Capítulo 17
—Sí, él junto a otro hombre y una mujer —dijo horrorizando a Ibrahim.
Se quedó en silencio algunos segundos en los que la realidad le golpeaba tan fuerte que le dolió tanto haber sido tan imbécil.
Se dio la vuelta y salió de ahí a toda prisa para conducir de nuevo recordando el camino que seguía cuando iba a dejarla cerca de su casa.
No sabía exactamente dónde era pero no iba a descansar hasta dar con ella.
Cuando se detuvo en el mismo lugar de antes se bajó para preguntar a dos hombres que pasaban por ahí.
Preguntó por ella, los hombres le hicieron un gesto de desagrado y finalmente le dijeron; ante la mirada inquisitiva de los sujetos abordó el auto y condujo solo unos metros más hasta detenerse frente a la casa de los padres de Elnaz donde apenas se bajó golpeó la puerta una y otra vez pero nadie atendió.
No hubo respuesta y las luces estaban apagadas.
—Han salido de viaje —dijo una mujer que asomó con el rostro cubierto en la ventana contigua—. Creo que han ido por la joven.
—¿Elnaz? —preguntó.
—Creo que sí —respondió de forma discreta—. No la conocí pero escuché que iban por su hija a Londres.
—¿Londres? ¿Está segura?
—Eso escuché en el traspatio por error —dijo avergonzada—. Dijeron que la traerían de vuelta, pero desconozco para qué y quién es.
Se quedó callado de nuevo durante varios segundos y después agradeció pero la mujer ya no estaba en la ventana y una vez más se dio la vuelta para partir de nuevo en su búsqueda.
Recibió la llamada de Ralph pero no atendió así que solo condujo hasta el lugar donde dejó el auto y fue hasta el aeropuerto.
De nuevo tuvo una llamada, esta vez de su padre ordenando que volviera a casa.
Pensó en ignorarlo e irse a Londres pero no quería decepcionarlo más así que terminó por comprar un boleto a su país.
Amanecía en aquel lugar y solo llevaba consigo su celular su cartera y sus documentos que comúnmente no los sacaba del bolsillo de su chaqueta.
Fue llamado a abordar y lo hizo de inmediato para ir directamente a su casa.
Trató de dormir en el avión pero no pudo cuando las emociones y pensamientos se arremolinaban a su alrededor.
Fueron varias horas de vuelo antes de llegar a su país donde descendió y de inmediato fue recibido como lo que era.
—Su majestad le espera —dijo Hassan—. No lo enojes más, solo trata de hacerlo mejor de ahora en adelante.
Ibrahim no respondió, en cambio fue mirando por la ventanilla poco sorprendido de ver al hombre ahí en el aeropuerto, seguramente, se dijo, su padre sabía a dónde había ido y hasta que vuelo había tomado.
Cuando vio el palacio el corazón se le aceleró de la rabia, así que apenas el auto se detuvo no esperó más y bajó rápidamente con Hassan y un séquito de seguridad detrás de él.
—Quiero a Crowell ahora mismo —dijo con una tranquilidad que no engañaba a nadie.
Cruzó la puerta de su casa y encontró a sus padres sentados en la sala de estar con sus hermanos que en cuanto lo vieron se levantaron de inmediato para dejarlos solos.
Su madre permanecía sentada mientras su papá le observaba desde su sitio, de pie a un costado de su madre.
—Está en Londres —dijo Ibrahim—. Sola, o se fue sola, embarazada de mí y huyendo.
—Ya empezaron a buscarla —dijo el rey que mostraba unas ojeras como resultado evidente de no haber dormido nada al igual que él y la reina.
—Ya se inició la búsqueda —secundó su madre.
—Voy a encontrarla —dijo con seguridad antes de que escuchara la voz de Crowell en la entrada.
—Alteza —dijo desde su sitio—. ¿Me necesitaba?
Ibrahim se dio la vuelta y se acercó hasta él tomándolo de la chaqueta y estampando su cuerpo contra la pared.
—¡Ibrahim! —gritó la reina anonadada mientras el rey observaba atónito.
El príncipe comenzó a golpearlo sin detenerse y pronto lo tuvo en el suelo dónde no esperó más y lo desarmó quitando el seguro del arma y colocándolo en su cabeza.
—¡Dame una maldita razón para no arrancarte la cabeza de un tiro! —gritó.
—¡Ibrahim! —vociferó su padre que se acercó pero fue alejado por Hassan que tomó a Ibrahim de los hombros e intentó desarmarlo.
Otros elementos de la seguridad hicieron lo mismo separándolo de inmediato mientras un golpeado Crowell se levantaba y siendo sujetado por dos hombres más.
Hassan quitó el arma a Ibrahim y después miró al rey que se acercó a él.
—¿Qué demonios es todo esto? —preguntó al ver que su hijo no apartaba la vista colérica del hombre.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Ibrahim ignorando a su padre—. ¡Por qué!
La reina se puso de pie acercándose a él que parecía no encontrar sosiego.
—Suelten a mi hijo —ordenó y de inmediato lo liberaron pero ella tomó su mano evitando que fuera de nuevo sobre el guardaespaldas.
—Volví por ella —dijo sin apartar la vista de él—. Y este infeliz pagó para que me dijeran que estaba por casarse. Él sabía que Elnaz estaba embarazada, tenía que saberlo y no me lo dijo.
La mirada de todos se fue sobre Crowell que de inmediato se removió en su lugar.
—¿Sabías eso? —preguntó el rey.
—No majestad —aseguró.
—¡Mientes! —gritó Ibrahim intentando acercarse a pesar de que su madre le sujetaba—. La mujer con la que trabajaba me lo ha contado. Le pagaste para que me mintiera y yo de estúpido no la busqué más. Sabías que ella estaba embarazada, ¿no es así?
—No sé de lo que habla alteza —respondió el hombre manteniendo su semblante impertérrito.
—Habla o yo mismo voy a cortarte la lengua. —La amenaza del rey lo hizo removerse un poco más—. Mi hijo no miente y acusar al príncipe heredero de mentir podría costarte la vida.
—Por eso no encontré nunca el teléfono —dijo Ibrahim—. Lo escondiste, evitaste que ella me contactara.
—Fue por su bien —dijo finalmente—. Lo hice por usted.
Ibrahim se soltó de su madre y se lanzó de nuevo sobre él moliéndolo a golpes.
La reina alentó a su esposo a detenerlo pero él solo levantó la mano a los custodios para que lo dejaran.
Dejó que Ibrahim sacará su rabia una y otra vez a través de los puños y cuando lo creyó suficiente, solo hizo que lo separaran de nuevo.
Dos hombres más tomaron al guardaespaldas y lo llevaron dentro del despacho donde solo los reyes, Ibrahim y Hassan pudieron entrar. Este último apuntaba a la cabeza de Crowell.
—¿Sabías que esa chica esperaba al heredero de mi hijo? —preguntó el rey con los dientes apretados.
Hubo un silencio atronador antes de que finalmente respondiera.
—Sí —confesó—. Ella me buscó una noche en el hotel que su alteza administraba en la ciudad junto al señor Isam, el príncipe no estaba y yo lo había acompañado a usted que acudió en representación de su hijo en aquel viaje; llegaba después de finalizar mi tiempo de descanso. —Volvió a hacer una pausa—. Al llegar al hotel la vi en la recepción, lloraba y estaba golpeada, dijo que sus padres lo sabían y no podía volver a casa, que necesitaba hablar con el príncipe, creí que era una oportunista y sabiendo que la relación no debía continuar le ofrecí dinero para huir. Le dije que le daría dinero para salir del país y ella lo tomó gustosa, dijo que quería abortar y me pidió un poco más.
—¡Eso es mentira! —dijo Ibrahim—. Ella no quiso abortar a mi hijo antes, no mientas.
—Tal vez la desesperación —dijo el guardaespaldas—. Ella me pidió dinero para eso, ella sabía quién era usted, quizás lo supo siempre y se embarazó a propósito. ¿No ha pensado en eso? Quizás lo hizo por eso y al ver que no volvía simplemente se deshizo del problema.
—Eso no es verdad —dijo Ibrahim.
—Piense lo peor de mí si quiere, alteza —dijo ofendido—, pero pregúntese por qué razón pediría dinero para abortar. Ella fue clara, dijo que iba a deshacerse del problema, me dijo que iba a huir porque no podía volver a su casa pero que tampoco quería una carga. Esas fueron sus palabras.
—Me importa un carajo cuáles hayan sido sus palabras —dijo el rey—. Tu obligación era notificar aquello de inmediato. ¿Por qué pagaste para que le mintieran a mi hijo?
—Me enteré de cosas —dijo sugerente—. Yo mismo estuve investigando a la chica, no era ninguna blanca paloma, más bien le gustaba estar de cama en ca…
Esta vez fue la reina quien asestó un puñetazo en la cara.
—Cuida tus palabras para hablar de una mujer, asqueroso —dijo visiblemente enojada—. A ti no se te pagaba para meterte en la vida de mi hijo, se te pagaba para velar que regresará sano y salvo a casa.
—Usted no sabe nada —dijo olvidando que hablaba con la reina—. Esa mujer no le convenía, ni siquiera tenía un rango propio de una reina, no era más que una maquillista pero parece que en este país no es necesario un linaje para ser reina.
La ofensa fue visible a ojos de todos pero antes de que alguien dijera algo el rey levantó la mano.
—¿A dónde fue? —preguntó ignorando la declaración que hizo antes.
—No lo sé —dijo el hombre—. Solo dijo que quería deshacerse del problema y me pidió dinero, le di todo lo que llevaba y ya, la dejé ir.
—Bien —dijo el rey y miró a Hassan.
—¿Quién iba contigo? —dijo Ibrahim—. ¿Con quién ibas cuando le pagaste a la mujer?
—Iba solo señor —dijo con seguridad—. Lo hice porque tenía claras sospechas de que esa chica tenía un prometido y también estaba con los turistas, lo hacía por dinero está claro pero yo no podía permitir que usted continuará un enamoramiento fallido con una mujer como ella.
—¿Cuáles son tus pruebas? —preguntó el príncipe.
—Yo mismo la vi —dijo e Ibrahim soltó a reír en una carcajada amarga.
—Tu palabra no vale absolutamente nada —dijo furioso.
—Que estupidez —dijo el rey—. No puedes probar nada contra una chica que tampoco puede defenderse.
—Sus padres lo pueden confirmar —dijo con total seguridad—. Ellos mismos sabían que ella estaba con más de uno y seguramente no sabían de quién era el hijo. Probablemente ni siquiera es del príncipe.
—Eso es algo que solo él tenía el derecho de corroborar —dijo el rey nuevamente—. Creo que no tienes claro que lo que has hecho es una traición a la familia real y la pena que conlleva, además de que has insultado a la reina llamándola indigna frente a mí, lo que de ninguna manera voy a dejar pasar.
—No puede acusarme de algo malo —dijo ofendido—. No puede.
—Soy el rey y yo todo lo puedo así que ahora mismo irás ante la policía bajo mi orden y yo mismo me voy a encargar de que recibas la pena máxima por esto —dijo al mismo tiempo que Hassan lo tomaba del cuello y sacaba su celular para hacerse cargo.
Crowell comenzó a sentir miedo, sobre todo en un país donde solo era un extranjero sin derechos y que además eran tan duros en sus leyes que no dudaba que el rey moviera sus influencias y ejercieran pena de muerte para el.
—¡Majestad! —gritó pero el rey no le hizo caso.
Ibrahim miraba el piso aún sin poder creer que tantas cosas hayan pasado frente a sus narices y él simplemente no se haya dado cuenta.
—Tengo que encontrarla —dijo con seguridad...
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