Capítulo 36
—Vamos dentro —dijo Parker a Melina—. Esta mujer no tiene la culpa de tener un idiota como hijo. Tiene mi palabra de que liberaremos a su cría allá adentro siempre que prometa que nos dejarán ir después.
—Así será —dijo el rey sin dudar.
La reina solo asintió y Petrov hizo una seña para que todos bajaran las armas.
Los reyes avanzaron. Petrov tomó a Ibrahim de la chaqueta y lo jaló hacia dentro mientras veía a su hermana ir junto a su esposo y al príncipe avanzar.
Apenas entraron a la casa y la puerta se cerró Melina soltó al príncipe, pero no bajó el arma.
—No sé a qué viene esto —dijo Ibrahim—, pero no hay ninguna necesidad de hacerle esto a mi madre y a mí hermano.
Melina seguía sin hablar y a nadie le pasaba desaparecido el coraje que rezumaba.
Nadie habló en espera de que fuera ella quien decidiera el curso. Después de todo estaban ahí sin una estrategia y un plan, guiados solamente por la ira de Melina y el impulso de asesinar a Ibrahim.
—Ahora si te importa tu hermano y tu madre. —Se burló—. Sabes que si tocas a mi hijo vas a tener que poner en cuarentena a tu familia.
La amenaza no le pasó desapercibida a Ibrahim que se acercó a ella aun cuando la vio empuñar el arma.
—Por favor baja el arma —dijo la reina—. Vamos al despacho, nos sentamos y hablamos.
Todos le siguieron con la poca tranquilidad que se respiraba y salieron de ahí dispuestos a todo.
Finalmente entraron al despacho donde los reyes se pusieron en el escritorio sentados mientras Ibrahim permanecía de pie y su hermano a su lado.
—No voy a dejar que me quites a mi hijo —dijo Melina.
—¿De qué hablas? —inquirió Ahmed antes de mirar a su hijo consternado—. Dijiste…
—Lo hice —respondió enojado.
—Elnaz, no se lo que ha pasado pero te aseguro que lo voy a arreglar —dijo pero ella sonrió con amargura.
—Metiste a mi hijo en esto —dijo sin poder creerlo—. Apenas ayer decías que jamás haría daño. Menos mal he aprendido que solo puedo confiar en un puñado de personas, en la que no estás tú.
—Deja que te explique —dijo mirándola—. Algo debió pasar, yo no…
—¡Tú nunca haces nada! —gritó furiosa—. Siempre es culpa de otros, siempre buscas excusas, siempre has sido un imbécil bueno para nada, pero voy a dejarte claro una sola cosa, sobre acercas a mi hijo no voy a dudar un segundo en matarte. No tienes derecho alguno a reclamar nada, mucho menos la custodia completa. ¡Con qué maldita cara te plantas frente a mí a exigir algo que no mereces! Si aún quedaba alguna duda de lo miserable que puedes ser ahora no tengo ninguna y mucho menos voy a tener consideraciones conmigo.
—Es mi hijo y tengo todo el derecho a verlo —dijo empezando a perder los papeles—. Ni tú ni nadie lo va a impedir. No importa cuánto te opongas, voy a conseguir ver a mi hijo.
Ella sonrió con amargura.
La mirada de Ibrahim se endureció al ver que ella no cedería.
—No me obligues a usar los tribunales —amenazó.
—Ibrahim —dijo su tío.
—¡No! —gritó el príncipe—. Estoy harto de que todo mundo me diga que hacer, estoy cansado de que siempre me tomen como el estúpido que no puede resolver nada, ya intenté de mil maneras hablar con ella, ya intenté tener una conversación y se niega a escucharme, por qué debo yo tener alguna consideración.
—Porque ella no fue ninguna estúpida que te abandonó, te mintió y además de todo viene luego a fingirse la víctima —dijo Parker—. La gente dejará de tratarte como estúpido cuando dejes de serlo. Puedes tirarte al piso y hacer el berrinche que quieras pero nunca vamos a permitir que le arrebates a su hijo.
—Me temo que va a ser imposible que logres quitarme a mi hijo —dijo Andrew atrayendo las miradas de todos en el lugar incluso de Melina.
—¿Tu hijo? —preguntó la reina.
—William Downey heredero al ducado de Buccleuch cuyo actual poseedor del título soy yo —dijo triunfante haciendo que todos se pusieran de pie.
—¡Eso es mentira! —dijo Lydia que le miraba estupefacta.
—No traigo mi título actual querida pero lo tengo a disposición si necesitas una copia —dijo riendo con cinismo—. Tus habilidades de Dora la exploradora son muy malas, hay que trabajar en ello.
—Aunque eso fuera cierto —dijo Petrov—. Probar que el hijo no es tuyo es cosa que mi sobrino puede lograr.
—Le deseo suerte —dijo mirando a Petrov—. No habría dado un paso si no estuviera seguro de lo que hago. Usted parece ser un hombre listo, he dado un paso y el gran Petrov no se esperaba la jugada.
—No es tu hijo y lo sabes —dijo Ibrahim—. No voy a dejar que te quedes con él.
—Pruébalo —dijo con seguridad—. Pide la orden si eso te hace sentir mejor, llama a los medios si quieres atención, elige al laboratorio que tú quieras, el resultado será el mismo y la humillación más grande para ti.
—Estás jugando sucio —dijo Petrov—. No puedes hacerlo.
—¡Yo hago lo que me cantan las pelotas! —gritó desde su lugar palmeando el escritorio—. Lo hago porque puedo y porque quiero. Si tú y toda tu asquerosa progenie quiere una batalla conmigo se va a encontrar con un muro a vencer.
—Siempre habrá un proyectil —dijo Petrov amenazante.
—Saque el armamento completo —dijo antes de levantar la vista desde donde Lydia le miraba furiosa.
—Melina —dijo interviniendo—. Si la palabra de los reyes no vale para ti, si la de Ibrahim menos, incluso la de mi padre; ni te culpo. —Hizo una pausa—. Pero si de algo sirve, tienes mi palabra de que mi primo idiota no hará nada contra ti o el niño, tienes mi palabra siempre que nadie se va a meter, siempre que tus gorilas tampoco lo hagan. Si ustedes van a matarse entre ustedes, adelante, el niño no tiene por qué presenciar nada. Mi primo no se acercara.
—¡No hables por mí! —dijo un Ibrahim furioso tomando a su prima del brazo.
—¡No la toques! —gritó Andrew.
Lo empujó lanzándole lejos antes de que Lydia levantará las manos para frenar de nuevo una pelea.
—Papá —dijo calmándolo pero este tenía la mirada sobre Andrew.
Hurs parecía perder la paciencia cada vez más y Parker estaba indeciso.
—Gracias Lydia por la charla motivacional —dijo Parker—, pero está claro que tu primo no es una persona que sepa respetar tratados y acuerdos, ayer le prometió a mi amiga que haría bien las cosas, le dijo que la quería y toda su diarrea de mentiras y hoy le hace llegar amablemente la demanda de custodia absoluta. No puede haber acuerdos cuando él no es una persona fiable y yo me encuentro indeciso en si clavar la bala justo ahora o darle caza.
—Entiendo —dijo ella—. De verdad que entiendo a Melina mejor de lo que piensan pero también quiero que esto llegue a buen término. Que haya un poco de cordura en todo esto.
Ibrahim hizo a su prima a un lado para tomar a Melina de la muñeca tomándola desprevenida.
—Ahora mismo me vas a explicar lo del niño…
Se vio interrumpido por la mano de Hurs en su cuello que lo levantó y sin más lo lanzó lejos en una muestra de lo que era capaz de hacer con solo sus puños.
—No tenemos nada que hacer aquí, Melina —dijo apretando lo dientes—. No cuando esta gente piensa que los que debemos frenarnos y pedir perdón somos nosotros. Es claro que ese tipejo no merece ni siquiera que perdamos el tiempo aquí. Vámonos.
Melina miró a Ibrahim que se levantaba del piso para aclarar las cosas.
—No voy a gastar más mis palabras —dijo mirándole desde su lugar con los ojos llorosos—. Retira la demanda de custodia y no metas a mi hijo en esto.
—No pensabas decirme nunca que tenías un hijo mío —replicó caminando hacia ella—. ¿Qué era lo que pretendías? ¿Pensabas enamorarme como Melina?
—Que telenovelesco eres —dijo divertida—. Como si eso te importara, eres un descarado que no conoce el amor y no, no te habría enamorado ni aunque quisiera, mis planes están trazados sin errores, pero quédate tranquilo tu corazón no será roto.
—No entiendo a dónde quieres llegar —dijo de nuevo—. Esto es ridículo, me equivoqué, sé que lo hice, sé que te hice daño pero no lo puedo cambiar.
—No podrías aunque quisieras —dijo soltándose a llorar—. Nada en esta vida va a borrar todo lo malo que pase durante meses, nadie va a entender lo mucho que duele ni lo terrible que es ver qué tu corazón se vuelve negro sin que lo puedas evitar.
—Tú no eres mala —dijo Ibrahim—. No podrías serlo.
—No, no lo soy, al menos no con la gente que ha sido buena conmigo —respondió—. Tengo amigos que son mi familia, que me recibió en su casa sin más, me cobijo, me protegieron a mí y a mi hijo, que cuidaron de él. Tengo a gente por la que vale la pena vivir y sonreír, pero también tengo el corazón lleno de rencor y no puedes comprenderlo porque nadie nunca te ha hecho daño, porque nunca en la vida has sufrido, porque tus padres te han protegido, cuidado. Lo que es bueno y malo a la vez, pero lo cierto es que tú no conoces este lado del infierno. No podrías entender jamás las veces que vi a mi hijo y lloré de rabia, tampoco podrías entender mi desesperación de parir en la calle, sola, en invierno, con miedo. No podrías porque tú pasaste la noche en casa, caliente, con comida y sin ninguna penuria.
—Nunca quise hacerte daño —dijo y de nuevo la vio sonreír.
—Creo que es tarde para arrepentimientos —respondió mientras se limpiaba—. La excusa de que uno es joven ya está muy trillada, busca una nueva. La excusa de que tuviste miedo es aún más lamentable, la excusa de que no encontraste la salida, es ridícula. Yo podría haber perdonado la mentira porque te amaba. —Soltó a llorar—. Podría haber entendido incluso que me hubieras dejado, pero que me lo hubieras dicho, no que me hubieras hecho guardas esperanzas por meses. Esperé tanto por ti que incluso la noche que huí guardaba la esperanza de volverte a ver. Algunos años después aún guardaba la esperanza, está vez por motivos diferentes y aquí estamos frente a frente de nuevo, solo que esta vez en condiciones diferentes, siendo dos personas diferente.
—No, al menos tú no. —Interrumpió su discurso—. En algún punto tienes que estar tú, la Elnaz de antes.
—Ya no queda nada de ella —respondió—. Elnaz era dulce, tierna y simpática; era ingenua, crédula y amable. Ya no queda nada en absoluto.
Hubo un silencio en el que ella le miró directamente a los ojos antes de darse la vuelta yendo hacia la entrada junto a sus amigos.
—¿Por qué no puedes entender que todavía te quiero? —dijo Ibrahim haciendo que ella se detuviera justo unos pasos antes de la entrada—. ¿Es tan difícil entender que puedo seguir enamorado de ti? Elnaz, por favor, solo quiero hablar bien contigo, solo pido que me dejes explicar, que me dejes hablar de todo y que me dejes demostrar que puedo estar con ustedes. Yo aún te amo.
Melina se giró y sin más le disparó mandando al suelo a Ibrahim ante el grito de su madre y consternación de todos.
—Nunca más intentes verme la cara de estúpida —declaró dándose la vuelta...
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