Capítulo 60
—Sé que lo hice todo mal, sé que soy un idiota y quizás ni siquiera merezco estar aquí pero no puedo más con esto —continuó—. Necesito un poco de paz porque ni puedo respirar sin ustedes. Por favor escúchame.
—No tengo nada qué escuchar de ti, no quiero más mentiras, porque ahora más que nunca se que jamás me quisiste —dijo en medio de lágrimas—. Me fuiste infiel. Ya no puedo creerte nada y tampoco estoy dispuesta a dejar que lastimes a mi hijo.
Paró unos segundos para respirar.
—No tengo paz ni siquiera con verte hundido, quizás nunca la tenga simplemente porque el corazón es necio —dijo y tuvo que parar ante el llanto—. No tendré paz hasta que deje de quererte o me muera, lo que ocurra primero, en cualquier caso, ya me resigné.
—Te fui infiel cuando aún empezábamos, no estaba enamorado —confesó mirándola de frente—. No me justifico pero quiero que quede claro que fue el comienzo y después lo dejé porque estaba enamorado. Nunca más volví a hacerlo. En cuanto a lo de mi hijo, no quise arrebatártelo, solo tuve miedo y usé el camino equivocado pero jamás quise herirlos. Nunca, te lo juro.
—No importa ya —dijo limpiando ah rostro—. Mi hijo no quiere saber de ti y voy a respetarlo.
—Elnaz —dijo inseguro.
—No me llamo Elnaz —dijo furiosa—. Ya no, no quiero nada que me recuerde todo lo que viví y eso te incluye.
—Melina —corrigió mirándola—. No voy a pedirte que vuelvas conmigo.
—No vas a pedirme nada porque no voy a ceder en absoluto, no te quiero más en mi vida, ya hice lo que tenía que hacer: acabar tu vida —dijo apretando los dientes—. No tuve la paz que creí que tendría, no tuve nada, pero al menos lo hice y no quiero saber de ti nada. Solo me faltó hacer algo pero aún así sé que no tendré paz.
—Hazlo, pídeme lo que sea —dijo y ella sonrió.
—Da igual.
—No, quizás eso te de paz —respondió.
—Eres despreciable —dijo Melina—. Eres el peor de todos.
—Lo soy —añadió Ibrahim—. Soy el imbécil que lo perdió todo por no pensar.
—Alguien dijo que el amor y el odio se elige —agregó Melina—. Yo puedo confirmarlo, elegí odiar quizás más de lo que amo.
—Solo quiero que dejes ir ese odio, lejos de mí o no pero quiero que seas feliz —dijo Ibrahim.
—Tú eres incapaz de pensar en alguien más —dijo riendo—. Todo es para ti, por ti, porque no quieres a nadie, a nadie.
—Los quiero a ustedes...
—¡No mientas! —dijo enojada—. No nos quieres, quieres el poder de saberte vencedor, quieres herirnos.
—No es así —respondió acercándose a ella y tomando una de sus manos—. Quiero verte feliz, quiero a mi hijo feliz.
Se limpió las lágrimas y respiró.
—No sé qué hacer para lograrlo —añadió—. No sé cómo hacer que vuelvas a reír, que seas tú, la chica que amo y no está mujer llena de odio y de rencor, no sé cómo acercarme a mi hijo sin lastimarlo, ni sé ser un padre y tampoco sé cómo no herirte pero puedo prometer que quiero intentar ser el hombre que ambos necesitan. Yo no soy esos modelos de hombres con los que te apoyaste, no crecí en la calle, me ví protegido y no no aprendí a sobrevivir solo, no soy como ellos, no soy perfecto y no voy a serlo jamás pero si de algo estoy completamente seguro es que te amo y me estás matando con tu ausencia.
—Entonces muérete de una vez —dijo ella.
—Mátame de una vez —replicó—. Porque hasta eso temo hacer. Temo matarme y hacerte daño, temo morir por voluntad y hacerlo con la creencia de que pude hacer más, temo morir con la esperanza de que pudimos estar juntos. Mátame tú, hazlo porque yo no puedo hacerlo. Mátame porque si me mato lo haré creyendo que pude hacer más, si lo haces tú sabré que te hice feliz. ¡Mátame, Elnaz! Pero hazlo ya por piedad. ¡Vamos, hazlo!
Melina sacó su arma y apuntó a su cabeza.
—¡Arrodíllate frente a mí como lo deseé por años! —gritó en ese tono que solo la reina sabía usar y con los labios temblando de rabia—. Arrástrate en el lodo como el cerdo que eres. ¡Hazlo!
Ibrahim lo hizo sin dudar.
Se arrodilló frente a ella mientras la veía empuñar el arma frente a él.
—Hazlo, te prometo que nadie te hará daño —dijo mientras la veía.
La miró directamente a los ojos, observando cómo ella quitaba el seguro del arma y miraba al rubio que aparecía de algún sitio.
Melina miró a Parker que solo se cruzó de brazos frente a ella y le sonrió.
—Adelante —dijo con una guiño—. Yo mismo lo tiro al barranco.
Se dio la vuelta y salió de ahí dejando de nuevo a los dos frente a frente.
Parker escuchó el disparo mientras iba en el pasillo y se giró de inmediato completamente alerta.
*****
—Will no debemos alejarnos tanto —dijo Sam—. Van a reprenderlos.
—Solo he visto algo que podemos hurtar —dijo divertido—. Yo no alcanzo y Max no ha venido.
—No estoy segura de si eso es un halago, pero está bien, vamos.
Se alejaron lo más que pudieron y vieron el árbol.
Había atorado en él un balón que Will había visto desde su habitación.
—Voy a subir —dijo Sam.
Will esperaba desde abajo mientras veía a la chica trepar con agilidad hasta la rama donde el balón estaba.
Finalmente lo hizo caer y Will corrió tras la pelota para recogerla cuando vio el auto estacionarse.
De él vio bajar a su padre y soltó el balón echando a correr sin rumbo.
—¡Will! —dijo Sam mientras bajaba a toda prisa.
Corrió tras él pero de alguna manera el niño había logrado trepar por la barda y salir de la casa.
Sam comenzó a gritar tratando de alertar a la seguridad mientras perseguía al niño por la calle.
Finalmente lo alcanzó pasando la entrada principal y tomó del brazo.
—Vino por mí —dijo con los ojos llorosos—. Está aquí.
—¿Quién? —preguntó.
—Mi padre —respondió—. No voy a volver, ¡me va a alejar de mamá, vamos a escondernos, ayúdame!
—Cálmate —dijo ella—. Voy a llamar a mi padre, seguro viene y nos ayuda.
Will estaba muy nervioso y asustado así que Sam sacó su celular para llamar a su padre en el mismo instante que Amber se detenía con su auto frente a ellos.
—¿Qué hacen fuera de la casa y solos? —preguntó mirándolos.
—Will escapó pensando que su padre va a llevárselo —dijo Sam.
—¿Mi primo está ahí dentro? —preguntó pero vio al niño intentar correr.
Lo detuvo y tomó su carita.
—Nadie te hará daño, yo misma voy a cuidarte —dijo y tras saber que era la novia de su tío Alfred sonrió nervioso.
Amber le devolvió la sonrisa.
—Venía a ver a mi novio pero ahora le llamo, sube al auto y esperaremos ahí hasta que mi primo se vaya —dijo calmándolo.
Will asintió y estaba a punto de subir cuando dos autos se detuvieron frente a ellos.
Amber intentó subirlos y abordar el auto pero no pudo hacerlo.
Fue tomada por un hombre que sin más clavó la navaja en su cuerpo mientras Sam intentaba correr con Will.
Se vio rodeada superada en números pero de inmediato sacó su arma y apuntó a uno de ellos.
Quizás nadie esperó que una adolescente estuviera armada pero al final ella no era una chica normal.
Se apartó llevando a Will al darse cuenta de que los hombres se acercaban sigilosos pero de pronto no pudo con los números y se vio superada y sometida mientras la subían al auto junto al pequeño Will que gritaba y se revolvía intentando escapar.
Sam intentó defenderse y escuchó la voz de una mujer en un idioma desconocido que hablaba por teléfono.
Miró a su alrededor con calma, buscando cómo defenderse. Intentó no entrar en pánico, después de todo lo había hecho más de una vez en el auto de Parker, le había enseñado cómo escapar pero con Will resultaba difícil.
Miró lo que traía puesto y decidió sacar a Will primero.
Observó el arma que le habían quitado y vio a la mujer hablar y hablar con el hombre.
—Ven —musitó a Will.
—El niño le miró y ella se quitó el suéter para doblarlo y amarrarlo a la cabeza del niño.
Quitó el listón que siempre llevaba en el bolsillo y miró al niño diciendo con la mirada que lo ayudaría.
—¿Crees que salga pronto? —dijo el hombre.
—No lo creo, lo mejor será irnos o pueden salir y no podremos llevarnos a los mocosos —dijo ella—. Vamos a traer el tipo a nuestro territorio.
Arrancó el auto y condujo mientras Sam miraba de un lado a otro.
Se pegó a la ventanilla con Will a su lado y sacó su celular discretamente, lo silenció y envió a Parker su ubicación.
Dejó el celular guardado en bota para evitar que lo vieran y continuó mirando al frente mientras el pequeño lloraba.
—Vamos a estar bien —dijo pero al verse lejos de la casa sabía que el plan de sacar a Will del auto era riesgoso.
Le quitó el suéter de nuevo y se lo colocó.
—Mucho cuidado con lo que haces —dijo la mujer.
Sam no respondió, en cambio la miró a la cara y después abrazó a Will.
El niño no dejaba de llorar así que ella sacó un dulce y se lo dio.
—No llores más —dijo dando un beso en su cabeza y aprovechó para musitar—. Mi papá ya viene por nosotros.
Will levantó la vista y se limpió los ojos antes de sonreír triste y asintió.
—Haz todo lo que yo haga —susurró.
—¿Qué tanto hablan? —preguntó.
—Nada que te importe —respondió Sam.
—Mira mocosa estúpida —dijo la mujer tomando el arma y apuntando.
Will comenzó a gritar pero Sam sonrió.
Le mostró el cartucho que en ningún momento vieron que había quitado, lo lanzó por la ventanilla y cuando la mujer accionó, el arma estaba vacía.
Sam lanzó una risa y la mujer se fue sobre ella pero fue recibida por una Sam que demostraba cada lección de defensa.
Tomó la mano de la mujer y la doblo provocando un grito y una fractura que la hizo aullar y regresar al asiento.
—Maldita mocosa —dijo mientras el hombre seguía conduciendo y la miraba por el retrovisor.
—Me ha roto la muñeca —dijo la mujer mientras jadeaba de dolor.
—Ya vamos llegando —dijo el hombre con seguridad sin apartar la vista de la chica—. Llegando nos deshacemos de ella.
Finalmente condujo a velocidad y apenas se detuvieron en un campo alejado los hicieron bajar y caminar rumbo a una pequeña casa de madera vieja.
Sam sostuvo al pequeño todo el tiempo y caminó sin temor al lugar, estaba convencida de que su padre ya había visto el mensaje y seguramente ya iba hacia ellos.
Los hicieron entrar y observaron a cinco hombres más.
Ella empezó a contar y a fijarse en sus posiciones.
Will la miraba como pidiendo que los sacará de ahí pero ella solo le sonrió.
Por supuesto que tenía miedo pero no permitiría que nadie se alimentara de eso.
Un hombre se acercó para atarlos, por un momento tuvo miedo que notará el celular en la bota pero no fue así y pronto ambos estuvieron de espaldas uno al otro atados de manos y pies.
—Ya llegó —dijo el hombre mientras veía a la mujer ser atendida por su mano...
Holis, me falta un poquito para el final, no sé por qué pensaba que faltaban solo estos. La cuarentena me tiene mal, no me hagan caso, mañana subo los últimos cuatro que faltan y mientras tanto se pueden pasar por mi nueva novela pornosa 😂 UNA ESCLAVA PARA EL REY. Los quiero, besitos. ❤️
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