52

Yoongi salió de la casa de Woozi con la mente hecha un caos. La sensación de que algo no encajaba lo perseguía como una sombra. Sus pasos resonaban sobre el pavimento húmedo mientras el aire fresco de la noche se colaba bajo su abrigo. A pesar del frío, una gota de sudor se deslizó por su sien.

“Ese hombre… ¿Quién demonios era? ¿Y por qué todo cambió justo después de verlo?”

Mientras avanzaba por la calle, sacó su teléfono del bolsillo. Las manos le temblaban, pero necesitaba respuestas. Deslizó los dedos sobre la pantalla hasta llegar al contacto de Jimin. Marcó el número, pero tras varios tonos, la llamada fue al buzón de voz.

—Maldición, Jimin, contesta. —murmuró, apretando la mandíbula.

Decidió no insistir. En lugar de ello, dirigió sus pasos hacia un lugar que siempre había considerado su refugio: el puente sobre el río Han. Allí, el sonido del agua corriendo lo ayudaba a pensar con claridad.

Cuando llegó, el paisaje nocturno le ofreció un respiro momentáneo. Las luces de la ciudad se reflejaban en el río, creando un efecto hipnótico. Apoyó los codos en la barandilla y cerró los ojos, intentando unir las piezas del rompecabezas.

De repente, un sonido de pasos detrás de él lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza, pero no vio a nadie. La sensación de ser observado se hizo más intensa, como si una presencia invisible estuviera muy cerca.

—¿Quién está ahí? —preguntó en voz alta, su tono desafiante.

No hubo respuesta, pero el aire parecía más denso, como si estuviera cargado de electricidad. Entonces, un aroma familiar llegó hasta él: lirios y manzanilla.

—No puede ser… —murmuró, sus ojos recorriendo la oscuridad.

La silueta de un hombre apareció a pocos metros de distancia, parcialmente oculta por las sombras. Yoongi sintió que su corazón se aceleraba mientras trataba de enfocar la figura. Era alto, con el cabello oscuro, y aunque no podía distinguir su rostro, había algo inconfundiblemente inquietante en su presencia.

—¿Quién eres? —preguntó Yoongi, su voz quebrándose ligeramente.

El hombre dio un paso hacia adelante, pero antes de que pudiera responder, una voz conocida rompió el silencio.

—¡Yoongi! —se escuchó un grito.

Yoongi giró bruscamente hacia la dirección del grito. Era Jimin, corriendo hacia él con una expresión de preocupación en el rostro.

Cuando volvió a mirar hacia donde estaba el hombre, este había desaparecido, como si nunca hubiera estado allí.

—¿Estás bien? —preguntó Jimin, llegando hasta él y agarrándolo del brazo.

—Él estaba aquí… —dijo Yoongi, todavía buscando con la mirada.

—¿De qué hablas? —Jimin lo miró con el ceño fruncido. —No había nadie más, Yoongi.

Yoongi lo miró a los ojos, buscando alguna señal de que le creía, pero la expresión de Jimin era de pura confusión.

—Lo vi, lo olí, él estaba aquí. —insistió Yoongi, aunque una parte de él empezaba a dudar de su propia percepción.

—Vamos, es tarde. —Jimin suspiró y apretó su brazo con más fuerza. —Te llevo a casa.

Yoongi asintió a regañadientes, pero mientras caminaban juntos, no podía quitarse de la mente la sensación de que alguien los seguía.

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