Capítulo 61

Parker corrió hacia donde Melina estaba parada con el arma en el piso.

Había soltado el arma y se había disparado en el suelo mientras ella veía a Ibrahim directamente a los ojos.

—Matarte no me haría feliz —dijo ella—. Quizás nada lo haga, ahora lárgate de mi vista y de mi vida para siempre. No te cruces nunca más en mi camino ni yo lo haré en el tuyo. Estamos en paz.

Parker se dio la vuelta de nuevo mirando a su esposa que corría asustada con los hombres de seguridad.

—Todo está bien —dijo Parker a la gente—. A Meli se le salieron unos gases, pero nada más, vuelvan a sus puestos.

—¿Cómo puedes bromear así? —inquirió Perséfone.

—Quedé calvo creyendo que de verdad le había disparado —dijo divertido—. Es domingo y tener que salir a tirar un cuerpo no es atractivo.

Perséfone sonrió y dio un beso a su esposo que de inmediato la tomó de la cintura y devolvió el beso.

—¿Crees que se arreglen? —preguntó desde donde estaba y desde donde podía verse a la pareja.

—No lo sé —dijo Parker.

—Me da miedo preguntarte qué quieres —dijo su esposa.

—Si me lo preguntas pues no me gusta —dijo él—. Un hombre como él no merece a Melina, no cuando la traicionó una segunda vez pero me temo que el corazón de Meli todavía lo ama y no me gustaría que sufra por desamor.

—Espero lleguen a un punto medio —dijo Perséfone.

—¡Ya llegó tu amante, puerco! —dijo Hurs agarrando el trasero de Parker.

Perséfone se echó a reír.

—¿Qué ven? —preguntó asomando la cabeza—. ¿Una escena voyeur? Que cerdos son.

—Deja de decir esas cosas —dijo Parker—. Solo veíamos a ese par.

—¡Puff! —dijo Hurs—. Ese tipo. Ojalá Meli lo deje ir, no vale la pena sufrir por él, pero bueno yo quién soy para decir algo, me equivoqué.

—El punto no es ese, el punto es que él se sigue equivocando —dijo Perséfone—. Le di el beneficio de la duda cuando volvieron y de nuevo la traicionó bajo el estandarte de: tenía miedo. Si a esas vamos, ella también y aún así tuvo suficientes ovarios para frenan a seis hombre y evitar que atacarán a Ibrahim.

—En eso te doy la razón —dijo Hurs—. Espero que ella resuelva de acuerdo a lo que cree mejor, nosotros vamos a apoyarla.

—Así es —dijo Parker.

—Por cierto, ¿tienes unos chocolates que me regales? —preguntó Hurs—. Siento que se me bajó la glucosa.

—¿En serio? —preguntó Parker.

—Sí —respondió—. Esto de ser padre de un bebé tan bello deja sin aliento, baja la temperatura y paraliza al corazón. Urge un chocolate y de paso si hay comida mejor. Ser padre es desgastante.

Todos fueron a la cocina dejando a los dos hablando en el vestíbulo.

Melina miró a Ibrahim antes de emitir lo que necesitaba decir.

—Qué sea la última vez que vienes —declaró—. Tal vez un día te perdone, pero no hoy, ni mañana, ni en un mes. Tal vez un día mi hijo quiera verte.

Ibrahim se quedó mirando a Melina que parecía dispuesta a acabar con todo.

Se acercó hasta ella y de nuevo intentó tocarla pero ella se alejó.

Se dio la vuelta y salió de ahí cabizbajo y consciente de que no había más y de que quizás nunca tuviera de vuelta a su familia por estúpido.

Salió de la casa y abordó su auto para irse.

Avanzó un poco pero frenó de golpe al ver el auto se Amber parado cerca de la casa y a ella en el suelo.

Se bajó y corrió a auxiliarla. Su prima agonizaba en el piso pero parecía querer decirle algo.

Llamó a la ambulancia puesto que todo mundo la rodeaba pero nadie había auxiliado.

Se quitó la chaqueta y presionó la herida.

—Se llevaron... a.. tu hijo —dijo apenas audible.

Ibrahim empezó a mirar a todos lados sin saber qué hacer así que se vio llamando a su familia al mismo tiempo que la ambulancia llegaba para llevársela.

No podía dejarla ahí, pero ella le miró y le sonrió.

—Ve por él —musitó.

Una de las lágrimas de su primo cayó sobre su mejilla antes de ver que la subían a la ambulancia.

Preguntó a dónde la llevarían y mientras llamaba a todo mundo para avisar.

Llamó a su tío Fredek para pedir ayuda y se inmediato fue de vuelta a casa de Parker.

En cuanto se detuvo vio a Melina salir de la casa sosteniendo dos armas junto a sus amigos.

Dos autos se detenían de dónde bajaron Andrew y Maddox y en el otro Christopher y Maximilian.

—Tienen al niño —dijo Ibrahim.

—Sabemos dónde está —dijo Melina.

El teléfono de Ibrahim sonó en el mismo instante que su tío arribaba.

Todos abordaban el auto mientras él levantaba la mano y ponía el altavoz.

La gente se detuvo y se acercó.

Escucharon al hombre amenazar con matar al niño si Ibrahim no se presentaba solo.

—De ninguna manera irás solo —dijo Petrov—. Tenemos que pensar.

—Sabemos en dónde están —dijo Parker—. Sam está con él y mandó su ubicación en tiempo real.

—Chica lista —dijo Petrov—. Pero ¿pensaban ir como procesión? No sé dan cuenta que tienen al niño.

—Tiene un mejor plan, abuelo —dijo Andrew—. El nuestra es quemar el maldito lugar con eso malditos dentro.

—Qué se puede esperar de ti —dijo Petrov—. Vamos a calmarnos, a educarnos y a trabajar en ello.

—Solo quieren que yo vaya, no voy a dejar a mi hijo —interrumpió Ibrahim.

Se dio la vuelta pero fue tomado por Petrov de la camisa y llevado dentro de la casa de Parker.

Finalmente todos le siguieron dentro y dejaron que hablara.

Lydia apareció de inmediato junto a su hermano, ambos vestidos y listos para la pelea.

—Tengo la ubicación de la llamada —dijo Lydia.

—Necesitamos un chaleco antibalas —dijo Petrov.

—Necesitamos ir y ver el número de personas que están en ese lugar, llamar a la policía y resolver ya —dijo Parker con esa frialdad que no perdía.

Andre salió unos segundos de ahí y volvió con dos chalecos.

—Toma —dijo dando a Ibrahim uno de ellos—. Vas a ser la carnada.

El otro lo extendió a Lydia que lo ignoró pero se lo colocó aún cuando ella se removió.

—Te lo pones o no vas —dijo y ella enarcó una ceja.

—La estupidez es atrevida —dijo iniciando una discusión.

—¡Se calman! —gritó Chris—. Dios santo. Tú. —Señaló a Andrew—. Cálmate y no pierdas el objetivo y usted señorita solo ponga los pies en la tierra, este no es territorio de su padre.

Ibrahim se quitó la camisa ahí mismo y se colocó el chaleco para evitar que vieran que llevaba uno puesto.

—Vamos a usar a mi sobrino —dijo Petrov, el resto mirará y se encargará de contar a toda la gente en aquel lugar.

—Nadie va a decirme qué hacer para traer a mi hijo —dijo Melina.

—Cálmate —dijo Parker.

Melina respiró pero le estaba ganando la ansiedad.

—Podemos trabajar juntos —dijo Parker—. Vamos a organizarnos y traer de vuelta a los niños.

Una nueva llamada los alertó para ver a Ibrahim contestar.

Le daban solo una hora para llegar.

—Haremos esto —dijo Parker—. Petrov tiene razón, vamos a llamar a la policía, mientras, nos dividiremos y de ser necesario vamos a actuar. El princeso es lo que quieren y vamos a dárselo con protección. Tampoco vamos a dejar a su madre dolida.

Comenzaron a organizarse aunque verlos a ambos grupos intentar tomar el control parecía el origen de toda discordia, sobre todo con un Petrov acostumbrado a tomar el control de todo y un Parker dispuesto a lo mismo; no obstante concordaron en algo y salieron de ahí dispuestos a volver con los niños.

Parker condujo el auto donde Melina y Hurs iban.

Petrov iba en el suyo con sus hijos e Ibrahim. El resto iba en el otro auto y pronto se vieron seguidos por Richard quien salió en un punto en el camino junto a Sebastián.

Parker encabezaba la hilera de autos al ser quien tenía la ubicación.

Finalmente se estacionó en un punto lejano y detrás todos los autos.

Comenzaron a dividirse siguiendo el plan.

—Lydia —dijo Andrew haciendo que se girará—. Por favor ve con cuidado.

Ella le miró y se giró sin responder mientras todos silenciaban celulares.

Fue Ibrahim quien esperó a que todos estuvieran cerca para revisar el lugar de cerca y recibió un mensaje para avanzar.

Abordó un auto y subió para recorrer el sendero que lo llevaría hasta el lugar exacto.

En cuanto estuvo frente a la pequeña casa donde detuvo el auto y se bajó con las manos en alto.

Fue recibido por una mujer, cuya mano vendada atrajo la atención de Ibrahim y un tipo con pasamontañas.

—Al fin nos vemos príncipe —dijo una voz que supo era el sujeto del rostro cubierto.

Pensó entonces que ella debía ser Ava y el tipo debía ser su hermano, después de todo no los conocía y tampoco tenía interés en conocerlos.

—Libera a mi hijo —dijo apenas los vio.

—No —dijo la mujer—. Creo que por primera vez no estás en condiciones de exigir nada.

—Querías que viniera —dijo mirando a la mujer—. Estoy aquí precisamente para que dejes ir a mi hijo.

—Y que después se convierta en rey —dijo divertida—. No soy tonta.

—Mi hijo ni siquiera es un príncipe —dijo apretando los dientes—. Déjalo ir.

—Nunca —dijo lanzándolo al suelo al pegarle con el arma.

El hombre del pasamontañas se acercó tomando del cabello a Ibrahim y mirando con asco su rostro.

—Un asco de rey —dijo riendo—. Un imbécil que no hizo más que dejar ir a una estúpida que se creyó todo el cuento. Ella hizo todo el trabajo sucio. ¿Sabes qué fue lo mejor de todo? Que también disfrute de ella.

Ibrahim lo veía desde el suelo entendiendo de lo que hablaba.

—Tan joven huyendo en una carretera desolada en la que casualmente pase —dijo burlándose ante la palabra casualmente. Él sabía que nada fue casual aquella noche—. No fue nada difícil después de la paliza que había recibido, no puso mucha resistencia, pero debo admitir que lo goce, que disfruté de tu mujer.

En un estallido de rabia Ibrahim se lanzó sobre él y comenzó a golpearlo mientras la mujer apuntaba junto a otros hombres que sometieron al príncipe.

—¡Eres un maldito! —dijo apretando los labios—. Te juro que te vas a arrepentir.

—¿Y quién lo hará? —dijo poniéndose de pie y quitando el pasamontañas—. ¿Tú? No me hagas reír, al final ni tú ni el mocoso saldrán vivos de aquí. Puedes estar seguro.

—Y tú puedes estar seguro de que no vas a lograr nunca la corona —añadió Ibrahim.

Izad frunció el ceño y miró a su hermana que sonrió.

Ralph apareció de pronto con una sonrisa.

—¿Qué se siente tener de frente a tu rey? —preguntó con una sonrisa.

—Lo mismo que se siente que tú veas al tuyo —respondió—. Soy y seguiré siendo el único heredero.

—¿Eso crees? —preguntó.

—Pregúntale a tus hermanos —añadió Ibrahim—. Son ellos, los que te hacen a un lado.

—Eso no es verdad —dijo el aludido.

Ralph miró a Ibrahim sabiendo que no le diría nada más, sobre todo porque llevaba meses sospechando que querían echarle toda la culpa y hacerlo a un lado. Algo que ya venía contemplando.

Miró a sus medios hermanos y sonrió con hipocresía a cada uno...

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