Prólogo.

Miró por la ventana con los ojos llenos de tristeza. 

    Era una mañana triste, tal vez porque se llevaría a cabo el homenaje a una mujer que quiso como una madre, a la que le tendió su mano cuando más la necesitó e incluso a la que le dijo que peleara por el amor del hombre que adoraba y que ahora estaba casado. 

    Steffany se había ido ya, descansaba, pero para Melina, solo era un sueño al que había decidido entrar y en el que esperaría por ellos. 

    Con tantas emociones no había podido llorar ni darle paz a su mente pero sí ahora, cuando las cosas ya tenían solución el corazón se le puso nostálgico y adolorido. 

    El atuendo oscuro que portaba, el pequeño sombrero con la cubierta para sus ojos no disimulaba en absoluto las lágrimas contenidas. 

    Ella sabía que este era su momento. El mismo que debía sufrir y disfrutar a partes iguales. Sus cuatro amigos tenían la vida lista, resuelta y en aparente felicidad, ella en cambio no buscaba paz en absoluto, no quería perdón, no quería disculpas, mucho menos esperaba tener piedad. Tantos años guardando odio no serían en vano. Ella no descansaría hasta verlo de rodillas y acabado. Ahora que sabía dónde estaba, no dejaría ir a su presa.

    Cerró los ojos mientras recordaba los múltiples dolores de su vida. 

«Tres meses habían pasado desde que se vieron la última vez.

    Tenía el corazón constreñido de solo imaginar que sus padres se dieran cuenta de todo. 

    Miraba el plato de comida con asco y constantemente trataba de soportar para no dejarse en evidencia, sin embargo su cuerpo empezaba a dejar al descubierto su estado y nada sabía aún de él. 

—¿Por qué no comes? —preguntó su madre—. Llevas largo rato mirando la comida. 

—Llevas largo tiempo haciéndote la loca con las comidas —dijo su padre—. No creas que no me he dado cuenta. 

—Lo siento —dijo en respuesta—. Debe ser que no tengo tanto trabajo en el negocio, no han llegado muchos clientes. 

—No deberías perder el tiempo con eso —dijo su madre—. Tienes un buen pretendiente.

—Madre, no voy a aceptar un pretendiente como él —dijo temerosa de que se le reprendiera o de que su padre prohibiera que siguiera trabajando—. Sus castaños ojos se posaron con miedo sobre sus padres. 

—Hoy vendrá —dijo su padre—. Espero tengas una buena atención».

   Dio un suspiro al recordar, por supuesto nada había salido como esperaba y la llegada de su pretendiente fue lo que desató la furia de sus padres. 

«—Me gustaría hablar contigo —dijo el hombre en cuestión y veintidós años mayor que ella—. Es bien sabido mi origen y mi situación, tu padre incluso cree que lo haremos bien, los míos también, confían en que seremos una buena pareja. Hoy es una tarde especial para hacerlo. 

—Hoy iremos a casa de nuestros mayores —respondió nerviosa mientras sostenía un recipiente con frutos secos y un libro de poemas de Hafez—. Es la noche de Yalda y tengo algunas cosas que hacer o van a reprenderme.  

     Intentaba deshacerse de la presión que él ejercía mirando a diversas parte de la pequeña casa pero aún así, él parecía dispuesto a continuar su declaración. 

—Podríamos casarnos —dijo acelerando el corazón de la joven—. Seré un buen esposo y un buen padre.  

—Perdóname —dijo temerosa—. No puedo casarme contigo. Sé que serás un buen padre y un buen hombre pero no puedo casarme contigo. 

—¿Por qué no? —dijo endureciendo el tema—. ¿Qué hay de malo en mí?

—No hay nada malo —reveló—. Es solo que no estoy lista para un matrimonio. En realidad esperaba ir a la universidad, ser profesional. 

—¡Tonterías! —dijo exasperado—. Esas ideas te las han metido en ese lugar donde trabajas, no entiendo cómo es que tu padre autorizó que trabajes. No deberías hacerlo.

—Mohammed —dijo apretando los labios—. Agradezco infinitamente el deseo de querer convertirme en tu esposa pero declinó la petición. 

    Miró los castaños ojos del hombre que no dijo más, sino que salió del lugar preso de la furia. 

    Ella respiró tranquila solo unos minutos antes de ver a su padre ingresar con un semblante enojado. 

—Rechazaste —dijo y ella no supo qué decir. 

—Padre —dijo para justificarse pero de nuevo observó a su pretendiente ingresar con un recipiente. 

    Apenas intuyó lo que era, corrió al mismo tiempo que Mohammed lanzaba el ácido sulfúrico como muestra de su enfado por haber rechazado. Tan común por su pueblo que el hombre pudiera destrozar la vida de una mujer. 

   Aquello no la alcanzó pero sí que la hizo tropezar y caer dejando al descubierto lo que tanto escondía. 

    Su padre quien veía todo desde su sitio y su madre recién llegada observaron junto al hombre el abultado vientre de la joven. 

    La madre dio un grito y ella intentó pararse pero fue tomada por su padre que le dio una paliza brutal por estar embarazada».

    Melina cerró los ojos recordando el estado en el que terminó y más aún cuando él mismo Mohammed la acusó esa misma tarde ante el tribunal como adúltera y dando su embarazo como prueba irrefutable que fue evidentemente apoyada por su familia, la masculina por su puesto, como dictaban sus leyes. 

    Ella sabía cómo acabaría aquello, con una sentencia de muerte por algo injusto y denigrante. Así que a duras penas escapó de su casa, maltrecha y a punto de abortar. Fue en busca del único hombre que podía ayudarla. 

    Escuchó a lo lejos el ruido de las celebraciones, seguramente sus padres estarían buscándola ya para castigarla pero ella a pesar de todo no se detuvo hasta llegar al único lugar que tenía de referencia sobre él. 

«—Buenas noches —dijo al llegar al sitio aunque aún llevaba la sangre en el rostro y el cuerpo y cara llenos de moretones—. Busco a…

—Buenas noches —dijo una voz que la hizo girar y ella sonrió al ver al sujeto que la miraba de arriba a abajo—. Yo me encargo —dijo al hombre del hotel.

    El cuarentón miró a la chica con ojos inquisitivos. 

—¿A qué has venido? —preguntó. 

—Ralph no ha ido a verme —dijo con una media sonrisa al guardaespaldas del hombre que amaba—. Le he escrito al número de teléfono que me dio y no hay respuesta. Necesito que me ayude. Estoy embarazada, no puedo volver a casa, mis padres lo saben y en realidad me han acusado de adulterio, seguramente mañana mismo estaré condenada a muerte, no puedo quedarme aquí, necesito ir a su país, él dijo que me ayudaría siempre…

—No sé qué te hace pensar que mi jefe lo dijo en serio —respondió—. Puedo darte dinero para que te deshagas del hijo, para que huyas si quieres pero está claro, desde el momento en que no te toma las llamadas que no le interesa lo que suceda contigo. 

—¿Dinero? ¿Deshacerme de mi hijo? —preguntó incapaz de comprender—. No sé lo que le hace pensar que quiero matar a mi bebé. Es hijo de él también, dijo que me quería y que me llevaría a su país. Yo necesito que me lleve a Inglaterra, necesito huir o van a matarme. Aquí, en este país las mujeres valemos la mitad que un hombre.

—No me interesa lo que valga una mujer en este país —dijo el sujeto—. A mi jefe tampoco y lo dejó claro. —Sacó dinero de su cartera, una muy buena cantidad y la dejó en sus manos—. Con esto podrás huir y ahora mismo voy a llevarte a deshacernos del problema. 

    La tomó del brazo pero ella se jaló fuerte y golpeó su entrepierna. 

    Corrió todo lo que su dolorido cuerpo le permitió y huyó del lugar emprendiendo su camino sola sin nada más que el dinero que llevaba y su valioso chador».

    Melina sonrió con amargura. El corazón le recordó todo lo que vino después de aquello, todo lo que ocurrió por enamorarse de un mal hombre. Se limpió las lágrimas mientras pensaba que llegó a Inglaterra buscando al hombre que tanto daño le hizo. 

    Recordó también el dolor que sufrió a manos de otros, el dolor de ver a su hijo nacer en la calle, el encuentro con Parker y lo mucho que le quiso desde ese momento. 

    Este había sido su ángel, el primero en tenderle la mano y cuidar de ella. 

    Sonrió conteniendo las lágrimas. Bien sabía que conocerlos a ellos fue lo mejor de su vida. Con ellos se volvió a enamorar y volvió a sufrir por amor. 

«Vio a su amigo casarse completamente enamorado y observar a su esposa con los ojos brillantes de emoción. Observó con el corazón roto como el hombre que amaba se unía a la mujer de su vida, esa que nunca dejaría de querer y que ella jamás dejaría ir. 

    Lo observó bailar por primera vez con ella como su esposa, sujetar su mano e incluso robarle algún beso y entonces respiró y sonrió guardado los trozos de su maltrecho corazón al verle feliz.  

   Para ella fue suficiente con verlo reír, con verlo rebosante. Ella dejaría que Hurs fuera feliz a lado de la mujer que amaba aunque a ella le estuviera sangrando el corazón en ese momento al ver a su secreto amor partir junto a Scarlett».

¿Estás bien? —Escuchó la voz de Chris. 

—Sí —dijo limpiando sus lágrimas—. Es hora de irnos. 

    Christopher Davenport tomó su mano sin decir nada sabiendo más de un secreto de su novia, aguardando que fuera ella quien hablara por voluntad y la llevó lejos hacia el palacio donde Parker recién coronado desvelaría la lápida simbólica de su nana. 

    En cuanto llegaron se sentaron junto a sus amigos y familia. 

    Parker aún no estaba, evidentemente su reina tampoco, así que cuando el rey y la reina asomaron con sus respectivas coronas para dar inicio a la ceremonia ella sonrió. 

    Ese era Parker, el real, el que dejaba al descubierto cuán leal y amoroso era con su familia. 

    El sitio era el recinto de los restos de la familia real y para él Stefanny era de la familia, su segunda madre, así que ahí estaba, su sitio. 

    Dio inicio a la larga ceremonia con unas emotivas palabras y después dejó las cenizas descansar en el sitio sagrado antes de que fuera colocada la lápida. 

    Todo transcurrió en una mañana triste, ahí donde la despedían para siempre. 

    A Melina se le llenaron los ojos de lágrimas al recordarla y al saber que había perdido a una madre también.      

    Todo se acercaron a dejar algo para ella, la rodearon solo los amigos. El rey seguía arrodillado frente a la lápida y sostenía en sus manos algo que besó antes de guardarlo. 

    Las flores que dejó Melina sobre la tumba de una de las personas que más quería le hizo derramar lágrimas de forma desconsolada con tantos recuerdos guardados. Había vivido los últimos años de su vida a su lado y esperaba que al menos donde quiera que estuviera encontrara la paz que no tuvo en vida.

     Respiró limpiando sus lágrimas al mismo tiempo que uno de sus amigos la abrazaba y daba consuelo lo mejor que podía. 

     Nada volvería a ser igual para ella, quizás para ninguno de ellos, no cuando se perdía a alguien a quien le había dado un pedazo de su alma. Era como si el corazón que desde hacía mucho tenía dividido de amor por tantas personas ahora tuviera un hueco incapaz de sellar.

    Respiró soltándose de su amigo para colocar su mano sobre la lápida que rezaba las palabras exactas para definir a la persona que moraba ahí. 

—Por ti —dijo limpiando sus ojos—. Por ti que me alentaste siempre a buscar justicia y no descansar hasta obtenerla. 

     Se incorporó de nuevo y miró a cada uno de sus amigos que estaban ahí con solemnidad y caminó fuera del recinto sagrado con la seguridad de que había llegado su momento. El momento de que la reina descorazonada desatara su furia había llegado sin que hubiera nada capaz de contener la ira que rezumaba.

—Es tu momento —dijo Parker—. Estoy aquí, amiga.

—Elnaz Hamdani está lista para despedazar al que se ponga en su camino —dijo con seguridad—. Se destrozó a sí misma hace años. Ahora queda esto: Melina Hadworf. 

    Parker sonrió. 

—Adelante Elnaz, llegó tu momento. Ve y desata tu ira —dijo sosteniendo su mano—. La bestia, el diablo, el monstruo y yo estamos listos para ser tus peones. Seguro que el cuervo y el espectro también. 

    Ella sonrió segura de que este era el tiempo que tanto había esperado. 

    Elnaz Hamdani; la reina, estaba lista para destruir el mundo si se interponía en su camino...

Actualizaciones de varios capítulos juntos cada domingo. Gracias por regalarme sus votos y sus comentarios. Besitos.

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