Capítulo 7

—¿De dónde sacaste esto? —preguntó mirando a su padre. 

    Se quedó mirando la fotografía donde ella parecía estar feliz abrazando a su hijo, que no debería tener más de cinco años. 

    No parecía una foto reciente, el cabello era diferente, pero también estaba claro que el amor se le salía por los ojos al ver al pequeño. 

—De la prensa, de dónde más —respondió su padre interrumpiendo sus pensamientos—. Lee lo que dice el encabezado. 

    Pronto Ibrahim se vio leyendo y lanzando un suspiro de enfado al darse cuenta de que la prensa amarillista estaba sacando sus mentiras como notas.  

«El príncipe Ibrahim Hâbbar está de caza, está vez con una madre, ¿o será hijo suyo?».

    Miró a sus padres que esperaban una respuesta. 

—No sabía que tenía un hijo —dijo Ibrahim—. Ni siquiera sabemos si lo es. 

—No me molesta que salgas con una mujer que tengas hijos —manifestó su padre—. Hace mucho que deje prejuicios y machismo atrás, me molesta que vayas por la vida buscando mujeres y no te enteres de nada.

—Ibrahim —dijo su madre—. Por favor sé consciente y deja de jugar al mujeriego. No sé qué es lo que haya pasado contigo, pero espero que todo salga bien, no me gustaría verte sufrir. 

—Mamá, apenas la conozco —dijo dando un suspiro—. Quizás no vuelva a verla.

—No lo sé —dijo la reina—. No puedo saberlo, pero no me gustaría que cometas errores que te pesen. Por favor sé buen chico. 

—¿Alguna vez he sido mal chico? —preguntó. 

—No, pero tantas novias y ninguna en serio…

—Mamá… olvídalo —dijo dejando un beso en su frente—. Ve a descansar que yo resuelvo todo esto. 

    Los reyes dieron un suspiro y se fueron del lugar rendidos, sabiendo que Ibrahim era demasiado cerrado para dejar que se metieran en sus asuntos. 

    Una vez se quedó solo con su amigo este enarcó una ceja. 

—Así que está en busca de un padre para su hijo y no solo eso quiere nada más y nada menos que un príncipe —dijo Ralph mientras Ibrahim blanqueaba los ojos—. No sabe que en tu país solo hijos legítimos tienen derecho. 

—¿Por qué siempre crees que las mujeres están tras la fortuna?

—¿Estoy equivocado? —replicó con una sonrisa burlona—. Dime cuántas de las chicas que han estado contigo no han preguntado sobre tu reino, tu fortuna o incluso cuántas no han intentado tener un hijo tuyo. 

—Elnaz —respondió. 

    La carcajada de Ralph lo hizo ponerse de mal humor. 

—Es porque no supo que eras un príncipe —dijo Ralph—. ¿Crees que si lo hubiera sabido ahora estarías soltero? Las mujeres como ella son las más peligrosas. 

—Parece que conociste a Elnaz mejor que yo —dijo enfadado.

—Las mujeres de esos países —dijo haciendo una pausa—, buscan desesperadamente salir de su entorno. Yo estoy seguro de que ella no te quería, quería salir de su país. ¿Cuántas veces te dijo que la llevaras a Londres?

    Ibrahim se quedó callado unos segundos recordando que efectivamente ella decía que la llevara consigo todo el tiempo. 

—No debí abandonarla —dijo con un suspiro pasando las manos por su rostro—. Ella no lo merecía. Tal vez...

—Tal vez nada —interrumpió su amigo—. Ella solo buscaba salir de su país, tú eras el estúpido a la mano. Así son, deja de pensar que hiciste mal, ese enamoramiento tuyo fue solo momentáneo, eras joven e idiota. 

—Sí, pero aún así me vi tentado a volver y decirle quién era —dijo dando un suspiro—. Ella era buena, quizás no lo tomaría mal y me daría la oportunidad de empezar de nuevo.

—Eso no lo sabes —dijo él. 

—Ralph, nunca pidió nada, muchas veces mentí y le dije que no podía pagar algo y jamás le importó, siempre estaba preocupada por…

—Da igual —interrumpió su amigo—. ¿Qué crees que haría una mujer que supiera que su novio le dio un nombre falso?

—Pude explicarle, pude volver —dijo él—. Quizás Elnaz lo habría entendido.

—No se te olvide que volviste como el idiota que eras y en su trabajo te dijeron que estaba próxima a casarse —dijo su amigo—. Un mes después de haberte ido, un mes, Ibrahim, ¿qué mujer que se decía perdidamente enamorada de ti se casa con otro un mes después?

    Ibrahim se vio recordando eso. Finalmente tras un mes sin verla, volvió dispuesto a confesar quién era y apelar a la bondad de Elnaz, incluso estuvo dispuesto a hablar con sus padres de eso; sin embargo, a su regreso solo se encontró con decepción. La mujer en la que Elnaz confiaba tanto fue la misma que le dijo que ella estaba próxima a casarse. 

    Se quedó callado unos segundos. 

—Quizás no me quería —dijo mirando a Ralph—. O tal vez debí irla a buscar a su casa. 

—Obviamente no te quería —respondió su amigo—. Ibra, tu enamoramiento ya pasó, olvida eso de una maldita vez, no entiendo a qué viene ahora. Le mentiste y ocultaste tu identidad, decidiste abandonarla para no decirle la verdad por miedoso, volviste cuando te creíste enamorado y resulta que la tipa no era tan santa como se decía ni tan inocente como presumías. 

—Le mentí porque estaba cansado de ser el blanco de cazafortunas. —Se defendió—. Porque no pensaba una relación seria, al menos no al inicio. Tal vez debí investigar si de verdad se casó. 

—Ibrahim, te lo dijo la mujer que fue la alcahueta de la tal Elnaz, la que muchas veces la ayudó a escapar para verte —dijo Ralph—. No vengas ahora a pretender hacerla una mártir. Seguramente ahora estará casada con alguno de esos tipos, cuidando a sus hijos y ni siquiera se debe acordar de ti. 

     Ibrahim se quedó callado unos segundos y después solo se acercó a la ventana sin decir agregar más. 

—Vamos a tomar algo por ahí —dijo Ralph—. Deja de pensar en tonterías. Eres joven y lo mejor es ir a divertirnos. 

—Bien, vamos —dijo de mala gana. 

******

Melina permanecía abrazada a Christopher que en cuanto siento el movimiento de su novia despertó. 

    Le sonrió y dejó un beso en su frente antes de levantarse y darse una ducha. 

    Ella ya estaba lista desde horas atrás pero no quiso bajar por lo que se quedó al lado de Chris. Lo vio meterse a la ducha en silencio y salir varios minutos después. 

—Podemos ir al hotel por tus cosas —dijo mientras se ponía su camisa. 

—Gracias pero prefiero ir sola —dijo con una sonrisa—. No me gustaría que te encontrarás con él. Estoy segura de que va a buscarme.

—Hice llegar la foto a la prensa tal como lo pediste —dijo Chris—. Debería ofenderme de que mi novia vaya por la vida intentando conquistar a otro. 

     Melina sonrió. 

—No te preocupes, tu novia no cree en tus falsos celos —dijo y Chris soltó una carcajada.

—Estaré la otra semana fuera —dijo con un suspiro—. Voy a dos cosas, a atender un asunto de Andrew y también a la cita, ya sabes. Me han llamado con urgencia. No sé lo que pasó pero espero sea una buena noticia. 

    Melina se acercó a él y lo abrazó. 

—Vas a lograrlo —dijo y él sonrió. 

—Estoy segura de que lo harás y si no, al final de todo sabes que cuentas conmigo —dijo ella dejando clara sus intenciones.

    Él entendió de inmediato y de dio un abrazo y un beso en la mejilla. 

—Gracias —dijo como única respuesta, pero ella sabía que en el fondo agradecía la esperanza que le daba escucharla. 

    Bajaron las escaleras encontrando a Andrew sentado en la mesa bebiendo un café. 

    En cuanto los vio sonrió de esa forma en que engañaba a medio mundo menos a ellos. 

—Buen día —dijo a ambos. 

—¿Estás bien? —preguntó Chris. 

—¿Por qué no habría de estarlo? —respondió a la defensiva—. Ya hice lo que tenía que hacer aquí. Hoy mismo vuelvo a mi casa. 

—Que tengan buen viaje —dijo Melina sabiendo que Chris se iba con él. 

—Puedo alcanzarlo después —dijo Chris. 

—No, está bien —dijo ella—. Yo me voy por la noche. Aquí la hice lo que tenía que hacer. Nos vemos en unos días cuando vuelvas. 

    El pañuelo en el cuello de Andrew dejaba clara su nacionalidad, algo que no había perdido jamás, aún cuando residía en otro país. 

—Me saludan a las chicas —dijo con su aire de indiferencia—. Cuando quieran pueden ir a visitarme y por supuesto cuando armen la fiesta contra el tipo ese me llaman. No me lo quiero perder.  

—Es un príncipe —dijo Melina y Andrew sonrió. 

—Lo sé —dijo divertido—. Eso es lo que lo hace más divertido aún. Se quienes son sus hermanos, sus amigos, sus primos. Ahí fue donde encontré a la loca. 

—Lydia —dijo Melina con desprecio. 

—La misma —dijo él—. Parece querer una batalla conmigo. 

—Y conmigo —dijo Chris rodando los ojos.

—¿Y qué están esperando? —preguntó Melina. 

    Los dos hombres se miraron. 

—Que juegue todas sus cartas —dijeron al unísono. 

—Estoy esperando eso —dijo Andrew. 

—Lo que dijo él —añadió Chris.

—Hagan lo que quieran, no me importa porque no la soporto —dijo mientras se llevaba un trozo de fruta a la boca. 

    Se quedaron largo rato hablando sobre cualquier cosa antes de que ella saliera de la casa y abordara un taxi para volver al hotel y pensar en su siguiente paso. 

    Ya había logrado interesarlo pero necesitaba aún asegurarse de que la buscaría de nuevo, de que todo saldría como ella esperaba. 

    Mientras iba en el taxi pensaba en lo que le había dicho la noche pasada, en su invitación y en todo. A él le gustaba cazar y ella no sería la presa fácil. 

    Bajó del taxi cuando estuvo frente al hotel y de inmediato fue hasta su habitación para cambiarse la ropa y recoger sus cosas, por supuesto iba a salir con él esa tarde pero necesitaba que la buscara. 

     Decidió ir a dar una vuelta pero fue llamada por teléfono para indicarle que tenía una visita. Sonrió al escuchar el nombre de su visitante por lo que demorándose más de la cuenta bajó a verle. 

    Ibrahim le esperaba sentado de piernas cruzadas sobre el sofá del vestíbulo mientras pasaba las hojas de una de las revistas. 

—Buenos días —dijo ella acercándose y de inmediato lo vio ponerse de pie—. ¿Ahora sí lo puedo llamar acosador señor Hâbbar?

    Ibrahim sonrió y negó. 

—Vine por dos razones —dijo señalando la puerta para que salieran; sin embargo, Melina tomó asiento y a él no le quedó de otra que hacer lo mismo. 

—Ayer salió un artículo que nos involucra —dijo él. 

    Melina fingió sorpresa. 

—¿De qué manera? —preguntó con fingido escándalo. 

—Tienes un hijo que están relacionando conmigo —dijo él. 

—¿Mi hijo? —preguntó apretando los dientes—. Debo decir entonces que soy la culpable. Le recuerdo que quien estuvo hablando conmigo fue usted. 

—Solo dime una cosa, ¿el pequeño es tu hijo? —preguntó. 

—¿No persigues mujeres con hijos? —devolvió la pregunta. 

    Ibrahim se guardó el comentario mientras pensaba las palabras exactas para explicarse. 

—No dije tal cosa —respondió—. Si te sientes amenazada por mi presencia porque sigues aquí sentada. Tal vez sea porque soy un príncipe.

    La sonrisa de burla que le dio lo hizo enfadar.

—Podría ser un rey, un indigente y me daría igual, sigo aquí sentada porque es un lugar público, donde yo por ser huésped puedo estar, aquí quien vino a invadir y a perseguir fue otro, ubícate —dijo con la mirada puesta sobre él—. Si solo has venido a decir que mi presencia y la de mi hijo ensucia tu imagen seguramente ya de por sí asquerosa entonces creo que ya te puedes ir, yo no tengo por qué limpiar la imagen de nadie, ni me interesa, no olvides quien lanza coqueteos, persigue e invita a salir a las mujeres de forma negligente eres tú. Que tengas buen día...

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