Capítulo 10

Melina se estacionó en el casino mirando los cuatro autos y sonrió negando con la cabeza antes de entrar al Hellville.

    Había llegado durante la madrugada e ido por su hijo a casa de las Kannavage esa mañana sabiendo que Perséfone había viajado con Parker; lo llevó al colegio y después fue hasta el casino. 

   Desde la escalera podía escuchar el escándalo que tenían los cuatro por lo que sin necesidad de preguntar supo dónde estaban. 

    Abrió la puerta de la oficina de Maddox observando a Parker sobre la alfombra con Hurs encima de él intentando quitarle algo. 

    Maddox recibió lo que Parker le dio y Hurs se fue sobre él pero Max entró en acción recibiendo de Maddox el paquete. 

—¿Qué está pasando aquí? —dijo mirando de uno a otro mientras Parker se levantaba y todos se quedaban en su lugar como niños que fueron descubiertos en plena travesura. 

—Fueron ellos —acusó Hurs—. No me quieren dar el pollo. 

    Melina observó la caja y solo entonces se percató de lo que era. 

—Un día de estos tendrá un hijo con plumas —dijo Max. 

—Mientras no salga igual de bruto que tú cualquier cosa es aceptable —respondió Hurs—. No he desayunado y se niegan a darme el pollo. 

—Pero se lo acaba —añadió Maddox en tono de queja—. Después olvida que somos cuatro, es un egoísta. 

—Confirmo eso —agregó Parker acomodándose la camisa—. A Hurs no hay que dejarlo solo con la comida. 

—Eso no es verdad —dijo el acusado—. Me gusta el pollo tanto como a ti el chocolate y cuando tú esposa trae no nos invitas. 

—También eso es cierto —dijo Maddox. 

—Tú no hables qué haces lo mismo —continuó un enojado Hurs—. Eres un tacaño con lo que te manda tu esposa. 

—Eso es real —dijo Max. 

—¡Y tú! —Señaló Hurs a Maximilian al mismo tiempo que este abría los ojos—. Tú sigue en lo que estabas, bebé, porque es un milagro que tu esposa no te haya envenado con sus inventos culinarios. 

    Los labios de Max se apretaron ante la declaración de su amigo. 

—Pues por eso quiero comer pollo —dijo con un suspiro resignado—. Margot no cocina, yo no cocino, mi hijo no cocina; mi bebé es el único que come como Dios manda porque solo pide leche. 

—Dile que cociné —dijo Hurs—. Aprendan algo ambos. 

—¡No! —dijo asustado—. Aún no me atrevo a decirle que no toque la alacena y ¿quieres que le diga que cociné? Va a darle un ataque verbal de regaños que seguro va a durar dos días. 

—Vamos a compartir el pollo —dijo Maddox tratando de conciliar—. Mientras tanto —añadió señalando a Hurs—. Quédate sentadito. 

—Es injusto —dijo el aludido. 

    Melina los escuchó y sonrió al darse cuenta de que se habían olvidado de ella mientras discutían.

—Yo quiero pechuga —dijo Hurs aún indignado—. La pieza más grande. 

—Está bien —dijo Parker. 

—Que sepan que me lo voy a comer de mala gana —continuó—. Me va a saber amargo del coraje. 

—De acuerdo —dijo Max husmeando en la caja.

—Me limitan, no es justo. —Volvió a intervenir un enojado Hurs.

—No te limitamos —dijo Maddox—. Bueno, solo un poco. 

—Cuando me pidan que golpee a alguien en su nombre no lo voy a hacer —continuó y Melina sonrió divertida. 

—De acuerdo —dijo Parker. 

—Tú eres el peor —añadió Hurs—. Traidor... Y sírvanme de buena gana. 

—Sí —dijo Maddox. 

—Tú ni deberías comer —continuó—. Siempre dices que no te gusta la comida, vas a desperdiciar el pollo. 

—No lo hará —dijo Max dejando su plato a un lado y tomando otro para servir. 

—Y encima me vas a dar en el plato feo —dijo Hurs—. Yo quería el morado. 

—Ahorita vemos —dijo Parker. 

    Cada quien tomó su plato y aunque ofrecieron a Melina ella rechazó asegurando que ya había comido. 

—Ya ven, la parte que Melina no quiso es para mí, ¿verdad Meli? —dijo Hurs. 

—Toda tuya —respondió sentándose frente a ellos. 

—Lo ven, ella no es mala —continuó—. Son siempre ustedes los que están creando discordia.   

    Los tres lo miraron esperando que se callara y comiera. 

—Además el plato morado es mío, ya lo saben —prosiguió.

    Y Max, quien tenía el plato morado lo miró enojado. 

—Lo haces para molestarme. —Siguió.

—¡Ya cállate, por Dios! —dijo Maddox—. Max, dale el maldito plato morado a Hurs y coloca en él las malditas piezas de pollo de Melina o no va a dejarnos comer en paz. 

    Max así lo hizo, cogió el plato de Hurs e intercambió las piezas de pollo dejando el plato morado para su amigo y colocando las piezas de pollo que quedaban en su plato. 

    Se lo pasó y después los tres se quedaron observándolo con atención esperando que dijera algo. 

—¿Ya podemos comer? —dijo Parker. 

—Nunca dije que no lo hicieran —dijo Hurs. 

    Max rodó los ojos y tomó sus utensilios.

—Son ustedes los problemáticos —dijo de nuevo. 

    Los tres dejaron de comer para verlo pero Hurs ya no dijo nada y mordió su pollo. 

    Parker tomó un pedazo de pollo para llevarlo a su boca pero la voz de Hurs lo detuvo. 

—Lo hacen para molestarme. 

—¡Por favor, ya cállate! —dijo Max—. Bastante tengo con seguirle el ritmo a mi esposa como para que empieces a molestar.

    Las carcajadas de Hurs pusieron de mal humor a sus amigos antes de que mirara su plato lleno de pollo. 

—Ya ven como de todos modos conseguí el pollo —dijo orgulloso, subiendo y bajando las cejas. 

    Melina soltó a reír recordando las peleas de siempre y en la mesa cuando todos vivían juntos. 

   A veces sentía que vivía con cuatro niños, más cuando se peleaban fuerte y cada quien hacía lo suyo con mal humor, aunque tenía recuerdos muy bonitos de las reconciliaciones cuando pasaban la tarde juntos mirando alguna película o durmiendo todos amontonados en el suelo. 

    Los días felices entre los cinco y a veces los seis o siete cuando Chris y Andrew estaban ahí con ellos. 

—Siguen siendo unos niños —dijo Melina—. A todo esto, ¿cómo es que llegaste tan pronto? —preguntó mirando a Parker. 

—Privilegios de ser un rey —respondió con soberbia y moviendo las manos con ese aire sabelotodo que lo hacía único. 

—Un rey que no hace nada y tiene a su esclavo —dijo Hurs—. Aunque bien merecido se lo tiene.

—Deja a mi hermano en paz —dijo Parker. 

—Tu hermano me cae mal —dijo Hurs. 

—Lo que dijo Hurs —dijo Maddox. 

—Lo que dijeron Hurs y Maddox —añadió Max. 

—No puedo creer que Diosito nos castigue y hayan dos hombres iguales, como si con Parker no fuera suficiente. —El entrecejo fruncido de Hurs hizo reír a Parker. 

—Y lo peor, dan hijos por partida doble —susurró Maddox. 

—Es cierto —dijo Max—. Creí que tu pulgada de tornillo era veloz pero veo que Parker los hace dobles y así no se puede. 

    El gesto de Maddox hizo reír a todos, incluso a Melina. 

—Dejen en paz el pene de Maddox —dijo Melina—. Pobre hombre, va a quedar traumado. Que te sirva de lección para nunca contarles nada. 

    Un bufido salió de su boca en respuesta que los hizo reír una vez más. 

—Algo debe tener de especial para que Brooke lo quiera tanto y no lo deje ir —añadió Melina de nuevo. 

—Tal vez le brilla en la oscuridad —dijo Parker con un encogimiento de hombros ahogando a Hurs de la risa. 

—O le hace cosquillas —dijo Max—. Vaya a saber, las mujeres son raras. 

—Un día de estos le voy a preguntar —dijo Melina. 

—No te atrevas —dijo Maddox—. Dejen en paz a mi esposa, ella me ama. 

—Quizás por eso esos cinco centímetros se sienten como seis —dijo Parker con indiferencia—. Rarezas del amor romántico. 

—Lo mismo debe decir tu esposa —añadió. 

—Mi esposa no te ha visto el pene o ya estaría pregonándolo y riéndose —respondió. 

—Me refiero al tuyo —dijo Maddox. 

—Perséfone es muy realista —dijo Melina—. A esos sesenta y un centímetros debe sacarle raíz cuadrada y extraer su mínima expresión para dejarlo en dieciocho. 

—No sé sacar raíz cuadrada —dijo Max y todos rodaron los ojos—. No me hagan ese gesto, el profesor me odiaba y se la traiga contra mí. Pero si de algo sirve soy muy bueno sumando. 

    Melina volvió a reír. 

—Toma —dijo Melina robando una ala de pollo a Hurs—. Seguro Parker no trae huesitos, así que te doy una alita. 

    La sonrisa de Max hizo reír a todos al mortrar su ala orgulloso.

—¿Para cuándo el rayo que te pedí para Max, Señor? —preguntó Parker.  

—Pero yo sí tengo huesitos —dijo Hurs quitándole su ala y dejando un hueso a su lado.          

    Melina abrazó a Max que la recibió y la sostuvo para sentarla en sus piernas. 

—Te adoro, muñeca —dijo Max.

—A todo esto, ya viene el cumpleaños de Meli —dijo Hurs—. ¿Qué vamos a hacer al respecto?

—Primero consigue permiso para salir —dijo Parker—. Cuando lo tengas vienes y hacemos planes. 

—Yo me mando solo —dijo ofendido—. Scarlett no me manda, solo me orienta. 

—No te pega —dijo Max. 

—Claro que no, me corrige —dijo haciendo reír a sus amigos.

—Por cierto cómo vas con el problema que tenían —dijo Maddox y todos miraron a Hurs esperando que contará. 

—Eres un boca de diarrea, te sueltas —dijo enojado—. Aunque igual iba a contarles. 

—Me siento perdido —dijo Max—. ¿Qué pasó?

—Que los celos de Scarlett están dañando su relación con Hurs —dijo Maddox. 

—Tampoco así —dijo Hurs—. Solo es una mala racha. 

    Los cuatro lo observaron esperando que prosiguiera. 

—De acuerdo, a veces siento que no puedo con ella. —Se sinceró. 

—Creí que estaban bien —dijo Max. 

—Lo estamos, es solo que a veces es demasiado celosa —dijo con un suspiro. 

—Controladora —dijo Maddox—. Pon las palabras correctas. 

—No entiendo —dijo Max. 

—Calla y deja que los adultos hablemos —dijo Parker. 

—No es controladora —dijo Hurs dándole una mirada ofendida a su amigo—. Solo es celosa. 

—Celosa es Brooke —dijo Maddox—. Tu mujer me acusa de ser tu tapadera, te acusa indirectamente de serle infiel y si llegas un minuto tarde es porque estuviste con una mujer. 

    Hurs hizo un gesto de desagrado al escucharlo. 

—Supongo que es normal —dijo con una gesto de desilusión. 

—No, no lo es —dijo Parker—. No voy a negar que soy celoso y mucho, que mi esposa también lo es, pero no la controlo ni ella a mí en absoluto. Tal vez haga falta que hables con ella. 

—Tal vez hace falta que le pongas claras las cosas —dijo Maddox. 

—No puedo creer que piense que le eres infiel —dijo Max—. Yo estaría muy ofendido.

—Tú eras un mujeriego —dijo Maddox. 

—Era —dijo frunciendo el ceño—. No miro a otras que no sea Margot y ella no va por la vida echándome en cara mi pasado de picaflor.

—En eso le doy la razón a forest —dijo Parker—. Deberías hablar con ella. 

    El bufido que salió de la boca de Hurs hizo que el resto le mirara. 

—Vamos a terminar en una discusión, mejor no digo nada. Se le pasará. —Concretó. 

—Tal vez hace falta que le preguntes lo que siente y…

    Guardó silencio al escuchar el sonido de la puerta.

   Brooke y Scarlett entraban en ese momento. La primera empezando a mostrar el vientre creciendo por su segundo hijo y Scarlett llevando a su bebé. 

    Hurs tomó a su hijo y le dio un beso pero para nadie pasó desapercibido que no tocó a su esposa. 

    Las dos mujeres comenzaron a saludar a todos mientras Hurs se apartaba con el niño. 

—Voy a llevar a este pequeño chico a la cocina. Veré qué podemos robar —dijo alejándose de la oficina. 

   El teléfono de Parker sonó y se disculpó unos minutos para dejar y poco después Max se despidió.

   Brooke y Maddox estaban en su propio mundo mientras Scarlett se alejó para ver por la ventana hacia la parte de abajo donde Hurs trataba de ayudar a su hijo a caminar.

—Es un buen padre —dijo Melina...

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