Capítulo 48

Él no le dió ninguna opción apenas cruzó la puerta de la habitación detrás de ella que se quedó a media estancia y se quitó frente a él la única prenda que quedaba en su cuerpo.
Le sonrió y le lanzó las bragas. Ibrahim la tomó en el aire y la sostuvo en su mano mientras clavaba la mirada intensa sobre su novia.
Sus ojos marrones no se apartaban de los de ella que solo se dejó caer en la cama al mismo tiempo que lo veía acercarse a ella, despacio, como un cazador al acecho.
Se quitó el boxer en el camino y pronto estuvo sobre ella sosteniéndose en sus musculosos brazos y observando la sonrisa coqueta de Melina.
—Tu sonrisa me distrae —dijo acercándose a ella y tomando sus labios en un beso lento.
Despacio se apoderó de su aliento, de sus labios, de su voluntad sin siquiera darle tiempo a nada.
Dejó que ella tomara el control, por lo que Melina se aferró a su cuello y abrió la boca dejándose besar a conciencia, abriendo su cavidad a la lengua de Ibrahim que se enredó con la suya en una batalla pasional. Se acariciaban al mismo tiempo que se besaban cada vez con más urgencia.
Mientras tanto los pechos de Melina rozaban el tórax de su novio que en un rápido movimiento la tuvo sobre él montada a horcajadas.
Se separaron para verse y ella se sintió poderosa y hermosa al ver la manera en que él la recorría con la mirada. El hambre y el deseo eran imposibles de esconder pero había algo más en los ojos de Ibrahim al verla, no solo era amor sino una especie de devoción que la hizo sentir la más grande de todas.
Se miraron unos segundos antes de que ella sintiera cómo su mano se deslizaba por su espalda con lentitud y la recorría hasta posarse sobre su trasero que apretó haciendo que ella riera y se mordiera los labios.
Ella pasó las manos por el pecho de Ibrahim que solo sonrió y observó el recorrido de sus manos.
Ambos completamente excitados, nerviosos tras llevar muchos meses sin sexo pero con la tensión entre ellos.
Él quería que estuviera segura de que quería hacerlo y ella estaba nerviosa por el cúmulo de emociones.
Nunca ninguno de los dos se había sentido de aquella manera, tan rebasado de emociones, sabiendo que el sexo de esa tarde sería completamente diferente, que aquello iniciaría una nueva etapa en su relación.
Ibrahim la jaló para darle un beso corto.
—Me muero por hacerte el amor —dijo acariciando sus nalgas y sujetándola fuerte para hacerla contonearse sobre su sexo.
Melina se movió atrás y adelante buscando el roce de su sexo y dejando que su novio acariciara su trasero a placer.
—Y yo quiero que lo hagas —dijo sobre sus labios—. Quiero ser tuya completamente, quiero demostrarte que confío y que te amo por completo.
Volvieron a besarse, esta vez sin contener el deseo y la lujuria.
Ibrahim sobando descaradamente el culo de Melina mientras ella prácticamente danzaba sobre él.
Le apretó las nalgas y la tomó con fuerza levantándola un poco para tocar su piel, explorando cada parte de su trasero hasta llegar a la vagina de su mujer.
Estaba húmeda, tal como imaginó, completamente húmeda para recibirlo; no obstante, él quería tomarse su tiempo.
Ella le miró con coquetería moviéndose sobre su mano, invitándolo a tocarla sin reparos.
El príncipe le hizo caso, avanzó y rozó su sexo una y otra vez acariciando la hendidura que cada vez segregaba más flujos y se humedecía un poco más con el toque profundo de Ibrahim.
Melina gimió cuando sintió como dos de sus dedos se clavaban dentro de ella y chapoteaban con el movimiento de entrar y salir.
Le dio la vuelta dejándola sobre la cama y separó con rapidez sus piernas mientras se arrodillaba frente a ella blandiendo una potente erección.
Él continuó tocándola, acariciando en círculos su clítoris con el pulgar y con su otra mano la masturbaba entrando y saliendo de ella, toda vez que esparcía su humedad por todo su sexo.
Los gemidos pronto se hicieron quejidos de satisfacción mientras movía la pelvis al ritmo de su acometidas, buscando mayor profundidad.
Ibrahim se acercó a darle un beso y a susurrarle palabras de amor mientras la miraba a los ojos sin dejar de tocarla.
Poco después se acercaba a ella dejando su miembro cerca de Melina que de inmediato entendió.
Tomó su pene palpando la erección en todo su esplendor.
Observó el miembro duro como una barra de acero. Disfrutó su longitud, su grosor y su dureza mientras le masturbaba y observaba su rostro contraerse ante el toque de Melina.
Un gemido escapó de sus labios que la hizo sonreír al sentir como ella lo incentivaba a acercarse a su boca. Él lo hizo y ella lo llevó dentro de su cavidad sin reparo, saboreando el glande y observado como él se detenía para disfrutar el momento.
Recorrió con su lengua arriba y abajo el ancho falo y le cogió los testículos asestando pequeños chupones mientras él gemía y se quedaba quieto sintiendo un placer indescriptible.
Melina no se detuvo, primero chupo y se apoderó de los testículos de su novio antes de retomar su travesía con su lengua por todo el pene del príncipe que volvió a concentrarse en retomar el toque a Melina.
Se enzarzaron en un glorioso sesenta y nueve que hizo a ambos gemir desaforados.
Ella se retorcía de placer en la cama mientras apretaba las piernas que Ibrahim separaba para facilitar el sexo oral que le daba.
Estaba a punto de correrse, completamente húmeda y lista para albergarlo dentro. Sin embargo él se apartó de ella y se posó frente a su rostro. Estaba sudado, jadeante y con la mirada cubierta por el deseo antes de besarla y hacerla probar su propio sabor al mismo tiempo que ella hacía lo mismo con él.
La arrastró al centro de la cama sacándole una carcajada y separó sus piernas hundiendo el rostro entre ellas para saborear su sexo de nuevo.
Recorrió con la lengua su hendidura e incluso la penetró un par de veces sacando gritos a una Melina que parecía a punto de explotar.
Recorrió cada parte de ella, hasta aquellas que nunca nadie se había atrevido a tocar, la penetró con los dedos en una promesa de lo que pronto tomaría de ella. La tuvo jadeando, suplicando y gimiendo sin control durante largo rato mientras la poseía con sus dedos y con su traviesa lengua haciendo círculos con ella sobre sus partes.
Se vio suplicando que la tomara por lo que se incorporó jadeante y sudoroso para meterse entre sus piernas, apunto a la entrada de su coño y se introdujo de forma lenta, cerrando los ojos y disfrutando la acción.
Sacó su pena y volvió a hacer lo mismo, esta vez solo introduciendo el glande, dejando que su falo saliera y entrara pero solo un poco y enloqueciéndola mientras le miraba a los ojos con amor.
Ella pasó sus manos por la piel de su pecho y le miró a los ojos con la aprobación silenciosa antes de que Ibrahim se adentrara de una sola estocada.
Inmediatamente se vio abrazado por las piernas de su mujer que gimió fuerte al sentirlo dentro de ella por completo.
La mirada libidinosa de ambos era imposible de esconder, entregados completamente a la lujuria y ella yendo al encuentro de sus embistes.
Ambos se miraron a los ojos, él buscando la aprobación que ella otorgó con un gemido lastimero.
Arremetió con fuertes sacudidas que hicieron la cama resonar mientras ella se sostenía del cabezal con ambas manos y gemía como posesa al mismo tiempo que Ibrahim bufaba adentrándose en ella a un ritmo bestial que hizo que Melina terminara gritando y pidiendo que no se detuviera.
Ibrahim quería darle la vuelta y tomarla en otra posición pero justo esa primera vez quería verla a los ojos cuando se corriera.
Se colocó en posición de misionero y se apoyó sobre sus brazos antes de besarla.
—Te amo —dijo Ibrahim—. Te amo tanto.
Melina acarició su rostro con los ojos llorosos y no pudo evitar que una lágrima recorriera su mejilla.
—Y yo a ti —respondió mirando los ojos de Ibrahim que dejaban al descubierto su felicidad y su amor.
Se movió dentro de ella acompañando sus movimientos con ella que fue a su encuentro y que no quitó los ojos de él mientras le acariciaba y disfrutaba de las palabras que Ibrahim susurraba junto a todas las promesas de amor y felicidad juntos.
Lloró cuando el orgasmo la avasalló y se apretó a su cuerpo mientras él se tensaba y descargaba su simiente dentro de ella que solo se aferró aún más fuerte a él.
Ibrahim se quedó sobre ella unos segundos recuperando el aliento y cuando finalmente levantó la vista tenía los ojos llenos de lágrimas, tanto como ella.
—Te prometo que esto nunca se va a acabar —dijo haciendo una promesa de amor.
Melina asintió mientras lloraba y disfrutaba los besos del príncipe que limpiaban sus lágrimas o quizás las mezclaba con las suyas.
Finalmente se dejó caer a su lado al mismo tiempo que ella se acercaba y lo abrazaba.
—¿Y si te embarazo? —dijo con una sonrisa al darse cuenta que no había usado un preservativo.
—¿Te molestaría?
—En absoluto —dijo mirándola—. Solo quiero que estés segura.
—Igual me cuido —respondió ella.
Se quedaron abrazados largo rato hasta que ella dijo que debía ir a casa para la reunión con sus amigos.
Con un gesto de desagrado Ibrahim se levantó y la llevó a la ducha donde nuevamente hicieron el amor y se prometieron tantas cosas que el corazón de Melina rebosaba de felicidad.
Al salir se vistió y dejó que él tomara sus llaves para llevarla.
Subió al auto y escuchó la llamada de Hurs.
—Creo que me he tardado, ya me están llamando —dijo divertida.
La llamada cesó y volvió a sonar, esta vez fue Parker. Una y otra vez resonaron las llamadas hasta que ella envió un mensaje de que iba cerca.
La dejó afuera de la casa de Chris y se despidió de ella con un beso y la promesa de verla al día siguiente.
Fue hasta la entrada y se metió a la casa encontrando a sus amigos paseándose de un lado a otro.
—¿Pasa algo? —preguntó y todos se detuvieron al instante.
Se miraron entre ellos poniéndola nerviosa.
—Meli —dijo Andrew antes de mirar nervioso al resto.
—¿Qué es lo que sucede? —preguntó incómoda.
Fue Parker quien se acercó y trató de llevarla al sofá.
—No quiero sentarme —dijo mirándolo a los ojos—. ¿Qué es lo que pasa?
Parker le entregó una carpeta y le hizo un gesto que no pudo descifrar.
Abrió el folder y leyó dejando caer las hojas segundos después con los ojos llorosos mientras todos aguardaban.
—¿Lo han verificado? —preguntó con la esperanza de que no fuera cierto—. ¿Es su firma? ¿De verdad lo hizo?
Sus llorosos ojos apretaba el corazón de seis hombres que sabían se le estaba partiendo en pedazos de nuevo.
—La firma es auténtica —dijo Andrew agachando la vista—. Yo mismo la verifiqué con un profesional de confianza.
Miró de nuevo los papeles en el.piso mientras la primera lágrima se deslizaba por su rostro.
—Lo volvió a hacer —dijo con una sonrisa y las lágrimas corriendo a borbotones—. El muy hijo de perra me la volvió a hacer.
—La custodia total de Will es suya ahora —dijo Maddox—. Jugó sucio, Melina.
—Nos confiamos —aseguró Chris.
—Podemos apelar —intervino Maddox de nuevo—, pero mientras tanto deberás entregar a Will al príncipe.
Melina no dijo nada, en cambio, subió las escaleras de la casa con todos ellos detrás y se encerró en la habitación dejándolos afuera.
Dentro ella se quedó mirando un punto fijo sin poder creer que lo hubiera hecho, que de nuevo la estuviera traicionando.
La firma de Ibrahim figuraba y Andrew jamás le mentiría lo que dejaba claro que efectivamente se la había vuelto hacer. De nuevo se había burlado de ella aprovechándose de su amor y su estúpido corazón.
Recordó todo lo que había pasado esa tarde, las promesas, los te amo, los besos, todo y la tristeza, el dolor y la rabia se mezclaron sin saber cuál era más grande.
Comenzó a llorar porque de nuevo el mismo hombre le rompía el corazón con la traición. Empezó a lanzar todo a su paso, a gritar furiosa y a llorar tan fuerte y de forma tan desconsolada que sus amigos se vieron tentados a entrar para evitar que hiciera un disparate.
Melina gritaba dentro tan fuerte y tan lastimero que sus amigos no sabían qué hacer para pararlo. Dentro ella rompía de un puñetazo el cristal del tocador, tiraba todo lo que encontraba y destrozaba la habitación sin poder sacar todo lo que amenazaba con destruirla. Su sufrimiento y gritos fueron tal que su hijo llegó asustado seguido de Peyton.
—¿Mamá?
—Llévate al niño —ordenó Chris y de inmediato Peyton obedeció a pesar de que Will quería quedarse.
Melina en la habitación se dejó caer al piso mientras lloraba con tanta amargura y dolor que no le cabía en el pecho.
Se culpaba de ser tan estúpida y de nuevo sentía el alma rota por la traición de Ibrahim.
Lloró deseando su propia muerte para no sufrir más y se dejó vencer por el miedo a no poder con tanto.
Se vio suplicando un poco de piedad para sí misma y cuando no tuvo más lágrimas, el dolor dio paso al rencor nuevamente en una Melina más letal, más rota y más incontenible que nunca.
Se puso se pie y se limpió los ojos antes de abrir la puerta justo en el momento en que Chris estaba por usar la llave de repuesto para poder entrar.
Todos miraron dentro donde la habitación estaba deshecha, su mano sangraba y ella tenía una mirada de odio que jamás le habían visto.
—Antes lo mato o me muero —dijo desde su sitio—, pero a mi hijo no se lo lleva nadie. Ibrahim Hâbbar va a terminar de rodillas así sea lo último que haga...

Nos acercamos al final. 😫😫😫😫

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