Prólogo.
Veo nuevamente esos ojos azules, esos que tanto me atormentaron en el pasado, los que aún me persiguen en mis pesadillas y por lo que veo seguirán en mi vida. Años atrás después de haber huido calculadamente de ese prostíbulo me cuidé de no conseguírmelo, era precavida. Esta vez por mi estupidez y el querer pasar de página me obligaron a reencontrarme con él.
No debí haberme enamorado de Blake Anderson, solo no debí haberlo conocido. Siento su mirada en mí, pero aparte de que no puedo despegar mis ojos de los de Víctor la vergüenza me llena. Ese hombre es maravilloso y una mujer como yo, con un pasado como el mío no puede vivir junto a él. Blake tiene sus errores, pero él es valiente, ha luchado contra sus demonios y es alguien admirable, yo por mi parte sigo temblando de miedo nada más al escuchar el nombre de Víctor Williams.
—Pero miren a quien tenemos aquí—Víctor se coloca detrás de su hija, Alana Williams, la ex novia de Blake, la chica que rompió su corazón.
Cuando Blake me comentó sobre que el padre de su exnovia estaba tratando de tomar la emisora de radio estaba enojada, pero todo ese enojo se convirtió en miedo puro cuando dijo su nombre.
—¿Estas bien, Pebbles? —me susurra Blake, pero no puedo responder, mi cuerpo está congelado, mi mente está recordando y mi corazón acelerado está asustado.
—¿Probando nuevos apodos? —Víctor sigue hablándome a mí, sigue perforándome con sus ojos—. Es bueno volver a verte.
—¿Qué coño quieres?
—¿Yo? Nada, al menos por ahora. Solo quería ver a Berry y que ella supiera que la he encontrado después de tanto buscarla.
Berry, Berry, Berry.
Berry es mi pasado, Berry es lo que tengo tanto miedo de mostrar a los demás, Blake no conoce a Berry, Blake no conoce a esa Stella que tanto venera.
Aflojo por completo su agarre, no puedo estar ahí cuando él le cuente quien soy, lo que fui en algún momento, me da vergüenza. Debo salir de ahí. Me doy media vuelta y corro hacia la salida de la emisora. Sé que alguien está siguiéndome pero estoy segura de que no es Blake, él querrá escucharlo, nunca le di suficiente de mi pasado, él me dio todo, yo solo le daba migajas.
—¡Stella, espera!—grita Sam a mis espaldas.
Veo a los amigos de Blake en la puerta esperando por nosotros. Antes de que sucediera todo iríamos a celebrar que Blake volviera a la locución, era un gran logro. Ahora eso se vería arruinado por mí. Ellos me miran confundidos, Marie Lou, la hermana de Blake me mira asustada, supongo por las lágrimas que caen por mis mejillas.
Siento que una mano sujeta mi brazo deteniéndome por completo, Sam se ve tan espantada como yo, ella sabe de lo que es capaz Víctor, ella me atendió luego de esa inolvidable paliza, ella estuvo ahí, fue el día en que nos conocimos, pero ella no conoce todo lo que sufrí con ese hombre
—Entiendo por lo que...
—No, Sam, no entiendes nada. No puedes entender algo que no has vivido.
—Stella, estoy aquí para ti, Blake también lo estará.
Suelto un sonoro sollozo y mi rostro se contrae.
—Lo sé, pero no puedo hacerle eso, no se merece alguien como yo—más lágrimas caliente se deslizan, estoy vulnerable, no quiero volver a sufrir este castigo.
—Stella, por lo que más quieras, no huyas.
Huir, esa siempre ha sido mi única opción. Sin decir más nada me doy la vuelta y sin mirar atrás subo al primer taxi que se detiene.
En el camino lo único en lo que puedo pensar es en Víctor. Cuando Paulette me encontró aquella vez y me llevó a El Cóctel por un minuto pensé que estar en un lugar caliente y con comida era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, supongo que mi mente estaba débil en ese momento, acababa de sufrir abuso sexual por parte de Lion, uno de los hijos de los dueños de mi casa temporal para ese momento. Solo tenía quince años. Luego Paulette me encontró, me ofreció comida, un lugar caliente y después de comentarme donde estábamos un trabajo.
No quería ser una prostituta, realmente no lo fui, pero me sigo autodenominando así. No es que sea malo, es un trabajo como cualquier otro, pero cuando te obligan a hacerlo y se convierte en abuso tu vida puede convertirse en un infierno.
Era la mujer de un solo hombre, del jefe, de Víctor, cuando me vio por primera vez estuvo encantado conmigo. Paulette trató de evitarlo, confiaba en ella y pensaba que podría convencerlo, pero no. Luego de días en espera, Víctor me profanó y Paulette empezó a repudiarme por la simple razón de que estaba enamorada de ese hombre.
—¿Señorita?—El taxista amablemente llama mi atención, me mira por el espejo retrovisor y me informa que hemos llegado, miro por la ventanilla de mi puerta y ahí está, mi edificio.
Saco unos billetes de mi cartera y se los entrego al chofer, bajo del taxi y me sumerjo en el edificio que se había convertido en mi fortaleza por estos últimos años, ahora sabía que estaba a la deriva, era el primer lugar que él iba a buscar luego de enterarse cual era mi nombre, pero sabía que él no me arruinaría como una vez lo hizo con Sandra, una de las antiguas chicas del local quien me había advertido de nunca darle mi verdadero nombre a Víctor, al día siguiente apareció muerta, sabía que había sido él. Como me arrepentía de que Sandra hubiese hablado conmigo esa noche.
Víctor no quería hacerme ese tipo de daño, él me quería de vuelta porque en su loca y retorcida cabeza yo era de su propiedad.
Abro la puerta del apartamento, Penny está sentada en el sofá viendo un maratón de su serie favorita. Despegando su mirada de la televisión hacia mi persona ella se alarma al ver mi rostro pálido, se levanta rápidamente acercándose a mí.
—¿Qué sucedió?
No sé cómo decirlo en voz alta, no sé si puedo hacerlo. Mi rostro se vuelve a contraer por los sollozos y poco a poco doblo mi cuerpo dejándome caer sobre el suelo. Penny me envuelve con sus brazos, recordándome esos momentos de cuando éramos niñas que siempre estuvo ahí para mi cada vez que mi padre me golpeaba.
—¿Stella? ¿Ese chico Blake te hizo daño?
Blake nunca podría hacerme daño, él me hizo feliz.
—No, Blake no tiene nada que ver.
—¿Entonces?
—Penny, él me encontró.
Sintiendo sus músculos contraerse y luego de decir esas palabras, en ese momento se sintió más real.
Mi dueño me había encontrado.
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