Capítulo 39
La mañana llegó con todos ellos cansados pero listos para hacer frente, repasaron una y otra vez en caso de que alguien llegara a investigar.
Como siempre habían cubierto cada pequeña fuga con la intención de salir bien librados.
Sabían de sobra que debían ir con cuidado así que en toda la noche no vieron a Chris quien se encargó de repasar con Peyton.
Parker estaba sentado en el piso junto a André y a Max, mientras Maddox estaba sentado al otro lado recargado en la cama y Hurs a su lado acostado sobre los muslos del diablo.
Una quejosa Melina abrió los ojos y todos se levantaron de un salto para verla.
—Hola —dijo Parker—. ¿Cómo te sientes?
—Quiero darme la vuelta —dijo pero Andrew negó.
—La herida está detrás, va a doler —dijo mientras Maddox y Hurs la ayudaban a incorporarse un poco.
—Mi hijo está bien —dijo mirándolos—. No estarían aquí si fuera de otra manera.
—Por supuesto que está bien —dijo Maddox—. Está en casa de Parker, ya sabes, si la reina está ahí no pasa ni Dios.
Ella sonrió y extendió la mano a Parker que la tomó y se sentó a su lado.
—¿Peyton? —preguntó.
—Debe estar fornicando con tu novio —dijo Max—. Ese Chris no deja nada.
Ella comenzó a reír pero se detuvo cuando el dolor la invadió.
Chris entró en ese momento y se acercó a ella tomando su mano y dejando un beso en los nudillos.
—Gracias —dijo ella.
Él negó y sus amigos lanzaron un bufido.
—Ahí está el infiel —dijo Hurs—. La culpa lo carcome.
Chris comenzó a reír y le lanzó una almohada.
—Todos son iguales —dijo Maddox.
—¿De dónde sacaron eso? —inquirió Chris mirando a los demás.
—No les hagas caso —dijo Andrew—. Ya sabes que se la pasan viendo programas rosas, revistas de corazón y bueno solo armaron su shipp.
Chris lanzó un bufido.
—¿Saben quién fue? —preguntó Melina.
—No —dijo Parker—. Aún no sabemos pero cuando lo sepa te aviso. Estoy seguro de que es una mujer.
—¿Mujer? —preguntó—. ¿Alguna de las amantes de Ibrahim?
—Pero si apenas lo quiere su familia —dijo Hurs—. No es improbable, tal vez la Petrova.
—¿Lydia? —preguntó Andrew—. Claro que no, ella no haría eso.
Todas las miradas fueron hacia él que se removió.
—Pareces conocerla muy bien —dijo Maddox—. Por eso amo a mis perros, ellos sí son fieles.
—Eso mismo digo —dijo Max.
—Solo creo que ella no tiene ningún interés en destruir a Melina —dijo con resolución—. Dejen de montarse películas.
—Tampoco creo que sea ella —dijo Melina—. Creo que se trata de alguien más, seguramente alguna de sus amantes.
—No importa, lo vamos a averiguar —dijo Chris abrazándola y dejando un beso en su sien.
Melina se recostó en su pecho mientras Chris la abrazaba.
—Te quiero —dijo Chris.
Escucharon el escándalo afuera y poco después la puerta abrirse para dar paso a un Ibrahim jadeante que los miró abrazados.
—¿Qué haces en mi casa? —preguntó Chris poniéndose de pie.
—Está bien —dijo Melina—. Solo hagan lo que les pedí.
Todos se quedaron viendo antes de asentir y salir de ahí a excepción de Chris que miró al príncipe y este a él.
La mirada de Ibrahim era una furiosa, aunque Chris no lograba entender del todo el porqué lo miraba así, no obstante se mostró resuelto a devolverle la mirada.
—Dame unos minutos Chris —dijo Melina.
Él la miró y asintió antes de acercarse y dejar un beso en sus mejillas.
Salió de ahí y cerró la puerta mientras Ibrahim se acercaba a ella.
—¿Estás bien? —dijo tomando su cara entre sus manos.
Ella se alejó y colocó su mano sobre el pecho de Ibrahim.
Podía ver su pecho vendado debajo de la camisa pero no hizo ningún comentario.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó.
—Eso no importa, solo me avisaron y quería cerciorarme que estabas bien —dijo sentándose a su lado—. Estás herida y ¿el niño?
—Mi hijo está bien, yo estoy bien, ahora lárgate de aquí —dijo sin apartar la vista de él.
—Volví por ti —dijo y ella se giró a verlo.
—Miserable mentiroso —dijo poniéndose de pie con dificultad—. No fuiste capaz de decirme tu nombre y esperas que ahora te crea que fuiste por mí.
—En verdad lo hice —dijo acercándose a ella—. Yo te quise, sí, fui un cobarde pero te quise.
—Mientes —dijo Melina—. Pase años siguiendo tu rastro y te encontré por casualidad viendo una foto de los invitados de Parker en su coronación. Solo entonces comprendí por qué no tenía nada de ti, porque eres falso y mentiroso. No vengas ahora a contarme nada.
—Entonces te jactas de ser buena persona y justa pero no eres capaz de investigar para saber que fui un mes después y no pude encontrarte —dijo mientras ella reía.
—Un mes después yo seguía en casa tratando de ocultar mi embarazo —dijo con seguridad—. Tú sabías dónde vivía, ¿No me encontraste? ¿no sabías donde trabajaba? ¿Dónde vivía? No vengas ahora con excusas baratas que formas de comunicarte habían.
—Tu amiga me dijo que te casabas —dijo sorprendiendo a Melina—. Fui a la estética dónde trabajabas, exactamente un mes después, ella dijo que no habías vuelto más porque estabas comprometida.
—Eso es mentira —dijo ella—. Era mi amiga.
—¡Pues no lo fue tanto desde que se vendió para mentirme! —gritó.
—Imaginando que sea cierto, aún así, no fuiste por mí —dijo ella aún más decepcionada—. Sabías que yo no quería casarme, pero te dijeron que me casaba y te fue cómodo que me obligaran.
—No, claro que no…
—¡Claro que sí! —dijo enojada—. Sabías que yo te amaba y en cuanto te dicen que me casaba con otra te fuiste sin corroborarlo.
—Lo lamento —dijo y ella sonrió.
—Así las cosas según tu versión —dijo con una sonrisa—. Dices que me quisiste pero no fuiste capaz de quedarte. No puede haber un hombre más falso y más mentiroso que tú. ¡Lárgate de aquí! No vuelvas nunca.
—Elnaz —dijo Ibrahim—. Lamento todo lo que hice y no sabes cuánto.
—Y lo que te falta por lamentar —dijo apretando los dientes—. No voy a dar marcha atrás, así que lárgate ahora mismo, guarda tu discurso mediocre y tus excusas domingueras, no importa lo que hagas, lo que sufras o lo que te pase. Por mí te puedes morir ya mismo y le harías un favor al mundo. Basuras como tú no deberían estar pululando por la vida.
Ibrahim la escuchó y solo agachó la vista no solo avergonzado de sí mismo, sino dolido de saber que quizás ella jamás lo perdonaría, aún así se dijo que no iba a dejarlo pasar y seguiría intentándolo.
—No puedo cambiar lo que hice pero si de algo sirve quiero que sepas que estoy muy arrepentido, que no voy a hacerte daño —dijo con la poca seguridad que le quedaba frente a ella.
La sonrisa irónica de Melina lo hizo agachar la vista avergonzado.
—¿Por qué dejaste que él le diera su apellido? —preguntó—. Sabes que hay maneras de que pruebe que es mi hijo y obligarte a darme mis derechos, solo quiero que me dejes verlo.
—¿Para que lo vuelvas un infeliz como tú? —preguntó mirándolo directamente—. Nunca antes te preocupó la posibilidad de tener un hijo, por qué ahora sí. Viviste feliz muchos años sin él. ¿Por qué ahora estás aquí exigiendo derechos? ¿No te has preguntado cuántos hijos tuyos deben haber por ahí? ¿Por qué el mío? Nadie más tiene derecho a hacerlo feliz más que yo. Solo ha estado conmigo, ha sido mi bebé durante años, todo lo que tengo, por qué compartirlo con la personas que más me lastimó, por qué dejar que tú, le des una versión de lo que hiciste, por qué dejar a mi hijo en manos de un hombre cobarde que no sabe no gobernar su vida. Dame una razón, una Ibrahim por la que merezcas estar cerca de mi hijo.
—Soy su padre —dijo suspirando—. Puedes poner mil excusas, pero soy su padre.
—Mi hijo llama papá a la única persona que asistió a sus festivales, que suspendió el trabajo por atenderlo, que le dio amor sin ser su sangre, que cuidó de su madre desinteresadamente, que jamás la ha lastimado y a pesar de no tener nada que ofrecer más que amor, estuvo ahí hasta que logró tener mucho. Han sido toda ellos quienes le forjaron un patrimonio, una vida feliz, un hogar, una familia; no tiene porqué llamar padre a un hombre que no ha necesitado nunca. Mi hijo ha sido feliz sin ti durante años, ¿qué te hace suponer que le haces falta?
Ibrahim se quedó mirándola unos segundos antes de hablar.
—Sé que no me ha necesitado jamás —dijo apretando los labios—, pero yo no lo abandoné, solo no supe de él, es tan difícil comprender.
—Entonces te habrías quedado conmigo solo por él —dijo ella incapaz de contener las lágrimas—. Es eso lo que me estás diciendo.
—¡No! —exclamó—. Yo me habría quedado porque te amaba. Me fui por cobarde y porque no supe cómo decirte que te había mentido, pero eso no cambia que te quería.
—No nos hagamos tontos —dijo ella en réplica—. La única estúpida que se enamoró fui yo. Una persona que ama no traiciona, no hiere y mucho menos huye. Ten al menos el valor de admitir que el amor no fue suficiente para quedarte, no intentes llamarlo de otra manera porque me ofendes y me enervas aún más.
—¿Qué es lo que hará que te sientas mejor? —preguntó mirándola directamente.
—Nada —respondió tajante—. Voy a ser feliz cuando te vea de rodillas, suplicante y acabado. Solo entonces voy a poder ser feliz, así que lárgate que tus cuentos baratos me los sé de memoria.
Ibrahim guardó silencio antes de mirarla y asentir.
Se dio la vuelta y salió de ahí encontrándose afuera con Christopher que le miró de arriba a abajo y pasó a su lado para entrar a la habitación.
—Quiero estar sola —dijo sin ver quién entraba.
Chris se detuvo y salió de ahí comprendiendo.
Melina se quedó mirando un punto fijo en la pared hasta que escuchó de nuevo la puerta.
No sé giró, su olor lo delató así que solo permaneció sentada sin decir nada.
Hurs se sentó a su lado y le tomó la mano entrelazando sus dedos con los de ella.
—¿Estás bien? —preguntó al ver que retenía las lágrimas—. No tienes que guardarlas.
Melina dejó rodar la primera de ellas por sus mejillas y se giró hacia Hurs que le dio una sonrisa.
—Duele —dijo y él asintió—. ¿Sabes? Cuando lo planeas todo es tan sencillo, solo piensas, voy a llegar, disparar y verlo desangrarse. —Hurs sonrió—. En cambio cuando lo ves, el odio se vuelve recuerdo, regresan esas escenas que antes te hicieron feliz, pero ahora son estalactitas de dolor. Se clavan lento, hirientes y punzantes.
—Te entiendo —dijo Hurs—. A veces las cosas no salen como uno planea.
—Me lastima tanto que me mienta ahora —dijo sollozando—. Más allá de la rabia que me provoca que me diga que me quiere, es lo doloroso que es escucharlo. Recordarlo.
—Meli —dijo Hurs—. Tal vez, no debas seguir con esto.
Melina le miró desconcertada.
—Por mí puedes matarlo hoy mismo —dijo acariciando sus mejillas—, pero no voy a negar que temo que eso te haga más daño aún. Temo que te duela el alma verlo sufrir.
—Eso no pasará —respondió...
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