Capítulo 18

Melina observaba por la ventana de la oficina de Maddox con aire pensativo tras tres semanas sin saber de él, sonrió al darse cuenta de que lo había vuelto a hacer. No le llamó, no la buscó y no dio ninguna explicación. 

Suspiró sabiendo que no tenía nada que perder, igual iba a cobrarle todo, que ahora debía mover el plan era diferente pero su venganza no pararía. 

En tres semanas decidió no pensar en él y en la venganza que estaba gestando, así que solo se la pasó con sus amigos y disfrutó de ellos. Esa noche era la última que pasarían en Londres, todos querían estar presente para el nacimiento de los mellizos y viajarían la mañana siguiente a Irlanda para verlos llegar. Estaban a solo días del arribo de los bebés y todos tenían las manos picando por cargarlos tanto como con la llegada de cada nuevo niño que formaba parte de la familia. 

Miró a Maddox que revisaba algo con total concentración. 

—¿Ya no estás enojado con tu esposa por beber en navidad estando embarazada? —preguntó sabiendo que era algo que tenía a su amigo molesto. 

—No me recuerdes eso —dijo dejando lo que hacía—. Es una inconsciente. 

—Deja de ser tan exagerado —dijo divertida tomando asiento sobre el escritorio—. No lo hace diario y ya pasó, ella está bien y tú bebé igual, si sigues enojado con ella se va a aburrir y te va a mandar por un tubo. 

Maddox rodó los ojos al mismo tiempo que Parker entraba con cara de haber pasado mala noche. 

—¿Y ahora, por qué esa cara? —preguntó Maddox. 

—Mi mujer cada día me deja dormir menos —dijo dejándose caer en la silla—. Ya no puede dormir por el embarazo y me mantiene despierto hablando, mirando televisión o cualquier otra cosa. 

Melina comenzó a reír y acarició el cabello del rubio. 

—¿Dónde están todos? —preguntó Parker—. Quedamos a las diez. 

—Ya sabes que Andrew nunca llega a tiempo, Chris dijo que vendría tarde, tiene cirugía, Max debía hacer unos pendientes y Hurs seguramente se quedó comiendo —dijo Melina. 

—¡Ya llegó su látigo, enfermas! —gritó Hurs que llegaba más emocionado que nunca—. Ya hice mi maleta y pedí permiso, me dieron una semana que empieza a correr mañana después de las diez de la mañana, así que aprovechemos el tiempo, babies, ya que mi esposa no regala minutos, no hay tiempo de tolerancia. 

Maddox comenzó a reír al escucharlo en el momento en que Max entraba sonriendo por algo que vio en su celular. 

—Hola —dijo saludando a cada uno—. ¿De qué me perdí?

—De un cerebro pero no hay nada que hacer —dijo Parker—. Igual te queremos. 

—Sí —dijo Hurs—. Te vamos a querer siempre aunque seas siempre nuestro Pinky. Por cierto, ¿dónde está el carnicero y el Ken de la casa de playa?

Andrew entraba en ese momento llevando su peculiar pañuelo al cuello.

—Buenos días señoritas —dijo con ese aire de divo—. Tuve mucho que hacer así que bueno antes de irme de viaje debo atender negocios, ya saben. 

—Buenos días doñita —dijo Parker—. Siéntese por ahí. 

—¿Qué te ha pasado? —inquirió Andrew mirándolo. 

—Ya sabes, el facial no salió como esperaba —respondió Parker tocando las bolsas de sus ojos. 

—¡Ay Dios Santo! Que terrible —dijo moviendo las manos—. Vas a envejecer pronto.

—Nimiedades —respondió Parker moviendo las manos—. Nada que el botox no solucione. 

Su celular comenzó a sonar y se levantó como siempre, moviéndose con esa gracilidad que les hacía reír. 

—Tiene un trasero de envidia —dijo Hurs asestando una nalgada al pasar. 

Andrew le silbó y lanzó besos mientras Max le decía leperadas al pasar. 

Maddox se ahogaba de risa y Melina se tapaba la boca para contener las carcajadas. 

—Cuando vuelva va a desquitarse —dijo Maddox—. Juro que si empieza a hablar de mi pene los voy a matar porque conmigo se desquita. 

—Seguro dirá algo así: no rebuznan porque no aprenden cómo —dijo Max—, pero eso es mentira, a mí sí me sale. 

Andrew rodó los ojos antes de hablar. 

—Precioso, deberías pensar seriamente en el suicidio —dijo y Hurs comenzó a reír—. En fin, yo creo que Parker entrará diciendo algo así: cuando me imiten al menos háganlo bien, gatos plebeyos.

Se abanicó con ambas manos para aventurar su declaración. 

—¿Dónde está el talento? ¿Se fue porque no lo apreciaban? —continuó Maddox moviendo las manos cuál emperador en su trono.

Max comenzó a caminar igual que él y se sentó mirando a Maddox y tomando las gafas que Parker había dejado ahí. 

—Cuando terminen de imitarme me avisan si ya me puedo reír, igualados —dijo haciendo reír a todos. 

—Tengo que estar para evitar que les colapse la única neurona —dijo Chris cruzando la puerta e imitando los gestos faciales de Parker. 

Melina se acercó a él para darle un beso. 

—Ahora entiendo por qué Melina es tu novia —dijo Parker desde la puerta—. Al menos eres rubio aunque me imitas muy mal, uno de crucero lo haría mejor que ustedes. Parecen un grupillo señoritas vendiendo galletas para ir al campamento. Son terribles, niñas, no lo hagan en casa y solas, siempre debe haber un adulto pensante y razonable, no sea que se me desnuquen en el intento haciendo su ensayo. 

Hurs se acercó a abrazarlo antes de verlo quitar sus gafas a Max. 

—No las contamines —dijo poniéndoselas—. Desde que llegó Pitufo vanidoso a alborotar a goloso, tontín, filósofo, gruñón y Pitufina parece que todos se sienten lo suficientemente listos. Lacayos apestosos. 

Todos comenzaron a reír pero fueron interrumpidos por uno de los hombres de la seguridad avisando que un hombre buscaba a Melina. 

Ella frunció el ceño pero bajó de inmediato. 

Ibrahim esperaba sentado en una de las mesas pero en cuanto la vio se puso de pie. 

Melina frunció el ceño al verle, sobre todo por el aspecto que tenía. Se veía desmejorado y ojeroso, aún así esperó a que fuera él quien dijera algo. 

—Hola —dijo él un tanto nervioso.

—¿Cómo supiste donde estaba? —preguntó. 

—Cosas mías —respondió—. Siento no haber venido antes pero tuve muchos problemas. 

Ella sonrió con ironía pero no dijo nada. Ibrahim se acercó y tomó una de sus manos.

—De verdad lo lamento —dijo al mismo tiempo que dejaba un beso en sus nudillos—. Puedo explicarte mi ausencia, aunque de momento me gustaría hablar contigo se otra cosa. 

—Dame un segundo, iré por mi bolso —dijo con calma y yendo de vuelta a la oficina de Maddox. 

Los seis hombres la miraron antes de que ella sintiera irónica y tomara su bolsa. 

—Calmen el estallido de estrógenos señoras —dijo desde la puerta al salir—. Está todo controlado de momento. 

Bajó las escaleras y siguió su camino hacia donde él estaba. 

Ibrahim le sonrió y salió después de ella abriendo la puerta y guiándola hacia su auto. 

—¿Estuviste fuera? —preguntó ella mientras lo veía acomodarse en el piloto. 

—No, estuve aquí, de hecho estaré en Londres una larga temporada —dijo mientras tomaba el camino. 

Ella no pregunto por qué en cambio dejó que siguiera conduciendo hasta que lo vio detenerse frente a un edificio.

Salió del auto y la ayudó a bajar llevándola dentro sin soltar su mano. 

Dentro del ascensor se tomó la libertad de abrazarla y esconder el rostro en el cuello de Melina que un tanto sorprendida solo se quedó estática. 

En algún punto llegaron al piso donde él de nuevo la guió hasta un departamento. 

Aquello no era un hotel sino un complejo de departamentos que no sabía que era suyo, pero ella se dijo que debía investigar. 

Ingresó y apenas estuvo dentro Ibrahim la tomó del rostro y la besó en los labios con hambre, como si supiera que ella era lo que necesitaba. 

Aunque Melina no se negó, tuvo que admitir que algo la inquietaba y le hacía sentir que daba un paso en falso.

—Lamento no haber venido antes —dijo Ibrahim cuando se separó de ella—. De verdad lo lamento. Te extrañé mucho. 

—Tanto que no tuviste tiempo ni de mandarme un mensaje —dijo ofendida. 

Fue sujetada de la cintura y abrazada con fuerza antes de recibir un beso rápido. 

—Puedo explicarlo aunque justo ahora no quiero hablar de eso —dijo de nuevo besando esta vez su cuello—. Quiero estar contigo y que hablemos de todo menos de problemas.

Ella sonrió de esa manera que había aprendido tanto en los años y sujetó las manos de Ibrahim para ponerla en sus nalgas. 

—Tal vez podamos desestresarnos de otra forma —dijo jugando con los botones de su camisa. 

Comenzó a desabrochar uno a uno y pasó su mano por el pecho desnudo del príncipe que no opuso ninguna resistencia y terminó por quitarse la camisa. 

Melina desabrochó el cinturón para seguir con el pantalón que cayó al suelo en cuanto ella bajó el cierre metiendo la mano dentro de su ropa interior. Ella seguía completamente vestida por lo que lo llevó al sofá y mientras él se sentaba quitándose los zapatos, calcetines y arrojando el pantalón fuera de su cuerpo. 

Ella se colocó frente a él bajando el cierre de su ropa. 

El vestido completamente tallado quedó fuera en solo unos segundos dejando a la vista su cuerpo enfundado en un juego de lencería que dejaba muy poco a la imaginación. 

El suspiro de Ibrahim no se hizo esperar mientras la veía acercarse y quitarse el sostén y las bragas. 

Desnuda y con solo los tacones se subió sobre él que no pudo apartar los ojos de los de ella. 

Melina le gustaba mucho pero debía admitir que había algo en ella que le recordaba a Elnaz, tal vez su mirada porque el color de ojos era diferente, la forma en que tenía su cara también. El color de cabello. 

Melina se dio cuenta de que la escudriñaba y esperaba que no la reconociera, aunque era una cuestión difícil contando que ahora usaba lentes de contacto, que maquillaba su rostro tanto y de tal forma que su rostro original casi había desaparecido bajo capas y capas de maquillaje, su color de cabello ya no era tan oscuro y el corte de cabello de ayudaba muchísimo a la forma actual lo que hacía difícil que se viera como antes. 

Ibrahim la sacó de sus pensamientos cuando tomó sus labios de nuevo en un beso demandante que ella devolvió de la misma forma y por un momento se dejó llevar devolviendo el beso como antes, como cuando estaba enamorada de él. Por un momento olvidó que ella era Melina y volvió a ser Elnaz por él, para él. 

Las manos de Ibrahim la aferraron con fuerza de la cintura, incluso llegó a creer que él en ese momento no buscaba sexo sino contacto con ella de la forma que fuera posible. La abrazó y besó con ternura mientras ella hacía lo mismo. 

Se separó de él y le observó detenidamente, sus labios entreabiertos y su mirada incendiada dejaba claro el deseo que había en él, pero también algo más que no lograba comprender. Ibrahim por su parte la observó y aunque no pensaba negarse a sí mismo que deseaba y disfrutaba tenerla con él en la cama también se debía admitir que en ese momento a pesar de tenerla desnuda solo quería besarla y abrazarla, había algo que lo envolvía y sujetaba con tanta fuerza cuando estaba con ella que no sabía cómo denominar eso que sentía. Solo una vez había pasado por lo mismo con otra mujer y ahora no sabía qué hacer ni cómo separar a una de la otra, no tenía idea de cómo olvidar un recuerdo y disfrutar plenamente de Melina. 

Por un momento solo se observaron por lo que pareció una eternidad hasta que ella le sonrió. 

Melina observó a Ibrahim, ahora tan diferente y tan parecido a su yo de antaño que sin darse cuenta se olvidó de que era Melina y se convirtió en Elnaz, regalándole una sonrisa que dejó sin habla a Ibrahim que no solo eso, sino que la sujetó de la cintura y la besó dejando que claro que quería todo de ella, mientra Elnaz dejaba salir toda la pasión que sentía por él. 

El sonido del timbre se escuchó pero ninguno se separó y continuaron el beso hasta que una voz interrumpió desde fuera. 

—Ibrahim, ¿estás ahí? —dijo alguien que hizo a Melina reaccionar a medias mientras él besaba sus senos. 

—¿Amor, estás en casa? —dijo la voz que paralizó a Melina y empujó a Ibrahim. 

Aún confundido miró a Melina hasta que de nuevo escuchó a la mujer hablar. 

—Amor, soy yo, Azhima —dijo desde el otro lado al mismo tiempo que Melina se incorporaba no sin antes darle una bofetada...

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