África - EUA.

Mira al estadounidense con desdén, analizándolo de pies a cabeza.

¿Este idiota ha sido el de inventos revolucionarios?

¿Él?

Hace una mueca.

No le gusta eso de odiar por que sí, o ser tan rencoroso; jamás le ha gustado. Pero si pudiera matar a Estados Unidos, lo haría sin titubear.

No, en realidad no está seguro.

Muy posiblemente no lo haría.

— África.— Saluda de manera cordial, una sonrisa nerviosa que intenta inspirarle confianza en su rostro.

— Estados Unidos. — No incluye "De América", por que América es su amigo y no se ve capaz de manchar su nombre así.

— Vine a hablar...— Inicia el país, retirando sus gafas y poniéndolo en su escritorio. No es de ningún proyecto en especial, solo, hablar.

— ¿De qué quieres hablar? — Sabe cual es la respuesta. Que recibirá una misera disculpa. No sabe si prefiere eso u otra campaña para "dar comida a los niños de África".

— Del pasado.

África suspira, recargándose en el sillón, su mano sujeta por encima un vaso pequeño y ancho, lleno de jugo de manzana y hielos. Parece whisky y lo sabe.

— ¿De cómo te llevaste a mi gente?, ¿No solo de mi territorio sino de los otros en donde los secuestraron?, ¿De como te dividiste por que no sabías si liberar a mis hijos o seguir explotandolos?, ¿De como el presidente que todos adoran hizo eso por sus propios fines egoístas? — Gruñe al solo recordar a Lincoln, pero no puede evitar el coraje que lo inunda al recordar una última cosa, que lo hace levantarse de su lugar y arrojarle el líquido al país — ¡¿Tal vez de como el racismo sigue en pie entonces ya no es del pasado sino del futuro?! — África llevaba años sin agitarse tanto. Lágrimas amargas se deslizan de sus ojos. No se siente mejor. Ni de chiste, de hecho, se siente más molesto consigo mismo.

Se da la vuelta, incapaz de seguir viendo a Estados Unidos. Se siente como un cobarde.

Por su parte, el americano traga. Dios, siempre le va de la patada cuando habla con un continente que no sea el suyo. Talla sus ojos, para que no tenga lágrimas en ellos.

Es tratado de manera injusta, como si solo encarnara sus errores, como si solo hubiera cometido eso. Había hecho cosas de mierda, pero no merecía ser tratado así, y lo sabía. Él no era su pueblo.

Pese a todo, con su camisa de "NATO" poniéndose incomoda y pegajosa por el jugo, con la clara sensación que le dejaron los cubos de hielo al pegarle, piensa que es la única manera que tiene de redimirse.

Así podría compensar al menos un poco del dolor que se ha causado en su hogar, ¿No? Como si no le importara el abuso que acaba de vivir, como si no le doliera, responde. — Si. De todo eso.

— ¿En serio quieres hacer esto? — Pregunta desesperanzado África. No quiere seguir sintiéndose así, enojado, asustado, herido... y en el fondo tampoco quiere seguir maltratando al niño detrás suyo. Tiene ¿Qué? ¿Doscientos años? Egipto es cientos de veces mayor.

— América dice que no es bueno guardarse las cosas. — Susurra Estados Unidos.

El moreno no puede evitar reír suavemente. — América es un hipócrita. — Suelta sin mala intención. — Bien. Necesitamos un mediador, Oceanía vino a visitarme así que será él.

— ¿Sería el día de hoy o?...

— Llegaría en media hora a más tardar. Su casa está cerca. — Toma unos pañuelos de su escritorio, finalmente se da la vuelta y se los da a Estados Unidos. El niño parece un desastre, está seguro de que podría romper a llorar en cualquier momento. Una oscura parte de él se regocija en ello. — Para que te seques. — Quiere pedir perdón, pero las palabras se atoran en su garganta. No puede ver eso.

Vuelve a darle la espalda y le escribe a su amigo.

"Ven, es por U.S. Para no pelear más".

El tiempo es largo, cada segundo es incómodo y cada minuto se hace más y más tortuoso. Mira las máscaras tribales que cuelgan en la pared detrás de su escritorio.

Muchas veces, le habían dicho que deberían de estar en un museo. Muchas veces, había recalcado que casi todo en museos de otros países fue tomado a base de mentiras y sangre.

Tocan dos veces a la puerta antes de abrirla, sin que tenga tiempo de dar pase, Oceanía entra al cuarto, con una pequeña sonrisa.

— Hey — Los saluda, informal como siempre. Los ojos de África se ablandan y la atmósfera cambia.

Oceanía es un rayo de sol. Su luz.

Pero aún con la presencia de su amigo, de ven en cuando, África escupe estadísticas, fechas, nombres, lleno de recelo y odio.

Se sorprende a sí mismo todas y cada una de esas veces. Inconsciente del nível de resentimiento que le guardaba al chico.

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Cuando ve a Estados Unidos subir en su avión para dejar sus tierras desde la comodidad de su oficina, es que ya no puede contenerse.

Llora.

Llora porque sabe que no es la culpa de ese país, que él no encarna solo a la gente, sino a sus sueños, a los terrenos, a los mares.

Llora porque está tan enojado por algo del pasado, cuando no es solo culpa de uno.

¿Qué haría si lo culparan por ser caníbal por aquello que sus tribus llegaron a hacer?

¿Cómo se sentiría si le echaran la culpa por todos los males que los mismos diamantes que adora han causado?

Cae. Cae como las tasas de niños que han nacido sin VIH, como las tasas de africanos en peso saludable, como los dólares que arrojan a vasijas con un niño africano pegado, denigrando a todos sus países a "Un desierto árido en donde solo hay hambre, sin tecnología, sin esperanza".

Oceanía, dulce y tonto Oceanía, lo consuela.

Excepto que no es tonto, y, ¿Dios, por qué pensó eso? Él adora a Oceanía. Llora con más fuerza, encajando sus uñas en la chaqueta de cuero bordada que siempre usa su amigo.

Sus ojos buscan a los del otro continente, los encuentra azules, con tanto verde que le recuerdan a un mar lleno de algas y fauna.

— ¿Te sientes mal por ser tan duro con el niño? — Asiente, rompiendo su contacto visual y recargando su pecho en el de su compañero. Este haciendo espirales en su espalda pra reconfortarlo.

— Sé que solo estoy desplazando, Ni empieces Sahul. Que me odio más a mi que a él por haber sido incapaz de cuidar a mis niños... Pero lo veo, o escucho su nombre y me hierve la sangre. Soy horrible, Sahul. — El escalofrío que recorre a su amigo es lo suficientemente fuerte para que él también lo sienta. Su primer nombre.

— Tal vez con ayuda de un psicólogo puedas superar eso, ¿No crees, Afroi?

Frunce el ceño. Hace una mueca, inflando sus mejillas sin querer y haciendo que sus labios se vean ridículamente tristes. Sabe que Oceanía tiene buenas intenciones, que ir a terapia sería muy bueno, que eso no significaría estar loco o alguna barbaridad similar que creen sus habitantes.

Pero la influencia de ellos sigue ahí.

— Piénsalo, Afroi. — Dice Oceanía en respuesta a su silencio, besando su cien. — Duérmete un rato, ¿Si? — Sus ojos azules estaban llenos de ternura, y el africano no pudo evitar sentirse un poco mejor.

Tal vez, en un futuro distante, podría dejar de ver la bandera de Estados Unidos sin tener recordar sus fracasos.


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Abner al micrófono: He vuelto weones, y ahora con más coraje y tristeza que nunca para escribir y actualizar, quiero dejar en claro que no me desagrado Estados Unidos como personaje, pero eso no evita que en muchos países se van a los extremos, lo idolatran o lo odian. Y pues, quería ponerle más carne a los huesos a esta historia, pese a que no he publicado nada en básicamente años, aún tengo las relaciones y a los personajes desarrollados jsjsjsj

Aparte de que, a veces veo comentarios que, la neta, son super ignorantes. Y me caga, entonces tiren sus libros de historia, filosofía, educación sexual y geografía¿ por la ventana: Yo les voy a dar clases.

Literalmente fui a una conferencia del VIH (pre-pandemia) por este libro, y no puedo dejar que esta información se pierda >.(

De aquí en adelante la historia está dedicada para:

LunaRoAC que fue la que me revisó el capítulo y dio ánimos.

kaedeLucy503 por que te quiero y para darte cariño.

luimbq por que esto es del fandom de Country humans, de una manera u otra y or que te quiero por dos.

Strawberry_BG por que por ti me metí al fandom, por que te quiero y por que puedo.

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