Capítulo 8

Se puso de pie y dejó a Ibrahim sentado en medio de lobby mientras caminaba hacia el ascensor. Esperó a que abriera y se metió, intentó cerrar la puerta pero la mano de Ibrahim se lo impidió y sin más se adentró al ascensor.

Cerró la puerta y se colocó a su lado.

-Tienes una manera horrible de tergiversar todo lo que digo -dijo él-. Nunca dije que me incomode que tengas un hijo, simplemente quería saber si es tuyo. Si eso es un pecado me temo que estamos mal.

Melina no respondió, después de todo tampoco quería asustarlo, más bien deseaba mantenerlo.

-Siento si me excedí -dijo sin mirarlo-. No me gusta que toquen y metan a mi hijo en asuntos que no deben.

-Bien -respondió-. ¿Estamos en paz entonces?

Ella se giró a verle.

-Estamos en paz -dijo con una media sonrisa.

-No respondiste mi mensaje -añadió Ibrahim cambiando el tema y haciendo reír a Melina.

Frunció el ceño al verla reír, se vio recordando de nuevo a Elnaz.

«Escuchó su risa tras verlo caer en medio del lodo.

-Lo siento no debí reírme -dijo pero ella seguía sonriendo.

-Deja de burlarte -dijo un tanto molesto.

-Lo siento -dijo agachando la vista.

Ibrahim se levantó y la abrazó quitando el hijab de Elnaz. No le gustaba verlo con eso, le parecía que ocultaba lo bonita que era, a pesar de que no usaba ningún maquillaje en absoluto.

Acarició su rostro mientras ella cerraba los ojos y sonreía de esa manera que a él tanto le gustaba.

Para él no existía nadie más bonita que ella, con sus ojos grandes y sus pestañas enormes.

-Te quiero -dijo abrazándola y devolviendo la sonrisa a sus labios-. Te quiero mucho.

-Y yo a ti -respondió-. A veces, cuando te vas siento que voy a morir de tristeza, cuando vuelves siempre estoy eufórica.

-Te llevaré conmigo un día -dijo y ella miró al frente.

-Nunca he visto más allá de estas tierras -dijo con una media sonrisa-. Antes no me molestaba, pero ahora que estás aquí y te vas me dan ganas de poder disponer de mí misma e irme.

-Un día puedo llevarte conmigo -dijo de forma inconsciente-. Tú padre no podrá disponer de ti.

Ella no respondió, en cambio dejó un beso en sus labios y se abrazó a él».

Sin querer se vio imaginando a Elnaz en ella, con su sonrisa inocente y sus pequeños hoyuelos.

Recordó a la joven que conoció, tenía dieciséis años cuando la encontró. La había conocido en una tienda de artículos para dama, buscando un regalo para su madre. Tenía cubierto todo el cuerpo y la usaba el velo que cubría su rostro en absoluto, solo mostraba sus ojos. Sin embargo, miraba los maquillajes y a él le dió curiosidad saber por qué veía algo que no podía mostrar.

«-¿Con qué objeto ves los maquillajes? -preguntó y la vio dar un respingo-. Traes cubierto el rostro.

Ella se giró para verle, le pareció que tenía los ojos más bonitos que había visto, cubiertos de inocencia y con una alegría que brillaban como luceros.

-Me gusta maquillar -respondió-. Trabajo en eso.

-¿Eres maquillista? -preguntó y ella asintió emocionada.

La vio tomar unas paletas de maquillaje, mirar el precio y luego ver otras.

-Quiero regalarle algo a mi mamá -dijo él-. Si escogieras maquillajes para ti cuál usarías.

Ella miró entre todos y tomó varios dejándolos a un lado de él.

-Claro, depende del color de la piel de ella -dijo-, pero son las marcas que más le convienen.

-Bien -respondió. ¿Cómo te llamas?

-Elnaz -contestó-. ¿Y tú?

Ibrahim pensó en decirle su nombre; sin embargo, no lo hizo.

-Ralph Sorel».

Lanzó una maldición al recordar su primera mentira. Pensó que jamás debió hacerlo, pero ya no podía cambiar eso.

-¿Sucede algo? -preguntó y él negó.

-¿Por qué no respondiste mi mensaje? -Volvió a decir.

-Era de madrugada -dijo ella-. Además, hoy tengo que volver.

-Podemos salir ahora -dijo viendo como el ascensor se detenía.

Ella bajó y él lo hizo después mientras caminaba a su lado sin que ella lo detuviera.

Se detuvo frente a su habitación y miró a Ibrahim antes de hablar.

-Me voy a las diez de la noche -dijo con una sonrisa provocadora-. Tengo la tarde libre.

-Paso por ti a las cinco -dijo.

-Bien -respondió y se giró para entrar a su habitación cerrando la puerta y dejándolo afuera mientras él se reía y daba la vuelta para volver sus pasos.

Una vez dentro Melina observó al hombre en su cama.

-¿Qué haces aquí? -dijo sorprendida.

El rubio se levantó con ese aire divo que le caracterizaba.

-Quise asegurarme de que esa sabandija no te hiciera olvidar tu objetivo -dijo antes de reír y acercarse a ella.

-Deberías estar cuidando de tu esposa y tus mellizos en lugar de venir como la vecina chismosa que eres -dijo abrazando a Parker.

-Mis mellizos nacen en quince días y se están portando muy bien -dijo divertido-. Vamos a viajar solo para que nazcan allá y poder presentarlos.

-¿Crees que sean niños o niñas? -preguntó.

-Que sean lo que les venga en gana -dijo divertido-. Perséfone no quiso saber, pero no tengo preferencia aunque admito que las niñas me enloquecen. A todo hombre le gusta presumir mujeres. Yo no he de ser la excepción.

-A toda mujer le gusta presumir hombres -replicó.

-Claro y Perséfone no es la excepción -dijo Parker-. Con lo coqueta que es, no dudo ni un segundo que desee verse rodeada de tres hombres.

-Yo tengo el amor de siete -dijo ella-. Algo así como Blancanieves.

-Ninguno es enano, bueno Max solo del cerebro -dijo divertido-. Perdónalo.

-Pobre Max, siempre le hacen burlas -dijo divertida.

-Solo se pone en bandeja -respondió-, pero no vine a hablar de cosas que no podemos cambiar, solo vine a ver que todo estuviera en orden.

-Voy a salir con él esta tarde -dijo divertida.

-Ten cuidado con él -dijo tomando su mano.

-No me ha reconocido -dijo ella.

-No lo decía por eso -dijo abrazándola.

-¿Piensas que voy a dejarme envolver por él? -preguntó ofendida de que la creyera tan débil.

-Pienso que esos tipos son fáciles de querer por alguna razón -dijo tomando su mano-. No dejes que vuelva a hacerte daño.

-No pasará -dijo con seguridad-, no te preocupes.

Parker la abrazó y dejó un beso en su mejilla.

-Estoy deseando ver su cara cuando vea la ola llegar -dijo malicioso-. En fin, ya que vas a salir con él, al menos espero que me dejes comida o tendré que ir a buscar mujeres por ahí.

-¿Esto lo sabe tu reina? -preguntó divertida.

-Faltaba más, tengo su bendición -dijo riendo-. Me dijo que puedo coquetear.

-Eso es porque seguro ella lo hará también -dijo Melina-. Estoy segura de que lo está disfrutando. Adoro los finales felices.

-Mi esposa no coquetea -dijo enojado-. Debe estar planeando la boda.

-Por supuesto -dijo ella.

-Cuidándose y reposando por mis bebés -dijo él.

-No lo dudo.

-Igual voy a llamarle -dijo antes de que sonara la puerta.

Melina se acercó a abrir para encontrar a Perséfone seguida de varias tipos.

-Tu esposo dijo que iba a ir a buscar mujeres aprovechando que duermes todo el día por los mellizos. -Mintió mientras la veía enarcar una ceja.

-Que bueno, que se vaya, yo acabo de ver a cierto príncipe por ahí, aún conservo sus datos -dijo pero se vio sujeta por su esposo.

-Yo no dije nada. -Se defendió-. Es Melina la intrigosa que quiere separarnos.

Pronto se olvidó de sus problemas, incluso de Ibrahim al verse con ellos, conversando sobre cualquier cosa.

En algún punto la pareja se fue y ella comenzó a arreglarse, de nuevo colocó el maquillaje perfecto, el cabello perfecto, todo perfecto para revisar atacar a su presa.

Ella sabía que Parker estaría cerca y que no la dejaría sola, así que aunque le incomoda mucho también sabía lo protector que era.

A las cinco de la tarde en punto Ibrahim Hâbbar tocaba su puerta.

Se apresuró a abrir dejando a este con la boca abierta de la impresión al verla.

Le ofreció su brazo pero ella siguió su camino haciéndolo reír.

-Eres muy bonita. -Se vio diciendo sin poder contenerse.

-Gracias -dijo.

-¿A dónde te gustaría ir? -preguntó.

-No lo sé, no conozco mucho por aquí -respondió Melina.

Apures le esperaba su auto por lo que abrió la puerta para que ella subiera y después abordó.

-Hoy no traes a tu guardaespaldas -dijo apretando los dientes.

-Ya no es mi guardaespaldas -respondió Ibrahim.

Melina le miró de inmediato sin saber si decía la verdad.

-¿Por qué? ¿Le has despedido? -preguntó.

-No -añadió frunciendo el ceño-. Más bien, lo cambiaron de lugar, prefiero no hablar de eso.

-Ya veo -dijo mientras lo veía conducir sin saber a dónde iba.

Al final fueron hacia un lugar bastante deshabitado.

-¿Esto es tuyo? -dijo al ver el sitio-. Es un hotel.

-Sí, es un hotel, es mío -dijo con seguridad.

Recordó ese hotel años antes, cuando le había dicho que solo era el administrador.

Se giró para encararlo.

-Es bastante bonito -dijo y él agradeció.

-Es un lugar que me gusta mucho a decir verdad.

-Me alegra -dijo ella-. Es lindo, seguro que muchas ya lo conocen.

Lo vio lanzar un suspiro antes de acercarse.

-No, aquí no vienen mujeres -dijo y ella apretó los dientes-. Este lugar es especial para mí.

Melina tuvo ganas de gritar y decirle que dejara de ser un mentiroso. Ella recordaba cada habitación que había tenido a lo largo de años, recordaba que lugar en el que había estado, incluso ese espacio, ahí donde era una especie de mirador, también era conocido.

-¿Por qué es tan especial? -preguntó.

-Mis padres aman este hotel, se enamoran cada año aquí, hay mucho de ellos por todos lados -respondió-. No suelo traer a nadie por aquí.

Por supuesto no mentía, ese hotel significaba demasiado y había tantos recuerdos de su infancia que ninguna además de Elnaz había estado en ese sitio. En ese momento aún se preguntaba por qué había llevado a Melina a ese lugar.

Ella por el contrario estaba furiosa y apretaba los dientes de rabia de saber que mentía descaradamente, aún así sonrió de forma hipócrita y le miró.

-Me siento halagada entonces -dijo tomando su brazo.

Ibrahim la llevó dentro mientras todos fingían tener demasiado trabajo.

La llevó hasta la que era su habitación y pidió algo de beber y comer.

Desde la habitación podía verse el mar. Melina recordó que había nadado ahí, que se sintió emocionada la primera vez que sus ojos vieron la inmensidad del mar.

Se acordó de las veces que había hecho el amor en aquella habitación y los innumerables besos que se dieron mientras caminaban por la arena.

Ahora no podía ver la belleza del mar ni sentirse exultante de emoción, no podía ver la belleza de lo que había frente a ella, no había emoción al estar dentro de aquella habitación. Aquella tarde no había nada, pero estaba en ese sitio por una razón y no iba a echar atrás nada.

-¿En qué piensas? -Melina se sobresaltó al sentido tan cerca de ella y escuchar su gruesa voz preguntarle al oído.

-Veía lo bello del mar -dijo e Ibrahim asintió-. Es precioso.

-Lo es -dijo él fijando la vista.

-Hay un punto de unión -dijo ella-. El mar y el cielo, pero todos sabemos que el cielo siempre estaba muy por encima del mar.

Ibrahim se giró a verla de inmediato.

-¿Qué has dicho? -preguntó al recordar que Elnaz una vez había dicho lo mismo...

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