Capítulo 26
Parker miró su computadora mientras revisaba los documentos frente a él, llevaba ausente algunos días desde que sus hijos habían nacido y recién tomaba de nuevo las riendas del casino.
Escuchó la puerta abrirse para dar paso a Andrew y a Chris de la mano de Melina.
—Hola —dijo Melina—. Pareces con viejo con esas gafas.
—Es porque es una anciana —dijo Andrew.
—Lo dice quien me lleva un par de años —respondió con una sonrisa.
—Pero a mí me sientan de maravilla —dijo con desidia.
—¿Quién te ha engañado tanto? —preguntó.
—Está bien, aquí el único anciano es Chris. —El aludido blanqueó los ojos.
—Eso es mentira —dijo Chris—. Me veo joven.
Melina le abrazó y dejó un beso en su mejilla.
—Vamos a ver señoritas —dijo Parker—. ¿Qué hacen aquí quitándome el tiempo?
—Yo he decidido tomarme unas vacaciones —dijo Chris mientras Parker enarcaba una ceja sorprendido.
—¿Y eso? —preguntó.
—Ya sabes, para aprender a vivir con otra desilusión —respondió con una sonrisa amarga—. Necesito un tiempo para mí y a menos que a Sam se le escape una bala por favor no me llames.
—Espero que las cosas mejoren para ti —dijo Parker.
—Gracias, solo es cuestión de aprender a vivir con eso lo que quede de tiempo —dijo con una media sonrisa.
—¿Estás seguro de que no hay nada que hacer? —preguntó Andrew al mismo tiempo que la puerta se abría.
—¡Ya llegó su droga, enfermas! —dijo Hurs con su peculiar sentido del humor junto a Max y a Maddox—. ¿De qué hablan que no me incluyen?
—¿Por qué en el nombre del cielo el señor del Averno está enfadado? —preguntó Parker.
—Ahora qué te pasó —dijo Melina—. Me pongo enferma nada más de ver tu cara malhumorada.
—Pasa que no dormí —dijo enojado—. No dormí porque mi esposa me levantó más de una vez en la noche pidiendo algo.
Su mal humor dejaba al descubierto que no quería nada esa mañana.
—Arabela fue así con el primer bebé —dijo Andrew atrayendo la mirada de todos—. Yo no conocí la paz hasta casi los siete meses de embarazo. Si me lo preguntas fue una etapa hermosa, aunque en ese momento me la pasaba igual que tú.
Melina sonrió al verlo mientras él suspiraba y cambiaba el tema.
—Yo estoy esforzándome por hacer otro bebé —dijo Hurs—. Pero no soy don rapidito —añadió señalando a Maddox—, así que a mí no me sale.
—Veo un poco de comentario en tu envidia. —Se defendió Maddox—. Que culpa tengo de que tu martillo sea de plastilina.
—No es de plastilina —respondió Hurs—. Es de masa moldeable y no es tóxica como el dedito pulgar que tienes entre las piernas.
—Dios mío —dijo Melina entre risas—. No sé mueran jamás que no puedo parar de reír.
—Yo esperaré mucho para tener otro hijo —dijo Max interrumpiendo la discusión.
—Debe ser difícil lidiar con dos hijos —dijo Melina.
—¡Que va! Max y mi bebé son un amor, es a su mamá a la que me cuesta controlar —dijo entre risas—. Es como otra niña, no es que sea malo, me gusta, pero por Dios que a veces es un huracán categoría siete y no puedo seguirle el ritmo.
—No hay categoría siete —dijo Maddox.
—Pues ella la inventó. Hay días en que simplemente no puedo seguir su ritmo y siento que voy a enloquecer —dijo riendo.
—Ahí tienen —dijo Chris—. El anciano es ese señor.
—Creo que hace falta un poco de locura en la vida de todos —dijo Chris—. Admitan que a pesar de todo no serían felices con otra mujer.
—Yo nunca he tenido problemas con admitir que mi mujer a pesar de ser como es, es perfecta para mí —dijo Parker con una sonrisa—. Perséfone no habla… Grita todo el tiempo; no ríe, sufre ataques de risa, cuando está enojada no la frena nadie y mejor no hablo de las veces que está celosa porque me dan ganas de no haber nacido. No olvida mis supuestos coqueteos y me los recrimina en cada cena pero aún así, sé que es mi chica y que a pesar de todo eso, voy a ser feliz siempre.
—Hombre, yo no me estoy quejando —dijo Maddox—. Mi esposa encantadora, es tranquila, amorosa y aunque no lo crean tiene un carácter muy feo cuando se enoja que por cierto aborrezco que saque, siempre dice que estoy coqueteando con todo mundo y cuando sonrío a alguna mujer dice que mis hoyuelos son mi encanto y que lo uso para agradar a las mujeres, charla que dura una semana reprochando mientras me amenaza con que va a coquetear con otros y aún así la amo por encima de todo.
—Mi esposa no es nada de eso —dijo un Hurs que atrajo la miradas de todos—. Ella no reclama, no señor, ella no es así; Scarlett de una vez pega, y fuerte debo aclarar, pero lo hace por mi bien, así que no me quejo. —Sus amigos comenzaron a reír—. Bueno los entiendo, creo que sabemos que nuestras esposas no son perfectas, al menos no para otros pero para mí mi bella es lo mejor de la vida.
—Concuerdo en eso —dijo Max—. Lo cierto es que a mí Margot va a matarme un día de estos con todo lo que hace. No sé sienta, no se queda quieta, no es como que sea incómoda, sino que habla tanto, canta, ríe, etcétera, que me cuesta tanto seguirle el ritmo. A veces hablamos de pan y dos minutos después en los que ella dijo hasta quien inventó la harina cambia a la globalización y otros dos minutos después ya está hablando de carros. Me pierdo en lo que hablamos pero me gusta, yo soy tan silencioso y ella tan revoltoso que si yo no estoy en casa nadie lo nota pero cuando ella no está nos sentimos perdidos y parecemos perros sin dueño.
—Por eso no me caso —dijo Chris—. Al rato voy a estar igual de sensiblero que ustedes y Dios me libre.
Parker le miró y sonrió.
—Cambiando un poco el tema y ya que se desahogaron, señoras —dijo Melina con una risilla—. Por favor dejen pasar a un chiquilla que vendrá a buscarme.
—¿Ahora te gustan las mujeres? —preguntó Maddox.
—Será mi niñera, trabajaba en el salón, pero es algo más pesado y está embarazada —dijo con tranquilidad recordando su propia situación—. Voy a pedirle que me ayude con lo Will, tampoco quiero cargarle la mano a las Scarlett y menos a Brooke.
—¿Dónde estás viviendo? —preguntó Parker—. Ya hemos revisado las cámaras del edificio donde vives pero no sé ve el rostro de quién te atacó.
—Creo que tiene que ver con Mohammed pero no estoy del todo segura —dijo ella—. De momento estoy en casa de Chris. Espero pronto poder mudarme.
—No deberías andar por ahí como si nada —dijo Hurs—. Mucho menos con Will, quizás podamos contratar a alguien.
—No tengo problema en poner algo de seguridad —añadió Parker—. Mi esposa dice que en casa no pasa nada y somos reyes aburridos, así que bien podrían ayudarte.
—Estoy bien —dijo ella rodando los ojos—. Estoy con Chris. Dejen de ser tan exageradas.
Ella sabía que no estaban tranquilos, ni siquiera ella misma lo estaba al no tener la seguridad de quién estaba detrás de todo eso, si bien había creído que tenía que ver con Mohammed pronto se dio cuenta de que no puesto que él, según su investigación, había vuelto a su país.
Melina sabía que algo debía pasar, más bien algo para que sus padres después de tantos años estuvieran detrás de ella. No se fiaba de que estuvieran buscándola nada más por amor o porque querían que volviera, más bien lo hacían por intereses y ella iba a descubrir cuáles.
Dio un suspiro antes de que tocaran la puerta y le dijeran que alguien la buscaba.
De inmediato se vio despidiéndose de todos que aseguraban la esperarían para continuar con la conversación.
Salió de ahí y bajo hasta la sala de recepción del casino donde encontró a la chica, delgada y ojerosa con un vientre ya prominente. Miraba las cortinas de la ventana y paseaba la vista por el amplio lugar que dejaba en claro era un lugar muy lujoso, que transpiraba poder y que sobre todo dejaba en claro la sobriedad y seriedad del lugar, nada comparado con lo que años antes había sido.
—Hola —dijo sobresaltando a la chica.
La jovencita de ojos grises se giró a verle y le dio una sonrisa tímida.
—Buenos días —dijo al mismo tiempo que Melina señalaba el camino a seguir.
La guió hasta la sala de juegos donde solía reunirse con sus amigos.
—¿Va a despedirme? —preguntó apenas se sentó.
—No, ¿de dónde has sacado eso? —preguntó.
—No lo sé, estos llamados no son normales —dijo mostrando una débil sonríes.
—En realidad quiero que cuides de mi hijo —respondió—. Tengo un pequeño que ya va al colegio pero yo trabajo y hagan un sin fin de cosas en las que apenas puedo ir por él, llevarlo traerlo y a veces se queda solo un par de horas. Serás como una niñera. Tú y yo sabemos que esto en el salón es duro, hay que cargar cajas, limpiar todo el tiempo, atender, hacer muchas cosas a la vez. Siendo la niñera de mi hijo solo te ocuparás de él, tendrás comida y techo, además de un sueldo.
—¿Aquí? —preguntó.
—No, aquí no, en donde vivo —respondió.
—Me parece bien —dijo apenas audible.
—¿Cuántos meses tienes? —preguntó.
—Cuatro y medio creo —respondió.
—¿Crees? ¿Has visitado un médico? —La chica negó.
—Me echaron de casa y no conseguía trabajo, dejé la universidad, ya sabe, es difícil —respondió con los ojos llorosos al mismo tiempo que Melina suspiraba comprendiéndola mejor que nadie.
—¿Y el padre? —preguntó.
La joven levantó la vista y se limpió las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
—Es difícil —respondió—. Prefiero no hablar de eso.
Melina guardó silencio mientras la veía y le recordaba tanto su situación que no pudo evitar verse en ella, tal como Parker la había encontrado: ojerosa, flaca, desganada y con nula atención médica.
Vio a la chica y se vio a sí misma años atrás. Suponía que la chica se sentía igual de perdida que ella años atrás cuando además del corazón roto también tenía la desolación del abandono y el miedo a no poder sola.
—Tengo un amigo que es médico —dijo Melina—. Puede revisarte. Es importante que lo hagas.
—¿Es caro? —preguntó—. He intentado ir pero aún estoy empezando y recién conseguí un lugar para vivir, el alquiler me dejó sin nada y bueno esperaba ir a fin de mes con el nuevo pago.
—Entiendo —dijo poniéndose de pie—. No te preocupes por el costo.
Salió de ahí para llamar a Chris que llegó de inmediato junto con ella.
La joven se giró para verle y Chris se detuvo unos segundos antes de mirar a Melina.
—Chris —dijo con una sonrisa—. Ella es Peyton, la nueva niñera de Will, está embarazada y necesita atención.
—Hola —dijo extendiendo la mano que ella apretó con una sonrisa amable.
—Mucho gusto —dijo la chica.
—Ahora no traigo nada pero puedo revisarte más tarde en casa —dijo Chris—. Espero que te instales cuanto antes y pueda atenderte pronto. De cualquier forma bienvenida.
—Muchas gracias —respondió—. Puedo mudarme cuántos antes, en realidad solo tengo una maleta pequeña.
—Entonces podemos ir por tus cosas ya —dijo Melina—. Sirve que conoces a mi pequeño...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top