Capítulo 63

Cuando llegó estaba ebrio y en un estado deplorable.

Les dio tanta pena verlo así que al final lo metieron a la ducha, le dieron café y fueron con él a casa de Amber.

La familia les miró, así que cuando él entró fue recibido con abrazos de consuelo que solo lo pusieron peor.

El ataúd donde descansaba estaba rodeado de flores y Alfred solo se acercó para quedarse parado largo rato sin decir nada hasta que comenzó a llorar sin que nadie lo detuviera.

Sasha la hermana de Amber se acercó a darle a Alfred algo que pertenecía a su hermana.

—Son cosas que escribió para ti —dijo riendo—. Eres tú quien debe tenerlas. Fueron de su corazón al tuyo.

Apretó el cuaderno que tenía un montón de flores, una foto juntos y un sin fin de pegatinas que lo hicieron sonreír.

—Irlanda —dijo y ella sonrió.

—Ahí empezó todo —dijo Sasha.

Angeline se acercó para darle una medalla.

—Era suya —dijo entregándola—. Ella se irá con su anillo de compromiso. Tú debes quedarte esto.

Alfred lo sujetó en sus manos al mismo tiempo que Angeline lo abrazaba.

—Ella está bien donde quiera que esté —dijo sujetando la cara de Alfred.

—Pero no está conmigo, está sola y ella odia la soledad —dijo rompiendo a llorar.

La gente observó y negar que se sintió tanta pena de verlo tan roto sería estúpido pero al final solo estuvieron en silencio para él.

****

Varias semanas habían pasado desde que todo había acabado. Ava estaba siendo procesada junto con toda esa gente, al igual que Ralph y los demás.

De su antigua jefa solo supo que fue sentenciada a más de un centenar de latigazos sin que pudiera objetar, después de todo la palabra ahí no valía nada, además era probable que fuera sujeta a un nuevo juicio con pena de muerte donde poco se podría hacer por ella.

Sus padres estaban solos, sin dinero y al menos el hombre recuperándose de la paliza pero fieles al miedo infundido por Melina, no hablaron del tema y de Mohammed supo que terminó en una pelea de borrachos donde fue asesinado apenas un par de días después de abandonar el hospital. Toda vez que según su fuente, tenía una cicatriz por el ácido.

Cuál fuera el caso, todo había acabado con ellos y al menos se sentía más tranquila después de hacer pagar a todos.

El guardaespaldas fue acusado de traición y estaba en espera de la condena de acuerdo a sus leyes.

Poco le importaba lo que sucediera con todo ellos. Ella solo quería ser feliz y nada más.

Miró a su hijo salir del baño y sonreírle tan idéntico a él.

—Mamá —dijo el niño—. He hablado con Sam, ella es grande y Max también. Dicen que hable con él.

—¿Quieres hacerlo? —preguntó.

—¿Quieres que lo haga?

—¿Quiero que elijas? —respondió.

—No estoy seguro de querer hablar con él —dijo—. No sé si pueda quererlo, pero quiero agradecer lo que hizo por mí.

—Entonces agradece —dijo y el pequeño sonrió—. Él no quiere hacerte daño, ya entendió que te lastima.

Will sonrió y se recostó sobre su mamá.

Esa misma tarde Melina estaba parada frente a la casa de los padres de Ibrahim tomada de la mano de su pequeño.

Fue recibida por los reyes que miraron al niño y de inmediato los llevaron a la habitación donde Ibrahim se recuperaba.

En cuanto la puerta se abrió ambos se miraron a los ojos.

—Will —dijo incorporándose—. Elnaz.

El niño frunció el ceño.

—Melina —corrigió.

Ambos entraron y el niño solo miró a su madre.

—Esperaré afuera —dijo Melina.

—No —dijo el niño que solo metió su mano dentro de su pantaloncillo y sacó uno de sus carritos.

Lo miró envuelto en una de las hojas de su cuaderno y después se acercó a él.

—Es de mis favoritos —dijo entregando el diminuto carro a Ibrahim—. Gracias por lo que hiciste por mí. No había venido por miedo pero mamá dice que no me harás daño.

—No, nunca más —dijo tomando la mano del niño que se alejó.

Miró a su mamá sin saber qué más decir y finalmente volvió para tomar la mano de su madre.

Ibrahim tomó aquello como una despedida.

—Will —dijo deteniendo a su hijo que le dio una mirada—. Ven, no te haré daño.

El pequeño miró a su madre y luego se acercó a él un tanto temeroso.

—Puedes quedarte el carrito —dijo devolviéndolo—. Es muy bonito, es tu favorito y yo no voy a quitarte algo que te gusta, pero tal vez si un día me lo prestas, podamos jugar juntos, en tu casa, donde quieras que nos veamos, con tu mamá ahí si te hace sentir seguro.

Will volvió a ver a su mamá que no intervino, quería que su hijo decidiera.

—Y si un día me quieres llevar —dijo mientras veía a Ibrahim negar.

—Fui un idiota pero te adoro y quiero compartir contigo —dijo intentando convencerlo—. Te hice daño y no voy a perdonármelo nunca, pero estoy convencido de que podemos ser amigos y tal vez un día padre e hijo.

Will se quedó callado largo rato y finalmente asintió.

—Podemos ser amigos —dijo aún con temor.

—¿Te puedo abrazar? —preguntó.

—Sí —dijo el niño y pronto se vio sujeto por su padre.

Ibrahim se puso a hablar con su hijo que escuchó atento y poco después se alejó cuando la reina entró tras la petición de Melina.

—Ven conmigo cariño —dijo Amy—. Vamos a molestar al rey y a tú, sácale dinero.

Lo llevó dejando a Melina con Ibrahim que se incorporó aún con el hombro vendado.

—Tengo claro que no hay más para nosotros —dijo mirando a Melina—. ¿Al menos podemos llevar esto en paz?

—Sí —dijo mirándolo—. Vamos a llevar esto bien por Will.

Hubo un silencio entre ambos en el que Ibrahim quiso decir muchas cosas pero no sé atrevió, ya no. Después de todo ya le había hecho mucho daño y entendía que primero debería aprender a ser él, antes de acercarse a ella.

La quería pero entendía que no la merecía y que más allá de todo debía estar listo para demostrar que era digno de su amor y su hijo.

Conocía los riesgos, sabía que en el camino ella bien podría enamorarse de alguien más pero era algo que debía pasar para ser el hombre que ella necesitaba y por fin sabía que el riesgo de perder para siempre a la mujer que ahora sabía aún lo amaba estaba latente.

—Vamos a llevar esto bien —dijo mientras Melina afirmaba.

—Es lo mejor por el bien de Will —dijo de nuevo.

Se instaló un silencio aún más largo e incómodo entre ellos antes de que ella tomara la palabra.

—Estoy embarazada —dijo sin apartar la vista de Ibrahim que se puso de pie de un salto.

—¿Estás segura?

—No lo estaría diciendo de no tener la seguridad —respondió.

La mezcla de emociones en Ibrahim lo dejaron sin habla unos minutos, por un lado creía que aquello empeoraba las cosas puesto que tampoco vería a su hijo todos los días y por otro lado levantaba la esperanza de que ella le perdonara.

—¿Qué piensas? —Se atrevió a preguntar.

—Solo quería que lo supieras, si te interesa estar en el proceso —dijo sin más—. Son tus hijos y si quieres verlos adelante.

Toda esperanza de volver con ella se esfumó en el mismo instante en que ella dejó claro que se lo decía solo porque se sentía moralmente obligada.

Se acercó hasta ella que no se había movido de su lugar ni apartaba la vista de él.

—No voy a echarlo a perder esta vez —dijo con total seguridad—. Te prometo que no.

Melina no respondió, en cambio solo se quedó parada y dejó que Ibrahim tomara su mano donde depositó un beso.

Incluso intentó acercarse un poco más pero ella no se lo permitió.

—Por favor no lo hagas —dijo determinación—. Es mejor así, cada uno en algún punto encontrará lo que busca en la vida.

—Yo sé lo que busco en la vida —dijo mirándola—. Quiero tenerlos a ustedes pero también sé que te hice daño y voy a respetar si eso que buscas en la vida lo encuentras en otro lado, en otro momento y con alguien más. Voy a entender si un día dejas de quererme y si un día eres feliz con otro.

—Gracias —dijo Melina dando a Ibrahim una sonrisa después de mucho tiempo—. Lo único que quiero y a lo que aspiro es a que mis hijos sean felices. Si lo son, lo seré yo.

De nuevo se estableció un silencio entre ambos.

—No sé cómo tomarme eso —dijo con una sonrisa amarga—. Acabe quizás hasta con tus esperanza de encontrar a alguien. No sé qué decir al respecto y lo único que se me ocurre es decirte que siempre vas a ser la reina. Mi reina.

—Tu concepto de reina y el mío difieren en algún punto —dijo ella—. La tuya es monárquica. Yo he sido por años llamada la reina porque hubieron chicos que me convirtieron en uno mismo, se volvieron alfiles, peones, torres, caballos, ellos se volvieron el muro a vencer para derrocarme. Soy la reina porque Melina Hadworf es de mucho valor junto al rey para derrocar a otro rey solitario. Soy la reina porque nada destruye un equipo que trabaja junto y con amor.

—Tu no quieres un reinado monárquico —dijo con una sonrisa—. Quieres un rey que iguale la banderilla de tu protector.

Melina negó con la cabeza antes de hablar.

—Ni siquiera necesito un rey, al menos no el que piensas —dijo con total seguridad—. La reina siempre puede sacrificarse en pos de la victoria. Eso fue lo que hice, la dama ha derrocado a un rey solitario a costa de su propio sacrificio y me siento en paz, quizás no feliz pero en paz, porque fue catártico. Me siento en paz porque saqué mi dolor, me liberé aunque también me lastimé pero es parte del juego y siempre puede haber una revancha.

Ibrahim la miró y dejó que una sonrisa se formara en sus labios.

Ella se dio vuelta y salió de la habitación. Bajó las escaleras y se acercó hasta la sala donde la Amy veía a Will entretenerse con su abuelo.

Este vio a su madre y se puso de pie para salir de ahí con ella.

—Nos alegra que lo hayas traído —dijo Amy.

—Podrán verlo cuando deseen —dijo sin más y abandonó la casa.

Volvió a su departamento, el lugar donde había vivido largo tiempo, ahora remodelado y listo para ellos.

Al abrir fue recibida con gritos y silbidos.

«Felicidades futura mamá» decía una manta frente a ella.

Regalos, dulces y mucha comida había en casa.

Fue Parker quien se acercó a ella y colocó una corona en su cabeza.

—Que nunca nadie, te contenga —dijo y ella lo abrazó—. Y que un día llegué tu rey consorte menos idiota.

Ella comenzó a reír y disfrutó de comer algunas cosas pero sobre todo disfrutó la amargura de Maddox usando un gorrito de cumpleañero que no entendía de dónde sacó, disfrutó de ver a Hurs probar cada bocadillo, de ver a Max intentar armar una decoración y de ver a Parker burlarse a gusto de todos.

Los demás y las esposas de sus amigos reían junto a Andrew y Chris que por alguna razón lucía feliz. Solo Alfred mantenía una sonrisa a medias que no le llegaba a los ojos pero se dijo que todo a su tiempo, después de todo cada uno vivía su momento...

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