33

—Termina con Woozi. —le ordenó Yoongi.

—¿Por qué lo haría? —hablo Jimin.

—Porque yo lo digo. —lo vio.

La tensión en el aire era palpable, Jimin se cruzó de brazos, enfrentando la mirada de Yoongi, que ardía con algo más que simple enojo.

—¿Por qué tú lo dices? —repitió Jimin, alzando una ceja, su tono cargado de desafío. —Eso no es una razón suficiente, Yoongi. 

Yoongi apretó los labios, visiblemente frustrado. Dio un paso más cerca, como si con su proximidad pudiera convencerlo. 

—No tienes idea de lo que estás haciendo, Jimin; Woozi no es… —se detuvo, buscando las palabras correctas, pero la rabia parecía superar su capacidad de explicarse. —No es quien crees que es. 

—¿Y quién es entonces? —exigió Jimin, su voz ahora más firme. —Si sabes algo, dilo, pero no me pidas que lo deje solo porque tú lo ordenas. 

Yoongi lo miró fijamente, su mandíbula apretándose al punto de que parecía que iba a explotar. Pero en lugar de responder, desvió la mirada, un destello de algo vulnerable cruzando por sus ojos. 

—Solo confía en mí. —murmuró al final, su voz más baja, casi como un ruego. —Por favor, Jimin. 

Jimin lo observó, desconcertado, algo no cuadraba, y por primera vez, se dio cuenta de que tal vez el problema no era Woozi, sino Yoongi y lo que él no estaba diciendo. 

—No confío en ti, Yoongi, no después de lo que me hiciste. —respondió finalmente, con suavidad pero con decisión. —pero no puedo hacer esto solo porque tú lo quieres.

Yoongi lo miró nuevamente, su expresión cambiando entre enojo y algo más indefinible. Sin decir nada más, se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Jimin con más preguntas que respuestas. 

Yoongi se cruzó con Woozi en el pasillo, sus ojos ardiendo con una mezcla de furia y rencor. Por el contrario, Woozi mantenía su habitual calma, aunque en su mirada había una frialdad calculada, como si estuviera esperando este enfrentamiento desde hacía tiempo.

Yoongi dio un paso adelante, invadiendo su espacio personal, sin intención de ocultar su desprecio.

—Nunca debiste venir aquí. —le espetó, su tono bajo pero cargado de veneno. —Todo estaba bien hasta que apareciste.

Woozi no retrocedió ni parpadeó, simplemente, lo observó con esa serenidad inquietante, aunque algo en sus ojos traicionó un atisbo de recuerdos que comenzaban a arremolinarse en su mente. Palabras similares a esas resonaron como un eco, llevándolo de vuelta a un pasado que había intentado enterrar.

“Todo estaba bien hasta que apareciste.” 

La escena se reprodujo en su memoria como un golpe seco: Yoongi, más mayor, pero igual de iracundo, lanzando un puñetazo que lo derribó al suelo. Woozi era solo un niño, demasiado pequeño para defenderse, pero no estaba solo. Jimin había intervenido, cubriéndolo con su propio cuerpo, y lo siguiente que recordó fue el sonido desgarrador de su padre cayendo, su respiración entrecortada por el dolor de una fractura de costillas.

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