CAPÍTULO 12: Me alejas, te acerco

Garret

—No puedo creer que me hayas convencido para hacer esto —resoplé.

—Vamos, Gary. No es mala idea.

—¿Presentarte a Lorraine para que la bombardees a preguntas y me dejes en ridículo es buena idea? ¿Tú crees? —bufé sarcásticamente.

Nos encontrábamos fuera del Sweet Paradise. Por pura casualidad me encontré a mi mejor amiga, ella vino para almorzar con Lily y yo, como de costumbre desde hace casi tres meses —sí casi es diciembre—, vine a buscar mi expreso con vainilla; y a verla. Pero a Corina no se le ocurrió una idea mejor que arrastrarme con ella a su almuerzo con mi cuñada para llamar la atención de Lorraine y obtener tanta información sobre ella como fuera posible, y yo de idiota me dejé enredar en su plan infantil.

En las últimas semanas no he hablado mucho con ella, ni con nadie a decir verdad. Los nuevos proyectos que hemos comenzado a llevar a cabo junto a los Ackerman ha absorbido mucho de mi tiempo, lo mismo pasó con Evan y los japoneses, y con Cori y Lily organizando los preparativos para el futuro lanzamiento de Eternal Love. Sí, todos muy ocupados. Pero de todas formas siempre me hago un hueco para esa rubia hermosa que sigue siendo un misterio del cual no tengo intención de desistir.

—No seas amargado y déjame comprobar si es una digna cuñada para mí.

Dicho esto, me tomó del brazo y me arrastró hacia el interior del local. Al ingresar no divisé esa llamativa cabellera rubia tras el mostrador, eso me provocó una extraña mezcla de alivio y decepción. Cori no tardó en ubicar a mi cuñada y arrastrarme en dirección a la mesa que esta ocupaba.

—Hola, Lils —la saludó como si fueran amigas de toda la vida.

Corina suele ser así. La primera impresión que da es la de una mujer seria e incluso un poco fría, pero si logras ganarte su confianza se transforma en un rayo de sol. Al parecer mi cuñada se ganó ese privilegio, aunque bueno, ambas son claros ejemplos del concepto de persona agradable, debí imaginarme que congeniarían así de bien.

—Hola, Cori —nos sonrió—. Cuñado, no sabía que nos acompañarías hoy.

—Yo tampoco lo sabía —suspiré con pesar a la vez que movía la silla hacia atrás para mi amiga—. Ella me interceptó afuera en la entrada —me senté también.

—Claro —asintió con una sonrisita pícara—, eso explica porqué estás aquí y no en la barra.

Aquí vamos otra vez.

—No lo digas como si nunca me sentara en una mesa —rodé los ojos.

—Es que nunca lo haces —reclacó, riendo—. No tienes idea de la cantidad de veces que has obviado la presencia de Evan, la mía o la de cualquier otro conocido que esté en la cafetería porque vas directo a la barra y le dedicas toda tu atención a cierta rubia.

Ok, puede que tenga un poco de razón. La cafetería es una maravilla y me encanta el ambiente que Lily le ha proporcionado desde que está a cargo, pero no voy a engañarme a mí mismo diciendo que lo único que me interesa de este lugar es pasar tiempo con mi rubia y probar esa bebida de dioses que ella prepara.

Pero, por obvias razones, nunca lo voy a admitir en voz alta.

—Cuéntame más acerca de este asunto —le pidió Corina inclinándose hacia adelante para darle un toque de confidencialidad a la atmósfera, en mi opinión sólo parecía una vieja chismosa—. Éste idiota no me cuenta nada.

—Es sencillo, Garret babea por Lorraine y viene prácticamente a diario sólo para verla, pero el muy testarudo no acepta lo que siente. Evan, Jessie y yo hemos armado una especie de plan para emparejarlos.

—¿Ah sí? Cuéntame los detalles.

A sabiendas de que Corina, por supuesto, se iba a sumar a ese absurdo plan y que sin importar lo mucho que lo negara seguirían creyendo que estoy loco por Lorraine —cosa que no es del todo falso—, me limité a mirar sobre mi hombro en dirección a la barra en busca de mi ojiazul favorita. Nada, no estaba allí. ¿Acaso era su día libre? Siendo sábado era posible, quizás para pasar más tiempo con Mateo.

Y hablando de Mateo, el niño me detesta.

Las pocas veces que me he cruzado con él aquí en el café o cuando voy de visita a casa de mi hermano, me ha recibido con sus pequeños brazos cruzados y cara de pocos amigos. He visto a niños celando a sus madres, pero lo de él es otro nivel. Y me causa gracia la situación ya que, independientemente de mi rara relación con su madre, el chico me agrada, pero el sentimiento no es para nada mutuo.

Cuando desistí de mi búsqueda visual y al resignarme a la idea de que no vería a mi rubia hoy, tres personas llegaron de la nada. Y no tres personas cualquieras sino...

—¡Tío Garret! —el chillido de Jessie alertó a toda la clientela del local, pero a ella le importó muy poco este hecho y corrió hasta llegar a mí para abrazarme—. ¿Viniste a ver a la tía Lorraine?

—¿Otra vez con eso, pequeña? —reí.

—No me voy a rendir hasta que se casen.

Ese comentario provocó la risa de todos los presentes, todos menos el pequeño Mateo al cual al parecer no le agradaba la idea. Me ganaré a ese niño tarde o temprano.

—Hola a todos —saludó finalmente mi hermano ya que su hija no le había dado la oportunidad de hacerlo—. Estos dos pequeñines querían ver a sus mamis así que me tocó traerlos.

—Ah, ¿entonces Lorraine sí está trabajando hoy? —comenté.

—Sí, ¿qué te hizo pensar que no? —cuestionó mi cuñada.

—No la vi, eso fue todo.

—Eso no fue todo —sonrió Evan—. Eso significa que la buscaste y te decepcionó no encontrarla.

Otra vez las miradas pícaras se posaron sobre mí, menos la de Mateo, él me estaba acuchillando con sus pequeños ojos azules. Me crucé de brazos ignorándolos por completo a todos.

—Me tomaré ese silencio como un sí.

Púbrete, Evan.

Los orbes verdes de mi cuñada viajaron hacia un punto del local detrás de mí y al instante una sonrisa se dibujó en su rostro. Levantó una mano e hizo una seña indicándole a alguien que se acercara, en menos de un minuto esa esbelta y perfecta figura se posicionó a mi lado portando, como siempre, su delantal y su sonrisa tímida.

¿Dónde te habías metido, vainilla?

—¿Desean algo? —preguntó dirigiendo su mirada hacia la pequeña libreta que sostenía para tomar las órdenes, estaba evitando contacto visual conmigo y no entendía el motivo, eso había dejado de ser un problema hace semanas.

—¿Es ella? —preguntó Corina sin una pizca de discresión.

Jessie —quien también carece de discresión— asintió contenta y emitió una risilla delatora. Al parecer hoy es el día de avergonzar a Garret.

Mi castaña amiga se levantó del asiento que ocupaba a mi lado y extendió una mano hacia la rubia, ofreciéndosela a modo de saludo cordial.

—Un placer, soy Corina Wood.

La rubia aceptó el apretón de manos y luego rompió el contacto con mi amiga como si su toque le quemara. Estaba incómoda, era obvio.

—Soy Lorraine Moon, un gusto.

—Sé quién eres, créeme. Garret me ha hablado mucho de ti.

—Corina —la reprendí entre dientes.

—¿Ah sí? —la rubia me miró con una expresión un tanto rara, parecida a la que su hijo me lanza cada vez que me ve.

—Bueno, en realidad lo he obligado a soltar la sopa —se sentó—. Necesitaba saber todo sobre la mujer que le robó el sueño a mi mejor amigo.

La expresión de Lorraine cambio en un fracción de segundo, casi se le cayó la libreta de la impresión.

¿Por qué tan sorprendida, vainilla?

—¿Me-mejor amigo? —tartamudeó tras tragar saliva.

—Sí, somos mejores desde niños —sonrió Cori.

—¿No te había contado a ti tampoco sobre Corina? —le preguntó mi hermano a la rubia a lo que ella negó con la cabeza—. Pues ella es la mejor amiga de mi hermano. Es como Jasmin para mí o como Mateo para Jessie.

—O como los mellizos Stone para mí, entiendo —agregó ella con una sonrisa tímida—. Emm, bueno, tengo que seguir trabajando.

—Pero no has tomado nuestra orden —objetó mi cuñada antes de que se diera a la fuga.

—Cierto —carraspeó—. Capuchinos para Evan y Lily, malteadas de chocolate para los niños, expreso con vainilla para Garret y...¿para Corina? —la señaló con el bolígrafo.

—Lo mismo que Garret, me gustaría probar ese café mágico que tanto le gusta.

El rostro de la ojiazul se tornó rojo y antes de que alguien comentara algo al respecto, dio media vuelta y huyó casi corriendo. Era consciente de que Mateo me estaba aniquilando mentalmente y que los individuos restantes sentados a la mesa me molestarían de por vida por esto, pero me atreví a levantarme para seguirla. ¿Y adivinen cuál fue mi excusa?

—Voy al baño.

Sí, muy original.

No la encontré tras la barra, pero alcancé a ver cómo se escabullía por un pasillo que, si mal no recuerdo, lleva al almacén, la cocina y la oficina de Lily. Justo estaba a punto de escapárseme de nuevo cuando la tomé del brazo y nos oculté a ambos en un pequeño rincón sin salida, desde ahí podíamos ver parcialmente el local pero nadie que no pasara por allí podría vernos a nosotros.

La acorralé contra una pared poniendo mis manos a ambos lados de su cabeza. Creí tenerlo todo controlado hasta que me tomó uno de los brazos, tiró de él y en un movimiento rápido —que apenas procesé por la agilidad de sus movimientos— me encontré con la cara estampada contra la pared contraria y con ella tras de mí sujetando ambas manos detrás de mi espalda. ¿Había acabado de hacerme una especie de llave?

—El truco del chico malo no va conmigo —susurró en mi oído antes de soltarme.

Me giré y me acomodé la chaqueta mientras ella me sonreía orgullosa de su hazaña.

—¿Desde cuándo sabes hacer llaves?

—Me anoté a clases de defensa personal —se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa, con una seguridad no tan propia de ella pero que me encanta—. Siguiente pregunta.

—¿Qué fue lo que pasó hace rato?

Su expresión segura pasó a una más inquieta y nerviosa, evitó mi mirada para dedicarle toda su atención al movimiento ansioso de sus manos sobre su delantal, he notado que hace ese gesto cuando se siente incómoda.

¿Vuelvo a estar al mando, vainilla?

—Atender mesas no es lo mío.

—Esa no es la respuesta correcta —di un paso adelante, acortando la distancia entre los dos—. Inténtalo de nuevo.

—No esperaba verte ahí —sus ojos seguían clavados en su delantal, aunque ya no frotaba sus manos sobre el mismo.

—Respuesta incorrecta de nuevo —di otro paso más cerca y la tomé de la barbilla obligándola a mirarme—. Dime la verdad.

Se mordió el labio inferior con...¿vergüenza? No lo sé, pero lucía tierna.

—Quizás... —carraspeó—. Quizás no me gustó la idea de verte sentado en una mesa con una mujer tan guapa.

Wow, wow, wow. ¿Qué tenemos aquí? ¿Vainilla celosa?

—¿No te gustó verme en una mesa en lugar de en la barra contigo o que estuviese acompañado de Corina?

Sus ojos volvieron a escapársele a los míos, por lo que acerqué mi rostro al suyo haciendo que se encontraran otra vez.

—Responde, no es tan difícil.

—Ambas —murmuró.

—¿Estás celosa entonces? —sonreí.

—Puede.

—¿Puede que sí o puede que no?

—Puede que sea bastante idiota al celarte cuando no somos nada.

Llevé mis manos a su cintura y la acerqué a mí tanto como me fue posible. Como la noche del cumple de Jess —del cual ha pasado casi dos meses— colocó sus manos sobre mis hombros dejándose llevar por el momento.

—Somos algo —rocé mi nariz con la suya—. Algo que no tiene nombre y ni siquiera entendemos del todo bien, pero lo tenemos.

—Y no deberíamos tenerlo —susurró antes de liberar mis hombros de su toque y de dar un paso atrás liberándose de mi agarre, huyendo de mí de nuevo; y estaba comenzando a hartarme de eso.

—¿Por qué? ¿Por qué le pones tantos peros a lo nuestro cuando es obvio que lo que siento por ti es totalmente correspondido?

—Porque... —bajó la cabeza—. Porque mereces a alguien mejor que yo.

¿Alguien mejor que ella? Ok, Lorraine es muchas cosas, pero nunca creí que entre ellas se encontrara insegura o algo parecido. En los últimos meses he pensado que la razón por la que huye de mí es que acababa de salir de un matrimonio infeliz y entablar una nueva relación no estaba entre sus planes cercanos, no que se creía insuficiente.

—Vales muchísimo...y será demasiado difícil encontrar a alguien tan buena como tú. ¿Eres consciente de ello?

—La encontrarás, tienes mucho de donde elegir.

—¿Y si quiero escogerte a ti?

—Oh, vamos, Garret —bufó, exasperada—. ¿Qué tengo yo de especial?

—Mucho —negué con la cabeza, incrédulo ante lo que estaba oyendo—. Y no entiendo cómo es que no te das cuenta.

—Garret, escucha —suspiró—. Ahí afuera debe haber una mujer maravillosa esperándote. Una que no tenga un hijo, que no esté divorciada, que no... —se detuvo en seco, como si hubiese estado a punto de decir algo indebido.

Enarqué una ceja—. ¿Que no qué?

—Olvídalo —suspiró.

—Dime —insistí—. Llevo meses intentando conocerte, descubrir cuáles son esos misterios que escondes, tomándomelo con calma para no plantarte un beso en cualquier momento. ¿Y sabes qué he conseguido? Nada. Porque no me cuentas nada, no me permites entrar.

—Quizás sea porque no quiero que entres —sus ojazos se clavaron en los míos—. Era muy fácil venir, pedir tu café, bebértelo y marcharte. ¿Por qué no hiciste eso?

Cierto, eso hubiese sido más sencillo. Nunca me había enganchado por alguien de esta forma, y hasta cierto punto me siento ridículo por mendigar un poco de su atención a diario, por no haber hecho las cosas a mi manera desde el principio; pero ella es tan única que sentí que debía ser distinto y eso es lo que me ha llevado a donde estamos ahora.

La respuesta a su pregunta es sencilla.

—Por ti —la tomé de la cintura una vez más y comprobé que sus palabras y su cuerpo no estaban de acuerdo, volvimos a la misma posición de antes—. ¿En serio no te gusto ni un poco?

—No se trata de que me gustes o no, es...

—Quiero saber —la interrumpí—. Quiero saber si he desperdiciado los últimos meses en vano —aparté un mechón de su cabello tras su oreja—. Merezco saber si le gusto a mi crush, ¿no crees? —reí, contagiándola, si algo he aprendido de ella es que presionándola de más sólo consigo que se siga cerrando a mí.

—Sí —dijo en un hilo de voz casi inaudible.

—Ok, ahora repítelo en un tono que el oído humano sea capaz de percibir —bromeé ganándome un golpe amistoso en el pecho de su parte.

—Me gustas —sonrió y seguidamente suspiró, como si haber dicho esas dos palabras tan simples le hubiese quitado un enorme peso de encima.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? —le sonreí, pero no recibí el mismo gesto en respuesta.

—Nada.

—Ah-Ah, respuesta incorrecta.

—Sabes que una posible relación entre nosotros es algo precipitado, arriesgado y posiblemente no funcione.

—¿Por qué eres tan pesimista? —resoplé—. ¿Es precipitado? Bien, vayamos lento. ¿Es arriesgado? Quizás, pero algunas veces tomar riesgos acaba siendo la mejor decisión. Y si no funciona, pues... —reí por lo bajo—. ¿Sabes qué? Eso no va a ocurrir, no voy a dejar que pase.

—Garret, hay muchas cosas que no sabes de mí.

—Entonces cuéntamelas, me encantaría escuchar cada una de ellas.

Otra vez desvió la mirada, pensando. No sé cómo se las arregla pero siempre tiene una excusa para obstruirme el paso. Tiene montones de ellas, o no, son ilimitadas.

—Estás consciente de que tengo hijo, ¿verdad?

—Anjá. ¿Y qué con eso?

—Que eso es un problema.

—¿Por qué?

—Porque él ya ha sufrido bastante por mi culpa y no pretendo que pase de nuevo —se separó de mí—. Sé que eres un buen hombre y que tienes buenas intenciones, pero yo no puedo ofrecerte lo que estás buscando. Lo siento.

Bravo, Lorraine Moon, el arte de rechazarme se te da de maravilla.

Olvidando por completo mi orgullo y dignidad, abrí mi bocota con la intención de darle un nuevo argumento que de seguro también rechazaría, pero me detuve al notar la presencia de cierto pequeño rubio. Me repasó de arriba a abajo con una mirada de desconfianza para luego centrarse en su madre.

—Mami, ¿se va a tardar mucho mi malteada? —preguntó haciendo un puchero.

Sonreí al instante, ese niño es demasiado tierno. Su madre por su parte reaccionó, al parecer la hice olvidar por completo que tenía un pedido por entregar.

—Mierda —maldijo por lo bajo—. Ya voy, cariño. Me entretuve...

—Con él —el niño la interrumpió, señalándome con el dedo.

Las mejillas de Lorraine adquirieron un color carmesí antes de negar repetidas veces con la cabeza y de lanzarle una mirada de advertencia a su hijo. Él le respondió con una expresión desafiante y se sumieron en un duelo de miradas muy intenso, parecía que se estaban comunicando telepáticamente y yo no era más que un expectador necesitado de subtítulos para comprender.

—Voy a encargarme del pedido y usted, señorito, regresará a la mesa —le ordenó, autoritaria.

—Pero quiero hacer pipí —se quejó él haciendo que su mamá exhalara con cansancio.

—Ok. Ve al baño y regresas a la mesa, ¿entendido?

—Entendido —asintió.

La rubia se esfumó por el pasillo dejándome a mí con el niño que, por lo que pude notar, usó la excusa del baño para quedarse a solas conmigo. Era gracioso, yo había acabado de hacer lo mismo con su madre. Se cruzó de brazos y me lanzó una de sus usuales miradas asesinas, me estaba adaptando a ellas casi tan bien como al rechazo de su progenitora.

—¿Cómo estás, Mat? —sonreí, tratando de ser amigable.

—Me llamo Mateo —me corrigió, tajante y demasiado rudo para ser un niño de 6 años.

—Bien. Mateo entonces —asentí.

—¿Qué hacías con mi mamá? —cuestionó, frunciendo el ceño.

Tengo suerte de que sea su hijo y no su padre, de lo contrario ya me habría dado una paliza.

—Conversábamos.

Dio un paso adelante y me hizo una seña con la cabeza indicando que me agachara. Le obedecí conteniendo mis inmensas ganas de reírme, nunca me imaginé acatando las órdenes de un niño. Entornó sus ojitos celestes en mi dirección y emitió un resoplido.

—Mi mamá es la mejor mujer del universo y no quiero que le coquetees, ni tú ni nadie, ¿me oíste?

—Pero...

—Pero nada —me cortó, enojado—. Ella no necesita un novio ni yo un papá y tú sólo eres el tío de Jessie.

Dios, cuánto carácter tiene este niño.

—Y si a mí me gustase tu mamá, ¿qué pasaría?

—Te vas a quedar con las ganas —se encogió de hombros.

Esta vez no pude evitar reírme, el chico resultó ser brutalmente honesto e inteligente para su edad.

—No te rías, lo digo en serio.

—Sí, lo sé —reprimí una carcajada—. Perdón.

—Bueno, ya quedas advertido —descruzó los brazos—. Ahora voy al baño porque era verdad que me estoy haciendo pipí.

Y sin decir nada más, giró sobre sus pequeños pies y comenzó a caminar en dirección al baño.

—¿Quieres que te acompañe?

Se detuvo en seco y giró para mirarme, muy mal por cierto.

—No soy un niño pequeño, puedo solo. Además, tú no eres mi papá.

Y se fue.

Me quedé ahí, agachado como un idiota pensando en lo que acababa de pasar. Recapitulando, la madre me rechaza y el hijo me quiere lejos de ella, no sé cómo pretenden que seamos una familia de ese modo.

¿¡Pero en qué mierda estoy pensando!?

(...)

Transcurrieron un par de semanas desde el día del ''incidente'', por llamarlo así.

Evité frecuentar la cafetería porque, a decir verdad, un nuevo rechazo no era lo que quería de regalo de Navidad. También me concentré más en el trabajo, no sólo para no pensar en la rubia sino porque los Ackerman estaban en la ciudad supervisando un proyecto con nosotros y debíamos ultimar detalles lo antes posible, ellos, al ser una familia tan unida, les urgía regresar a Emerald Hills por las fiestas.

Y hablando de fiestas, éste año iba a ser diferente. Sería nuestra primera Navidad con Lily y Jessie en la familia, y con una bandera blanca por parte de Evan. No lo festejaríamos todos juntos como debería ser, mamá y papá estaban de acuerdo conmigo en que debíamos darle su espacio a mi hermano y dejarlo disfrutar sus primeras fiestas con su propia familia sin que nuestra presencia lo incomodara, sólo iríamos la mañana navideña a entregarles nuestros regalos y volveríamos a casa.

Ahora me encontraba reunido con el Sr. Ackerman y con mi padre en la oficina de este último. Ambos hablaban de temas de presupuesto e inversión del cual ya tenía conocimiento, por lo que preferí no prestarles la debida atención. Estaba agotado, física y mentalmente. Gracias a las asociaciones tanto de los Ackerman como con los japoneses, nuestros ingresos aumentaron considerablemente y el cierre anual era envidiable, pero lograrlo nos ha costado muchas noches de desvelos y horas extras que cubrir, así que tenía pensado hibernar hasta el siglo que viene en cuanto llegase a casa.

Por puro aburrimiento comencé a detallar visualmente los objetos esparcidos sobre el escritorio de papá. No había nada fuera de lo común, pero mis ojos se enfocaron en algo que sí me interesó: un portarretrato. Era pequeño y en él figuraba una fotografía un tanto antigua, éramos los Harriet, hace unos cuatro años atrás. Los cuatro vestidos de traje y luciendo nuestras mejores sonrisas, excepto Ev que mostraba solo una a medias.

Caí en cuenta en ese momento de que ese detalle de colocar un retrato familiar en el escritorio es algo que todos hacen todo el tiempo. Todos tienen uno, mamá tiene el suyo con la misma fotografía y, si no recuerdo mal, Evan tiene una de él con sus chicas en el zoológico. Solo yo no tengo uno.

<El tío Garret no tiene familia>

Esas fueron las palabras de mi sobrina cuando propuso que actuara como el padre de Mateo el primer día de clases. Y, si bien sí tengo familia, no he conformado la mía propia. Sería un poco deprimente que mi portarretratos alojara una foto de la familia que no construí yo o que fuera tan masoquista como para buscar una antigua de cuando mi padre biológico vivía.

Das pena, Garret.

La reunión concluyó conmigo sin tener ni puta idea de los últimos temas que se trataron. Regresé a mi oficina y me lancé sobre mi silla sin muchos ánimos. ¿En serio me había bajoneado por un estúpido portarretratos? Mi mente estaba de acuerdo y de hecho hoy había sacado a la luz su faceta masoquista porque mis manos se movieron por su cuenta en busca de mi teléfono y, dentro de éste, las dichosas fotos del cumpleaños de Jessie. Me quedé como idiota mirando las fotografías. Había que admitir que lucíamos bien como familia, tan bien que podría imprimir una de las fotos y...

—Sería mejor si pudiera hacerlo real.

Tiré el móvil a un lado y en ese momento escuché unos toques a la puerta. Grité un ''pase'' sin importarme quién estuviera del otro lado del umbral y me sorprendí al divisar la figura esbelta de Nancy. La he conocido mejor durante este tiempo y me sorprendió descubrir que no es tan altanera y engreída como pensé al principio, incluso es una buena compañía fuera del ámbito laboral, somos amigos.

—¿Estás libre? —preguntó, sonriente.

—Para ti jamás —hice un ademán señalándole una de las sillas del otro lado de mi escritorio—. ¿A qué debo el honor de tu visita?

—A que esta es la última vez que me verás este año —se sentó.

—¿Ya te vas a tu ciudad?

—Sí, mis padres se van a encargar de los últimos detalles aquí, pero mi hermano y yo nos vamos antes, no podemos perdernos los pastelillos de la abuela.

Y sí, los Ackerman son el ejemplo perfecto de esas familias de película de Disney o comercial de televisión. No ha habido una sola oportunidad en la que no se expresen con amor del resto, como se supone que debe ser, como me gustaría que los Harriet fuéramos.

—Entonces supongo que te veré el año entrante.

—¿Qué va a hacer tu familia por Navidad?

Buena pregunta y su genial respuesta es: nada porque no somos ni la mitad de unidos de lo que les hemos hecho creer, pero Evan ya no nos odia, eso es un avance.

—Lo normal. Las tradiciones típicas como beber chocolate caliente, cantar villancicos, ya sabes, lo clásico.

—No me imagino a los grandes Eduard, Evan y Garret Harriet cantando villancicos —rió.

—Te sorprendería lo que un puchero de mi sobrina es capaz de conseguir —reí también.

—¿Y tu hijo no lo hace?

¿Eh?

—¿Mi hijo? —reí—. ¿De qué hablas? No soy padre.

—Bueno...lo sé —lucía incómoda—. Pero supuse que lo considerabas como tal.

—¿Qué? ¿A quién? No sé de qué hablas.

—Hablo del hijo de tu novia.

Y un huracán categoría cinco sacudió todo en mi cerebro. Si ella pensaba lo que creí que estaba pensando...

Tomé mi teléfono y al encenderlo la fotografía que estaba observando hace un rato ocupó toda la pantalla. Se la mostré a Nancy y señalé a Mateo.

—¿Te refieres a ellos?

—Sí, tu familia.

<Tu familia>

A mi mente llegaron los recuerdos de la fiesta de celebración cuando firmamos con los Ackerman y cómo Nancy se refería constantemente a mi familia.

No. No. ¡No! ¡No! Que no sea lo que estoy pensando.

—La verdad es que al principio no estábamos muy convencidos contigo. Sabíamos que eras un joven magnate con mucha experiencia para ser tan joven, al igual que tu hermano, pero no estábamos seguros con respecto a ustedes. Luego un día, investigando un poco sobre la familia Harriet, di con las fotografías del cumpleaños de tu sobrina y me quedé helada al ver las hermosas familias de cada uno. Supimos en ese momento que debíamos darles una oportunidad y hasta ahora todo ha resultado de maravilla.

Mis neuronas estaban al borde del colapso. Hasta ahora creí que se habían decidido a firmar con nosotros al ver que nos asociamos con los japoneses, no porque todo el asunto familiar fuera tan importante que malinterpretaron unas fotos. Maldita sea, ellos creen que Lorraine y Mateo son mi familia, ese es el motivo por el que aceptaron la negociación y si se enteran de que no es así...

—Garret, ¿estás bien? —dijo Nancy, sacándome de mis pensamientos—. Estás...un poco pálido.

—No, no, estoy bien —repuse—. Es que me sorprendiste, no tenía idea de que ese fuera el verdadero motivo.

—Pues sí —sonrió—. Y dime, ¿el año que viene sí tendré el honor de conocer a tu familia?

Dios mío, en qué enredo me he metido.

—No lo sé —carraspeé, no quería sonar tan nervioso—. Te recuerdo que reunir a todos los Harriet es difícil.

—Bueno, supongo que tendré que conformarme con sus fotografías navideñas por el momento —se encogió de hombros—. Pero no creas que me voy a quedar con las ganas de conocer a tu familia y no soy la única, aún merodean chismes acerca de tu ''esposa secreta'' y esas tonterías.

Madre del amor hermoso, ampárame.

—No tenía idea de que era tan popular —reí sin gracia.

—Disfruta tus quince minutos de fama —bromeó mientras se levantaba—. Debo irme ahora o perderé mi vuelo.

—Feliz Navidad, espero que lo pases bien con tu familia.

Y gracias por hacerme entender en el embrollo en que me metí.

—Lo mismo te deseo, Garret.

Lo que necesito es un milagro, no buenos deseos navideños.

La acompañé hasta la salida y tan pronto la perdí de vista corrí hacia mi escritorio, tomé mi teléfono y la llamé. Debía resolver este problema cuanto antes.

—¿Hola? —su voz, la extrañaba.

Céntrate, Garret.

—Lorraine, necesito verte.


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Nuevo capítulooo!!!

Roces, roces y...rechazos.

Mateo advirtiéndole a Garret que lo quiere lejos de su mamá. ¿Acaso no es super tierno?

¡Por fin conocen el motivo por el cual en la sinopsis dice que Garret necesita una familia! Y no cualquier familia, los necesita a ellos.

¿Qué pronostican para el próximo cap?

Besos de Karina K.love 😉

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