Capítulo 54
Melina despertó con el sonido de la puerta por lo que se levantó a abrir encontrando a un Hurs listo y seguramente hambriento.
—Aun voy a darme una ducha —dijo sonriendo al ver la cara de sufrimiento de su amigo.
—Me iría a desayunar sin ti de no ser porque no hablo tu idioma —dijo enfadado y acostándose sobre su cama—. Apúrate que se me va a bajar la glucosa, la presión y hasta el cerebro si no como rápido.
—De acuerdo —dijo ella—. Me apresuro no vayas a morir en la habitación de un hotel.
Se metió al baño y varios minutos después salió pero no encontró a Hurs.
Se vistió y arregló esperando que regresara y cuando vio que no volvía fue a su habitación para buscarlo.
Tocó la puerta y esperó a que abriera; no obstante, no hubo respuesta.
Se dio la vuelta y chocó contra la humanidad de Hurs.
—¿Dónde estabas? —preguntó algo molesta.
—Toma tus cosas —dijo Hurs—. Necesito que llames a Alfred ahora mismo y preguntes por el niño.
Melina corrió a su habitación y llamó a Alfred para saber sobre su hijo.
La llamada fue tomada de inmediato y aunque le aseguró que estaba bien ella no estaba tranquila al ver a Hurs pasearse de un lugar a otro.
Habló con Alfred para decirle que necesitaba que cuidara de su hijo mientras este aseguraba que reforzaría la seguridad.
Una vez colgó miró a Hurs que seguía al teléfono.
Cuando lo vio colgar se acercó.
—¿Qué sucede? —preguntó asustada—. ¡Hurs, habla!
—Estaba acostado y alguien intentó entrar a la puerta cuando me puse de pie para abrir escucharon los pasos y se echaron a correr, abrí y un hombre corrió por todo el pasillo —dijo mirándola—. Alguien que te conoce sabe que estás aquí y no creo que tenga buenas intenciones. He hablado con Parker, cree que debemos apresurarnos y volver.
Melina asintió y tomó sus cosas mientras Hurs rentaba un auto y subía el equipaje para poder partir.
Fue ella quien condujo durante largo rato por carretera hasta llegar al pequeño poblado donde había nacido.
Se adentró en cada calle, ahí donde no había cambiado tanto y finalmente se detuvo frente a la estética dónde había trabajado antes de irse. Lucía deteriorada, bastante a decir verdad.
Se detuvo a observar unos segundos antes de mirar a Hurs.
—¿Te espero aquí? —dijo con una media sonrisa—. Cualquier cosa siempre usa el timbrado del teléfono.
—Estaré bien —dijo mientras veía a su amigo y bajaba del auto.
Sacó su celular y activo a Hurs entre el rediscado esperando no necesitarlo; posteriormente se colocó los guantes.
El salón estaba cerrado, pero ella sabía que ahí era donde vivía por lo tanto tocó con fuerza para que saliera, más bien, aporreó la puerta una y otra vez hasta que escuchó los pasos al otro lado.
Melina llevaba el velo y cubría prácticamente todo su rostro, salvó sus ojos.
La mujer abrió la puerta y la miró.
—Lo lamento ya he cerra...
La mano de Melina sobre su cuello la hizo callar por lo que sin más se metió a la casa lanzándola al suelo.
Se quitó el velo frente a ella y lo lanzó al suelo mirando como quien antaño fue su mejor amiga abría los ojos de forma sorprendente.
—Elnaz —dijo apenas vio su rostro.
Intentó ponerse de pie pero no pudo hacerlo.
Fue tomada del cabello y arrastrada por el pasillo de la estética.
Pensó en gritar pero de inmediato se vio amordazada con su propia mascada y recibió dos bofetadas antes de que la sentará sobre la silla de los clientes y usara sus propios cables para sujetarle las manos y pies.
Las lágrimas en la mujer no se hicieron esperar y mientras Melina se sentó frente a ella en otra silla.
—Hola, Fairuza —dijo Melina—. ¿No te da alegría ver a tu mejor amiga? Es más, ¿no te da gusto verme tan linda, con dinero y libre?
La mujer entre lágrimas miró a Elnaz que parecía completamente diferente a lo de siempre.
—Me alegra tanto saber que me extrañaste —dijo con una media sonrisa—. No todos los días te encuentras gente que te traicione, cobre por ello y encima no haga nada de provecho con ese dinero.
La vio removerse en la silla y gritar, aunque nadie escucharía nada puesto que estaba amordazada, cuando vio que sacaba un arma y lo ponía sobre el pequeño sofá a su lado.
Melina sacó de su bolsillo un silenciador y se lo colocó a la pistola antes de mirarla y sonreírle.
—Hace años confié en ti —dijo con pesar—. Creí que eras mi amiga. Vamos a hacer un trato por las buenas o uno por las malas, te voy a desatar, me cuentas todo y vamos a negociar, de lo contrario alguien morirá en este lugar.
Asintió desesperada.
Melina se puso de pie y le quitó la mordaza para después volver a su lugar.
—Estoy esperando —dijo con la mirada enfadada—. ¿Quién te pagó? Quiero nombres. Sé el nombre de uno de ellos y sé que no fue Ralph, así que no intentes verme la cara de estúpida.
—Fue la abuela del príncipe —confesó haciendo reír a Melina.
—¿De verdad? —inquirió mientras la chica asentía.
La observó largo rato antes de tomar el arma y apuntar directo a su cabeza.
—A menos que haya vuelto del más allá no veo cómo pudo ser —dijo mirándola—. ¡Habla! ¡Esa vieja murió hace años, mucho antes de que Ibrahim y yo nos conociéramos! Habla ya mismo o haré que cada hueso tuyo se desmorone a golpes.
La mujer bastantes años mayor que ella y que antes fue jefa de Elnaz la observó quitar el seguro del arma dispuesta a disparar.
—¡Izad y Ava Hâbbar! —confeso presa del miedo.
—Ves como sí podías confesar, aunque ya lo sabía, solo esperaba que confesaras. La perra esa es quien está en medio del despacho de Vlad Vulkov —dijo mirando a la mujer—. Me alegra que nos estemos entendiendo. ¿Dónde está él?
—No lo sé —dijo mirándola—. No les hagas daño.
—¿Yo? Pero si soy la persona más sociable que existe —dijo divertida—. Dime una cosa, ¿tus sobrinos pensaban darle la espalda a su medio hermano? ¿Pensaban dejarle la carga a él? ¿Ralph sabe que lo traicionaron?
—Él no es su hermano —dijo apretando los labios—. Es un impostor como todos.
—Por sus venas corre la misma sangre —dijo riendo—. Aunque te duela, Ralph es tan sobrino del rey como los tuyos. Es tan hijo del hermano de Ahmed Hâbbar como lo son Izad y Ava, la única diferencia es que la madre de Ralph es occidental y a su estúpido hijo se le puede culpar de ser idiota y proteger a sus medios hermanos aún cuando estos desean deshacerse de él, pero en general es indefenso.
—Mi hermana estaba enamorada del hermano del rey —dijo entre lágrimas—. Lo mataron para que no asumiera el trono.
—Me importa un carajo la razón por la que el hermano del actual rey haya muerto —dijo con indiferencia—. Eso fue cosa de ellos—. No veo por qué enredarme a mí en eso.
—Hay un vencimiento para heredar —dijo de mala gana—. Ibrahim pintaba para ser el próximo rey por disposición de su padre, incluso quería hacerlo heredero en vida. Si la sucesión se daba él tendría un tiempo para dar un heredero. La idea era evitar a toda costa que Ibrahim se casará o tuviera hijos hasta que venciera la cláusula, deshacernos de él y sus hermanos y reclamar el trono.
Melina apretó los dientes.
—Querías impedir que el heredero llegara pero llegó —masculló cuando la puerta sonó fuerte.
Se puso de pie y se acercó a la ventana mirando que Hurs estaba afuera seguramente preocupado de que no salía. Abrió y lo dejó pasar mientras la mujer veía de arriba a abajo y con miedo a Hurs quien portaba una maleta en las manos.
—Así que crees que tu hermana dio a los verdaderos reyes, que Ahmed Hâbbar y su esposa mataron para suplantar —dijo burlándose—. Crees que Ibrahim no merece el trono, crees que mi hijo estorbaba a tus planes. Ellos nunca te pagaron, le mentiste a Ibrahim una vez con mi falsa boda para alejarlo, le pagaste al guardaespaldas para que me hiciera abortar, por eso Ralph no aparece, porque no quiere delatar a sus medios hermanos, porque no aceptan que sus primos tienen el reinado. Le volviste a mentir a Ibrahim una segunda vez desviando la atención hacia el guardaespaldas, la vieja y Ralph. Metiste a Ava al despacho de Vladimir Vulkov para sabotearlo, la hiciste la mejor amiga de Amber, le enseñaste a ganárselos y seguramente fue ella quien pasó toda esa investigación falsa a Lydia y Lydia a nosotros, pero no contabas con que la Petrova es muy lista y mis amigos aún más.
—Fredek Petrov debe estar recibiendo la verdadera investigación a manos de su propia hija en estos momentos —dijo Hurs.
—A tus sobrinos no debe quedarles mucho tiempo —dijo Melina—, pero aún me queda una duda, ¿qué papel juegan mis padres en esto?
—No sé de lo que hablas —dijo y Melina volvió a reír.
—Claro que lo sabes y te haces la estúpida —dijo furiosa—. No me vengas con tonterías. Sabes que mis padres están detrás de mí, es Mohammed quien me persigue. Lo voy a preguntar una vez más, ¿qué es lo que quieren?
Ella no respondió en cambio lanzó un grito que fue amortiguado por un cojín que Hurs dejó en su boca cuando la bala rozó su brazo.
—La próxima va a la cabeza. ¡Contesta! —gritó una Melina furiosa.
—¡Culpas a medio mundo pero no culpas a Ibrahim! —gritó la mujer.
—Seguro que sí, a él también le tengo reservado mucho, pero justo ahora me estoy concentrando en ti —dijo ella—. Estoy esperando tu amable respuesta.
—Quieren dinero, que les des dinero —dijo y ella asintió—. Hace un tiempo vimos un artículo donde salías con un hombre rubio, se veía con dinero y ellos necesitaban, necesitan dinero. Tu madre está enferma. Mohammed solo quiere una tajada.
—Que belleza de familia —dijo Melina—. En fin, yo solo vine a decirte que me voy a encargar de ti. Ya lo hice de hecho, mañana mismo en todos lados estarás y vas a pagar por esto.
—¿Qué es lo que has hecho? —dijo la mujer completamente asustada al ver a Hurs y a Melina ponerse de pie.
Ambos abrieron la maleta y comenzaron a destrozar el lugar y a romper todo.
La mujer miró alrededor y solo entonces cayó en la cuenta de que Elnaz tenía los ojos azules y el cabello rubio.
—Te has disfrazado —dijo al escuchar el estruendo que Hurs hacía.
Lo vio tomar la maleta e irse dentro de la casa y volver varios minutos después con una sonrisa.
—Listo —dijo divertido—. Hacía tanto que no me sentía tan bien.
—¿Sabes lo duro que se castiga el narcotráfico aquí? —preguntó Melina mirando a la mujer—. ¿Lo terrorífico que resulta enfrentar cargos por profesar una creencia diferente? ¿No? Pues tendrás que buscar los mejores y más descabellados argumentos mañana cuando la justicia esté por aquí. Vas a tener que enfrentarte a lo mismo que yo, ser mujer y tener que defenderte en un país donde valemos poco menos que nada.
—No te atreverías —dijo suplicante mirando hacia atrás—. No eres así, tú eras buena...
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