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El niño se sentó en la mesa, balanceando sus pies en el aire mientras observaba a Jimin moverse por la cocina. Su sonrisa habitual había desaparecido, reemplazada por una máscara de neutralidad que el niño no entendía del todo, pero que le parecía extrañamente inquietante.
Cuando escuchó la voz de Yoongi desde la sala, una risa suave y cálida que no había escuchado la noche anterior, supo al instante que estaba con ella: la novia. Aunque era pequeño, entendía más de lo que los adultos pensaban.
Jimin sirvió los platos en la mesa con movimientos mecánicos.
—El desayuno ya está listo. —dijo finalmente, pero su voz sonaba apagada, vacía, como si las palabras fueran una obligación más que un deseo.
El niño bajó la mirada al plato frente a él, su apetito completamente desaparecido. Afuera, el sonido de pasos acercándose le hizo levantar la cabeza. Yoongi entró en la cocina, con la misma sonrisa que había escuchado antes, seguido por una mujer que el niño había visto varias veces.
—Buenos días. —dijo ella con una falsa dulzura que se sentía fuera de lugar en esa casa.
Jimin no respondió. Solo se inclinó un poco, como si su propio cuerpo se negara a rebelarse, y murmuró algo inaudible. Luego, sin mirar a nadie, se sentó al otro extremo de la mesa.
El niño no entendía muchas cosas, pero algo en el aire le decía que esa mañana no era normal. La tensión era tan palpable como la noche anterior, pero en lugar de gritos y golpes, había un silencio pesado y miradas que evitaban encontrarse.
—Woozi no irás al festival de padres. —mencionó Yoongi. —Tú no lo mereces.
El niño, con los ojos fijos en su plato de desayuno, sintió cómo el aire se escapaba de sus pulmones al escuchar las palabras de Yoongi. Su pequeña mano, que sujetaba la cuchara, tembló ligeramente, y de pronto el alimento frente a él le pareció más lejano que nunca.
—¿Por qué…? —Susurró apenas, casi inaudible, sin levantar la vista.
—Los niños que no merecen respeto no reciben privilegios. —Yoongi, con su semblante serio y frío, no dudó en responder. —Aprende a comportarte, Woozi.
El niño tragó con fuerza, sus labios temblando al contener las lágrimas. Sabía que no debía llorar, que llorar solo empeoraba las cosas. Pero las palabras de su padre perforaron su pecho como dagas, dejando una sensación de vacío y humillación que no podía ignorar.
—Yoongi… —La voz de Jimin rompió el silencio, era suave, apenas un murmullo, como si temiera el impacto de sus propias palabras. —Es solo un niño… No tienes que decirle eso.
—No te metas. —Yoongi giró hacia Jimin con una mirada que parecía cortar como un cuchillo. —Tú tampoco tienes derecho a hablar de lo que merece o no ¿Entendido?
Jimin apartó la mirada, mordiendo el interior de su mejilla, incapaz de responder.
Woozi permaneció en silencio, con la mirada baja, intentando ignorar el peso de las palabras de Yoongi. En su interior, una pequeña chispa de algo parecido al resentimiento comenzaba a encenderse, pero no la dejaba crecer. No podía. Después de todo, ¿Quién era él para cuestionar a su padre?
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