porque no es así sino todo lo contrario.

—Es duro para mí —murmuró.

—Lo sé —me senté nuevamente—. Por eso hablé con tu psicóloga y el resto de los instructores que te ayudaban para que regreses a las terapias, para ayudarte a sobrellevar lo único que aún no han trabajado en tu caso.

—El aspecto de las nuevas relaciones sentimentales —terminó por mí.

—Exacto. Están de acuerdo en que retomes las terapias los martes y jueves en las tardes. ¿Está bien para ti?

—No. Tengo que trabajar y buscar a Mat a la escuela, ayudarlo con la tarea...

—Tu turno acaba a las tres, así que le puedes dedicar el resto de la tarde a la terapia y yo puedo ocuparme de Mateo.

—No creo que se lo tome muy bien —rió.

—No, pero él está de acuerdo con todo lo que implique hacerte feliz y es muy maduro, comprenderá que requieres de este tiempo para ti. Además, creo que esta puede ser mi oportunidad para acercarme más a él, pasando tiempo juntos.

La expresión de Lori cambió a una de preocupación en un segundo. Trató de disimularlo, pero de igual forma lo noté.

—¿Qué pasa?

—Me preocupa...todo esto de que estreches lazos con Mat.

¿¡Qué!?

—¿Por qué?

—No lo sé... —se mordió el labio inferior—. Una cosa somos nosotros dos como pareja y otra muy distinta que te acerques a Mateo. Eso nos convertiría en... —se obligó a sí misma a detenerse—. Olvídalo, fue una tontería.

Una alarma proveniente de su celular sonó, lo tomó y le sonrió a la pantalla.

—Mi turno acabó —me avisó—. Me cambio y vuelvo. Ah, y tómate el café, se va a enfriar.

La vi desaparecer tras caminar a la parte trasera del negocio mientras se despojaba de su delantal. Sus palabras me habían dejado pensativo y además con un mal sabor de boca, el cual quise disminuir bebiéndome mi expreso con grandes sorbos, pero no obtuve ese efecto mágico que siempre me ha provocado.

Lori regresó poco después vistiendo su abrigo color rojo y le dio instrucciones a la chica que la relevó sobre todo lo referente al cambio de turno. Con el pasar de los meses se ha convertido como la segunda al mando en la cafetería, Lily ha depositado toda su confianza en ella. Salimos al exterior donde mi auto nos esperaba, abrí la puerta para ella y tomé mi lugar como piloto después.

No encendí el auto. De hecho, ni siquiera me coloqué el cinturón. La escena de hace rato seguía martilleando mi cabeza sin piedad. Sostuve el volante fuertemente con ambas manos. ¿Por qué me sentía tan mal?

—¿Por qué no nos movemos? —preguntó.

—¿De verdad sería una tragedia? —dejé salir la pregunta, así, sin más.

—¿De qué tragedia hablas?

Volteé para mirarla. Tenía el ceño levemente fruncido, la confusión reinaba en sus ojos.

—Que nos convirtiéramos en una familia —hablé—. ¿De verdad sería tan trágico?

Se incomodó en apenas un segundo, evitó mi mirada y la fijó en el camino a pesar de que aún continuábamos estacionados en el mismo sitio.

—No se trata de eso —murmuró—. Garret, Mateo lo es todo para mí y lo que más quiero es darle una familia y una infancia feliz, en especial porque se lo debo desde que nació. Que nosotros tres llegásemos a conformar esa familia me encantaría, pero una cosa es lo que yo quiero y otra lo que es mejor para mi hijo. Sé que tus intenciones son muy buenas, pero no puedes pretender ocupar el papel de padre de la nada si aún no hay ningún tipo de vínculo entre ustedes —me miró por fin—. Entiendo que te agrade, pero no nos engañemos, no lo ves como tu hijo. Al menos no todavía. Y no puedo exigirte sentimientos que no tienes como parte de lo que sientes por mí, eso sería muy egoísta.

—Ok, es comprensible —asentí—. ¿Pero cómo pretendes que se cree ese vínculo si no paso tiempo con él? Lori, no estoy haciendo esto porque quiera ganarme puntos contigo ni nada parecido, lo hago por él, porque también quiero hacerlo feliz. Sí, tienes razón, ese sentimiento paternal quizá no ha despertado aún y por eso quiero darme la oportunidad de entablar una relación entre ambos, que me vea como algo más que el tipo intenso que no para que coquetear con su mamá.

Eso le sacó una diminuta sonrisa.

—No puedo prometerte que llegaré a verlo como mi hijo ni mucho menos que él me llegue a ver como su padre, pero sí puedo estar a su lado como si lo fuera.

—¿Y si lo nuestro no funciona? ¿Y si se encariñan el uno con el otro y nosotros nos separamos? ¿Qué ocurrirá con ustedes entonces?

—Tú y yo somos una cosa, Mat y yo somos otra. Así que en el casi imposible caso de que lo nuestro terminara, me seguirías viendo la cara hasta que mi campeón también se harte de mí.

Me tomó desprevenido cuando se inclinó hacia mí y me envolvió entre sus brazos. Le correspondí el abrazo a la vez que ella susurraba un ''Gracias'' en mi oído.

—¿Esto significa que me das permiso para intentarlo?

—Sí.

—Perfecto —nos separamos—, entonces abroche su cinturón, Srta. Moon, la llevaré a la fundación.

—¿Ya? ¿Hoy?

—Sí, hoy es martes.

—Entonces eso quiere decir que hoy irás por Mat a la escuela.

—Y el jueves también, así será durante las próximas semanas.

—¿Y qué hay de tu trabajo?

—Ya me las arreglaré con mis horarios y pendientes. Además, soy uno de los dueños de la compañía, puedo hacer lo que me venga en gana.

—De acuerdo, Sr. Hago lo que me venga en gana —bromeó, ¿imitando mi voz?

—Yo no hablo así.

—Sí lo haces.

—Que no.

—Que sí.

Y con esa discusión tan tonta seguida de todo un protocolo que debo seguir para cuidar correctamente de Mateo ya que, en efecto, mi novia sí es una mamá osa, llegamos a la fundación. Creí que el retorno a este lugar le resultaría un tanto chocante, pero la sonrisa que se dibujó en sus labios al divisar el gran edificio me despojó de mis preocupaciones.

—¿Buenos recuerdos?

Asintió—. Aquí conocí a personas maravillosas que me recordaron cómo quererme, defenderme y autoapreciarme. Crecí mucho aquí.

—Pues ya estás de vuelta. Espero que te ayuden a sentirte mejor.

—Lo harán —me sonrió—. Gracias por traerme de nuevo y velar tanto por mí.

—Siempre —le sonreí—. ¿Quieres que te acompañe?

—No necesito escoltas, pero gracias.

Tomé su mano y deposité un beso sobre ella, luego dejé otros dos en su frente y en sus labios respectivamente.

—Te quiero.

—También te quiero —iba a darme otro beso, pero en su lugar estornudó y luego tosió un poco.

—¿Estás bien? —sobé su espalda para ayudarla a aliviar la tos.

—Sí —se reincorporó—. He estado así desde la mañana. Debe ser alergia.

—Eso no luce como una simple reacción alérgica —enarqué una ceja, dudoso.

—Estoy bien, Expreso. He sobrevivido a cosas mucho peores.

Cuando la escucho haciendo ese tipo de comentarios inmediatamente un sentimiento de amargura se apodera de mí. Me vienen a la cabeza una serie de escenarios en los que aparece golpeada y maltratada de todas las formas posibles, es insoportable, por un lado me insita a descargar toda mi ira y por el otro a amarla con tanta intensidad hasta que olvide todo lo que ese animal la hizo sufrir.

—De todas formas no me fío. Cuando llegues a casa te va a estar esperando un chocolate caliente.

—Ok, papá —bromeó y esta vez sí me besó—. Nos vemos luego.

Se despojó de su cinturón y abandonó el auto. Me quedé observándola, no pensaba marcharme hasta comprobar que estuviese sana y salva en el interior del edificio. Estando a medio camino me miró por encima del hombro y negó con la cabeza entre risas al percatarse de que seguía allí, agitó una mano a modo de despedida y siguió su camino hasta desaparecer de mi campo visual.

Miré la hora en mi reloj y me percaté de que aún me quedaba una hora antes de ir a buscar a Mateo, pero...¡al diablo! Quería pasar la tarde entera con él y qué mejor manera de ganármelo por hoy que recogiéndolo antes a la escuela.

Llegué a la institución un par de minutos después. Pedí hablar con la Srta. Kutchen, profesora a cargo del grupo al que pertenecen Mat y Jessie. La mujer esbelta de cabello corto me recibió sin inconvenientes, me puso al tanto de lo bien que le está yendo al niño y me permitió llevármelo. Estaban en pleno recreo, por lo que tuve que dirigirme al patio en el que juegan los niños entre preescolar y tercer grado en busca de mi pequeño. No tardé mucho en encontrarlo, sin embargo lo que vi no me gustó para nada.

Mat estaba sentado sobre una banca, cabizbajo, un grupo de niños que parecían ser de su edad lo estaban rodeando y burlándose de él, a excepción de Jessie que sí estaba de su lado, al parecer defendiéndolo. Desde mi posición me era difícil escuchar lo que decían, así que me aproximé tanto como pude y observé la escena detrás de una columna.

—¡Dejen a mi primo en paz! —exigió Jessie en un tono tan demandante que al menos dos niños del grupo lucieron intimidados.

—No es tu primo, porque tu tío no es su papá —zanjó el pequeño pelinegro que sostenía un balón de fútbol, lucía como el líder de la mini pandilla—. Mateo no tiene papá.

Esas palabras tan crueles me tocaron fuerte por dos motivos. Primero, me recordó a aquella ocasión cuando aún Evan y yo nos llevábamos mal en la que él gritó a los cuatros vientos que Jess no era mi sobrina porque yo no era su hermano ni ella su hija. Está de más decir que sus palabras repercutieron de la peor forma en la niña y en mí. Y segundo, regresé a cuando era un pequeño y tampoco tenía papá. Era duro, y más aún cuando alguien te lo recordaba de la misma forma hostil en la que ese niño acaba de hacerlo con Mat.

El rubito se limitó a agachar más la cabecita, mi sobrina por su parte dio un paso adelante enfrentando a los otros niños.

—Mateo sí tiene papá, mi tío Garret lo es —aclaró—. Ahora discúlpense con él.

—No —negó su contrincante—. Porque tu tío no adoptó a Mateo, así que sigue sin tener papá y por eso no queremos que juegue fútbol con nosotros. Nadie quiere en el equipo a alguien que no sabe jugar y que tampoco tiene un papá que le enseñe.

El resto de los niños comenzaron a burlarse y repetían el mismo coro: ''Mateo no tiene papá''. De nuevo el mismo sentimiento de impotencia que siento con el pasado de Lori regresó a mí, pero con más fuerza, en especial porque en este caso sí puedo hacer algo al respecto. Además, había algo más, un profundo sentimiento de enojo al ver cómo lo trataron, no lo sentía desde que Evan tenía 12 años y los chicos mayores lo molestaban; es...

Suficiente.

Salí de mi escondite tras la columna, caminé hacia la banca y me senté justo al lado de Mat. Con mi presencia el coro cesó y todas las miradas se posaron sobre mí, incluida la de mi campeón que tenía los ojitos cristalizados. No me extrañaba, en realidad me sorprendía que no hubiese roto en llanto todavía. Apoyé mis antebrazos sobre mis rodillas y les dediqué una severa mirada a esa mini pandilla cruel.

—¿Quién dice que Mateo no tiene papá?

—¿Y usted quién es? —preguntó el niño pelinegro, a la defensiva.

—Mucho gusto —sonreí con falsedad extendiendo mi mano para estrechar la de nadie en especial—, soy Garret Harriet, el papá de Mateo.

Mi sobrina se cruzó de brazos con toda una actitud de superioridad, es como si dijera: ''¿Se los dije, idiotas?''. Por otro lado Mat me observó con una mirada repleta de ternura, esta vez sí dejó escapar una lagrimilla que me encargué de secar antes de que se terminara de deslizar por su mejilla.

—Pero no lo has adoptado —refutó otro niño.

—¿Y eso qué? —respondió Jessie, adelantándoseme—. ¿No oíste lo que dijo mi tío? Él es su papá. ¿Lo vas a contradecir a él que sabe más que tú?

Me contuve las ganas de reírme, amo el enorme carácter que tiene esa niña.

—Bueno, puede que sí tengas papá —habló de nuevo el líder, rodando los ojos—, pero sigues sin saber jugar fútbol y no vamos a enseñarte.

—Yo puedo hacerlo —intervine—. Voy a hacerlo —esto lo dije mirando directamente a Mat para luego volver a centrarme en los mini matones—. ¿Y saben qué? No va a jugar con ustedes de todas formas porque no quiero que mi hijo se junte con niños mezquinos.

—No somos mezquinos —refunfuñó otro niño.

—Sí lo son —los encaró Jessie, acercándose amenazadoramente— y más les vale esfumarse ahora antes de que ocurra una de dos cosas: que vaya a darle las quejas a la Srta. Kutchen o que los golpée a todos.

Número uno: eso fue épico.

Número dos: mi sobrina da miedo.

Número tres: es la primera vez en mi vida que veo a alguien correr despavorido tras la amenaza de una niña, creo que mi madre está influyendo mucho en ella.

—Listo, Mat. Si vuelven a molestarte, los dejaré a todos sin pelo y lo usaré para fabricarles pelucas a Algodón.

Eso hizo reír un poco al rubito y seguidamente se inclinó para abrazar a su prima.

—Gracias por defenderme, Jess —murmuró.

—Para eso están los primos —se separaron—. Tío, ¿viniste por él?

—Mhm. A partir de ahora seré yo quien venga a buscarlo los martes y jueves.

—¿En serio? —dijeron al unísono.

—Sip —agité el cabello de mi niño—. Así nadie dudará que tienes papá, campeón.

—Bueno, entonces está en buenas manos —sonrió la mini castaña—. Me voy a jugar antes de que se acabe el recreo. Adiós.

Y se fue. Como si nada hubiese pasado.

Mat y yo nos quedamos solos, en silencio, observando a nuestro alrededor cómo un montón de niños corrían de un lado para otro disfrutando de distintos juegos. Él se giró para mirarme y pude vislumbrar que, a pesar de ya no estar llorosos, sus ojos aún denotaban una marcada tristeza. Hizo una mueca y se acercó un poco más a mí.

—Gracias por...

No dejé que siguiera, lo abracé. Entiendo que los niños sean crueles, que no tengan consciencia y que no entiendan el daño que pueden llegar a causar, pero eso no quita lo mal que hicieron sentir a mi pequeño. Daría lo que fuera para que no volviera a pasar por algo como esto jamás.

—¿Por qué no me contaste que esos niños te molestaban?

—Yo nunca te cuento nada, solo te digo lo mal que me caes.

Cierto.

—¿Y por qué no le contaste a tu mamá?

—No quiero que esté triste por mí. De todas formas no me molestan siempre, solo cuando les pregunto si puedo jugar fútbol con ellos o cuando todos hablan de sus papás.

Mi niño.

—No te preocupes, yo me encargaré de que eso no vuelva a pasar.

Nos separamos y por primera vez en días me mostró lo que tanto extrañé ver, su sonrisa.

—¿De verdad vas a venir a buscarme los martes y jueves?

—Anjá. Tu mamá volverá a asistir a la fundación esos días en las tardes, así que yo me encargaré de ti.

—Bueno... —dijo, encogiéndose de hombros y alargando la E.

Me preguntó qué significará que haga eso.

—Vamos por tu mochila al salón y luego tú y yo nos iremos a dar un paseo. ¿Te gusta la idea?

—¿Paseo?

—Hay un par de lugares que me gustaría mostrarte. Si quieres ir, claro.

—Ok —asintió, bajó de la banca y extendió su manita en mi dirección—. Vamos, te mostraré el camino.

Tomé su mano con gusto, esto es lo más cercano a amable que ha sido conmigo, no podía desaprovechar semejante oportunidad. A pesar de que recordaba muy bien cómo regresar a su aula, me dejé guiar fingiendo que no tenía idea. Al llegar se dirigió a su puesto y comenzó a recoger sus cosas, entonces recordé un detalle.

—Mat, ¿qué tal si hacemos tu tarea ahora y luego nos vamos al paseo sin que tu mami nos regañe por olvidarla?

—Ya la hice —dijo distraídamente mientras guardaba unos cuadernos en su mochila.

—¿En serio?

—Sí. Siempre me tomo la mitad del recreo de la tarde para hacerla y luego salgo a jugar. Mamá solo me ayuda con la tarea que no entiendo o la que dejo a medias a propósito porque sé que le gusta ayudarme.

Este niño es la cosita más tierna del universo.

—Entonces tenemos toda la tarde libre para hacer lo que queramos.

—¿A dónde me vas a llevar? —preguntó caminando hacia mí, ya llevaba su mochila puesta.

—Es una sorpresa.

(...)

—¿Qué es este lugar? —preguntó el rubito una vez nos encontramos fuera del local color azul, escaneaba visualmente la fachada con mucha curiosidad.

—Es una de las mejores tiendas deportivas de toda la ciudad.

—¿Deportiva? —asentí—. ¿Y aquí qué venden? ¿Jugadores de básquet?

—No, campeón —reí—. Venden implementos deportivos, artículos de equipos, pelotas autografiadas, ese tipo de cosas.

—¿Venden balones de fútbol también? —sus ojazos brillaron, mirándome.

—A eso vinimos, a comprarte el tuyo.

Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro al instante, eso era justo lo que quería. Desde que salimos de la escuela hasta llegar hasta aquí, había mantenido un semblante triste y apagado, así que esa sonrisa me acaba de agregar mil años de vida. Valiéndome del agarre de nuestras manos, lo guié hacia el interior del negocio. Tan pronto pusimos un pie dentro, quedó deslumbrado por la gran variedad de artículos que adornaban los estantes y repisas, en especial el área dedicada a su deporte favorito.

—Oye, Garret —me llamó, embelesado—. Sé que solo vinimos por un balón y mi mami me enseñó que es de mala educación pedir así, pero...

—Elije lo que quieras —lo interrumpí—, yo pago.

—¿En serio? —casi chilló.

—En serio —asentí—. Ve.

Alcé mi brazo ''dejándolo volar'', corrió despavorido hacia el pasillo dedicado al fútbol. Lo seguí, sonriente al ver cómo tomó el primer balón que vio y lo abrazó como si fuera lo que más quería en el mundo. También se interesó en un conjunto deportivo de Los Jets, mi equipo favorito, además de varios posters de sus jugadores preferidos, pegatinas, una gorra e incluso un muñeco de acción de G. Jones, el capitán y principal goleador.

Finalmente acabamos en la zona de venta de zapatos, tardamos un poco en encontrar la talla justa para sus pequeños pies, pero cuando al fin dimos con los indicados le quedaron a la medida.

—¿Te gustan, campeón? —pregunté lo evidente al ver que no paraba de caminar de un lado para otro admirando su nuevo calzado y medias a juego.

—¡Me encantan! Siempre quise uno de estos.

—Pues ya estás equipado para jugar como todo un profesional. Esos niños mezquinos no volverán a molestarte.

Formó una pequeña mueca con sus labios y agachó la cabeza.

Ay, no. No debí mencionar a esos pequeños demonios.

—Pero sigo sin saber jugar —se lamentó.

—Y ya te dije que te voy a enseñar.

—¿Lo decías en serio? —me miró, conmovido.

—Pues claro —le agité el cabello—. Tenemos el jardín y varios salones de la casa para entrenar. Podemos hacerlo en las tardes cuando me toque ir a buscarte al colegio y los fines de semana también.

—¿Entonces serás mi entrenador?

—Pues sí —le sonreí y, sin que me lo esperara para nada, me abrazó.

Mateo ''No te quiero cerca de mi mamá y me caes muy mal'' Phillips me abrazó.

—Gracias por defenderme hoy y por ser tan cool conmigo.

Eso me hizo reír un poco y lo envolví igualmente entre mis brazos, cargándolo mientras me levantaba.

—Siempre estaré para ti cuando me necesites. Prometí que sería tu héroe, ¿recuerdas? —asintió, sonriendo—. Bien, entonces vamos a pagar por todo esto —señalé el carrito de compra que se encontraba repleto por todo lo que eligió— y luego iremos jugar a un parque.

—¿Ya? —ensanchó sus ojos con sorpresa.

—¿Acaso quieres esperar al jueves?

—¡No, no, no! ¡Vamos!

(...)

—¡Gooooolll! —festejó el pequeño tras golear por tercera vez y quedando así en ventaja.

Ok, me gustaría decir que solo le he dado ventaja por ser un niño, pero no, no es así en lo absoluto. Mateo es todo un diamante en bruto en el fútbol. Fuimos al Coney Park, el lugar ideal para practicar varios deportes ya que está constituido por grandes y llanas áreas verdes, también contamos con la suerte de que no ha nevado en los últimos días y por lo tanto es más fácil desplazarnos.

Desde que comencé a darle las primeras lecciones básicas, Mat demostró que aprende muy rápido y tiene tanta energía y entusiasmo que resulta contagioso. Nunca lo había visto divertirse así en todos estos meses que llevo de conocerlo, y lo admito, me encanta tanto como ver a su madre feliz.

—Garret, ¿viste el gol que metí? —gritó mientras corría hacia mí, estaba un tanto agitado—. Golpeé el balón desde muy lejos, ¡y entró!

—Sabía que lo lograrías —esta vez no pude agitarle el cabello porque su gorro no me lo permitía, así que en su lugar lo alcé entre mis brazos—. Eres muy bueno, estoy orgulloso.

—¿De verdad lo estás? —preguntó como si nunca hubiese escuchado esas palabras en su vida.

Caí en cuenta de algo, Mat nunca ha tenido un padre que se lo dijera. Lorraine me contó que su padre biológico falleció cuando él apenas tenía un año y por obvias razones el animal de Roy nunca ejerció como figura paterna. Así que las únicas personas que han dicho estar orgullosas de él han sido Lori y Margarita; o sea que soy lo más parecido que ha tenido a un papá diciéndole que está orgulloso de él.

Le sonreí—. Sí que lo estoy. Mucho.

Iba a decirme algo, pero el sonido de ciertas pequeñas tripas rugiendo interrumpieron el momento. Mi vista y la del niño se desviaron hacia su pancita para luego mirarnos el uno al otro.

—Ups —sonrió con inocencia.

—¿Hace cuánto tienes hambre?

—No la había sentido hasta ahora, estaba muy ocupado jugando.

—Sí, pero no has comido nada desde que salimos de la escuela. Soy un desastre, debí llevarte a merendar hace horas.

—¿Me llevas ahora? Ahora sí lo siento y necesito hincarle el diente a algo.

—Creo que por aquí cerca hay una hot-doguetería —dije a la vez que recogía el balón del suelo y se lo entregaba.

—¿Hot-dogs? ¡Amo los hot-dogs!

—Pues vamos —lo alcé un poco más e hice que se sentara sobre mis hombros—. ¿Estás cómodo allá arriba?

—Sip. Me gusta —rió colocando el balón sobre mi cabeza.

Muy gracioso, campeón.

El trayecto desde el parque hasta la hot-doguetería no fue muy extenso, pero tampoco silencioso. No parábamos de hablar de Los Jets y de que sin duda teníamos que ver juntos el próximo partido. Me gustaba, tener cosas en común y pasar tiempo con él me gustaba mucho.

Al llegar al local en el que predominaban ridículas estatuillas de perros calientes y otras comidas chatarras, tomamos asiento en una mesa y pedimos un clásico, nada que no pudiésemos haber pedido en un puesto cualquiera, pero al menos la decoración del lugar era divertida.

—Siento que estoy dentro de un hot-dog —comentó Mat, observando a su alrededor—. Qué decoración tan fea.

Y en efecto, estaba un poco mal. El color de las paredes era el de uno bastante semejante al de las salchichas; los marcos de las puertas, los mostradores y las mesas eran de la tonalidad del pan; y un montón de siluetas de colores rojo y amarillo haciendo alusión al kétchup y la mostaza predominaban en todas partes.

—Sí, creo que deberían buscarse un mejor decorador de interiores —reí.

La camarera que nos atendió hace unos pocos minutos regresó con nuestros perros calientes y una gran sonrisa en su rostro que hasta cierto punto me pareció un tanto plástica.

—Aquí están sus hot-dogs —anunció colocando el mío frente a mí—, uno para usted —repitió el proceso con Mat— y uno para su hijo.

—Pero yo no soy su...

—¿Tienen malteadas de chocolate en el menú? —solicité, interrumpiendo al niño—. A mi hijo le encantan.

—Claro, enseguida se lo traigo.

La chica de larga cabellera castaña se fue y por un momento creí que Mat haría algún comentario sobre lo que dije, pero no, él estaba muy ocupado devorando su hot-dog.

(...)

—Entonces...¿te lo pasaste bien hoy? —cuestioné mientras caminaba hacia la puerta principal de nuestra casa, otra vez lo cargaba sobre mis hombros.

—Mejor que bien —admitió.

—Viste que no soy tan pesado como creías.

—Bueno... —otra vez alargando la E—. Ya no me caes tan mal...

¡Sí!

—...pero sigues teniendo prohibido coquetear con mi mamá.

Era demasiado bueno para ser verdad.

Reí por lo bajo y toqué al timbre, Vivi nos recibió, sonriente como siempre.

—Al fin vuelven, es casi de noche.

—Pasamos una tarde divertida —sonreí mirando hacia arriba para encontrarme también con una sonrisita de Mateo.

—Me alegro. Entren ya, hace frío afuera —dijo, haciéndose a un lado.

—Cierto, Lori me mata si nos ve pasando frío —reí al ingresar a la casa depositando al peque en el suelo.

—Hablando de mamá, ¡iré a enseñarle todo lo que compramos!

Cuando pestañeé ya no había rastro del niño, se había ido corriendo escaleras arriba. Lo seguí ya que temía que si no bajaba la velocidad, acabaría de cara al suelo. Lo alcancé y nuevamente lo deposité sobre mis hombros.

—Yo te llevo.

—Tienes que dejar de llevarme cargado a todas partes, sé caminar.

Me limité a reír y continué mi camino hacia la habitación de Vainilla. También moría por verla para contarle lo bien que resultó todo con el rubito hoy, fue un enorme avance.

—Mami, ¿estás ahí? —la llamó tras darle unos toques a la puerta.

—Sí, cariño.

Oh no, ese tono de voz estaba demasiado ahogado para mi gusto. Abrí la puerta con rapidez y me quedé helado al ver el estado en el que mi novia se encontraba.



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Nuevo capítulooo!!!

¡Por fin llegaron esos caps de padre e hijo que tanto moría por escribir!

Lori regresa a las terapias, ¿qué opinan al respecto?

A Mat lo molestan en la escuela, ¿se lo esperaban?

¿Alguien más quiere un padre como Garret o soy la única?

¿Qué creen que pasa con Lori?

Besos de Karina K.love 😉

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