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“¿Quién demonios es realmente?”

La pregunta se clavó en su mente como una espina. Hasta ahora, lo había considerado solo un intruso, alguien que se había metido en su mundo y había comenzado a trastocarlo. Pero había algo más profundo en Woozi, algo que despertaba alarmas, pues Woozi hacía algunos gestos similares a los suyos lo cual le perturbaba.

Yoongi respiró hondo, intentando calmar la tormenta interna que lo carcomía. Pero sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Si quería a Jimin, necesitaba respuestas. Y estaba dispuesto a llegar hasta el fondo, sin importar lo que encontrara.

Con una determinación renovada, sacó su teléfono y comenzó a buscar información. Primero, algo básico: antecedentes, registros, cualquier cosa que pudiera darle una pista. Sin embargo, sabía que las respuestas más importantes probablemente no estarían en la superficie. Tendría que profundizar, preguntar en los lugares correctos, hablar con las personas adecuadas.

“Este chico no apareció de la nada”, pensó, mientras una extraña sensación de familiaridad se asentaba en su pecho. “Y voy a descubrir qué está escondiendo.”

Mientras tanto, el eco de la risa de Woozi seguía resonando en su cabeza, como si le recordará que, en este juego, el chico tal vez ya estaba un paso por delante.

Yoongi pasó horas revisando cada rincón de la información pública que podía encontrar sobre Woozi. Pero cuanto más buscaba, más extraña se volvía la situación. No había nada significativo, ninguna pista que lo ayudara a entender quién era realmente ese chico.

Los únicos registros que aparecían eran los escolares: informes básicos de su desempeño académico, algunas menciones en actividades extracurriculares, y lo más llamativo de todo, una nota que confirmaba su estatus como huérfano y que estaba bajo el cuidado de su tío.

“Esto no tiene sentido…” 

La palabra resonó en su mente mientras seguía revisando. Según los documentos, Woozi había sido trasladado a diferentes escuelas en los últimos años, sin mencionar una familia o un tutor legal que lo respaldara que era el que había visto en su pelea. Era como si su vida antes de esos registros escolares simplemente no existiera. 

Yoongi frunció el ceño, incómodo con lo que estaba encontrando… o mejor dicho, con lo que no estaba encontrando. Era imposible que alguien pudiera ser tan invisible, tan cuidadosamente oculto. Esto iba más allá de lo normal. 

—¿Qué estás escondiendo? —murmuró para sí mismo, con los ojos fijos en la pantalla del ordenador. 

Lo que más le preocupaba era cómo todo esto parecía girar en torno a Jimin. Woozi no solo había aparecido de repente en sus vidas, sino que había logrado acercarse a Jimin de una forma que lo hacía sentir fuera de control. Y ahora, con tan poca información sobre él, el misterio solo se hacía más profundo. 

Yoongi cerró la laptop con un golpe seco y se levantó. Si los registros formales no le daban respuestas, tendría que buscar otra manera. Había gente que podía ayudarlo, personas con conexiones más profundas, capaces de acceder a lo que estaba oculto. 

Mientras salía de su apartamento, una idea se le cruzó por la mente.

“Si no hay rastros de él, tal vez sea porque alguien los borró. Y si alguien hizo eso, debe haber una razón.” 

El enigma de Woozi se había convertido en algo personal para Yoongi, y no iba a detenerse hasta descubrir la verdad. Porque, si había algo que sabía con certeza, era que nadie aparece en la vida de Jimin por casualidad.

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