27
Woozi observó desde lejos cómo Jimin, Jungkook y Taehyung se dirigían al club de ajedrez, charlando despreocupadamente. Sentía una mezcla de culpa y determinación mientras ajustaba la gorra que ocultaba parcialmente su rostro.
Había algo que debía hacer, algo que no podía compartir con los demás. Se metió en el baño, sacó una muda de ropa oscura de su mochila y se cambió rápidamente. Se miró al espejo, tomando una bocanada de aire mientras tomaba el bate de aluminio que había escondido en el cubículo.
—Esto es por mi padre. —murmuró para sí mismo antes de salir con pasos decididos.
Caminó por los pasillos del campus, evitando miradas curiosas. Finalmente, encontró a Yoongi en una de las bancas cercanas a la cancha de básquetbol. Estaba riendo despreocupadamente con la misma porrista que había estado en la fiesta. La ira de Woozi se avivó al recordar todo lo que había ocurrido.
—¡Hey! —gritó Woozi, su voz firme y cargada de rabia.
Yoongi levantó la cabeza, su expresión cambiando de diversión a sorpresa al ver a la figura encapuchada acercándose. Antes de que pudiera reaccionar, Woozi alzó el bate y lo golpeó con fuerza en el estómago, sacándole el aire de los pulmones.
La porrista gritó horrorizada, dando un paso atrás.
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó ella, pero Woozi la ignoró por completo.
Yoongi se retorcía en el suelo, tratando de recuperar el aliento, pero Woozi no había terminado. Con una precisión fría, golpeó su muñeca derecha con el bate, provocando un crujido nauseabundo. Yoongi soltó un grito desgarrador, llevándose la mano herida al pecho.
—¡Basta! ¡Por favor, basta! —gritó la chica, llorando y temblando.
Woozi se inclinó sobre Yoongi, acercándose lo suficiente para que solo él pudiera escuchar.
—Si vuelves a acercarte a Jimin, te mataré. —susurró, su tono bajo y amenazante, dejando claras sus intenciones.
Sin decir más, Woozi se enderezó, ajustó la gorra y comenzó a caminar rápidamente lejos del lugar. Podía oír los sollozos de la porrista y los gemidos de dolor de Yoongi, pero no se detuvo ni miró atrás. Mientras se alejaba, sintió una oleada de emociones: la satisfacción de haber defendido a Jimin, pero también el peso de lo que acababa de hacer. Sabía que no habría marcha atrás, pero en su mente, todo valía la pena si con eso lograba mantener a Jimin a salvo.
El chico que había estado ayudando a Woozi miraba todo a lo lejos, aunque la situación no mejoró, al menos esa noche no había sido humillante para Jimin, por lo cual algo pequeño sí cambió.
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