Capítulo 27
Ibrahim miró la fotografía en sus manos por varios minutos, por fin comprendía que nunca la dejó de querer, más bien siempre se engañó a sí mismo creyendo que la había olvidado. Entendía el enojo de Elnaz, lo entendía muy bien pero lo que le mortificaba era saber en lo que se había convertido por rencor.
Llevaba días sin saber de ella, esperando que atacara pero parecía que esperaba lo mismo. Así que solo quedaba afrontar lo que había pasado o declarar la guerra.
Lamentaba haber visto el rostro de su madre alarmada al ver la herida de su padre pero afortunadamente solo había sido un roce.
Según el rey, nunca pensaron en atacar, fue la niña quien se asustó y solo actuó, pero que en condiciones normales no le habrían herido. Aún así, Ibrahim sabía que todos ellos serían agresivos para atacar tanto como ellos lo harían.
En los últimos días se vio buscando algo que le ayudará a saber qué hacer pero siempre caía en lo mismo: no había solución. Negar que se sentía acorralado sería estúpido, aún así intentó hablar con ella pero la última vez la había visto de la mano del rubio, incluso los había visto besarse y comprendió que ella nunca más sería suya. Elnaz le odiaba y no descansaría hasta acabarlo puesto que todo rastro de bondad y de amor no existía.
Pasó tres días borracho hasta que su madre llegó y suplicó que parara. Tenía que pensar con claridad, lo que haría una vez estuviera sobrio así que se dió un baño, pensó y tomó la decisión correcta.
Se quedó mirando a la nada durante varios segundos antes de escuchar la puerta sonar.
Su tío Fredek y su prima Lydia cruzaron la puerta casi al mismo tiempo que los reyes.
—Hola —dijo Lydia que se sentó enfrente junto a su padre.
—No sabía que estaban de visita —dijo mirando a Lydia que se veía incómoda y supuso que había tenido alguna discusión con su padre.
—En realidad recién me he enterado de todo —dijo Lydia—. Ya sabes que la familia no sabe guardar secretos.
Ibrahim sonrió con desgana.
—Espero lo puedas arreglar —dijo la pelinegra con una sonrisa amable—. Quiero que sepas que ellos no son malos, nunca lo han sido.
—No me interesa saber de ellos —respondió.
—Creo que no has entendido —dijo Lydia—. No estoy justificando el actuar de nadie pero los comprendo, incluso la comprendo a ella.
—Lydia no estás ayudando —dijo su padre.
—Tal vez le ayudo más diciendo lo que pienso. —Devolvió con ironía—. Siempre he creído que Ibrahim es bueno pero estúpido y bueno, no me equivoqué.
Su padre dio un suspiro.
—No la puedo culpar por desear verte acabado —continuó—. Yo estaría igual. No importa cuánto te apoye la familia, sé que lo harán, sé que papá va a defenderte, el tío Vlad, el tío Richard, tu papá, todos.
Hizo un silencio que todos sabían no auguraba nada bueno.
—Yo no voy a apoyarte —dijo decidida al mismo tiempo que su padre se ponía de pie de un salto.
Levantó la mano para callarlo y que la dejara terminar.
—Guarda tu discurso y tu regaño para después papá que ahora me toca hablar a mí —dijo molesta y enfrentándolo—. No voy a apoyarte pero tampoco voy a apoyar a ella y su grupo. Solo voy a mantenerme al margen, quizás como todos deberían hacerlo.
—Su grupo no lo hace —dijo Ibrahim a la defensiva.
—Y no los culpo —dijo enojada—. Si yo hubiera estado en el lugar de Melina hace unos días habría puesto la bala en tu frente sin demora.
Sus ojos llorosos le dejaron claro a Ibrahim lo difícil que estaba siendo para su prima no estar de su lado.
—Te quiero mucho, pero también soy una mujer que entiende lo mucho que ella debió sufrir por un cobarde —dijo apretando los dientes.
—No voy a permitir que me hables así.
—¡Te callas y me escuchas! —gritó furiosa—. Todos te apoyan, todos te van a proteger pero nadie, absolutamente nadie es capaz de decirte lo que de verdad deberían, lo que te hace falta. No eres la víctima, eres un patán y un cobarde que está acostumbrado a que papá y mamá lo defiendan. Perdón que lo diga —dijo mirando a sus tíos—, pero fracasaron educándolo.
La reina agachó la vista cuando la escuchó.
—Sé que lo quisieron demasiado después de la pérdida que tuvieron pero se equivocaron porque le hicieron creer que es intocable y que puede ir por la vida haciendo lo quiere mientras papá y mamá lo regañan y ya —dijo y luego miró a Ibrahim—. Yo no puedo defender lo indefendible porque iría contra mis propios principios.
Volvió a respirar para tomar impulso.
—Me siento decepcionada incluso de mi padre —dijo llorando antes de mirarlo—. Dices que lo vas a ayudar, que Parker no debería meterse pero fuiste el primero en lanzar la amenaza a Melina para obligarla a hablar con Ibrahim. ¿Esperabas que ella te temiera? Que corriera a obedecerte supongo, pero me alegra que no lo hiciera, yo en su lugar te habría cerrado la cara de un bofetón después de mandarte al demonio. ¿No es eso lo que me has dicho? No ceder a los chantajes nunca, en cambio vas y chantajeas. Dices que no deberían meterse porque es una pelea de Melina e Ibrahim pero te recuerdo que tú amenazaste a una mujer usando a su hijo para que firmara el divorcio de mi tío Sebastian, para que su cuñado estuviera feliz, para que mamá estuviera feliz.
Las cuatro personas en el lugar la miraban y trataban de comprender a dónde quería llegar.
—Mamá trata de entenderme, tal vez porque es mujer, la tía Angeline espera que te destrocen, no lo dice pero sé que lo piensa, no sé las demás pero yo simplemente no puedo verte como la víctima de esto ni a ella como la villana —dijo limpiando sus lágrimas—. Que fácil es decir que ella debe escucharte, que debe darte la oportunidad de explicarte, tal vez que hasta debe perdonarte, pero ¿y el sufrimiento de ella? ¿Quién piensa en lo que esa chica con solo diecisiete años vivió? ¿Ya leíste la investigación del tío Vlad? ¿Quién se compadece de la golpiza que recibió? ¿Quién piensa en que pudo morir? ¿Quién se apiada de una joven que fue violada en el camino para salvar su vida y la de su hijo? Nadie lo hace, porque para todo mundo es más fácil decir, ella debe escucharlo, ella debe perdonarlo, ella esto, ella lo otro.
—Yo no sabía que estaba embarazada —dijo Ibrahim—. De haberlo sabido…
—¿Cuál es la diferencia? —preguntó—. ¿Ella valía más por el heredero pero no valía nada sin él?
—¡No! No estoy explicándome —dijo el príncipe.
—Creo que yo tampoco —dijo ella—. Yo no voy a meterme porque la entiendo, porque yo quizás estaría igual que ella después de sufrir el engaño, abandonó y todos los males que pasó. ¿Volviste? Sí, lo hiciste, pero un mes después, te dijeron que ella se iba a casar y con una mano en la cintura te diste vuelta: ¡Ah, bueno entonces no me preocupo! Pero tú hipocresía es tanta que en cambio ahora esperas que ella te llame, te invite un té y te diga: vamos cariño, cuéntame cómo fueron las cosas. ¿Te das cuenta de que su odio no es por abandonarla? Su odio y muy bien justificado es porque la golpiza, el hambre, la violación, una pena de muerte… se pudo evitar si no hubieras sido un cobarde y hubieras hablado con la verdad. No importa cuánto te justifique la familia, cuánto te defiendan, alguien debería decirte la clase de basura que fuiste. Un hombre que ama de verdad no habría dejado que la cobardía fuera más fuerte que su supuesto amor.
La vio sonreír con los ojos llorosos y una sonrisa amarga a la vez.
—No quisiera ver a mi padre si alguien me hiciera eso a mí —dijo mirándolo—, pero claro ahora está aquí sentado pensando cómo defender a alguien que sigue siendo un crío. —Hizo una nueva pausa—. Espero haber dejado clara mi postura al respecto, porque sí, creo que te mereces el odio de Melina o Elnaz o como quieras llamarla. No me parece justo que ahora quieran hacerla ver cómo la mala que no quiere escucharte cuando no vales nada ni eres un hombre que merezca ser escuchado.
—Voy a respetar tu decisión —dijo él—. De hecho no voy a dejar que nadie se meta. He empezado a tomar mis decisiones sin consultar a nadie.
—Espero que sean las mejores y que ambas partes logren un acuerdo si es que se puede —dijo ella al mismo tiempo que sentía la mirada penetrante de su papá.
El sonido y la apertura de la puerta hizo que todos guardaran silencio al ver al abogado de la familia entrar y mirar de uno a otro por supuesto sintiendo la tensión de todos en la oficina.
—¿Pasa algo? —preguntó con esa sonrisa jovial que le caracterizaba—. Parece que si los toco se van a romper de tan tensos.
—No pasa nada —dijo Lydia acercándose a él que la recibió en sus brazos antes de que ella le diera un beso.
—Vine a dejarle unos papeles a Ibrahim —dijo mirando los ojos rojos de su sobrina—. ¿Quieres que hablemos después? Puedo llevarte si el anciano de tu padre no puede.
—Preferiría llevarla yo —dijo Petrov que no apartaba la vista de la chica.
—Bien —respondió—. Supongo que ya estás de novia y al ogro le enfadó, ya sabes cómo es.
Lydia sonrió y dejó un beso en su mejilla.
—¿Nos vamos? —preguntó a su padre.
Petrov se puso de pie antes de escuchar la voz de su hermano hablar a Ibrahim.
—Espero que estés consciente de lo que haces —dijo haciendo que todos se giraran a verlo en el momento en que dejaba la carpeta en manos del príncipe.
La reina se lo arrebató de un tirón y abrió el folder para leer lo que había dentro antes de llevar su mano a la boca en total consternación.
Su esposo se puso de pie y miró la hoja antes de levantar la vista hacia su hijo.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Ya lo sabes —dijo Ibrahim sin apartar la vista de su padre.
—Le dije que era mala idea —dijo el abogado—. Pero es insistente.
Lydia tomó la carpeta, Petrov se acercó a leer.
—¡Estás loco! —exclamó mirándolo horrorizado—. No puedes hacer eso.
—¿Pretendes quitarle a su hijo? —preguntó su madre con los ojos llorosos—. En lugar de demostrar que eres un buen hombre vas a confirmarle que eres un desgraciado que solo ha querido lastimarla.
—¡Es mi hijo! —gritó.
—Un hijo que durante años ha tenido el amor de cuatro hombres dispuestos a pelear por él —dijo Petrov—. Ese niño no te ha necesitado en años, ¿qué te hace pensar que ahora lo hace? Estás pidiendo la custodia absoluta, piensas alejarlo de su madre.
—¿Yo no tengo derecho a conocerlo? —preguntó Ibrahim.
—Es tu hijo, pero ella es su madre también —dijo el rey.
—¡Ella no me dejara verlo! —dijo frustrado.
—Y ahora entiendo que hace bien —dijo Petrov—. Ella no pone a su hijo en el campo de batalla, estoy seguro que el pequeño no sabe nada de esto, pero tú, ya lo has puesto en medio de una guerra. Claro es más fácil provocarla y hacer que te odie más a tratar de suavizar las cosas. ¡Dios santo, estás demente!
—Estás haciéndolo todo mal —dijo su madre.
Ibrahim la miró y tomó sus manos antes de darle un beso en los nudillos.
—No voy a dar marcha atrás en eso —declaró con total seguridad...
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