Epílogo.
—Falta una semana para la boda de Parker por la iglesia y a ti se te ocurre parir ahora —dijo un Hurs que no sabía cómo calmarla. Me va a dar algo.
—¡Por Dios, Hurs! —dijo Maddox mientras conducía—. Ni que fuera el primer bebé que ves nacer. Ya tienes hijos.
—Sí pero eso no significa que ya esté acostumbrado —dijo enojado—. No tienes corazón con un hombre que siente que se le va a salir el intestino por pujar con la parturienta.
Maddox comenzó a reír divertido y siguió conduciendo.
Avanzó largo rato en medio del tráfico y finalmente recorrió largos minutos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Siento que voy a desmayarme de tanto resoplar pero bien, gracias por preguntar —dijo Hurs.
—Le preguntaba a Melina —dijo Maddox—. Tú no vas a parir.
—Puede que no pero hasta lo estreñido se me va a quitar —dijo y Melina no pudo evitar reír.
—Estoy bien —dijo como única respuesta.
—Ya casi llegamos —dijo Maddox—. Alguien le avisó al princeso.
—Andrew —dijo Hurs.
En cuanto Maddox detuvo el auto frente al hospital fueron recibidos por un Chris que esperaba a Melina para ayudarla a tener a su segundo hijo.
Hurs la cargó en el mismo instante en que las llantas del auto de Ibrahim derrapaban frente al hospital y bajaba tropezando dos veces.
Se acercó hasta ella.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Pues aún embarazada y a punto de parir —bromeó.
Comenzó a reír haciendo un gesto de dolor y aferrándose a la silla de ruedas.
—Vamos —dijo Chris que miró a Ibrahim—. Tiene apenas unos minutos para ponerte la ropa adecuada si quieres entrar a ver el parto.
No esperó más y corrió hacia donde le indicó la enfermera para ponerse la vestimenta adecuada.
Varios minutos después Parker llegó junto a su esposa y a Alfred llevando a Will que estaba inquieto.
—¿Y mamá? —preguntó.
—Está dentro —dijo Hurs—. Pronto vas a conocer a tu hermana.
—¿Y mi papá? —inquirió de nuevo.
—También está adentro fingiendo ser fuerte —añadió Parker—. No te preocupes, lo máximo que puede pasarle es un traumatismo cuando se desmaye pero será atendido de inmediato.
Los ojos de Will se abrieron de inmediato y terminó por sonreír al ver que Parker le guiñaba un ojo.
—Yo voy a ser el mayor —dijo emocionado.
—Igual ella va a mandar —dijo Hurs.
—¡Hurs! —dijo Maddox.
—¿Qué? —dijo molesto—. Que sepa lo que le espera, podemos decir mil cosas pero siempre vamos a hacer lo que las nenas digan. Serena te pone el pie en la cabeza y tú lo haces gustoso aunque en el casino te portes como el tipo malote.
—Bueno sí —dijo Maddox.
—Igual así amas a tu bebé que ya no está tan bebé —dijo divertido—. No tardas en empezar a oler a suegro.
—Tardamos —dijo divertido.
Miraron a Parker que se encogió de hombros.
—A mí no me miren que mis bebés siguen en mis pelotas y ahí se van a quedar de momento —dijo echando a reír cuando su esposa le reprendió porque estaba Will.
Comenzaron a hacer bromas hasta que Max y Andrew llegaron dispuestos a conocer a la pequeña que seguramente enamoraría a más de uno en ese sitio.
Los reyes llegaron pronto y aquel sitio se vistió de alegría con la llegada de la nueva integrante de la familia.
La pequeña Tahira Hâbbar llegó mostrando su apiñonada piel y sus ojos ámbar que enloquecieron a sus padres apenas la vieron.
Si Ibrahim creyó que no podía enamorarse de nuevo, en ese momento se dio cuenta de cuán equivocado estaba y Melina observó a su bebé con todo el amor del mundo, después de todo esa niña crecería en medio de muchas personas que le amarían.
Pronto fue llevada a una habitación donde esperó junto a Ibrahim el arribo de todos para conocer a la niña.
En menos de lo que imaginó más de diez personas estaban ahí para ver a la pequeña Tahira.
Will fue ayudado por su padre para poder trepar y ver a su hermana, mientras se la daban en brazos con cuidado y él miraba a su madre emocionado.
Poco a poco todos fueron viendo a la bebé y abrazándola.
—Más mujeres para nuestros bebés —dijo Max ganándose una mirada de reproche de Ibrahim.
—Es tan bella como su madre —dijo Hurs—. Felicidades.
Cada uno fue dando sus besos, abrazos y felicitaciones por la llegada de la niña.
Finalmente los abuelos disfrutaron de la niña que sacó lágrimas a la reina y al rey lo hizo sonreír emocionado.
Poco después se vieron solos en la habitación.
—¿Cuándo nos iremos a casa? —preguntó Will a su madre—. Sam y Max no van a creer lo bonita que es.
Se veía tan emocionado después de tantos años de ser hijo único que a ella se le calentó el corazón.
—Pues cuando el doctor autorice.
—¡Oh! —dijo desilusionado.
—Seguro mañana —dijo Ibrahim.
—Bueno.
El aún príncipe, miró a su hija y sonrió.
Llevaba meses reconstruyendo su vida, sus finanzas, todo de él. Estaba siendo difícil pero su familia le apoyaba y aunque iniciaba de nuevo, agradecía que el dinero de su madre mantuviera a flote los salarios sin tener que despedir a nadie. Al final, Melina había pensado hasta en eso sabiendo que su madre podía solventar aquello.
Su familia estaba logrando de nuevo una reputación como hotelero y cada vez se veía más su presencia en el ramo. Obtenía pocas ganancias pero las suficientes para vivir bien, aunado a eso, el pueblo empezaba a reconocerlo de nuevo, trabajaba por primera vez con su padre en eso y de nuevo la gente le llamaba el príncipe heredero.
Ahora sabía que estaba listo para suceder a su padre, se sentía bien, en paz consigo aunque aún seguía manteniendo la esperanza de que ella le perdonara.
En todos esos meses estuvo cerca de ella, vivieron el embarazo juntos y se había establecido una especie de cordialidad, de amistad por el bien de sus hijos, pero en el fondo Ibrahim quería a esa mujer en su casa, con sus hijos, quería llamarla su esposa; sin embargo, no se atrevía a decirle en absoluto temiendo arruinar lo poco que había ganado.
Cada día ella le sonreía, hablaban por teléfono, conversaban los tres con Will pero nunca hablaba de nada personal.
La miró observando a la bebé y no pudo evitar colocar la mano en su barbilla y acercarse para darle un beso en la frente.
—Gracias —dijo y ella le miró antes de sonreír.
Will los miró y se acercó para tomar la mano de su madre y apoyarla en la suya.
Melina sonrió y pronto vio la manita de la bebé colocada por Will sobre la suya.
Volvió a sonreír al ver que devolvía la mano de la niña a su lugar pero continuaba entrelazada con él.
En un descuido de ambos Will tomó la mano de Ibrahim y la unió con la suya y la de su madre.
Tanto Melina como el príncipe miraron lo que su hijo hizo de forma inconsciente.
Se detuvieron unos minutos a verse entre sí antes de ver al pequeño decir que saldría a ver si su tía Perséfone tenía chocolates.
Un silencio incómodo se hizo entre ambos.
—En dos semanas es mi coronación —dijo sin saber por qué lo decía—. Tal vez puedas ir allá juntos a los niños. La gente está loca por conocer a Will y ahora a Tahira.
—Me alegra por ti —dijo Melina—. Supongo que podremos ir.
De nuevo se quedaron callados.
En tantos meses, Melina tuvo que admitir que era feliz a su manera, tenía a sus amigos, sus hijos, incluso firmar la paz con él le había traído felicidad. Eran cordiales y amables, hablaban de sus hijos, solo a veces algo personal y en algunas ocasiones él mandaba algún te amo.
Quizás eso aún dolía un poco, ya no tanto porque su corazón sanaba a pasos agigantados y negar que le gustaba el nuevo Ibrahim sería estúpido pero también temía volver a equivocarse, así que no se atrevía nunca a responder sus mensajes, pero el cambio en él era imposible de ocultar.
Varias veces lo había visto en televisión hablando sobre los asuntos de su país con una soltura y seguridad en sus propuestas que su padre le miraba orgulloso, lo vio hablar de los hoteles en los que ahora trabajaba duro para restablecer y se dio cuenta de cuán feliz era Ibrahim siendo él.
Las cosas entre ambos no eran iguales. Él era un padre bueno, constante y muy seguro de sí mismo, trabajaba en su seguridad y se veía reflejado en Will que cada día contaba alguna nueva anécdota de algo aprendido con él.
Empezaba a mostrar la admiración y en más de una ocasión dijo que un día sería como él.
Sin duda no era el Ibrahim de antes pero tampoco quería arriesgarse, tal vez nunca se atrevería o tal vez sí, eso solo lo decidiría luego, en el momento oportuno.
En cuanto a ella, dejó atrás todo, solo verificó que sus enemigos no fueran más una amenaza, cada uno en prisión y algunos con condenas largas, otros a muerte.
Se dedicó a sus amigos, a vivir, a salir a bailar, al cine, a disfrutar de su hijo; volvió a abrir un nuevo salón y pasaba las mañana ahí, iba al colegio por su hijo y volvía con él hasta la tarde.
Jugaba con él al llegar a casa y por las noches dormía a su lado algunas veces o trabajaba en el casino.
Peyton aún le ayudaba pero ahora sonreía con un nuevo amor. Sorpresivamente tenía dos hijos, dos pequeños bebés que solo Peyton y Chris, quien fue su médico, supieron hasta el último día.
Tenía un novio que la hacía feliz y cuidaba de sus hijos. La joven triste y flaca que tanto le hizo doler al recordarse a sí misma, ahora era una mujer, madre y belleza que dejaba al descubierto todo de ella. Era preciosa y sumamente feliz.
Andrew pasaba por la peor etapa de su vida pero Melina confiaba en que pronto saldría de ello.
Sus amigos seguían siendo ellos, Hurs y Maddox con nuevos bebés, Parker y Max aún controlándose aunque Max empezaba a verse feliz de querer otro hijo.
Alfred solía sonreír y parecía ir mejor pero todos sabían que su sonrisa no era real. Que en el fondo seguía enamorado de un recuerdo y que quizás nunca dejaría ir a Amber.
La vida parecía haberse acomodado para todos y ella pese a todo se sentía feliz y en paz consigo misma.
—¿De qué te ríes? —preguntó Ibrahim.
—De lo que ha pasado en tantos meses —dijo con un encogimiento de hombros—. Todos hemos cambiado tanto.
—Sí —dijo Ibrahim—, pero aún queda una vida por empezar.
Melina le miró y asintió.
—Aún queda vida por vivir —dijo sonriendo.
—¿Te gustaría salir conmigo? —dijo de pronto—. A comer algo, quizás podamos ir al cine o a dónde quieras.
—¿Es una cita?
—No en plan cita —dijo temeroso—. Bueno, no si no quieres, solo a platicar por ahí.
—Tengo dos hijos —respondió.
Ibrahim sonrió y se encogió de hombros.
—Puedo con ello —dijo con seguridad—. Tal vez yo les agrade.
—Tal vez tenga tiempo en un par de semanas —dijo riendo—. Ahora no porque acabo de parir.
—Puedo esperar —respondió tocando sus mejillas con los nudillos—. Lo bueno se hace esperar siempre.
Ella sonrió e incluso se sonrojó al verse nuevamente sacudida por el mismo hombre de siempre, por él, siempre por él.
Sin darse cuenta terminó con la mano entrelazada a la de él que le sonrió en una promesa de que tal vez un día, cuando ambos estuvieran listos, aquel amor que se negaban a dejar ir, por fin se consolidara.
—Podemos empezar —dijo Ibrahim—. Una doble corona no te vendría mal.
—Ya veremos —dijo con una sonrisa justo en el momento en que el príncipe besó a la reina en un arrebato que sellaba una promesa de esperanza, al menos su propia esperanza mientras Melina sabía que seguía siendo la reina, una reina contenida, después de todo Ibrahim podía siempre y de alguna manera lograr que ella frenara. De alguna forma u otra el rey podía contener a la reina.
¡Buenas tardes a todos mis lectores! También a mis haters como no, que no se diga que no los aprecio porque se me ofenden. POR FAVOR LEAN LA NOTA DE AUTOR QUE PUSE DESPUÉS DE ESTE APARTADO. ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top