Capítulo 16

—¿Qué es esto? —dijo Ibrahim viendo al foto de Elnaz llevando en sus brazos a un bebé. 

—¿Ahora vas a fingir que no la conoces? —dijo su madre incapaz de poder contenerse. 

—¡Claro que la conozco! —respondió a la defensiva.

—¡No me alces la voz! —acotó su madre en el mismo tono.

—No sé nada de ella —dijo acorralado viendo a su padre cerrar los ojos totalmente decepcionado. 

—¿La abandonaste? —preguntó incrédulo—. ¿Fuiste capaz de eso?

—No es lo que te enseñamos, Ibrahim —dijo su madre aún más decepcionada. 

—¡No! No la abandoné —dijo sin encontrar la salida—. Es decir yo… Se acabó y cuando volví por ella me dijeron que estaba por casarse. Había pasado un mes, ese hijo podría ser de su esposo. 

—¿Sabes lo que significa estar embarazada y ser soltera en un país como el de ella? —preguntó su madre con el llanto a cuestas—. Parece que no. 

—¿Vas a negarnos que tuviste algo con esa chica? —preguntó el rey. 

—No, por supuesto que no, claro que la conocí y también tuve una relación con ella —aseguró—. Papá, mamá, hice las cosas mal y me arrepiento pero de ninguna manera sabía de ese hijo. 

—Quiero saberlo —dijo su madre con una dureza que no había escuchado jamás—. Quiero saberlo todo.

—La conocí en uno de los tantos viajes que hacía, ya saben, solo empecé con ella creyendo que no iba a durar. —Hizo una pausa—. De verdad pensé que no, pero ella era linda y terminé enamorado.

—¿Por qué terminaron? —inquirió su padre.

—Le mentí —respondió—. Cuando la conocí simplemente creí que no tendría importancia y usé el nombre de Ralph. 

Vio a su madre llevarse las mano a la boca y a su padre hacer un gesto que no comprendió.

—No le dije que era un príncipe, tampoco le dije a qué me dedicaba, le mentí todo el tiempo en cuanto a eso, pero no en lo que sentía —aseguró.

—No bueno, ¿se supone que eso debe hacerme sentir mejor? —dijo la reina con la mandíbula tensa. 

—En algún momento me sentí acorralado y no supe cómo decirle la verdad —continuó mirando a su madre completamente avergonzado—. Terminé por volver aquí.

—¿Terminaste con ella? —preguntó su padre con los ojos clavados sobre los suyos aunque ya conocía la respuesta. 

—No —confesó al mismo tiempo que miró a los reyes mostrar la mayor decepción que él había dado—. Nunca supe que estuviera embarazada. Volví un mes después completamente arrepentido y la busqué en su trabajo. —Observó a su madre limpiarse las lágrimas—, pero la mujer para la que trabajaba me dijo que estaba a punto de casarse.

—Ya —dijo su padre—. Y como buen imbécil te diste la vuelta y volviste. 

—¿Qué crees que hubiera hecho una mujer embarazada en un país donde vale poco menos que un objeto? —preguntó su madre—. En un lugar así me habría casado con el primero que me ofreciera protección a mí y a mi hijo, pero parece que no lo comprendes. 

—Mamá…

—¡Mamá, nada! —gritó furiosa—. ¿Cómo pudiste ser tan miserable? 

Se limpió las lágrimas y respiró antes de verlo. 

—¿Significa entonces que probablemente un nieto mío y heredero está siendo criado por ahí por otro hombre solo porque mi hijo fue un cobarde? —dijo su padre. 

Ibrahim se quedó callado mirando a sus padres a los que nunca pensó que habría de decepcionar así y con la vergüenza embargándole.

—Voy a buscarla —dijo Ibrahim—. Papá, quizás no es mío y solo estamos…

—¡Estas fotos llegaron por algo a mis manos! —gritó furioso—. Nada llega a mi poder al azar y tú no vas a buscar a nadie, te vas a quedar aquí como el mocoso que parece que sigues siendo hasta que yo sepa qué demonios pasó con ella. 

—No tienes derecho a meterte en mi vida, soy…

—¡Eres lo suficientemente imbécil para que yo tenga que estar detrás de ti! —gritó fuera de sí—. No sé qué fue lo que hice mal para que te volvieras lo que eres, te lo dimos todo, te cuidamos, te quisimos, te traté como mi hijo y no como un heredero. ¿Qué fue lo que hice mal para que te volvieras un miserable?

Ibrahim se quedó callado observando a sus padres antes de que intentará tomar la mano de su madre pero ella se alejó de él. Por primera vez sentía a su mamá lejana de él. 

—Vamos a buscar a esa chica —dijo la reina respirando para calmarse—. Si efectivamente es tu hijo, ni tú ni nadie le va a negar su lugar en este sitio.

—No pretendo hacerlo, si es mi hijo voy a darle su…

—¿Ahora sí lo vas a hacer? —preguntó su madre—. Vas por la vida de irresponsable y ahora te la das de buen hombre. Puedo entender que no lo supieras, puedo entender que tuvieras miedo, pero mentiste y la abandonaste, ¿con qué promesa? ¿Qué le dijiste? Casi puedo jurar que le prometiste volver. ¿No es así? ¿Estoy equivocada? 

Ibrahim guardó silencio. 

—Eso supuse —dijo su madre—. La engañaste, Ibrahim, la engañaste. No pensaste en el corazón de esa chica, pensaste en ti como el egoísta que siempre has sido. 

Escuchó a sus padres ser más duros que nunca ante la sola posibilidad de que realmente hubiera un hijo suyo abandonado, pero nada le dolía más que la mirada avergonzada y decepcionada de ambos. 

Su padre salió de la habitación mientras su madre se quedó observándole.

—Mamá —dijo tomando sus manos—. Jamás la habría dejado de saber que estaba embarazada, tal vez tienes razón en algo, yo debí quedarme y explicarle, igual me iba a mandar al demonio pero debí decirle. —Hizo una pausa—. No puedo cambiar lo que hice pero puedo buscarla y darle a mi hijo lo que no pude por estúpido. 

Ella solo le observó aún sin decir una palabra pero Ibrahim podía ver que su madre se estaba guardando un sin fin de cosas. 

—Te puedo jurar que no sabía de ese hijo y quizás no es mío —dijo con la poca seguridad que le quedaba—. Tal vez lo es, pero de alguna manera voy a solucionar esto. 

Su madre se dio la vuelta y salió del lugar sin agregar nada más, así que él fue detrás encontrando a su familia en la sala. Nadie le dijo nada, pero supuso que ya era algo que sus primos y tíos ya sabían, en su familia nunca había un secreto. 

Miró a Lydia que solo le dio una sonrisa débil antes de buscar a sus padres. 

Aquella era la casa de su tío pero todo mundo se sentía con el derecho a ir y venir por todos lados sin problemas.

—Mis tíos han abordado un auto —dijo Lydia—. Supongo que irán al aeropuerto.

Ibrahim no esperó más y salió seguido de gente de seguridad pero los desestimó y huyó abordando un taxi. 

Contrario a todo, fue al aeropuerto pero no para irse con sus padres sino para ir a la ciudad donde todo había comenzado. 

Tuvo que esperar largo rato antes de abordar y partir para buscar a Elnaz. 

Estaba por oscurecer y en ese momento no tuvo cabeza para absolutamente nada más que para ella. 

Pasó el viaje tratando de tranquilizarse pero la sola idea de que efectivamente fuera su hijo y que alguien más fuera su padre de crianza le ponía enfermo, así que cuando bajó del avión no perdió tiempo y se alejó para abordar un servicio y moverse por la ciudad. Nunca había agradecido tanto haber aprendido varios idiomas.

Fue al centro del lugar en taxi para solicitar un auto en renta. En cuanto lo tuvo trató de recordar exactamente dónde estaba todo después de algunos cambios en la ciudad y tras tanto años sin volver. 

 Se movió inseguro hasta que finalmente y tras mucho esfuerzo dio con la estética. Ahí mismo donde la mujer que le daba empleo vivía. 

Se estacionó y bajó del carro a prisa aporreando la vieja puerta una y otra y otra vez sin respuesta alguna. 

A punto de darse por vencido la mujer abrió la puerta de al lado. 

—Buenas noches —dijo antes de ver de quién se trataba.

En cuanto lo reconoció trató de cerrar la puerta, pero Ibrahim se apresuró a empujarla y adentrarse. 

Una vez dentro cerró la puerta tras de él y observó a la mujer que retrocedió. 

—¿Dónde vive Elnaz? —preguntó directamente. 

—No, no lo sé —respondió asustada. 

—Dijo que se casaría con un tipo de aquí —aseguró con suspicacia—. Debe vivir en algún maldito sitio de este lugar. 

—Se mudó —dijo pero Ibrahim entrecerró los ojos al verla titubear. 

—Piense sus palabras antes de mentirle a un príncipe —dijo amenazante—. Muchas cosas puedo lograr si me entero que me ha mentido, no tiente a su suerte. 

La mujer se puso nerviosa y terminó llorando desconsolada. 

—No sé dónde está —confesó—. Hace años no sé nada de ella, se fue del país. 

—¿Con quien? —preguntó apretando los dientes. 

—Sola —dijo la mujer—. Se fue huyendo, no lo sé en realidad. 

El corazón de Ibrahim se aceleró por lo que se acercó a ella tomándola de los brazos. 

—Huyendo de qué —dijo asustado ante el escenario—. Cuando volví por ella, tú dijiste que estaba por casarse con su prometido. ¿Fue mentira? 

Perdió toda cordialidad y respeto. Hubo un silencio en que ella se quedó mirándolo sin saber que agregar y temiendo cualquier reacción. 

—¡Hice una maldita pregunta! —farfulló. 

—Sí —dijo apenas audible—. Un tipo me pagó para que dijera eso, yo no creí que hubiera problema, después de todo ella estaba triste y empezando a creer que había sido abandonada.

—Me mentiste —dijo sin apartar la vista de ella. 

—Juro que no vi el problema —dijo tratando de salir bien librada—. En ese momento creí incluso que le hacía un favor...

—¿Estaba embarazada? —preguntó pero la mujer guardó silencio—. ¿Estaba esperando un hijo mío? ¡Contesta!

—¡Sí! —gritó mientras él cerraba los ojos—. Cuando volvió no lo sabía, pero con las semanas cada vez más insegura, más retraída y más consternada terminó por confesármelo. Le dije que la ayudaría con el problema pero se negó y en el fondo ella esperaba que usted volviera, traté de encontrarlo pero no supe como, estaba arrepentida de lo que hice por dinero, sobre todo sabiendo lo que podía pasarle. 

—¿Qué fue de ella? ¿Quién te pagó? —preguntó. 

—Ocultó su embarazo varios meses pero parecía imposible ocultarlo más. No sé, supongo que sus padres lo supieron, no volvió más por aquí, no buscó mi ayuda, pero supe que la policía moral la buscaba —dijo haciendo una pausa para recomponerse—. Supongo que Mohammed la acusó de algún tipo de deshonra, según tengo entendido su padre aprobaba el cortejo del hombre aunque ella no deseaba casarse con él. 

—¿Iba a ser arrestada? —preguntó incrédulo. 

—Si su padre y Mohammed mintieron diciendo que estaban prometidos dependiendo de la declaración puede ser un crimen de honor que en este país se paga con la vida —dijo con los ojos acuosos—. Aquí nuestra palabra no vale, necesitamos que los hombres nos defiendan y juren que somos inocentes para sobrevivir o de lo contrario se nos lápida o se nos castiga con latigazos. Elnaz no iba a ser la excepción, supongo que huyó por eso. Él debió inventar algo que la hizo huir y no la culpo. Me he arrepentido años de lo que hice pero no tengo idea de dónde está y tampoco la habría podido proteger, soy una mujer más en este lugar. 

—¿Vienes a justificar tu ambición ahora? —dijo enojado—. ¡Eres igual de miserable que yo, maldita! ¿Quién demonios te pagó? ¡Dímelo!

—¡Fueron tres personas! —gritó furioso—. A dos no lo conocí, pero el otro era el hombre que siempre la acompañaba. 

—¿Mi guardaespaldas? —preguntó...

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