Capítulo 21

Subió y bajó por su pene que parecía cada vez más duro Y necesitado de liberación. 

—Melina —musito él incapaz de poder articular otra palabra y tratando de ordenar sus pensamientos—. No puedo esperar más. 

La separó de él y la arrastró para que terminara sobre su cuerpo de nuevo a horcajadas. 

—Lo necesito —dijo mientras acariciaba su miembro y la arrastraba para morder sus pechos.

Lo hizo un poco fuerte, dejando una pequeña marca y después lamió con fervor y cariño sacando gemidos lastimeros de la Melina que sujetó sus propios senos y los ofreció a él que con un brazo sujetaba su cintura y con la otra mano penetraba de nuevo su sexo o tomaba su pene para rozar la entrada de este. 

Mordió sus senos y chupó sus pezones con rudeza. 

Finalmente y sin pensar en nada más se adentró en ella de una sola estocada fuerte y segura que la hizo lanzar un jadeo antes de abrazarse a él por el cuello. 

Ibrahim la tomó de la cintura y la invitó a moverse sobre su pene; al principio lo hacía despacio, con movimientos lentos hasta que él la tomó de cintura apretándola a su cuerpo y comenzó a embestir mientras disfrutaba ver sus senos rebotar frente a él. 

Melina se sujetó a sus hombros bamboleando las caderas mientras Ibrahim martilleaba dentro de ella con tanta fuerza que sentía que no podría aguantar más. La tenía tan sujeta que estaba segura quedarían marcas en su cuerpo y observaba su rostro contraído, abandonado por completo en las sensaciones, quizás tanto como ella misma que apenas podía pensar. 

En un impulso por el control Ibrahim la tomó con rapidez saliendo de su cuerpo y le dio la vuelta dejándola en la cama de nuevo. 

La protesta llegó de parte de Melina al perder el contacto que tenían pero solo duró unos segundos antes de que él tomara sus piernas con decisión y las colocará sobre sus hombros; la tomó de la cintura y volvió a penetrarla con fuerza, de un solo golpe de cadera. Esta vez no hubo sutilezas, contrario a todo la estaba tomando con una rudeza que ella no conocía de él y que parecía incluso que buscará fundirse o marcar su cuerpo. 

Se mantuvo en un ritmo constante de embestidas durante largo rato y después salió de ella y dejó un beso en sus labios antes de dejarse caer a su lado tratando de recomponerse. El cuerpo de Melina aún jadeante se apretó al suyo por lo que él en posición de costado y formando una cuchara con el cuerpo de ella prosiguió dando rienda suelta a la pasión y volvió a penetrarla, sujetando su cadera, y sacando de ella gemidos incapaces de silenciar. 

La cabalgó de forma desbocada buscando el éxtasis de ambos sin dar tregua hasta que la escuchó gritar y poco segundos después en medio de un gemido gutural Ibrahim se liberó dentro de ella. 

El silencio reinó poco después en el que solo se escuchaba las respiraciones de ambos y al menos ella sintió sus brazos acercarla un poco más y llenar su hombro de besos. 

Finalmente se separaron y se quedaron abrazados largo rato sin decir una palabra, quizás porque no habían palabras o porque ella seguía pensando en lo que acababa de pasar.

—No hay nadie más —dijo él luego de un rato—. Solo somos tú y yo. 

Ella no respondió, ni siquiera hizo el intento de hacerlo, aquello no le importaba solo estaba esperando el tiempo necesario para hacerlo pagar. 

—No me lo tomes a mal —dijo Ibrahim después de otro largo silencio—, pero me gustaría saber si, ya sabes, usas algún anticonceptivo. Me deje llevar y bueno, soy un irresponsable. 

—Sí, no me gustaría tener un hijo y verme abandonada —dijo con un gesto de amargura. 

Ibrahim la observó y de nuevo vino a su mente la imagen de Elnaz. 

—Yo jamás abandonaría un hijo mío —dijo pero ella comenzó a reír. 

—Supongo que eso es una frase que forma parte del manual de un sin fin de hombres —dijo con sarcasmo mientras se levantaba de la cama y comenzaba a vestirse—. En fin, no importa, quédate tranquilo que, al menos yo no voy a tener un hijo tuyo. Tal vez otras deseen un hijo del codiciado príncipe oriental pero al padre de mis hijos lo elijo yo por amor y definitivamente no estás en la lista. Nos veremos luego, por favor no me acoses a llamadas, despreocúpate de que pueda salirte con que estoy embarazada y mejor aún despreocúpate de que quiera tu dinero o tus lujos, puedo pagármelos por sí sola. 

Ibrahim se incorporó de inmediato sin entender a qué venía el ataque así que se levantó y comenzó a vestirse. Una vez lo hizo la tomó del brazo y la llevó de nuevo a la cama. 

—¿A qué viene eso? —preguntó intrigado. 

—A qué estás tan preocupado por tener hijos por ahí —dijo con una sonrisa cínica—. No te preocupes, yo no seré quien trunque tu vida libertina y por ahora no tienes hijos... 

—Ya tengo un hijo —interrumpió silenciando a Melina. 

Si había creído que había una pizca de inocencia en él en ese momento se esfumó sabiendo que efectivamente Ibrahim lo sabía y jamás se interesó. 

—En realidad…

—No me interesan en absoluto tus hijos por ahí, solo quiero que no vuelvas a cuestionar si me cuido o no, porque ten por seguro que yo de quién más me cuido es de tipos como tú —dijo empujándolo y levantándose de la cama—. Te veo después. 

Ibrahim se quedó en la cama y de nuevo la atrapó antes de cerrar la puerta y mantenerla sujeta. 

—No estoy entendiendo —dijo tomando su rostro—. ¿A dónde va esto? 

—A ningún lado —dijo con un doble sentido antes de darle un guiño y salir de ahí justo en el momento que su celular comenzaba a sonar. 

Observó el mensaje de llegada dónde Hurs avisaba que los mellizos se adelantaban y estaban camino a casa de Parker donde ella daría a luz.  

Ella no podía ir en ese estado y lo sabía, así que terminó por ir a su casa empuñando el arma pero se encontró con el hombre que Ibrahim había dejado a cargo.

—Buenas noches —dijo pero ella siguió su camino hacia dentro del departamento apenas saludando con una media sonrisa. 

Se metió a su habitación donde habían acomodado al menos un poco la estancia.

Sacó ropa y miró la hora, ya era tarde pero sabía que encontraría a todos reunidos para esperar la llegada de los mellizos más valiosos de un país entero.

Se dio una ducha y llamó a Margot para preguntar por su hijo que sin saber por qué lo había dejado ese día ahí con la excusa de que pasara tiempo con el hijo de Max. En el fondo se felicitaba por eso o a esas alturas seguramente le habrían hecho daño a su pequeño. 

Se dio una larga ducha en la que pensó en lo que había pasado y después de un rato se vistió para tomar su arma, su celular y sus llaves metiéndolas a su bolso. 

Al salir encontró a Hassan en la sala.

—Agradezco que permanezca aquí pero no es necesario —dijo Melina—. Puedo cuidarme sola. 

—Me queda claro que sí —respondió con una sonrisa—. Sin embargo, yo sigo órdenes del príncipe. 

—Estoy muy clara en eso —replicó con el mismo tono—. El punto es que este es mi departamento y aquí la única reina y señora soy yo, ni usted ni ningún príncipe puede disponer de lo que ve a su alrededor, yo misma voy a encargarme de este asunto mañana a primera hora pero por ahora estoy pidiendo amablemente se respete mis decisiones y se vaya de aquí. No quiero llegar a un punto donde tenga que olvidarme que soy una dama.

El hombre la miró con ojos entrecerrados antes de hablar de nuevo. 

—Creo que no le ha quedado claro que mi estancia será afuera de la propiedad, en todo caso obedezco a mi jefe pidiendo protección para usted —dijo con una sonrisa que no la engañó. 

—Por supuesto —dijo ella—. El príncipe siendo príncipe, en fin, no voy a discutir ahora, puede quedarse afuera como el perro fiel que seguro es, pero dentro de mi casa no, y cuando yo digo que no es no. Afuera haga lo que le venga en gana. 

—Estamos claros en algo —dijo él con una sonrisa de burla antes de enfilar hacia la salida. 

Melina empezó a seguirle hasta que estuvieron fuera. 

Ella siguió su camino rumbo al ascensor hasta que oyó su voz. 

—Aunque tal vez debería quedarme dentro —aseguró Hassan con sonrisa triunfante al verla detenerse aunque no se giró—. Cómo dije mi deber es obedecer al príncipe y estoy seguro de que a él no le gustaría que le pasara algo a usted señorita Melina o tal vez la deba llamar Elnaz. 

Su declaración sorprendió a Melina que se giró de inmediato a verle. 

—Mi deber es cuidar al príncipe heredero, del que justo ahora estoy protegiendo a la distancia —dijo mirándola directo a los ojos—. Por ende debo cuidar a la madre. 

Ella le observó midiendo la peligrosidad del sujeto antes de enarcar una ceja. 

—Puede llamarme como le dé la gana, ambos nombres me gustan —dijo con cinismo sabiendo que no podía negar nada. 

—Tienes veinticuatro horas para decirle a mi sobrino quien eres —dijo una voz detrás de ella que ya sabía de quién era. 

Se giró encarando al hombre que la observó con los ojos azules sobre los de ella. Petrov la observó desde su sitio caminando a paso lento hacia ella, como si supiera que eso no la afectaba pero igual la desesperaba. 

—¿O qué? —preguntó retando al cincuentón frente a ella. 

—Lo haré yo mismo y las cosas se pondrán feas —dijo con una sonrisa que no la engañó en absoluto—. Ya sabes cómo somos los hombres cuando se nos pretende engañar, somos más dramáticos que ustedes. Quiero que sepas que nadie quiere hacerte daño...

—No sé qué le hace pensar que yo voy a correr ahora justamente a decírselo —dijo con una sonrisa de burla—. Usted puede ir a decírselo ahora mismo y a mí me tiene sin cuidado. Estoy lista para cualquier cosa, incluso tenía previsto este tipo de contingencia.

—Estoy seguro de que sí, nunca he dudado de tu capacidad —dijo con el mismo tono que ella—. De hecho, no es una amenaza. 

—Es una advertencia. —Finalizó ella.

—Es una recomendación para que ambos puedan llevar la fiesta en paz —dijo observándole—. Si yo sé lo digo, las cosas se pondrán mal y estoy seguro que nadie quiere eso. 

Melina enarcó una ceja y lanzó una sonrisa socarrona.

—Estoy aquí a estas horas cuando bien podría estar en mi casa acostado con mi esposa o tratando de convencer a mi hijo de que me dé un nieto —dijo con ese humor que rayaba el insulto—. En cambio estoy aquí pidiendo por las buenas que vayas con mi sobrino como la adulta responsable que seguro eres, le digas que eres Elnaz y puedan aclarar las dudas como los adultos maduros que quiero pensar que son porque de lo contrario... —Hizo una pausa—. Creo que ya sabes que voy a cumplir mi palabra y le diré la verdad. Espero que entiendas que este hombre solo hace su trabajo, cuida del príncipe en turno y que yo soy demasiado sobreprotector con mi familia y aunque guardó un respeto enorme por Parker de ninguna manera voy a permitir que le hagan daño a mi sobrino. No sé a dónde quieres llegar pero es seguro que no es bueno y espero comprendas que es mi deber como tío proteger a mi sobrino de cualquier venganza infundada. 

Melina sonrió y acortó la distancia hacia Petrov. 

—Tal vez su táctica le funcione con otros, pero no conmigo. —La sonrisa de burla apareció en sus muy rojos labios—. Espero entonces que pueda blindar al príncipe muy bien porque a mí, no me para ni Dios.

Pasó a su lado sin más y enfiló a la salida declarando la guerra...

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