Capítulo 55
La carcajada de Melina la descolocó un poco al darse cuenta de que no estaba dispuesta a ceder.
—Ya me atreví —dijo divertida—. Allá adentro están todas las pruebas que te inculpan y que te van a llevar al banquillo de los acusados. Fue un placer intercambiar ideas. Yo no pretendo matarte, por quién me tomas, soy una mujer de paz. Solo vine para revisar que tus negocios vayan bien. Espero que la justicia haga lo suyo.
—No lo hagas —dijo y Melina le miró.
—¿Por qué tener piedad por alguien que pagó para que se deshicieran de mi hijo? —preguntó—. ¿Por qué tener consideración de alguien que sabe que sus sobrinos quieren hacer daño a mi bebé? Dame una razón para tener piedad.
La mujer agachó la vista y solo emitió un quejido cuando sintió que Hurs apretaba el amarre.
—Mañana vendrán por ti —dijo Melina—. Mucha suerte con la justicia de este país.
Se dio la vuelta y salió de ahí no sin antes colocarse el velo de nuevo y esconder su cabello.
Ambos abordaron el auto y emprendieron el camino hacia la antigua casa de Melina donde sabían estarían sus padres.
—Come algo —dijo Melina—. Ella dijo que ya había cerrado, supongo que ha declarado en quiebra su salón de belleza, es temprano y debería estar abierto, si dijo eso es porque no piensa abrirlo más.
—¿Qué tiene que ver eso? —dijo él—. Aunque debo admitir que me alegró mucho que le hablaras en mi idioma y te entendiera, pero no entiendo por qué lo hiciste.
—En primera porque los vecinos podrían escuchar, muchos no saben otro idioma, yo sabía que ella sí, y fue mejor no hablar en mi lengua. Y lo otro significa que tiene dinero y el dinero debe provenir de Ava, ella debe estar robando al abogado —dijo ella—. Además eso nos ayudará cuando la policía llegué a verla a su casa.
—Eres el diablo —dijo Hurs mientras reía.
—Ese era Maddox pero desde que se casó es un blandengue —dijo Melina—. Todos son unos blandengues mandilones, me gustaban cuando eran divertidos.
Hurs soltó una carcajada.
—Es que entre los hijos que lo desgastan a uno, una esposa demandante en la recámara y gastar el cerebro para buscar justificaciones y no nos tachen de infieles se acaba toda la energía. —Su semblante compungido lo hizo reír—. Además cuando se tiene esposas como las nuestras no se puede. Cuando no nos tachan de infieles nos tachan de borrachos.
—¿Y no eres ni infiel ni borracho? —dijo divertida.
—Por supuesto que no, no soy ni infiel ni borracho, ¿a qué hora? Me dejan a mi hijo todo el tiempo y en las noches trabajo porque la rubia cuida a sus mellizos y solo llega dos días, vaya a saber si dice la verdad —dijo Hurs—. A veces me preocupa que en lugar de cuidar a sus mellizos, esté haciendo otro par.
De nuevo hubo una risa.
—Nos hace falta una reunión de chicos —continuó—. Como antes cuando éramos nosotros cinco, con Chris y rara vez con Andrew.
—Nos hace falta —dijo Melina—. Ya tendremos tiempo. Cuando tu hijo vaya a la universidad.
Comenzaron a reír hasta que el ánimo se acabó de nuevo y ella visualizó la que había sido su casa.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó.
—Sí —dijo volviendo a ese tono menos duro y que dejaba al descubierto cuán sola se sentía.
Bajaron del auto y se acercaron a la entrada, solo que ella permaneció a un lado sin dejar a la vista a su amigo.
—¿Ellos hablan mi idioma? —preguntó y Melina negó—. Entonces debió venir la reina de las flores, yo me voy a aburrir sin entender un carajo, seguro Parker hasta lo habla mejor que tú.
—Lo hace —dijo pero llevó su dedo a la boca para indicar que callara al escuchar los pasos.
Miró alrededor dónde no se veía a nadie y todo estaba cerrado.
La puerta fue abierta por su padre quien reconoció a Elnaz de inmediato.
—Hija —dijo y ella sonrió bajo el velo.
Se hizo a un lado para dejarla pasar pero fue tarde para cerrar cuando Hurs entró detrás de ella intimidándolo con la mirada y complexión.
Melina sonrió y miró a Hurs.
—Ahora te hago una traducción —dijo y lo vio sonreír.
Enarcó una ceja a su padre que de inmediato caminó dentro de la casa que ella miró recordando cada habitación y lugar.
Su madre estaba en la sala, como siempre, usando la burka y limpiando semillas.
Melina se quitó el velo dejando al descubierto su rostro.
—Elnaz —dijo con un tono de sorpresa y de alegría—. Me da gusto que hayas venido.
Dejó la vasija sobre la pequeña mesa y se paró para ir hacia donde ella.
—No te acerques —dijo desde su sitio—. No es una visita de cortesía, bueno tal vez sí.
—No deberías hablarnos así, somos tus padres —declaró el hombre—. No olvides que me debes respeto.
Ella rió y miró a Hurs.
—Dice que le debo respeto —dijo divertida—. A veces son tan graciosos.
—Creo que no te has dado cuenta de que ya no soy Elnaz, dejé de serlo hace mucho —declaró mirando al hombre y después a la mujer—. De hecho estoy aquí, solo para dejarles claro que no voy a darles una sola moneda. Tal vez sí, tal vez no, depende cómo se porten, pero una cosa deben tener claro, si me estorban, los quito. Hace mucho tiempo que deje de ser su hija.
—Seguirás siendo mi hija hasta el final de los tiempos —dijo su padre—. No importa cuánto reniegues.
—Deje de ser tu hija cuando me moliste a golpes —dijo con una sonrisa amarga—. Cuando mi hijo... tu nieto, no te importó. Dejé de ser tu hija. —Señaló a su madre—. Cuando me dejaste sola, cuando dejaste que este animal me maltratara.
—Es tu padre —dijo la mujer—. Nos avergonzaste. Fuiste y te regalaste al primer infeliz que te habló bonito.
—Un infeliz que podría despedazarlos si se lo pido, después de todo es un próximo rey y mi hijo su heredero —dijo viendo cómo el semblante de ambos cambiaba—. Verdad que ese infeliz ahora suena bastante intimidante, ¿qué creen que haría al saber que quisieron matar a su hijo?
—Si te quería por qué no hacer las cosas bien —dijo su padre.
—Eso no viene al caso —dijo divertida—. Yo lo hablo con él, solo vine porque sé que quieren dinero, no les importo, nunca lo hice, no les importa mi hijo. Ustedes son solo porquería, buitres.
Metió su mano dentro de su abrigo y sacó un fajo de billetes.
Inmediatamente vio a sus padres mirar con atención.
—¿Los quieren para dejarme en paz? —preguntó mirando a su madre.
—Los quiero para atender mi enfermedad o moriré sin el tratamiento —dijo mirando el dinero.
Melina se acercó a ella y tomó sus manos dejando el dinero entre ellas.
La mujer lo apretó pero no vio venir el siguiente movimiento cuando sacó un encendedor y le prendió fuego a los billetes.
La mujer los soltó y cayeron al suelo dónde seguían ardiendo.
La miró a los ojos asustada de ver a su hija comportarse así.
—Antes muerta que darles algo —dijo con una sonrisa—. Solo vine a dejarles claro que sí se acercan de nuevo me van a conocer.
Sujetó a su madre del brazo completamente furiosa mientras ella le miraba asustada.
Su padre intentó acercarse pero Hurs lo tomó del cuello y lo apretó tan fuerte que el hombre se llevó ambas manos tratando de liberarse.
—Enséñale lo que es estar del otro lado —dijo mirando a Hurs—. Muéstrale lo que es ser la presa y no el cazador.
Su madre miró a la joven frente a ella. La mirada dulce de la que una vez fue su hija no existía, al contrario solo había rabia, rencor y podía ver la manera en que disfrutaba ver cómo su padre sufría.
Melina por su parte observaba a Hurs lanzar al suelo a su progenitor una y otra vez con golpes brutales que aunque nunca se creyó capaz de eso, ahora sentía que algo dentro de ella se liberaba. Le dolía, pero no por lástima hacia él, sino porque los recuerdos de la última vez que estuvo en esa casa revivían.
Hurs se detuvo hasta que Melina dijo basta y cuando el hombre no se podía parar más.
Miró a su madre que lloraba desconsolada.
—¿Te duele verlo así, pero no te dolió ver a tu hija sufrir? Que madre tan peculiar —dijo tomando su cabello y llevándola hasta donde el hombre mayor estaba.
Lo vio abrir los ojos y mirarla sin reconocerla.
—Mírenme bien, miren mi rostro, porque la próxima vez que se topen conmigo saldrán con los pies por delante —dijo furiosa—. Esta vez no soy la Elnaz débil y llorosa, ya ni siquiera soy Elnaz. Mi nombre es Melina Hadworf, la reina.
Lanzó a su madre sobre el hombre que se veía aterrado de verla en un despertar aterrador.
—¡Vete! ¡Vete y no vuelvas más! —dijo su madre—. Eres un monstruo, tan desgraciada que no puedes contigo misma.
Melina le sonrió y le hizo una venia.
—Cuida a tu vejete, mueranse ambos pero agonicen con toda su amargura —dijo divertida—. Muéranse como las ratas que son, en su mugrero.
Hurs tomó asiento en el sofá de la casa.
—Ya estoy aquí...
Mohammed se detuvo al ver al hombre tirado en medio de la sangre.
—Maldita, perra —dijo intentando lanzarse sobre ella pero el disparo impactó en su pierna antes que nada.
—Yo quería pegarle —dijo Hurs asomando.
—Hazlo cariño, yo solo le demostré que tengo otras habilidades.
Hurs se acercó viendo cómo Mohammed retrocedía al verle e intentaba pararse pero fue levantado por los aires por un Hurs que demostraba una vez más el porqué de su apodo.
Lo lanzó tan fuerte que solo se escuchó el rugido de dolor al chocar contra el piso y después solo el ruido de los puños y las patadas de Hurs que dejaban claro por qué era la bestia.
No daba un segundo de tregua.
—Va a matarlo —dijo su madre—. Páralo ya.
El hombre lucía casi inconsciente cuando ella detuvo a Hurs.
—Cuida que la vieja no salga —dijo a su amigo que se acercó a la llorosa mujer y le sonrió para después darle un guiño.
Melina fue hacia la dentro de la casa y volvió con una pequeño recipiente.
—Mira lo que encontré —dijo mostrando a Mohammed el pequeño frasco y acuclillándose a su lado—. Algo con lo que te gusta jugar y muy común por estos lugares.
Lo destapó y acercó a su nariz.
—Huele asqueroso.
Se puso de pie y sonrió antes de mover el frasco para que solo cayeran unas gotas sobre la piel del hombre.
Inmediatamente gritó al sentir el quemor del ácido.
—Dije que un día nos volveríamos a ver las caras y aquí estamos —dijo antes de rociar el ácido en la entrepierna y la cerca de la herida de bala.
Mohammed comenzó a gritar al sentir como quemaba al mismo tiempo que ella solo veía.
Volvió a acuclillarse para esta vez tomar su cabello y hacer que la mirara.
—Si hablas de esto, si me mencionas, si me denuncias, voy a enseñarte quién soy de verdad —dijo con una sonrisa siniestra—. Sé que me has ido a buscar, que me has atacado con pasamontañas, lo sé todo, pero llegó mi momento y estoy aquí para darte justo donde más te duele, para enseñarte que conmigo no se juega.
El hombre parecía agonizar y ella no pensaba moverse.
—¡Mírame! ¡Mírame bien! —gritó—. Mírame bien porque si vuelves a acercarte, debes saber que te espera una muerte lenta.
Mohammed cerró los ojos y se desmayó ante el dolor y mientras ella sonreía.
Se acercó a su madre que retrocedió.
Le sonrió con malicia.
—Que bien que sepas quién soy ahora y de lo que soy capaz —dijo mirando a su madre—. La próxima dense por muertos, aunque para mí ya lo están cerdos asquerosos...
Estamos a muy poquito del final. 🌚🌚🌚 así que los voy a subir juntos probablemente el lunes próximo porque el domingo es el inicio de Una esclava para el rey que espero les guste y puedan pasarse por mi nueva novela pornosa. 🤣❤️ Gracias por su apoyo, sus recomendaciones, votos, comentarios; gracias por tanto.
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