Percy cierra la puerta de su cabaña, se desliza a lo largo de su superficie, terminando en el piso, frente para arriba.

No mucho tiempo después, unos pasos ligeros pero apresurados llegan al destino, y escucha a Annabeth tratando de abrir la puerta.

El cierra sus ojos con fuerza, reteniendo las lágrimas a todo poder. Nunca esperó de ella algo como eso, no la creyó capás. Pero después de todo, el estaba allí, con el corazón roto.

— Percy! Perdóname! Déjame entrar!— dice Annabeth del otro lado, progresando a golpear con fuerza el pedazo de madera.

Pero Percy no lo hace, Percy se mantiene quieto en su lugar, su mirada vaga y fija, observando un mismo punto en la pared de en frente suyo. Pensando. Repitiendo la escena otra vez. Algo que nunca se vino venir de su novia, pero que aún así pasó.

Annabeth parece rendirse con los golpes, y escucha como se apoya sobre la entrada.

— Percy, podemos hablar esto como adultos? Te estás comportando como un niño — exclama con frustración, su voz ronca.

Eso lo hace activar, esa simple oración le salta una chispa de enojo. Incrédulo de que se atreviera a decir tal cosa frente a la situación en la que estaban se levanta de golpe. Abriendo la puerta.

— Como te atreves— dice, veneno resbalando de su tono de voz —Comportarme como un niño?! Me engañaste Annabeth! Me engañaste!—

Annabeth abre la boca para protestar, pero la interrumpe.

— Yo confiaba en vos, pero me clavaste un puñal en la espalda! Cómo te atreves a decir que me comporto como un niño?!—

Respira.

— Por los dioses Percy!— grita desesperada — Es solo Monopoly!—