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La mujer que estaba ahí sonrió con malicia y mientras tomaba el brazo de Yoongi vio a Jimin.

—Parece que lo mal portado lo saco de Jimin. —dijo con malicia.

Jimin alzó la mirada lentamente, encontrándo los ojos de la mujer que le sonreía con esa crueldad disfrazada de inocencia. Sus dedos temblaron sobre la mesa, pero rápidamente los apretó en un puño para ocultar su reacción. 

—Tal vez. —murmuró, esforzándose por mantener la calma en su voz.

Sin embargo, el niño podía notar cómo su padre estaba conteniendo las lágrimas, su mandíbula tensa mientras sus hombros parecían encorvarse más. 

La mujer rio suavemente, como si hubiera ganado algo con sus palabras.

—Bueno, no todos nacen para educar correctamente ¿Verdad, Yoongi?— preguntó, acariciando el brazo del hombre con fingida dulzura. 

Yoongi no respondió de inmediato. Se limitó a asentir, ligeramente, su expresión inmutable, como si las palabras de la mujer fueran una verdad que no necesitaba ser discutida. 

Woozi, incapaz de contener más el nudo en su garganta, levantó la vista hacia su padre Jimin. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, pero no dijo nada. No sabía qué decir. Solo deseaba que alguien hablara por él, que alguien lo defendiera. 

—Ya basta. —dijo Jimin de repente, su voz quebrada pero firme. —Todos en la mesa lo miraron. —Si vas a desquitarte con alguien, hazlo conmigo, pero deja al niño fuera de esto. 

El silencio que siguió fue pesado, tenso, como si el aire mismo hubiera decidido detenerse. La sonrisa de la mujer se desvaneció por un instante, reemplazada por una expresión de desdén. 

—Tal valentía, Jimin. —dijo con sarcasmo. —Pero no confundas esto con fortaleza, no puedes protegerlo de todo. 

—No hagas una escena innecesaria, Jimin. —Yoongi apartó su brazo de la mujer, se levantó de la mesa y dijo en voz baja. —Estás aquí para cumplir tu rol, nada más. 

El niño observó cómo su padre Jimin bajaba la cabeza, derrotado una vez más, mientras la mujer volvía a sonreír, satisfecha. Y en ese momento, Woozi entendió que en esa casa, el amor no era un refugio, sino un campo de batalla.

—Vamos Yoongi nuestro hijo deseado nos espera. —dijo la mujer.

Yoongi se levantó de la mesa sin mirar atrás, ajustándose la chaqueta mientras la mujer se aferraba a su brazo como si fuera un trofeo. Su sonrisa maliciosa se mantuvo mientras dirigía una última mirada a Jimin, quien seguía sentado con la cabeza gacha, luchando por mantener su compostura. 

El aire en la cocina parecía detenerse. Woozi sintió cómo las palabras lo atravesaban, cada una más hiriente que la anterior. Su pequeño corazón dolió de una forma que no entendía completamente, pero que sabía que no estaba bien. 

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