53
Yoongi vio un auto y Jimin le hizo señal de que entrara, este entró y Jimin se dirigió al asiento del piloto y comenzó a manejar despacio.
—¿De quién hablabas hace rato? —preguntó Jimin.
—Es confuso y complicado. —suspiro. —¿Y tú desde cuando manejas?
—Ya veo. —apretó el volante. —siempre lo he hecho, pero nunca quise manejar.
El ambiente dentro del auto era tenso, casi palpable. Yoongi observaba a Jimin de reojo mientras este mantenía la vista fija en la carretera. La forma en que apretaba el volante hacía evidente que algo no estaba bien, pero Yoongi decidió no presionar, al menos por ahora.
—¿Siempre has sabido manejar, pero nunca quisiste? —preguntó Yoongi, intentando sonar casual.
—Exacto. —respondió Jimin sin apartar los ojos del camino. —No lo necesitaba, siempre tenía a alguien que lo hiciera por mí.
La respuesta sonó simple, pero había algo en su tono que hizo que Yoongi sintiera un escalofrío.
El paisaje pasaba lentamente, como si estuvieran atrapados en un sueño. Las calles estaban vacías, y las farolas iluminaban el asfalto mojado con una luz amarillenta.
—¿A dónde vamos? —preguntó Yoongi después de un largo silencio.
Jimin sonrió apenas, pero no respondió de inmediato.
—A tu casa. —dijo finalmente, aunque su tono tenía un matiz que no pasó desapercibido para Yoongi.
Yoongi frunció el ceño. Miró por la ventana y notó que no reconocía la ruta. Había algo extraño en la forma en que las calles parecían alargarse, como si estuvieran en un bucle interminable.
—Esto no parece el camino a mi casa. —comentó, su voz cargada de cautela.
Jimin giró la cabeza ligeramente hacia él, pero sus ojos seguían ocultos por la sombra que proyectaba el techo del auto.
—Confía en mí, Yoongi. —le sonrió. —Te llevaré a donde necesitas estar.
El corazón de Yoongi comenzó a latir con fuerza. Esa respuesta no era lo que esperaba, y su instinto le gritaba que algo andaba terriblemente mal.
—Detén el auto. —dijo, su tono firme.
Jimin no respondió, solo siguió conduciendo, sus manos firmemente sujetas al volante.
—¡Te dije que detengas el auto! —repitió Yoongi, alzando la voz.
Finalmente, Jimin pisó el freno con suavidad y el auto se detuvo en medio de una calle desierta. El silencio era ensordecedor.
—¿Qué pasa contigo, Yoongi? —preguntó Jimin, girándose hacia él.
Su rostro estaba cubierto por una extraña mezcla de preocupación y algo más oscuro, algo que Yoongi no pudo identificar.
—Esa no es la pregunta. —replicó Yoongi, con los ojos fijos en él. —La pregunta es qué pasa contigo, Jimin.
Por un instante, los dos se miraron en silencio, y Yoongi sintió que el aire dentro del auto se volvía más pesado. Fue entonces cuando lo notó: ese aroma. Lirios y manzanillas, impregnando el interior del vehículo.
—No puede ser… —susurró Yoongi, retrocediendo instintivamente hacia la puerta.
—¿Qué ocurre, Yoongi? —preguntó Jimin, inclinándose ligeramente hacia él, su voz suave pero cargada de un tono inquietante. —¿Acaso recuerdas algo?
Yoongi abrió la puerta de golpe y salió del auto, el frío aire de la noche golpeándolo con fuerza.
—¡Aléjate de mí! —gritó, alejándose unos pasos.
Jimin salió también, pero no hizo ningún intento por acercarse. Se quedó de pie junto al auto, observándolo con una expresión enigmática.
—Yoongi… —dijo, su voz ahora mucho más grave. —No puedes escapar de esto.
Yoongi dio un paso hacia atrás, pero tropezó y cayó al suelo. Cuando alzó la vista, Jimin ya no estaba allí. En su lugar, una figura alta con el cabello oscuro se encontraba de pie, mirándolo desde las sombras.
El aroma se intensificó, en volviéndolo por completo.
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