2. Tania.

Tonta por él.

Estoy enamorada de Raúl. Ni siquiera sé el cómo es posible eso.

Raúl es tonto, siempre pelea conmigo, tiene una nariz tan grande como la de pinocho pero es tan pequeño como un chancho. Bueno, con la diferencia de que los chanchos son gordos y él es más delgado que mi dedo meñique. ¡Ya sé! ¡Tan pequeño y feo como un chancho desnutrido! ¡Eso es!

No sé cómo puede gustarme alguien como él. Aún así pasó. Pasó como pasan los días sin que podamos detenerles. Pasó como pasa el tiempo y nos cambia lentamente. Pasó, sólo pasó. Y ahora me hace pensar en su sonrisa y en lo tonta que debo ser. ¡Tanto que me quejé de mi prima al hablar a cada rato de "su adorado Sebastina"! ¿No me digan que ahora voy a estar igual?

—Otra Ruth más —dice mi madre, sacándome de mi ensoñación amorosa.

—¡Oh! ¿Por jugar con la comida? —pregunto, deteniendo el movimiento de mi mano sobre el tenedor—. ¡Ups!

Mima da un gran resoplido.

—A Ruth se lo perdoné porque es mi sobrina, pero contigo no puedo hacerlo. Tania, tú eres mi hija. ¿Por qué no confías a mí para decirme que estás enamorada?

La boca se me abre ante la sorpresa. Mi rostro debe mostrar tal sorpresa que ahora se ma haría imposible replicar su acertada conjetura.

—¿Cómo lo sabías? —pregunto asombrada.

—Tania, soy tu madre. ¿Recuerdas? Yo te parí.

—Vale, me "pariste", pero no por ello debes saber todo de mi vida amorosa.

—¡Pues claro que debo saberlo! —replica ella—. Como madre responsable debo estar al tanto de todo, en especial cuando la vía amorosa puede ocasionarte una temprana barriga.

Ruedo los ojos.

—¿Temprana barriga? La única barriga que se me forma es cuando como lentejas y se me llena el estómago de gases —aclaro sarcástica—. Sé muy bien de responsabilidades. Y ni siquiera estoy segura de tener algo con Raúl cuando a él le gusta otra chica.

—¡Ajá!

El grito de mamá es tan fuerte que retumba desde mi oído hasta el interior de la cabeza. Desconozco la razón de su expresión de júbilo, pero supongo que se trata de algo que no me agradará.

Mamá se levanta de la mesa antes de señalarme con su tenedor.

—Dijiste el nombre —dice—. ¡Es Raúl! El amigo de Sebastina.

Tengo que concentrar toda mi voluntad para no golpearme la cabeza contra la mesa. ¿Cómo pude ser tan descuidada para decir el nombre de Raúl sin darme cuenta? ¿Cómo pude ser tan tonta? Tengo suerte de que Augusto no esté con nosotros en estos momentos o no quiero imaginar su reacción al saber que estoy enamorado de un chico al que le gusta otra chica.

Sé muy bien que mis posibilidades con Raúl son limitadas. De hecho, ni siquiera estoy segura de que en realidad exista alguna posibilidad. Raúl ha dejado en claro que le gusta Nora. Yo misma he visto el cómo se babea por aquella chica. Si le confesara mis sentimientos, acabaría siendo rechazada y perdiendo su amistad. No soy tan masoquista.

—No le digas nada a Augusto —demando a voz clara—. Él no debe saberlo, ni siquiera tú deberías saberlo.

—No te preocupes, tu madre es una cotilla pero no una chismosa —responde mamá, ganándose una mirada de escepticismo de mi parte—. Además, seré tu cupido. ¡Te daré los mejores consejos y le pondré una velita a cada santo para que ese chico se enamore de ti!

Suelto un suspiro.

Si todos mis problemas se resolvieran así de fácil, ya hubiera incendiado nuestra casa de tantos velones encendidos.

Raúl es un tonto y yo lo soy aún más por enamorarme de él.

El amor es tonto.

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