CAPÍTULO 10: Ser fuerte

Lorraine

El miedo se había apoderado por completo de mí.

Roy mantenía su agarre firme en mi cabello tirando de él sin compasión alguna. Lágrimas de pavor, impotencia y rabia conmigo misma por no ser capaz de defenderme, se desplazaban por mis mejillas. Sentí que los últimos dos meses en los que había logrado tantas cosas se habían borrado, que mis sacrificios no sirvieron de nada y que sin importar cuánto huya la sombra de ese monstruo siempre me perseguirá.

—¡Suéltame! —demandé en un tono firme, recordé que en mis terapias me enseñaron a no dejarme intimidar, que el miedo sólo le daba más poder al agresor.

—¡Quédate quieta, perra! —gruñó sujetándome con más fuerza y, por ende, lastimándome—. Sabía que esa vieja traería problemas, pero no que serías tan estúpida como para escapar —siseó cerca de mi oído, el olor a tabaco proveniente de su boca me provocó náuseas—. Llevo dos meses buscándote por toda la ciudad, pero nunca imaginé que vivieras en la zona de los ricos —los dedos de su mano libre se hundieron en mi rostro a ambos lados de mi mandíbula, dolía, pero me avergonzaba admitir que estaba acostumbrada a ello—. Dime, ¿a qué ricachón te tiraste para acabar viviendo en un lugar así?

Tenía miedo, pánico de que ese animal tomara represalias contra Mateo y ciertamente no me creía suficientemente fuerte como para enfrentarme a él, dadas las circunstancias. Pero recordé todo la ayuda que recibí, lo mucho que avancé y la buena vida que tenía ahora. Quizás él era más fuerte pero ésta vez no me sometería a su voluntad con tanta facilidad, tal vez yo era débil pero no regresaría a ese infierno jamás.

Le propiné un pisotón con toda la fuerza que pude lo cual me liberó de su agarre. Aproveché para correr en dirección a la entrada de la mansión y, a sabiendas de que me alcanzaría sin problemas, opté por buscar una segunda vía.

Gritar.

—¡Ayuda! ¡AYUDA, POR FAVOR! —grité como si mi vida dependiera de ello, o no, mi vida sí dependía de ello.

Una mano gruesa y fuerte me tomó del brazo haciéndome retroceder y caer sobre su pecho. Continué gritando mientras que en un movimiento rápido hizo que me girara y sus fuertes manos agarraron mi cuello.

—¿Crees que alguien te puede ayudar, estúpida? —dijo entre dientes con una macabra sonrisa en sus labios, es un jodido psicópata—. Tú eres mía. ¿¡Me oíste!? —su agarre se intensificó, me estaba costando respirar con normalidad—. ¡Eres mía!

El oxígeno que llegaba a mis pulmones cada vez era menos, una terrible sensación de ahogo me consumió y eso sumado a lo terrorífico de la situación, sólo lo empeoraba. Comencé a sentir que mis fuerzas disminuían, mi vista se tornó borrosa y sentía que en cualquier momento desfallecería; me estaba asfixiando.

—¡Suéltala! —escuché a alguien gritar, pero debido a mi casi estado de inconsciencia no fui capaz de identificar de dónde provenía o a quién le pertenecía dicha voz.

Todo ocurrió en cámara rápida.

Roy apretó mi cuello con más fuerza mientras me sarandeaba y me gritaba algo que no lograba comprender. Después vislumbré dos figuras altas que lo alejaron de mí y, apenas consciente de lo que ocurría a mi alrededor, caí hacia atrás y unos delicados brazos me agarraron.

Al volver a la realidad, comencé a toser sin control y una gran sensación de alivio me invadió al sentir el oxígeno llenando mis pulmones otra vez.

—Respira, Lori —quien decía esas palabras era la persona que me sostenía, Lily—. Respira.

Tragué saliva y llevé mi mano a mi adolorido —y seguramente amoratado— cuello. Mis sentidos despertaron y fui capaz de enterarme de lo que ocurría a mi alrededor, Lily me abrazaba, protegiéndome, mientras que Evan y Fred se enfrentaban a Roy, el primero sujetaba con furia el cuello de la camisa de mi agresor.

—Así que tú eres el hijo de puta que la golpeaba, ¿eh? —bramó un indigando Evan.

—Y tú debes ser el riquillo al que esa perra se está tirando —rió con cinismo el animal—. ¿Cuánto te está cobrando por la noche?

El pelinegro estuvo a punto de golpearlo, tanto así que su puño se quedó en posición, listo para estamparse contra el pómulo de mi marido. Sin embargo, su rostro se giró hacia mí y pude ver en sus ojos verdes un atisbo de comprensión y empatía. Volvió a mirar hacia mi atacante y lo alejó con un brusco empujón.

—¡Lárgate de aquí! —ordenó Ev con seguridad y sin titubeos, no le tiene miedo a ese imbécil.

La sonrisa cínica de mi esposo desapareció dándole lugar a una mueca torcida y su característica mirada fría y macabra, esa que aún me causa temor; y lo peor es que él lo sabe.

—¡No me voy a ninguna parte sin mi mujer! —caminó hacia mí lo cual me hizo retroceder inconscientemente, pero antes de que ese bestia tuviera la oportunidad de aproximárseme más, Fred lo interceptó—. ¡Lorraine, ven aquí! —ordenó ya bastante más molesto.

—¿Qué acaso no oíste que te largaras? —espetó Lily abrazándome con más fuerza.

—Ella es mi mujer, escapó de la casa llevándose a Mateo con ella —me señaló acusatoriamente con el dedo—. Eso es abandono de hogar y puedo denunciarla por ello —su macabra mirada se posicionó sobre mí—. Y también puedo quitarle a Mateo.

Eso último me dejó helada. Mateo no. Si él conseguía quitarme a Mateo legalmente sería capaz de hacerle cualquier cosa, no podía permitir que eso sucediera.

—No puedes hacer eso —mi voz salió ronca y temblorosa a causa de su intento de ahorcamiento.

Rió sin gracia—. Claro que puedo. ¿Se te olvidó quién soy y el cargo que ocupo en el departamento de policía, Lorraine? Puedo valerme de cualquier medio y lo que yo quiera que ocurra, pasará.

Y ese fue uno de los grandes motivos por los que me sentía tan atrapada en mi antigua ciudad y le temía tanto a huir. Ponerlo en evidencia, denunciarlo, cualquiera de las opciones eran totalmente inútiles. Él tiene poder sobre la policía y gracias a eso también lo tenía sobre mí.

Comencé a sollozar sintiéndome tan pequeña y vulnerable como cuando vivía con él, me sentía entre la espada y la pared. Lils me abrazó con más fuerza, protegiéndome. Evan y Fred mantenían un frente unido que me separaba de mi agresor por varios metros de distancia. Y por primera vez me sentí respaldada, no estaba sola.

—No voy a ir a ningún lado contigo —declaré con una valentía que no tenía idea de dónde provino, no lo dije en un tono muy elevado, pero sí lo suficiente como para que me escuchasen.

Roy rió sin gracia—. Eso no lo decides tú, maldita estúpida. ¡Tú y tu mocoso se van conmigo, ahora! —exclamó aproximándose, pero una vez más fue detenido por Ev.

—¡Escúchame bien, imbécil! —advirtió en un tono firme, demandante y repleto de furia—. Que sea la última vez que la insultas. Ella no irá a ninguna parte contigo y ten por seguro que no volverás a ponerle una mano encima —lo empujó—. Te crees muy macho respaldándote detrás de tu cargo en la policía de tu ciudad pero, te cuento un secreto, estás en mi ciudad. Aquí no eres nadie en el departamento de policía, sólo estás de visita y desde ya te lo informo —volvió a tomarlo del cuello de la camisa— aquí los ricos mandan —lo soltó con un brusco empujón—. Ahora lágarte o llamo a la policía, y ten por seguro que el único motivo por el que no te parto la cara es porque ya a bastante violencia expusiste a Lorraine, ella no se merece seguir viéndola.

Roy estaba furioso. Su respiración era pesada, apretó la mandíbula y empuñó ambas manos, temí porque en cualquier momento arremetiera en contra de Evan, Fred o alguien más. Pero él no es tonto, sabía que sería una estupidez comprometerse y más aún cuando se encuentra fuera de su entorno, aquí no tiene el mismo poder. Me lanzó una última mirada de advertencia, de esas que me lanzaba justo antes de golpearme si no cumplía con sus peticiones, antes de dar media vuelta y acto seguido marcharse a bordo de su auto.

Al sentirme parcialmente fuera de peligro, abracé con más fuerza a Lily permitiéndome llorar. Me sentía tan acorralada e indefensa, tan temerosa.

—¿Estás bien, Lori? —me preguntó Fred, en su expresión reinaba la preocupación.

—¿Podemos entrar a la casa? Por favor —sollocé.

Evan me sonrió con comprensión—. Claro, vamos.

Aún abrazada a mi amiga, ingresamos a la casa y tomamos asiento en el amplio sofá de la sala de estar. Hice un esfuerzo sobrehumano por retener mis lágrimas, no quería alertar a nadie de mi estado; en realidad lo único que quería con todas mis fuerzas era desaparecer y dejar de poner a las personas que amo en peligro. Roy no se rendirá con tanta facilidad, por lo tanto tendrá en la mira la mansión y a todos los que viven aquí.

—Lo —me llamó Evan que, junto a Fred, estaba parado frente a nosotras—, tienes que denunciar a ese hijo de perra.

—No —espeté—. Y ustedes tampoco lo hagan. Él es mucho más peligroso de lo que aparenta y nadie sabe de lo que es capaz.

—Él puede ser capaz de lo que sea, pero si tú le das poder con tu miedo, te mantendrá bajo su control el resto de tu vida —murmuró Lils, aún abrazándome.

—Le hará daño a Mat, a mi tía, a ustedes —aspiré por la nariz—. No puedo permitir que eso ocurra. Quizás lo mejor sea que huya a otra ciudad o...

—Ni se te ocurra pensar en la posibilidad de regresar con ese animal —me interrumpió Fred—. Además, Heaven Gold City es tu hogar, Lori. No puedes irte después de todo lo que has conseguido aquí.

—Fred tiene razón —acotó Ev agachándose frente a mí y tomando mis temblorosas manos entre las suyas—. Ese tipo no va a volver a arrebatarte tu vida, no se lo permitas.

—¿No escucharon su amenaza? —mi vista viajó a cada uno de ellos—. Me puede quitar a Mateo y si lo hace lo lastimará.

—Lori, ese tipo no es su padre biológico, pero, ¿es su padre legal? —inquirió el pelinegro a lo cual negué—. ¿Lo adoptó?

—Tampoco.

—Entonces no tiene ningún derecho legal sobre Mat salvo ser tu esposo y eso se resuelve divorciándote de él. Frank, el abogado de la familia, puede llevar el proceso y te aseguro que conseguirá librarte de ese monstruo.

—No creo que eso sea una alternativa, enfrentarlo nunca lo es.

—Error —objetó Lils—. Enfrentarlo es la opción que el miedo que él te infringió te bloqueó. Esto lo aprendiste en tus terapias, los abusadores se valen de miles de herramientas para aislar a sus víctimas y hacerlas creer que no tienen alternativa, pero eso no es más que una ilusión engañosa.

—Sé que no te sientes capaz de hacerlo sola, pero ahora nos tienes a nosotros —agregó Evan mirándome con comprensión, aunque yo esperaba algo como lástima, pero no—. ¿Recuerdas aquella noche en la que te dije que eras fuerte? —asentí—. Pues ahora te lo reconfirmo, Lorraine, eres fuerte. Tanto que no puedes dejar que ese cabrón te haga creer lo contrario de nuevo.

—No quiero que nadie salga lastimado por mi causa —cerré los ojos provocando que nuevas lágrimas descendieran por mis mejillas.

—Eso no ocurrirá —aseguró Fred—. Oíste lo que dijo Evan, aquí los ricos dominan. Suena clasista e incluso un poco injusto, pero créeme, los Harriet en específico son prácticamente intocables.

Sollocé—. Es que yo...

Me vi interrumpida por la llegada de mi hijo, por la rapidez con la que mi tía apareció tras él, supe que se le escapó de alguna forma. Entonces caí en cuenta de que, si Fred, Lily y Evan fueron capaces de escuchar mis pedidos de auxilio, él también debió escucharlo. Sus ojitos azules estaban empañados y se dirigieron directamente a mi cuello. Como acto reflejo, llevé mis manos hacia la zona, ocultando los posibles moretones que la adornaban.

—Mami... —su voz salió quebrada, tanto que algo en mi interior crujió de la misma forma—. Él nos encontró, ¿cierto? —sollozó—. Él te lastimó de nuevo.

Quise decirle algo, que todo estaría bien o que no debía tener miedo, pero simplemente las palabras no salían de mi boca. Y fue mejor así. No podía excusarme ante la evidencia obvia marcada en mi cuello, tampoco podía mentirle consolándolo con argumentos de los cuales ni yo misma estaba convencida. Lo único que podía hacer era contener mi llanto para no hacerlo sentir peor.

Iba a levantarme del sofá cuando el pequeño se giró hacia nuestra tía y la observó con desilución.

—Me mentiste —acusó—. Prometiste que si nos íbamos contigo, él no volvería a hacerle daño a mi mamá.

Todo en mi interior dolió al escucharlo decir esas palabras. No importaba cuánto maquillaje aplicase, cuánto le dije que todo estaba bien, cuánto traté de no entrometerlo en las violentas escenas de maltrato; Mat siempre fue consciente de que Roy me lastimaba. Yo lo expuse a eso...y nada me excusa, soy una mala madre.

—Mat... —habló ella casi al borde de las lágrimas.

El niño desapareció de la sala en cuanto ella tuvo la intención de acercársele. Ésta vez sí abandoné mi asiento para seguirlo, pero Lily me tomó del brazo, frustrando mi intento.

—Lils, necesito hablar con él —demandé mientras intentaba liberarme de su agarre, el cual, a diferencia del de mi esposo, era mucho más suave.

—Lori...no creo que ver otra vez tus moretones lo ayude a sentirse mejor.

Tenía razón. Tenía toda la maldita razón.

En ese momento me sentí tan pequeña, tan impotente, tan mal... Mi hijo estaba sufriendo por mi culpa, porque en el pasado no supe tomar las decisiones correctas y las consecuencias me siguen atormentando. Él no se lo merece...yo tampoco me lo merezco.

Quise romper en llanto nuevamente en un intento desesperado por desahogarme y calmar el dolor que me calaba los huesos, pero eso no ayudaría en nada. Justo eso, lamentarme y llorar es lo que hice los últimos tres años y es lo que nos ha llevado a Mat y a mí a esta situación tan deplorable.

Ya es hora de que actúes, Lorraine.

Me giré hacia mis amigos los cuales me brindaban pequeñas sonrisas de apoyo, estaba agradecida con el cielo por tenerlos conmigo.

—Necesito que cada uno me haga un favor.

—Lo que pidas —asintió Lils.

Tomé sus manos entre las mías—. Quiero que tú me acompañes mañana a la fundación. Hay algo que... —carraspeé, aún me costaba un poco que mi voz no saliera rasposa— que debí hacer hace mucho tiempo y necesito un poco de apoyo moral.

—Estaré ahí contigo —me sonrió.

Me giré hacia los chicos—. Fred, por favor te pido que seas tú quien nos lleves y nos vayas a buscar a todos lados a Mateo y a mí. Por cuestiones de seguridad.

—Eso no tienes que pedírmelo, ya tenía pensado hacerlo —asintió.

—Gracias —musité—. Y tú, Evan, ¿puedes ponerte en contacto con tu abogado?

—¿Te vas a divorciar de ese maldito animal?

Sólo pensar en esa posibilidad me aterraba. Pedirle el divorcio a Roy no es sólo enfrentarlo, es casi una declaración de guerra, una batalla que me gustaría no tener que iniciar. Pero no quiero volver a ver llorar a mi hijo, no quiero ser golpeada otra vez, no quiero regresar al infierno; y el único modo es hacer las cosas bien.

—Lo haré.

(...)

Caminaba junto a mi amiga por los pasillos de la fundación. Llevaba puesta una bufanda ya que me avergonzaban los grandes hematomas que la confrontación de ayer me provocaron, por suerte, al tratarse del mes de octubre, los vientos de otoño hacían que el uso de dicha prenda estuviese totalmente justificado.

Ya había tenido mi sesión previa con mi terapeuta en la cual le expuse mis nuevas circunstancias con respecto a la llegada repentina de mi marido. Ella, como siempre, encontró el modo de hacerme sentir a gusto y segura, además me indicó que estaba lista para someterme a una especie de terapia de choque para ayudarme a enfretar a mi agresor en caso de que fuera necesario. También me propuso unirme a las clases de defensa personal, como una opción extra.

Llegamos al salón en el que se efectúa la reunión del grupo de apoyo. Gracias a la presencia de Lily y mi reciente sesión con la terapeuta, me sentía medianamente preparada para exponer mis golpes y mi historia. Tomé asiento con mi amiga a mi lado izquierdo quien en ningún momento soltó mi mano, su apoyo me relajaba. Pasados unos minutos, llegaron el resto de las integrantes a lo que Jenisse dio por iniciada la sesión. Cuando preguntó a quién le gustaría iniciar en esta ocasión, me fue imposible no tensarme y arrepentirme por lo que estaba a punto de hacer, pero un ligero apretón en mi mano y una sonrisa de esa castaña a la que le cogido tanto cariño, me impulsaron a hacerlo.

—Yo —el eco de mi voz llenó el lugar haciendo que todas las miradas se posaran sobre mí, tragué saliva—. Me gustaría...contar mi historia.

Jenisse esbozó una sonrisa de satisfacción antes de darme la palabra.

—Primero que todo, quiero mostrarles algo —procedí a quitarme la bufanda color turquesa que cubría mi cuello y al instante jadeos de horror invadieron la estancia—. No, no me ''dejé pegar'' como seguramente muchas de ustedes están pensando. Mi historia es mucho más complicada y retorcida.

—Te escuchamos —asintió la instructora.

—Cuando tenía 22 años, era muy diferente a la imagen temerosa, triste y callada que ven ahora. Solía ser pura alegría, buena vibra, conversadora —sonreí, con nostalgia—. Tenía un novio el cual era el padre de mi hijo que en aquel entonces tenía un año, pero él murió y tuve que aprender a enfrentarme al mundo sola, con mi bebé. Fue muy difícil —mi voz se quebró—, tuve que vivir en condiciones infrahumanas y acostarme muchas noches sin nada en el estómago para mantener a mi hijo.

Lils me sobó la espalda a modo de consuelo, ella había pasado por situaciones similares, por lo tanto nadie podría entenderme mejor.

—Entonces llegó Roy, mi actual esposo. Al principio sólo era un amigo, luego pasó a ser algo más hasta que acabé enamorándome. Él era tan dulce, tan tierno y me apoyaba tanto que se convirtió en una de las personas más especiales en mi vida. Entablamos una relación estable y tiempo después nos casamos, mi hijo y yo fuimos a vivir a su casa y durante los dos primeros años todo fue color de rosa.

—Suele ser así —comentó una mujer morena que se encontraba a pocos asientos a mi derecha, asentí de acuerdo.

—Todo inició, como todas saben, limitándome con maltrato psicológico. Me decía que no trabajara y me dedicara al niño, en aquel entonces no creí que su intención era hacerme sentir incapaz de trabajar. Tenía unos celos sin razón, según él mi atractivo atraía a muchos hombres y eso no le gustaba, por lo que opté por dejar el maquillaje y usar ropa más encubridora, mi único objetivo con ello era no tener más poblemas con él. Hacía comentarios despectivos con respecto a mi cuerpo, destruyendo mi autoestima poco a poco. Y así todo fue escalando.

Una chica frente a mí me ofreció un pañuelo el cual acepté después de darle las gracias.

—Luego vino el maltrato verbal. Me llamaba perra, ramera, puta y todas esas groserías cuando me veía interactuando con vecinos del sexo opuesto. Se irritaba ante la más mínima imperfección y vociferaba que era una inútil, una buena para nada. Cuando le planteé la idea de que trabajar como bailarina, la cual es mi profesión, se volvió loco y ahí inició el maltrato psicológico real.

Me tomé mi tiempo para sollozar y dejar salir lágrima por lágrima, cada uno de los recuerdos. A mi alrededor me lanzaban miradas empáticas y otras se sentían indentificadas. Lily aún sujetaba mi mano y sobaba mi espalda.

—Comenzó a hacerme creer que no sería capaz de llegar a nada por mi cuenta, que nadie me contrataría como bailarina ni ningún otro trabajo, que depender de él era mi única opción —sollocé, Jenisse negaba con la cabeza, consternada—. Pero eso lo decía un día y al otro volvía a ser el Roy romántico y amoroso de siempre, me aferré a la idea de quizás podría llegar a cambiar.

—Eso nunca ocurre —opinó Jenisse.

—Pero yo me di cuenta muy tarde de eso —aspiré por la nariz—. El maltrato físico se dio con cosas pequeñas, nalgadas, pellizcos, empujones leves, cosas que podían justificarse en dependencia de la siatución. Hasta que un día, en medio de una discusión, me abofeteó por primera vez, el impacto fue tal que mi labio inferior se partió.

—¿Y qué hiciste? —preguntó la instructora con tanta delicadeza que me sentí cómoda para continuar.

—A pesar de que ya me estaba conviertiendo en co-dependiente de él, entendí que el Roy que me enamoró nunca regresaría, que mi prioridad era mi hijo y que el hombre que pega una vez, pega dos veces y sigue pegando. Tomé a mi hijo y me largué, pero cuando regresé al día siguiente para buscar mis cosas, me encontré con la casa adornada y me pidió perdón de rodillas. Fui tan estúpida que le di una segunda oportunidad y regresé.

Un coro de sonidos llenó el lugar, pero ninguno era de reproche. Había olvidado que estaba rodeada de mujeres que vivieron lo mismo que yo y que, seguramente, también cometieron los mismos errores.

—Me prometí a mí misma que si volvía a ocurrir, sí me marcharía para siempre. Así que cuando ocurrió, antes de marcharme, me amenazó con tomar acción contra mi hijo. Algo que deben saber es que él es jefe del departamento policial de mi antigua ciudad, y cuando hizo desaparecer a mi niño, nadie hizo nada por mí.

Lils se llevó una mano a la boca, conteniendo un jadeo de la impresión, el resto hizo gestos similares, incluyendo a Jenisse.

—Él tenía... —sollocé—, tenía a Mateo encerrado en el sótano de la casa, sin comida y sin agua. Sometió a un niño de 3 años a ese suplicio, al muy hijo de perra no le importó. Entonces me amenazó. Me dijo que si escapaba, me encontraría y el niño pagaría por ello, en cambio si me quedaba y me sometía a su voluntad, nos mantendría a ambos y nunca le tocaría un pelo, nunca lo hizo.

—Pero a ti sí te golpeó —dijo Lils entre lágrimas, señalando lo obvio.

—Durante tres largos años —sequé mis lágrimas con el dorso de la mano—. Cada día las golpizas eran peores. Me golpeaba con una toalla mojada para no dejar marcas sobre mi piel y cuando se hartó de ello, me obligó a usar esos horrendos vestidos que cubrían todo mi cuerpo y a maquillarme las heridas, así podría golpear sin limitaciones —cerré los ojos y apreté los labios para no dejar salir un nuevo sollozo—. Luego comenzaron las violaciones. No le importaba si estaba en mis días ni mucho menos si quería o no, sólo lo hacía y cuando terminaba me echaba en cara que eso era para lo único que servía, como objeto de placer.

—Lori... —Lils me abrazó de lado, lucía bastante afectada.

—Con el tiempo me sumí en esa espiral de violencia creyéndome todo lo que él decía, intentando no cometer ni el más mínimo error para no salir golpeada. Pero hace unos meses mi tía apareció y mi hijo le contó la situación, porque él quería escapar. Mientras crecía traté de que no presenciara la violencia, cuando sabía que se avecinaba una paliza, le ordenaba que se encerrara en su habitación y se colocara unos auriculares a todo volumen para que no me escuchara gritar.

Pude ver los ojos llorosos de mis compañeras, la chica a mi lado derecho se unió al abrazo junto a Lils. Eso era lo que necesitaba, apoyo.

—Mi tía fue quien me trajo de regreso a Heaven Gold, y mi amiga Lily —la señalé con un movimiento de cabeza—, fue quien me trajo a este lugar, me abrió las puertas de su hogar y me dio trabajo. Gracias a ella y a lo mucho que me han ayudado aquí, he comenzado a superar todo el horror que viví y ahora tengo una perspectiva diferente.

—Entonces esos golpes... —identifiqué la voz de Noelle, la chica que lo superó hace tiempo pero que aún asiste a las charlas.

—Mi marido me encontró. Está en la ciudad y tengo muchísimo miedo de lo que pueda llegar a hacerme a mí o mi hijo. Lo admito, aún le tengo miedo, en especial porque sé el daño que puede llegar a hacer. Pero quiero dejar de sentirme tan vulnerable, quebrantable y débil —tragué saliva—. Y creo que el primer paso para lograrlo era este, exponer mi historia y...me siento mejor ahora.

Jenisse secó sus lágrimas y me sonrió antes de levantarse y caminar hacia mí. Me tomó de las manos y tiró de mí haciendo que me levantase.

—Eres tan fuerte —secó mis lágrimas—. Te lo dije cuando llegaste, que en algún momento estarías lista para hablar y eres muy valiente por haberlo hecho. No me cabe duda de que lo superarás pronto y volverás a ser la Lorraine de hace años, pero para ello debes perder el miedo, como lo hiciste para relatarnos tu historia.

—No creo poder...

—Podrás —aseguró—. No dejes que el miedo te domine y el maltratador tampoco lo hará. Puedes defenderte, puedes pelear y puedes enfrentarte a él. ¿Sabes por qué? —negué con la cabeza—. Porque él no es más que un poco hombre y tú eres demasiado mujer como para doblegarte ante él.

Dicho eso, los aplausos formaron una melódica sinfonía. Sus palabras me llegaron de la misma forma que al resto, durante ese breve instante quise creer que era cierto; y me sentí fuerte.

El resto de las chicas comenzaron a abandonar sus asientos para abrazarme, consolarme y brindarme palabras de aliento. Nunca creí que encontraría tanto soporte y respaldo, pasé mucho tiempo creyendo que no había salida ni ayuda, pero la hay y tengo suerte de tenerla.

Al culminar la reunión de hoy, Lils y yo nos dirigimos hacia el salón en el que se imparten las clases de defensa personal. Creí que era un poco excesivo y que no me vería en otra situación en la que tuviese que defenderme de dicha forma, pero psicológicamente podía darme una especie de seguridad o control en caso de emergencias, no me sentiría tan indefensa ante el peligro. La instructora nos explicó que para anotarme en las clases necesitaba un permiso o recomendación de mi psicóloga dando constancia de que estaba apta mentalmente para incursionar en esa actividad.

Luego abandonamos la fundación para dirigirnos a casa en donde Frank Jenkins, el abogado de los Harriet, nos estaba esperando. Fred nos escoltó desde la salida de la fundación hasta el auto y luego hacia la puerta de la mansión, eso me daba una sensación de seguridad acogedora. Al ingresar a la sala de estar, me percaté de que el abogado era aquel hombre de mirada afable que fue uno de los primeros en llegar el día de reinauguración del Sweet Paradise. Él, Evan y mi tía estaban sentados en uno de los sofás, Lily y yo ocupamos dos sillones independientes frente a ellos después de saludar y presentarme.

Evan ya había puesto al abogado en perspectiva y mi tía había reforzado el proceso proporcionando copia de las fotos que me tomó la noche que escapamos. No me sentía cómoda exponiendo mi intimidad de esa forma, pero en vista de que Roy estaba al acecho, ese era el menor de mis problemas.

—Escucha, Lorraine —concluyó el abogado—. En base a todo lo expuesto, la demanda de divorcio será llevada a cabo con normalidad y estarás divorciada dentro de poco tiempo.

—¿En serio? —articulé a duras penas.

—Te lo dije, Frank es el mejor en lo que hace —me sonrió Evan a lo que el aludido le dio un codazo amistoso.

—Este proceso podría llegar a ser más largo y sí, él podría denunciarte por abandono de hogar, pero no hay posibilidad alguna de que su petición legal por la custodia de Mateo proceda. Además, podemos coaccionarlo con las pruebas que tenemos acerca de la violencia doméstica a la que fuiste sometida, no creo que sea tan tonto para arriesgarse estando fuera de su terreno.

—Quiere decir que... —me aclaré la garganta— ¿puedo divorciarme y librarme de él sin perder la custodia de mi hijo?

—Exacto —afirmó con un asentimiento de cabeza—. Y si después del divorcio intentase algo en contra tuya, podemos imponer una denuncia policial para meter esa escoria en la cárcel. Las pruebas que tenemos son suficientes para iniciar una investigación.

—Hablando de eso... —intervino mi tía— Lori, ¿estás segura de que no quieres denunciar ahora?

Sí, en algún momento me pasó por la cabeza, eso es lo que ese animal se merece. Pero la violencia doméstica se dio en mi antigua ciudad en la cual él maneja el departamento policial a su antojo, no voy a arriesgarme cuando me basta con no estar casada con él y que no haya posibilidad de que me arrebate a mi hijo.

—No —murmuré—. Sólo quiero divorciarme y si arremete contra mí, haremos lo que el abogado Jenkins propuso.

—Bien, entonces me pondré manos a la obra —dijo el Sr. Frank, levantándose—. Estaremos en contacto.

—Gracias por todo —le sonreí levemente y asintió en respuesta.

Evan y Lily fueron a acompañarlo hasta la puerta dejándome a solas con mi tía, ella se quedó toda la mañana cuidando de los niños.

—Tía, ¿Mat...?

—Está arriba, en su habitación. No ha querido jugar con Jessie, después del desayuno sólo se encerró ahí.

Suspiré desanimada—. Iré a hablar con él. Quizás...pueda animarlo.

Subí al segundo piso cubriéndome muy bien con la bufanda. Di dos toques a la puerta antes de ingresar a la habitación y al no recibir respuesta, ingresé. Mi rubito se encontraba recostado sobre la cama, mirando un punto fijo de la habitación como si de una televisión se tratase, suele hacer eso cuando está desanimado y triste.

Suspiré y caminé hacia la cama. Me recosté tras él y lo abracé, pegándolo a mi cuerpo, no se giró para mirarme.

—Sé que estás triste, asustado, decepcionado y que ahora mismo no quieres verme, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, cariño. Y nada malo va a pasarte.

—No estoy preocupado por mí —habló antes de girarse, quedando frente a mí. Colocó una de sus manitas sobre mi bufanda y de un tirón lento, me despojó de ella—. Me preocupas tú, mami. No quiero que te lastime, ya no más.

Mi vista se nubló cuando mis ojos se inundaron. Él me abrazó, como si quisiera transmitirme toda la fortaleza y amor del que carezco.

—Gracias, principito —susurré antes de besar su cabecita.

—Quiero que estés contenta, que sonrías. No importa si nunca tengo un papá, sólo quiero que seas feliz.

Mi niño hermoso...

—Yo soy feliz si tú eres feliz.

—Te amo mucho, mamá.

—Yo más, mi amor. No sabes cuánto.





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Nuevo capítulooo!!!

No estoy llorando, sólo tengo algo en el ojo.

¿Qué opinan de la actitud de Lorraine?

¿Quién quiere abrazar a Mateo?

¿Quién extrañó a Garret en este cap?

Besos de Karina K.love 😉

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