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— Ho... — Su voz es casi inaudible. Ha sido demasiado tiempo desde que habla. — Hola. — Parece un susurro.

Es estúpido.

No obtendrá una respuesta.

Edd está muerto.

Saca la lata de Cola del bolsillo de su sudadera.

Toma un largo trago.

— Feliz compleaños.

El viento acaricia sus cabellos, despeinandolo, sus ojos, uno azul, otro gris, leyendo la inscripción en la tumba.

Es injusto.

Es horrible.

Lo odia.

Por que Edd ya no está ahí. Y, es hasta estos momentos, que se atreve a verlo.

Por que fue un cobarde, y en cuanto escuchó que su leucemia había empeorado, huyó.

No quería ver a su novio en mal estado.

No quería verlo sufrir.

Pero hizo justo eso.

Cierra sus ojos con fuerza.

Juraría que una mano se posa en su hombro. Pero no es así.

Es el fin del conteo.

Y se permite llorar.

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